Fue en el cumpleaños número 28 de Mercedes, Mecha para sus más íntimos, amiga de toda la vida, nos conocemos prácticamente desde que nacimos. Fuimos al jardín juntas, luego la primaria, la secundaria, finalmente nos separamos al momentos de elegir nuestras futuras profesiones. Ella se inclinó por las relaciones públicas, yo por la sociología, aunque no dejamos pasar ocasión para vernos y compartir buenos momentos.
Pero aunque somos íntimas y nos contamos casi todo, jamás compartí con ella determinados eventos de mi vida, como estos que comparto con ustedes, no sé, me parece que no es algo que debe decirse en una charla, por eso es que creo que los relatos son el medio indicado para expresar ciertas cosas.
No me resulta complicado hacer un relato, solo me pongo a escribir lo que siento, a evocar los sentimientos y emociones que sentí en esos momentos, lo demás corre por cuenta de ustedes, que es leerlos y disfrutarlos.
Pero bueno, volviendo a la historia en sí, era el cumpleaños de mi amiga, todo un acontecimiento, al ser RR. PP., su costumbre era siempre que cumplía años hacer una fiesta como las de las estrellas, en algún lugar acorde, con Dee Jay de renombre, los mejores barman, músicos invitados, algún show sorpresa y muchas cosas más. Como verán, re sencilla mi amiga.
Pero bueno, más allá de todos estos delirios la quiero mucho y como amiga íntima que soy no podía faltar. Fui con mi marido. La fiesta se celebraba en un importante y conocido salón del conurbano. Cuándo llegamos Mecha estaba en la puerta recibiendo personalmente a todos los invitados, estaba espléndida, con un trajecito de lentejuelas con el que deslumbraba. Toda una estrella prácticamente.
Yo había ido mucho más sobria, pantalón blanco, blusa haciendo juego y suéter, no me gusta llamar demasiado la atención, pienso que la seducción no significa mostrar todo lo que una tiene, se puede ser sexy con la mirada, con la actitud, con ciertos gestos… además, siempre es bueno pasar desapercibida ya que a veces no conviene que todas las miradas estén encima tuyo, y ya sabrán porque lo digo.
Dentro la fiesta estaba en su clímax. No soy buena para calcular pero más de cien personas seguro. Por supuesto que estaban las amistades de toda la vida, las egresadas del colegio San Justo y además, debido a la actividad de Mecha, también había mucha gente conocida, actores, actrices, cantantes, y algún que otro deportista más amigo de la noche que de los entrenamientos. Obvio que la mayoría, cholulos incurables, andaban a la caza de algún autógrafo o una foto, por lo que con mi marido decidimos, tras dejar los sacos en el guardarropa, apartarnos de la mayoría bailar un poco. Hacía mucho que no salíamos, ya que nuestras diferentes ocupaciones, sumado a los estudios, nos había restado tiempo para estar juntos y divertirnos.
-Estás hermosa esta noche- me dijo en cierto momento, susurrándome al oído.
-¿Solo esta noche?- le replique.
Se rió.
-Vos ya sabes lo que quiero decir-
Me reí también y le devolví el piropo.
-Gracias… vos tampoco estás nada mal-
En ese momento nos besamos y sentí su mano resbalando por debajo de mi cadera. Esa sola caricia me hizo estremecer, y aunque había sido prodigada por encima de la ropa, era muy diferente a lo que podía llegar a sentir con cualquier otro hombre. En ella sentía todo el amor, toda la pasión, toda la felicidad que compartimos y expresamos el uno por el otro.
Bailamos un rato y luego nos acercamos a nuestro grupo de amigos. La charla que mantenían giraba en torno a los famosos que habían asistido al cumpleaños de Mercedes. En eso se acerca un mozo con una bandeja repleta de copas con champagne. No tengo que decir que desaparecieron al instante, quedándome yo sin ninguna.
-Enseguida le traigo otra señorita- me dice el mozo solidarizándose conmigo.
-Señora- lo corrijo, no se porque lo hice, pero me salió naturalmente.
-Señora- asintió y se sonrió.
Desapareció entre la multitud y volvió enseguida con otra bandeja en la que cargaba una sola copa, la mía, la que me había prometido.
En ese momento estaba charlando con Caro, por lo que se me acerca por detrás y me dice:
-Sírvase… señora-
Esta vez la que se sonrió fui yo.
-Gracias- le dije agarrando la copa cruzando con él una de esas miradas que lo dicen todo sin necesidad de emitir ni una sola palabra.
Por suerte Caro se distrajo con algún actor que estaba dando vueltas por ahí, por lo que no pudo notar aquella mirada, que si no me hubiera acribillado a preguntas. Volví con mis amigas y el mozo a su trabajo. Prácticamente me olvidé de él durante el resto de la noche, hasta que en cierto momento, y ya aburrida de la charla intrascendente de mis amistades, decidí buscar a mi marido, ya que hacía rato lo había perdido. Cuándo pregunté por él me dijeron que estaba en el segundo piso, con los demás maridos. Subí para curiosear y allí estaban todos, jugando al póker y hablando de fútbol, de la copa América, el nuevo torneo, que se yo, suponía que también estarían hablando sobre mujeres, pero cuándo me acerque eludieron olímpicamente el tema, como mi marido estaba ganando y al parecer se divertía, decidí no molestarlo, le guiñé un ojo y volví a la planta baja, aunque no regresé con mis amigas, sino que me fui a dar una vuelta por el salón, para ver que otros famosos había.
Luego de un rato y cuándo ya estaba por volver con los demás, veo una puerta con la señalización de salida, me pareció el momento propicio para salir a tomar un poco de aire fresco. La música me retumbaba en los oídos y las luces me enceguecían. Afuera había otros que tuvieron la misma idea. Estaban en una especie de patio, al aire libre, fumando y charlando entre ellos, como no conocía nadie seguí caminando unos metros, hasta llegar a un pasillo, al final del cuál me pareció reconocer a alguien. Estaba solo, apoyado contra una columna, fumando un cigarrillo. Era el mozo, el que me había alcanzado aquella copa de champagne.
-Esta fresco, ¿no?- le dije al acercarme, cruzándome de brazos.
-Un poco, aunque esta más agradable acá afuera que ahí adentro… señora- me dijo, enfatizado la última palabra.
Me sonreí.
-No hace falta que me digas señora, me llamo Mariela- me presenté.
-Mariela… Rubén- se presentó él tendiéndome la mano.
Se la estreché sintiendo la calidez de su piel contra la mía, fue un apretón que duró más de lo habitual y durante el cuál nos sostuvimos largamente la mirada. Cuándo me soltó la mano, volví a cruzarme de brazos y me los froté con las manos, como sintiendo frío, aunque en realidad me estaba encendiendo.
-Creo que mejor vuelvo adentro… tal vez me estén buscando- le dije como justificándome.
Le dio una pitada a su cigarrillo, me miró de arriba abajo y exhalando el humo, me preguntó:
-¿Ya querés volver?-
No titubeé:
-No-
Tiró el cigarrillo al suelo, lo pisó con el zapato y volviendo a exhalar una espesa columna de humo, se me acercó y me dijo:
-Hay un lugar ahí atrás donde se guardan algunas cosas, una especie de depósito, ¿Qué te parece si vamos?-
-¿Qué me estás proponiendo?- le pregunto.
-Nada, solo te lo menciono… por si te interesa ir- me retruca.
Miro hacia atrás, hacia donde están las demás personas, ninguna parece reparar en nosotros.
-Ok- le digo –Pero tiene que ser rápido, ya sabes, mi marido puede salir a buscarme-
-Como usted diga señora, le prometo que va a ser rápido y furioso- me dice y comienza caminar hacia el lugar mencionado.
Yo voy detrás de él, sumisa y obediente, como una oveja rumbo al matadero. Abre la puerta y me hace entrar primero, pero antes de cruzar totalmente la puerta, me giró hacia él y le pregunto:
-Pará… ¿tenés forros?, porque sino…-
No me dejo terminar.
-Tengo, no te preocupes- respondió dándome una palmadita en la cola.
Fue lo que necesitaba para decidirme a entrar. Tras asegurarse que nadie nos vio, entra él y cierra. Hay una ventana abierta, pero también la cierra y le pone traba. Recién entonces prende la luz. Estamos frente a frente, mirándonos, deseándonos… nos vamos acercando lentamente. Ninguno dice nada. Entonces chocamos y nos prendemos en un beso desbordante de lujuria y saliva. Nos mordíamos las lenguas, nos chupábamos los labios, estábamos descontrolados. Toda esa situación, estar en la fiesta de una amiga, con mi esposo tan cerca, en un lugar que acentuaba esa sensación de clandestinidad, me excitaba terriblemente.
Su primer gesto es comenzar a desabrocharse el pantalón, pero antes de que llegue a hacerlo lo detengo.
-Perdona pero eso lo hago yo- le digo y con una mano le refriego el bulto de la entrepierna, se siente grande y contundente.
Enseguida le suelto el cinturón, le desprendo el botón, le bajo el cierre y metiendo una mano dentro de la bragueta saco afuera una pija de preponderantes dimensiones. No tarde nada en metérmela en la boca, sintiendo como palpitaba, alcanzando todavía su máxima expresión. La mamada que le hice todavía la debe estar sintiendo. Basta con decir que tuvo que sacarme por la fuerza para que no fuera a acabar antes de lo previsto.
Me sentó entonces sobre una mesa que había en un rincón, me separó las piernas, y haciendo a un lado mi tanguita, me la metió sin mayores inconvenientes. Mi concha le cedió el paso, alojándolo por completo en su interior, disfrutando de ese tamaño descomunal que sentía resbalando hasta mis confines más alejados. Bien aferrado de mis muslos, empezó a moverse, dentro y fuera, con más energía cada vez, mirándome en todo momento a los ojos, disfrutando con mis gestos de placer, con los suspiros que emitía.
-¿Le gusta, señora?- me preguntó en cierto momento.
Quise responderle, pero no pude. Un vano intento de respuesta salió de mi boca:
-¡Mmmmhhh…seeeeee!- expresé entre exaltados suspiros, totalmente entregada a esa devastación que hacía de mi cuerpo el receptor de todos sus impactos.
Para no dejarlo escapar, enlazaba mis piernas alrededor de su cintura, moviéndome con él también, sintiendo cada golpe como si fuera el último.
-¡Asiiiiiii… asiiiiiiii… asiiiiiii…!- le pedía, anhelando llegar al polvo cuánto antes.
Él no paraba, por el contrario, parecía que me daba mucho más fuerte todavía, hasta que en uno de esos último rebotes, me susurró al oído:
-¡Voy a acabar…!-
La sacó en el momento justo, ni bien se deshizó del forro los chorros de leche comenzaron a dispararse para todos lados, por suerte llegue a tiempo para tragarme una buena cantidad de su semen, el cuál degusté con la mayor de las ansias. Luego, nos acomodamos las ropas, y nos reintegramos a la fiesta como si nada hubiera pasado. Antes de unirme a mi esposo, pasé por la barra y pedí un trago bien fuerte para disimular el gusto a esperma que todavía sentía en mi paladar.
-¿Cómo está la Reina de la noche?- me preguntó mi marido abrazándome por atrás.
-Mejor que nunca… ¿Bailamos?- le dije.
-Es la mejor invitación que me han hecho esta noche- aseguró besándome en la boca.
Salimos a la pista y nos pusimos a bailar, a la vez que de lejos veía como el mozo, aquel mozo, seguía con su trabajo.
11 comentarios - El mozo
por tanto amor a la pija van mis puntitos