LES TRAIGO MI SEGUNDO POST disfrutenlo y comenten gracias a todos los P!
El suplicio de cualquier pareja, en sus comienzos es encontrar el sitio adecuado para intimar. Tanto que en ocasiones, te pasan por la mente, millones de lugares y situaciones en las que dar rienda suelta a tu imaginación y pasar de la fantasía a la realidad.
Teníamos, 19 ella y yo 20 recién cumplidos. Solíamos quedar los fines de semana para ir al cine, pasear, comer por fuera, y por qué no para jugar donde podíamos, luego estaríamos una semana o quizás dos, sin poder vernos por razones de estudio y trabajo.
La semana pasaba muy lenta, se contaban las horas para saber cuando llegaría el día para poder verla y mi desespero, por saber algo de ella, me hizo esperar a que saliera del trabajo y así poder llamarla para planear lo que haríamos ese fin de semana. Parecerá, tonto decirlo, pero en esa época no tenía teléfono en casa y tenía que recorrer caminando una larga distancia a una cabina de teléfonos y esperar hasta la 1:00 de la mañana, para poder hablar. El caso, es que llegó la hora y tras una hora hablando, planeamos lo que haríamos tres días más tarde en nuestro encuentro. Parecía un buen plan, paseo, merienda, cine, paseo y ... si surgía algo, pues porqué no. La conversación se desvió hacia ese tema, y el ambiente se fue calentando, pero la cabina pedía más monedas y ya no tenía suelto. Acordamos despedirnos y esperar a que llegara el día.
Sábado, por fin llegó el día, el sol estaba fuerte y radiante, y parecía que todo iba a salir como se había planeado. Tonto de mí, que no caí en la cuenta que todo lo que se planea tiende a salir mal, y así fue.
De camino a su casa, empezaron a caer unas pequeñas gotas de agua, que dieron paso a una lluvia fina pero intensa. Ella estaba, esperándome por fuera de su casa con un paraguas y al llegar al coche, una sonrisa de alegría por verme y decepción por el tiempo, relucía en su casa.
Tras salir, del cine, esperábamos que la lluvia amainara pero no fue así. Lo peor que ambos estábamos deseando estar juntos, y más aún por la conversación tomada en días anteriores.
Ya avanzada la noche y resignados por el tiempo, me dispuse a llevarla a la casa, y dejar el plan para otro día.
Ella vivía con sus padres, y dos hermanos. Todos dormían, ya que era tarde, o temprano según se mire. Normalmente, la acompañaba a su casa, y me iba, pero ese día y por culpa de la peli de miedo que vimos en el cine, me dijo que la acompañara a su piso, y así lo hice. Cuando llegamos, abrió la puerta y me volvió a decir que sentía no poder estar conmigo esa noche, ya que me tenía una sorpresa. Pero que la acompañara a su dormitorio, en silencio, que me tenía que devolver un cd que le había prestado, eso si con la condición que no tardáramos mucho, porque si su familia se despertaba se enfadaría si me veía allí. Entramos con mucho cuidado y al entrar en la habitación cerró la puerta. Me dio el cd, y me pidió que me quedara hasta que se cambiara, ya que es algo miedica y la película aún estaba reciente en su mente. Se fue quitando su ropa muy despacio, con un aire de timidez, dejando ver la sorpresa que me había perdido por culpa de la lluvia. El ambiente se tornaba aún más caliente, y mi chica, sonría con la típica carita diciendo lo que te has perdido.
Me acerqué a ella y la bese. Pronto me retiró y me dijo que no podía ser, que nos escucharían, pero un nuevo beso selló su boca y dio rienda suelta a que mis manos, contribuyeran a ayudarla a despojarse de aquella ropa que ocultaba la sorpresa, esperada. Un conjunto muy sensual, semi-ocultaba su linda figura. Los besos, fueron recorriendo su cuerpo, que erizado por el roce del momento, se dejó llevar. Aunque no fue planeado, allí estábamos los dos, en su cuarto entre el dormitorio donde retozaban sus padres y el cuarto en el que roncaban sus dos hermanos.
La tumbé sobre la cama, y tras despojarle de su tanga, y acariciar con mis labios su conchita, empecé a comérmela como si de ello dependiera mi vida. Sus pies se abrieron para facilitar mi labor y mis manos abandonaron sus muslos para explorar nuevos territorios. Al llegar a sus pezones, me percaté de que estaban duros como piedras. Mientras la otra mano recorría su vientre y producían pequeños espasmos en ella, producidos por la excitación. Sus manos, pasaron a entrelazarse con mi cabello, y apretar mi boca contra su sexo. Así estuve por un largo tiempo, cambiando mi forma de colocar la lengua, aumentando y disminuyendo el ritmo, e incluso parando a veces, para mordisquear sus labios, o para succionar suavemente su clítoris. Ella se retorcía de placer, y de vez en cuando dejaba escapar un leve gemido, apagado por la almohada que colocó sobre su rostro.
Cuando ya sintió que no podía más, se dejó llevar por la situación y sin casi poder hablar me previno de que pronto llegaría su orgasmo. Sin pensarlo humedecí dos de mis dedos y los dejé deslizar dentro de su conchita, provocando un orgasmo intenso y duradero, pero apagado por la almohada.
Pasaron unos segundos, en los que se recuperó, y volvió a coger a liento. Al retirar la almohada sus ojos brillaban de placer. Su sonrisa, apareció en las comisuras de sus labios y se incorporó.
Me ordenó que me colocara de pie a su lado y así lo hice. No tardó, en percatarse que mi pene estaba a punto de reventar, por la situación vivida, y sin dudarlo dos veces, bajo la cremallera y liberó de su prisión mi miembro erecto. Lo acercó a sus labios, lo beso y le dio un pequeño mordisco de rebeldía. Luego se lo introdujo en la boca y jugó con su lengua y sus labios, mientras que con una de sus manos, lo agarraba y compaginaba el movimiento impuesto por su boca. Su otra mano se aferraba a mi trasero, para no dejarme escapar y hacer presión hacia ella.
Así estuvimos un buen rato hasta que le pedí que se recostara en la cama. Deseaba meterme dentro de ella, sentir su sexo abrazando al mío. Apagamos la luz, para no despertar sospechas, y la tumbé sobre su cama, le retiré el sujetador y con mucho cuidado, apoye mi pene sobre su entrepierna. Nuestros cuerpos bailaban mientras seguíamos sumergidos en un fuerte beso. Mi pene jugaba con sus labios, y se lubricaba de sus fluidos, pero ansioso por entrar en su guarida, cambió de dirección y sin esperarlo, después de varios intentos se hizo paso en un lugar inusual.
Ambos nos miramos sorprendidos, pero sin poder parar continuamos manteniendo el ritmo. Lejos de experimentar dolor, ella se retorció de placer, y se movió al compás de mis envestidas. Su mano se deslizó hacia su sexo, y lo acarició mientras con la otra presionaba mi cuerpo, para que entrara aún más dentro de sí. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal de abajo arriba, no podría aguantar mucho más aquel placer, pero no podía parar de penetrarla ya que mi excitación iba en aumento, por ver su reacción.
Sin esperarlo, un gemido apagado me dio la señal de que nuevamente, se había ido, y fue tal la sensación vivida que sin esperarlo, noté que no podría aguantar más. Saque mi miembro de su ano, e intenté incorporarme para no descargar mi semen sobre sus sábanas, pero fue inútil y descargué parte de mis fluidos sobre sus pechos y cuello. El resto, cubrieron parte de sus sábanas.
Cuando pude recuperarme de mi éxtasis, e inhalé una bocanada de aire fresco, vi como en su rostro lucía una sonrisa picaresca, y cómplice, mientras mi semen reflejaba parte de la luz que entraba por la ventana y hacía brillar su cuerpo. Se incorporó y me dio un nuevo beso.
Nos quedamos un momento, en silencio, tratando de asimilar lo ocurrido, pero nos percatamos de que algo había cambiado. Los ronquidos provenientes de la habitación contigua, la de los hermanos, habían cesado y nos apresuramos en intentar ocultar las pruebas de lo que allí había pasado, ella se apresuró a limpiarse y ponerse lo que encontró a mano y yo, me vestí fugazmente e intenté pensar en que decir si nos cogían por sorpresa. No tenía claro si quiera que escusa pusiera y que fuera convincente, ya que en el ambiente, era obvio que allí había pasado algo.
Pronto, volvió a sonar un ronquido, fuerte y seco. Por fin, pudimos respirar aliviados. Pero aun así, me despedí y nos apresuramos a emprender mi huida sin ser visto.
Ya en la calle, y de camino a mi coche, sin asimilar aun lo que había ocurrido un mensaje llegó a mi móvil. Lo saqué y lo leí: "Cariño, fue fabuloso, ya estoy bañada y en la cama pensando en ti. Cuidado en el camino de vuelta a casa. Por favor, no te dejes dormir".
El suplicio de cualquier pareja, en sus comienzos es encontrar el sitio adecuado para intimar. Tanto que en ocasiones, te pasan por la mente, millones de lugares y situaciones en las que dar rienda suelta a tu imaginación y pasar de la fantasía a la realidad.
Teníamos, 19 ella y yo 20 recién cumplidos. Solíamos quedar los fines de semana para ir al cine, pasear, comer por fuera, y por qué no para jugar donde podíamos, luego estaríamos una semana o quizás dos, sin poder vernos por razones de estudio y trabajo.
La semana pasaba muy lenta, se contaban las horas para saber cuando llegaría el día para poder verla y mi desespero, por saber algo de ella, me hizo esperar a que saliera del trabajo y así poder llamarla para planear lo que haríamos ese fin de semana. Parecerá, tonto decirlo, pero en esa época no tenía teléfono en casa y tenía que recorrer caminando una larga distancia a una cabina de teléfonos y esperar hasta la 1:00 de la mañana, para poder hablar. El caso, es que llegó la hora y tras una hora hablando, planeamos lo que haríamos tres días más tarde en nuestro encuentro. Parecía un buen plan, paseo, merienda, cine, paseo y ... si surgía algo, pues porqué no. La conversación se desvió hacia ese tema, y el ambiente se fue calentando, pero la cabina pedía más monedas y ya no tenía suelto. Acordamos despedirnos y esperar a que llegara el día.
Sábado, por fin llegó el día, el sol estaba fuerte y radiante, y parecía que todo iba a salir como se había planeado. Tonto de mí, que no caí en la cuenta que todo lo que se planea tiende a salir mal, y así fue.
De camino a su casa, empezaron a caer unas pequeñas gotas de agua, que dieron paso a una lluvia fina pero intensa. Ella estaba, esperándome por fuera de su casa con un paraguas y al llegar al coche, una sonrisa de alegría por verme y decepción por el tiempo, relucía en su casa.
Tras salir, del cine, esperábamos que la lluvia amainara pero no fue así. Lo peor que ambos estábamos deseando estar juntos, y más aún por la conversación tomada en días anteriores.
Ya avanzada la noche y resignados por el tiempo, me dispuse a llevarla a la casa, y dejar el plan para otro día.
Ella vivía con sus padres, y dos hermanos. Todos dormían, ya que era tarde, o temprano según se mire. Normalmente, la acompañaba a su casa, y me iba, pero ese día y por culpa de la peli de miedo que vimos en el cine, me dijo que la acompañara a su piso, y así lo hice. Cuando llegamos, abrió la puerta y me volvió a decir que sentía no poder estar conmigo esa noche, ya que me tenía una sorpresa. Pero que la acompañara a su dormitorio, en silencio, que me tenía que devolver un cd que le había prestado, eso si con la condición que no tardáramos mucho, porque si su familia se despertaba se enfadaría si me veía allí. Entramos con mucho cuidado y al entrar en la habitación cerró la puerta. Me dio el cd, y me pidió que me quedara hasta que se cambiara, ya que es algo miedica y la película aún estaba reciente en su mente. Se fue quitando su ropa muy despacio, con un aire de timidez, dejando ver la sorpresa que me había perdido por culpa de la lluvia. El ambiente se tornaba aún más caliente, y mi chica, sonría con la típica carita diciendo lo que te has perdido.
Me acerqué a ella y la bese. Pronto me retiró y me dijo que no podía ser, que nos escucharían, pero un nuevo beso selló su boca y dio rienda suelta a que mis manos, contribuyeran a ayudarla a despojarse de aquella ropa que ocultaba la sorpresa, esperada. Un conjunto muy sensual, semi-ocultaba su linda figura. Los besos, fueron recorriendo su cuerpo, que erizado por el roce del momento, se dejó llevar. Aunque no fue planeado, allí estábamos los dos, en su cuarto entre el dormitorio donde retozaban sus padres y el cuarto en el que roncaban sus dos hermanos.
La tumbé sobre la cama, y tras despojarle de su tanga, y acariciar con mis labios su conchita, empecé a comérmela como si de ello dependiera mi vida. Sus pies se abrieron para facilitar mi labor y mis manos abandonaron sus muslos para explorar nuevos territorios. Al llegar a sus pezones, me percaté de que estaban duros como piedras. Mientras la otra mano recorría su vientre y producían pequeños espasmos en ella, producidos por la excitación. Sus manos, pasaron a entrelazarse con mi cabello, y apretar mi boca contra su sexo. Así estuve por un largo tiempo, cambiando mi forma de colocar la lengua, aumentando y disminuyendo el ritmo, e incluso parando a veces, para mordisquear sus labios, o para succionar suavemente su clítoris. Ella se retorcía de placer, y de vez en cuando dejaba escapar un leve gemido, apagado por la almohada que colocó sobre su rostro.
Cuando ya sintió que no podía más, se dejó llevar por la situación y sin casi poder hablar me previno de que pronto llegaría su orgasmo. Sin pensarlo humedecí dos de mis dedos y los dejé deslizar dentro de su conchita, provocando un orgasmo intenso y duradero, pero apagado por la almohada.
Pasaron unos segundos, en los que se recuperó, y volvió a coger a liento. Al retirar la almohada sus ojos brillaban de placer. Su sonrisa, apareció en las comisuras de sus labios y se incorporó.
Me ordenó que me colocara de pie a su lado y así lo hice. No tardó, en percatarse que mi pene estaba a punto de reventar, por la situación vivida, y sin dudarlo dos veces, bajo la cremallera y liberó de su prisión mi miembro erecto. Lo acercó a sus labios, lo beso y le dio un pequeño mordisco de rebeldía. Luego se lo introdujo en la boca y jugó con su lengua y sus labios, mientras que con una de sus manos, lo agarraba y compaginaba el movimiento impuesto por su boca. Su otra mano se aferraba a mi trasero, para no dejarme escapar y hacer presión hacia ella.
Así estuvimos un buen rato hasta que le pedí que se recostara en la cama. Deseaba meterme dentro de ella, sentir su sexo abrazando al mío. Apagamos la luz, para no despertar sospechas, y la tumbé sobre su cama, le retiré el sujetador y con mucho cuidado, apoye mi pene sobre su entrepierna. Nuestros cuerpos bailaban mientras seguíamos sumergidos en un fuerte beso. Mi pene jugaba con sus labios, y se lubricaba de sus fluidos, pero ansioso por entrar en su guarida, cambió de dirección y sin esperarlo, después de varios intentos se hizo paso en un lugar inusual.
Ambos nos miramos sorprendidos, pero sin poder parar continuamos manteniendo el ritmo. Lejos de experimentar dolor, ella se retorció de placer, y se movió al compás de mis envestidas. Su mano se deslizó hacia su sexo, y lo acarició mientras con la otra presionaba mi cuerpo, para que entrara aún más dentro de sí. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal de abajo arriba, no podría aguantar mucho más aquel placer, pero no podía parar de penetrarla ya que mi excitación iba en aumento, por ver su reacción.
Sin esperarlo, un gemido apagado me dio la señal de que nuevamente, se había ido, y fue tal la sensación vivida que sin esperarlo, noté que no podría aguantar más. Saque mi miembro de su ano, e intenté incorporarme para no descargar mi semen sobre sus sábanas, pero fue inútil y descargué parte de mis fluidos sobre sus pechos y cuello. El resto, cubrieron parte de sus sábanas.
Cuando pude recuperarme de mi éxtasis, e inhalé una bocanada de aire fresco, vi como en su rostro lucía una sonrisa picaresca, y cómplice, mientras mi semen reflejaba parte de la luz que entraba por la ventana y hacía brillar su cuerpo. Se incorporó y me dio un nuevo beso.
Nos quedamos un momento, en silencio, tratando de asimilar lo ocurrido, pero nos percatamos de que algo había cambiado. Los ronquidos provenientes de la habitación contigua, la de los hermanos, habían cesado y nos apresuramos en intentar ocultar las pruebas de lo que allí había pasado, ella se apresuró a limpiarse y ponerse lo que encontró a mano y yo, me vestí fugazmente e intenté pensar en que decir si nos cogían por sorpresa. No tenía claro si quiera que escusa pusiera y que fuera convincente, ya que en el ambiente, era obvio que allí había pasado algo.
Pronto, volvió a sonar un ronquido, fuerte y seco. Por fin, pudimos respirar aliviados. Pero aun así, me despedí y nos apresuramos a emprender mi huida sin ser visto.
Ya en la calle, y de camino a mi coche, sin asimilar aun lo que había ocurrido un mensaje llegó a mi móvil. Lo saqué y lo leí: "Cariño, fue fabuloso, ya estoy bañada y en la cama pensando en ti. Cuidado en el camino de vuelta a casa. Por favor, no te dejes dormir".
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