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el devorador

Nunca había hecho algo así. Sí es cierto que me pasaba horas chateando en internet, no solo con amigas, sino también con tipos desconocidos, supuestamente de otros países de habla hispana, como México, España o Perú, llegando en ocasiones a mantener conversaciones bastante explícitas. Y no niego haberme pajeado más de una vez mientras leía en la pantalla todas las cosas que serían capaces de hacerme de tenerme tan solo un ratito para ellos. Pura pajerías, claro, pero me divertía, y hasta me calentaba. Y hasta me parecía inofensivo, ya que en realidad no existía una infidelidad en el estricto significado del término, ya que todo pasaba por las fantasías que una pudiera tener, y de la capacidad
gr,
para imaginarse en distintas situaciones. Y aunque tenía un novio que me satisfacía plenamente, no podía prescindir de esta nueva adicción que me tenía a toda hora del día enganchada de la computadora. Sin embargo nunca creí que me atrevería a traspasar esa barrera limitada por el monitor y el teclado. Pero fue hace poco que comencé a conectarme con un tipo que ostentaba un nick bastante inusual. Se hacía llamar "Devorador de niñas" Y tenía un gusto bastante perverso en lo que al sexo se refería. Chateábamos todos los días, y poco a poco se convertiría en mi único amante de la red, el que más me estremecía, el que más me calentaba. Debido al apodo que se había puesto, llegué a decirle que quizás yo no le
gustara demasiado, ya que no era tan niña. -¿Cuántos años tenes?- Me preguntó entonces. -21- Le tipeé. -¿En serio?- Se sorprendió. -Si, en serio, 21- Le corroboré. -Entonces para mí todavía sos una niña- Repuso, tras lo cuál se desbarrancaba hacia el lado más oscuro de la charla -¿Sabes que me gustaría hacerte?- -¿Qué?- Le preguntaba, dándole así el pie para que liberara todos sus lascivos instintos, estremeciéndome toda de solo imaginarlo que podría llegar a decirme. -Me gustaría chuparte toda... como un caramelito--Toda ¿Toda?- Le preguntaba. -Toda, desde la cabeza hasta los pies, me detendría muy especialmente en tus tet itas, que me imagino pequeñas pero bien duras y paraditas--Acertaste y ¿sabes que? Acabo de pelarlas, solo para vos--Y te las chupo toda mamita, y te muerdo los pezones también ¿Te gusta que te muerdan los pezones?--Me encanta!--Y bajo con la lengua por tu vientre y me nieto en tu conchita, y te chupo toda por dentro ¡Estás riquísima! ¡ Deliciosa!- -¡M e gustaría chuparte la pija!--Ya la tengo en la mano, dura como una roca y caliente como un fierro al rojo vivo, bien parada para vos--Entonces me la meto en la boca y te la chupo, papito, pero la lenes tan grande que apenas me entra--No me importa, quiero que te la comas toda-iMmmmmhhhh... que rica la tones... tenés la pija más rica, ¿Sabías?- -Eso me dicen ¡Comete' a toda guachita, quiero que te comas hasta el último pedazo!- -¡ Si, mi amor, me la como toda, me la
meto hasta la garganta!- -¡Chupámela... Sacame toda la leche guacha de mierda!- -Sumi ... te la chupo toda.... Y quiero que me acabes en la boca--¡ Ya estoy a punto de acabar, mamita, inc vengo como un volcán !- -¡Dámela toda, quiero sentirte en mi paladar, quiero saborearte!- -¡ Acabo.... Acabo... acab00000000!- -¡Mmmmnimmhhhhhhh.... mm mmmmh hhhhhhh!- Todo era fingido, claro, aunque el orgasmo que ambos experimentábamos era tan verdadero que los estremecimientos del mismo me duraban incluso hasta mucho después de habérmelo echado. -Quiero que nos veamos- Me dijo un día. -Pero que ¿Acaso sos de acá, de Argentina?--Claro y estoy muy cerca tuyo--¿Donde?- -En once--Entonces me mentiste, dijiste que eras de México--Solo para que te engancharas, pensé
que si te decía que era de acá no ibas a querer chatear conmigo--¿Y para que querés que nos veamos?- La pregunta resultaba por demás innecesaria, dado el tipo de contacto que habíamos entablado, pero quise hacérsela. -¿Y para que va a ser? Para que cojamos-"Para que cojamos", la frase quedó repiqueteando en mi cabeza durante los días posteriores a esa última charla. Y aunque más de una vez había tenido la fantasía de mantener con él un encuentro de verdad, cuándo me lo propuso no pude responderle. A lo único que atiné fue a desconectarme. Desde entonces comenzó a bombardearme con una gran cantidad de mails que por poco no superaban la capacidad de almacenamiento de mi casilla de correo electrónico. Y en todos ellos solo me enviaba un único mensaje: Quiero cogerte. Y la verdad es que yo también quería que me cogiera. Ansiaba coger con él desde el primer contacto que tuvimos a través de la web, pero el hecho de que se trataba de un extraño a quiénhabía conocido en esa forma tan inusual, era el único impedimento que encontraba para demorar mi decisión. Conocidos son los riesgos que se corren al encontrarse con un desconocido en tales circunstancias. En todo momento nos advierten sobre los peligros de chatear con gente que no conocemos. Sin embargo, para mí, ese era el verdadero atractivo de la relación que habíamos entablado. El que no supiéramos ni siquiera como nos llamábamos, ni que aspecto fisico teníamos. Para mí el era Devorador de niñas, y para él yo era La niña bonita. Con eso solo nos bastaba para atraernos y seducirnos. No quería ni necesitaba saber nada más de él. Y eso era lo que más me calentaba. Finalmente y luego de casi una semana de analizar la situación, tomé una decisión. Lo haría, me encontraría con él, claro que en un lugar público y lo suficientemente transitado como para no correr ningún riesgo en caso de que no me gustara, y tal como lo recomendaban
los especialistas en el tema. -Esta bien, vamos a encontrarnos- Le dije al volver a conectarme tras una semana. -Dónde?--En plaza Once, en la esquina de Rivadavia y Pueyrredón, debajo del cartel que anuncia las obras del subte-Le propuse. -Me parece bien ¿Cuándo?- -¿Qué te parece mañana al mediodía?--Perfecto, entonces nos vemos, te aseguro que la vamos a pasar muy bien--Para, para, ¿Cómo vamos a hacer para reconocernos'?--No te preocupes, yo voy a saber reconocerte, chau y hasta mañana, putita- Afirmó, subrayando lo de putita, y como cada vez que me lo decía no pude reprimir un íntimo estremecimiento. Al mediodía siguiente estuve en el lugar acordado, tan ansiosa que incluso llegué como media hora antes. Cada tipo que se me acercaba me parecía que era él. Y si bien teníamos
contacto desde hacia tiempo, no me imaginaba como podría llegar a ser. Suponía que debía ser un tipo grande, de unos cuarenta años, y realmente esperaba que fuera así, ya que siempre me gustaron los hombres maduros y experimentados. A las doce en punto, un tipo salió de la boca del subte, y no sé porque, pero una corazonada me dijo que era él. Canoso, y algo excedido de peso, en su mirada se adivinaba cierto gusto por lo perverso. Como si me conociera de toda la vida se me acercó, y susurrándome en el oído, me dijo: -¡ Hola, putita! ¿cómo estás?- Eso fue suficiente para que todo mi cuerpo se estremeciera de puro placer. De puro y lujurioso placer. Aunque no me conocía en el verdadero sentido de la palabra, si que sabía como calentarme. -Ahora que te conozco, bastante bien-Le dije, fascinada por ese hombre que, en rigor de verdad, era un auténtico desconocido. Pero, así y todo, muy dentro de mí sentía que lo conocía tanto ó más queami propio novio. O que a mí misma. -,Vamos?- Fue lo único que dijo después a modo de invitación. -Vamos- Asentí sin siquiera una sombra de duda. Y así todas las precauciones que había pensado para no correr ningún riesgo innecesario se evaporaron, desaparecieron como barridas por un plumazo. De pronto comprendí que iría con aquel tipo hasta el mismo fin del mundo, y que nada que pudiera hacerme podría desagradarme. Bajamos entonces por la misma boca del subte por la que él había salido apenas un instante atrás, en la estación Miserere, y esperamos para tomar la primera formación. Ya en el vagón, me preguntó si quería saber su nombre. -No, me gusta más así, me resulta mucho más excitante ¿No te parece?-Le dije y él estuvo totalmente de acuerdo. Para él sería siempre su putita, y para mí, él sería Devorador. Bajamos en la primera estación, en Pasteur, y, caminando unas pocas
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cuadras, entramos a un edificio antiguo, de esos que tanto abundan por el característico barrio de Once. Y para mí sorpresa, en ningún momento me sentí atemorizada o siquiera intimidada por lo que habría de suceder poco después. Como dije al principio de mi relato era la primera vez que hacía algo así, eso de encontrarme con un desconocido para coger, así nomás, directamente y sin dilaciones, pero por la tranquilidad que evidenciaba, parecía que tales situaciones eran ya algo habitual en mí. Dentro de uno de esos ascensores antiguos, de rejas y que tardan una eternidad en subir, nos besamos con deleitable pasión. En su boca saboreé el gusto del peligro, ese peligro que latía bajo cada paso que daba y que me resultaba sumamente apasionante. Con mi novio me había besado recién a la tercera cita, y sin embargo con ese hombre que acababa de conocer ya me estaba chuponeando furiosa y arrebatadamente. Bajamos en el cuarto piso y entramos
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a su departamento, un piso antiguo de techos altos y muebles acordes al estilo del edificio. La computadora estaba prendida, y como fondo de pantalla tenía colocada una foto de una reconocida vedette desnuda. Enseguida nos sentamos en el amplio sofá que estaba ubicado en el medio del living y tomamos una copa, algo también inusual en mí, ya que generalmente no soy de tomar alcohol, pero sentía que en ese momento y en aquel lugar, que representaba algo así como un santuario, todo estaba permitido. Tras un rápido brindis, dejamos las copas a un costado, y volvimos a besarnos, con mucha más pasión que antes, mordiéndonos frenéticamente los labios y lamiéndonos también mutuamente las lenguas, degustándonos sin reserva alguna. Sus manos ya se habían apoderado de mi alma y ahora hacían lo mismo con mi cuerpo, recorriéndome por todos lados, aunque centrándose muy especialmente en mis tetas que palpitaban enloquecidas ante tal desborde de lujuria y promiscuidad. -;Voy a chuparte toda, putita!- Me dijo, y con unos modos que aunque bruscos, me resultaban sumamente excitantes, comenzó a sacarme la ropa, lamiendo todo mi cuerpo con una desesperación que laceraba mi piel en una forma deliciosa y extremadamente agradable. Ya desnuda me entregué por completo a él, abriéndome toda para sus labios y su lengua, que obraban maravillas dentro de mí, saboreándome tanto por dentro corno por fuera. Quedé empapada por su saliva, sintiendo como el corazón me daba un vuelco con cada lamida y beso que me aplicaba en los lugares más sensibles de mi anatomía. Luego se levantó y parado frente a mí, se sacó el pantalón y el calzoncillo, pelando una pija de proporciones gloriosas, enorme, inmensa, tal como la había imaginado infinidad de veces en los múltiples contactos virtuales que teníamos. -iChupámela!- Me dijo entonces y casi fue innecesario que me lo pidiera, ya que eso era precisamente lo que
anhelaba desde hacia tanto tiempo. Chupársela, tenerla dentro de mi boca y degustarla hasta sacarle lustre, hasta sentir en mi boca como se venía en esa forma tan caudalosa que tantas veces me había descripto. Con el entusiasmo más incipiente expresado en mi cara, se la agarré con las dos manos y me la metí en la boca, para chupársela con todas esas ganas que había acumulado durante tanto tiempo. Me la metía casi toda en la boca, pese al robusto volumen que ostentaba, saboreando cada pedazo, cada trozo de tan hermoso manjar. Siempre que se la había chupado a mi novio, cerraba los ojos y trataba de concentrarme en esa humillante tarea que, analizada fríamente, no me proporcionaba satisfacción alguna. Pero por alguna razón a los hombres les gusta y una debía someterse a tal bajeza. Pero con Devorador era diferente. El placer que me prodigaba el sentir su tremenda pija palpitando en mi paladar, superaba ampliamente cualquier cosa que hubiese sentido alguna vez.
Lo miraba fijamente a los ojos, y me estremecía toda con los gestos de placer y satisfacción que esbozaba con su cara, suspirando plácidamente, dejándose arrasar por tanta delicia. Ya con la poronga en su estado de máximo esplendor, bien alzada como una lanza preparada para la batalla, se puso un forro y me la metió. Un complaciente alarido de puro gusto y complacencia estalló ni bien lo sentí perforándome hasta lo más profundo de un solo y lacerante envión. De una sola vez me llenó toda, rebalsándome la concha de pija, atornillándose a mi cuerpo en esa forma que tanto había soñado y anhelado. Tal como describía en los chateos que manteníamos, Devorador me cogió en una forma que solo podía proporcionarme satisfacción y más satisfacción. En una forma que solo puede darse una vez en la vida. Nos echamos como una docena de polvos. Sin pausa ni respiro. Apenas nos echábamos uno que ya nos estábamos preparando para el siguiente, disfrutando de un orgasmo tras otro, todos ellos engarzados y prácticamente indisolubles el uno del otro. Actualmente sigo encontrándome con Devorador, y disculpen si no hago publico mi nombre, pero como el sabe
que iba a escribir a la revista para contar nuestra experiencia juntos, no quiero que se entere por este medio de mi nombre. Prefiero mantener lo nuestro tal como esta, sabiendo el uno
del otro lo justo y necesario. Con eso tengo más que suficiente. Eso si, les mando una foto que me sacó él en una de las tantas tarde calientes que pasamos juntos

fuente: revista atraccion

4 comentarios - el devorador

angieyruben
Muy buen relato !!!

Gracias por compartir.
Besos y Lamiditas !!!

el devorador
Yo comenté tu post, vos comentaste el mío?
Compartamos, comentemos, apoyemos, hagamos cada vez mejor esta maravillosa Comunidad !!!
elpitu_10
genial el relato que subiste que paso con la foto?