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Relato Gay: Profundo Azabache 1º Parte

-No tenés que ir si no querés, pero pensalo- me dijo. Era un hombre de color de unos cuarenta y tantos. -Les hablé de vos y les encantó la idea de agasajarte.
-Lo voy a pensar, pero lo dudo; no los conozco...- objeté.
-Pero me conocés a mi- replicó esbozando una sonrisa. Eso no me daba garantía de nada. Nuestro prolongado encuentro se había suscitado por mera casualidad, pero de ahi a que tres tipos más como él me "agasajen", me inquietaba bastante.
Digo "como él" porque lo que me estaba proponiendo era tener un encuentro en el cual tres compañeros de trabajo suyos me enfiestarían juntos, los tres con enormes vergas como la suya y en su mayoría de color o morenos.
-Pensalo y llamame- repitió, y diciendo ésto me apretó suavemente la mano, pagó por los dos y salió del bar.
Quedé barajando la idea, saboreándola un rato, literalmente. Terminé mi gaseosa, apurando un trago largo y me fui. Mientras caminaba por la calle, un montón de pensamientos fugaces aguijonearon mi mente. ¿Qué sentiría?
Soy gay desde que tengo memoria. Mi infancia no fue muy linda que digamos: muy sobreprotegido por mi madre y muy dejado de lado por parte de mi padre, el cual quería que yo estudiara la carrera de ingeniería y saliera como él. Pero salí contador. Y gay. Salvo que esta última parte él no la sabe. De hecho no la sabe nadie.
Trabajo en un estudio de abogados en el microcentro y tres veces por semana voy al gimnasio, lo que me lleva a tener un cuerpo bien cuidado y formado aunque soy muy pequeño de contextura. Mido 1, 57 mts y soy muy flaquito, lo que compenso con la redondez de mis músculos. Además estoy bien armado lo que equilibra mi falta de masa corporal.
Cuando conocí a Ernesto, los dos estábamos orinando en el baño de un cine. Cuando entré a la sala y subí los escalones para ubicarme, vi que un hombretón de tez muy morena me miraba demasiado fijo. Traté de no darle importancia y me senté. Pero me dieron ganas de orinar y fui al baño. cuando estaba en eso, veo que alguien se para al lado mío a orinar también, pero cuál no fue mi sorpresa al descubrir que era el mismo hombre. Oí el potente chorro de orina chocar contra la loza del mingitorio y no pude aguantar la tentación de espiar. Era como una morcilla larga y gruesa, con una cabezota oscura apenas asomando y dibujándose dentro de la piel. No me dí cuenta que me había quedado mirándosela aun cuando yo ya había terminado de hacer lo mio.
-Podés tocarla que no muerde- me dijo.
Me sobresalté y él lo notó. Ahi me di cuenta de que éramos los únicos en el baño. Lo miré y reparé en lo hermoso que era: buen físico, de unos cuarenta y tantos, metro ochenta y cinco, rostro duro pero varonil y pelo casi rapado a los costados con barba candado. Giró un poco para que yo pudiera observar ese pedazo de frente que, si vamos al caso, me quedaba a la altura de la panza.
Lo miré con una mezcla de vergüenza y como pidiéndole permiso y luego la tomé con mi mano derecha. La pija de ese tipo pesaba una tonelada; no me quería imaginar cuando estuviera parada. La pajeé un poco como pude con una mano y quedó medio erguida pero sin cambiar de grosor. Fue cuando me di cuenta de que mi propia pija ya estaba tan parada que me dolía, y aún no la había guardado en mi pantalón.
-Veo que te gusta tanto como a mi- dijo, y acto seguido tomó mi verga con una de sus manazas muy suavemente y la pajeó una o dos veces. Dejé escapar un suspiro que tenía más de gemido que de otra cosa. El se rió para adentro y me soltó.
-Soy Gastón, encantado- le dije y sonreí.
-El gusto es mío- dijo y me devolvió la sonrisa-. Soy Ernesto.
Como de común acuerdo, ambos metimos nuestras "cosas" en su lugar y salimos pero no a la sala.
-¿Qué edad tenés?- me preguntó; supongo que aparenté mucha menos edad de la que tengo.
-Veintitrés, ¿y vos?
-Cuarenta y dos. Te invito a mi casa, la vamos a pasar bien.
Y total ya estaba jugado. Acepté.
-No suelo hacer ésto, ¿sabés?- le dije.
-Lo curioso es que yo tampoco- me respondió-, por eso me gusta.
No respondí. en lugar de eso me subí a su coche y dejé que me llevara a donde él quisiera. No veía la hora de saborear ese pedazo de carne y sentirlo latir en mi cola, pero.... ¿Entraría?
Aunque por el camino casi no hablamos, no me sentí nervioso para nada. Tal vez por eso le pedí lo que le pedí.
-Sacate los pantalones y manejá asi para que lo pueda ver, ¿te animás?
Me miró con una mezcla de asombro, entre divertido y extrañado, pero en lugar de decirme algo, se rió y en un semáforo se desabrochó el cinturón del pantalón y se lo bajó hasta los tobillos. Entonces su aparato se bamboleó de manera graciosa entre su panza y el volante. Yo me incliné lo suficiente como para soplarle suavemente y hacerle cosquillas.
-Tengo un chalet en San Isidro, te va a gustar-. Por primera vez noté que se le quebraba la voz.
-Mhm- dije yo y enseguida acerqué mi cara a la mata de pelo negrísima y espesa para olerla y sentir ese olor a macho que tanto me gusta. Pero de golpe me vino a la mente la imagen de nosotros chocando en la Av. Libertador y mis viejos teniendo que identificar mi cadáver viendo que morí con una poronga en la boca. Asi que me levanté y me senté bien otra vez, mirando cómo suspiraba hondo y fugazmente me dirigía una media sonrisa que me dijo todo. Aceleró y me dijo que ya faltaba poco para llegar. Su verga negra como el carbón casi no se veía, pero brillaba como si estuviera pulida cuando la luz de la calle la bañaba. Como si fuera una goma brillante. Al llegar cerca de su casa, se subió el pantalón. Llegamos a un coqueto chalet en un barrio de iguales condiciones. El portón del garage se abrió automáticamente y cuando estuvimos solos en el living, fue directo al grano: me pegó un chupón que me dió vuelta.
-No te hacés una idea de lo caliente que estoy- me dijo-. Acercate.
Ya se había sentado en un sofá de dos cuerpos y desprendido el cinturón. Me acerqué lentamente y lo miraba a los ojos. Yo también estaba que volaba de calentura y sentía mi verga palpitar en mi pantalón. Cuando llegué junto a él, me terminó de acercar hacia sí agarrándome del cinturón y con manos grandes pero habilidosas comenzó a desabrocharlo despacio primero y rápido después. Yo contribuí quitándome las zapatillas. Sentado y todo casi me llegaba al cuello. Me quitó la remera y cuando vio mi cuerpo formado comenzó a elogiarme y a decirme lo lindo que era y cosas asi. Yo lo agarraba del costado de la cabeza y sentía esa excitante sensación de sus pelitos cortos deslizarse por mis palmas, mientras él me besaba la panza y las tetillas, mordisqueando aquí y allá y pasando sus manos por mi espalda o mi torso, acariciándolo en cada uno de sus huecos. Le dí una de mis tetillas y la mordisqueó despacio, succionándola. De repente, terminó de bajarme y sacarme los pantalones, con lo cual mi pija saltó a su cara en un gracioso latigazo que casi le da en la nariz. Nos reímos juntos. Era gracioso y a la vez raro lo bien que habíamos congeniado los dos sin conocernos siquiera. Todo se dió asi, espontáneo. Como si conociéramos los gustos y los tiempos del otro, y eso que él podría haber sido mi viejo.... Pero no lo era.
Quedé completamente desnudo salvo por mis medias azules de toalla. Si uno viera la escena desde afuera, pensaría que un negro degenerado estaba abusando de un pibe de 16 años, por la comparación corporal. Además mi cuerpo contrastaba terriblemente con el de Ernesto por el color de piel. Yo desaparecía, literalmente, entre sus brazos y manos. Me acariciaba con ternura y pasión a la vez, como degustándome.
Al ratito de eso, se inclinó un poco hacia adelante y yo hice lo mismo con mis caderas. Se metío mi verga en la boca y con sus manos me apretaba y masajeaba las nalgas que prácticamente tapaba con sus manos. Las separaba y las volvía a juntar, urgando con uno de sus dedos en mi agujerito. Chupaba con lentitud. Cuando llegaba a la punta, abría la boca, rodeaba la cabeza de mi pija y hacía lo mismo casi cuando llegaba hasta la base del tronco, formando una especie de alfombrita con la lengua. Esto me hizo escapar un gemido sonoro, con lo que me abracé a su cabeza y apoyé mi pecho en su frente, estirando las manos para acariciarle la espalda. Al hacer ésto, él me tomó de la cintura y me guió a subirme al sillón. Sin que él se sacara mi pija de su boca, quedé subido con su cuerpo entre medio de mis piernas. Allí fue donde dejó mi pija por unos momentos para meterse mis huevos (los dos juntos) en la boca y masajearlos con la lengua adentro. Los tironeaba para abajo mientras los chupaba y seguía masajeando cada vez más profundo mi culo. Yo no paraba de gemir y suspirar; nunca me habían hecho algo así. En eso, me pidió que me dé vuelta y quedé con mi colita expuesta. El la expuso más, abriéndola con sus manos. Creo que cuando su lengua intentó penetrarme el ano, casi pierdo el equilibrio de la sacudida que experimenté. Pasaba su lengua por ese lugarcito que hay entre los huevos y el ano, una y otra vez, de arriba a abajo y todo a lo largo de la raya de mi cola hasta casi llegar a la base de mi espalda, dándome escalofríos. Pasó una mano por entre medio de mis piernas y me agarró de la pija desde atrás, subiendo y bajando su mano y a veces, apretrujaba mis huevos suavemente. Me sentí todo flojo cuando me penetró su lengua fuerte, casi como violándome la cola. Me abría las nalgas con las manos hasta hacerme doler de tanto estirarlas y yo me agarraba de su cabeza como si me colgara de la baranda de un balcón...
Pero al abrir los ojos, lo ví: una torre de carne negra, venuda y erguida; palpitaba y se movía acompasando sus embestidas a mi agujerito con la lengua. Entonces apoyé mi torso en el suyo, formando un 69, y él sacó mas afuera del sillón sus caderas. Su boca no paraba de relajarme el ano, ese "lugarcito" y los huevos, mientras ya tenía dos de sus dedotes en la cola.
Tomé su verga con las dos manos. Casi no cerraba su circunferencia, y me dediqué a meter primero su cabezota en mi boca. Comparándola, era del tamaño de una mandarina. La lamía y la chupeteaba de costado. Luego me fui metiendo ese cilindro carnoso todo lo que pude pero mi carrera llegó casi hasta la mitad. Yo no podía creerlo, cuanto más la miraba, más me calentaba. Luego la lamí y la besé todo a lo largo, pasando la lengua por la unión de la cabeza y el tronco, algo que a mi me produce un cosquilleo infernal. Pareció que a él también porque cuando lo hice, gimió fuerte y metió su lengua aún más en mi cola, que ya era una jabonera de tan lubricada. Era divertido porque me sentía como un chico jugando con ese chiche gigante. Usaba las dos manos para pajearlo, lento y rápido, suave y fuerte. Pasé su vergota por el costado de mi cuello y llegué a sus pelotas, enormes y calientes. Alternaba metiéndome una y después la otra, mientras subía y bajaba mi mano por su pija. Mi verga estaba aprisionada contra su pecho y lo mojaba todo con mi jugo. Asi fue como me incorporé, me di vuelta y quedé frente a él. Estaba extasiado, jadeaba y me miraba a los ojos. Yo lo miraba desde arriba, de pie junto a él con mi pija frente a su cara, que la tenía toda empapada, señal de que se había divertido bastante con mi cola.
-Me volvés loco...- jadeó con una sonrisa leve.
Comencé a bajar lentamente y al hacerlo le pasé todo mi cuerpo por la cara, comenzando por mis pelotas. Al pasárselas por la nariz y la boca, sacó la lengua, se agarró de mis nalgas (otra vez) y fue deslizando sus manos por mis caderas y espalda. Yo le pasé de arriba a abajo la pija por la boca y la lengua y él la lamió obedientemente. Luego seguí bajando y sus besos y caricias desfilaron por mi panza y pecho, hasta que quedé trabado entre su verga y su panza, montado como un jinete en su caballo. Entonces me le prendí en un chupón profundo y él respondió abrazándome con sus dos fuertes brazos, cubriéndome el cuerpo y agarrándome del pelo. Las lenguas se juntaban y se peleaban. Esto último y que me agarrara de los cabellos me calentó de una manera que no pensé que podía hacerlo y comencé a subir y a bajar las caderas, haciendo resbalar su pijota entre mis nalgas. Ambos seguíamos gimiendo y los ruidos húmedos de nuestros besos nos incitaban a seguir toda la noche.
De pronto me di vuelta, apoyando mi espalda en su pecho y abrazándome desde atrás a ese hombretón fuerte, grandote, sintiendo su respiración agitada en la nuca y en el costado de mi cuello, con su verga junto a la mia.
Me incorporé y me arqueé un poco, poniéndome en cuclillas, tomando su vergota con una mano y con la otra me sostuve de su hombro. Como él vió lo que yo quería hacer, me agarró de las nalgas y los muslos alternativamente para ayudarme.
Entonces comenzó el show.
Literalmente me senté en la punta de su pija y disfruté de su contacto redondeado y sus vibraciones; palpitaba en mi puerta y me encantaba sentirlo. El jadeaba y yo, a la par, como a la espectativa... ¿Entraría?
Me sorprendió él, que comenzó a empujarme hacia abajo, a presionar como si quisiera pasar un misil por el ojo de una cerradura. Y era eso: un misil de carne. Sentía cómo me partía en ocho pedazos, cómo me ensanchaba. Me sostenía tan firme que ni siquera se zafó una vez. Creo que le marqué el hombro de lo fuerte que lo agarré y cerré los ojos con una mueca de dolor intenso pero no me importó. Y al parecer a él tampoco ya que seguía con su arremetida. Al ser tan grande, pude sentir patente cómo pasaba la unión de la cabezota y el tronco; eso me hizo estremecer de dolor.
-¡Ay, seguí, por favor! ¡No pares!- le dije con una voz que no era la mía- ¡Pero por favor, empujá despacio!
-No te preocupes, putito, que yo voy a cuidar de que disfrutes con todo adentro- me susurró gimiendo.
No me explico cómo fue que lo sentí pero lo cierto es que asi fue. Sentí todo el trayecto hasta el final. La unión de la cabeza luego de lo cual se ensanchó más, si eso era ya posible, y luego vinieron las venas fuertes y duras. Podía sentir cada uno de sus negros centímetros rompiéndome el culo, literalmente.
El me sostenía por las nalgas desde abajo, aunque más me dejaba caer que otra cosa. Pasé la mano para abajo y tanteé cuánto me faltaba y con horror (o placer), me di cuenta de que recién íbamos por la mitad y yo ya me sentía totalmente colmado.
Nuevos empujones suaves y más centímetros adentro (que luego medí y eran 29x7...). Ya no daba más de lleno cuando sentí una suave cosquillita en mis cachetes, entre el dolor y la sensación de estar estirado a más no poder y me dí cuenta de que me había tocado las cuerdas vocales con la punta de su verga. Juro que lo sentí asi. No sé cuánto tiempo nos quedamos asi, yo ensartado en ese poste de ébano y él palpitando en mi interior. Pero lo curioso es que en esos minutos en que ambos nos quedamos sintiendo las palpitaciones del otro, ninguno atinó a nada que no fuera quedarse quieto y relajarse. Yo sentía su corazón queriendo salir de su pecho, golpeándome la espalda y decirle al mío que se salga por mi boca. Lo abracé muy lentamente hacia atrás y acerqué su boca a la mía y asi me comió la lengua una vez más. Comencé a moverme en círculos y toqué sus huevos justo debajo de los mios. El pasó sus manos para adelante y me agarró la verga, acariciándola. Me enpezó a besar con más frenesí y de golpe me sorprendió poniéndose de pie. Yo grité de sorpresa y de dolor y me tuve que agarrar de su cuello para no morir empalado. Rápidamente me sostuvo de la cintura y el dolor dejó paso a una sensación de placer que yo ya conocía de sobra, aunque nunca tan ensanchado. Tratando de caminar y sosteniendome por mis piernas flexionadas, fue lentamente hacia su dormitorio, supuse, y con cada nuevo paso que daba, yo sentía cómo vibraba su poronga en mi interior. Gemí con cada paso que dió en esa casa interminable hasta que llegó a la pieza, que casualmente tenía una puerta del placard abierta y, oh sorpresa, era de las que tenían un espejo interno.
-Pará, pará, por favor.- gemí- Llevame frente al espejo, ¿si?
-Como quieras, putito.
Al oir eso me sostuve fuerte de su cuello y apreté mi esfínter para sentir mejor. Al llegar al espejo, no dí crédito a lo que veía: Me ví sostenido por las nalgas desde atrás por un cuerpo moreno y fuerte, abierto de piernas y con mi pija en lo más alto que podía estar, pero no parecía que tuviera una verga grande en la cola, ¡parecía todo un brazo! El grosor de esa poronga con su uretra gigante en el medio había desaparecido practicamente por completo en mi interior. El me aguantaba bien asi que volví a tocar sus huevos y los míos, porque no lo podía creer. Mi cuerpo era como una pequeña enredadera en un tronco enorme. Al parecer, esa visión calentó mucho a Ernesto. Dio media vuelta y fue hacia el balconcito del dormitorio y alli me hizo tomarme de la baranda... No puedo explicar lo que fue sentir el bombeo de semejante caballo dentro de mi humilde colita. Era terrorífico pero a la vez sublime. Me deshacía en pedazos. Bufaba, me decía lo hermoso que era, me apretaba las caderas. Hasta llegó a tomarme de los cabellos, cosa que me re calentó más. Pero donde se zarpó, fue cuando me agarró de ambos brazos y los sostuvo como si fueran riendas. ¡El caballo me montaba a mi! Grité de dolor pero le rogué que siguiera. Se lo supliqué... Y siguió. Sus embestidas eran como un pistón. Yo estaba abierto de piernas y gracias a mi elasticidad, subí una a la baranda con lo cual quedé totalmente abierto. Y él separaba mis nalgas y me taladraba.
-¡Ya estoy llegando, putito!- gruñó- ¡Te voy a acabar todo!
-¡La quiero en la cara y en el pecho!- lloré.
Se estaba descontrolando y al cabo de unos eternos minutos más, lo sentí temblar completamente. Su cuerpo se estremecía con el mio y cuando menos me la esperé, me la sacó de golpe. Grité ahogadamente pero no me dió tiempo a nada más. Me giró bruscamente y vi que se estaba como apretando la pija. Y efectivamente así era, porque cuando la soltó, fue como si una manguera se hubiera liberado y chorro tras chorro de su semen me empapó la cara, la boca, el pelo, el cuello y el pecho. Estaba hirviendo y me esmeraba por tratar de que no errara ninguno. Sus gruñidos eran profundos como los de un animal y me sostenía la cabeza por los pelos, pasándome la chota por toda la cara y el cuello.
-¿Y yo?- pregunté en tono de llanto.
-Parate y vení para acá- dijo él y arrodillándose, se metió en la boca mi verga que ya estaba a punto de explotar con tanta cogida. No necesitó de mucho, ya que metiéndome dos dedos en el culo, succionó con furia mi pija y me derramé en su boca, sosteniéndome de su cabeza para no caerme del placer. Me sorprendió que no la escupiera. Se la bebió toda y me limpió la verga como un rey. Luego me miró a los ojos.
-Qué lindo putito que sos- me susurró.
-¿Tenés algo para comer?- le pregunté de cara rota. Ambos reímos.
Cenamos bien, luego de vestirnos y tomar algo de vino. A eso de la 1 de la mañana me llamó un taxi y quedamos en vernos en un bar a la semana. Fue ahi donde lo ví por segunda vez.
No me esperé su propuesta. Y mientras caminaba por la calle, tomé una decisión.


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5 comentarios - Relato Gay: Profundo Azabache 1º Parte

Sancarlinohot +1
Excelente amor
blopayo
Me alegro que te haya gustado y gracias por pasar, comentar y puntuar:
Ahi te dejo la 2º parte. 😉

http://www.poringa.net/posts/relatos/2037745/Relato-Gay-Profundo-Azabache-2-Parte-Final.html
FxMachete +1
Me calento horriblemente y me la jale 2 veces.muy bueno.
blopayo
Gracias por pasar y me encanta que te haya gustado! 😃 Ya leíste la 2º parte? 😉
kramalo +1
mierda....!! a mi no me entra ni un dedito....jaja..!! muy bueno. no quiero ni pensar como te quedó el asterisco....
blopayo
Es un relato ficticio; no soy yo jajajaja ¿Te imaginás? A mi tampoco me entra ni un dedo: me arde. Y bueno, si te gustó, leete la 2º parte que te va a dejar asi 😳
profezonasur +1
Me gustó mucho el relato, bien contado.