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asi me hice puta

Mi nombre es Lorena, tengo 28 años y vivo en San Telmo. No soy nada del otro mundo. 1,57 mts, delgada y de ojos y pelo castaño. Como dije antes, nada del otro mundo, una chica normal y corriente.
Me casé con Daniel hace cinco años. Por una razón u otra jamás se nos cruzó por la cabeza el tener un hijo. Él es empleado bancario y yo durante mucho tiempo trabajé en el Once en una tienda de telas. Con mi marido todo venía de maravillas. Cogíamos dos o tres veces por semana, a veces cuatro. Él es un hombre el cual siempre le gusta hacerlo de las formas más clásicas. Esto al principio a mí me colmaba de placer, pero fue pasando el tiempo y comencé a sentir curiosidad por hacerlo de una manera más salvaje.
Llegó el momento en que le planteé a mi marido mis necesidades, con cierto rubor en mis mejillas, parte por vergüenza, pero también porque sólo decirlo o pensarlo, me excitaba notablemente. Él terminantemente se negaba a tener relaciones de tal manera. Decía que me hacía el amor, pero a decir verdad, yo quería sexo, y en parte, sentirme colmada sexualmente como si fuese una flor de puta. Traté de hacerle conocer mis fantasías, pero él me decía que estaba loca, y sentía cada vez más que estaba loca, pero de calentura. Durante un tiempo mantuve en silencio mis necesidades. Yo seguía trabajando en la tienda del Once, a veces debíamos quedarnos hasta más tarde de lo habitual, pues llegaban telas y debía hacer la contabilidad de los depósitos y el stock de mercadería.
Un sábado, cuando ya estaba lista para irme, llegó un camión cargado de mercadería. No había opción, debía quedarme hasta que se guardara el último de los rollos de tela. Una a una mis compañeras se fueron retirando del trabajo y quedé sola con el encargado del local y con los cinco muchachos que habían venido junto con el camión. Yo estaba con todas mis cosas apoyadas en el escritorio del depósito de telas. De tanto en tanto me parecía que los muchachos que estaban bajando las telas me miraban y se sonreían hablando en voz baja entre ellos. Algunas veces, hasta intercambiaban comentarios con el encargado del local y volvían a reír, mientras sus ojos buscaban mi figura de reojo, algo que desde donde estaba podía darme cuenta. Esto me dio un súbito aire de sensualidad. Sentía mi entrepierna temblando. Y ante cada mirada, mi sexo palpitaba y creía que no lo podía disimular. Esto me provocó que me fuera humedeciendo y el rubor ganó mi rostro. Esto no paso inadvertido por el encargado, quien en más de una oportunidad me había invitado a salir, cosa que terminantemente me había rehusado a hacer, pero allí estaba yo, cerca de las nueve de la noche, en un depósito de telas y con cinco hombres, algunos ya sin remeras con sus cuerpos musculosos y sudados.
Ya estaban por terminar cuando uno de ellos tiró la idea de comprar cerveza para tomar cuando terminaran la descarga. Yo miraba impaciente la hora y temía que mi marido se enojara. Lo llamé al celular y le expliqué la situación. Me dijo que me tranquilizara y que cuando terminara de trabajar, me tomara un taxi hasta casa.
Llegaron las cervezas. Me convidaron y acepté gustosa, ya que allí estaba haciendo mucho calor. Ellos se reían y se sentaron cerca de mí sobre unos rollos de tela que habían dejado a sólo unos metros. Cada tanto sentía sus miradas recorriéndome todo el cuerpo. Mis piernas temblaron y no pude evitar humedecerme totalmente. Mi rubor me terminó de delatar. Habíamos tomado ya unas cuantas cervezas y estaba más que mareada, aunque me sentía muy bien. Mi encargado empezó a hablarme de manera muy sensual, mientras que los otros me tiraban indirectas o chistes en doble sentido. Yo estaba nerviosa, pero cada vez más calentita.
Mi corazón latía como una locomotora y un frío recorría toda mi espalda. Sin pronunciar palabra alguna, el encargado me comió la boca de un beso y me metió la mano por debajo de la pollera. Yo traté de separarlo, pero si estaba excitada antes, con esto quedé más entregada en bandeja que otra cosa, aunque el miedo seguía en mí. Sus dedos comprobaron lo mojada que ya estaba y sin más vuelta, me metió su otra mano y me bajó la bombacha, se la tiró en la cara a uno de los tipos y me metió un dedo en la concha, que ya estaba totalmente anegada de jugos. Traté de resistirme pero era muy placentero todo aquello, tanto que enseguida me dejé tocar y meter no sólo un dedo más, si no tres juntos, que entraban y salían todos empapados de mis flujos. Miré hacia un costado extasiada. El que tenía mi bombacha la estaba oliendo con cara de embriaguez. Eso me puso a mil. Y me fui olvidando de que era una mujer casada y que estaba siendo ultrajada a la fuerza ¿A la fuerza? En realidad, mucho no hice para tratar de zafarme de tal situación. Tiré todo lo que había en la mesa al piso, mientras que uno de los muchachos me estaba desprendiendo la blusa, que cayó al piso junto con mi corpiño. Abrí mis piernas y no me importó nada más. Le agarré la cabeza a mi encargado y la empujé hacia abajo. Él se apoderó de mi concha como un salvaje.
Empecé a retorcerme del placer. Uno me acercó la pija a la boca y rápidamente me prendí de ella, mientras que otro me apoyó su verga dura en las tetas, pajeándose con lo que estaban haciendo los otros. Mi encargado me pajeaba la concha con una dulzura y una maestría incomparables, metía y sacaba sus tres dedos como si nada y yo no paraba de gemir y sacudir mis caderas hacia arriba y abajo para darle y darme más y más placer. Acabé rápidamente. Pero él no se contentaba con eso y quería más. Me dijo que yo era una puta de mierda como todas las minas, y me oí decirle que sí, que lo era y deseaba ser la puta de ellos esa noche. Me sentía completamente fuera de mí. El que se estaba pajeando en mis tetas, me las llenó de leche y me acercó su pija con semen a la boca. Jamás a mi marido se la había chupado con leche, pero estaba muy emputecida y no me importaba nada, sólo quería coger, coger y coger, y allí tenia cinco pijas duras todas para mí. Con mi propia bombacha uno me limpió la leche de las tetas y me las empezó a chupar, a morder y pellizcar. Yo bramaba de la lujuria. Me decían cuan puta era y esto más caliente me ponía. Mi encargado me la metió en la concha partiéndomela en dos como si nada. Salté del placer en la mesa y arqueé mi cuerpo. Sentía en mis nalgas cómo sus huevos chocaban en mi cola. Me empezó a serruchar sin piedad. Yo a esta altura gritaba que no parara, que me cogiera mas fuerte, más salvaje, mas violentamente, hasta que mis palabras lo pusieron más loco y me inundó toda mi conchita de su leche, espesa y caliente. Después me la sacó dejándole lugar al primero que estaba a su lado. Yo chupaba una pija y alternadamente otra. Estaba como poseída por el placer. El que me estaba cogiendo me agarro del culo y me levantó en el aire sin dejar de cogerme. Me cogió no sé cuánto así, hasta que sentí en mis piernas su leche deslizarse hacia abajo. Me pusieron en cuatro patas sobre unos retazos de tela y mientras uno me daba su pija para que la chupara, otro se tiró en el piso para lamerme la concha, y un tercero se puso detrás de mí para chuparme la cola. Mi culo se desvanecía del placer ante esa lengua tan minuciosa. Cuando ya estuvo medio dilatado, dedo mediante en mi agujerito trasero, me apoyó la cabeza de su verga dura contra el culo y empezó a empujar una y otra vez. Mi dolor era terrible, pero cada vez más, también me invadía un placer inusitado. Cuando esa pija descomunal entró toda finalmente, el gozo ya era indescriptible. Me empezó a culear dándome máquina con una velocidad impresionante. A esta altura, me sentía la más puta de Buenos Aires y eso me encantaba. Mientras, el que estaba abajo se acomodó y puso como pudo su pija cerca de mi conchita toda mimosa. Acordaron los movimientos con el que me la estaba enterrando por la cola y así me la fue metiendo sin mucho problema, ya que estaba totalmente empapada de mi leche. Y así, fue como sentí por primera vez tres pijas en mi interior, una en la boca, una por la cola y la tercera enterrada como un garrote en la concha.
Me cogían sin asco, de tanto en tanto una pjja se me salía y debían volver a metérmela para tomar ritmo los dos juntos. Ni idea de las veces que acabé en todo ese tiempo. Esto era la gloria y no estaba dispuesto a perderme nada. Primero me llenó de leche mi colita el que estaba atrás, y ante mis jadeos y gemidos por un nuevo orgasmo, me acabó el que estaba adelante. Ambas pijas quedaron blanditas y chorreantes de semen. Se pusieron a descansar. Los otros que habían esperado su turno me cogieron entre gritos y palabrotas hacia mí que no hacían otra cosa que calentarme furiosamente. Hasta que también terminaron enchastrándome de leche. Todos quedaron cansados, y yo muerta. Me lavé y me vestí en el vestuario de las damas. Cuando salí mi encargado estaba allí, sonriéndome, ofreciéndome llevarme hasta mi casa.
Cuando llegué, mi marido estaba dormido en la cama sin desvestirse. No quería molestarlo y me sentía sucia por lo hecho. Me acosté y esa noche casi no pude dormir.
Fueron pasando los días y ese sentimiento de culpa se fue transformando de a poco en placer y luego, en lujuria. Necesitaba coger y coger, como la puta que me sentía ser. Me depilé casi toda la concha dejándome apenas un mechoncito de pelusa en la pelvis, y empecé a andar sin bombacha al salir de casa para ir a trabajar, lógicamente, que me la ponía en el trabajo para volver. Mi encargado me cogía cada vez mas seguido. Para mí ya era una necesidad garchar con él u otro macho. La pija de mi marido ya no me alcanzaba y deseaba conocer todas las que me fueran posibles. Mi encargado no solo me cogía él solo, si no que además vino con un amigo una noche determinada y me cogieron entre los dos. A fin de mes le agregó a mi sueldo una suma nada despreciable de dinero que obviamente, mi marido creyó que era por las horas extras que trabajaba cada vez más arduamente.
Así fue cómo un día que no aguantaba más, presa de la curiosidad y la calentura, se me dio por entrar a tomar algo a un cabaret, y fue para mí entrar a un mundo mágico, donde el sexo se podía respirar ni bien se traspasaba la puerta de entrada.... pero esa, es otra historia, que muy pronto voy a contarl

fuente.lorena (san telmo) revista: infidelidades

7 comentarios - asi me hice puta

Alanq
que buen camino seguiste lore! jaja
xStyle +1
que buenas revistas, lastima q nadie las sube a internet
capkirk2008
me recalento la historia..quiero pàrticuparrrr
mik3blueandwhite
ke buena historia uff una puta atrapada ke fue liberada 🤤
lucasguzman
no pude terminar de leer.la verdad no puedo creer que seas tan puta me das asco
mareregu
me deslechaste con solo leerte... GRan Post