La noticia me la había dado mi mamá unos días antes.
-Pablo está por salir-
Me quede muda, atónita, perpleja, no supe que decir. Pablo había sido la pareja de mi mamá durante algún tiempo después de que mi viejo se pegó el raje ni bien ella quedó embarazada. Si bien vivía en casa, nunca llegó a ocupar ese lugar, sobre todo porque lo veía poco. Durante el día yo iba al colegio, y por las noches él no estaba o desaparecía por un tiempo, mi mamá lo buscaba pero nunca lo podía encontrar, hasta que nos dimos cuenta que andaba en cosas raras. Claro que nos dimos cuenta de la peor manera, cuándo la policía hizo un allanamiento en nuestra propia casa, en busca de drogas, artículos robados y demás. Yo tenía doce años cuándo eso pasó, y aunque no entendía muchas cosas, sabía darme cuenta que Pablo no era el hombre adecuado para mi mamá. Siempre que me acostaba le pedía a Dios que lo alejara de ella, que no se vieran nunca más, le prometía que iba a estudiar más, que iba a ser una niña buena, pero por favor que escuchara mis plegarias. Al poco tiempo, en una de sus tantas desapariciones, algo salió mal, no puedo dar mayores detalles al respecto, pero lo agarraron, lo metieron preso y en cuestión de meses lo condenaron a veinte años de prisión, así que imagínense la gravedad de sus delitos.
Aunque mi mamá juraba y perjuraba que no iba a verlo, yo sospechaba que de alguna manera se comunicaba con él, sino como iba a enterarse que estaba por salir. La cuestión es que debido a buen comportamiento, reducción de pena vaya una a saber porque, en vez de veinte terminaron siendo diez y un poco más los años que estuvo preso. Y de nuevo estaba la amenaza de tenerlo en casa otra vez.
-¿Y que vas a hacer?- le pregunté a mi mamá luego de haber digerido la mala nueva.
-Bueno, ya no estamos juntos, así que no estoy obligada a nada con él- me dijo, aunque no la noté muy convencida.
-¿Pero…?- le insistí, sospechando que había algo más que no me quería decir.
-Bueno, le ofrecí quedarse unos días, por lo menos hasta que encuentre un lugar donde estar- me dijo, agachando la cabeza, como queriendo ocultarse de mi inmediato reproche.
-¡Pero mamá, ¿estás loca?!- me exalté.
-Solo por un par de días hija, nada más, sabés que recién sale de la cárcel y que no tiene a nadie, ¿adonde va a ir?- trato de excusarse.
-Pero ese es su problema, que se las arregle solo- le dije.
-No puedo hacerle eso- me insistió.
-¿Acaso pensás volver con él?- le pregunté.
-Ni loca, lo nuestro ya terminó hace tiempo- me aseguró y dio por finalizada la conversación.
Sin embargo, sus últimas palabras no me dejaron muy convencida al respecto. Sospechaba que pese a todo aún sentía algo por Pablo. Finalmente y pese a mi manifiesta oposición al respecto, el jueves al volver del trabajo lo encontré a Pablo instalado en la sala de mi casa, tomando mate lo más campante. Obviamente que entre con mis llaves, sin llamar, por lo que al verme aparecer por la puerta se me quedo mirando incrédulo.
-¡¿Giselle…?!- exclamó sorprendido.
-Hola, ¿Cómo estás?- lo saludé tibiamente.
-La puta madre, como creciste- afirmó mirándome de arriba abajo.
Y la verdad que si había crecido. Yo tenía 12 años cuándo lo metieron preso, ahora tengo 23 y en todo ese tiempo no lo fui a visitar ni una sola vez. No tenía porque hacerlo. Le di un beso de compromiso y acepté el mate que me invitaba. Mi mamá apareció enseguida por la puerta de la cocina, seguro que había escuchado el comentario que Pablo había hecho.
-¿Viste como se puso la nena?-
-Eso le decía, es increíble como pasa el tiempo- expresó él sin dejar de mirarme.
-Bueno, me voy a bañar- dije devolviéndole el mate, sin demasiado ánimo por seguir con esa conversación.
Después de bañarme me fui directo a mi cuarto, le dije a mi mamá que no iba a comer y me quede chateando con unas amigas. A la noche me dio un poco de hambre, así que fui a la cocina a buscar algo de comer. Me prepare un sándwich, me serví un vaso de jugo, y volvía con todo a mi cuarto cuándo escucho unos ruidos provenientes de la pieza de mi mamá. Era el ruido de la cama, estaba rechinando, y por sobre ese sonido podían escucharse unos gemidos. Gemidos de hombre y de mujer. ¡Estaban cogiendo! ¡¡Pablo se estaba cogiendo a mi mamá!! Fui a mi cuarto, me comí el sándwich, bebí el jugo y traté de dormir, aunque no podía sabiendo que del otro lado ese ex convicto se estaba curtiendo a mi vieja.
Al otro día era sábado, así que no fui a trabajar. Me levanté pasadas las diez de la mañana, limpié mi cuarto, mandé algunos mails, y como mi mamá si trabaja hasta la tarde, a eso de las once y media me puse a preparar el almuerzo. Como estoy a dieta, solo iba a comer una ensalada, así que me puse a cortar unos vegetales en la cocina. En eso estaba cuándo se aparece Pablo y acercándoseme por detrás me susurra al oído:
-¿Qué preparás nena?-
Aunque sentí que algo me apoyo, no dije nada. Solo le respondí que me preparaba una ensalada.
-¿Y para mí, nada?- me retrucó, a la vez que se alejaba y se sentaba en la silla.
-Si querés te puedo hacer un churrasco- le dije.
-Eso estaría buenísimo- asintió.
Terminé de preparar mi ensalada y le hice un churrasco, así que no me quedo otra que almorzar con él.
-Y decime… ¿estás de novia?- me preguntó en cierto momento.
-Si, estuvimos peleados un tiempo pero volvimos hace poco-
-¿Y porque se pelearon? ¿Otra mina u otro tipo?- quiso saber.
-Nada de eso, cosas de pareja- le mentí.
Me miró fijo por un instante y luego comentó:
-No creo que él te haya puesto los cuernos, así que… ¿le pusiste los cuernos nena?-
Me puse seria.
-Eso no te importa-
-Eso quiere decir que si, que le pusiste los cuernos- se rió.
-Mirá, no fue eso, fue que… bueno… entre los dos las cosas…-
-Esta bien, a mí no me tenés que explicar nada, si lo corneaste fue porque no te complacía, pero decime… por lo menos el otro, ¿te dio bien?-
Me quede mirándolo fijamente, me daban ganas de tirarle algo por la cabeza, pero no se iba a salir con la suya, no iba a conseguir que me arrebatara. Lo más calmadamente posible, agarré mi plato, me levanté de la mesa y dejándolo en la pileta, le respondí:
-Me dio muy bien- y sin agregar nada más me fui.
-Jajaja… muy bien, esa es mi nena- escuche que se reía y aplaudía a mis espaldas.
Esa misma tarde le planteé a mi mamá cuánto tiempo más iba a estar Pablo en nuestra casa, ya que no parecía en lo absoluto estar buscando otro lugar.
-Dale tiempo, no debe ser fácil adaptarse de nuevo al exterior, ya va a salir, vas a ver- me dijo.
Por supuesto no me atreví a echarle en cara que había cogido con él, yo era la menos indicada para hacerlo, y hubiera sido muy hipócrita de mi parte reclamarle algo así, por lo que no me quedo otra que aguantarme la presencia de Pablo en casa. Sin embargo y pese a que en ningún momento le di calce para nada, durante estos días siguieron esos roces oportunos, encuentros casuales y algunos comentarios con doble sentido… aunque prontamente dejaron de ser de doble sentido, para ser totalmente explícitos.
-¿Y nena, cogiste hoy?- me preguntó ayer a la tarde al llegar.
Como de costumbre estaba tomando mate en la sala, y al verme entrar comenzó a rascarse groseramente la entrepierna.
-¡Sos un guarango!- le dije y me fui directamente a mi pieza.
Pero ni bien alcancé a abrir la puerta se me vino al humo, y se metió adentro conmigo, cerrándola tras de si con un golpe. Manteniéndome bien sujeta en todo momento, con los brazos para atrás, empezó a olerme, a olfatearme como si se tratara de un perro.
-¡Mmmmm… que rico olor a hembra que tenés…! ¿venís de garchar guachita? Dale decime, a mí me lo podés decir, ¿cuántas vergas te comiste hoy?-
-Soltame pelotudo, soltame si no querés acabar en cana de nuevo- le dije, tratando de no gritar para no alarmar a mi abuela.
-No te suelto nada hasta que no me digas si venís de coger- me insistió.
-¿Qué, me vas a violar forro?- lo desafié entonces.
Logré soltarme de su abrazo y me tiré en la cama, abriéndome bien de piernas.
-Vení, violame puto, asi te encierran de por vida y no tengo que verte nunca más-
Siempre mirándome fijamente, con esa cara de pervertido sexual sin remedio, se tocó la bragueta en forma amenazante.
-Te salvás por tu vieja, pendeja forra, porque sino te juro que te partía al medio- me dijo mientras se subía el cierre de la bragueta.
-Ya sé que te la estás cogiendo- le hice saber.
-Entonces cuidate porque en cualquier momento me termino cogiendo a la hija también y ni tu abuela se salva- me dijo a la vez que abría la puerta.
-Hijo de remil puta- le dije y lo escupí.
Lamentablemente no di en el blanco, por lo que se fue lo más campante. Más tarde cuando llegó mi vieja, actuó como si nada hubiera pasado. Por mi parte tampoco dije nada, no quería preocuparla al pedo. Además esa noche de nuevo volví a escuchar como cogían.
Así están las cosas por ahora, se que no es un relato como los que están acostumbrados a leer, pero necesitaba compartirlo con ustedes.
-Pablo está por salir-
Me quede muda, atónita, perpleja, no supe que decir. Pablo había sido la pareja de mi mamá durante algún tiempo después de que mi viejo se pegó el raje ni bien ella quedó embarazada. Si bien vivía en casa, nunca llegó a ocupar ese lugar, sobre todo porque lo veía poco. Durante el día yo iba al colegio, y por las noches él no estaba o desaparecía por un tiempo, mi mamá lo buscaba pero nunca lo podía encontrar, hasta que nos dimos cuenta que andaba en cosas raras. Claro que nos dimos cuenta de la peor manera, cuándo la policía hizo un allanamiento en nuestra propia casa, en busca de drogas, artículos robados y demás. Yo tenía doce años cuándo eso pasó, y aunque no entendía muchas cosas, sabía darme cuenta que Pablo no era el hombre adecuado para mi mamá. Siempre que me acostaba le pedía a Dios que lo alejara de ella, que no se vieran nunca más, le prometía que iba a estudiar más, que iba a ser una niña buena, pero por favor que escuchara mis plegarias. Al poco tiempo, en una de sus tantas desapariciones, algo salió mal, no puedo dar mayores detalles al respecto, pero lo agarraron, lo metieron preso y en cuestión de meses lo condenaron a veinte años de prisión, así que imagínense la gravedad de sus delitos.
Aunque mi mamá juraba y perjuraba que no iba a verlo, yo sospechaba que de alguna manera se comunicaba con él, sino como iba a enterarse que estaba por salir. La cuestión es que debido a buen comportamiento, reducción de pena vaya una a saber porque, en vez de veinte terminaron siendo diez y un poco más los años que estuvo preso. Y de nuevo estaba la amenaza de tenerlo en casa otra vez.
-¿Y que vas a hacer?- le pregunté a mi mamá luego de haber digerido la mala nueva.
-Bueno, ya no estamos juntos, así que no estoy obligada a nada con él- me dijo, aunque no la noté muy convencida.
-¿Pero…?- le insistí, sospechando que había algo más que no me quería decir.
-Bueno, le ofrecí quedarse unos días, por lo menos hasta que encuentre un lugar donde estar- me dijo, agachando la cabeza, como queriendo ocultarse de mi inmediato reproche.
-¡Pero mamá, ¿estás loca?!- me exalté.
-Solo por un par de días hija, nada más, sabés que recién sale de la cárcel y que no tiene a nadie, ¿adonde va a ir?- trato de excusarse.
-Pero ese es su problema, que se las arregle solo- le dije.
-No puedo hacerle eso- me insistió.
-¿Acaso pensás volver con él?- le pregunté.
-Ni loca, lo nuestro ya terminó hace tiempo- me aseguró y dio por finalizada la conversación.
Sin embargo, sus últimas palabras no me dejaron muy convencida al respecto. Sospechaba que pese a todo aún sentía algo por Pablo. Finalmente y pese a mi manifiesta oposición al respecto, el jueves al volver del trabajo lo encontré a Pablo instalado en la sala de mi casa, tomando mate lo más campante. Obviamente que entre con mis llaves, sin llamar, por lo que al verme aparecer por la puerta se me quedo mirando incrédulo.
-¡¿Giselle…?!- exclamó sorprendido.
-Hola, ¿Cómo estás?- lo saludé tibiamente.
-La puta madre, como creciste- afirmó mirándome de arriba abajo.
Y la verdad que si había crecido. Yo tenía 12 años cuándo lo metieron preso, ahora tengo 23 y en todo ese tiempo no lo fui a visitar ni una sola vez. No tenía porque hacerlo. Le di un beso de compromiso y acepté el mate que me invitaba. Mi mamá apareció enseguida por la puerta de la cocina, seguro que había escuchado el comentario que Pablo había hecho.
-¿Viste como se puso la nena?-
-Eso le decía, es increíble como pasa el tiempo- expresó él sin dejar de mirarme.
-Bueno, me voy a bañar- dije devolviéndole el mate, sin demasiado ánimo por seguir con esa conversación.
Después de bañarme me fui directo a mi cuarto, le dije a mi mamá que no iba a comer y me quede chateando con unas amigas. A la noche me dio un poco de hambre, así que fui a la cocina a buscar algo de comer. Me prepare un sándwich, me serví un vaso de jugo, y volvía con todo a mi cuarto cuándo escucho unos ruidos provenientes de la pieza de mi mamá. Era el ruido de la cama, estaba rechinando, y por sobre ese sonido podían escucharse unos gemidos. Gemidos de hombre y de mujer. ¡Estaban cogiendo! ¡¡Pablo se estaba cogiendo a mi mamá!! Fui a mi cuarto, me comí el sándwich, bebí el jugo y traté de dormir, aunque no podía sabiendo que del otro lado ese ex convicto se estaba curtiendo a mi vieja.
Al otro día era sábado, así que no fui a trabajar. Me levanté pasadas las diez de la mañana, limpié mi cuarto, mandé algunos mails, y como mi mamá si trabaja hasta la tarde, a eso de las once y media me puse a preparar el almuerzo. Como estoy a dieta, solo iba a comer una ensalada, así que me puse a cortar unos vegetales en la cocina. En eso estaba cuándo se aparece Pablo y acercándoseme por detrás me susurra al oído:
-¿Qué preparás nena?-
Aunque sentí que algo me apoyo, no dije nada. Solo le respondí que me preparaba una ensalada.
-¿Y para mí, nada?- me retrucó, a la vez que se alejaba y se sentaba en la silla.
-Si querés te puedo hacer un churrasco- le dije.
-Eso estaría buenísimo- asintió.
Terminé de preparar mi ensalada y le hice un churrasco, así que no me quedo otra que almorzar con él.
-Y decime… ¿estás de novia?- me preguntó en cierto momento.
-Si, estuvimos peleados un tiempo pero volvimos hace poco-
-¿Y porque se pelearon? ¿Otra mina u otro tipo?- quiso saber.
-Nada de eso, cosas de pareja- le mentí.
Me miró fijo por un instante y luego comentó:
-No creo que él te haya puesto los cuernos, así que… ¿le pusiste los cuernos nena?-
Me puse seria.
-Eso no te importa-
-Eso quiere decir que si, que le pusiste los cuernos- se rió.
-Mirá, no fue eso, fue que… bueno… entre los dos las cosas…-
-Esta bien, a mí no me tenés que explicar nada, si lo corneaste fue porque no te complacía, pero decime… por lo menos el otro, ¿te dio bien?-
Me quede mirándolo fijamente, me daban ganas de tirarle algo por la cabeza, pero no se iba a salir con la suya, no iba a conseguir que me arrebatara. Lo más calmadamente posible, agarré mi plato, me levanté de la mesa y dejándolo en la pileta, le respondí:
-Me dio muy bien- y sin agregar nada más me fui.
-Jajaja… muy bien, esa es mi nena- escuche que se reía y aplaudía a mis espaldas.
Esa misma tarde le planteé a mi mamá cuánto tiempo más iba a estar Pablo en nuestra casa, ya que no parecía en lo absoluto estar buscando otro lugar.
-Dale tiempo, no debe ser fácil adaptarse de nuevo al exterior, ya va a salir, vas a ver- me dijo.
Por supuesto no me atreví a echarle en cara que había cogido con él, yo era la menos indicada para hacerlo, y hubiera sido muy hipócrita de mi parte reclamarle algo así, por lo que no me quedo otra que aguantarme la presencia de Pablo en casa. Sin embargo y pese a que en ningún momento le di calce para nada, durante estos días siguieron esos roces oportunos, encuentros casuales y algunos comentarios con doble sentido… aunque prontamente dejaron de ser de doble sentido, para ser totalmente explícitos.
-¿Y nena, cogiste hoy?- me preguntó ayer a la tarde al llegar.
Como de costumbre estaba tomando mate en la sala, y al verme entrar comenzó a rascarse groseramente la entrepierna.
-¡Sos un guarango!- le dije y me fui directamente a mi pieza.
Pero ni bien alcancé a abrir la puerta se me vino al humo, y se metió adentro conmigo, cerrándola tras de si con un golpe. Manteniéndome bien sujeta en todo momento, con los brazos para atrás, empezó a olerme, a olfatearme como si se tratara de un perro.
-¡Mmmmm… que rico olor a hembra que tenés…! ¿venís de garchar guachita? Dale decime, a mí me lo podés decir, ¿cuántas vergas te comiste hoy?-
-Soltame pelotudo, soltame si no querés acabar en cana de nuevo- le dije, tratando de no gritar para no alarmar a mi abuela.
-No te suelto nada hasta que no me digas si venís de coger- me insistió.
-¿Qué, me vas a violar forro?- lo desafié entonces.
Logré soltarme de su abrazo y me tiré en la cama, abriéndome bien de piernas.
-Vení, violame puto, asi te encierran de por vida y no tengo que verte nunca más-
Siempre mirándome fijamente, con esa cara de pervertido sexual sin remedio, se tocó la bragueta en forma amenazante.
-Te salvás por tu vieja, pendeja forra, porque sino te juro que te partía al medio- me dijo mientras se subía el cierre de la bragueta.
-Ya sé que te la estás cogiendo- le hice saber.
-Entonces cuidate porque en cualquier momento me termino cogiendo a la hija también y ni tu abuela se salva- me dijo a la vez que abría la puerta.
-Hijo de remil puta- le dije y lo escupí.
Lamentablemente no di en el blanco, por lo que se fue lo más campante. Más tarde cuando llegó mi vieja, actuó como si nada hubiera pasado. Por mi parte tampoco dije nada, no quería preocuparla al pedo. Además esa noche de nuevo volví a escuchar como cogían.
Así están las cosas por ahora, se que no es un relato como los que están acostumbrados a leer, pero necesitaba compartirlo con ustedes.
21 comentarios - Un nueva tortura...
aceptame en el face porfa
Lo siento.