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Soy Puta (5,6,7)

5

El domingo decidió dedicarlo a descansar y cuidarse, así que se levantó tarde, desayunó algo ligero y salió a hacer algo de deporte. Vestida con una camiseta ajustada, pantalón de lycra y gorra, con el pelo recogido en una cola, comenzó a correr.

El sol brillaba en el cielo azul mientras su respiración se agitaba con cada zancada y el sudor comenzaba a formar gotitas en su piel. Hoy se sentía bien, estaba en paz con sigo misma y se concentró en correr y no pensar en nada más. Volvió a casa, se duchó y se dispuso a pasar el resto del día sin hacer nada. Viendo películas románticas que había comprado días atrás. Así que almorzó, se apoltronó en el salón y pasó el resto de la tarde viéndolas.

Al día siguiente era lunes, pero la ventaja de ser puta es que los lunes también es tu día de descanso, así que salió y se dedicó a su hobby favorito... fue de compras. Hoy decidió comprarse ropa interior sexy, y algún vestido apropiado para sus citas.

Para el almuerzo volvió a casa, no sin antes pasar por el chino para pedir comida para llevar, le encantaban los tallarines y el arroz frito tres delicias así que se llevó una ración de cada. Como cada día descubrió a Fran esperando en el portal a que llegase su madre del trabajo, así que hoy decidió invitarlo a subir a su casa y compartir con él su comida pues con ambas raciones le sobraría, así que lo invitó a comer con ella. Para avisar a su madre decidió ponerle un post-it en su puerta para que no se alarmara, diciéndole que estaba con ella.

Así que degustaron la comida y de postre se comieron sendas copas de chocolate, que encantaron al muchacho.

Su madre llegó cuando estaban terminado, la saludó y estuvo un ratito charlando con Lucía en el salón. Cuando le dijo a su hijo de irse a casa éste protestó y se mostró enfadado ante la idea, al parecer quería quedarse con su "nueva amiga", Lucía. Esto le hizo gracia, en tan poco tiempo ya le había cogido mucho cariño, y lo cierto es que ella también a él.

Así que por más que lo intentaron no consiguieron llevarlo a casa, de modo que Lucía le dijo que no le importaba que se quedase con ella, de modo que su madre se marchó para almorzar y los dejó sólos.

Lucía estuvo jugando con él al parchís, al parecer era su juego favorito y estuvieron jugando largo rato después del almuerzo. Durante el juego ella se reía mucho con él y le acariciaba el pelo y lo cogía por los hombros, estaban ambos sentados en el sofá, codo con codo. Durante la partida descubrió que Fran le miraba el escote frecuentemente, llevaba una camisa blanca, con los botones desabrochados y se le veía el canalillo y parte del sujetador blanco de puntilla, a los que el muchacho dedicaba intensas miradas.

Entonces ella recordó lo que le contó sobre su monitora, cómo se lo folló. Y decidió preguntarle si había vuelto a pasar, pero al parecer no volvió a suceder, así que se llevó un chasco. Lo cierto es que se imaginaba a aquel joven muchacho, tan inocente, siendo poseído por una guarra en el parque, aprovechándose de él y la idea la turbaba. Hasta tal punto que se visualizó en aquel mismo instante subiéndose a sus piernas y clavándose su polla allí mismo en el sofá. Tuvo que apartar sus pensamientos para no seguir torturándose de aquella manera.

Tenía curiosidad por saber cómo de grande la tenía el chico, si la monitora había hecho una cosa así con él, a lo mejor era porque el muchacho estaba "muy bien dotado". Esta idea también le daba mucho morbo, pero claro, le daba vergüenza tocarlo y siempre estaba la incertidumbre de si se enteraría su madre, ahora que la consideraba tan buena amiga.

Mientras estaba en sus pensamientos Fran le dijo que tenía que ir al baño, así que ella le indicó donde estaba. Él se levantó y fue a buscarlo. En ese momento ella pensó en ir tras el y espiarlo a ver si efectivamente allí tenía una maravilla de miembro viril, pero seguía dubitativa.

Hasta que se decidió y de un salto se plantó junto a la puerta del baño, que había dejado abierta. Se asomó tímidamente y vio cómo salía el chorrito de su entrepierna, él estaba de lado concentrado para no salirse de la taza, así que no se enteró de que estaba siendo espiado.

Por lo poco que pudo ver Lucía, no estaba especialmente dotado, pero claro estaba haciendo piss y el asunto estaba en su estado de reposo.

De repente, él se giró y la vio, como si se hubiese sentido observado, aunque lejos de asustarse le sonrió allí mismo, pito en mano y todo.

- ¿Tú también quieres hacer piss? -le preguntó inocentemente.

- ¡Oh!, pues yo, bueno si, también me han entrado ganas -dijo para disimular.

Así que entro con naturalidad en el baño, acercándose al muchacho. Ella era una puta y se suponía que estas cosas no le tenían que dar vergüenza, pero estaba muy nerviosa, se notaba el pulso acelerado y la respiración entrecortada. Entonces se la vio de cerca, ya había terminado.

- Espera que te ayude Fran -le dijo mientras se ponía a su lado, cogió un poco de papel higiénico, lo cortó y le secó la punta dándose ligeros golpecitos en el glande.

- Mamá siempre me dice que debo secarme, porque sino se manchan los calzoncillos -le explicó.

- ¡Oh si claro, claro! -exclamó Lucía dándole la razón mientras sostenía su polla en la mano y veía como poco a poco comenzaba a crecer y crecer.

Lucía, seguía sintiendo curiosidad por aquel muchacho, había algo en él que la atraía, tal vez fuese su inocencia en todo. En fin, que no sabía por qué actuaba de aquel modo, pero a estas alturas ya estaba lanzada. Comenzó a meneársela muy suavemente, haciendo que su piel se deslizara en su mano, le retiró suavemente el prepucio y observó su glande.

- ¿Te duele esto? -le preguntó al hacerlo.

- ¡No, tienes las manos muy suaves! -exclamó el muchacho que apaciblemente se dejaba hacer.

A estas alturas su polla estaba ya en su máxima expresión, ciertamente era una buena polla, larga y gordita, con un glande un poco más rosado que el resto de la piel y bien definido. Siguió meneándosela suavemente, aumentando poco a poco la velocidad, haciendo que su glande se cubriera y descubriera con el prepucio.

Se acordó del zorrón de la monitora debió ver aquella buena polla y decidió probarla, ahora lo que pasaba por su mente era: "¿sería ella capaz de probarla ella también?"

Pero inmediatamente pensó en que se lo contaría a su madre, a su monitora, a todo el mundo y esta incertidumbre la atenazó. Así que de momento no se lo tiraría, pero bueno, ¿quién decía que no podía jugar un poco con él? Desde luego "jugar" no era lo mismo que "follar".

- ¿Te gusta que te la acaricie Fran? -le preguntó siguiendo con sus "juegos".

- ¡Oh si, me gusta! ¡Me gusta mucho! -exclamó el muchacho, que permanecía quieto delante de la taza del váter.

Lucía se puso a su espalda y desde atrás pegó su cuerpo a él abrazándolo fuertemente mientras seguía con su polla en la mano. Entonces comenzó a masturbarlo más enérgicamente mientras con la mano libre le acariciaba el pecho, los hombros y hasta el culo y los muslos. Ciertamente ella se quedaba pequeña detrás de aquel fornido muchacho, haciéndole aquella paja desde atrás. Estaba muy excitada y nerviosa, tragaba saliva con dificultad debido a su estado de tensión sexual en aquel momento.

Siguió con sus caricias y no pasó mucho tiempo hasta que el muchacho descargó abundantemente el líquido blanco que guardaba en la recámara de su arma, salpicando el váter y la taza por todos sitios.

Con sorpresa Lucía descubrió que Fran se tambaleaba, sin duda mareado por el orgasmo y tuvo que sujetarlo, temiendo que aquella mole... ¡Se desplomase encima suyo! Pero afortunadamente aguantó y se despabiló en unos segundos.

Cuando hubo apurado su corrida, Lucía cogió más papel y limpió delicadamente su glande, guardándolo finalmente el instrumento, ya en estado menguante, con cierta dificultad en sus calzoncillos.

- Vete al salón y espérame, ¿vale? -le dijo dándole un beso en la mejilla-. Voy a limpiar un poco esto, y hacer un piss, ¿de acuerdo?

- Vale -dijo simplemente Fran, saliendo del baño.

La verdad es que la corrida fue descomunal, con la juventud del muchacho y la poca o nula actividad sexual, guardaba abundante leche para esparcir, y puso todo perdido. Lucía tuvo que esforzarse y limpiar todo con abundante papel higiénico, luego se sentó en el váter y comenzó a masturbarse.

Tenía el coño muy húmedo y caliente y seguía templando por el nerviosismo de la situación anterior. Ya estaba hecho si ahora lo contaba a su madre ya prepararía una excusa. Pensaba mientras se estrujaba flor con fruición. No le fue difícil alcanzar el orgasmo, esa era una cualidad que tenía, cuando quería y estaba excitada como en aquel momento, se corría con facilidad así que ese día cumplió expectativas y se corrió rápidamente.

Cuando volvió al salón Fran estaba jugando con las fichas del parchís, como si nada hubiese pasado. Se sentó junto a él y se sonrieron mutuamente.

- Oye Fran, ¿sabes lo que es un secreto?

- Claro, un secreto... -dijo él sin que Lucía entendiese.

- Bueno, verás a veces las personas hacen cosas que no hay que contar a nadie, ¿entiendes?

- ¿A nadie? -contestó el extrañado.

- Si a nadie, ni siquiera a mamá, ¿vale? Ella se enfadaría conmigo si supiera que yo te he acariciado en el baño, ¿entiendes? Y no podrías volver a verme nunca más -le explicó Lucía.

Se sintió mal al coaccionar de aquella manera al muchacho, pero tenía que intentarlo al menos, el chico ya tenía dieciocho años, técnicamente era mayor de edad, pero claro para su madre seguía siendo su niño pequeño y eso nunca lo entendería, así que tenía que intentar chantajearlo mínimamente para evitar que lo fuese contando por ahí.

- Bueno vale, será entonces nuestro secreto... -dijo finalmente Fran, haciendo un gesto de silencio y sonriéndole.

Lucía le devolvió la sonrisa y lo volvió a besar y abrazar. Siguieron jugando al parchís un ratito más y luego lo acompañó a su casa.



6

Ángeles le pidió que se fuese a cenar con ellos para agradecerle que hubiese estado cuidando de Fran aquella tarde. Así ella había podido aprovechar para ir a la peluquería mientras tanto. Así que como Lucía no tenía nada que hacer, aceptó encantada.

Cenaron los tres juntos y Fran, que estaba muy cansado se fue a dormir nada más cenar, luego Ángeles y ella estuvieron viendo la tele un rato y conversaron sobre lo buen muchacho que era. Llegó un punto en la conversación que a Lucía le pareció especialmente interesante y que fue por unos derroteros que no se esperaba en absoluto.

- Pues si hija, qué cansado estaba esta tarde. Claro como madruga y trabaja en el parque pues se habrá cansado bastante -explicó Ángeles

- Si claro, sin duda.

- Sabes, mi Fran ya tiene dieciocho añitos y está hecho todo un hombrecito. Ya hasta me dice que él quiere una novia, que por qué no se la busco, ¿te lo puedes imaginar?

- ¡Eso te dice! -exclamó Lucía asombrada.

- Eso mismo hija, a mi me da un poco de pena, la verdad, porque con su enfermedad el pobre no puede hacer esas cosas. Y yo lo entiendo, el sexo es una necesidad más, como el comer y sobre todo ahora que es tan joven, me da pena que no tenga acceso al sexo.

Lucía pensó en confesarle lo que había hecho aquella tarde, pero esta intención de contarlo todo duró apenas unos segundos, en seguida la rechazó. En cambio pensó que si algún día él se lo contaba siempre podía utilizar aquella conversación para excusarse: "es que el chico estaba deseoso y Ángeles, como tu me contaste que te daba pena que no tuviese sexo, pues yo lo hice por caridad...", se imaginó diciéndole.

- Hombre, pues si. La verdad es que ellos lo tienen difícil para tener sexo -admitió Lucía.

- Me da vergüenza contarte estas cosas, pero es que a veces cuando se está duchando lo veo ahí "todo empalmado" y claro, pienso en si algún día tendré que contratar una "puta" para que le haga un servicio o algo. Es que sino, ya me contarás...

- ¡Oh Ángeles, pues no sé! -respondió Lucía, más asombrada aún.

- Si ya se que es una locura, yo nunca sería capaz de hacer algo así, y más con una extraña que a saber con cuantos tíos ha estado... -refunfuñó finalmente.

- Oye Ángeles, y no has pensado en... bueno no quiero que te enfades conmigo es sólo una propuesta.

- ¿En qué hija? -preguntó sin entender lo que quería decir Lucía.

- Bueno pues, si no estás dispuesta a contratar a una "prostituta" para que se lo haga a tu hijo, pues yo creo que igual si tú lo masturbas un poco, pues lo mismo él descarga su libido y no tienes que llegar a ese extremo -se atrevió a proponerle Lucía.

Ángeles se sorprendió al oír la propuesta de su vecina y se quedó pensativa unos instantes, que a Lucía se le hicieron eternos. Pensó que igual le daba una bofetada por atreverse a decirle algo así, pero al final esto no ocurrió.

- Pues hija, la verdad es que eso también lo había pensado, pero es que me daría mucha vergüenza hacerlo y luego igual me sentía culpable por hacer algo así, no sé... -le confesó finalmente.

- Hombre Ángeles yo lo entiendo, es algo muy fuerte, no sé como he estado para proponerte algo así... perdóname -se disculpó Lucía.

- No hija, no tienes por qué pedirme perdón, la verdad es que esa alternativa parece más razonable que la otra. En fin, por el momento tendré que ver si se le pasan esos ardores que tiene por si solos.

- Gracias Ángeles, creí que te enfadarías por haberte dicho algo así. Fran es tan buen muchacho... ¡Huy qué tarde que es, bueno me tengo que ir! -exclamó Lucía mirando el reloj de pared del salón.

- Pues nada hija, me ha gustado mucho tenerte para hablar de mis problemas -confesó Ángeles.

- A mi también me gusta mucho tenerte como amiga, escucharte y que confíes en mi para contarme tus preocupaciones -respondió Lucía.

Se levantaron y Ángeles la acompañó a la puerta, ya abierta cuando se terminaron de despedir, Ángeles le dio un beso a su amiga. Lucía se sorprendió un poco, porque no se lo esperaba, pero bueno, era su amiga y se sintió alagada en cierta medida por aquella muestra espontánea de cariño, así que decidió corresponderla con un fraternal abrazo.



7

Al día siguiente Lucía se levantó tarde como de costumbre. Mientras saboreaba unos cereales mezclados con leche en un tazón de desayuno miraba distraída por la ventana de aquel soleado día, ya iban a dar las doce. Ensimismada sus pensamientos, éstos se proyectaban en su mente planificando qué haría hoy. Por supuesto que en su cabeza estaba el buscar a "su chico", estaría al acecho en cuanto el muchacho terminase su trabajo en los jardines y se sentase en el portal a esperar a su madre. Sí, eso aria, lo saludaría y se lo llevaría a su piso para "jugar" como el día anterior, ¡ya tenía el plan!

Para hacer tiempo decidió salir a correr un rato, le apetecía sudar y relajarse y el deporte la ayudaría en ambos aspectos. Así que se puso un top con tirantes muy ajustado, y unos shorts igualmente pegados a su piel, marcando su culillo respingón y redondito. Cogió su MP4 y puso su música favorita antes de comenzar con el footing.

Volvió al cabo de una hora, sudorosa y cansada, se metió en la ducha y el agua tibia corrió por su piel desnuda refrescándola y llevándose todo el sudor. Se enjabonó bien, dedicándole especial cuidado a su chochito, el cual aseo con un jabón íntimo, sin duda le gustaba cuidar bien su herramienta de trabajo. Se aclaró con abundante agua y salió para secarse.

A las dos y media estaba al acecho en el balcón, escrutando la calle. Y pasó lo que suele pasar en estas situaciones: "el que espera desespera"; el chico que no se presentaba. Finalmente apareció a eso de las tres menos diez. Pero, ¡maldición! Estaba acompañado, por una mujer, ¿sería ella el zorrón que se lo tiró en el parque? ¡Lo más probable!

La mujer pasaba de los cuarenta años, era gorda, bestia el uniforme de trabajo y llevaba únicamente una camiseta de tirantes pues el calor apretaba en aquellos días. Luciendo un generoso escote que era el comienzo de unos pechos grandes y abundantes. Llevaba en la cintura anudada la chaqueta del traje de faena e iba conversando amenamente con Fran.

¡Maldición! Su cabeza se llenó de dudas, ¿vendría a follárselo o se lo habría follado ya? ¿Pero dónde lo harían? En fin que comiéndose las uñas esperó mientras los veía conversando en el portal desde su balcón, situado en un lateral de la fachada principal del edificio. La espera se le volvió ha hacer eterna pero al fin, ya parecía que se quedaba sólo, ¡por fin!

Lucía bajó las escaleras rauda y veloz, se aproximó al muchacho que estaba sentado de espaldas a ella en el portal. Cuando llegó se sentó junto a él y lo cogió cariñosamente por los hombros.

- ¡Hola Fran! ¡Cómo estás guapetón! -le dijo impetuosamente soltándole dos besos en sendos carrillos.

- ¡Hola Lucía, bien, estoy bien! -contestó el sonriendo con su simpatía habitual.

- ¿Cómo te ha ido el día? -le preguntó mientras le echaba el brazo por los hombros.

- Bien, hoy ha hecho calor -le confesó.

Sin duda el muchacho había sudado en su trabajo en los jardines de la ciudad, pero a Lucía no le importaba este hecho, en cierta medida su olor la ponía cachonda y tampoco es que fuese muy fuerte.

- ¿Oye, qué te parece si subes y tomamos un refresco?

- ¡Vale, tengo mucha sed! -exclamó el chico.

Subieron en el ascensor hasta la tercera planta, Lucía no paraba de sonreírle mientras el elevador llegaba a la planta marcada. Salieron al pasillo y se aproximaron a la puerta, Lucía notó como los nervios se le traspasaban a las manos y apenas atinaba a meter la llave adecuada por la cerradura. Finalmente lo consiguió y entraron.

- Pasa al salón y siéntate, que voy a poner los refrescos.

- Vale -se limitó a decir el muchacho.

Lucía sirvió las bebidas y puso algunas patatas para picar. Rápidamente se fue para el salón, pues su madre no tardaría mucho en llegar... ¡Las tres y diez! ¡Maldición de nuevo! ¿Le daría tiempo a "algo"?

Se sentó junto a él y le ofreció un refresco de cola, el chico bebió de un tirón casi medio baso, mientras ella hablaba y hablaba banalidades mientras miraba del reojo el reloj. Yendo al grano colocó su mano el muslo del muchacho y comenzó a acariciarlo, muy cerca de sus ingles. Fran la miró pero no le dio mucha importancia.

- Entonces Fran, no le habrás contado a tu mamá nuestro secreto, ¿verdad? -lo interrogó mientras lo calentaba.

- ¡No claro que no, yo se guardar un secreto! -exclamó el llevando su dedo índice a sus labios para hacer el gesto del silencio.

- Así me gusta guapetón, así podremos jugar también otros días, como por ejemplo hoy, ¿te apetece jugar?

- ¡Oh si, claro! -exclamó el chico mientras miraba la mano de su amiga que estaba ya bajándole la bragueta.

- Pues no perdamos tiempo que tu mamá no tardará en volver.

Lucía extrajo su polla del pantalón tras bajar la bragueta. Ésta ya estaba a media erección tras las insinuantes caricias de antes y en pocos segundos alcanzó su plenitud. Lucía sentía palpitar su corazón, presa del nerviosismo de nuevo y de la excitación. Se la meneó suavemente y cuando estuvo lista se arrodilló ante él grandullón y la introdujo en su boca caliente.

Estaba sudada y sabía un poco a pipí pero Lucía estaba tan caliente que no le importó y se la comió hasta el fondo mientras suavemente lo masturbaba.

¡De repente sonó el timbre del portal! Lucía se incorporó de un salto, como una gata limpiándose la boca con el dorso de la muñeca. ¿Qué podía hacer? Llamaban desde el portal, contestaría por el telefonillo y ganaría tiempo mientras su madre subía en el ascensor... Le hizo señas a Fran para que esperase sentado y fue a descolgar.

- ¿Si? -pronunció alargando la sílaba.

- ¿Lucía? Soy Ángeles, Fran está contigo, ¿verdad?

- ¡Hola Ángeles! Si, ha subido y se está tomando un refresco conmigo.

- ¡Ah vale!, es que he llegado y al no verlo me preguntaba si estaba contigo. Oye, pues subo a mi casa y voy calentando la comida, me lo mandas para abajo en unos minutos, ¿vale?

- ¡Oh si, claro claro! Muy bien ahora baja -y colgó.

"¡Me da tiempo, me da tiempo!", pensó mientras volvía hacia el salón. Al entrar se detuvo y lo observó, cogiendo su hermosa polla con su mano y meneándola como le había visto hacer ella. Le sonrió y corriendo a sus pies volvió a tragársela casi entera.

Chupaba despacio y saboreaba el suave tacto de aquella polla virgen... bueno virgen no del todo, ¡pensó recordando a la zorra del portal! Pero inocente si. Y deleitó al muchacho con sus labios y sus manos. Pensó en follárselo pero luego cambió de opinión, no tenía suficiente tiempo, lo descargaría en su boca y después se aliviaría ella con más tranquilidad.

Ensimismada con aquella dulzura en su boca se abstrajo del tiempo y del espacio, concentrándose en hacer disfrutar a su pasivo amante. Cuando el néctar salió de su punta, replegó su lengua hacia la parte alta del paladar y sintió los latigazos calientes de su leche bajo su lengua, que sabiamente se había sabido colocar para evitar posibles filtraciones hacia su garganta. Siguió chupándosela hasta que vació por completo al varón. En los últimos estertores de placer la sacó de su boca y cogiendo un puñado de pañuelos escupió el cálido contenido que guardaba en ellos limpiándose sus labios tras doblarlos.

El muchacho estaba sudando, pero con cara de satisfacción, sin duda y aún respiraba agitadamente, aunque ya recobraba la calma.

- Bueno Fran, tienes que bajar a comer, tu mamá te espera. Vamos a guardar tu pajarito, ¿te ha gustado hoy?

- ¡O mucho, Lucía eres muy buena conmigo! -exclamó el chico.

- Pues ya sabes, esto es nuestro secreto, no lo puedes contar a tu mamá o no querrá que nos veamos más, ¿lo entiendes? -lo interrogó esperando su confirmación.

- Vale, de acuerdo, ¡secreto! -he hizo el gesto del silencio en sus labios.

Como no se fiaba de mandarlo sólo, aún aturdido como estaba tras la corrida, bajó con él. Y sonrientemente llamó al timbre. Su amiga abrió mientras se cerraba el albornoz que se estaba poniendo en aquel momento, pues se acababa de dar una ducha rápida. Lucía pudo ver fugazmente parte de sus pechos e intuyó la espesura de su negro monte de venus.

- ¿Quieres pasar? -le preguntó Ángeles.

- ¡Oh no, estoy algo cansada y me voy a echar un rato! -se excusó Lucía.

- Vale, baja más tarde para merendar si quieres.

- Muy bien, a lo mejor bajo -dijo Lucía dejándolo en el aire.

Ángeles cerró la puerta y Lucía, como una exhalación subió las escaleras y se encerró en su piso. Se fue directa al salón y lanzando los pantalones de su chándal lejos se despojó igualmente de sus braguitas de algodón y sentándose en un sillón relax, con los muslos bien abiertos, como si estuviese en la mesa del ginecólogo, se dispuso a deleitarse con toda clase de caricias y suaves penetraciones en su flor.

Estaba chorreante de jugos y con cada caricia, el suplicio del placer que le venía le hacía cerrar los ojos y humedecerse los labios con la punta de la lengua. Se retorcía encima de su sillón con cada roce de sus yemas con su clítoris, en una bella agonía que la conducía hasta el final tan esperado como retrasado a propósito en un intento por alargar el dulce placer que sentía en aquellos momentos.

Se contrajo encima del sillón, estirándose después, tensándose como una ballesta a punto de disparar su dardo mortal, contrayéndose después mientras miles de agujas asaeteaban su cuerpo con el éxtasis del orgasmo que al fin había alcanzado. Liberando las tensiones y la gran excitación acumulada, mientras en su mente aparecían visiones suyas haciéndole la felación al joven Fran, hasta que éste descargó abundantemente en su boca.

Finalmente se quedó tumbada en el sofá, relajándose y se quedó dormida un buen rato. Al despertar, sudorosa encima de su sillón vio como el cuero estaba mojado muy cerca de su flor, la corrida había sido brutal y la rememoró de nuevo ya en su recuerdo, sintiendo los efluvios del placer experimentado, tan frescos como en su momentos antes habían llegado. Olió su sexo en la habitación, todo el ambiente estaba cargado de feromonas, suyas y de Fran.

Se incorporó y fue a darse otra ducha, después se ocuparía de limpiar el sillón y ventilar el salón.

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