Me llamo Carla, y cumplí 30 años. Con los años me he vuelto muy desenvuelta y alocada en el sexo. Tanto como para fantasear toda clase de cosas aún cuando mi marido se me echa encima. Mi mejor amiga se llama Laura, y ella se jacta siempre de la potencia sexual de su esposo, un rubio bien grandote y musculoso. Pero el punto decisivo de mi historia fue motivado la noche en que los cuatro cenábamos en su casa, cuando mientras llevábamos los platos a la cocina, ella me dijo: "Con esa pollerita ajustada, le tuve que decir al libinoso de mi marido que deje de mirarte el culo...." Para mí fue un halago.
Esa misma noche hice alarde de mis caderas y le di la espalda a él todas las veces que pude. Notaba su caliente mirada sobre mis pulposas nalgas, y cuando nos despedimos, aproveché que nadie nos miraba y le estampé un beso en los labios. Luego salí con mi esposo meneando más que nuca mis caderas. Al día siguiente recibí una llamada de Laura en la que me contaba cómo le había quedado el esfínter gracias a mí...
No tardé en planificar mi acecho sobre tan ardiente macho. Durante la semana siguiente salimos con Laura de compras y luego nos sentamos a tomar un café. Me contó que no andaba bien del estómago y que debía hacerse unos exámenes médicos. Dejó escapar el día y la hora en que le harían las pruebas, y esa fue la información que me faltaba para poner en marcha mi plan. La noche previa a sus exámenes la llamé a la casa a la hora que suponía ella estaría en la cocina, de este modo atendería él. Llamé y tal como planeaba me atendió él. Puse mi voz más sexy y le eché las redes. Tras algunos intercambios, le pregunté sin más si estaría en su casa por la mañana y me dijo que sí, le agregué que lo llamaría entonces. Luego hablé con Laura para desearle suerte en sus exámenes.
A la mañana siguiente aparecí por allí y me recibió Carlos con una sonrisa. Pregunté por Laura y justifiqué irónicamente mi llegada diciendo que en la última cena había perdido un aro entre los almohadones del sillón. Él se mostró muy predispuesto y me hizo pasar. Se dedicó a buscar el aro con ahinco y mientras lo hacía, me saqué la poca ropa que llevaba y me puse de espaldas a él para sorprenderlo. Cuando se dio vuelta, le pregunté qué le parecía, y lanzó una exclamación de asombro.
Vino hacia mí y se apoyó sobre mi cola con la ropa puesta, mordiendo mi cuello y pasando sus manos por mis tetas. Luego, lentamente se fue bajando el pantalón y se sacó la camisa. Me di vuelta y me apreté como para que sintiera todo mi calor y la dureza de mis lolas sobre su pecho velludo.
Meta franela, nos escurrimos hasta el sillón, donde nos abrazamos y besamos por largo rato, él besando mis pezones y metiendo mano entre mis piernas como un desaforado. Empezó metiéndome un dedo y al rato ya sentía toda su mano entrando y saliendo de mi concha volcánica. Yo estaba mojándome y sentía un latido acelerado en los labios vaginales.
No tardé en acostarme bien abierta de piernas y me llevé su pija a la boca para besarla y chuparla como una golosina exquisita. Él me decía palabras bien guarras y me decía cómo le gustaba que se la chupara. Yo hacía lo que me ordenaba sin emitir sonido. Había encontrado un buen amante, provisto de una verga durísima y poderosa, además de su rubio cabello y sus ojos verdes, su piel bronceada, mi maquinaria de placer y lujuria.
Estuve sobre el sillón un buen rato metida entre sus piernas saboreando sus jugos riquísimos, ambos gozando con la idea de la infidelidad mutua, y de que su esposa y mi marido ignorarían que éramos capaces de echarnos un polvo semejante.
La dureza y consistencia de su poronga me llevó a ponerme de rodillas y ofrecerle mi lado más exquisito y sensual. Besó mis nalgas y las acarició sin descanso, luego introdujo su larga y húmeda lengua en mi culo, rozando mi esfínter apasionadamente. Yo le ronroneaba y él me decía "mi gatita", lo que hacía que me dieran espasmos de placer y electrizara toda mi piel desde los pies hasta la cabeza, poniéndome los pelos de punta.
Me la fue metiendo lentamente mientras yo abría mis nalgas con una mano para ayudarlo. Ya con la mitad adentro, me arrancó largos gemidos de dolor y placer, las puntas de sus dedos acariciaban y pellizcaban la rugosa piel de mis pezones arrancándome intensas sensaciones. En ese instante lo provoqué con palabras lujuriosas y sucias como las que seguramente esperaba. "Culeame bien, rompeme el culo con tu verga, sácate las ganas, cogeme bien fuerte, que tu leche me caiga por las piernas.... "
En medio de mis provocaciones, puso sus piernas sobre el sillón y lanzó una arremetida bestial, que sacó un ruidoso aire de mi culo mientras su verga golpeaba el fondo de mi cavidad.
-Te tirás peditos, yegua, me encanta. Sos una puta muy golosa.
-Así, amor, así se hace... Te voy a ordeñar con el culo...
Golpeaba con fuerza y yo sentía que aquel potro me rasgaba las entrañas. Lo hacía mucho mejor que mi marido y que todos los que me habían puesto sus manos encima. Qué placer sentirlo entrando y saliendo, regustando su cabeza inflamada explotando en mi agujero, su tronco rozando mi esfínter. Ni por casualidad le daría mi concha, ni él me la pediría.... Mi culo era una fuente de incalculable placer para los dos.
Por último se dio vuelta y me dio vuelta al mismo tiempo, quedando sentada sobre él, bien enculada hasta el fondo. Tomándome de los muslos me subía y bajaba adentrándose más y más, con mi cola haciendo tope en sus bolas rojas e inflamadas.
Me excitaba tanto que empecé a saltar también para que me la enterrara más y más adentro. Gritaba, gemía con los ojos cerrados, no podía abrirlos.... Estaba extasiada en ese juego anal violento que me arreciaba como un vendaval. Estaba recibiendo la culeada más maravillosa de mi vida... y con el marido de mi mejor amiga.
Caímos de costado y él siguió metiendo y sacando su verga, dándome besos en la espalda y el cuello, diciéndome palabrotas... Comencé a jugar con el clítoris mientras él continuaba su portentosa culeada.
Al cabo de un buen rato me dijo que quería sentirla en mi boca. Consentí gustosa y me chupé su verga empapada de jugos, los suyos y los míos....
-Me rompiste el orto, bebé -le dije y se la mamé con muchas ganas, durante minutos, su instrumento se hinchaba en mi boca y entre mis dedos calientes...
Cada vez más fuerte se lo succionaba tratando de sacarle todos sus líquidos y hacerlo tocar el cielo con las manos como él lo había hecho conmigo minutos antes en el sillón...
Estalló en un descomunal orgasmo, que rebalsó mi boca dejando mis labios y mejillas blancas de leche.
Esa noche dormí profundamente, y entre sueños cabalgué otra vez sobre su verga.
Hemos quedado en volvernos a ver, una y mil veces...
Infieles, lujuriosos y desbocados, volveremos a revolcarnos de calentura. Mi agujero se ha puesto más contento desde que él lo usó y no dudo que será cada vez más feliz si continúa cogiéndome como la primera vez.
fuente:revista atraccion
Esa misma noche hice alarde de mis caderas y le di la espalda a él todas las veces que pude. Notaba su caliente mirada sobre mis pulposas nalgas, y cuando nos despedimos, aproveché que nadie nos miraba y le estampé un beso en los labios. Luego salí con mi esposo meneando más que nuca mis caderas. Al día siguiente recibí una llamada de Laura en la que me contaba cómo le había quedado el esfínter gracias a mí...
No tardé en planificar mi acecho sobre tan ardiente macho. Durante la semana siguiente salimos con Laura de compras y luego nos sentamos a tomar un café. Me contó que no andaba bien del estómago y que debía hacerse unos exámenes médicos. Dejó escapar el día y la hora en que le harían las pruebas, y esa fue la información que me faltaba para poner en marcha mi plan. La noche previa a sus exámenes la llamé a la casa a la hora que suponía ella estaría en la cocina, de este modo atendería él. Llamé y tal como planeaba me atendió él. Puse mi voz más sexy y le eché las redes. Tras algunos intercambios, le pregunté sin más si estaría en su casa por la mañana y me dijo que sí, le agregué que lo llamaría entonces. Luego hablé con Laura para desearle suerte en sus exámenes.
A la mañana siguiente aparecí por allí y me recibió Carlos con una sonrisa. Pregunté por Laura y justifiqué irónicamente mi llegada diciendo que en la última cena había perdido un aro entre los almohadones del sillón. Él se mostró muy predispuesto y me hizo pasar. Se dedicó a buscar el aro con ahinco y mientras lo hacía, me saqué la poca ropa que llevaba y me puse de espaldas a él para sorprenderlo. Cuando se dio vuelta, le pregunté qué le parecía, y lanzó una exclamación de asombro.
Vino hacia mí y se apoyó sobre mi cola con la ropa puesta, mordiendo mi cuello y pasando sus manos por mis tetas. Luego, lentamente se fue bajando el pantalón y se sacó la camisa. Me di vuelta y me apreté como para que sintiera todo mi calor y la dureza de mis lolas sobre su pecho velludo.
Meta franela, nos escurrimos hasta el sillón, donde nos abrazamos y besamos por largo rato, él besando mis pezones y metiendo mano entre mis piernas como un desaforado. Empezó metiéndome un dedo y al rato ya sentía toda su mano entrando y saliendo de mi concha volcánica. Yo estaba mojándome y sentía un latido acelerado en los labios vaginales.
No tardé en acostarme bien abierta de piernas y me llevé su pija a la boca para besarla y chuparla como una golosina exquisita. Él me decía palabras bien guarras y me decía cómo le gustaba que se la chupara. Yo hacía lo que me ordenaba sin emitir sonido. Había encontrado un buen amante, provisto de una verga durísima y poderosa, además de su rubio cabello y sus ojos verdes, su piel bronceada, mi maquinaria de placer y lujuria.
Estuve sobre el sillón un buen rato metida entre sus piernas saboreando sus jugos riquísimos, ambos gozando con la idea de la infidelidad mutua, y de que su esposa y mi marido ignorarían que éramos capaces de echarnos un polvo semejante.
La dureza y consistencia de su poronga me llevó a ponerme de rodillas y ofrecerle mi lado más exquisito y sensual. Besó mis nalgas y las acarició sin descanso, luego introdujo su larga y húmeda lengua en mi culo, rozando mi esfínter apasionadamente. Yo le ronroneaba y él me decía "mi gatita", lo que hacía que me dieran espasmos de placer y electrizara toda mi piel desde los pies hasta la cabeza, poniéndome los pelos de punta.
Me la fue metiendo lentamente mientras yo abría mis nalgas con una mano para ayudarlo. Ya con la mitad adentro, me arrancó largos gemidos de dolor y placer, las puntas de sus dedos acariciaban y pellizcaban la rugosa piel de mis pezones arrancándome intensas sensaciones. En ese instante lo provoqué con palabras lujuriosas y sucias como las que seguramente esperaba. "Culeame bien, rompeme el culo con tu verga, sácate las ganas, cogeme bien fuerte, que tu leche me caiga por las piernas.... "
En medio de mis provocaciones, puso sus piernas sobre el sillón y lanzó una arremetida bestial, que sacó un ruidoso aire de mi culo mientras su verga golpeaba el fondo de mi cavidad.
-Te tirás peditos, yegua, me encanta. Sos una puta muy golosa.
-Así, amor, así se hace... Te voy a ordeñar con el culo...
Golpeaba con fuerza y yo sentía que aquel potro me rasgaba las entrañas. Lo hacía mucho mejor que mi marido y que todos los que me habían puesto sus manos encima. Qué placer sentirlo entrando y saliendo, regustando su cabeza inflamada explotando en mi agujero, su tronco rozando mi esfínter. Ni por casualidad le daría mi concha, ni él me la pediría.... Mi culo era una fuente de incalculable placer para los dos.
Por último se dio vuelta y me dio vuelta al mismo tiempo, quedando sentada sobre él, bien enculada hasta el fondo. Tomándome de los muslos me subía y bajaba adentrándose más y más, con mi cola haciendo tope en sus bolas rojas e inflamadas.
Me excitaba tanto que empecé a saltar también para que me la enterrara más y más adentro. Gritaba, gemía con los ojos cerrados, no podía abrirlos.... Estaba extasiada en ese juego anal violento que me arreciaba como un vendaval. Estaba recibiendo la culeada más maravillosa de mi vida... y con el marido de mi mejor amiga.
Caímos de costado y él siguió metiendo y sacando su verga, dándome besos en la espalda y el cuello, diciéndome palabrotas... Comencé a jugar con el clítoris mientras él continuaba su portentosa culeada.
Al cabo de un buen rato me dijo que quería sentirla en mi boca. Consentí gustosa y me chupé su verga empapada de jugos, los suyos y los míos....
-Me rompiste el orto, bebé -le dije y se la mamé con muchas ganas, durante minutos, su instrumento se hinchaba en mi boca y entre mis dedos calientes...
Cada vez más fuerte se lo succionaba tratando de sacarle todos sus líquidos y hacerlo tocar el cielo con las manos como él lo había hecho conmigo minutos antes en el sillón...
Estalló en un descomunal orgasmo, que rebalsó mi boca dejando mis labios y mejillas blancas de leche.
Esa noche dormí profundamente, y entre sueños cabalgué otra vez sobre su verga.
Hemos quedado en volvernos a ver, una y mil veces...
Infieles, lujuriosos y desbocados, volveremos a revolcarnos de calentura. Mi agujero se ha puesto más contento desde que él lo usó y no dudo que será cada vez más feliz si continúa cogiéndome como la primera vez.
fuente:revista atraccion
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