Quería compartir con ustedes un relato que escribí hace cierto tiempo, contando las penurias del pobre Gonzalez, el cual tiene una jefa que al parecer quiere hacerle la vida imposible, hasta que... en fin, espero les guste.
Revisé mi reloj con impaciencia, viendo que ya casi era la hora de salida mientras terminaba los reportes de finanzas de la compañía. Debo apurarme, pensé con una sonrisa, ya que hoy era el cumpleaños de mi hija de 8 años y nada quería más en el mundo que estar de vuelta en casa.
Pero en ese momento no imaginaba el giro que darían los acontecimientos esa noche.
Todo había comenzado hace 1 año, cuando había sido contratado por la prestigiosa firma de Abogados Walter Verti y Asociados, en donde gracias a mi desempeño, hace una semana me habían ascendido a contador general asociado. Y claro, todo eso implicaba una mejor "categoría" y jugosos beneficios, entre ellos una espectacular oficina en el Pent-house del edificio, junto a los altos ejecutivos de la empresa.
Debo aclarar que a mis 35 años yo era un tipo sencillo que era feliz comiéndose unos tacos en la calle. Pero de repente me vi coexistiendo con trajes Armani, relojes Rolex, Mercedes Benz y millones de dólares, y básicamente me sentí como un intruso en el Olimpo, como si fuera un mero mortal que se hubiera colado en el paraíso de los Dioses.
Aunque sí de dioses se trataba, no había nadie como ella....
... Ojos Verdes, mi jefa inmediata.
Su nombre real era Bari, y era la única hija del dueño de la empresa. Y a sus 28 años era fría e implacable, y en el ambiente tenia fama de ser capaz de destruir familias e ilusiones con tal de lograr un buen negocio.
Y por si fuera poco, nunca sonreía.
NUNCA.
Pero a pesar de eso, era imposible odiarla. En el momento en esos ojos verdes felinos te miraban, el tiempo se detenía. Su rostro de niña perfectamente bien diseñado, flanqueado por su dorada y larga cabellera, no hacían más que aumentar el dolor de estar tan cerca de la perfección y no poder tocarla. Y su cuerpo era aun más impactante, alta pero con perfectas curvas por todos lados, y las portaba con la elegancia que solo poseen las Diosas que se saben superiores al mundo.
Sin duda, una belleza capaz de arrebatarle la razón a cualquier hombre.
El problema era que, por alguna razón que yo desconocía, ella parecía odiarme con toda su alma, y desde que me habían dado el ascenso se había empeñado en hacerme la vida imposible, casi como si le gustara atormentarme, porque era normal que entrara a mi oficina a gritarme por nada, o que me hiciera ir por documentos inútiles hasta el primer piso, o que me llamara a su oficina solo para mandarme a comprarle un café…
…Al Starbucks que está a 5 cuadras. ¡Como si yo fuera su chico de los mandados!
Pero aun así, como dije, era imposible odiarla.
En ese momento oí un ligero alboroto afuera de mi oficina, y un segundo después la puerta se abrió de golpe y entró Bari con una actitud de no muchos amigos. Pero al verla me quedé embelesado admirando su espectacular cuerpo, apenas cubierto por un elegante conjunto de saquito negro y mini falda del mismo color, lo que dejaba sus increíbles piernas torneadas tentadoramente a la vista.
Pero ella interrumpió el trance tirándome unos papeles a la cara…
"¡González, eres un estúpido! – Me reclamó con muchísimo enojo. -¿Volviste a cambiar las fechas de las operaciones de Junio?"
"E.este, señorita Bari, yo... –Respondí apurado mientras me agachaba a recoger los papeles. -Esas fechas son correctas, ¡Yo mismo las revisé!"
Ella se me quedó viendo con total seriedad durante unos segundos, hasta que finalmente esbozó una muy ligera sonrisa, casi imperceptible. "Pues sí, González, creo que tienes razón. Las fechas están bien."
Con eso se dio media vuelta y se fue sin decir más.
Suspiré con irritación, ya que con este sumaban 15 “Berrinches” en apenas mi primera semana aquí. Bueno, pensé con una ligera sonrisa, al menos hoy tendré una alegría al volver a casa. Solo tengo que terminar unos reportes más y estaré libre, y…
De repente la puerta se volvió a abrir y Bari entró a toda prisa."González, necesito los estados financieros YA"
"P.pero, señorita Bari, es viernes, y yo ya me estaba a punto de ir a casa."
Pero esos hermosos ojos verdes no mostraron ningún signo de misericordia, sino todo lo contrario. "¿Tú crees que a mí me importa tu vida, González? Prepárame esos reportes YA."
"Señorita Bari, por favor, es el cumpleaños de mi hija, y…"
"Tienes una hora." Respondió secamente, y con eso volvió a salir de mi oficina sin darme tiempo a contestar.
Me quedé apretando los puños con furia, tratando de contenerme. ¿Cómo era posible? Era el cumpleaños de mi hija y ni así se había apiadado.
"¡Maldita vieja! -Grité lanzando unos lápices a la pared. -¡Estará muy buena, pero esto son mamadas!"
Inmediatamente le hablé a mi esposa, explicándole la situación mientras al fondo del auricular oía los gritos de todos los invitados a la fiesta de mi hija, prometiéndole que no me tardaría mucho, y apenas colgué me puse a trabajar lo más rápidamente posible en el reporte.
Pero el trabajo era más pesado de lo que pensé, y así pasó una hora. Dos. Tres.
Cuatro….
Hasta que a las 11pm logré terminar.
"Por fin, puta madre." Dije mientras a toda velocidad imprimía los reportes, y cuando los tuve en un folder salí de mi oficina hacia la de Bari, pero noté que ahora todo el Pent-house estaba oscuro con miles de cubículos vacios por todos lados, y no pude evitar sentir envidia por la gente que ya estaba descansando tranquilamente en su casa.
Cuando llegué a la oficina de Bari entré directamente sin siquiera tocar la puerta, colocando los papeles en su escritorio mientras ella seguía escribiendo unas cosas en su computadora como si nada, hasta que después de algunos segundos se puso a revisarlo. Pero al ver su expresión supe que las cosas no iban tan bien…
"¿Pero González, no pusiste los rendimientos de Enero?" Dijo irritada.
"Mira, Bari… -Me detuve en seco, ya a ella nadie la podía tutear- Perdón, señorita Bari, usted no me indicó que necesitaría esos rendimientos, por lo que…"
"Por Dios, González, es usted un estúpido de lo peor… era evidente que esos rendimientos tenían que estar ahí."
"Señorita Bari, no creo que los insultos sean la mejor forma de..."
En ese momento sucedió algo que me dejó en shock, porque por primera vez en mi vida la vi sonreír. Pero no era un gesto inocente, sino uno que reflejaba la maldad más absoluta. Ojos Verdes era como una niña diabólica, que se divertía de lo lindo al hacer sufrir a su pobre mascota.
"¿Te afectan los insultos, González? –Puso una mueca de sarcasmo. -¡Pobrecito! Pero tu estupidez me puede costar mañana 5 millones de dólares, así que ve y arregla ese reporte de inmediato."
Apreté los puños sintiendo nuevamente la sangre hirviendo entre mis venas, y no me pude contener.
"Señorita Bari, es usted… ¡Un asco de persona! ¿Me oyó bien? ¡Esto no se le hace a la gente!"
"¡Ah! ¿O sea que me culpa de su idiotez, González? –Respondió con indignación, levantándose de su asiento. - ¡Si usted tuviera la inteligencia para llenar correctamente esos reportes, no estaría aquí trabajando tan tarde!"
"¡Pero es que me estas pidiendo puras pendejadas!" Le grité haciendo aspavientos, y entonces perdí el control y pateé violentamente una silla.
Pero Bari ni se inmutó al verme así. Sonrió como solo ella sabía hacerlo y dijo: "¿Ah sí? ¿Realmente estas tan molesto, González?"
Y de nuevo esos ojos verdes encantadores, que como si fueran hipnóticos me atraparon por un segundo. Pero mi furia era mayor. "¡Si, maldita sea! ¡Trabajar contigo es la peor experiencia de mi vida!"
Bari se me acercó lentamente hasta quedar parada justo frente a mí, y al tenerla tan cerca su belleza se volvió casi insoportable, como si acercara una mano al fuego. Entonces vi que puso su típica expresión de arrogancia. "Mira contadorcito, vamos dejando esto en claro. Cuando mi padre se entere lo que hiciste…"
"¿Sabes qué? ¡Me vale madre! -La interrumpí agresivamente. –Si quieres correrme, ¡Hazlo! Pero no estoy dispuesto a soportar ni un segundo más tus berrinches.”
Pero lo más extraño fue que Bari se calló inmediatamente, y solo se me quedó viendo en silencio durante unos incómodos segundos, hasta que finalmente volvió a poner una expresión desafiante y con altanería dijo: "¿Quieres callarme, González?"
"¡Sí! Oírte ya me tiene…"
"Méteme la verga en la boca." Dijo con total seriedad.
Me quedé helado.
"¿P.perdon?" Respondí sintiendo como mi corazón se aceleraba al máximo, casi como si hubiera corrido un maratón.
"Lo que oíste, González. –Respondió Bari levantando una ceja. -Méteme la verga en la BOCA. ¿O no tienes los huevos para hacerlo?"
Volver a oír eso fue como si me hubieran echado gasolina ardiendo, mi cuerpo estaba a punto de derretirse, y mi instinto sexual gritaba por todo mi cerebro: ¡Ataca Tigre!
Pero…
…Pero los remordimientos me estaban torturando. Por muy tentadora que sea la oferta, por muy EXQUISITA, DELICIOSA Y HERMOSA que estuviera Bari, no podía hacerle esto a mi esposa. Ni a mi hija, justo ahora en su cumpleaños.
No podría perdonármelo si cedía ante la tentación.
"Bari, se que quizás me arrepienta toda la vida, -Le dije sin atreverme a mirarla a los ojos. -Pero tendré que decir que NO a tu oferta."
Y acto seguido di la vuelta para marcharme, sintiéndome el más estúpido del mundo, el tipo al que le regalan un Ferrari y dice que no. Y estaba casi seguro que algún día me arrepentiría de esto, aunque la tentación de darme vuelta y besarla me estaba desgarrando por dentro.
"P.pero, ¿¡Como te atreves a rechazarme?! –Me reclamó Bari con la voz temblándole del coraje. -¿¡Pero que te has creído, estúpido?! ¡Esta es la más grande oferta de tu maldita vida!"
Y las cosas no se iban a quedar así, porque de repente sentí como una taza de café se impactaba violentamente en mi espalda, cayendo al piso hecha añicos.
"¡P.puta madre!" Grité retorciéndome ante el impacto, pero no tuve tiempo para más, porque de repente Bari se me pegó a la espalda y comenzó a rasguñarme el pecho y cuello. "¡Idiota, eres un idiota miserable, te voy a hundir maldito!" Me decía con total furia, y yo mientras tanto apenas si lograba agarrarle un poco las manos. “¡Espérate, carajo, espera!” Pero era imposible contenerla, y en menos de un segundo ya estaba yo con moretones en todas partes y el pelo despeinado.
Pero al sentir su espectacular cuerpo retorciéndose entre mis brazos mi resistencia fue debilitándose, y la tentación de poseerla se volvía cada vez más insoportable. Y Bari se daba perfectamente cuenta de esto, porque su respiración se fue convirtiendo en gemidos, hasta que de repente me dio un beso en la mejilla con un gesto infantil.
Me quedé helado de nuevo.
Y de repente otro beso, ahora en la frente. Y luego en la nariz. Luego en la barbilla. Finalmente…
En la boca.
Sus labios se apretaron con desesperación contra los míos y sin poder contenerme la besé apasionadamente, apretándola contra mi cuerpo con todas mis fuerzas mientras le apretaba las nalgas de la forma más primitiva y animal.
"E..estúpido, maldito sirviente…." Dijo ella con una mueca arrogante, respondiendo a mis besos con el doble de intensidad, hasta que de repente me clavó las uñas en la espalda, lo que hizo que se riera como si hubiera hecho la más divertida travesura.
“¡Carajo!” Grité retorciéndome de dolor, pero eso fue la gota que derramó el vaso. El animal que había en mí despertó violentamente, y sin pensar en nada le di una cachetada tremenda…
¡Slap!
Y antes de que Bari pudiera reaccionar la agarré del pelo y de la forma más humillante la empiné contra su escritorio mientras ella pataleaba ferozmente e intentaba levantarse, pero mi fuerza era muy superior y la contuve sin problemas.
"¡Idiota, déjame ir, estúpido!" Decía con rabia, tratando como desesperada de darse la vuelta.
Pero ya no me importaba nada. Al ver su exquisita silueta contra el escritorio, solo pensé en una cosa.
Dios mío, perdóname, pero necesito culearmela ya!
Con un gesto agresivo le subí la falda de un jalón, y el más exquisito culo de la historia quedó desafiante frente a mí, un par de nalgas tan perfectas que parecían haber sido esculpidas por Dios en persona, y al ver que Bari llevaba también unas perversas medias con liguero hasta la cintura hicieron que mi erección se elevara al máximo, a punto de explotar.
Pero ahora sólo quedaba una diminuta tanguita negra entre el paraíso y yo, y sin poder contenerme se la arranqué de golpe.
"Ay, déjame, estúpido…" Gimió Bari con la respiración entrecortada al ver como la sometía, sudando copiosamente mientras sus forcejeos eran cada vez más débiles, señal de que se estaba cansando, y entonces me saqué la verga del pantalón y con desesperación froté mi gruesa cabeza morada contra sus húmedos labios vaginales, pero sin penetrarla aún.
"A..ah…" Gimió Bari muy suavemente, quedándose quieta por un segundo.
Pero mi objetivo estaba claro y quería hacerla pagar por todos los abusos cometidos, por lo que usando únicamente la abundante lubricación de sus jugos sexuales, apreté mi gruesa verga contra su ano y firmemente empujé hasta que mi carne lo venció contundentemente, entrando en su cuerpo centímetro a centímetro.
"AAAAAAAAAAy… espera, estúpido, d..duele.." Gritó retorciéndose bajo mi cuerpo, intentando levantarse sin éxito mientras pataleaba con un gesto infantil, pero mi miembro siguió entrando en su culo hasta que mi cuerpo pegó contra sus nalgas.
“¡Ahhhhhh!” Gruñí de una forma sexual. La había poseído por completo, y Bari ahora estaba temblando ligeramente contra el escritorio, con los ojos cerrados. Pude ver una delicada lagrima en sus mejillas, y sin mucha sutileza le dije al oído: "¿Así te gusta, cabrona?"
Un débil movimiento de su cabeza me indicó que sí.
En ese momento la agarré agresivamente del pelo y la obligué a ver al frente, y sin darle tiempo a nada comencé a mover mis caderas contra sus nalgas de una forma brutal, casi sádica, montándola como animal en celo.
Y ella abría la boca de formas lujuriosas mientras gemía sin control, apretando su cuerpo con cada embestida, logrando que la fricción de mi verga en su culo se volviera sublime. “¡Ay, ahhhh, mmmmmm!”
Con un gesto dominante le dije al oído: "¿Ya no soy tan estúpido, Bari? Te estoy montando como la perra que eres."
"E.eres..un e..estúpido, G..González." Respondió desafiante, pero entonces paró aun más las nalgas con un gesto descaradamente receptivo, y sonreí con malicia.
Se estaba rindiendo...
Y yo estaba como loco, bombeando su exquisito culo mientras los sonidos en la oficina se volvían cada vez más crudos y sexuales, fascinado con las deliciosas reacciones de Bari. Sus nalgas siempre se levantaban después de cada empujón, como si pidieran más. Y cuando lo hacía y se la enterraba hasta el fondo, ella respondía a eso, y se le escapaban algunos gemidos más fuertes que los anteriores, y yo le respiraba en el cuello, mordiéndoselo apasionadamente hasta que después de casi 10 minutos de brutal monta…
"Pídeme la leche en el culo." Le dije al oído con la voz entrecortada.
"N..no…" Gimió suplicantemente con un débil forcejeo, pero con una cachetada se quedó quieta.
¡Slap…!
"Dilo, maldita sea…"
"N..no, e..estúpido…" Se quejó de nuevo en voz baja aunque su cuerpo decía otra cosa, y para someterla le volví a jalar el cabello con mas fuerza que antes. “¡Pídemelo, estúpida!"
Y por fin aceptó su derrota.
"D..dame…tu…l.leche.."
"¿Por donde la quieres?"
"E..en…el culo…"
No había arrogancia en su voz ya.
Era una mujer vencida, sometida….
Y al verla así no me pude contener más, me apreté violentamente a su cuerpo y comencé a venirme en su culo de una manera brutal. “¡AAAhhhh…P.puta madre…" Gruñí con angustia mientras le daba las ultimas embestidas, mordiéndole nuevamente el cuello. Bari sólo dio un ligero brinquito, pero se mantuvo en silencio mientras mi semen llenaba sus tripas con violentos chorros.
Y durante varios segundos no me pude ni mover. Sus firmes y poderosas nalgas seguían apretándome con una fuerza descomunal, hasta que finalmente logré incorporarme y lentamente le saqué la verga del culo.
Pero Bari permaneció empinada deliciosamente contra el escritorio, respirando agitada a la vez que ponía una cara de tierna satisfacción, y pude ver con excitación que su pobre ano se quedó abierto durante algunos segundos más, con un delicado hilito se semen deslizándose fuera de él.
Y de de confesar que era la visión más hermosa de mi vida.
Pero entonces me acordé de sus malos tratos, y con desdén agarré el reporte y se lo tiré bruscamente en la espalda.
"Ahí tienes tu maldito reporte." Dije mientras miles de hojas volaban por la habitación y se quedaban tiradas por todas partes.
Pero ella no dijo nada, y con mucha dificultad se bajó la faldita y acto seguido se levantó torpemente del escritorio, aunque siempre tratando de mantener la elegancia. Pero cuando trató de caminar hacia su silla las piernas le fallaron un poquito y casi se cae.
Mi primera reacción fue sujetarla, y al volver a sentir a Bari entre mis brazos sentí una ternura increíble, viéndola tan vulnerable que no podía ni caminar por la brutal culeada que le acababa de poner.
Dios mío, se ve tan indefensa...
"¿Estás bien?" Le pregunté mientras la ayudaba a sentarse en su lugar, y al hacerlo dejó escapar el más encantador quejido. "S.sí, estoy bien, g.gracias.."
Y entonces bajó la mirada, raro en ella.
"Bueno, -La miré con ansiedad. -Me tengo que ir, ¿Ok? Debo llegar al cumpleaños de mi hija."
Ojos Verdes no dijo nada, y solo asintió ligeramente con la cabeza.
Y entonces salí de ahí, pensando las formas en la que le explicaría a mi esposa el retraso, y sobre todo mis heridas y ropa rasgada.
¿Y si le digo que me asaltaron? No, se va a asustar. Mejor le diré que me peleé con alguien en la oficina, será mejor. Lo bueno es que no tengo rasguños en la cara, eso sí sería complicado de explicar.
Pero durante todo el camino a casa un pensamiento me persiguió una y otra vez, algo tan amenazador que podría cambiar mi mundo en un instante.
dejen puntitos porfa dejen igual comentarios se les agradece
Revisé mi reloj con impaciencia, viendo que ya casi era la hora de salida mientras terminaba los reportes de finanzas de la compañía. Debo apurarme, pensé con una sonrisa, ya que hoy era el cumpleaños de mi hija de 8 años y nada quería más en el mundo que estar de vuelta en casa.
Pero en ese momento no imaginaba el giro que darían los acontecimientos esa noche.
Todo había comenzado hace 1 año, cuando había sido contratado por la prestigiosa firma de Abogados Walter Verti y Asociados, en donde gracias a mi desempeño, hace una semana me habían ascendido a contador general asociado. Y claro, todo eso implicaba una mejor "categoría" y jugosos beneficios, entre ellos una espectacular oficina en el Pent-house del edificio, junto a los altos ejecutivos de la empresa.
Debo aclarar que a mis 35 años yo era un tipo sencillo que era feliz comiéndose unos tacos en la calle. Pero de repente me vi coexistiendo con trajes Armani, relojes Rolex, Mercedes Benz y millones de dólares, y básicamente me sentí como un intruso en el Olimpo, como si fuera un mero mortal que se hubiera colado en el paraíso de los Dioses.
Aunque sí de dioses se trataba, no había nadie como ella....
... Ojos Verdes, mi jefa inmediata.
Su nombre real era Bari, y era la única hija del dueño de la empresa. Y a sus 28 años era fría e implacable, y en el ambiente tenia fama de ser capaz de destruir familias e ilusiones con tal de lograr un buen negocio.
Y por si fuera poco, nunca sonreía.
NUNCA.
Pero a pesar de eso, era imposible odiarla. En el momento en esos ojos verdes felinos te miraban, el tiempo se detenía. Su rostro de niña perfectamente bien diseñado, flanqueado por su dorada y larga cabellera, no hacían más que aumentar el dolor de estar tan cerca de la perfección y no poder tocarla. Y su cuerpo era aun más impactante, alta pero con perfectas curvas por todos lados, y las portaba con la elegancia que solo poseen las Diosas que se saben superiores al mundo.
Sin duda, una belleza capaz de arrebatarle la razón a cualquier hombre.
El problema era que, por alguna razón que yo desconocía, ella parecía odiarme con toda su alma, y desde que me habían dado el ascenso se había empeñado en hacerme la vida imposible, casi como si le gustara atormentarme, porque era normal que entrara a mi oficina a gritarme por nada, o que me hiciera ir por documentos inútiles hasta el primer piso, o que me llamara a su oficina solo para mandarme a comprarle un café…
…Al Starbucks que está a 5 cuadras. ¡Como si yo fuera su chico de los mandados!
Pero aun así, como dije, era imposible odiarla.
En ese momento oí un ligero alboroto afuera de mi oficina, y un segundo después la puerta se abrió de golpe y entró Bari con una actitud de no muchos amigos. Pero al verla me quedé embelesado admirando su espectacular cuerpo, apenas cubierto por un elegante conjunto de saquito negro y mini falda del mismo color, lo que dejaba sus increíbles piernas torneadas tentadoramente a la vista.
Pero ella interrumpió el trance tirándome unos papeles a la cara…
"¡González, eres un estúpido! – Me reclamó con muchísimo enojo. -¿Volviste a cambiar las fechas de las operaciones de Junio?"
"E.este, señorita Bari, yo... –Respondí apurado mientras me agachaba a recoger los papeles. -Esas fechas son correctas, ¡Yo mismo las revisé!"
Ella se me quedó viendo con total seriedad durante unos segundos, hasta que finalmente esbozó una muy ligera sonrisa, casi imperceptible. "Pues sí, González, creo que tienes razón. Las fechas están bien."
Con eso se dio media vuelta y se fue sin decir más.
Suspiré con irritación, ya que con este sumaban 15 “Berrinches” en apenas mi primera semana aquí. Bueno, pensé con una ligera sonrisa, al menos hoy tendré una alegría al volver a casa. Solo tengo que terminar unos reportes más y estaré libre, y…
De repente la puerta se volvió a abrir y Bari entró a toda prisa."González, necesito los estados financieros YA"
"P.pero, señorita Bari, es viernes, y yo ya me estaba a punto de ir a casa."
Pero esos hermosos ojos verdes no mostraron ningún signo de misericordia, sino todo lo contrario. "¿Tú crees que a mí me importa tu vida, González? Prepárame esos reportes YA."
"Señorita Bari, por favor, es el cumpleaños de mi hija, y…"
"Tienes una hora." Respondió secamente, y con eso volvió a salir de mi oficina sin darme tiempo a contestar.
Me quedé apretando los puños con furia, tratando de contenerme. ¿Cómo era posible? Era el cumpleaños de mi hija y ni así se había apiadado.
"¡Maldita vieja! -Grité lanzando unos lápices a la pared. -¡Estará muy buena, pero esto son mamadas!"
Inmediatamente le hablé a mi esposa, explicándole la situación mientras al fondo del auricular oía los gritos de todos los invitados a la fiesta de mi hija, prometiéndole que no me tardaría mucho, y apenas colgué me puse a trabajar lo más rápidamente posible en el reporte.
Pero el trabajo era más pesado de lo que pensé, y así pasó una hora. Dos. Tres.
Cuatro….
Hasta que a las 11pm logré terminar.
"Por fin, puta madre." Dije mientras a toda velocidad imprimía los reportes, y cuando los tuve en un folder salí de mi oficina hacia la de Bari, pero noté que ahora todo el Pent-house estaba oscuro con miles de cubículos vacios por todos lados, y no pude evitar sentir envidia por la gente que ya estaba descansando tranquilamente en su casa.
Cuando llegué a la oficina de Bari entré directamente sin siquiera tocar la puerta, colocando los papeles en su escritorio mientras ella seguía escribiendo unas cosas en su computadora como si nada, hasta que después de algunos segundos se puso a revisarlo. Pero al ver su expresión supe que las cosas no iban tan bien…
"¿Pero González, no pusiste los rendimientos de Enero?" Dijo irritada.
"Mira, Bari… -Me detuve en seco, ya a ella nadie la podía tutear- Perdón, señorita Bari, usted no me indicó que necesitaría esos rendimientos, por lo que…"
"Por Dios, González, es usted un estúpido de lo peor… era evidente que esos rendimientos tenían que estar ahí."
"Señorita Bari, no creo que los insultos sean la mejor forma de..."
En ese momento sucedió algo que me dejó en shock, porque por primera vez en mi vida la vi sonreír. Pero no era un gesto inocente, sino uno que reflejaba la maldad más absoluta. Ojos Verdes era como una niña diabólica, que se divertía de lo lindo al hacer sufrir a su pobre mascota.
"¿Te afectan los insultos, González? –Puso una mueca de sarcasmo. -¡Pobrecito! Pero tu estupidez me puede costar mañana 5 millones de dólares, así que ve y arregla ese reporte de inmediato."
Apreté los puños sintiendo nuevamente la sangre hirviendo entre mis venas, y no me pude contener.
"Señorita Bari, es usted… ¡Un asco de persona! ¿Me oyó bien? ¡Esto no se le hace a la gente!"
"¡Ah! ¿O sea que me culpa de su idiotez, González? –Respondió con indignación, levantándose de su asiento. - ¡Si usted tuviera la inteligencia para llenar correctamente esos reportes, no estaría aquí trabajando tan tarde!"
"¡Pero es que me estas pidiendo puras pendejadas!" Le grité haciendo aspavientos, y entonces perdí el control y pateé violentamente una silla.
Pero Bari ni se inmutó al verme así. Sonrió como solo ella sabía hacerlo y dijo: "¿Ah sí? ¿Realmente estas tan molesto, González?"
Y de nuevo esos ojos verdes encantadores, que como si fueran hipnóticos me atraparon por un segundo. Pero mi furia era mayor. "¡Si, maldita sea! ¡Trabajar contigo es la peor experiencia de mi vida!"
Bari se me acercó lentamente hasta quedar parada justo frente a mí, y al tenerla tan cerca su belleza se volvió casi insoportable, como si acercara una mano al fuego. Entonces vi que puso su típica expresión de arrogancia. "Mira contadorcito, vamos dejando esto en claro. Cuando mi padre se entere lo que hiciste…"
"¿Sabes qué? ¡Me vale madre! -La interrumpí agresivamente. –Si quieres correrme, ¡Hazlo! Pero no estoy dispuesto a soportar ni un segundo más tus berrinches.”
Pero lo más extraño fue que Bari se calló inmediatamente, y solo se me quedó viendo en silencio durante unos incómodos segundos, hasta que finalmente volvió a poner una expresión desafiante y con altanería dijo: "¿Quieres callarme, González?"
"¡Sí! Oírte ya me tiene…"
"Méteme la verga en la boca." Dijo con total seriedad.
Me quedé helado.
"¿P.perdon?" Respondí sintiendo como mi corazón se aceleraba al máximo, casi como si hubiera corrido un maratón.
"Lo que oíste, González. –Respondió Bari levantando una ceja. -Méteme la verga en la BOCA. ¿O no tienes los huevos para hacerlo?"
Volver a oír eso fue como si me hubieran echado gasolina ardiendo, mi cuerpo estaba a punto de derretirse, y mi instinto sexual gritaba por todo mi cerebro: ¡Ataca Tigre!
Pero…
…Pero los remordimientos me estaban torturando. Por muy tentadora que sea la oferta, por muy EXQUISITA, DELICIOSA Y HERMOSA que estuviera Bari, no podía hacerle esto a mi esposa. Ni a mi hija, justo ahora en su cumpleaños.
No podría perdonármelo si cedía ante la tentación.
"Bari, se que quizás me arrepienta toda la vida, -Le dije sin atreverme a mirarla a los ojos. -Pero tendré que decir que NO a tu oferta."
Y acto seguido di la vuelta para marcharme, sintiéndome el más estúpido del mundo, el tipo al que le regalan un Ferrari y dice que no. Y estaba casi seguro que algún día me arrepentiría de esto, aunque la tentación de darme vuelta y besarla me estaba desgarrando por dentro.
"P.pero, ¿¡Como te atreves a rechazarme?! –Me reclamó Bari con la voz temblándole del coraje. -¿¡Pero que te has creído, estúpido?! ¡Esta es la más grande oferta de tu maldita vida!"
Y las cosas no se iban a quedar así, porque de repente sentí como una taza de café se impactaba violentamente en mi espalda, cayendo al piso hecha añicos.
"¡P.puta madre!" Grité retorciéndome ante el impacto, pero no tuve tiempo para más, porque de repente Bari se me pegó a la espalda y comenzó a rasguñarme el pecho y cuello. "¡Idiota, eres un idiota miserable, te voy a hundir maldito!" Me decía con total furia, y yo mientras tanto apenas si lograba agarrarle un poco las manos. “¡Espérate, carajo, espera!” Pero era imposible contenerla, y en menos de un segundo ya estaba yo con moretones en todas partes y el pelo despeinado.
Pero al sentir su espectacular cuerpo retorciéndose entre mis brazos mi resistencia fue debilitándose, y la tentación de poseerla se volvía cada vez más insoportable. Y Bari se daba perfectamente cuenta de esto, porque su respiración se fue convirtiendo en gemidos, hasta que de repente me dio un beso en la mejilla con un gesto infantil.
Me quedé helado de nuevo.
Y de repente otro beso, ahora en la frente. Y luego en la nariz. Luego en la barbilla. Finalmente…
En la boca.
Sus labios se apretaron con desesperación contra los míos y sin poder contenerme la besé apasionadamente, apretándola contra mi cuerpo con todas mis fuerzas mientras le apretaba las nalgas de la forma más primitiva y animal.
"E..estúpido, maldito sirviente…." Dijo ella con una mueca arrogante, respondiendo a mis besos con el doble de intensidad, hasta que de repente me clavó las uñas en la espalda, lo que hizo que se riera como si hubiera hecho la más divertida travesura.
“¡Carajo!” Grité retorciéndome de dolor, pero eso fue la gota que derramó el vaso. El animal que había en mí despertó violentamente, y sin pensar en nada le di una cachetada tremenda…
¡Slap!
Y antes de que Bari pudiera reaccionar la agarré del pelo y de la forma más humillante la empiné contra su escritorio mientras ella pataleaba ferozmente e intentaba levantarse, pero mi fuerza era muy superior y la contuve sin problemas.
"¡Idiota, déjame ir, estúpido!" Decía con rabia, tratando como desesperada de darse la vuelta.
Pero ya no me importaba nada. Al ver su exquisita silueta contra el escritorio, solo pensé en una cosa.
Dios mío, perdóname, pero necesito culearmela ya!
Con un gesto agresivo le subí la falda de un jalón, y el más exquisito culo de la historia quedó desafiante frente a mí, un par de nalgas tan perfectas que parecían haber sido esculpidas por Dios en persona, y al ver que Bari llevaba también unas perversas medias con liguero hasta la cintura hicieron que mi erección se elevara al máximo, a punto de explotar.
Pero ahora sólo quedaba una diminuta tanguita negra entre el paraíso y yo, y sin poder contenerme se la arranqué de golpe.
"Ay, déjame, estúpido…" Gimió Bari con la respiración entrecortada al ver como la sometía, sudando copiosamente mientras sus forcejeos eran cada vez más débiles, señal de que se estaba cansando, y entonces me saqué la verga del pantalón y con desesperación froté mi gruesa cabeza morada contra sus húmedos labios vaginales, pero sin penetrarla aún.
"A..ah…" Gimió Bari muy suavemente, quedándose quieta por un segundo.
Pero mi objetivo estaba claro y quería hacerla pagar por todos los abusos cometidos, por lo que usando únicamente la abundante lubricación de sus jugos sexuales, apreté mi gruesa verga contra su ano y firmemente empujé hasta que mi carne lo venció contundentemente, entrando en su cuerpo centímetro a centímetro.
"AAAAAAAAAAy… espera, estúpido, d..duele.." Gritó retorciéndose bajo mi cuerpo, intentando levantarse sin éxito mientras pataleaba con un gesto infantil, pero mi miembro siguió entrando en su culo hasta que mi cuerpo pegó contra sus nalgas.
“¡Ahhhhhh!” Gruñí de una forma sexual. La había poseído por completo, y Bari ahora estaba temblando ligeramente contra el escritorio, con los ojos cerrados. Pude ver una delicada lagrima en sus mejillas, y sin mucha sutileza le dije al oído: "¿Así te gusta, cabrona?"
Un débil movimiento de su cabeza me indicó que sí.
En ese momento la agarré agresivamente del pelo y la obligué a ver al frente, y sin darle tiempo a nada comencé a mover mis caderas contra sus nalgas de una forma brutal, casi sádica, montándola como animal en celo.
Y ella abría la boca de formas lujuriosas mientras gemía sin control, apretando su cuerpo con cada embestida, logrando que la fricción de mi verga en su culo se volviera sublime. “¡Ay, ahhhh, mmmmmm!”
Con un gesto dominante le dije al oído: "¿Ya no soy tan estúpido, Bari? Te estoy montando como la perra que eres."
"E.eres..un e..estúpido, G..González." Respondió desafiante, pero entonces paró aun más las nalgas con un gesto descaradamente receptivo, y sonreí con malicia.
Se estaba rindiendo...
Y yo estaba como loco, bombeando su exquisito culo mientras los sonidos en la oficina se volvían cada vez más crudos y sexuales, fascinado con las deliciosas reacciones de Bari. Sus nalgas siempre se levantaban después de cada empujón, como si pidieran más. Y cuando lo hacía y se la enterraba hasta el fondo, ella respondía a eso, y se le escapaban algunos gemidos más fuertes que los anteriores, y yo le respiraba en el cuello, mordiéndoselo apasionadamente hasta que después de casi 10 minutos de brutal monta…
"Pídeme la leche en el culo." Le dije al oído con la voz entrecortada.
"N..no…" Gimió suplicantemente con un débil forcejeo, pero con una cachetada se quedó quieta.
¡Slap…!
"Dilo, maldita sea…"
"N..no, e..estúpido…" Se quejó de nuevo en voz baja aunque su cuerpo decía otra cosa, y para someterla le volví a jalar el cabello con mas fuerza que antes. “¡Pídemelo, estúpida!"
Y por fin aceptó su derrota.
"D..dame…tu…l.leche.."
"¿Por donde la quieres?"
"E..en…el culo…"
No había arrogancia en su voz ya.
Era una mujer vencida, sometida….
Y al verla así no me pude contener más, me apreté violentamente a su cuerpo y comencé a venirme en su culo de una manera brutal. “¡AAAhhhh…P.puta madre…" Gruñí con angustia mientras le daba las ultimas embestidas, mordiéndole nuevamente el cuello. Bari sólo dio un ligero brinquito, pero se mantuvo en silencio mientras mi semen llenaba sus tripas con violentos chorros.
Y durante varios segundos no me pude ni mover. Sus firmes y poderosas nalgas seguían apretándome con una fuerza descomunal, hasta que finalmente logré incorporarme y lentamente le saqué la verga del culo.
Pero Bari permaneció empinada deliciosamente contra el escritorio, respirando agitada a la vez que ponía una cara de tierna satisfacción, y pude ver con excitación que su pobre ano se quedó abierto durante algunos segundos más, con un delicado hilito se semen deslizándose fuera de él.
Y de de confesar que era la visión más hermosa de mi vida.
Pero entonces me acordé de sus malos tratos, y con desdén agarré el reporte y se lo tiré bruscamente en la espalda.
"Ahí tienes tu maldito reporte." Dije mientras miles de hojas volaban por la habitación y se quedaban tiradas por todas partes.
Pero ella no dijo nada, y con mucha dificultad se bajó la faldita y acto seguido se levantó torpemente del escritorio, aunque siempre tratando de mantener la elegancia. Pero cuando trató de caminar hacia su silla las piernas le fallaron un poquito y casi se cae.
Mi primera reacción fue sujetarla, y al volver a sentir a Bari entre mis brazos sentí una ternura increíble, viéndola tan vulnerable que no podía ni caminar por la brutal culeada que le acababa de poner.
Dios mío, se ve tan indefensa...
"¿Estás bien?" Le pregunté mientras la ayudaba a sentarse en su lugar, y al hacerlo dejó escapar el más encantador quejido. "S.sí, estoy bien, g.gracias.."
Y entonces bajó la mirada, raro en ella.
"Bueno, -La miré con ansiedad. -Me tengo que ir, ¿Ok? Debo llegar al cumpleaños de mi hija."
Ojos Verdes no dijo nada, y solo asintió ligeramente con la cabeza.
Y entonces salí de ahí, pensando las formas en la que le explicaría a mi esposa el retraso, y sobre todo mis heridas y ropa rasgada.
¿Y si le digo que me asaltaron? No, se va a asustar. Mejor le diré que me peleé con alguien en la oficina, será mejor. Lo bueno es que no tengo rasguños en la cara, eso sí sería complicado de explicar.
Pero durante todo el camino a casa un pensamiento me persiguió una y otra vez, algo tan amenazador que podría cambiar mi mundo en un instante.
dejen puntitos porfa dejen igual comentarios se les agradece
0 comentarios - Mi odiosa Jefa