Hacia un par de semanas que había estado con Pablo pasando el fin de semana en Benalmádena, donde por fin habíamos follado por primera vez, después de más de medio año saliendo juntos. La experiencia me dejó muy marcada. Realmente me sentía feliz porque todos los miedos de que pudiera dejarme, tras estrenarse conmigo, se habían disipado. Durante esas dos semanas no habíamos repetido. Debido a nuestra corta edad, las posibilidades de tener un lugar propio, accesible y permanente para entregarnos plenamente, eran algo más que imposible. Por otro lado, siempre estábamos rodeados de amigos y amigas, lo que también lo hacía más complicado.
El miércoles por la tarde, Pablo me llamó a casa por teléfono. Fue mi madre quien lo atendió. Ésta le dijo que esperase o llamara más tarde puesto que yo estaba duchándome. Pablo no tuvo oportunidad de elegir pues enseguida mi madre comenzó a darle conversación. A mi madre le gustaba hablar con él pues, le caía muy bien y se interesaba por sus cosas y por cómo íbamos juntos. También aprovechaba para preguntarle por su madre a la que solo veía de vez en cuando. Eso me alegraba mucho pues para mí era muy importante que mi novio tuviera buena relación con mis padres.
Así estuvieron unos diez minutos hasta que Salí del baño y me puse al auricular. Charlamos un poco, nos dijimos unas cuantas tonterías empalagosas y por fin quedamos a las nueve para salir. Colgué el auricular y me dispuse para ponerme lo más guapa posible para él. En el fondo seguía teniendo temores de que pudiera fijarse en otra. Reconozco que era la chica más celosa que podía haber.
Cuando llegué al lugar de la cita él ya estaba, al igual que el resto de chicos y chicas de la pandilla. Agosto estaba casi por terminar y teníamos que aprovechar, ya quedaba menos tiempo para que empezara el curso y sólo dispusiéramos de los fines de semana para vernos todos.
Después de un rato hablando, todos nos fuimos a un parque que había en el barrio. Al llegar, Pablo y yo nos separamos un poco de los demás, como solíamos hacer siempre, durante un rato. En este rato hablábamos de nuestras cosas, nos besábamos, nos sobábamos un poco y nos decíamos las cosas que a ambos nos gustaba escuchar el uno del otro.
El resto de amigos siempre se burlaban de nosotros entre bromas y risas. En la pandilla solo había una parejita más, pero debido a que hacía más de dos años que salían, se tomaban las cosas con menos fogosidad.
Pasados diez minutos le pedí que regresáramos junto a los demás. Antes de hacerlo él me dijo:
-. Luz, tengo que decirte una cosa. Mis padres se van el sábado después de comer y regresan el domingo por la tarde. Tenemos mi casa para nosotros solos. Mi hermano suele quedarse en el piso de su novia.
-. ¿Qué quieres decirme con eso? – le pregunte temiéndome lo peor.
-. Pues que… hace ya demasiado tiempo que lo hicimos y podríamos aprovechar para ponernos al día en ese tema – me contestó.
Efectivamente mis temores se confirmaban. Si mis cuentas no me fallaban, ese mismo viernes me tenía que venir la regla. Hasta ese día, siempre había evitado tontear con él en esas circunstancias. No es que me diera asco ni pudor, nada de eso, era simple y llanamente que no me sentía cómoda.
-. Mira Pablo, lo cierto es que para ese día seguramente estaré con el periodo. Sé que es una tontería, pero lo cierto es que me siento muy incómoda y me da vergüenza. – no sabía que argumentar para evitarlo.
-. Pero no seas tonta, si precisamente en esos días tenemos la posibilidad de hacerlo sin condón y sin riesgos. – trató de convencerme.
-. Bueno, tú deja que me lo piense y el viernes te digo algo. – concluí sin saber dónde dirigir la mirada que no fuera a sus ojos.
Nos reunimos con los amigos y nos olvidamos del tema por esa tarde. Poco antes de que se hiciera la hora de volver todos a nuestras casas, pregunté a María, mi mejor amiga y casi como una hermana, que si quería venir a mi casa a dormir como tantas otras veces. Me dijo que sí, pero que antes pasáramos por su casa para pedir permiso y recoger sus “cositas”.
Después de despedirnos de toda la pandilla, las dos nos fuimos a mi casa, pasando por la suya que nos pillaba de paso. Cenamos una ensalada y nos fuimos a mi cuarto. Las dos dormiríamos juntas pues mi cama, sin ser de matrimonio, era bastante grande.
Ya en el cuarto le comenté la proposición de Pablo. Le expliqué cuales eran mis reservas y pregunté que si tenía alguna idea para evitarlo sin que él se molestase.
-. Amiga, yo te aconsejaría que lo hicieras sin reparos, no serías la primera ni la última, pero eso depende de cada una. Cuando yo salía con Rafa nunca supuso un obstáculo, para ninguno de los dos. – me dijo intentando convencerme.
-. Ya lo sé María, pero me da no sé qué y estoy segura de que saldría mal y eso pudiera ser peor para él, me haría quedar peor que si le digo que no. – traté de justificarme también ante ella.
-. Luz, entonces sólo se me ocurre una solución… imagino que antes de hacerlo jugáis un rato, ya sabes, os tocáis, besáis y lo otro… es decir, que os chupáis de todo. – respondió algo violentada.
-. Sí, claro, antes nos calentamos un poco. Pero de todas formas… solo hemos follado una vez, quiero decir, varias veces, pero en un mismo fin de semana… eso ya lo sabes. – me costaba soltar las palabras de la boca.
-. Bien, pues seamos claras. Si antes de follar tú se la chupas, entonces tienes que conseguir que se corra mientras se lo haces y de esa forma, es más que posible que renuncie a lo demás. Si llegáis tarde a su casa, apenas tendréis tiempo para más antes de caer rendidos. Al día siguiente le puedes decir que tienes que ir a comer a tu casa y de esa forma le evitas si al despertaros quiere hacerlo.
La idea de María me dejó pensativa pues me parecía buena, pero tenía que madurarla. Desde que salía con él, nunca conseguí que eyaculara solo con sexo oral. Siempre tenía que masturbarlo, pues tenía bastante aguante y se me cansaba la boca muchísimo. Dejamos el tema y seguimos con nuestras cosas hasta que el sueño nos derrotó.
Al día siguiente fui a visitar a Alicia, la sexóloga amiga de mi madre. Quería que me aconsejara sobre cómo podía conseguir que Pablo se corriera solo con sexo oral. Me dio bastantes ideas muy buenas, pero sobre todo me dijo que pensara en qué era lo que más le gustaba a Pablo y que fuera yo misma, lo más natural y espontánea posible.
Esa misma tarde tenía cita con el dentista para hacerme la revisión de rutina. Mientras esperaba, vi a un niño con su madre, que esperaban su turno. El niño no cesaba de llorar, el pobre debía estar cagado de miedo. La ayudante del dentista le dio algo para que se calmara. El niño tan contento lo tomó y fue como un milagro, los llantos cesaron y de pronto una idea brotó de mi mente como por arte de magia. Sin querer, me puse a reír discretamente, la idea surgida de mi cabecita, inspirada por lo que aquel niño recibió para que se calmara, podría ayudarme a conseguir que Pablo se corriera solo con mi boca ¡Sería mi arma secreta!
Tras terminar la consulta, pedí a la ayudante del dentista que me diera lo mismo que dio al niño para que se calmara. Ella me lo dio bromeando, diciendo que me lo daba por haber sido una niña buena y valiente y me fui pensando en las posibilidades que aquello podría ofrecerme cuando estuviera con Pablo.
El viernes lo pasé pensando qué le gustaba a Pablo y como conseguiría que se corriera solo con mi boca. Miles de ideas locas llegaban a mi mente. La mayoría totalmente descabelladas. Pero una de ellas me pareció buena y pensé que podría compaginarla bien con lo que me dieron en la consulta del dentista.
Llegó el sábado y por fin tendría que poner a prueba mis dotes de experta en felaciones. Esperaba que las ideas surgidas y mi arma secreta me proporcionaran el éxito que tanto ansiaba. Ese día quedé con Pablo en que me recogiera a las diez de la noche. Luego iríamos a reunirnos con la pandilla. Quise quedar tarde para evitar ir a su casa antes de vernos con los demás.
Llegada la hora vino a casa y lo dejé un buen rato hablando con mis padres mientras yo me demoraba en terminar de ponerme guapa. Finalmente nos fuimos al encuentro del resto de amigos y amigas. Nada más reunirnos con ellos, Marie vino a mí para cotillear sobre lo que tenía pensado. Le conté con pelos y señales y le pareció que eran buenas ideas. Pero fue cuando le comenté lo que haría con lo que me dieron en el dentista, cuando sin querer comenzó a reír a carcajadas. Yo me contagié de ella y ambas comenzamos a reír como hacía mucho que no lo hacíamos.
-. ¡¡No jodas tía!! ¿En serio que vas a usar eso?, no me lo puedo creer. Si tienes éxito te compro la idea. – me dijo sin dejar de reír.
-. Jajajaja de perdida al río, tengo que ser original y sorprenderlo. Tengo que ir a por todas – contesté mientras María me miraba perpleja.
-. Pues cuando termines, si queda algo de eso, se lo puedes dar al niño ese y veras como no llora más en su vida… jajajajaja, me meo solo de pensarlo – decía con los ojos contenidos para no llorar de risa.
Ya no pudimos parar de reír durante un buen rato a medida que las bobadas eran más numerosas y disparatadas. El resto se preguntaba qué nos hacía tanta gracia. Nada, les dijimos y dejamos correr el asunto.
Pasamos un par de horas de taberna en taberna, tomando vinos que alternábamos con cerveza. La verdad es que los vinos de mi tierra dan bastante alegría, por lo que lo pasamos de miedo. A eso de la una de la madrugada llegamos a una discoteca al aire libre y allí estuvimos hasta las cinco que nos fuimos en taxi cada uno a su casa. Yo con Pablo a la suya. En casa dije que me quedaría a dormir con Esperanza, la única amiga cuyos padres no conocían a los míos y por tanto no podrían pillarme.
Pablo y yo tomamos también un taxi. Durante el camino no dejó de manosearme y comerme la boca. Yo le correspondía con miedo de que me violase allí mismo por lo lanzado que lo veía. El taxista debía estarse quedando ciego con el espectáculo y pensando… ¿Estará mi hija haciendo lo mismo que esta cría?
Por fin llegamos y tras pagar al taxista entramos en el portal donde vivía Pablo. Mientras esperábamos el ascensor:
-. ¡¡Qué cabrón el taxista!! – Exclamó Pablo- debería ser él el que nos pagara por el espectáculo que le hemos dado – continuó.
-. Pues sí, yo pensaba que nos llevaría a cualquier sitio, lo notaba desconcentrado – añadí.
En los escasos minutos que tardó el ascensor en llegar al último piso, no paraba de quitarme los tentáculos con los que él me recorría todo el cuerpo, estaba más que excitado. Esa situación me convenía pues podría jugar a mi favor.
Entramos en su casa y la ropa comenzó a volar por todas partes. Primero la suya y después me despojó de la mía.
-. Las braguitas no - le dije - ya sabes cómo tengo lo de abajo y no quiero manchar todo el parquet.
-. Como quieras reina mora. Pero llegado el momento no te escapas – me replicó enloquecido y lleno de lujuria.
Allí mismo, en el recibidor, no dejó de comerme las tetas y los pezones durante un buen rato. Yo le tomaba el pene y no dejaba de masajearlo con ganas, tratando de acelerarle. Me costaba reprimirme cuando jugaba con mis pezones. Eso desde entonces me pone muy cachonda. No podía decirle que no pues me estaba dando un placer inmenso.
De vez en cuando, él me pasaba la mano por encima de la braguita y de la compresa. Como podía le retiraba la mano pero él insistía. Por un momento pensé que me corría allí mismo por la excitación. El deleite que estaba recibiendo me inducía a pensar en abandonarme a todo y dejarme llevar.
-. Vamos al dormitorio – le pedí – en la cama estaremos más cómodos – argumenté pues estaba a punto de abandonar mi idea de no follar.
-. Síiii, ya tengo ganas de metértela hasta el fondo y no parar – contestó mientras me tomaba de la mano y prácticamente me arrastraba por el pasillo.
Llegados al dormitorio le sugerí que pusiéramos una toalla grande sobre la cama, no era cuestión de manchar las sábanas donde dormiríamos. El entró en el baño y salió con una de color verde oscuro, bastante grande. La extendimos sobre la cama y sin darme tiempo a protestar, me tumbó sobre ella, boca arriba.
De inmediato lo tenía encima de mí, lijándome las tetas con ambas manos, con demasiada violencia.
-. Tranquilo amor, ve más despacio y suave que esto no es como amasar pan – le pedí muy modosita.
-. Es que me encantan tus tetitas – me replicó – tienen el tamaño justo para mis manos y estas sienten atracción por ellas – continuó.
Durante varios minutos me deleitó los pechos con toda serie de manoseos, besos, lametones y pequeños mordiscos. De vez en cuando intentaba meter la mano en mi entrepierna pero yo, hábilmente, se la sacaba y la acercaba a mis pechos de nuevo. Cuando vi que, a pesar de mi goce, no podía aguantarme más, le dije:
-. Vamos Pablo, túmbate en la cama que antes de follar quiero comértela. – le supliqué.
Sin contestarme me obedeció. Se tumbó boca arriba, con el instrumento duro y más grande que nunca. Me levanté y tras encender la lamparita de la mesita de noche, apagué la luz del techo con el interruptor que había junto a la puerta. Antes de volver a la cama me acerque a su ordenador, siempre lo tenía encendido pues, durante las 24 horas del día, estaba descargando películas y música (Esta parte no la leas Ramoncín… jajajaja). Busqué la carpeta de música y puse a reproducir el disco de Enigma “MCMXC A.D.” que a buen seguro tenía porque sabía que era uno de mis favoritos. Con una música tranquila busqué que se relajara y no pensara en otra cosa que no fuera lo que me disponía a hacerle.
En ese momento, recordé que lo que me dieron en la consulta del dentista lo tenía en mi pequeño bolso y rápidamente fui a buscarlo. Él protestó al verme salir, pero apenas le dio tiempo a terminar de quejarse cuando regresé.
De inmediato me puse entre sus piernas, de rodillas. Tomé su miembro con las manos y lo comencé a masajear muy despacito. Con una subía y bajaba la piel del pene. Con la otra rozaba la puntita, con las uñas, de forma muy lenta y suave para no lastimarlo. Él tenía los ojos cerrados y se dejaba hacer. Seguramente solo pensara en follarme pero no protestaba. Acerqué mis labios al glande y lo besé, lo recorrí con la lengua y jugué con los dientes, todo de forma muy calmada.
Pasados unos segundos dejé lo que hacía y le dije:
-. Pablo, te voy a hacer la mejor mamada de tu vida. Tú relájate y déjame hacer… ¿Confías en mí?
-. Si amor, lo que quieras, pero no me dejes a medias – me respondió de forma autoritaria.
Alargué el brazo y cogí el bolso. De él saqué un par de pañuelos de seda que había tomado “prestados” a mi madre. Le pedí que se agarrara de las barras del cabecero. Una vez obedeció, le até a conciencia, sin hacerle daño, pero con intención de que no pudiera liberarse. Acto seguido saqué, de uno de los cajones de la mesita, una de las camisetas que tenía en él, limpita y con un suave olor a lavanda, él siempre olía así.
Puse la camiseta sobre su cara, de forma que no pudiera ver nada, solo la poca luz que se filtrara a través de la tela. Pensé que si le costaba respirar, su excitación, al estar semi contenida, jugaría a mi favor. Finalmente tomé del bolso mi arma secreta, lo que nos dieron al niño y a mí en la consulta del dentista.
Volví de nuevo a su miembro y seguí jugando con las uñas en el glande. Lo volvía a besar y abrazar con los labios. Pasaba los dientes dando suaves mordisquitos.
-. ¡¡UMMMMM!! – comenzaron a surgir sus primeros gemidos, señal de que le gustaba.
No quise decirle nada para no distraerle. Proseguí con mis juegos mientras iba metiendo aquel ariete en la boca. No dejé de meterla hasta que tuve los testículos rozando mis dientes. Fue el momento de sacarla y comenzar a meterla y sacarla de forma más ágil.
Él seguía gimiendo y dando pequeñas sacudidas con las caderas. Mientras su polla entraba y salía, la acompañaba con la mano izquierda, al tiempo que con la derecha surcaba su vientre y llegaba hasta sus pezones. Sus movimientos eran más acelerados.
Paré un par de segundos para ver su reacción. Como esperaba, protestó con un gruñido. Volví a introducirla del todo en la boca y comenzar de nuevo el mete saca, esta vez sin manos. Mientras lo hacía, recorría con las yemas de los dedos, evitando arañarle, su vientre de arriba abajo, desviándome de vez en cuando a los costados. Lo hacía de forma muy fuerte, para que sintiera bien mis dedos, los diez, como si fuera un felino intentando desgarrarlo.
-. AHHHHHGGG, AHHHHGGGGGGG… - volvió a gruñir, esta vez de forma más salvaje. Sin duda le estaba gustando mucho.
De vez en cuando paraba, antes de que la polla saliera de mi boca y apretando bien los labios succionaba. Eso, sin duda alguna, le encantaba a tenor de sus gruñidos y de los movimientos de cadera cada vez más violentos. A pesar de todo parecía tranquilo y concentrado, esto jugaba a mi favor.
Ya era el momento de usar mi arma secreta, aquello con lo que pretendía sorprenderlo. Me separé un poco de su miembro, enrojecido por el carmín de mis labios y por la sangre que, sin duda, se acumulaba en los cuerpos cavernosos de éste.
Pues bien, mi arma secreta era ni más ni menos que una piruleta de fresa. Para los que no seáis de España y posiblemente no sepáis qué es, os cuento: una piruleta es un caramelo de unos 3 cm de diámetro (con el paso de los años las hacen más pequeñas…¡Qué cabrones!!), de forma circular y aplanada, con un palito para poder cogerla.
La metí en la boca y chupé unos segundos para extraer su sabor y humedecerla. Mis labios quedaron impregnados de su sabor y muy pringosos, la saliva se mezclo con el caramelo haciéndose más liquida. Volví a tragar él miembro hasta la garganta y comencé de nuevo a subir y bajar por ella. El placer que mi paladar sentía por la mezcla de sabores del caramelo y de su miembro era indescriptible. Mis ganas de comerme aquel enorme caramelo aumentaron.
-. No sé qué coño haces Luz, pero me vuelve loco…¡UMMMMMMMMMMM!! – dijo complacido.
Me detuve un segundo y con la polla dentro de la boca, me introduje también la piruleta. Tenía su largo y duro caramelo junto con la piruleta dentro. A medida que chupaba el miembro deslizaba la piruleta por la zona venosa y llegaba hasta la puntita. Allí me detenía y jugaba con ella, impregnándola. Al mismo tiempo lamía la piruleta y el glande. De la uretra salían pequeñas gotas transparentes de líquido. La excitación que tenía debía ser extrema.
-. ¡¡Sigue putilla, sigue que me matas!! – Me suplicaba - ¿Dónde coño has aprendido tú a hacer estas cosas? –preguntaba.
Yo no decía nada. Notaba sus movimientos descontrolados y como le costaba respirar. Sabía que estaba a punto y que llagaba el momento. Aun así quise que lo deseara más. Si jugaba con su mente y la desesperación, estaba segura de conseguir mi meta.
Dejé de jugar con la boca, me separé y gateando llegué hasta su oreja izquierda, sin soltar y dejar de pajear la polla con la mano izquierda. Le quité la camiseta de la cara y por un instante pareció aspirar todo el aire de la habitación.
-. ¿Estás preparado para lo mejor? – le pregunté susurrando y con voz viciosa.
-. ¡¡SIIIIIIII, haz lo que quieras pero hazlo ya!! – se quejó desesperado. – ya me contarás donde has aprendido todo esto, pero ahora sigue – terminó sentenciando.
-. De acuerdo, voy a hacer que te corras y lo recuerdes por muchos años – respondí al tiempo que separaba mi boca de su oreja.
Me acerqué a sus labios, los besé y los mordí un poco fuerte. Metí la lengua dentro de su boca y él me correspondió. Dejé de masajearle la polla, froté la piruleta en la puntita y se la di a probar. Él no sabía bien que era aquello que le excitaba tanto y que sabía tan dulce. La metí en su boca, para que la saboreara bien, al tiempo que introducía también mi lengua. Tras unos pocos segundos…
-. Ese sabor que sientes, es el de tu juguetito y el dulce de mi amor por ti – volví a susurrar mirándole a los ojos.
Él me devolvió la mirada pero no dijo nada. Sin perder más tiempo abandoné su boca y fui descendiendo por su cuerpo, con la piruleta delante y lamiendo con la lengua detrás. Me detuve en los pezones y jugué con ellos unos segundos. Continué mi descenso hasta llegar al ariete que me esperaba ansioso y muy hinchado. Ahora sí había llegado el momento de la verdad. Lo tenía justo en el estado de deseo que yo quería.
Tras deslizar la piruleta por todo el pene lo abracé con los labios y lo llené de besos. Acto seguido lo recorrí con las manos. Al llegar a la punta, jugué muy suave y despacito con las uñas y los dientes.
-. Te juro que hasta que no me cuentes dónde has aprendido todas estas cosas no pararé – dijo en tono exaltado y amenazador. – ¡¡UMMMMMMMMMMMM!! – gimió.
Este era mi momento, lo tenía donde yo quería. Sin perder más tiempo la engullí por completo y comencé a comérsela con ganas, sin intención de parar hasta que se corriera. Durante unos minutos no cesé en mi empeño por ordeñar aquello, hasta la última gota de leche. Sentía la mandíbula adormilada pero debía continuar. Cuando noté que podría correrse me detuve, abrazando fuerte la base del pene, formando un anillo con el dedo pulgar e índice.
-. ¡¡HIJA DE TU MADREEEEE!! – Gritó – ¿QUIERES TERMINAR DE UNA VEZ? – volvió a gritar.
-. Ya termino amor, pero cuando te venga me lo dices sin perder tiempo – respondí a sus gritos.
-. SIIIIIIIIII… pero sigue – dijo accediendo a mi súplica.
Esta era la recta final, ahora o nunca, me dije. La trague por última vez y no dejé de meterla y sacarla, sin dejar de presionar muy fuerte con los labios. Después de un par de minutos escuché sus gritos:
-. YAAAAAAAA, ya me viene… YAAAAAAAA.
Me detuve y abrazando el glande con los labios, sin dejar entrar o salir aire de la boca, comencé a succionarlo muy fuerte, creando una especie de vacío. Durante unos cinco segundos permanecí así, al tiempo que con la mano derecha no dejaba de acariciarlo. El semen no salía, estaba contenido dentro de su miembro. Pasados esos interminables segundos dejé de presionar con los labios, permitiendo que entrara un poco de aire.
En ese momento, un chorro de semen inundo mi boca, llegando a chocar con el paladar.
-. ¡¡HIJA DE PUTA!! ¡¡ME CAGO EN TU PUÑETARA MADRE!! Me vas a matar de gusto – gritó sin dejar de follarme la boca y de soltar leche.
Yo seguí succionando para ordeñar hasta la última gota. Dentro de la boca, el semen que la inundaba como nunca, se mezclaba con la saliva. Yo no dejaba de subir y bajar apretando bien los labios. Sin duda el orgasmo que Pablo estaba teniendo era desconocido para mí… creo que para ambos.
-. Luz, eres la mejor, te lo juro… nunca me la habían comido como tú lo has hecho – afirmó con rotundidad y más calmado.
Terminé por tragar el néctar que, como una abejita, había estado ansiando todo el tiempo. Mientras lo hacía, sentí una sensación que no esperaba en mi entrepierna. No sabía si me estaba corriendo o que todo mi interior se estaba agitando. El caso es que el gusto que sentía, por la satisfacción de complacer a mi chico, era muy agradable.
Cuando saqué la polla de la boca respiré aliviada. La mandíbula no daba para más. Necesitaba un descanso, me lo había ganado. Gateando de nuevo me acerqué a su boca y se la comí con ganas. Aun me quedaba algún resto de semen y él lo agradeció. Lo desaté y me tumbé a su lado, apoyado la cabeza en su pecho y me hice un ovillo. Él me rodeó con su brazo y permanecimos así un rato, sin decir palabra, mientras que con la otra mano acariciaba mi pelo y jugaba con él entre sus dedos, como si quisiera hacerme rizos.
Pasado ese ratito él rompió el silencio:
-. luz, te juro que jamás me había corrido así. Cuando descansemos un rato te voy a dar gusto a ti. Voy a follarte hasta que te corras como una perra, te lo has ganado.
-. Veras Pablo, tengo algo que decirte. Lo cierto es que mi intención, desde que me dijiste que teníamos la casa para nosotros solos, no era la de follar. Lo siento pero es así. Me da mucho apuro hacerlo en mis condiciones y no sabría explicarte bien por qué – me confesé mientras hacía círculos con el dedo índice en el pezón que le quedaba al descubierto.
-. ¡Pero qué tontina eres! – Exclamó – si no pasa nada por eso.
-. Ya lo sé Pablo, pero no me sentiría cómoda. – respondí casi con ganas de llorar.
-. Vale, no pasa nada amor, olvida el tema. Lo cierto es que me has dejado para ir a urgencias. – me tranquilizó.
-. Ok amor. De todas formas tienes que decirme quién coño te la ha chupado además de mí. Antes has dicho que nunca te la habían comido como yo. Eso lleva implícito que ha habido otra u otras.
-. No amor, es solo una forma de hablar. Es una frase hecha, no implica nada más. Y tú… ¿Dónde o con quién has aprendido a chuparla así? – terminó llegando al tema que le interesaba.
-. ¡¡No seas cabrón!! Sabes que antes de ti no hubo chico alguno. Además, deberías tener claro que, estando contigo, tampoco ha habido otros. Te quiero a ti y solo a ti. – respondí con un cierto enfado.
-. ¡¡Vale, vale!! No vayamos a enfadarnos por una tontería. – terminó de forma conciliadora.
Por fin todo había salido bien y mis deseos se cumplieron. Conseguí que se corriera sin necesidad de follar. El se mostró muy agradecido esa noche y durante varios días me lo recordó con palabras y hechos. Yo me sentía muy feliz y satisfecha por haber logrado proporcionarle “la mejor mamada de su vida”, según la llamaba él.
El miércoles por la tarde, Pablo me llamó a casa por teléfono. Fue mi madre quien lo atendió. Ésta le dijo que esperase o llamara más tarde puesto que yo estaba duchándome. Pablo no tuvo oportunidad de elegir pues enseguida mi madre comenzó a darle conversación. A mi madre le gustaba hablar con él pues, le caía muy bien y se interesaba por sus cosas y por cómo íbamos juntos. También aprovechaba para preguntarle por su madre a la que solo veía de vez en cuando. Eso me alegraba mucho pues para mí era muy importante que mi novio tuviera buena relación con mis padres.
Así estuvieron unos diez minutos hasta que Salí del baño y me puse al auricular. Charlamos un poco, nos dijimos unas cuantas tonterías empalagosas y por fin quedamos a las nueve para salir. Colgué el auricular y me dispuse para ponerme lo más guapa posible para él. En el fondo seguía teniendo temores de que pudiera fijarse en otra. Reconozco que era la chica más celosa que podía haber.
Cuando llegué al lugar de la cita él ya estaba, al igual que el resto de chicos y chicas de la pandilla. Agosto estaba casi por terminar y teníamos que aprovechar, ya quedaba menos tiempo para que empezara el curso y sólo dispusiéramos de los fines de semana para vernos todos.
Después de un rato hablando, todos nos fuimos a un parque que había en el barrio. Al llegar, Pablo y yo nos separamos un poco de los demás, como solíamos hacer siempre, durante un rato. En este rato hablábamos de nuestras cosas, nos besábamos, nos sobábamos un poco y nos decíamos las cosas que a ambos nos gustaba escuchar el uno del otro.
El resto de amigos siempre se burlaban de nosotros entre bromas y risas. En la pandilla solo había una parejita más, pero debido a que hacía más de dos años que salían, se tomaban las cosas con menos fogosidad.
Pasados diez minutos le pedí que regresáramos junto a los demás. Antes de hacerlo él me dijo:
-. Luz, tengo que decirte una cosa. Mis padres se van el sábado después de comer y regresan el domingo por la tarde. Tenemos mi casa para nosotros solos. Mi hermano suele quedarse en el piso de su novia.
-. ¿Qué quieres decirme con eso? – le pregunte temiéndome lo peor.
-. Pues que… hace ya demasiado tiempo que lo hicimos y podríamos aprovechar para ponernos al día en ese tema – me contestó.
Efectivamente mis temores se confirmaban. Si mis cuentas no me fallaban, ese mismo viernes me tenía que venir la regla. Hasta ese día, siempre había evitado tontear con él en esas circunstancias. No es que me diera asco ni pudor, nada de eso, era simple y llanamente que no me sentía cómoda.
-. Mira Pablo, lo cierto es que para ese día seguramente estaré con el periodo. Sé que es una tontería, pero lo cierto es que me siento muy incómoda y me da vergüenza. – no sabía que argumentar para evitarlo.
-. Pero no seas tonta, si precisamente en esos días tenemos la posibilidad de hacerlo sin condón y sin riesgos. – trató de convencerme.
-. Bueno, tú deja que me lo piense y el viernes te digo algo. – concluí sin saber dónde dirigir la mirada que no fuera a sus ojos.
Nos reunimos con los amigos y nos olvidamos del tema por esa tarde. Poco antes de que se hiciera la hora de volver todos a nuestras casas, pregunté a María, mi mejor amiga y casi como una hermana, que si quería venir a mi casa a dormir como tantas otras veces. Me dijo que sí, pero que antes pasáramos por su casa para pedir permiso y recoger sus “cositas”.
Después de despedirnos de toda la pandilla, las dos nos fuimos a mi casa, pasando por la suya que nos pillaba de paso. Cenamos una ensalada y nos fuimos a mi cuarto. Las dos dormiríamos juntas pues mi cama, sin ser de matrimonio, era bastante grande.
Ya en el cuarto le comenté la proposición de Pablo. Le expliqué cuales eran mis reservas y pregunté que si tenía alguna idea para evitarlo sin que él se molestase.
-. Amiga, yo te aconsejaría que lo hicieras sin reparos, no serías la primera ni la última, pero eso depende de cada una. Cuando yo salía con Rafa nunca supuso un obstáculo, para ninguno de los dos. – me dijo intentando convencerme.
-. Ya lo sé María, pero me da no sé qué y estoy segura de que saldría mal y eso pudiera ser peor para él, me haría quedar peor que si le digo que no. – traté de justificarme también ante ella.
-. Luz, entonces sólo se me ocurre una solución… imagino que antes de hacerlo jugáis un rato, ya sabes, os tocáis, besáis y lo otro… es decir, que os chupáis de todo. – respondió algo violentada.
-. Sí, claro, antes nos calentamos un poco. Pero de todas formas… solo hemos follado una vez, quiero decir, varias veces, pero en un mismo fin de semana… eso ya lo sabes. – me costaba soltar las palabras de la boca.
-. Bien, pues seamos claras. Si antes de follar tú se la chupas, entonces tienes que conseguir que se corra mientras se lo haces y de esa forma, es más que posible que renuncie a lo demás. Si llegáis tarde a su casa, apenas tendréis tiempo para más antes de caer rendidos. Al día siguiente le puedes decir que tienes que ir a comer a tu casa y de esa forma le evitas si al despertaros quiere hacerlo.
La idea de María me dejó pensativa pues me parecía buena, pero tenía que madurarla. Desde que salía con él, nunca conseguí que eyaculara solo con sexo oral. Siempre tenía que masturbarlo, pues tenía bastante aguante y se me cansaba la boca muchísimo. Dejamos el tema y seguimos con nuestras cosas hasta que el sueño nos derrotó.
Al día siguiente fui a visitar a Alicia, la sexóloga amiga de mi madre. Quería que me aconsejara sobre cómo podía conseguir que Pablo se corriera solo con sexo oral. Me dio bastantes ideas muy buenas, pero sobre todo me dijo que pensara en qué era lo que más le gustaba a Pablo y que fuera yo misma, lo más natural y espontánea posible.
Esa misma tarde tenía cita con el dentista para hacerme la revisión de rutina. Mientras esperaba, vi a un niño con su madre, que esperaban su turno. El niño no cesaba de llorar, el pobre debía estar cagado de miedo. La ayudante del dentista le dio algo para que se calmara. El niño tan contento lo tomó y fue como un milagro, los llantos cesaron y de pronto una idea brotó de mi mente como por arte de magia. Sin querer, me puse a reír discretamente, la idea surgida de mi cabecita, inspirada por lo que aquel niño recibió para que se calmara, podría ayudarme a conseguir que Pablo se corriera solo con mi boca ¡Sería mi arma secreta!
Tras terminar la consulta, pedí a la ayudante del dentista que me diera lo mismo que dio al niño para que se calmara. Ella me lo dio bromeando, diciendo que me lo daba por haber sido una niña buena y valiente y me fui pensando en las posibilidades que aquello podría ofrecerme cuando estuviera con Pablo.
El viernes lo pasé pensando qué le gustaba a Pablo y como conseguiría que se corriera solo con mi boca. Miles de ideas locas llegaban a mi mente. La mayoría totalmente descabelladas. Pero una de ellas me pareció buena y pensé que podría compaginarla bien con lo que me dieron en la consulta del dentista.
Llegó el sábado y por fin tendría que poner a prueba mis dotes de experta en felaciones. Esperaba que las ideas surgidas y mi arma secreta me proporcionaran el éxito que tanto ansiaba. Ese día quedé con Pablo en que me recogiera a las diez de la noche. Luego iríamos a reunirnos con la pandilla. Quise quedar tarde para evitar ir a su casa antes de vernos con los demás.
Llegada la hora vino a casa y lo dejé un buen rato hablando con mis padres mientras yo me demoraba en terminar de ponerme guapa. Finalmente nos fuimos al encuentro del resto de amigos y amigas. Nada más reunirnos con ellos, Marie vino a mí para cotillear sobre lo que tenía pensado. Le conté con pelos y señales y le pareció que eran buenas ideas. Pero fue cuando le comenté lo que haría con lo que me dieron en el dentista, cuando sin querer comenzó a reír a carcajadas. Yo me contagié de ella y ambas comenzamos a reír como hacía mucho que no lo hacíamos.
-. ¡¡No jodas tía!! ¿En serio que vas a usar eso?, no me lo puedo creer. Si tienes éxito te compro la idea. – me dijo sin dejar de reír.
-. Jajajaja de perdida al río, tengo que ser original y sorprenderlo. Tengo que ir a por todas – contesté mientras María me miraba perpleja.
-. Pues cuando termines, si queda algo de eso, se lo puedes dar al niño ese y veras como no llora más en su vida… jajajajaja, me meo solo de pensarlo – decía con los ojos contenidos para no llorar de risa.
Ya no pudimos parar de reír durante un buen rato a medida que las bobadas eran más numerosas y disparatadas. El resto se preguntaba qué nos hacía tanta gracia. Nada, les dijimos y dejamos correr el asunto.
Pasamos un par de horas de taberna en taberna, tomando vinos que alternábamos con cerveza. La verdad es que los vinos de mi tierra dan bastante alegría, por lo que lo pasamos de miedo. A eso de la una de la madrugada llegamos a una discoteca al aire libre y allí estuvimos hasta las cinco que nos fuimos en taxi cada uno a su casa. Yo con Pablo a la suya. En casa dije que me quedaría a dormir con Esperanza, la única amiga cuyos padres no conocían a los míos y por tanto no podrían pillarme.
Pablo y yo tomamos también un taxi. Durante el camino no dejó de manosearme y comerme la boca. Yo le correspondía con miedo de que me violase allí mismo por lo lanzado que lo veía. El taxista debía estarse quedando ciego con el espectáculo y pensando… ¿Estará mi hija haciendo lo mismo que esta cría?
Por fin llegamos y tras pagar al taxista entramos en el portal donde vivía Pablo. Mientras esperábamos el ascensor:
-. ¡¡Qué cabrón el taxista!! – Exclamó Pablo- debería ser él el que nos pagara por el espectáculo que le hemos dado – continuó.
-. Pues sí, yo pensaba que nos llevaría a cualquier sitio, lo notaba desconcentrado – añadí.
En los escasos minutos que tardó el ascensor en llegar al último piso, no paraba de quitarme los tentáculos con los que él me recorría todo el cuerpo, estaba más que excitado. Esa situación me convenía pues podría jugar a mi favor.
Entramos en su casa y la ropa comenzó a volar por todas partes. Primero la suya y después me despojó de la mía.
-. Las braguitas no - le dije - ya sabes cómo tengo lo de abajo y no quiero manchar todo el parquet.
-. Como quieras reina mora. Pero llegado el momento no te escapas – me replicó enloquecido y lleno de lujuria.
Allí mismo, en el recibidor, no dejó de comerme las tetas y los pezones durante un buen rato. Yo le tomaba el pene y no dejaba de masajearlo con ganas, tratando de acelerarle. Me costaba reprimirme cuando jugaba con mis pezones. Eso desde entonces me pone muy cachonda. No podía decirle que no pues me estaba dando un placer inmenso.
De vez en cuando, él me pasaba la mano por encima de la braguita y de la compresa. Como podía le retiraba la mano pero él insistía. Por un momento pensé que me corría allí mismo por la excitación. El deleite que estaba recibiendo me inducía a pensar en abandonarme a todo y dejarme llevar.
-. Vamos al dormitorio – le pedí – en la cama estaremos más cómodos – argumenté pues estaba a punto de abandonar mi idea de no follar.
-. Síiii, ya tengo ganas de metértela hasta el fondo y no parar – contestó mientras me tomaba de la mano y prácticamente me arrastraba por el pasillo.
Llegados al dormitorio le sugerí que pusiéramos una toalla grande sobre la cama, no era cuestión de manchar las sábanas donde dormiríamos. El entró en el baño y salió con una de color verde oscuro, bastante grande. La extendimos sobre la cama y sin darme tiempo a protestar, me tumbó sobre ella, boca arriba.
De inmediato lo tenía encima de mí, lijándome las tetas con ambas manos, con demasiada violencia.
-. Tranquilo amor, ve más despacio y suave que esto no es como amasar pan – le pedí muy modosita.
-. Es que me encantan tus tetitas – me replicó – tienen el tamaño justo para mis manos y estas sienten atracción por ellas – continuó.
Durante varios minutos me deleitó los pechos con toda serie de manoseos, besos, lametones y pequeños mordiscos. De vez en cuando intentaba meter la mano en mi entrepierna pero yo, hábilmente, se la sacaba y la acercaba a mis pechos de nuevo. Cuando vi que, a pesar de mi goce, no podía aguantarme más, le dije:
-. Vamos Pablo, túmbate en la cama que antes de follar quiero comértela. – le supliqué.
Sin contestarme me obedeció. Se tumbó boca arriba, con el instrumento duro y más grande que nunca. Me levanté y tras encender la lamparita de la mesita de noche, apagué la luz del techo con el interruptor que había junto a la puerta. Antes de volver a la cama me acerque a su ordenador, siempre lo tenía encendido pues, durante las 24 horas del día, estaba descargando películas y música (Esta parte no la leas Ramoncín… jajajaja). Busqué la carpeta de música y puse a reproducir el disco de Enigma “MCMXC A.D.” que a buen seguro tenía porque sabía que era uno de mis favoritos. Con una música tranquila busqué que se relajara y no pensara en otra cosa que no fuera lo que me disponía a hacerle.
En ese momento, recordé que lo que me dieron en la consulta del dentista lo tenía en mi pequeño bolso y rápidamente fui a buscarlo. Él protestó al verme salir, pero apenas le dio tiempo a terminar de quejarse cuando regresé.
De inmediato me puse entre sus piernas, de rodillas. Tomé su miembro con las manos y lo comencé a masajear muy despacito. Con una subía y bajaba la piel del pene. Con la otra rozaba la puntita, con las uñas, de forma muy lenta y suave para no lastimarlo. Él tenía los ojos cerrados y se dejaba hacer. Seguramente solo pensara en follarme pero no protestaba. Acerqué mis labios al glande y lo besé, lo recorrí con la lengua y jugué con los dientes, todo de forma muy calmada.
Pasados unos segundos dejé lo que hacía y le dije:
-. Pablo, te voy a hacer la mejor mamada de tu vida. Tú relájate y déjame hacer… ¿Confías en mí?
-. Si amor, lo que quieras, pero no me dejes a medias – me respondió de forma autoritaria.
Alargué el brazo y cogí el bolso. De él saqué un par de pañuelos de seda que había tomado “prestados” a mi madre. Le pedí que se agarrara de las barras del cabecero. Una vez obedeció, le até a conciencia, sin hacerle daño, pero con intención de que no pudiera liberarse. Acto seguido saqué, de uno de los cajones de la mesita, una de las camisetas que tenía en él, limpita y con un suave olor a lavanda, él siempre olía así.
Puse la camiseta sobre su cara, de forma que no pudiera ver nada, solo la poca luz que se filtrara a través de la tela. Pensé que si le costaba respirar, su excitación, al estar semi contenida, jugaría a mi favor. Finalmente tomé del bolso mi arma secreta, lo que nos dieron al niño y a mí en la consulta del dentista.
Volví de nuevo a su miembro y seguí jugando con las uñas en el glande. Lo volvía a besar y abrazar con los labios. Pasaba los dientes dando suaves mordisquitos.
-. ¡¡UMMMMM!! – comenzaron a surgir sus primeros gemidos, señal de que le gustaba.
No quise decirle nada para no distraerle. Proseguí con mis juegos mientras iba metiendo aquel ariete en la boca. No dejé de meterla hasta que tuve los testículos rozando mis dientes. Fue el momento de sacarla y comenzar a meterla y sacarla de forma más ágil.
Él seguía gimiendo y dando pequeñas sacudidas con las caderas. Mientras su polla entraba y salía, la acompañaba con la mano izquierda, al tiempo que con la derecha surcaba su vientre y llegaba hasta sus pezones. Sus movimientos eran más acelerados.
Paré un par de segundos para ver su reacción. Como esperaba, protestó con un gruñido. Volví a introducirla del todo en la boca y comenzar de nuevo el mete saca, esta vez sin manos. Mientras lo hacía, recorría con las yemas de los dedos, evitando arañarle, su vientre de arriba abajo, desviándome de vez en cuando a los costados. Lo hacía de forma muy fuerte, para que sintiera bien mis dedos, los diez, como si fuera un felino intentando desgarrarlo.
-. AHHHHHGGG, AHHHHGGGGGGG… - volvió a gruñir, esta vez de forma más salvaje. Sin duda le estaba gustando mucho.
De vez en cuando paraba, antes de que la polla saliera de mi boca y apretando bien los labios succionaba. Eso, sin duda alguna, le encantaba a tenor de sus gruñidos y de los movimientos de cadera cada vez más violentos. A pesar de todo parecía tranquilo y concentrado, esto jugaba a mi favor.
Ya era el momento de usar mi arma secreta, aquello con lo que pretendía sorprenderlo. Me separé un poco de su miembro, enrojecido por el carmín de mis labios y por la sangre que, sin duda, se acumulaba en los cuerpos cavernosos de éste.
Pues bien, mi arma secreta era ni más ni menos que una piruleta de fresa. Para los que no seáis de España y posiblemente no sepáis qué es, os cuento: una piruleta es un caramelo de unos 3 cm de diámetro (con el paso de los años las hacen más pequeñas…¡Qué cabrones!!), de forma circular y aplanada, con un palito para poder cogerla.
La metí en la boca y chupé unos segundos para extraer su sabor y humedecerla. Mis labios quedaron impregnados de su sabor y muy pringosos, la saliva se mezclo con el caramelo haciéndose más liquida. Volví a tragar él miembro hasta la garganta y comencé de nuevo a subir y bajar por ella. El placer que mi paladar sentía por la mezcla de sabores del caramelo y de su miembro era indescriptible. Mis ganas de comerme aquel enorme caramelo aumentaron.
-. No sé qué coño haces Luz, pero me vuelve loco…¡UMMMMMMMMMMM!! – dijo complacido.
Me detuve un segundo y con la polla dentro de la boca, me introduje también la piruleta. Tenía su largo y duro caramelo junto con la piruleta dentro. A medida que chupaba el miembro deslizaba la piruleta por la zona venosa y llegaba hasta la puntita. Allí me detenía y jugaba con ella, impregnándola. Al mismo tiempo lamía la piruleta y el glande. De la uretra salían pequeñas gotas transparentes de líquido. La excitación que tenía debía ser extrema.
-. ¡¡Sigue putilla, sigue que me matas!! – Me suplicaba - ¿Dónde coño has aprendido tú a hacer estas cosas? –preguntaba.
Yo no decía nada. Notaba sus movimientos descontrolados y como le costaba respirar. Sabía que estaba a punto y que llagaba el momento. Aun así quise que lo deseara más. Si jugaba con su mente y la desesperación, estaba segura de conseguir mi meta.
Dejé de jugar con la boca, me separé y gateando llegué hasta su oreja izquierda, sin soltar y dejar de pajear la polla con la mano izquierda. Le quité la camiseta de la cara y por un instante pareció aspirar todo el aire de la habitación.
-. ¿Estás preparado para lo mejor? – le pregunté susurrando y con voz viciosa.
-. ¡¡SIIIIIIII, haz lo que quieras pero hazlo ya!! – se quejó desesperado. – ya me contarás donde has aprendido todo esto, pero ahora sigue – terminó sentenciando.
-. De acuerdo, voy a hacer que te corras y lo recuerdes por muchos años – respondí al tiempo que separaba mi boca de su oreja.
Me acerqué a sus labios, los besé y los mordí un poco fuerte. Metí la lengua dentro de su boca y él me correspondió. Dejé de masajearle la polla, froté la piruleta en la puntita y se la di a probar. Él no sabía bien que era aquello que le excitaba tanto y que sabía tan dulce. La metí en su boca, para que la saboreara bien, al tiempo que introducía también mi lengua. Tras unos pocos segundos…
-. Ese sabor que sientes, es el de tu juguetito y el dulce de mi amor por ti – volví a susurrar mirándole a los ojos.
Él me devolvió la mirada pero no dijo nada. Sin perder más tiempo abandoné su boca y fui descendiendo por su cuerpo, con la piruleta delante y lamiendo con la lengua detrás. Me detuve en los pezones y jugué con ellos unos segundos. Continué mi descenso hasta llegar al ariete que me esperaba ansioso y muy hinchado. Ahora sí había llegado el momento de la verdad. Lo tenía justo en el estado de deseo que yo quería.
Tras deslizar la piruleta por todo el pene lo abracé con los labios y lo llené de besos. Acto seguido lo recorrí con las manos. Al llegar a la punta, jugué muy suave y despacito con las uñas y los dientes.
-. Te juro que hasta que no me cuentes dónde has aprendido todas estas cosas no pararé – dijo en tono exaltado y amenazador. – ¡¡UMMMMMMMMMMMM!! – gimió.
Este era mi momento, lo tenía donde yo quería. Sin perder más tiempo la engullí por completo y comencé a comérsela con ganas, sin intención de parar hasta que se corriera. Durante unos minutos no cesé en mi empeño por ordeñar aquello, hasta la última gota de leche. Sentía la mandíbula adormilada pero debía continuar. Cuando noté que podría correrse me detuve, abrazando fuerte la base del pene, formando un anillo con el dedo pulgar e índice.
-. ¡¡HIJA DE TU MADREEEEE!! – Gritó – ¿QUIERES TERMINAR DE UNA VEZ? – volvió a gritar.
-. Ya termino amor, pero cuando te venga me lo dices sin perder tiempo – respondí a sus gritos.
-. SIIIIIIIIII… pero sigue – dijo accediendo a mi súplica.
Esta era la recta final, ahora o nunca, me dije. La trague por última vez y no dejé de meterla y sacarla, sin dejar de presionar muy fuerte con los labios. Después de un par de minutos escuché sus gritos:
-. YAAAAAAAA, ya me viene… YAAAAAAAA.
Me detuve y abrazando el glande con los labios, sin dejar entrar o salir aire de la boca, comencé a succionarlo muy fuerte, creando una especie de vacío. Durante unos cinco segundos permanecí así, al tiempo que con la mano derecha no dejaba de acariciarlo. El semen no salía, estaba contenido dentro de su miembro. Pasados esos interminables segundos dejé de presionar con los labios, permitiendo que entrara un poco de aire.
En ese momento, un chorro de semen inundo mi boca, llegando a chocar con el paladar.
-. ¡¡HIJA DE PUTA!! ¡¡ME CAGO EN TU PUÑETARA MADRE!! Me vas a matar de gusto – gritó sin dejar de follarme la boca y de soltar leche.
Yo seguí succionando para ordeñar hasta la última gota. Dentro de la boca, el semen que la inundaba como nunca, se mezclaba con la saliva. Yo no dejaba de subir y bajar apretando bien los labios. Sin duda el orgasmo que Pablo estaba teniendo era desconocido para mí… creo que para ambos.
-. Luz, eres la mejor, te lo juro… nunca me la habían comido como tú lo has hecho – afirmó con rotundidad y más calmado.
Terminé por tragar el néctar que, como una abejita, había estado ansiando todo el tiempo. Mientras lo hacía, sentí una sensación que no esperaba en mi entrepierna. No sabía si me estaba corriendo o que todo mi interior se estaba agitando. El caso es que el gusto que sentía, por la satisfacción de complacer a mi chico, era muy agradable.
Cuando saqué la polla de la boca respiré aliviada. La mandíbula no daba para más. Necesitaba un descanso, me lo había ganado. Gateando de nuevo me acerqué a su boca y se la comí con ganas. Aun me quedaba algún resto de semen y él lo agradeció. Lo desaté y me tumbé a su lado, apoyado la cabeza en su pecho y me hice un ovillo. Él me rodeó con su brazo y permanecimos así un rato, sin decir palabra, mientras que con la otra mano acariciaba mi pelo y jugaba con él entre sus dedos, como si quisiera hacerme rizos.
Pasado ese ratito él rompió el silencio:
-. luz, te juro que jamás me había corrido así. Cuando descansemos un rato te voy a dar gusto a ti. Voy a follarte hasta que te corras como una perra, te lo has ganado.
-. Veras Pablo, tengo algo que decirte. Lo cierto es que mi intención, desde que me dijiste que teníamos la casa para nosotros solos, no era la de follar. Lo siento pero es así. Me da mucho apuro hacerlo en mis condiciones y no sabría explicarte bien por qué – me confesé mientras hacía círculos con el dedo índice en el pezón que le quedaba al descubierto.
-. ¡Pero qué tontina eres! – Exclamó – si no pasa nada por eso.
-. Ya lo sé Pablo, pero no me sentiría cómoda. – respondí casi con ganas de llorar.
-. Vale, no pasa nada amor, olvida el tema. Lo cierto es que me has dejado para ir a urgencias. – me tranquilizó.
-. Ok amor. De todas formas tienes que decirme quién coño te la ha chupado además de mí. Antes has dicho que nunca te la habían comido como yo. Eso lleva implícito que ha habido otra u otras.
-. No amor, es solo una forma de hablar. Es una frase hecha, no implica nada más. Y tú… ¿Dónde o con quién has aprendido a chuparla así? – terminó llegando al tema que le interesaba.
-. ¡¡No seas cabrón!! Sabes que antes de ti no hubo chico alguno. Además, deberías tener claro que, estando contigo, tampoco ha habido otros. Te quiero a ti y solo a ti. – respondí con un cierto enfado.
-. ¡¡Vale, vale!! No vayamos a enfadarnos por una tontería. – terminó de forma conciliadora.
Por fin todo había salido bien y mis deseos se cumplieron. Conseguí que se corriera sin necesidad de follar. El se mostró muy agradecido esa noche y durante varios días me lo recordó con palabras y hechos. Yo me sentía muy feliz y satisfecha por haber logrado proporcionarle “la mejor mamada de su vida”, según la llamaba él.
8 comentarios - Convirtiendome en Mujer - La mejor mamada
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http://www.poringa.net/posts/relatos/2015894/buen-sexo-con-mi-vecina.html 😉