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Tengan cuidado con su ginecologo, ami me violo el mio¡

Hola. Soy chilena y como comprenderán esta historia será relatada con nombres distintos a los de sus verdaderos protagonistas. Este acontecimiento ocurrió hace un par de años en Valparaiso y les aseguro que lo aquí relatado es verídico.
Mi nombre es Valentina, para la época de los acontecimientos contaba con 22 años de edad, soy contadora pública, actualmente egresada de la Universidad y pienso radicarme en Santiago para realizar una especialización en finanzas. Mido uno con sesenta y cinco metros de estatura, mi piel es blanca y mi cabello es de color castaño claro, y me considero, modestia aparte, muy bonita, mi rostro es de facciones delicadas, pues tuve la suerte de provenir de una estirpe de mujeres hermosas ; mi madre fue reina en su pueblo natal y mi abuela concursó en miss chile hace ya algunas décadas, pero aparte esto, lo que mas le ha llamado la atención a mi novio y a mis compañeros de Universidad, es mi trasero, pues en algunas oportunidades cuando estamos en fiestas de la facultad, entre broma y broma me lo hacen saber, y creo saber por qué, pues es demasiado grande para mi cuerpo, es firme y voluptuoso, y sobresale porque mi cadera es pequeña y mi contextura delgada. Todo esto, sumado a que en conjunto considero poseer un cuerpo envidiable, me ha permitido ganar un dinero extra modelando ropa interior desde los diecinueve años. Desde los diecisiete, por recomendación de mi hermana mayor que tiene cinco años mas que yo, y que lógicamente para ese tiempo me llevaba un siglo luz en experiencias sexuales, comencé a afeitarme mis vellos púbicos y los de mi ano, pues según su teoría, en una oportunidad que nos bronceábamos desnudas en la piscina de nuestro chalet, detallando que mi vagina y mi ano son de un color rosa claro, me explicó que es mas estético afeitarlos a diario. Por esta razón, tengo mi vagina y mi ano totalmente calvos. Mis senos son grandes para mi estatura, son 34 B y mis aureolas son también rosadas y grandes, algo que enloquece a mi novio, que me dice que cuando sale con sus amigos, cuentan que las aureolas mas comunes son las negras y pequeñas, pero que una aureola grande y rosada, es difícil de encontrar.
Finalmente mi vagina, lastimosamente, y lo digo por todos los problemas que me trajo, ha sido estrecha y necesaria de excitación previa por un buen rato para poder ser penetrada, pues además de su pequeñez, no lubrica al principio de la relación satisfactoriamente.
Hasta la época de estos acontecimientos, solo me había acostado con mi novio, quien tiene un pene pequeño, circunstancia que me permitía disfrutar del sexo con él, sin sentir mucho dolor. Con respecto al sexo anal, siempre me ha parecido algo abominable porque considero que ese orificio está diseñado para una función totalmente distinta a la de copular. Solamente en una ocasión, mientras hacíamos el amor, me propuso mi novio practicarlo, propuesta a la que lógicamente me opuse en forma rotunda, y lo cual nos trajo una serie de problemas en nuestra relación que por poco nos cuesta el noviazgo, pues siempre he sido una mujer conservadora y anticuada en cuanto a estos temas se refiere.
La historia que hoy les relataré, inició cuando una noche me desperté con un fuerte cólico que me hizo pensar que pronto llegaría mi período, lo que no ocurrió y me hizo dar cuenta de que habían regresado los terribles dolores del endometrio, órgano del sistema reproductivo femenino, que cumple la función de proteger dentro de si, por un lapso del periodo gestativo, al óvulo. Este inconveniente, me preocupó, por lo cual le dije a mi mamá que buscaría cita con una ginecóloga para que me revisara. Luego de percatarme que la ginecóloga que siempre me había tratado, había cerrado su Despacho, sin tener conocimiento que rumbo había tomado, decidí buscar en la Guía Telefónica el nombre de alguna especialista en ginecología y que manejara las radiografías en su Consulta, pues estos exámenes en un sitio particular son humillantes, pues al asistir a algún examen debo aguantarme a dos tipos mirando detenidamente todo mi cuerpo, antes de evaluarme. Luego de buscar por mucho rato, solo encontré un ginecólogo en toda la guía que figuraba como egresado de una Universidad de los Estados Unidos y que decía en su anuncio que manejaba imágenes diagnósticas, es decir, radiografías. Como afortunadamente, mis padres han gozado de una buena situación económica, pedí cita particular con el médico, pues por descarte era el único que podía evitarme ir a mostrarme ante otros sujetos.
La cita me fue dada para el día siguiente a las seis de la tarde, ya que cuando llamé estaban copados todos los turnos, lo que me hizo tener que aceptar ser la última paciente del día. Esa tarde, luego de realizar unas gestiones para solicitar mi matrícula profesional, como a las cuatro y media, tome una ducha de agua caliente y aproveché para realizar mi rutina diaria de afeitarme mi vagina por completo, mi monte de venus, alrededor de mis labios, y mi ano. Asimismo, por verguenza con el médico, pues no hay peor aspecto que el de una ropa interior desagradable, estuve por lo menos veinte minutos escogiendo que panties y sostén utilizar. Opté por ponerme una tanga blanca de seda, pero que viene cosida en forma de malla, es decir, como una red de ping pong, lo cual permite ver el inicio de mis pequeños labios vaginales y lo rapada de mi vagina. Igual era mi sostén, que no ocultaba lo rosado y amplio de mi pezón, que abarca gran parte de mi seno.
Luego me vestí con prendas que me hicieran sentir cómoda al momento de quitármelas y que dejaran una buena impresión. Me puse una falda amarilla a la altura de la rodilla y una blusa sobria de hilo con mangas largas y unas botas elegantes de color negro.
Ese día llegué a las cinco y cincuenta y cinco de la tarde con los exámenes que hacía ya varios años atrás me había practicado del endometrio. Luego de esperar hasta las seis y media que despachara a todos los pacientes la secretaria me dijo que siguiera, alistando sus cosas para marcharse y manifestándole al doctor que se iría porque ya era muy tarde. Al pasar observé que había una sala grande dentro del mismo consultorio, con una biblioteca gigante allí mismo y una pared que tenía una sola puerta, lo cual me permitió deducir que lo que me había dicho mi mamá de que este era el mejor ginecólogo de la Ciudad era cierto. Cuando me preparaba para esperar otro rato, abrió la puerta el médico, quien me saludó muy amable y me invitó a seguir. Su nombre era Iván, tenía unos cincuenta años de edad aproximadamente, negro, de facciones bruscas y poco atractivas y contextura gruesa, yo le pondría unos noventa kilos de peso, pero que compensaban con su uno ochenta y siete centímetros de estatura. En el interior del cuarto, el cual también era de dimensiones mayores, mas o menos de quince metros de largo por diez de ancho, tenía un escritorio en donde atendía, y en el fondo se veía una pequeña puerta que conducía a otro lugar. Tras preguntarme por mi nombre completo, inició muy amablemente a leer mi historia clínica, indagándome hacía cuanto no me dolía el endometrio, respondiéndole que hacía ya unos años que no me molestaba. Acto seguido, me preguntó que razón me llevaba a su consulta, por lo que precisamente le expliqué que había retornado el dolor en éste órgano. A raíz de esto, me solicitó que ingresara a la puerta derecha y me quedara en ropa interior y me pusiera una bata de color verde claro que encontraría en un perchero en el interior del cuarto. Al ingresar observé una pieza pequeña con una camilla con estribos y unos aparatos extraños a su alrededor que nunca había visto. Me quité mi ropa quedando en tangas y sostén, poniéndome la bata que me había indicado el doctor. A esta altura estaba muy nerviosa porque siempre mostrarse semidesnuda ante un extraño es algo vergonzoso. En ese preciso momento entró a la habitación el médico con su estetoscopio en el cuello y me dijo que me examinaría primero el pecho y me solicitó que me bajara la bata hasta la cadera sentada en la camilla. Cuando realicé lo solicitado, pude observar como a pesar de que el doctor trató de disimular su asombro, al ver que mi sostén permitía por el color y el material de su fabricación, descubrir las grandes dimensiones de la aureola de mi pezón y su color, como también lo exageradamente grande de mis senos para mi estatura, se le iban los ojos.
Después de esto comenzó a palparme por encima del brasier ambos senos, mientras yo mentalmente esperaba que no me solicitara quitármelos. Pero a pesar de mis ruegos internos, el doctor me pidió que me despojara del brasier. Cuando me despojé de éste y lo puse al lado de la camilla, el médico no desfijó sus ojos de mis aureolas y me dijo que tenía senos muy bonitos, lo cual agradecí rogando que esto acabara pronto, pues me daba la sensación que el doctor en ciertas ocasiones me miraba con cierto deseo.
Acto seguido me palpó ambos senos tocándomelos y agarrándoles como si fueran melones por lo menos unos cinco minutos, y finalmente me manifestó que mis senos estaban en magnífica condición. Luego me pidió que me quitara la bata. Al ver la ropa interior, volteó a ver mi rostro para observar si lo estaba vigilando, por lo que me hice la distraída, y aprovechó para clavar sus ojos en mi vagina, con intenciones muy depravadas pues con sus ojos podía ver que deseaba. Primero empezó a examinarme con el estetoscopio por todo mi estómago y mi vientre en el sector del endometrio. Luego me masajeó ese sector tratando de palpar este órgano. Después de esto, me dijo que me quitara la tanga, y yo le contesté si este examen demoraría mucho, pues de verdad que ya me sentía aburrida con esta evaluación, y me respondió que tardaría solo lo necesario para evaluar el estado de mi endometrio y qué motivo causaba que me doliera. Cuando me la quité casi se va de espaldas al ver toda mi conchita afeitada, y me preguntó por qué me gustaba afeitarme mis genitales, a lo que le contesté que me agradaba por que se veía mas estético y mas pulcro. Me dijo que en efecto se veía muy bonita así. Luego de esto me puso los dos pies en los estribos y me preguntó si siempre había cuidado así de bien mi figura, pues supongo que observó que mis pies eran pequeños, sin una imperfección y con unas uñas pintadas al estilo francés, impecables, pregunta que no le contesté y que evadí con una sonrisa para que no me indagara mas. Tras esto se sentó entre mis piernas en un banquito y me dijo que me introduciría un aparato que auscultaría mi endometrio, pero que era un poco grande y me preguntó si tenía problema con eso, contestándole automáticamente que si, porque no me gustaba un examen de ese tipo, pero el me explicó que el endometrio quedaba muy adentro de la vagina y que al simple tacto no alcanzaba a palparse, por lo que indefectiblemente debía introducir ese aparato. Acto seguido, cogió de la mesa de instrumentales una especie de vibrador con una camarita pequeña en su cabeza, la cual me asustó mucho, pues era casi el doble del tamaño del pene de mi novio, yo le calcularía unos veinte centímetros. El doctor trató primero de meter su dedo en mi cosita, pero como les dije estaba sin mucha lubricaciónpor lo que tuvo que empapar el aparato y la vagina de un líquido lubricante. Les confieso que en ese momento hubiera dado todo el dinero del mundo por salir de esa habitación, así regresaran los problemas del endometrio, ya que verme compelida a afrontar una situación como esta, era bochornoso, además del dolor y la molestia que me causaría semejante máquina dentro de mi. Por esto le solicité nuevamente al médico si no había forma de evitar la penetración con ese aparato, explicándole que me daba miedo soportarlo dentro de mi vagina, dándome un parte de tranquilidad, pues me explicó que luego de lubricarse adecuadamente el conducto vaginal, cualquier elemento de considerable tamaño podía ser introducido sin mayores inconvenientes.
Trajo de su escritorio un pote de líquido al parecer importado pues de lo que pude ver traía pegado un adhesivo en inglés. Lo destapó y embadurnó con esta sustancia el aparato y me pidió que abriera bien mis piernas y que me relajara que me lubricaría la vagina. Comenzó abriendo mis labios interiores y metió lentamente en el interior de mi concha uno de sus dedos lubricados, para luego quitarse su guante argumentando que el látex no permitía la misma fricción, e introdujo nuevamente su dedo ahora embadurnado mas de ese líquido. Luego introdujo un dedo mas y yo ya empezaba a sentir molestias en mi cosita, ya que los dedos del doctor eran muy gruesos y largos, además que me parecía como si el tratara de meterlos y sacarlos rítmicamente. Cuando yo imaginaba que sacaría los dedos y metería el auscultador, empezó a frotarme el clítoris, exaltándome mucho, pues fue una total falta de respeto el tocarme esta zona que nada tenía que ver con la evaluación, pero él inmediatamente me solicitó que me calmara y que entendiera que era un ginecólogo de amplia experiencia y que si utilizaba este medio era para alcanzar más rápido una lubricación total y así no tener que prolongar por mucho tiempo el examen. Por esta razón, volví a abrir mis piernas y él continuó tocándome mi clítoris y metiéndome dos dedos en mi vagina. Admito que al cabo de veinte segundos de estar el médico repitiendo este procedimiento, mi huequito empezó a mojarse y a dilatarse, y yo muy en el fondo me empezaba a excitar, claro que sin demostrarle lo mas mínimo al doctor. Luego de esto me dijo que me introduciría el aparato y frotándolo nuevamente con el líquido lubricante, puso su cabeza en mi concha. Empezó a meter despacio el aparato, mientras yo me mordía los labios de la terrible sensación de ver como semejante bate de beisbol se iba metiendo cada vez mas en mi vagina. El doctor disimuladamente miraba mi reacción, pero yo cuando veía que el levantaba su cabeza me hacía la desentendida. Cuando la máquina ya había entrado casi por la mitad el médico me manifestó que prendería el monitor para ver si ya el aparato daba imagen. A pesar de su intención, aún faltaba mucho camino por recorrer para ver mi endometrio, por lo que empujó mas para adentro el examinador y en una de sus "profesionales" embestidas, sin tener intención salió de mi un gemido que no pude reprimir, el cual no pasó desapercibido para el doctor Iván, quien inmediatamente levantó su cabeza y mirándome a los ojos me preguntó si me había dolido, mientras yo pensaba que excusa le inventaría, le contesté que era que como nunca había recibido mi vaginita un aparato de tan grandes proporciones sentía esa máquina en el estómago, y me dijo que ese aparato no era tan grande, pues existían penes muchísimo mas gruesos y largos que ese aparatico, respuesta que me puso a pensar si lo había dicho para tranquilizarme o para darme a entender que poseía una tranca aún mayor al desproporcionado instrumento que me perforaba. Luego de esto, el médico lo sacó un poco diciéndome que lo hacía para tomar impulso y meter el resto de un solo empujón, y sin darme tiempo a negarme empujó hasta el fondo de mi cuquita toda la máquina, lo que me hizo sentir como si dentro de mi hubieran parqueado un tractor completo, no pudiendo controlar tal penetración diciéndole al médico cuando la sentí toda adentro : "doctooooor, hayyyy pacito por favor que me duele, ahhhhh ¡¡¡¡", pero cuando bajé mi vista el médico miraba mi vagina con cara de deseo, teniendo todo ese instrumento quirúrgico dentro de mi vagina con solo la agarradera afuera, mientras mis rosados y pequeños labios parecían que se fueran a desgarrar de lo abiertos que estaban. Le pedí inmediatamente, con las pocas fuerzas que me quedaban después de sentir ese animal dentro de mi, que lo sacara, que yo me quería ir, pero el me dijo que me tranquilizara que ya podía ver el endometrio y me enseñó la pantalla que lo mostraba.
Después de esto empezó suavemente a moverlo dentro de mi, lo que me hacía sentir como si en mi estómago estuviera una hormiga y a cada movimiento yo me mordía los labios para no gemir, pues este hombre estaba partiéndome en dos, estaba descubriendo lugares que nunca habían sido explorados mientras yo vivía sensaciones dolorosas pero excitantes. Luego de examinar mi interior por un par de minutos el doctor sacó lentamente de mi huequito el instrumento, notando que toda su cabeza y exterior estaban con unos leves rastros de sangre, lo que me preocupó pero él me dijo que esto era normal porque mi vagina era diminuta, tanto que era la mas pequeña y estrecha que había conocido durante toda su experiencia profesional, y que debido a esto, se habían presentado unos pequeños desgarros en su interior, pero que no era nada de trascendencia. Luego de esto me pidió que me colocara nuevamente la bata que necesitaba hablar conmigo y que me esperaba en el escritorio. Yo aproveché la oportunidad y me puse nuevamente mi ropa interior, sintiendo mucho dolor en mi cosita al ponerme el pantie debido a la penetración que había acabado de soportar. Mientras tanto imaginaba con temor que pensaría y sentiría mi novio si supiera el exhaustivo examen que me había tocado afrontar y lo mucho que me habían maltratado la vagina. Luego me dirigí al escritorio del médico, el cual veía nuevamente las radiografías del endometrio que le había llevado, y cuando me vio venir me pidió que me sentara, me dijo que la cámara no había logrado tomar imágenes claras del estado de mi endometrio y que iba a ser necesaria la práctica de una radiografía. Dicho esto le contesté que por eso había venido a su despacho, pues en la guía telefónica decía que su especialidad también eran las imágenes diagnósticas, y me dijo que poseía los aparatos mas modernos de la región y que él inclusive era quien los alquilaba a veces a los Institutos especializados. Luego me dijo que en su consultorio en el cuarto posterior, el cual aún no conocía tenía los utensilios suficientes para practicar la radiografía necesaria y que la podíamos practicar inmediatamente, pues al otro día estaba totalmente copado. En el cuarto del examen me encontré con variados y distintos tipos de aparatos, inclusive un equipo autobronceador, y en el fondo la máquina para realizar radiografías. Me pidió que me parara sin panties al frente de la máquina delante de un gruesa cortina verde. Cuando hice esto el doctor prendió el aparato y me tomó el examen, y me dijo que me sentara cinco minutos en el escritorio que ya saldría el resultado.
Regresó decepcionado y mostrándome una radiografía borrosa, me manifestó que no había salido nítida, pues seguramente como no me había practicado un lavado previo, mi estómago no estaba vacío y por esa razón la máquina no podía tomar la radiografía directa del órgano. Yo le pregunté entonces que podíamos hacer y el me contestó que habían dos opciones, la primera era pedir mañana nueva cita para el examen y que sería mas o menos para dentro de tres días pues el salía al día siguiente finalizando la tarde, luego de atender todas sus citas, para una convención médica en Santiago, realizándome previamente yo en mi hogar el lavado referido, o si prefería me podría realizar yo misma el lavado inmediatamente y así poder practicar esa misma noche el examen. Por un lado yo no quería aguantar mas el dolor que en las noches me causaba el endometrio, pero por otro me daba vergüenza realizar este lavado en el baño del doctor, mientras él me esperaba afuera. A pesar de la vergüenza, no estaba dispuesta a soportar mas este suplicio y le dije a Iván que lo practicáramos ya mismo, asintiendo él con su cabeza.
Me dijo que lo esperara que iría al depósito de medicamentos y que ya regresaba. Cuando retornó me dijo que solamente quedaba un lavado en el depósito, pero que era el mecanismo que anteriormente se usaba y que no quedaban productos para realizarlo con el mecanismo contemporaneo, razón por la cual le solicité me ilustrara al respecto. Dicho esto, me explicó que actualmente, los laboratorios venden pequeños supositorios que la persona se coloca en el recto y que luego de deshacerse produce el lavado interno. Otros venden líquidos que se suministran por vía oral y con los cuales se obtienen los mismos resultados y finalmente la última palabra en lavados era introducirse en el recto una bolsa que traía un líquido que se dejaba en el interior y el se encargaba de lavarlo. Cuando le pregunté entonces que mecanismo era el único que esa noche le quedaba al depósito me dijo que éste se usó hace veinte años en la clínica, pero que ya estaba descontinuado por lo incomodo del mismo, y que por el no uso era lo único que había en el depósito. Me explicó que era un tubo que debía introducirse por el recto mientras el paciente se encontraba en cuatro patas, y luego le depositaban dentro un líquido que cumplía la función de lavado. Este examen me horrorizó, toda vez que dejar perforar mi ano por un extraño era algo terrible y le solicité que buscáramos otra opción a la planteada. Iván mirándome fijamente a los ojos y de una forma amable me dijo : "Valentina mira, discúlpame que interfiera en tu vida, pero ¿ por qué muestras tanto miedo a este procedimiento ?" A mi me daba vergüenza abordar este tipo de temas con él, pensando que de pronto interrogaría sobre si había tenido relaciones anales, por lo que le dije que sencillamente era porque quería evitar mayores traumatismos en estos exámenes. Él me dijo que me calmara, que el examen era como hacer el amor con alguien por detrás, pero en vez de introducir el miembro viril se metía ese aparatico. Yo me quedé callada y mirando para el piso, por lo que él me dijo que estuviera tranquila y que le tuviera confianza, y me preguntó : ¿ O es que nunca te han penetrado por el ano ? Y yo le contesté que no y que no quería ser tampoco penetrada con un utensilio quirúrgico, pero el me explicó que debido a las premuras de tiempo era necesario y que tuviera tranquilidad que él había practicado ese tipo de exámenes desde hacía ya veinticinco años, con mujeres nunca antes penetradas y que las evaluaciones habían sido exitosas. Después de pensar un rato, le dije que intentáramos pero que si me dolía mucho pararíamos. Me dijo que traería los aparatos necesarios, y que me recostara boca arriba en la camilla de la sala de exámenes. Al cabo de tres minutos apareció con una maleta negra de tamaño mediano de la cual sacó una especie de consolador de unos treinta y cinco centímetros de largo y exageradamente grueso y hueco en su interior. Al ver yo semejante instrumento le dije al médico que no pretendería meterme esa cosa por mi culito, y me contestó que solo un pedazo para introducir el líquido que practicaría el lavado. Le pedí que por favor fuera delicado al tratarme y me dijo que me lo prometía. Dicho esto me pidió que me acostara boca abajo en la camilla. Al hacerlo, me desamarro la bata y quedó al descubierto todo mi cuerpo de espaldas, y me percaté que reacción tomaba el doctor, pues si al ver mis senos y mi vagina casi se desmaya, al observar el impresionante trasero que tengo, se iría de espaldas, y no era falso lo que suponía, pues al desabrochar la bata y abrirla se quedó estupefacto al verlo con la diminuta tanguita blanca que lo cubría, mordiéndose su labio inferior de deseo. Al hacer esto le dije que por qué demoraba tanto y me dijo que disculpara pero que nunca había visto un trasero tan grande y bien formado, bromeando como para romper un poco el hielo, que no sabía como iba a introducir el instrumento entre tanta carne. Me dijo que levantara un poco el trasero que me iba a quitar el pantie, y al levantarlo el doctor empezó a quitarme despacio mi tanga, la cual tenía rastros de sangre por el examen anterior y que demoró mucho en sacarla de mi trasero por el tamaño de mis nalgas. Luego me explicó que para una penetración exitosa debería lubricarme el ano con el mismo líquido que había usado anteriormente en mi vagina y me pidió que me pusiera en cuatro patas. Al acceder a lo solicitado me fijé detalladamente que hacía el doctor al descubrir en todo su esplendor mi hoyito rosado. Al verlo me manifestó que jamás había visto un ano tan rosado y me preguntó si me lo afeitaba, lo que le contesté afirmativamente, situación que lo hizo extrañar pues si antes le había manifestado que nunca había practicado el sexo anal, por qué me afeitaba mi anito, y le expliqué que mi hermana me decía que de esta forma se veía mas estético, respondiéndome que mi ella tenía toda la razón. Estando en esa posición, aplicó abundante crema en mi ano, y empezó a masajearlo por un rato. Esta situación me parecía extraña, sintiendo como un simple examen del endometrio se había transformado paulatinamente en un examen detenido de partes de mi cuerpo que solo conocía mi novio, y hablando de él, no sabía como le iba a explicar todos los extraños exámenes que me había practicado el doctor Iván durante esta noche. Luego de frotarme bien el ano, me solicitó que con ambas manos me abriera las nalgas, pues debido a su gran tamaño incomodaban una penetración completa. Haciendo caso a lo solicitado me abrí lo que mas pude mis nalgas y empine mi culito, empezando el doctor a introducir lentamente su dedo corazón en mi agujero, mientras sentía lo apretado y complicado de esta tarea, llegando un momento en el que estando su dedo por la mitad tuvo que sacarlo porque el dolor era insoportable. Nuevamente frotó mas líquido lubricante en mi ano y comenzó lentamente a introducir su dedo corazón dentro de mi, situación que me hizo sentir un dolor nuevamente inimaginable pero que, aunque no lo deseara, me estaba excitando enormemente, no pudiendo evitar lanzar un pequeño gemido en uno de los momentos en que el doctor ya estaba prácticamente terminando de introducir todo su dedo en mi culo, deteniéndose éste sin sacarlo y preguntándome qué me pasaba, y al ver mi cara pudo descubrir como me estaba mordiendo mi labio inferior de la excitación que estaba sintiendo, pero al ver que yo abría mis ojos, disimuló que miraba para otro lado. Lo que acababa de acontecer me hizo apenar mucho con el médico porque lo mas probable es que pensaría que estaba sumamente excitada con este examen, y aunque mi pudor no me permitiera aceptarlo, lo que me estaba haciendo este hombre me estaba volviendo loca. Luego de haber metido todo su dedo en mi interior, empezó a moverlo dentro de mi, lo que me hacía sentir sensaciones intensas, inclusive en ocasiones me daba la impresión que el doctor lo hiciera a propósito por lo rítmico de sus movimientos. Una vez que su dedo se movía libremente por mi recto, el médico empezó suavemente a introducir un segundo dedo en mi culo, advirtiéndome que esto me iba a doler un poco y me pasó una toalla para que mordiera si sentía dolor. Comenzó a meter suavemente un poco de su otro dedo dilatando mi ano y haciéndome sentir un dolor terrible pero excitante, situación que me hizo estremecer y parar mas mi culo, dándole con esto a entender a mi doctor que tenía carta blanca para terminar de meter su otro dedo en mi. El doctor me dijo que contuviera la respiración, que me tranquilizara y que me iba a meter de un solo viaje el resto del dedo que faltaba, yo asentí con mi cabeza y cerrando los ojos, el doctor empujó con fuerza hacia mi interior lo cual me hizo gritar del dolor y gemir del placer sin poder contenerme : "Auhhh, doctor me duele, por favor mas pasito que me desgarra por dentro". Este grito pareciera que le hubiera gustado al doctor porque cuando disimuladamente lo miré por el espejo tenía su mirada fija en mi cara con ojos de sádico, y yo mirándolo le pedí que sacara los dedos por favor, pero el me dijo que no podíamos perder el terreno que ya habíamos abonado y que ahora vendría el aparato. Sin sacar sus dedos de mi, empapó el aparato en el líquido lubricante y sacando sus dedos de mi interior, introdujo inmediatamente esa máquina infernal, diría yo unos quince centímetros, en mi culito ya algo dilatado por esa terrible penetración que había soportado. Esa máquina dentro de mi, me hizo sentir como si estuvieran metiendo dentro de mi recto una tubería completa, pues sentía que mi ano estaba a punto de desgarrarse, cosa que le dije al doctor y me explicó que esto era normal en la primera penetración, y cuando suponía que aplicaría ya el líquido que lavaría todas mis entrañas, empujó mas hacia el fondo de mi recto, operación que me hizo llorar del dolor, rogándole al doctor que por piedad sacara esa cosa de mi, que me estaba doliendo mucho mientras me limpiaba las lágrimas como podía, sin poder usar las manos, pues éstas estaban abriendo mis nalgas en todo su esplendor. A esta altura yo calcularía que unos veinticinco centímetros de la máquina ya estaban en mi interior, y el dolor que sentía era incalculable, pues aparte que sentía mi agujerito a punto de desgarrarse, la punta del aparato ya tocaba prácticamente mis pulmones, y cuando me disponía a sacar con mis propias manos ese tubo de mi esfínter, el doctor me dijo que me tranquilizara, que no llorara mas que ya iba a aplicarme el líquido lavador, sacando un pequeño frasco de color rojo del maletín, y quitando una tapa que tenía en la agarradera el tubo, lo vació por ese hueco llegando hasta el fondo de mi ser, enfriando esa sustancia todo mi estómago. Luego de esto, lentamente sacó de mi esa máquina monstruosa, mientras sentía como si estuviera dando a luz a un niño por mi recto. Cuando lo terminó de sacar, observé que el aparato salió empapado de sangre, y el doctor me explicó lo mismo que me había pasado con mi conchita, y me pidió que me quedara tranquila. Me dirigí al baño y di del cuerpo, y una vez estando totalmente vacío mi estómago, tomé una ducha caliente y me lavé bien mi ano y mi vagina en una tina que había en allí, para evitar debido a los desgarros una posible infección.
Cuando me lave el ano, pude ver cuando me aplicaba jabón, que al lavarme, cabían hasta tres dedos en mi culito, imaginándome el terrible esfuerzo que tuvo que soportar para este brutal examen, mas me consolaba la idea de que pronto terminaría este suplicio y que jamás tendría que volver a ver a este médico salvaje. Luego volví a ponerme mi ropa interior y la bata y salí a la habitación de exámenes y el doctor ya me esperaba con la máquina de rayos x prendida y el sentado a un lado manejando el monitor. Nuevamente me tomo la radiografía, saliendo en esta ocasión una imagen perfecta del endometrio.
El doctor me pidió que me sentara en la camilla mientras el estudiaba bien la radiomuestra. Al cabo de otros cinco minutos me dijo que lo que tenía mi endometrio no era nada de gravedad, que sencillamente cuando mi período estaba pronto a llegar, se me inflamaba, y que ciertas sustancias y materiales lo podían lastimar, como por ejemplo realizar abdominales o hacer el amor con condón, pues el latex, debido a su material, lastimaba con su roce mi endometrio. Dicho esto el doctor me indagó si yo practicaba algunas de estas actividades, y yo le contesté que si, que realizaba unas doscientas abdominales día de por medio y que mi novio usaba condón en nuestras relaciones íntimas porque yo desconfiaba de las pastillas anticonceptivas, ya que muchas amigas mías me habían contado sobre sus efectos secundarios.
El doctor me manifestó que no podía realizar sino unas cincuenta abdominales cada tres o cuatro días para evitar nuevas inflamaciones del órgano en mención, y que debía charlar con mi novio sobre nuestra forma de protegernos, pero yo inmediatamente le respondí al doctor, que esa era la única manera en que yo sostendría relaciones con algún hombre pues no me gustaba consumir pastillas o aplicarme algún tipo de inyección. En virtud de lo que le había expuesto el médico me dijo entonces que me enseñaría una forma de poner el preservativo que no lastimara tanto mi endometrio. Me dijo que cuando colocara el condón lo pusiera dejando pequeñas arrugas en el tronco del pene y que en el prepucio no dejara espacio para que se almacenara el semen que éste expulsara, pues este sobrante de preservativo era lo que rozaba con el endometrio y que por lo tanto con las arrugas dejadas, en el transcurso de la penetración se irían quitando dejando ese espacio para que se depositara el esperma. De lo que me había dicho le había entendido muy poco y le pedí que me ilustrara mas pues no le entendía nada. Me dijo que me explicaría con una probeta, que es un tubo de vidrio de laboratorio, y sacando de su escritorio un condón lo puso en el instrumento, pero de nada sirvió pues debido a que el tubo no tenía prepucio y era de un material muy duro y de poca fricción, se hizo imposible la explicación. Trató con tres preservativos mas de explicarme, pero yo muy poco le comprendía, hasta que en vista de no poder transmitirme su método me dijo que entonces probara con una inyección anticonceptiva o pastillas, pero le reiteré que esas formas de protección no me gustaban. Finalmente, observando que no íbamos a llegar a ninguna parte, debido a que no podía entenderle lo que trataba de explicarme, le pregunté si no tenía otro elemento en el consultorio similar al miembro masculino con lo que me pudiera explicar su idea, pero me dijo que lo único que tenía era esa probeta y que si seguía haciendo el amor con mi novio con condón, de la forma común, muy pronto me volvería la inflamación de mi endometrio. Sin saber qué decir, le pregunté al médico Iván por algo que pudiéramos hacer, por lo que el mirando hacia el piso como su estuviera avergonzado, me dijo que existía quizás una forma de explicarme como hacerlo, y me dijo que si lo que me iba a proponer me disgustaba se lo dijera y no me escandalizara, manifestándome que si era mi deseo, él podía en el baño ponerse el preservativo de la forma correcta y luego me mostraría su miembro con él puesto para que aprendiera como. Instantáneamente le contesté que no, y le dije que no fuera atrevido que yo tenía novio al cual quería y que ese tipo de propuestas eran malsanas y groseras, que prefería enfermarme nuevamente a practicar algo como lo que me estaba proponiendo. El doctor muy serenamente me dijo que lo disculpara, que no era su intención haberme ofendido, que si quería regresara la semana próxima cuando él hubiera conseguido un falo artificial, luego que hubiera regresado de su congreso, para explicarme como hacerlo, pero yo no le había dicho que a los dos días me iría con mi novio de vacaciones con su familia para la playa y que esas "vacaciones" eran prácticamente una continua relación sexual con él, pues su familia era muy liberal y nos dejaba una cabaña para nosotros dos. Luego de pensarlo un rato, concluí que nada de malo haría viendo como poner correctamente el preservativo si ni siquiera tocaría el miembro viril del doctor, pues él mismo lo haría, además de que en parte lo aceptaría para poder pasar unas buenas vacaciones en la playa con mi novio. Mirando nuevamente al doctor le dije que aceptaba pero que el se pusiera el condón en el baño y que cuando estuviera listo saliera y me mostrara. El doctor dijo que si, y entró al baño, y al cabo de treinta segundos salió sin pantalones y con una toalla cubriendo su pene y me dijo que listo, que ya se lo había colocado, me pidió que me sentara y que mirara bien, y quitándose la toalla vi un pene tan colosal que nunca pensé que existiera, parecía el de un caballo, era enorme, mediría unos veintisiete centímetros de largo y su grosor era quizás como el de un salchichón, su cabeza era gigante y se veía que no tenía piel que la recubriera, al parecer circuncidado, y extremadamente venoso y negro, con unos testículos depilados así como su vello púbico, mas no rapado como yo. Luego de ver ese espectáculo, no podía cerrar mi boca y dejar de mirar ese monstruo, pero al ver que el doctor me estaba observando, disimulé y le dije que ya veía como debía ponerse el condón, pero que las arrugas eran difíciles de hacer pues al manipular el condón se podía romper. El me explicó que al empezar a poner el preservativo, cuando ya estuviera en la raíz del pene se hicieran pequeñas bolsas de aire que se distribuirían por todo el pene hasta llegar al prepucio y así permitir que en ese lugar se depositara el esperma. A pesar de esta explicación no lograba entenderle al médico, y así se lo hice saber, situación que lo hizo quitarse el condón delante de mi, para colocarse otro en mi presencia y así aprender la forma correcta. Cuando hizo esto, confirmé mis sospechas, pues si tenía su pene circuncidado, pero me llamó mucho la atención el tamaño de su cabeza, que era enorme, a pesar del tamaño del resto de su miembro, imaginándome como sería de difícil colocarse el condón en semejante aparato. Cuando se lo quitó me dijo que observara como debía ponerse, y me pidió que si quería lo colocara para aprender, pero obviamente mi respuesta fue negativa, toda vez que lo que me pedía ya eran palabras mayores, pues tocarle su pene sería como permitirle lograr en parte lo que a leguas se notaba que deseaba : hacerme el amor. Luego de mi respuesta el me manifestó que el procedimiento era algo muy profesional y que era la única forma de aprender definitivamente como poner el condón, pues si luego con mi novio lo ponía mal podría fácilmente romperse por los espacios de aire incorrecto que podían quedar. Dicho esto le dije que aceptaba pero que solo lo hacía por evitar problemas futuros con mi novio.
Me pasó un preservativo y me dijo que lo colocara en la punta de su pene, y empezara a bajar el preservativo para que se fuera desenvolviendo, y así lo hice, pero esta tarea no fue fácil, porque con el desproporcionado tamaño de la cabeza de ese pene, el látex parecía romperse de lo estirado que quedaba y su glande parecía estallar de lo aprisionado que se veía dentro del preservativo. Cuando terminó el condón de cubrir su cabeza, y viendo yo como me tocaba agarrar ese pedazo de carne con las dos manos debido a su grosor, me imaginé que podría pensar mi novio si me viera en esta situación, cogiendo semejante tripa con ambas manos, poniéndole con suma dificultad un condón. Luego inicié el descenso del condón por el resto del pene que parecía estar mas erecto que nunca, mientras el médico de pie me miraba indicándome como debía hacerlo y yo permanecía sentada en la camilla justo con su pene en frente de mi cara. El doctor parecía tranquilo, pero cada vez salían mas extractos de semen de su glande, al punto que pareciere como si hubiese eyaculado, pero lógicamente esto no había ocurrido porque de haberlo hecho, me imaginó que hubiera roto el condón pues el tamaño de sus huevos era increíble, pudiendo almacenar una cantidad exagerada de esperma. El médico me explicó que una vez llegara a la mitad de la raíz de su pene, subiera un poco el preservativo para crear espacios dentro del condón, y así llegar hasta el final del mismo, pero esto no ocurrió porque al tener el preservativo, supongo yo un poco mas abajo de la mitad del cuello de su miembro, ya no había mas condón que poner, pues las inmensas dimensiones de su aparato, solo permitieron extender hasta ese punto el preservativo. Terminada esta labor, el galeno me preguntó si me había quedado claro el sistema para colocar el preservativo, a lo que le contesté que si, y que le agradecía por su interés. Dicho esto, el doctor me dijo que iría al baño a cambiarse y me pidió que lo esperara en la camilla con la bata, y que no me fuera a vestir todavía. Esto me extrañó porque suponía que el examen había finalizado, pero por no volverme muy reiterativa en mis preguntas, preferí esperar a que el doctor saliera. Cuando al fin salió, podía notársele que aún continuaba con la potente erección con la que había entrado, pues se le marcaba bastante en su pantalón el terrible bulto que solo un miembro viril como el de ese hombre podía lograr. Al ver esto, procuré disimular que me había percatado de esto, por lo que el doctor se paró a mi lado en la camilla y mirándome a los ojos me dijo : "¿cómo te sientes Valentina ?", y yo le respondí que bien, que solo un poco adolorida en mi vagina y en mi culito por el examen, y aproveché para indagarle el motivo por el que me había solicitado permanecer aún con la bata de la evaluación si ya habíamos terminado, y la respuesta que me dió me hizo enfriar todo mi estómago: "Valentina, terminamos ya con el examen tuyo, pero no puedo dejar pasar esta oportunidad de cogerme a la mujer mas espectacular que he conocido, y quedarme con la calentura que tengo", al decirme esto le pegué una cachetada y me levanté para ir a buscar mi ropa, y si en algún momento había llegado a sentir, a pesar de mi voluntad, algún deseo por lo que me hacía este sujeto, con lo que me había dicho, solo me dejaba concluir que era un depravado que aprovechaba su posición de ginecólogo para abusar de sus pacientes. Luego de haberme parado el doctor me dijo que no me convenía irme si no quería perder a mi novio, argumento que me obligó a devolver mi rumbo y mirándolo con ojos de furia a los ojos le pregunté que por qué me decía eso. El médico me pidió que lo acompañara a su escritorio, solicitud a la que no me pude negar después de haberme proferido semejante amenaza. Al sentarme Iván abrió dos puertas del tercer piso de su gigantesca biblioteca, en donde se encontraba un televisor con un reproductor de vídeo, y poniendo un vídeo cassette, me dijo que lo observara antes de tomar cualquier decisión, presintiendo ya lo que contenía esa grabación, siendo ciertas mis sospechas cuando inició el vídeo mostrando como el doctor primero me perforaba mi vagina con el auscultador, luego con el aparato de lavados rectales, me rompía ferozmente mi ano y finalmente como yo manipulaba un preservativo en su pene, no dejando esta grabación mas que pensar, sobre todo cuando el doctor se quita su preservativo y yo le coloco el nuevo, que entre este hombre inescrupuloso y quien les escribe, había existido una aventura, teniendo en cuenta además, que la tecnología en grabaciones visuales permite editar una imagen de tal forma que suprimiéndole las imágenes como se desee, permite crear un vídeo que solo permita concluir que yo me acosté con él. Luego de mirar por unos segundos la grabación le dije al médico que cual era el motivo por el que hacía esto, y muy tranquilo me respondió que desde que me vio en ropa interior había quedado deslumbrado ante tanta belleza, y que lo entendiera, que él no hacía este tipo de presiones con ninguna de sus pacientes, pero que ante un cuerpo como el mío y después de haber permitido yo, que me penetrara mi culo y mi vagina de la forma en que lo hizo, se veía obligado a hacer lo que estaba realizando porque de lo contrario se vería en la penosa obligación de mostrarle el vídeo a mi novio. Mientras tanto yo quería morirme, pues por un lado estaba mi honor y fidelidad para con mi ser amado, y por otra el poner en riesgo mi relación con él, porque este sujeto se veía decidido a destruir mi noviazgo a cualquier costo, si no accedía a su voluntad. Le pregunté con lágrimas en los ojos que qué pretendía exactamente, e inmediatamente y sin vacilar me dijo que quería hacerme el amor como nadie lo había hecho, y que después de hacerlo, yo iba a quedar tan adicta a él que no iba a querer volver a ver a mi novio. No pude contener mas el llanto y le pedí que me dejara sola un rato mientras yo pensaba, y el aceptando salió hacia otra habitación. Analizando la situación, yo aún guardaba la esperanza que el médico no pudiera dar con la dirección de mi novio, así conociera la mía porque en la historia clínica aparece impresa, aunado a que en un eventual problema con mi novio, yo podría explicarle lo que había ocurrido y si realmente el me amaba tendría que creerme. Pero por otro lado conocía lo celoso que era mi ser amado, y después de ver como yo le cogía al médico semejante trozo de carne y le colocaba el preservativo, lo mínimo que iba a pensar era que me iba a revolcar con él. No sabía que hacer, aparte de que acostarme una vez con este fulano, era abrirle la puerta para que cada vez que lo deseara repitiera lo mismo, por lo que de acceder a lo que me pedía le requeriría previamente el vídeo cassette. Asimismo, me preocupaba tener relaciones con un hombre que tuviera un pene tan grande, porque la única persona con la que había tenido relaciones sexuales era con mi novio, y de una u otra manera podría lastimarme. A pesar de amar a mi novio y de haberle querido serle fiel por siempre, opté por acceder a lo que pretendía el médico porque de no hacerlo, este lunático haría lo inimaginable con tal de obtener venganza.
Le manifesté al médico que haría lo que el deseaba, pero con la condición de que antes de hacer cualquier cosa me entregara el vídeo cassette, a lo que el aceptó gustoso, abriendo nuevamente la gaveta de la vídeo cassettera y entregándomelo en el acto, aclarándome que era la única copia que poseía, así que podía estar tranquila. Luego le pregunté que seguía, suponiendo yo ingenuamente que me pondría una cita al día siguiente para realizar lo propuesto, pero el me dijo que siguiéramos a la habitación donde me había realizado el examen y que allí haríamos el amor. Le dije que si, SEGUNDA PARTE EN EL SIGUIENTE LINK ES UNA HISTORIA ALGO LARGA. http://www.poringa.net/posts/relatos/2056325/Tengan-cuidado-con-su-ginecologo_-ami-me-violo-el-mio_-II.html

8 comentarios - Tengan cuidado con su ginecologo, ami me violo el mio¡

josemanuel602003 +1
!!!!!!!!!!!!MMMMMMMMMMMMMMMM Reputisima la chilenita!!!!!!!!! 😃 😃 😃 😃 😃 😃 😃 😃 😃 😃 😃 😃 😃 😃 😃
eduale1819 +1
y tu novio nunca vio que tu ano se habia agrandado
korexuito
weona puta ojala tu pololo te jage con 8000 weonas pa k kachi como se siente
ROSYTA69 +1
Chulada ..........!!!!!! XD
JuanP_Luna
Cuando ves un par de piernas modelando, piensas..

Tengan cuidado con su ginecologo, ami me violo el mio¡
Chantaun
Oh no, mí novio es celoso, creerá que me acosté con mi ginecólogo, tendré que cojermelo para que no sospeche. Dijo nunca nadie.