Otra historia mas para su deleite
Todo comenzó una noche en que yo comencé a discutir con mi marido, estando en la cama, mi intención era que se molestase un poco, lo suficiente como para que se calentase. Al verme medio desnuda, a su lado, y mientras le mostraba mis nalgas le decía que no, para excitarlo más. Pero las cosas se me salieron de control, ya que al ver que Darío no respondía como yo esperaba, me enojé con él de verdad, y en cierto momento en que nos paramos de la cama, gritándonos mutuamente, perdí el control y le di una tremenda cachetada.
El pobre Darío se quedó como paralizado y de inmediato, en lugar de caerme encima, se puso a llorar con mucho sentimiento, diciéndome que él me amaba mucho, y que no entendía que era lo que me sucedía. Fue cuando me di cuenta de que se me había pasado la mano. Traté de calmarme y de consolarlo a él, abrazándolo contra mis desnudas tetas, y diciéndole que todo ya había pasado. La verdad, es que no esperaba que mi marido respondiera de esa manera.
Ya estábamos por irnos a la cama, cuando sentimos que tocaban la puerta de la casa con mucha fuerza. Apenas me puse mi ligera y semitransparente bata de dormir, los dos nos dirigimos a la puerta, y tras Darío ver que se trataba de un policía que tocaba la puerta, decidimos abrirle.
Yo al principio no entendía que sucedía, menos cuando apenas mi marido abrió la puerta, entró ese policía, como un huracán, mucho más alto que mi marido, de amplias espaldas, y gruesos brazos. Y sin decirle nada al pobre Darío, lo ha pegado con fuerza bestial contra la pared, al tiempo que sin quitarme los ojos de encima me decía, no se preocupe señora, ya todo está bajo control.
Como me asusté y comencé a llorar, él policía insistía en que se lo iba a llevar detenido, y que luego volvería a pasar por mí, para tomar mi declaración. Finalmente cuando me calmé, y aunque ya Darío se encontraba arrestado dentro de la patrulla, yo dentro de la casa, le pude explicar al agente Suarez más o menos lo que había pasado, y que si alguien había cometido un acto violento había sido yo, al ser yo quien le dio una cachetada a mi esposo, y que él nunca me había puesto un dedo encima.
Pero a medida que le estaba contando todo, me di cuenta de la manera en que el policía Suarez no me quitaba la vista de encima, además comenzó a decirme que en ocasiones las victimas como yo, por miedo a su marido no quieren denunciarlos. Pero para eso estaba él, para cuidarme y protegerme. La verdad es que todo eso me dio risa, ya que en realidad quien necesitaba protección era el pobre Darío, y no yo.
Pero por otra parte, la manera en que Suarez continuaba mirándome, y como el pobre Darío se encontraba detenido y esposado dentro de la patrulla, me calenté nada más de pensar, que podía acostarme con ese policía en nuestra propia cama. Así que aun diciéndole que mi pobre marido, era víctima de las circunstancias, comencé a coquetearle descaradamente al policía, dejando descuidadamente mi bata totalmente abierta, aunque no era necesario, ya que sin mucho esfuerzo él se debió dar cuenta de que no tenía más nada puesto. La verdad es que no esperaba que él fuera a reaccionar de la manera en que lo hizo. Ya que de momento me tomó entre sus brazos, y que me planta tremendo beso en mis labios, al tiempo que sus gruesas manos se dedicaron acariciar todo mi casi desnudo cuerpo, ya que apenas y estaba cubierto por mí semitransparente bata de dormir sin más nada abajo.
En cosa de segundos tanto él como yo nos encontrábamos sumamente excitados, al grado que no me importaba que mi marido estuviera detenido en la patrulla, podía sentir su caliente y duro miembro, contra mi cuerpo, aun por debajo de la tela del pantalón de su uniforme. Envueltos en ese salvaje beso, ambos caímos encima de la cama, de inmediato yo abrí mis piernas, mientras que él extraía su miembro dentro del pantalón con una mano mientras que con la otra no dejaba de agarrar divinamente mi coño.
Era como si él y yo fuéramos un par de bestias en celo, cuando comencé a sentir que su miembro me comenzó a penetrar, me sentí en la gloria, quizás por lo morbosa de la situación, que Darío estuviera frente a la casa detenido, o que ese policía prácticamente me estuviese violando. Yo movía mis caderas fuertemente restregándolas contra su cuerpo, mientras que él sin dejar de besarme y agarrarme por todas partes, continuaba metiendo y sacando su verga de mi caliente coño. Lo cierto que fue un polvo la mar de rápido, pero como lo disfruté, al punto que hacía tiempo que no gozaba de un orgasmo como el que Suarez en tan poco tiempo me había hecho disfrutar.
Apenas terminamos entré al baño me asee, y le pedí que no se llevase preso a mi marido, que el pobre realmente no había hecho nada. Suarez, no dijo nada, se dirigió a la patrulla, abrió la puerta, le quitó las esposas, pero le ha dado un regaño, como que si el pobre Darío realmente hubiera hecho algo malo. Tras lo cual Suarez se marchó.
A los pocos días, en los momentos en que Darío se encontraba al otro lado de la ciudad trabajando en la fábrica, y yo me encontraba limpiando el patio trasero de nuestra casa, Suarez se presentó a casa. Con la excusa de que debía llenar un formulario, al no haber arrestado a nadie esa noche. Yo nada más de ver a Suarez a los ojos, supe cuáles eran sus verdaderas intenciones. No dejaba de verme insistentemente las nalgas, así como mi coño y mis tetas, aunque en esos momentos yo estaba usando unos apretados pantalones cortos, y una ajustada camiseta, y me encontraba completamente sudada y llena de tierra, a él eso no le importó mucho realmente, ya que apenas le di una ardiente mirada y agarré distraídamente y seductoramente, el rolo de madera, con el que en ocasiones los policías le caen a golpe a los delincuentes y a los que no lo son también. Suarez sin decir palabra, se comenzó a quitar la ropa, frente a mí, y si con uniforme es un tipo bastante impresionante, completamente desnudo lo es muchísimo más. Así que apenas pude yo también me quité lo poco que tenía puesto, y de inmediato ambos nos tiramos sobre mi cama. Ya con mucha más calma que la primera vez, nos estuvimos besando, agarrando, y acariciándonos mutuamente, por un largo rato. Hasta que su boca, buscó mi sudado coño, y sin que yo lo previera Suarez se dedicó a darme una tremenda mamada, al tiempo que yo disfrutando como una loca de lo que él me hacía, me dediqué también a mamar su erecto miembro.
Sus labios, lengua, y dientes, chupaban y mordisqueaban divinamente todo mi caliente clítoris, al tiempo que yo prácticamente me tragaba todo su miembro. Hasta que después de un buen rato, dejando de mamar su verga le pedí que me la enterrase de inmediato. Suarez, no perdió tiempo, y sentí nuevamente su gruesa masa de carne dura y caliente penetrando mi cuerpo divinamente. Esa mañana cambiamos de posición en varias ocasiones, hasta que yo disfruté de un tremendo orgasmo, como nunca antes lo había disfrutado con mi pobre marido Darío. Además al momento de Suarez venirse, extrajo su verga de mi coño, y colocándomela frente a mi cara, se vino bañándome con todo su semen mi cara y gran parte de mis tetas.
Desde ese día Suarez pasaba casi todos los días que estaba de guardia, por mi casa. En infinidad de ocasiones, ambos disfrutamos tremendamente, hasta en par de ocasiones lo dejé que me diera por el culo, cosa que el pobre Darío, ni en sueños era capaz de pedirme. Pero como al mes de estar acostándonos prácticamente a diario, Suarez me dijo que se había metido en tremendo problema, por estar acostándose conmigo, ya que uno de sus supervisores, lo iba a reportar, y que en cualquier momento el tipo ese pasaría a entrevistarme, yo le dije que le diría que entre nosotros no había pasado nada y ya, fue cuando Suarez me dijo, que él mismo después de que el supervisor lo interrogó, le confesó todo a su supervisor.
Yo le pregunté que debía entonces decir yo, y me respondió, no es lo que le puedas o no decir, la única opción que tengo es que tú te acuestes con mi supervisor, y así él no podrá denunciarme. La verdad es que cuando lo escuché decirme eso, no me gustó para nada la idea, pero después de que Suarez se marchó, sin que ni tan siquiera nos besáramos, con las ganas que yo tenía de acostarme con él, en esos momentos. No sé cómo fue, que me puse a pensar en lo que él me había dicho. Al principio la idea no me seguía gustando, pero mientras me daba una ducha, comencé a imaginarme que a la casa llegaba un viejo y gordo sargento, y que con sus asquerosas manos comenzaba a quitarme la ropa, mientras que yo me negaba, hasta que finalmente me obligaba a tener relaciones con él.
No bien había terminado de darme un refrescante baño, cuando sentí que tocaron la puerta, y envuelta en una pequeña toalla la fui abrir, en realidad no se trataba de un gordo y mugriento sargento, era un teniente, quien sin pérdida de tiempo, comenzó a interrogarme, advirtiéndome que ya el oficial Suarez le había confesado todo. Así que cuando él continuó con el interrogatorio, y me preguntó sobre las veces que Suarez y yo habíamos mantenido sexo y como, y fui de lo más explícita, al punto en que en cierto momento, dejé que la toalla se me deslizase hasta el piso, y yo cándidamente le mostraba los chupones que Suarez me había dejado entre mis piernas. De eso, a que el teniente Ortiz, también se acostase conmigo, fue cosas de breves segundos.
Después de ese día, poco a poco creo que me fui acostando con casi todos los miembros de la delegación. Así que mi caso, pasó de ser uno de violencia domestica, a uno de puta domestica. Al grado que el pobre Darío, eventualmente se enteró, y lo único que hizo fue recoger su ropa y una que otra pertenencia y marcharse.
Actualmente sigo viviendo en la misma casa, y prácticamente a diario a tiendo a alguno de los policías de la delegación, así como a uno que otro cliente. Que con lo que me pagan, vivo cómodamente.
Todo comenzó una noche en que yo comencé a discutir con mi marido, estando en la cama, mi intención era que se molestase un poco, lo suficiente como para que se calentase. Al verme medio desnuda, a su lado, y mientras le mostraba mis nalgas le decía que no, para excitarlo más. Pero las cosas se me salieron de control, ya que al ver que Darío no respondía como yo esperaba, me enojé con él de verdad, y en cierto momento en que nos paramos de la cama, gritándonos mutuamente, perdí el control y le di una tremenda cachetada.
El pobre Darío se quedó como paralizado y de inmediato, en lugar de caerme encima, se puso a llorar con mucho sentimiento, diciéndome que él me amaba mucho, y que no entendía que era lo que me sucedía. Fue cuando me di cuenta de que se me había pasado la mano. Traté de calmarme y de consolarlo a él, abrazándolo contra mis desnudas tetas, y diciéndole que todo ya había pasado. La verdad, es que no esperaba que mi marido respondiera de esa manera.
Ya estábamos por irnos a la cama, cuando sentimos que tocaban la puerta de la casa con mucha fuerza. Apenas me puse mi ligera y semitransparente bata de dormir, los dos nos dirigimos a la puerta, y tras Darío ver que se trataba de un policía que tocaba la puerta, decidimos abrirle.
Yo al principio no entendía que sucedía, menos cuando apenas mi marido abrió la puerta, entró ese policía, como un huracán, mucho más alto que mi marido, de amplias espaldas, y gruesos brazos. Y sin decirle nada al pobre Darío, lo ha pegado con fuerza bestial contra la pared, al tiempo que sin quitarme los ojos de encima me decía, no se preocupe señora, ya todo está bajo control.
Como me asusté y comencé a llorar, él policía insistía en que se lo iba a llevar detenido, y que luego volvería a pasar por mí, para tomar mi declaración. Finalmente cuando me calmé, y aunque ya Darío se encontraba arrestado dentro de la patrulla, yo dentro de la casa, le pude explicar al agente Suarez más o menos lo que había pasado, y que si alguien había cometido un acto violento había sido yo, al ser yo quien le dio una cachetada a mi esposo, y que él nunca me había puesto un dedo encima.
Pero a medida que le estaba contando todo, me di cuenta de la manera en que el policía Suarez no me quitaba la vista de encima, además comenzó a decirme que en ocasiones las victimas como yo, por miedo a su marido no quieren denunciarlos. Pero para eso estaba él, para cuidarme y protegerme. La verdad es que todo eso me dio risa, ya que en realidad quien necesitaba protección era el pobre Darío, y no yo.
Pero por otra parte, la manera en que Suarez continuaba mirándome, y como el pobre Darío se encontraba detenido y esposado dentro de la patrulla, me calenté nada más de pensar, que podía acostarme con ese policía en nuestra propia cama. Así que aun diciéndole que mi pobre marido, era víctima de las circunstancias, comencé a coquetearle descaradamente al policía, dejando descuidadamente mi bata totalmente abierta, aunque no era necesario, ya que sin mucho esfuerzo él se debió dar cuenta de que no tenía más nada puesto. La verdad es que no esperaba que él fuera a reaccionar de la manera en que lo hizo. Ya que de momento me tomó entre sus brazos, y que me planta tremendo beso en mis labios, al tiempo que sus gruesas manos se dedicaron acariciar todo mi casi desnudo cuerpo, ya que apenas y estaba cubierto por mí semitransparente bata de dormir sin más nada abajo.
En cosa de segundos tanto él como yo nos encontrábamos sumamente excitados, al grado que no me importaba que mi marido estuviera detenido en la patrulla, podía sentir su caliente y duro miembro, contra mi cuerpo, aun por debajo de la tela del pantalón de su uniforme. Envueltos en ese salvaje beso, ambos caímos encima de la cama, de inmediato yo abrí mis piernas, mientras que él extraía su miembro dentro del pantalón con una mano mientras que con la otra no dejaba de agarrar divinamente mi coño.
Era como si él y yo fuéramos un par de bestias en celo, cuando comencé a sentir que su miembro me comenzó a penetrar, me sentí en la gloria, quizás por lo morbosa de la situación, que Darío estuviera frente a la casa detenido, o que ese policía prácticamente me estuviese violando. Yo movía mis caderas fuertemente restregándolas contra su cuerpo, mientras que él sin dejar de besarme y agarrarme por todas partes, continuaba metiendo y sacando su verga de mi caliente coño. Lo cierto que fue un polvo la mar de rápido, pero como lo disfruté, al punto que hacía tiempo que no gozaba de un orgasmo como el que Suarez en tan poco tiempo me había hecho disfrutar.
Apenas terminamos entré al baño me asee, y le pedí que no se llevase preso a mi marido, que el pobre realmente no había hecho nada. Suarez, no dijo nada, se dirigió a la patrulla, abrió la puerta, le quitó las esposas, pero le ha dado un regaño, como que si el pobre Darío realmente hubiera hecho algo malo. Tras lo cual Suarez se marchó.
A los pocos días, en los momentos en que Darío se encontraba al otro lado de la ciudad trabajando en la fábrica, y yo me encontraba limpiando el patio trasero de nuestra casa, Suarez se presentó a casa. Con la excusa de que debía llenar un formulario, al no haber arrestado a nadie esa noche. Yo nada más de ver a Suarez a los ojos, supe cuáles eran sus verdaderas intenciones. No dejaba de verme insistentemente las nalgas, así como mi coño y mis tetas, aunque en esos momentos yo estaba usando unos apretados pantalones cortos, y una ajustada camiseta, y me encontraba completamente sudada y llena de tierra, a él eso no le importó mucho realmente, ya que apenas le di una ardiente mirada y agarré distraídamente y seductoramente, el rolo de madera, con el que en ocasiones los policías le caen a golpe a los delincuentes y a los que no lo son también. Suarez sin decir palabra, se comenzó a quitar la ropa, frente a mí, y si con uniforme es un tipo bastante impresionante, completamente desnudo lo es muchísimo más. Así que apenas pude yo también me quité lo poco que tenía puesto, y de inmediato ambos nos tiramos sobre mi cama. Ya con mucha más calma que la primera vez, nos estuvimos besando, agarrando, y acariciándonos mutuamente, por un largo rato. Hasta que su boca, buscó mi sudado coño, y sin que yo lo previera Suarez se dedicó a darme una tremenda mamada, al tiempo que yo disfrutando como una loca de lo que él me hacía, me dediqué también a mamar su erecto miembro.
Sus labios, lengua, y dientes, chupaban y mordisqueaban divinamente todo mi caliente clítoris, al tiempo que yo prácticamente me tragaba todo su miembro. Hasta que después de un buen rato, dejando de mamar su verga le pedí que me la enterrase de inmediato. Suarez, no perdió tiempo, y sentí nuevamente su gruesa masa de carne dura y caliente penetrando mi cuerpo divinamente. Esa mañana cambiamos de posición en varias ocasiones, hasta que yo disfruté de un tremendo orgasmo, como nunca antes lo había disfrutado con mi pobre marido Darío. Además al momento de Suarez venirse, extrajo su verga de mi coño, y colocándomela frente a mi cara, se vino bañándome con todo su semen mi cara y gran parte de mis tetas.
Desde ese día Suarez pasaba casi todos los días que estaba de guardia, por mi casa. En infinidad de ocasiones, ambos disfrutamos tremendamente, hasta en par de ocasiones lo dejé que me diera por el culo, cosa que el pobre Darío, ni en sueños era capaz de pedirme. Pero como al mes de estar acostándonos prácticamente a diario, Suarez me dijo que se había metido en tremendo problema, por estar acostándose conmigo, ya que uno de sus supervisores, lo iba a reportar, y que en cualquier momento el tipo ese pasaría a entrevistarme, yo le dije que le diría que entre nosotros no había pasado nada y ya, fue cuando Suarez me dijo, que él mismo después de que el supervisor lo interrogó, le confesó todo a su supervisor.
Yo le pregunté que debía entonces decir yo, y me respondió, no es lo que le puedas o no decir, la única opción que tengo es que tú te acuestes con mi supervisor, y así él no podrá denunciarme. La verdad es que cuando lo escuché decirme eso, no me gustó para nada la idea, pero después de que Suarez se marchó, sin que ni tan siquiera nos besáramos, con las ganas que yo tenía de acostarme con él, en esos momentos. No sé cómo fue, que me puse a pensar en lo que él me había dicho. Al principio la idea no me seguía gustando, pero mientras me daba una ducha, comencé a imaginarme que a la casa llegaba un viejo y gordo sargento, y que con sus asquerosas manos comenzaba a quitarme la ropa, mientras que yo me negaba, hasta que finalmente me obligaba a tener relaciones con él.
No bien había terminado de darme un refrescante baño, cuando sentí que tocaron la puerta, y envuelta en una pequeña toalla la fui abrir, en realidad no se trataba de un gordo y mugriento sargento, era un teniente, quien sin pérdida de tiempo, comenzó a interrogarme, advirtiéndome que ya el oficial Suarez le había confesado todo. Así que cuando él continuó con el interrogatorio, y me preguntó sobre las veces que Suarez y yo habíamos mantenido sexo y como, y fui de lo más explícita, al punto en que en cierto momento, dejé que la toalla se me deslizase hasta el piso, y yo cándidamente le mostraba los chupones que Suarez me había dejado entre mis piernas. De eso, a que el teniente Ortiz, también se acostase conmigo, fue cosas de breves segundos.
Después de ese día, poco a poco creo que me fui acostando con casi todos los miembros de la delegación. Así que mi caso, pasó de ser uno de violencia domestica, a uno de puta domestica. Al grado que el pobre Darío, eventualmente se enteró, y lo único que hizo fue recoger su ropa y una que otra pertenencia y marcharse.
Actualmente sigo viviendo en la misma casa, y prácticamente a diario a tiendo a alguno de los policías de la delegación, así como a uno que otro cliente. Que con lo que me pagan, vivo cómodamente.
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