[b]Llegados a mi dormitorio y empujándole con las manos le hice tumbar sobre la cama, cayendo yo a continuación abrazada a él. Nos besamos comiéndonos frenéticamente las bocas mientras notaba las masculinas manos recorrer descontroladas mis curvas por encima de las ropas. Me besó haciéndome sentir el roce continuo de su poblada barba sobre mi cuello. Yo, riendo divertida, me dejaba hacer apretada a mi querido tío. De ese modo, continuamos achuchándonos sin descanso entre besos profundos y pequeños piquillos hasta que finalmente, y aprovechando mi posición dominante, tomé el control de las operaciones empezando a desnudarle con malsana presteza.
Sin abandonar un solo instante mi urgencia, le solté varios de los botones de la camisa mientras seguíamos besándonos del mismo modo apasionado. Las manos de él se apoderaron de mi redondo trasero acariciando al mismo tiempo la suave piel que la fina vestimenta veraniega dejaba al aire.
Finalmente el sueño tanto tiempo buscado estaba empezando a hacerse realidad. Tanto tiempo como llevaba deseando en silencio a Arturo, mi maduro tío y marido de la hermana mayor de mi madre, y allí lo tenía debajo de mí y completamente a mi merced. Desde bien jovencita, podría decir que casi de adolescente, había soñado con la idea de entregarme a aquel hombre de bien cuidados cabellos canos y de poblada barba que tanto me hacía vibrar cada vez que lo veía en cualquiera de los muchos eventos familiares en los que, sin poder ni querer evitarlo, coincidíamos. Ya con mis primeros escarceos sexuales con los chicos de la pandilla, aprendí que no había hombre capaz de resistirse a los encantos de una mujer y aquel no iba a ser un caso distinto a los demás. Mi pobre tía soportaba unos buenos cuernos de mi parte desde hacía largo tiempo, aunque solo fueran cuernos de pensamiento. Cantidad de noches y en la soledad de mi habitación, me había imaginado en brazos de aquel hombre disfrutando de sus caricias en interminables sesiones de sexo y vicio. ¡Cuántos orgasmos había alcanzado teniendo mis pensamientos ocupados por la imagen de Arturo! Y allí me encontraba al fin en mi dormitorio, acompañada por él y entre sus brazos aprovechando que mis padres habían marchado de viaje por unos días.
Entre abrazos y caricias cambiamos de posición quedando ahora él encima de mí. Con decisión me levantó mínimamente el top hasta alcanzar el sujetador empezando a manosearme los pechos al tiempo que llenaba de pequeños besos la fina piel que los rodeaba. Yo me dejaba hacer animándole con mis tímidos gemidos a continuar. Al fin iba a lograr que el mayor de mis deseos se viera cumplido entregándome a aquel hombre tan apuesto y varonil.
Doblando una de mis piernas lo enganché tratando de acercarlo aún más a mí. Mi encantador tío, dejándome los pechos al aire tras bajarme el sujetador, se hizo con uno de ellos empezando a chuparme y lamerme el rosado pezón el cual respondió al instante enderezándose sin remedio. Mi respiración de joven satisfecha fue ganando en intensidad a cada golpe de lengua que me daba. Le acaricié el cabello con una de mis manos y atrayéndolo hacia mí volví a ofrecerle mis húmedos labios besándonos de manera furiosa. Arturo me obligó a abrir los labios hasta conseguir escurrir la lengua en el interior de mi boca para seguidamente entremezclar ambas lenguas en un enloquecido beso con el que creí perder la razón.
Pequeña, me encantan tus pechos duritos –me dijo fijando su brillante mirada en la mía.
¡Cómemelos, por favor! ¡Lo deseo tanto! –respondí de forma entrecortada y sin tratar de evitar mostrar el enorme deseo que atenazaba cada uno de mis miembros.
Con los ojos cerrados no quise pensar en nada más. Tan sólo en disfrutar de aquel momento tanto tiempo esperado en compañía de aquel hombre maravilloso al que sabía incapaz en aquellos momentos de negarme nada que le pidiera. Ya no había posible marcha atrás en nuestra locura, en la cabeza de ambos ya no existía miedo a ningún tipo de tabú, ningún miedo al pecado, miedo a aquel combate entre tío y sobrina lejos de peligros familiares, sin padres, sin mujer y sin hijos que pudieran resultar molestos para el encuentro entre aquel par de amantes que en ese trance solo deseaban gozar de sus cuerpos sin pensar en nada más.
Él continuó comiendo y devorando mis pechos, todavía pequeños pero ya bien apetecibles. Yo no paraba de suspirar y jadear reclamando mayor vehemencia por parte de mi amado. Con los pezones entre sus dedos noté cómo me los pellizcaba con fuerza haciéndome gritar de dolor. Sin embargo, aquel dolor tuvo un efecto inesperado en mí pues sentí que aquello me gustaba, lejos del dolor que me producía. Nunca hasta entonces había disfrutado de aquella mezcla extraña entre dolor y placer; había escuchado y leído sobre ello pero nunca antes había experimentado algo así y, sin temor a resultar sucia y extraña, tengo que reconocer que aquel descubrimiento de mi pujante sexualidad resultó para mí altamente placentero.
Arturo, viendo el efecto contradictorio que aquella caricia causaba en mí, volvió a apretar los rosados pezones provocándome un nuevo grito de dolor.
¡Para, por favor!. Me duele… me duele –confesé casi apareciendo en mi bello rostro las primeras lágrimas.
Él, fijando sus ojos en los míos, volvió a lanzarse sobre el dolorido pezón el cual lamió ahora con suavidad tratando de llevarle algo de alivio. Así fue pasando de uno a otro de forma alternativa notándolos yo crecer bajo las caricias que su húmeda lengua les propinaba. Aquel intenso dolor pronto se tornó, como por ensalmo, en un exquisito placer que me hizo babear bajo el roce de sus masculinos labios.
Observando el lento avance del experto hombre me dejé hacer sin decir nada, sólo apretando su brazo con mi mano por encima de la tela de la americana. Empujándole hacia atrás, lo separé de mi lado lo que aprovechó para deshacerse de sus ropas mientras se empapaba con la imagen de mi joven cuerpo. Un deseo irrefrenable observé instalarse en la mirada de mi tío, aquellos ojos fulguraban de pasión y lujuria y con ello noté humedecerme toda entera al sentirme deseada de aquel modo tan salvaje.
Al tiempo que él se despojaba de la camisa dejándola caer a un lado, yo hice lo mismo haciendo desaparecer el diminuto top por encima de mi cabeza.
Cariño, esto es una locura pero ya no puedo parar –exclamó mi tío de forma entrecortada.
Sintiéndome triunfante al escuchar aquellas palabras, quedé sentada al borde de la cama para enseguida volver a tumbarme doblando las piernas con el fin de permitir que me quitara con facilidad el tejano. Una de las perneras del pantalón quedó enganchada a la deportiva así que él, devorado por la impaciencia, desató los cordones para dejar desaparecer primero el calzado y luego el engorroso pantalón.
Me encantaba la actitud impaciente y un tanto brusca que mi querido tío demostraba. Sus palabras no me engañaban pues como acababa de decirme se encontraba lanzado y ya nadie iba a ser capaz de pararle. Yo, echada hacia atrás y apoyada en los codos, me relamía contemplando aquel busto tan velludo y varonil.
Eres preciosa… una muchachita verdaderamente preciosa… –aseguró con voz rasposa y un tanto temblorosa.
Tú también me resultas tremendamente masculino y varonil –respondí con el mismo temblor de voz.
Lo sé, pequeña. Hace tiempo que veo cómo me miras y cómo me deseas.
Semidesnuda ante él, tan sólo cubierta por el sujetador caído y por el diminuto tanga que a duras penas salvaguardaba mi más escondido tesoro, noté su peso caer sobre mí volviendo a hacerse con mis senos los cuales chupó y chupó entre mis continuos jadeos y lamentos de gatita maliciosa.
Descendiendo por mis juveniles formas llenó de besos mi piel vibrante, rodeando mi ombligo y haciéndome subir la pierna para llenarla igualmente de besos subiendo y bajando por el muslo y la parte trasera de la pantorrilla pudiendo yo notar el calor de su lengua y sus caricias. Todo aquello resultaba completamente maravilloso para mí pues no tenía nada que ver con los ocasionales encuentros que mantenía con los muchachos de mi edad. Aquel hombre sabía cómo tratarme, cómo calentarme de manera conveniente con cada uno de los roces que producía sobre mi entregada anatomía.
Fue entonces cuando, aprovechando mi más que evidente debilidad, situó la cabeza entre mis piernas empezando a jugar con la entrepierna por encima de la delicada prenda que la cubría. Aquello me hizo gritar de emoción. Quería que siguiera mucho más allá, quería que hiciera desaparecer mi tanga de manera inmediata y que empezara a darme el placer que yo tanto necesitaba.
Sin embargo, suele ser habitual que los deseos de uno no se cumplan en la gran mayoría de las ocasiones y así fue en ese momento pues al parecer mi amado tío tenía otras ideas en mente. Con la cabeza enterrada entre mis piernas, Arturo se dedicó a alargar aquel mágico instante pasando muy lentamente la lengua por el interior de mi muslo. Aquella delicadeza por su parte me arrancó un gemido de protesta pero, pese a ello, permanecí quieta esperando su próximo movimiento. Pronto respondió subiendo hacia mi liso vientre el cual recorrió con la misma tardanza y sin mostrar la más mínima premura. Me notaba temblar entera y así pudo deleitarse alargando mi agonía todo lo posible sabiendo que luego la recompensa obtenida sería mucho mayor.
Sin poder mantenerme quieta y sin esperarle, fui yo misma la que empecé a masturbarme. Bien abierta de piernas y con total descaro acaricié mi humedad pasando los dedos arriba y abajo, tan excitada me encontraba. Gemí débilmente mientras el roce iba ganando en intensidad con el delicado masaje que yo misma me daba. Notaba mi sexo empapado en jugos y eso me llevó a introducir uno de mis dedos entre las paredes de mi vagina. Apartando mi mirada de la suya, cerré los ojos cuando un nuevo gemido escapó de entre mis labios. Me sentía muy, muy cachonda e inquieta. El creciente nerviosismo que me envolvía hizo que el movimiento del dedo se hiciese a cada paso más y más ágil, más y más desconsiderado.
Relevándome en mis caricias y llegando a mi entrepierna del mismo modo premioso que había adoptado todo el rato, mi querido tío apartó la tela del tanga a un lado con los dientes y, soplando levemente, noté el calor de su aliento golpear de forma deliciosa el umbral de mi vagina. Aquella nueva sorpresa acabó con mis últimas resistencias y sin esperar a más enganché su cabeza con ambas manos obligándole a hundirse en mi preciosa concha.
Arturo chúpamelo… por favor, no me hagas esperar más –acompañé mi actitud exigente con la debilidad de mis palabras.
¿Quieres que te lo coma, putita? –le oí mientras resbalaba la barbilla tomando la postura más cómoda entre mis piernas.
¡Oh, cállate de una buena vez y hazlo! –aullé como una loba enredando mis dedos en su cabello y apretándolo aún más contra mí.
Sacando su lengua no tardó en empezar a oler y lamer mi vulva, jugando con los pelillos y con mis abultados labios pasando por encima con extrema dilación para, poco a poco, ir frotándolos de la forma que a mí más me interesaba. Empecé a sollozar mientras cerraba los ojos disfrutando de aquella áspera lengua por la que me dejaba hacer sin reserva alguna. Degustando cada rincón de mi coñito fue recorriendo todos los pliegues llenándolos con el calor de su saliva. Cuando alcanzó el pequeño botoncillo simplemente creí morir de placer y no pude más que morderme los labios para no gritar. Luego, intensificando su labor, empezó a maltratarme el clítoris escarbando con su lengua una y otra vez y lamiéndome hasta hacerme jadear como una perra. Me encantaba el modo como lo hacía, tan pronto pasando la lengua por encima del clítoris de forma apenas perceptible como enseguida empujando con brusquedad hasta conseguir dejarla encerrada en el interior de mi vagina. Un nuevo gemido mucho más profundo que el anterior escapaba de entre mis labios cada vez que lo hacía. Todo mi cuerpo se estremecía bajo el dominio que aquella lengua ejercía sobre mí. Entre grititos y suspiros traté de buscar algo a lo que agarrarme encontrando al fin la colcha la cual enganché con impaciencia mientras notaba mis sentidos desbocarse.
Sobrinita, me gustan los coñitos jovencitos y algo peludos como el tuyo… Resultan verdaderamente deliciosos y sabrosos.
¡Cómemelo entero, tiíto…no te pares, me encanta como lo haces! –me removí dejando escapar largos suspiros mientras notaba mi cuerpo tensionarse entero.
Colocando mi vulva en su boca moví la cadera arriba y abajo en busca de su caricia mientras la mano, tratando de calmar ligeramente el placer que me dominaba, caía sobre uno de mis pechos acariciándolo y frotándolo con desenfreno, notando el pezón encabritarse. El roce enérgico de los pelos del bigote y de la barba aumentaban mi placer de un modo difícil de explicar.
Sigue, sigue… me vuelve loca como lo haces… vamos sigue –dije estirándome inquieta mientras mis gemidos aumentaban de volumen con cada una de las caricias que me prodigaba.
Aquella presión de su boca pronto fue acompañada por las de sus dedos metiendo primero uno y luego otro más. Un respingo fue mi inevitable respuesta a su cálido ataque. Su dedo corazón resbaló entre las paredes adentrándose con facilidad gracias a lo mojada y caliente que yo estaba. Tras mi primer suspiro satisfecho, Arturo metió otro de sus dedos haciéndome gemir aún más. Mi coño se hallaba bien abierto y necesitado de las caricias que la lengua y los dedos del hombre me producían. Incorporándose sobre mí acercó sus dedos a mi boca permitiéndome disfrutar el sabor de mis propios jugos los cuales degusté notándolos cálidos y de un exquisito sabor. Así entre mis suspiros cada vez más acusados, mi encantador tío me estuvo follando con los dedos moviéndolos hasta lo más profundo. Tanto era mi placer que casi gritando reclamé mayor ritmo en su follada, un ritmo más intenso que me hizo retorcer echando la cabeza hacia delante y con las manos apoyadas en su rostro. Con la mirada clavada en la mía era genial ver cómo me lo hacía metiendo y sacando los dedos al tiempo que chupaba mi coñito sin darme descanso alguno.
De pronto y sin yo esperarlo, me hizo levantar las piernas para quitarme el minúsculo tanga el cual, una vez entre sus manos, llevó a la nariz aspirando el aroma femenino de mis jugos.
¡Qué mojadas están!... Cariño, me encanta verte tan caliente y entregada. Me encanta olisquear el aroma profundo de tus jugos –dijo mostrando su deseo al pasar la boca por donde se veía más húmeda la diminuta prenda.
Sí tiíto, me vuelves loca… sigue chupándome hasta morir…
Su lengua repasaba cada rincón de mi sexo en una limpieza de bajos absolutamente espléndida. Separándome los labios a cada lado fue pasándome la lengua a gran velocidad gozando del sabor de mis flujos. Yo me retorcía con cada golpe de lengua que recibía. Ayudándole en su mamada llevé la mano sobre mi peludo pubis e introduje nuevamente uno de mis dedos entre las empapadas paredes de mi vagina. De ese modo, inicié una masturbación a buen ritmo a la vez que la lengua de mi tío continuaba atacando sin reservas mi endurecido clítoris. Elevando levemente la cabeza podía ver la lengua enredarse entre los sonrosados labios entregado a la dura tarea de ofrecerme el mejor de los placeres. Y a fe que lo estaba consiguiendo pues yo no paraba un segundo de jadear con cada pasada de lengua que me daba.
Vamos cariño, fóllame más rápido que estoy casi a punto de irme… quiero que me hagas correr como una perra –le solté con total desvergüenza mientras Arturo continuaba con su feliz tarea.
El orgasmo se acercaba sin remedio y fue en ese momento cuando creí tocar el cielo, acrecentándose mi locura, al sentir sus labios envolviendo mi clítoris, apretándolo con fiereza y cubriéndolo luego con débiles mordisquitos que tuvieron la virtud de acabar con mis últimas reservas haciéndome gritar de desesperación. Me estaba corriendo, me estaba corriendo ahora sí y aquella sensación única de entregarle hasta lo más íntimo de mi ser me resultó enormemente gratificante y reconfortante. Lanzando un largo grito de complacencia caí en mi placer, corriéndome entre desconsolados lamentos y entregándole a mi hombre mis flujos que recogió bebiéndolos y saciando su apetito hasta dejarme completamente limpia.
Me corro… me corro, sí… ¡Dios, qué gusto me das maldito! –chillé apretándolo entre mis piernas como si quisiera dejarlo allí para siempre.
¡Qué ricura de coñito tienes, sobrinita! –le escuché segundos más tarde una vez apartó la cara de mi intimidad, relamiéndose de gusto, tras haberla disfrutado convenientemente.
Tras descansar unos segundos y habiendo recuperado mínimamente el resuello, busqué sus labios y le besé entrelazando mi lengua con la suya. Sin dejar de besarle bajé la mano llevándola por encima del pantalón de mi tío. Alguna vez que habíamos coincidido en la piscina o en la playa durante las vacaciones, había podido verle en bañador imaginando así todo aquello que debía guardar entre las piernas. Así pues el primer vistazo que le eché confirmó las sospechas que sobre él me había formado, pues el bulto que allí aparecía resultaba más que interesante para una joven como yo. La delicada tela que lo cubría apenas era suficiente para mantener en calma la pujante humanidad que allí se adivinaba. Pasé y repasé la mano por encima disfrutando del grosor de aquella culebra que dentro de poco sería mía. Un suspiro gozoso salió de entre mis labios:
Umm, ¿qué es esto que tienes aquí?... ¿me dejas que la pruebe? Hacía tanto que llevaba esperando este momento… –dije acariciando el miembro inquieto a través del pantalón para así excitar aún más a mi compañero.
Acaríciala pequeña… pasa tu mano arriba y abajo y acaríciala muy suavemente…
Así lo hice, moviendo la mano muy lentamente y notando el bulto vibrar y crecer más y más con cada una de las caricias que mis dedos le daban. Acercando el rostro tembloroso entre sus piernas lo rocé tímidamente con la mejilla y aquella imagen de sumisión que mi rostro pegado a su entrepierna mostraba le gustó, cómo no iba a gustarle tener a una chiquilla como yo excitándole con mi gesto de lujuria y vicio. Finalmente y mostrando mi más que evidente nerviosismo, le desabroché el cinturón y en un visto y no visto le despojé del pantalón y del slip dejándolos caer hasta medio muslo. Saltando hacia delante como un resorte apareció ante mí el miembro masculino tanto tiempo esperado. Con la mirada clavada en el grueso animal y las manos apoyadas en las columnas de sus muslos, lo observé saltar cabeceante y orgulloso en busca de la caricia que lo calmase. ¡Dios, era mucho más grande de lo que había imaginado! Con las venas tan azuladas e hinchadas que parecían a punto de reventar, la presencia de aquella polla curvada y de cabeza rosada apuntando hacia arriba me hizo enloquecer por completo.
¡Qué grande que es, tiíto… es maravillosa! –no pude más que exclamar fantaseando con la idea de todo aquello que aquel músculo me iba a hacer gozar.
Es toda tuya, Cati… Cómetela y chúpala… lo estoy deseando –lo noté temblar también a él bajo mis manos.
Cogiéndolo entre los dedos tomé su pene, erecto hasta la desesperación, y de un solo bocado lo introduje en mi boca hasta más de la mitad. Arturo gimió satisfecho al sentir la lengua y los labios envolviendo el palpitante tronco. Luego, sacándolo de la boca, vi el glande húmedo y brillante pidiendo mayor interés por mi parte. Me agradaba el hecho de tenerle allí totalmente entregado a mis caricias, disfrutando de mis primeras atenciones, era algo que me hacía sentir poderosa teniendo frente a mí al hombre por el que hacía tanto que suspiraba.
Tumbándome en posición inversa a la suya enseguida formamos un delicioso 69 que me hizo tomar nuevos bríos. Dejándole ver mi coñito abierto y bien apetitoso y caliente, Arturo se dedicó a chupármelo una vez más, respondiendo yo acariciándole y masturbándole la polla entre mis dedos y sin poder dejar de gemir con lo que me hacía. Con voz grave me pidió que le lamiera las pelotas, cosa que hice golpeándole las cargadas bolsas hasta que le escuché acompañándome en mis gemidos. Aquello me convenció de que le gustaba como se lo hacía así que continué lamiéndole los testículos mientras mi mano se deslizaba con lentitud a lo largo del tronco.
Así, así sigue comiéndomelo cariño –le pedí deseando que continuara rozando mi sexo con los pelos de su bigote y su barba.
Echándome sobre el enorme pene volví a meterlo en mi boca empezando a chuparlo y lamerlo de manera furiosa, recorriéndolo arriba y abajo, devorándolo, degustándolo como el mejor de los regalos. Por mi parte, la tentación volvió a vencerme y así pude disfrutar el roce de su lengua experta humedeciendo mi clítoris una vez más, haciendo las delicias de mi sexo con cada pasada que me daba por encima comiéndomelo de manera intensa. Metiendo más la lengua empezó a darme una completa penetración y, jadeando como una perra, apreté mis muslos buscando hacerla mía. Con cada golpe de su lengua me retorcía aullando mi placer, cerrando los ojos con fuerza, notándome la garganta reseca. Me sentía como una moto y estaba bien segura que si Arturo seguía así pronto acabaría alcanzando un nuevo orgasmo sin poder resistirme a las acometidas con las que cautivaba cada uno de mis sentidos.
¡Me vuelve loca tu polla! –exclamé en un breve instante de descanso, observando el bello músculo palpitar entre mis dedos.
Chupámela, mi niña… lo haces de maravilla –respondió a mis palabras con voz tenue.
¿Sabes?, seguramente te sorprenda lo que te digo pero es totalmente cierto. Llevaba mucho tiempo deseando todo esto, deseándote en silencio y sin poder decir nada.
¿Por qué debe de sorprenderme? Es algo completamente normal que una muchachita como tú quiera dar rienda suelta a sus más profundos deseos.
Sin decirme nada más noté cómo posaba las manos sobre mi trasero mientras su lengua estrujaba mi rajilla empujando y saliendo tras alcanzar el botón del clítoris. Arturo no paraba de lametear pasando la lengua arriba y abajo, jugando con las húmedas paredes para de pronto sorprenderme al dirigir los pasos camino de mi otro agujero mucho más estrecho y delicado. Arqueándome hacia atrás toda entera quedé sin respiración al notar la inesperada caricia masculina rozarme el agujero del culo, agujero todavía no profanado por nadie hasta entonces.
¿Qué me haces, maldito? –casi grité al notar la presión del dedo tratando de entrar en mi canal posterior.
No te muevas, Cati… deja que te lo vaya dilatando poco a poco –me dijo sintiendo yo como volvía a presionar esta vez con algo más de fuerza.
Elevando las nalgas volví a chuparle, devorando aquel encantador tesoro que tanto me emocionaba. Una buena polla que quería disfrutar hasta el fin. Lamí su sexo subiendo la lengua desde los huevos hasta el redondo glande con el que jugué haciéndolo vibrar bajo mi dominio. Los gemidos que ambos emitíamos poco a poco se fueron entremezclando entre las paredes de mi pequeño dormitorio.
Una idea ocupó de pronto mi loca cabecita de manera que, haciendo mi caricia aún más osada, empecé a lamer y recrearme con el agujero trasero del hombre al cual escuché gemir levemente ante el atrevido ataque al que le sometía como respuesta al que él me estaba aplicando. Al parecer aquello le gustaba por lo que aumenté el ritmo de mis caricias, humedeciendo el preciado agujero con mi saliva. Una vez convenientemente mojado y siguiendo sus enseñanzas, introduje el dedo corazón en el poco dilatado canal provocando en mi tío un terrible suspiro de satisfacción.
¿Te gusta tiíto? –le pregunté abriéndome paso con mayor denuedo.
Arturo contestó a mi pregunta con un simple gemido satisfecho al tiempo que removía el culo acompañando las entradas y salidas de mi dedo.
Haciéndome levantar quedamos frente a frente y, arrodillados sobre la cama nos besamos con desenfreno. Cogiéndome los pechos con las manos los llevó a su boca mamándolos y deleitándose con la dureza de mis pezones. Fijando la mirada en él le empujé hacia atrás haciéndole tumbar boca arriba. De ese modo, lo tenía completamente entregado.
Echándome encima de él me dirigí a su velludo pecho empezando a lamer con suavidad uno de sus pezones. Él gimió con mi caricia y agarrando mi cabeza me hizo bajar por su vientre camino del pene el cual encontré duro y dispuesto. Abriendo mi boquita me metí buena parte de su sexo chupándolo al instante con ganas mientras deslizaba la mano muy lentamente.
Así, así nenita… cómetela vamos –me indicó con la vista clavada en el techo.
Sin darme descanso disfruté de aquel manjar metiéndolo y sacándolo de mi boca consiguiendo tragarlo por completo hasta llevarlo a la garganta. Aquello me produjo una pequeña arcada pese a la que no abandoné mi tarea chupando y chupando aún con mayor interés. Con la lengua humedecí el redondo glande con el que jugué como una loca, golpeando con la punta de la lengua el grueso champiñón que vi responder encabritándose bajo mi atenta mirada. Seguidamente envolví los huevos con mis labios volviendo a lamérselos.
Nena, me encanta ver la cara de putita que pones mientras lo haces…
¿Te gusta cómo lo hago?
Claro que sí, pones una cara de zorra que me vuelve loco.
Quedándome callada observé el miembro desafiante en el que las venas quedaban marcadas como si estuvieran a punto de reventar, y seguramente así era.
¡Tiíto querido, no aguanto más! ¡Quiero que me folles!
Bien muchachita, ponte encima –respondió mientras me animaba a hacerlo con sus decididos gestos.
Buscando la mejor posición y tras cubrir su pene con el necesario condón, me coloqué a horcajadas de espaldas a él y volteando la cabeza por encima del hombro le sonreí con lujuria mientras me incorporaba haciendo coincidir mi sexo con el suyo. Con la polla de mi hombre fuertemente sujeta entre mis dedos fui dejándome caer logrando poco a poco meterla hasta el fondo.
¡Ah sí, te siento entero… Dios, qué bueno… tenía tantas ganas de esto! –exclamé echándome hacia atrás hasta acabar con las uñas clavadas en la cama.
Al fin me sabía completamente suya, allí estábamos enganchados el uno al otro sintiéndome llena de mi querido tío con el que tanto había soñado. Tras unos segundos de hacerme al tamaño de su pene, enseguida empecé a moverme en busca de mi placer. Tomándome por la cintura Arturo me acompañó en mi ritmo dando fuertes golpes de riñones que me hicieron alcanzar la gloria. Subiendo las manos a mis pechos los acarició masajeándolos con fuerza, jugando con mis pezones erectos. Yo no paraba de cabalgar el grueso eje subiendo y bajando mientras notaba la cabeza darme vueltas alrededor del dormitorio el cual en aquellos momentos sentía como algo ajeno a mí. Arturo se movía con profundas penetraciones, llenándome hasta el final y yo no podía más que echar la cabeza hacia atrás, gimiendo de satisfacción mientras enredaba los dedos entre mis alborotados cabellos. Aquella polla me estaba volviendo loca haciéndome conocer sensaciones nunca antes conocidas; sabía que mi querido tío no me iba a fallar y así era pues estaba disfrutando junto a Arturo del mejor de los polvos.
Fóllame… así, qué polla tan enorme tienes… qué gusto me das, querido tío –gritaba sin parar de cabalgar arriba y abajo, con la mirada perdida y sin dejar de gemir ruidosamente.
El no dejaba de empujar ayudándome en la cabalgada, permitiéndome sentir sus cargados huevos cada vez que golpeaba contra él, intensificando el ritmo sin desmayo. ¡Era realmente fantástico!
Muévete putita, muévete… tienes un coñito precioso… así, clávatela tú misma –me animó a continuar mientras yo botaba moviéndome al compás de los brutales ataques que me daba.
Sí tíito, sí… es fantástico… qué polvo más rico me estás dando… -exclamé cayendo entre sus brazos y quedándome quieta mientras notaba sus manos recorrer mi piel desnuda.
Me vuelves loco, preciosa… déjame hacer a mí… pienso follarte hasta decir basta –le escuché decirme al oído entre mis continuos jadeos.
Rodeándome la cintura con el brazo me hizo levantar llevándome frente al amplio espejo que descansaba encima de la cómoda. Una vez me tuvo de espaldas a él y sin esperar a más, me hizo doblar la pierna apoyándola sobre el mueble para seguidamente penetrarme muy lentamente, dejándome notar la entrada de cada centímetro de su imparable miembro. Apartándome el cabello a un lado, Arturo cubrió mi oreja con las más soeces palabras que una pueda imaginar. Con los ojos casi en blanco me dejé hacer, sintiendo una vez más el abrirse paso de aquella barra de carne ahondando entre las paredes de mi sexo. Con la respiración a mil por hora y temblando de gusto, empecé a remover el trasero gozando su virilidad dentro de mí. Aquello pareció excitarle pues cogiéndome de la cadera él también empezó a moverse follándome poco a poco entre los débiles grititos que yo comenzaba a emitir.
¡Me gusta… me gusta tenerte dentro de mí! –aseguré provocándole con mi gesto pícaro y seductor.
Cayendo encima noté su pecho pegado a mi espalda y cómo me besaba el cuello y el hombro mientras veía su rostro congestionado reflejado en el espejo cada vez que empujaba contra mí. Una tremenda follada trasera fue la que me dio durante unos diez minutos en los que mi pobre coñito vibraba lubricando sin descanso con cada entrada de su incansable polla. Me corrí una vez más sin dejar de jadear y entre los espasmos que mi cuerpo daba. Moviéndome al ritmo que él me imponía mi dilatada vagina envolvía la gorda salchicha para al momento dejarla escapar con cada uno de sus movimientos pélvicos. Mientras me follaba, Arturo me tenía bien cogida por los pechos amasándolos y apretándolos entre sus dedos al tiempo que escuchaba las entrecortadas palabras que producía mezclarse con sus cansados gemidos. Tirando la mano hacia atrás agarré su brazo pudiendo así disfrutar la imagen cansada de mi macho cada vez que se enterraba dentro de mí.
Con un aullido de queja noté como salía dándome un mínimo descanso. Fueron unos pocos segundos de tregua pues al momento la lengua infame quedó enterrada entre mis piernas pudiendo así gozar del calor de mi vulva. Sin embargo, y tal como había hecho un rato antes, de la vulva pasó al tierno agujero trasero apoderándose del mismo para lamerlo con exquisita suavidad. Removiendo mis nalgas lancé un largo suspiro ante el furibundo ataque que mi culito recibía. Sabía lo que quería de mi y me sentía sin fuerzas para decirle que no. En verdad lo deseaba tanto como él, deseaba entregarme por entero a mi hombre sin miedo a perder la poca vergüenza que aún pudiese quedarme.
¿Te gusta mi culito? ¿te gusta, eh? –le dije removiendo nuevamente mi trasero para así enloquecerle todavía más. y demostrarle con ello que yo también lo quería.
Me gusta sí…. tienes un culillo muy apetitoso y tentador.
Y sin decir más empezó a comerme el culo, chupándolo una y otra vez entre los gemidos de perrita satisfecha con los que yo respondía.
Sigue… sigue comiéndomelo… me gusta notar tu lengua jugando ahí…
Tienes un culo precioso, nena… voy a metértela hasta hacer que grites como una perra –pude escuchar su voz ronca mientras se incorporaba colocándose detrás de mí.
Con cuidado, tiíto… no seas brusco que nunca nadie me lo ha hecho aún –respondí mostrándome falsamente preocupada pero demostrando con mis gestos lo mucho que lo deseaba.
Tranquila cariño, ya verás que te gustará. Una vez lo pruebes no querrás dejar de hacerlo. A todas las zorritas como tú al final siempre les acaba gustando.
Una vez acabó de hablar y ya con mi culo perfectamente lubricado, apoyó la cabeza del miembro en la entrada y mirándome a través del espejo me pidió que me relajara. Aguantando la respiración esperé que lo hiciera, que entrara en mi estrecha virginidad. Un grito desgarrado llenó la habitación cuando empezó a entrar, deslizándose poco a poco, traspasando el anillo y resbalando haciéndome sentir su ardiente polla destrozándome por completo. Busqué el aire que me faltaba, mientras un intenso dolor se apoderaba de mí ante la presión que aquella presencia enorme ejercía sobre mi agujero posterior.
¡Sácala, por favor! ¡Me duele… me duele mucho! –empecé a gritar tratando de escapar a su dominio.
Cuánto más gritaba y me removía más parecía gustarle, empujando con golpes secos que me hacían sentir el frío del espejo sobre la cara.
Aguanta un poco más putita… verás qué pronto te gustará… sólo un poco más, Cati.
Yo, cayéndome las primeras lágrimas mejilla abajo, gritaba mi intenso dolor cada vez que su pene entraba y salía, empezando a moverse y tomando paso a paso un mayor ritmo. Entre gritos desconsolados creí que me iba a romper por dentro y para calmar mi dolor llevé la mano entre las piernas acariciándome con suavidad las paredes de mi sexo. Arturo continuaba su trabajo, sodomizándome de manera brutal, empujando y haciendo que mi cuerpo quedase ligeramente elevado en el aire, tanta fuerza mantenía. Sin embargo y gracias a la caricia que mis dedos me ofrecían, poco a poco aquel dolor fue dando paso a un placer inmenso. Empecé a ser yo ahora quien se movía pidiendo mayor potencia por su parte.
Sí fóllame el culito… fóllamelo bien… qué placer más bueno…
Vamos zorrita, muévete… estoy a punto de irme, cariño.
¡Oh sí, clávamela con fuerza Arturo! Si sigues así no tardaré en correrme yo también… qué gusto joder.
Respirando como un toro noté su pelvis golpear mi redondo trasero de un modo salvaje, clavándome y sodomizándome sin consideración alguna en busca del cercano orgasmo que pronto acabaría con las fuerzas que su poderosa humanidad guardaba. Al fin y con un grito ahogado sentí como escapaba de mi interior entregándome su copiosa lechada sobre mis cansadas nalgas y mi espalda. Por mi parte, y agotada como estaba, caí hacia delante envuelta en un último orgasmo y acompañada de mi querido tío que tanto me había hecho gozar.
¡Joder, joder, joder qué polvo más bestia! ¡Eres un verdadero animal! –exclamé segundos más tarde abriendo los ojos y viéndome reflejada en el espejo junto a la sonrisa forzada del hombre que tan feliz me había hecho.
Has estado espectacular, pequeña –respondió recuperando poco a poco el aliento mientras besaba mi cuello y mi pequeña orejilla.
¿Lo repetiremos? –pregunté sabiendo perfectamente cuál iba a ser su respuesta.
Pues claro, mi vida… ya buscaremos el momento propicio para ello… eres una chiquilla demasiado morbosa y perversa como para dejarte escapar –le escuché decirme poco antes de apoderarse nuevamente de mi oreja.
Y tú eres el mejor amante que una pueda encontrar –dije para enseguida ronronear llevándome los dedos a la boca para así saborear los jugos que mi querido tío me había entregado.
Luego volviéndome hacia Arturo le ofrecí mis trémulos labios besándole, buscando su lengua y sabiéndome totalmente suya, sabiéndome parte de aquel hombre que tantas sensaciones me había hecho sentir. Nada iba a ser igual, estaba bien segura de ello pero ya nada me importaba, solo el disfrutar de su cálida compañía…[/b]
Sin abandonar un solo instante mi urgencia, le solté varios de los botones de la camisa mientras seguíamos besándonos del mismo modo apasionado. Las manos de él se apoderaron de mi redondo trasero acariciando al mismo tiempo la suave piel que la fina vestimenta veraniega dejaba al aire.
Finalmente el sueño tanto tiempo buscado estaba empezando a hacerse realidad. Tanto tiempo como llevaba deseando en silencio a Arturo, mi maduro tío y marido de la hermana mayor de mi madre, y allí lo tenía debajo de mí y completamente a mi merced. Desde bien jovencita, podría decir que casi de adolescente, había soñado con la idea de entregarme a aquel hombre de bien cuidados cabellos canos y de poblada barba que tanto me hacía vibrar cada vez que lo veía en cualquiera de los muchos eventos familiares en los que, sin poder ni querer evitarlo, coincidíamos. Ya con mis primeros escarceos sexuales con los chicos de la pandilla, aprendí que no había hombre capaz de resistirse a los encantos de una mujer y aquel no iba a ser un caso distinto a los demás. Mi pobre tía soportaba unos buenos cuernos de mi parte desde hacía largo tiempo, aunque solo fueran cuernos de pensamiento. Cantidad de noches y en la soledad de mi habitación, me había imaginado en brazos de aquel hombre disfrutando de sus caricias en interminables sesiones de sexo y vicio. ¡Cuántos orgasmos había alcanzado teniendo mis pensamientos ocupados por la imagen de Arturo! Y allí me encontraba al fin en mi dormitorio, acompañada por él y entre sus brazos aprovechando que mis padres habían marchado de viaje por unos días.
Entre abrazos y caricias cambiamos de posición quedando ahora él encima de mí. Con decisión me levantó mínimamente el top hasta alcanzar el sujetador empezando a manosearme los pechos al tiempo que llenaba de pequeños besos la fina piel que los rodeaba. Yo me dejaba hacer animándole con mis tímidos gemidos a continuar. Al fin iba a lograr que el mayor de mis deseos se viera cumplido entregándome a aquel hombre tan apuesto y varonil.
Doblando una de mis piernas lo enganché tratando de acercarlo aún más a mí. Mi encantador tío, dejándome los pechos al aire tras bajarme el sujetador, se hizo con uno de ellos empezando a chuparme y lamerme el rosado pezón el cual respondió al instante enderezándose sin remedio. Mi respiración de joven satisfecha fue ganando en intensidad a cada golpe de lengua que me daba. Le acaricié el cabello con una de mis manos y atrayéndolo hacia mí volví a ofrecerle mis húmedos labios besándonos de manera furiosa. Arturo me obligó a abrir los labios hasta conseguir escurrir la lengua en el interior de mi boca para seguidamente entremezclar ambas lenguas en un enloquecido beso con el que creí perder la razón.
Pequeña, me encantan tus pechos duritos –me dijo fijando su brillante mirada en la mía.
¡Cómemelos, por favor! ¡Lo deseo tanto! –respondí de forma entrecortada y sin tratar de evitar mostrar el enorme deseo que atenazaba cada uno de mis miembros.
Con los ojos cerrados no quise pensar en nada más. Tan sólo en disfrutar de aquel momento tanto tiempo esperado en compañía de aquel hombre maravilloso al que sabía incapaz en aquellos momentos de negarme nada que le pidiera. Ya no había posible marcha atrás en nuestra locura, en la cabeza de ambos ya no existía miedo a ningún tipo de tabú, ningún miedo al pecado, miedo a aquel combate entre tío y sobrina lejos de peligros familiares, sin padres, sin mujer y sin hijos que pudieran resultar molestos para el encuentro entre aquel par de amantes que en ese trance solo deseaban gozar de sus cuerpos sin pensar en nada más.
Él continuó comiendo y devorando mis pechos, todavía pequeños pero ya bien apetecibles. Yo no paraba de suspirar y jadear reclamando mayor vehemencia por parte de mi amado. Con los pezones entre sus dedos noté cómo me los pellizcaba con fuerza haciéndome gritar de dolor. Sin embargo, aquel dolor tuvo un efecto inesperado en mí pues sentí que aquello me gustaba, lejos del dolor que me producía. Nunca hasta entonces había disfrutado de aquella mezcla extraña entre dolor y placer; había escuchado y leído sobre ello pero nunca antes había experimentado algo así y, sin temor a resultar sucia y extraña, tengo que reconocer que aquel descubrimiento de mi pujante sexualidad resultó para mí altamente placentero.
Arturo, viendo el efecto contradictorio que aquella caricia causaba en mí, volvió a apretar los rosados pezones provocándome un nuevo grito de dolor.
¡Para, por favor!. Me duele… me duele –confesé casi apareciendo en mi bello rostro las primeras lágrimas.
Él, fijando sus ojos en los míos, volvió a lanzarse sobre el dolorido pezón el cual lamió ahora con suavidad tratando de llevarle algo de alivio. Así fue pasando de uno a otro de forma alternativa notándolos yo crecer bajo las caricias que su húmeda lengua les propinaba. Aquel intenso dolor pronto se tornó, como por ensalmo, en un exquisito placer que me hizo babear bajo el roce de sus masculinos labios.
Observando el lento avance del experto hombre me dejé hacer sin decir nada, sólo apretando su brazo con mi mano por encima de la tela de la americana. Empujándole hacia atrás, lo separé de mi lado lo que aprovechó para deshacerse de sus ropas mientras se empapaba con la imagen de mi joven cuerpo. Un deseo irrefrenable observé instalarse en la mirada de mi tío, aquellos ojos fulguraban de pasión y lujuria y con ello noté humedecerme toda entera al sentirme deseada de aquel modo tan salvaje.
Al tiempo que él se despojaba de la camisa dejándola caer a un lado, yo hice lo mismo haciendo desaparecer el diminuto top por encima de mi cabeza.
Cariño, esto es una locura pero ya no puedo parar –exclamó mi tío de forma entrecortada.
Sintiéndome triunfante al escuchar aquellas palabras, quedé sentada al borde de la cama para enseguida volver a tumbarme doblando las piernas con el fin de permitir que me quitara con facilidad el tejano. Una de las perneras del pantalón quedó enganchada a la deportiva así que él, devorado por la impaciencia, desató los cordones para dejar desaparecer primero el calzado y luego el engorroso pantalón.
Me encantaba la actitud impaciente y un tanto brusca que mi querido tío demostraba. Sus palabras no me engañaban pues como acababa de decirme se encontraba lanzado y ya nadie iba a ser capaz de pararle. Yo, echada hacia atrás y apoyada en los codos, me relamía contemplando aquel busto tan velludo y varonil.
Eres preciosa… una muchachita verdaderamente preciosa… –aseguró con voz rasposa y un tanto temblorosa.
Tú también me resultas tremendamente masculino y varonil –respondí con el mismo temblor de voz.
Lo sé, pequeña. Hace tiempo que veo cómo me miras y cómo me deseas.
Semidesnuda ante él, tan sólo cubierta por el sujetador caído y por el diminuto tanga que a duras penas salvaguardaba mi más escondido tesoro, noté su peso caer sobre mí volviendo a hacerse con mis senos los cuales chupó y chupó entre mis continuos jadeos y lamentos de gatita maliciosa.
Descendiendo por mis juveniles formas llenó de besos mi piel vibrante, rodeando mi ombligo y haciéndome subir la pierna para llenarla igualmente de besos subiendo y bajando por el muslo y la parte trasera de la pantorrilla pudiendo yo notar el calor de su lengua y sus caricias. Todo aquello resultaba completamente maravilloso para mí pues no tenía nada que ver con los ocasionales encuentros que mantenía con los muchachos de mi edad. Aquel hombre sabía cómo tratarme, cómo calentarme de manera conveniente con cada uno de los roces que producía sobre mi entregada anatomía.
Fue entonces cuando, aprovechando mi más que evidente debilidad, situó la cabeza entre mis piernas empezando a jugar con la entrepierna por encima de la delicada prenda que la cubría. Aquello me hizo gritar de emoción. Quería que siguiera mucho más allá, quería que hiciera desaparecer mi tanga de manera inmediata y que empezara a darme el placer que yo tanto necesitaba.
Sin embargo, suele ser habitual que los deseos de uno no se cumplan en la gran mayoría de las ocasiones y así fue en ese momento pues al parecer mi amado tío tenía otras ideas en mente. Con la cabeza enterrada entre mis piernas, Arturo se dedicó a alargar aquel mágico instante pasando muy lentamente la lengua por el interior de mi muslo. Aquella delicadeza por su parte me arrancó un gemido de protesta pero, pese a ello, permanecí quieta esperando su próximo movimiento. Pronto respondió subiendo hacia mi liso vientre el cual recorrió con la misma tardanza y sin mostrar la más mínima premura. Me notaba temblar entera y así pudo deleitarse alargando mi agonía todo lo posible sabiendo que luego la recompensa obtenida sería mucho mayor.
Sin poder mantenerme quieta y sin esperarle, fui yo misma la que empecé a masturbarme. Bien abierta de piernas y con total descaro acaricié mi humedad pasando los dedos arriba y abajo, tan excitada me encontraba. Gemí débilmente mientras el roce iba ganando en intensidad con el delicado masaje que yo misma me daba. Notaba mi sexo empapado en jugos y eso me llevó a introducir uno de mis dedos entre las paredes de mi vagina. Apartando mi mirada de la suya, cerré los ojos cuando un nuevo gemido escapó de entre mis labios. Me sentía muy, muy cachonda e inquieta. El creciente nerviosismo que me envolvía hizo que el movimiento del dedo se hiciese a cada paso más y más ágil, más y más desconsiderado.
Relevándome en mis caricias y llegando a mi entrepierna del mismo modo premioso que había adoptado todo el rato, mi querido tío apartó la tela del tanga a un lado con los dientes y, soplando levemente, noté el calor de su aliento golpear de forma deliciosa el umbral de mi vagina. Aquella nueva sorpresa acabó con mis últimas resistencias y sin esperar a más enganché su cabeza con ambas manos obligándole a hundirse en mi preciosa concha.
Arturo chúpamelo… por favor, no me hagas esperar más –acompañé mi actitud exigente con la debilidad de mis palabras.
¿Quieres que te lo coma, putita? –le oí mientras resbalaba la barbilla tomando la postura más cómoda entre mis piernas.
¡Oh, cállate de una buena vez y hazlo! –aullé como una loba enredando mis dedos en su cabello y apretándolo aún más contra mí.
Sacando su lengua no tardó en empezar a oler y lamer mi vulva, jugando con los pelillos y con mis abultados labios pasando por encima con extrema dilación para, poco a poco, ir frotándolos de la forma que a mí más me interesaba. Empecé a sollozar mientras cerraba los ojos disfrutando de aquella áspera lengua por la que me dejaba hacer sin reserva alguna. Degustando cada rincón de mi coñito fue recorriendo todos los pliegues llenándolos con el calor de su saliva. Cuando alcanzó el pequeño botoncillo simplemente creí morir de placer y no pude más que morderme los labios para no gritar. Luego, intensificando su labor, empezó a maltratarme el clítoris escarbando con su lengua una y otra vez y lamiéndome hasta hacerme jadear como una perra. Me encantaba el modo como lo hacía, tan pronto pasando la lengua por encima del clítoris de forma apenas perceptible como enseguida empujando con brusquedad hasta conseguir dejarla encerrada en el interior de mi vagina. Un nuevo gemido mucho más profundo que el anterior escapaba de entre mis labios cada vez que lo hacía. Todo mi cuerpo se estremecía bajo el dominio que aquella lengua ejercía sobre mí. Entre grititos y suspiros traté de buscar algo a lo que agarrarme encontrando al fin la colcha la cual enganché con impaciencia mientras notaba mis sentidos desbocarse.
Sobrinita, me gustan los coñitos jovencitos y algo peludos como el tuyo… Resultan verdaderamente deliciosos y sabrosos.
¡Cómemelo entero, tiíto…no te pares, me encanta como lo haces! –me removí dejando escapar largos suspiros mientras notaba mi cuerpo tensionarse entero.
Colocando mi vulva en su boca moví la cadera arriba y abajo en busca de su caricia mientras la mano, tratando de calmar ligeramente el placer que me dominaba, caía sobre uno de mis pechos acariciándolo y frotándolo con desenfreno, notando el pezón encabritarse. El roce enérgico de los pelos del bigote y de la barba aumentaban mi placer de un modo difícil de explicar.
Sigue, sigue… me vuelve loca como lo haces… vamos sigue –dije estirándome inquieta mientras mis gemidos aumentaban de volumen con cada una de las caricias que me prodigaba.
Aquella presión de su boca pronto fue acompañada por las de sus dedos metiendo primero uno y luego otro más. Un respingo fue mi inevitable respuesta a su cálido ataque. Su dedo corazón resbaló entre las paredes adentrándose con facilidad gracias a lo mojada y caliente que yo estaba. Tras mi primer suspiro satisfecho, Arturo metió otro de sus dedos haciéndome gemir aún más. Mi coño se hallaba bien abierto y necesitado de las caricias que la lengua y los dedos del hombre me producían. Incorporándose sobre mí acercó sus dedos a mi boca permitiéndome disfrutar el sabor de mis propios jugos los cuales degusté notándolos cálidos y de un exquisito sabor. Así entre mis suspiros cada vez más acusados, mi encantador tío me estuvo follando con los dedos moviéndolos hasta lo más profundo. Tanto era mi placer que casi gritando reclamé mayor ritmo en su follada, un ritmo más intenso que me hizo retorcer echando la cabeza hacia delante y con las manos apoyadas en su rostro. Con la mirada clavada en la mía era genial ver cómo me lo hacía metiendo y sacando los dedos al tiempo que chupaba mi coñito sin darme descanso alguno.
De pronto y sin yo esperarlo, me hizo levantar las piernas para quitarme el minúsculo tanga el cual, una vez entre sus manos, llevó a la nariz aspirando el aroma femenino de mis jugos.
¡Qué mojadas están!... Cariño, me encanta verte tan caliente y entregada. Me encanta olisquear el aroma profundo de tus jugos –dijo mostrando su deseo al pasar la boca por donde se veía más húmeda la diminuta prenda.
Sí tiíto, me vuelves loca… sigue chupándome hasta morir…
Su lengua repasaba cada rincón de mi sexo en una limpieza de bajos absolutamente espléndida. Separándome los labios a cada lado fue pasándome la lengua a gran velocidad gozando del sabor de mis flujos. Yo me retorcía con cada golpe de lengua que recibía. Ayudándole en su mamada llevé la mano sobre mi peludo pubis e introduje nuevamente uno de mis dedos entre las empapadas paredes de mi vagina. De ese modo, inicié una masturbación a buen ritmo a la vez que la lengua de mi tío continuaba atacando sin reservas mi endurecido clítoris. Elevando levemente la cabeza podía ver la lengua enredarse entre los sonrosados labios entregado a la dura tarea de ofrecerme el mejor de los placeres. Y a fe que lo estaba consiguiendo pues yo no paraba un segundo de jadear con cada pasada de lengua que me daba.
Vamos cariño, fóllame más rápido que estoy casi a punto de irme… quiero que me hagas correr como una perra –le solté con total desvergüenza mientras Arturo continuaba con su feliz tarea.
El orgasmo se acercaba sin remedio y fue en ese momento cuando creí tocar el cielo, acrecentándose mi locura, al sentir sus labios envolviendo mi clítoris, apretándolo con fiereza y cubriéndolo luego con débiles mordisquitos que tuvieron la virtud de acabar con mis últimas reservas haciéndome gritar de desesperación. Me estaba corriendo, me estaba corriendo ahora sí y aquella sensación única de entregarle hasta lo más íntimo de mi ser me resultó enormemente gratificante y reconfortante. Lanzando un largo grito de complacencia caí en mi placer, corriéndome entre desconsolados lamentos y entregándole a mi hombre mis flujos que recogió bebiéndolos y saciando su apetito hasta dejarme completamente limpia.
Me corro… me corro, sí… ¡Dios, qué gusto me das maldito! –chillé apretándolo entre mis piernas como si quisiera dejarlo allí para siempre.
¡Qué ricura de coñito tienes, sobrinita! –le escuché segundos más tarde una vez apartó la cara de mi intimidad, relamiéndose de gusto, tras haberla disfrutado convenientemente.
Tras descansar unos segundos y habiendo recuperado mínimamente el resuello, busqué sus labios y le besé entrelazando mi lengua con la suya. Sin dejar de besarle bajé la mano llevándola por encima del pantalón de mi tío. Alguna vez que habíamos coincidido en la piscina o en la playa durante las vacaciones, había podido verle en bañador imaginando así todo aquello que debía guardar entre las piernas. Así pues el primer vistazo que le eché confirmó las sospechas que sobre él me había formado, pues el bulto que allí aparecía resultaba más que interesante para una joven como yo. La delicada tela que lo cubría apenas era suficiente para mantener en calma la pujante humanidad que allí se adivinaba. Pasé y repasé la mano por encima disfrutando del grosor de aquella culebra que dentro de poco sería mía. Un suspiro gozoso salió de entre mis labios:
Umm, ¿qué es esto que tienes aquí?... ¿me dejas que la pruebe? Hacía tanto que llevaba esperando este momento… –dije acariciando el miembro inquieto a través del pantalón para así excitar aún más a mi compañero.
Acaríciala pequeña… pasa tu mano arriba y abajo y acaríciala muy suavemente…
Así lo hice, moviendo la mano muy lentamente y notando el bulto vibrar y crecer más y más con cada una de las caricias que mis dedos le daban. Acercando el rostro tembloroso entre sus piernas lo rocé tímidamente con la mejilla y aquella imagen de sumisión que mi rostro pegado a su entrepierna mostraba le gustó, cómo no iba a gustarle tener a una chiquilla como yo excitándole con mi gesto de lujuria y vicio. Finalmente y mostrando mi más que evidente nerviosismo, le desabroché el cinturón y en un visto y no visto le despojé del pantalón y del slip dejándolos caer hasta medio muslo. Saltando hacia delante como un resorte apareció ante mí el miembro masculino tanto tiempo esperado. Con la mirada clavada en el grueso animal y las manos apoyadas en las columnas de sus muslos, lo observé saltar cabeceante y orgulloso en busca de la caricia que lo calmase. ¡Dios, era mucho más grande de lo que había imaginado! Con las venas tan azuladas e hinchadas que parecían a punto de reventar, la presencia de aquella polla curvada y de cabeza rosada apuntando hacia arriba me hizo enloquecer por completo.
¡Qué grande que es, tiíto… es maravillosa! –no pude más que exclamar fantaseando con la idea de todo aquello que aquel músculo me iba a hacer gozar.
Es toda tuya, Cati… Cómetela y chúpala… lo estoy deseando –lo noté temblar también a él bajo mis manos.
Cogiéndolo entre los dedos tomé su pene, erecto hasta la desesperación, y de un solo bocado lo introduje en mi boca hasta más de la mitad. Arturo gimió satisfecho al sentir la lengua y los labios envolviendo el palpitante tronco. Luego, sacándolo de la boca, vi el glande húmedo y brillante pidiendo mayor interés por mi parte. Me agradaba el hecho de tenerle allí totalmente entregado a mis caricias, disfrutando de mis primeras atenciones, era algo que me hacía sentir poderosa teniendo frente a mí al hombre por el que hacía tanto que suspiraba.
Tumbándome en posición inversa a la suya enseguida formamos un delicioso 69 que me hizo tomar nuevos bríos. Dejándole ver mi coñito abierto y bien apetitoso y caliente, Arturo se dedicó a chupármelo una vez más, respondiendo yo acariciándole y masturbándole la polla entre mis dedos y sin poder dejar de gemir con lo que me hacía. Con voz grave me pidió que le lamiera las pelotas, cosa que hice golpeándole las cargadas bolsas hasta que le escuché acompañándome en mis gemidos. Aquello me convenció de que le gustaba como se lo hacía así que continué lamiéndole los testículos mientras mi mano se deslizaba con lentitud a lo largo del tronco.
Así, así sigue comiéndomelo cariño –le pedí deseando que continuara rozando mi sexo con los pelos de su bigote y su barba.
Echándome sobre el enorme pene volví a meterlo en mi boca empezando a chuparlo y lamerlo de manera furiosa, recorriéndolo arriba y abajo, devorándolo, degustándolo como el mejor de los regalos. Por mi parte, la tentación volvió a vencerme y así pude disfrutar el roce de su lengua experta humedeciendo mi clítoris una vez más, haciendo las delicias de mi sexo con cada pasada que me daba por encima comiéndomelo de manera intensa. Metiendo más la lengua empezó a darme una completa penetración y, jadeando como una perra, apreté mis muslos buscando hacerla mía. Con cada golpe de su lengua me retorcía aullando mi placer, cerrando los ojos con fuerza, notándome la garganta reseca. Me sentía como una moto y estaba bien segura que si Arturo seguía así pronto acabaría alcanzando un nuevo orgasmo sin poder resistirme a las acometidas con las que cautivaba cada uno de mis sentidos.
¡Me vuelve loca tu polla! –exclamé en un breve instante de descanso, observando el bello músculo palpitar entre mis dedos.
Chupámela, mi niña… lo haces de maravilla –respondió a mis palabras con voz tenue.
¿Sabes?, seguramente te sorprenda lo que te digo pero es totalmente cierto. Llevaba mucho tiempo deseando todo esto, deseándote en silencio y sin poder decir nada.
¿Por qué debe de sorprenderme? Es algo completamente normal que una muchachita como tú quiera dar rienda suelta a sus más profundos deseos.
Sin decirme nada más noté cómo posaba las manos sobre mi trasero mientras su lengua estrujaba mi rajilla empujando y saliendo tras alcanzar el botón del clítoris. Arturo no paraba de lametear pasando la lengua arriba y abajo, jugando con las húmedas paredes para de pronto sorprenderme al dirigir los pasos camino de mi otro agujero mucho más estrecho y delicado. Arqueándome hacia atrás toda entera quedé sin respiración al notar la inesperada caricia masculina rozarme el agujero del culo, agujero todavía no profanado por nadie hasta entonces.
¿Qué me haces, maldito? –casi grité al notar la presión del dedo tratando de entrar en mi canal posterior.
No te muevas, Cati… deja que te lo vaya dilatando poco a poco –me dijo sintiendo yo como volvía a presionar esta vez con algo más de fuerza.
Elevando las nalgas volví a chuparle, devorando aquel encantador tesoro que tanto me emocionaba. Una buena polla que quería disfrutar hasta el fin. Lamí su sexo subiendo la lengua desde los huevos hasta el redondo glande con el que jugué haciéndolo vibrar bajo mi dominio. Los gemidos que ambos emitíamos poco a poco se fueron entremezclando entre las paredes de mi pequeño dormitorio.
Una idea ocupó de pronto mi loca cabecita de manera que, haciendo mi caricia aún más osada, empecé a lamer y recrearme con el agujero trasero del hombre al cual escuché gemir levemente ante el atrevido ataque al que le sometía como respuesta al que él me estaba aplicando. Al parecer aquello le gustaba por lo que aumenté el ritmo de mis caricias, humedeciendo el preciado agujero con mi saliva. Una vez convenientemente mojado y siguiendo sus enseñanzas, introduje el dedo corazón en el poco dilatado canal provocando en mi tío un terrible suspiro de satisfacción.
¿Te gusta tiíto? –le pregunté abriéndome paso con mayor denuedo.
Arturo contestó a mi pregunta con un simple gemido satisfecho al tiempo que removía el culo acompañando las entradas y salidas de mi dedo.
Haciéndome levantar quedamos frente a frente y, arrodillados sobre la cama nos besamos con desenfreno. Cogiéndome los pechos con las manos los llevó a su boca mamándolos y deleitándose con la dureza de mis pezones. Fijando la mirada en él le empujé hacia atrás haciéndole tumbar boca arriba. De ese modo, lo tenía completamente entregado.
Echándome encima de él me dirigí a su velludo pecho empezando a lamer con suavidad uno de sus pezones. Él gimió con mi caricia y agarrando mi cabeza me hizo bajar por su vientre camino del pene el cual encontré duro y dispuesto. Abriendo mi boquita me metí buena parte de su sexo chupándolo al instante con ganas mientras deslizaba la mano muy lentamente.
Así, así nenita… cómetela vamos –me indicó con la vista clavada en el techo.
Sin darme descanso disfruté de aquel manjar metiéndolo y sacándolo de mi boca consiguiendo tragarlo por completo hasta llevarlo a la garganta. Aquello me produjo una pequeña arcada pese a la que no abandoné mi tarea chupando y chupando aún con mayor interés. Con la lengua humedecí el redondo glande con el que jugué como una loca, golpeando con la punta de la lengua el grueso champiñón que vi responder encabritándose bajo mi atenta mirada. Seguidamente envolví los huevos con mis labios volviendo a lamérselos.
Nena, me encanta ver la cara de putita que pones mientras lo haces…
¿Te gusta cómo lo hago?
Claro que sí, pones una cara de zorra que me vuelve loco.
Quedándome callada observé el miembro desafiante en el que las venas quedaban marcadas como si estuvieran a punto de reventar, y seguramente así era.
¡Tiíto querido, no aguanto más! ¡Quiero que me folles!
Bien muchachita, ponte encima –respondió mientras me animaba a hacerlo con sus decididos gestos.
Buscando la mejor posición y tras cubrir su pene con el necesario condón, me coloqué a horcajadas de espaldas a él y volteando la cabeza por encima del hombro le sonreí con lujuria mientras me incorporaba haciendo coincidir mi sexo con el suyo. Con la polla de mi hombre fuertemente sujeta entre mis dedos fui dejándome caer logrando poco a poco meterla hasta el fondo.
¡Ah sí, te siento entero… Dios, qué bueno… tenía tantas ganas de esto! –exclamé echándome hacia atrás hasta acabar con las uñas clavadas en la cama.
Al fin me sabía completamente suya, allí estábamos enganchados el uno al otro sintiéndome llena de mi querido tío con el que tanto había soñado. Tras unos segundos de hacerme al tamaño de su pene, enseguida empecé a moverme en busca de mi placer. Tomándome por la cintura Arturo me acompañó en mi ritmo dando fuertes golpes de riñones que me hicieron alcanzar la gloria. Subiendo las manos a mis pechos los acarició masajeándolos con fuerza, jugando con mis pezones erectos. Yo no paraba de cabalgar el grueso eje subiendo y bajando mientras notaba la cabeza darme vueltas alrededor del dormitorio el cual en aquellos momentos sentía como algo ajeno a mí. Arturo se movía con profundas penetraciones, llenándome hasta el final y yo no podía más que echar la cabeza hacia atrás, gimiendo de satisfacción mientras enredaba los dedos entre mis alborotados cabellos. Aquella polla me estaba volviendo loca haciéndome conocer sensaciones nunca antes conocidas; sabía que mi querido tío no me iba a fallar y así era pues estaba disfrutando junto a Arturo del mejor de los polvos.
Fóllame… así, qué polla tan enorme tienes… qué gusto me das, querido tío –gritaba sin parar de cabalgar arriba y abajo, con la mirada perdida y sin dejar de gemir ruidosamente.
El no dejaba de empujar ayudándome en la cabalgada, permitiéndome sentir sus cargados huevos cada vez que golpeaba contra él, intensificando el ritmo sin desmayo. ¡Era realmente fantástico!
Muévete putita, muévete… tienes un coñito precioso… así, clávatela tú misma –me animó a continuar mientras yo botaba moviéndome al compás de los brutales ataques que me daba.
Sí tíito, sí… es fantástico… qué polvo más rico me estás dando… -exclamé cayendo entre sus brazos y quedándome quieta mientras notaba sus manos recorrer mi piel desnuda.
Me vuelves loco, preciosa… déjame hacer a mí… pienso follarte hasta decir basta –le escuché decirme al oído entre mis continuos jadeos.
Rodeándome la cintura con el brazo me hizo levantar llevándome frente al amplio espejo que descansaba encima de la cómoda. Una vez me tuvo de espaldas a él y sin esperar a más, me hizo doblar la pierna apoyándola sobre el mueble para seguidamente penetrarme muy lentamente, dejándome notar la entrada de cada centímetro de su imparable miembro. Apartándome el cabello a un lado, Arturo cubrió mi oreja con las más soeces palabras que una pueda imaginar. Con los ojos casi en blanco me dejé hacer, sintiendo una vez más el abrirse paso de aquella barra de carne ahondando entre las paredes de mi sexo. Con la respiración a mil por hora y temblando de gusto, empecé a remover el trasero gozando su virilidad dentro de mí. Aquello pareció excitarle pues cogiéndome de la cadera él también empezó a moverse follándome poco a poco entre los débiles grititos que yo comenzaba a emitir.
¡Me gusta… me gusta tenerte dentro de mí! –aseguré provocándole con mi gesto pícaro y seductor.
Cayendo encima noté su pecho pegado a mi espalda y cómo me besaba el cuello y el hombro mientras veía su rostro congestionado reflejado en el espejo cada vez que empujaba contra mí. Una tremenda follada trasera fue la que me dio durante unos diez minutos en los que mi pobre coñito vibraba lubricando sin descanso con cada entrada de su incansable polla. Me corrí una vez más sin dejar de jadear y entre los espasmos que mi cuerpo daba. Moviéndome al ritmo que él me imponía mi dilatada vagina envolvía la gorda salchicha para al momento dejarla escapar con cada uno de sus movimientos pélvicos. Mientras me follaba, Arturo me tenía bien cogida por los pechos amasándolos y apretándolos entre sus dedos al tiempo que escuchaba las entrecortadas palabras que producía mezclarse con sus cansados gemidos. Tirando la mano hacia atrás agarré su brazo pudiendo así disfrutar la imagen cansada de mi macho cada vez que se enterraba dentro de mí.
Con un aullido de queja noté como salía dándome un mínimo descanso. Fueron unos pocos segundos de tregua pues al momento la lengua infame quedó enterrada entre mis piernas pudiendo así gozar del calor de mi vulva. Sin embargo, y tal como había hecho un rato antes, de la vulva pasó al tierno agujero trasero apoderándose del mismo para lamerlo con exquisita suavidad. Removiendo mis nalgas lancé un largo suspiro ante el furibundo ataque que mi culito recibía. Sabía lo que quería de mi y me sentía sin fuerzas para decirle que no. En verdad lo deseaba tanto como él, deseaba entregarme por entero a mi hombre sin miedo a perder la poca vergüenza que aún pudiese quedarme.
¿Te gusta mi culito? ¿te gusta, eh? –le dije removiendo nuevamente mi trasero para así enloquecerle todavía más. y demostrarle con ello que yo también lo quería.
Me gusta sí…. tienes un culillo muy apetitoso y tentador.
Y sin decir más empezó a comerme el culo, chupándolo una y otra vez entre los gemidos de perrita satisfecha con los que yo respondía.
Sigue… sigue comiéndomelo… me gusta notar tu lengua jugando ahí…
Tienes un culo precioso, nena… voy a metértela hasta hacer que grites como una perra –pude escuchar su voz ronca mientras se incorporaba colocándose detrás de mí.
Con cuidado, tiíto… no seas brusco que nunca nadie me lo ha hecho aún –respondí mostrándome falsamente preocupada pero demostrando con mis gestos lo mucho que lo deseaba.
Tranquila cariño, ya verás que te gustará. Una vez lo pruebes no querrás dejar de hacerlo. A todas las zorritas como tú al final siempre les acaba gustando.
Una vez acabó de hablar y ya con mi culo perfectamente lubricado, apoyó la cabeza del miembro en la entrada y mirándome a través del espejo me pidió que me relajara. Aguantando la respiración esperé que lo hiciera, que entrara en mi estrecha virginidad. Un grito desgarrado llenó la habitación cuando empezó a entrar, deslizándose poco a poco, traspasando el anillo y resbalando haciéndome sentir su ardiente polla destrozándome por completo. Busqué el aire que me faltaba, mientras un intenso dolor se apoderaba de mí ante la presión que aquella presencia enorme ejercía sobre mi agujero posterior.
¡Sácala, por favor! ¡Me duele… me duele mucho! –empecé a gritar tratando de escapar a su dominio.
Cuánto más gritaba y me removía más parecía gustarle, empujando con golpes secos que me hacían sentir el frío del espejo sobre la cara.
Aguanta un poco más putita… verás qué pronto te gustará… sólo un poco más, Cati.
Yo, cayéndome las primeras lágrimas mejilla abajo, gritaba mi intenso dolor cada vez que su pene entraba y salía, empezando a moverse y tomando paso a paso un mayor ritmo. Entre gritos desconsolados creí que me iba a romper por dentro y para calmar mi dolor llevé la mano entre las piernas acariciándome con suavidad las paredes de mi sexo. Arturo continuaba su trabajo, sodomizándome de manera brutal, empujando y haciendo que mi cuerpo quedase ligeramente elevado en el aire, tanta fuerza mantenía. Sin embargo y gracias a la caricia que mis dedos me ofrecían, poco a poco aquel dolor fue dando paso a un placer inmenso. Empecé a ser yo ahora quien se movía pidiendo mayor potencia por su parte.
Sí fóllame el culito… fóllamelo bien… qué placer más bueno…
Vamos zorrita, muévete… estoy a punto de irme, cariño.
¡Oh sí, clávamela con fuerza Arturo! Si sigues así no tardaré en correrme yo también… qué gusto joder.
Respirando como un toro noté su pelvis golpear mi redondo trasero de un modo salvaje, clavándome y sodomizándome sin consideración alguna en busca del cercano orgasmo que pronto acabaría con las fuerzas que su poderosa humanidad guardaba. Al fin y con un grito ahogado sentí como escapaba de mi interior entregándome su copiosa lechada sobre mis cansadas nalgas y mi espalda. Por mi parte, y agotada como estaba, caí hacia delante envuelta en un último orgasmo y acompañada de mi querido tío que tanto me había hecho gozar.
¡Joder, joder, joder qué polvo más bestia! ¡Eres un verdadero animal! –exclamé segundos más tarde abriendo los ojos y viéndome reflejada en el espejo junto a la sonrisa forzada del hombre que tan feliz me había hecho.
Has estado espectacular, pequeña –respondió recuperando poco a poco el aliento mientras besaba mi cuello y mi pequeña orejilla.
¿Lo repetiremos? –pregunté sabiendo perfectamente cuál iba a ser su respuesta.
Pues claro, mi vida… ya buscaremos el momento propicio para ello… eres una chiquilla demasiado morbosa y perversa como para dejarte escapar –le escuché decirme poco antes de apoderarse nuevamente de mi oreja.
Y tú eres el mejor amante que una pueda encontrar –dije para enseguida ronronear llevándome los dedos a la boca para así saborear los jugos que mi querido tío me había entregado.
Luego volviéndome hacia Arturo le ofrecí mis trémulos labios besándole, buscando su lengua y sabiéndome totalmente suya, sabiéndome parte de aquel hombre que tantas sensaciones me había hecho sentir. Nada iba a ser igual, estaba bien segura de ello pero ya nada me importaba, solo el disfrutar de su cálida compañía…[/b]
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