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La prima

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La prima



Tienes 17 años y has sido invitada a la casa de tu prima Lucy de tu misma edad a pasar la tarde. De antemano no te llama la atención, porque sabes es presumida. Las mejores ropas, viajes y gadgets siempre los tiene ella; pero vale la pena con tal de sumergirse en esa alberca que tiene en su traspatio.

Llegas al medio día, tal como te lo dijo. No pasan muchos segundos y la sirvienta te recibe para que pases. Sabes que tu tía se enojará si no te quitas los zapatos, lo haces. Tus pies blancos con ese perfecto pedicure que te hiciste se hunden en las cedras de esa alfombra setentera. Un placer rico acaricia tus plantas rosadas. Pronto estás tocando la puerta del cuarto de Lucy.

La puerta la abres y del otro de la cama está tu prima. Dándote la espalda con su larga cabellera pelirroja que cae bajo sus hombros. “¿Qué haces Lucy?”, le preguntas al tiempo que la descubres sacando ropa de una maleta.

Ella está con una blusa de tirantes, la cual cubre debajo de la cintura un bikini estampado para nadar. Tu traes una playera con Lady Gaga al frente y un short deshilachado de mezclilla.

“Pasa prima!!”, te dice una voz finita e ingenua. O por lo menos así la clasificabas antes de esta tarde. Cierras la puerta y arrojas tu mochila a la mitad de la cama. Luego dejas caer tu cuerpo sobre el edredón, al tiempo que subes tus pies descalzos al aire.

“Dejé mis zapatos afuera. no quiero problemas con tu mami!”, dices riendo y justificando tu confianza de juguetear. Lucy sonríe y detiene tus piernas en el aire.

Ambas ríen. La mano derecha de tu prima baja a tu tobillo del mismo lado, y la otra hace lo mismo con tu extremidad izquierda.

Lucy te observa divertida y tu estás igual. Pero luego ella te sorprende. Separa tus piernas. “Un split prima. como las bailarinas!” Notas que ella se sonroja. La pillas viendo a tu entrepierna, donde el short marca tus labios apretados.

Recuerdas el mismo efecto que tuviste en Carlos, tu noviecito, cuando incluso le dejaste que metiera un dedo en la entrada de lo acolchonado. Esa vez te habías sorprendido como tu pubis rubio se había empapado en segundos, tras la mano exploradora del chico.

Pero ahora estás causando un mismo efecto de fascinación en Lucy. No quieres creerlo y haces una maniobra con tus piernas, soltándote y quedando boca abajo. Sabes que tu trasero quedó plenamente a la vista de ella, incluso que las curvas de debajo de tus nalgas se insinúan de más.

Lo que sigue te sorprende más. una nalgada! Tu cuerpo se cimbra. Saltas pero sientes que no puedes moverte. Ahora te toman de los tobillos y no son las manos de Lucy, son unas esposas.

“¿Qué haces Lucy? ¿Por qué me pegas y. amarras?”, una nueva nalgada te pone a temblar el trasero, el calor sube por tus glúteos y enciende tu entrepierna.

“Has sido una niña mala conmigo. Robé estas esposas a mi hermanito para castigarte”, dice con énfasis tu prima sabiendo que están en casa a solas. Un nuevo golpe en tus caderas. Y esa sensación de dolor que acaba en cosquilleo rico. Gimes por primera vez en esta tarde.

“¿Te acuerdas de la fiesta del viernes pasado en tu casa?”, te cuestionan. “¡Sí!”, respondes. “Ahí estaba el chico que me gusta y no dejaba de verte a ti, con tu super escote. ¡Crees que eres más, porque tienes mas bubis, pero a mí no me han acabado de salir!”

Estas recordando que Lucy es copa A y tu ya vas en la B, pero tus pensamientos explotan con una nueva nalgada, esta ves sientes un espasmo. Te estas mojando y ya no hay marcha atrás. Sabes que tus labios dorados ahora deben anidar un interior rosa color vivo y tu clítoris queriendo ser frotado y consolado, como esas tardes que regresas de la escuela directa a encerrarte a masturbarte.

“Ya prima! Me estás lastimando”, dices rogando, pero una voz en tu interior está muerta de curiosidad para ver que pasa si cae otro golpe. Anhelas que caiga al borde de tus labios, para que el roce prenda más al clítoris.

Así sucede. El manazo de Lucy esta vez se estrella en tu nalga derecha. Un dedo rosa tu entrepierna. Te contorsionas. No puedes más. Necesitas estar sin ropa. Tu prima lo entiende, sabe que estás excitada. Jamás deja de verte el culo.

“¡Pídeme que te coja!, ¡Pídemelo!” dice Lucy. Tu no sabes bien a qué se está refiriendo. Pero deseas que algo duro y resbaloso podría bien consolarte.

Volteas y ves a tu prima con un dildo rosado de dos puntas, largo y repleto de protuberancias. “Mira prima!… está listo para ti!”

Poseída por el deseo, tu misma te bajas el short con todo y pantaleta. Mostrando tus blancas nalgas. Lucy ríe divertida. “Hay chica mala. estás escurriendo!”

Deseas que haga algo ella. Si fuera hombre tu agresor, ya habrías separado con las manos tus nalgas para terminarlo de excitar con el espectáculo de tus labios rosados empapados y palpitando. Mas sabías que esto era un acto lésbico circunstancial y que Lucy no precisamente anda buscando vulvas por doquier.

Es entonces que sientes la primera invasión. La punta del pene de plástico salivado por Lucy está entrando en tu vagina, la cual se abre suavemente succionando al supuesto agresor. Sientes consuelo de inmediato. Hace un año perdiste la virginidad con tu vecino y ahora gozas con cada experiencia que detone tu lívido.

Volteas y te sorprendes. Lucy se ha quitado la blusa y está sin bra, con sus tetillas duras, excitada y dándote por atrás. La chica no tiene clemencia y hunde medio falo en tus entrañas. Te sorprendes de cómo estás empapada y la erección ficticia comienza a amoldarse a tus paredes. Pronto deseas que empiece a bombearte a entrar y salir, necesitas que te cojan ahí mismo.

Cierras los ojos y te imaginas cómo te ve tu prima. Tu trasero blanco tiene ya seguro las marcas de los dedos y uñas de Lucy. “Muevete puta!” te ordena, “mueve tu culo y muéstrame que te encanta que te la metan!”, dice una voz demandante, que parece haberse transformado a un personaje de esas películas prohibidas que ve tu hermano mayor.

Tu te dejas. Te dejas coger. Entra y sale ese falo y escurres, gozas. Obedeces. Tu culo no sólo va hacia delante y atrás. Sino inicia a hacer círculos. Bailas al son de los movimientos de ese pene de hule que ricamente frota tus paredes vaginales y de paso frota tu clítoris hinchado.

Estás sintiendo venir tu primer orgasmo, cuando tienes la necesidad imperiosa de voltear a ver a tu prima. Deseas ver ese rostro que ahora suda y jadea excitada, pero sobre todo quieres ver sus pezones color café con leche prendidos, duros y apuntando a tu trasero.

Al voltear, ella es un espectáculo. Lucy no sólo te la clava, sino que la hunde más fuerte que nunca, tocándote hasta la matriz. Gimes: “Aaaaaaaaaaaargh!” El orgasmo estalla de dentro a afuera, a tus muslos, rodillas y pies. Quisieras tener las manos sueltas para tocar tus senos y darte consuelo a tus pezones erectos.

Empapas el dildo de plástico y caes sobre tu peso con las nalgas hacia arriba. Lucy aprovecha y te da un lengüetazo. Bebé tus jugos. Tu miel. Te agrada sentir su lengua sobre tu clítoris y lo largo y ancho de tu vulva. Gimes otra vez. Estás en verdad disfrutando.

Es entonces que Lucy te libera de las esposas. La cama recibe tu cuerpo hecho bolita. Juntas tus piernas y las tomas en posición fetal. Eso expone tu ano y vulva. Tu prima lo nota. Te dice: “Tienes un culito hermoso. gracias por dármelo”, ella se acerca y pone la yema del dedo medio de su mano derecha en la entrada de tu esfínter, antes que digas nada, el falange entra suavemente. “Tenía que hacerlo. estás deliciosa nena!”

Lucy con su otra mano se baja el bikini. Queda desnuda. Su sexo tiene una fila de pelito rojo que baja donde empieza la zona de la panty y hace fila hasta la vulva. De ella se asoman dos carnosos y suaves labios internos. Eso te excita.

En segundos, Lucy se sienta en la cama. Abre sus piernas y comienza a masturbarse frente a ti. “¿Te acuerdas prima? De 15 lo hicimos una vez. Cada quien frente a la otra. Pero a mí ni siquiera me habían crecido así.”, dice señalando sus copas A.

Te comienza a hipnotizar que los dedos blancos de Lucy estiran los labios externos de su vagina y los frotan contra el resto de su sexo. Notas la humedad. Ves su cabellera roja brillar sobre sus hombros sudados. Seguro el cuarto entero huele a ustedes dos.

Lucy toma el falo de plástico y se hunde la cabeza del otro extremo. La ves desaparecer mientras gime y levanta sus piernas. En verdad te prende ver a esta hembrita con su coñito color fuego meterse ese juguete. Se te antoja participar.

Tomas la otra cabeza. La humedeces con tus dedos de saliva y la llevas a tu vulva. Lucy abre los ojos y su rostro muestra la alegría que te le unas. Hundes el falo y pronto ambas están conectadas por el caucho. Te preguntas si ambas vaginas pueden llegar a tragarse toda la longitud.

Sus piernas se acercan. Muslos. Luego las vulvas. Están a 30 cm de distancia. Ambas se follan entre sí. El par de manos frotando sus clítoris. Sus senos bamboleando. Sus bocas abiertas. Gimen, gimen, gimen.

Sorprendes a Lucy besándola en la boca. Ambas intercambian lengua y saliva. Los orgasmos explotan y con un instinto desde sus entrañas, las caderas de cada quien empujan sus cuerpos hacia delante. Los sexos se tragan al invasor. Las vulvas se estrellan. Los clítoris se besan. Se frotan. Se descargan.

Minutos después. Mientras se bañan juntas. Relajadas comentan.

“Yo no te quise bajar a nadie. Él vino a buscarme!” le dices a Lucy. “Lo sé!”, contesta ella. Después de todo no hay nadie como nosotras para disfrutar la vida. y el verano. No necesitamos a nadie”

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