Elena y Yolanda eran mis primas y, además, eran gemelas. Las dos eran de mi edad, pero no las había visto desde que éramos pequeñas, ya que ellas viven en otra ciudad al otro lado del país. Fue cuando teníamos quince años cuando volvimos a juntarnos debido a que ellas vinieron unos días con motivo de la boda de mi hermano. Sus padres se quedaron a dormir en casa de mis abuelos, pero ellas se quedaron en mi casa y, puesto que otros tíos míos ocupaban el cuarto de mi hermano, ellas dormirían en le mío, donde tenía una cama de sobra. Debo admitir que me quedé fascinada solo con verlas. Como ya he dicho, no las había visto desde que éramos crías y solo las recordaba como niñas. Sin embargo, las dos habían crecido y se habían convertido en dos preciosas quinceañeras, como yo. Las dos eran rubias, de piel muy blanca y las dos poseían un cuerpo de sugerentes y voluptuosas formas que ellas lucían muy bien con su indumentaria. Elena iba vestida con una camisa blanca muy escotada y una faldita rosa y llevaba sus dorados cabellos recogidos en dos coletas de colegiala. Yolanda, mientras, se había recogido el cabello en una cola de caballo e iba vestida con una camiseta rosa bastante ajustada y unos pantalones cortos de color blanco. Ambas corrieron a saludarme con besos y abrazos nada más verme; fue una agradable sensación sentirlas. Ocurrió todo dos noches después de la boda. Ellas se iban al día siguiente y, para despedirnos, decidimos pasar la noche viendo películas de miedo las tres solas. Eran más de las dos de la madrugada e íbamos por nuestra cuarta película de terror cuando Yolanda, que había ido un rato al dormitorio, regresó con una maliciosa sonrisa portando una cinta de video. - Una amiga me la ha prestado –dijo en voz baja -. Dice que es muy interesante… Elena también sonrió de esa misma forma, como adivinando las intenciones de su hermana. Yolanda puso la cinta y las tres vimos lo que había en ella. Se trataba de una película de vampiros; o, mejor dicho, vampiras, porque el ella solo aparecían chicas. No era una película porno, pero le faltaba muy poco. Trataba de varias alumnas de un colegio católico que se perdían en el bosque e iban a parar a un castillo habitado por una legión de vampiresas que las capturaban y… ya os imaginaréis como sigue la cosa. Yo me sentí algo inquieta por mis padres, que en esos momentos dormían. Si se despertaban y nos veían viendo aquello me mataban. Afortunadamente, tenían el sueño muy pesado. No obstante, entre la inquietud, comencé a excitarme. La temperatura de mi cuerpo iba en aumento y comencé a sentir deseos de tocarme y ser tocada. Miré a mis primas de reojo y comprobé que ellas estaban tan, o mas, excitadas que yo. Las dos comenzaron a tocarse y, mas avanzada la película, se pusieron a acariciarse sin despegar los ojos de la pantalla. Elena fue la primera en darse cuenta de que las estaba mirando. Sonrió de manera diabólica y vino hacia mí besándome en los labios. Yolanda también vino hacia mí y comenzó a acariciarme. Yo, mientras, acariciaba a las dos. En cuanto acabó la película, las tres nos encerramos en mi cuarto. Yo me tendí en la cama boca arriba y las dos se colocaron a cada uno de mis lados comenzando a besarme y acariciarme mientras yo las acariciaba y besaba también. Después de un pequeño rato así, ellas se incorporaron y se colocaron a los píes de la cama. Sin dejar de mirarme y sonriendo como dos auténticas zorras, comenzaron a quitarse los pijamas que llevaban puestos lentamente y de manera sensual. Yo me excité mucho más ante aquella visión y, mientras se desnudaban, introduje una de mis manos por debajo del pantalón de mi pijama y comencé a tocarme. En cuanto se desnudaron, las dos se pusieron a acariciarse y a darse pequeños besitos en los labios antes de volver a la cama y colocarse de nuevo a cada uno de mis lados. Elena me dio un apasionado beso con lengua mientras jugueteaba con mis negros cabellos. Yolanda, mientras, me desabrochó los botones de la parte superior del pijama y se puso a lamer y acariciar mis tetas mientras una de sus manos acariciaba mi entrepierna; primero por encima del pantalón y luego por debajo. Después, las dos terminaron de desnudarme y volvieron a tumbarme en la cama boca arriba. Tras acariciarme y lamerme durante un pequeño rato, Elena se sentó sobre mi cara mientras Yolanda hundía la cabeza entre mis piernas. A la vez que sentía la lengua de Yolanda hundirse dentro de mí tras lamer mi clítoris, agarré con fuerza los muslos de Elena y comencé a introducirle mi lengua todo lo que podía. Ella comenzó a gozar entre ahogados gemidos de placer mientras estrujaba sus tetas con sus manos. Después tocó cambiar de postura. Yolanda se tumbó sobre el colchón boca arriba muy abierta de piernas. Yo me arrodillé frente a ella y comencé a recorrer con mi lengua su cuerpo comenzando por el cuello hasta llegar a su entrepierna. Tras lamer su clítoris y acariciarlo con la yema de los dedos, introduje mi lengua de la misma forma que ella me la había introducido a mí. Elena, mientras, comenzó a lamer mi culo mientras, uno a uno, fue introduciendo sus dedos por mi entrepierna hasta llegar a meter toda su mano; al mismo tiempo sentía su lengua deslizarse por mi ano. El placer fue tan grande que, de no haber tenido la lengua metida en su hermana, hubiera gritado de tal forma que mis padres se hubieran despertado. Las tres despertamos a la mañana siguiente, completamente desnudas y muy abrazadas. Era una suerte que hubiera cerrado la puerta con el pestillo, de lo contrario, mi madre nos hubiera pillado, ya que vino a despertarnos. Antes de que se fueran a la estación, las tres recordamos entre risas lo de la noche anterior. Yolanda sugirió que volviéramos a repetirlo, algo que me pareció muy buena idea. Desgraciadamente, las dos tenían que irse y se fueron en el tren esa misma mañana. Por suerte, Yolanda me había dejado la película para que me entretuviera hasta que volviéramos a vernos. Unos días después, le propuse a mi mejor amiga verla.
4 comentarios - Gemelas Lesbianas...
SALUDOS. 🆒