Las dos pendejas con las que había cogido, aparecieron al rato, las dos ya vestidas como para salir (y aparte para disimular el faltazo que se habían pegado) fueron al parque a avisarles a las otras que se prepararan para irse de joda. Entraron todas, incluida Anita, que cuando paso cerca mio me susurro: -Voy a preparar el terreno.
Yo aproveche, y limpie toda la cocina y los elementos de mi trabajo.
Como a los 20 minutos, bajaron las minas todas producidas, saludaron al pasar y salieron, al toque la gemela, volvió, me metió un beso en la boca y me dio un papel, -Llamame, me dijo, y se fue. Me guarde el papelito con el teléfono en el bolsillo y empecé a guardar mis cosas en la mochila.
En ese momento escucho a Ana a mis espaldas que me dice: Por fin solitos bebé. Casi me desencaja la mandíbula, la visión que tuve al girar. Apoyada en el marco de la puerta, con un conjunto de ropa interior medio celeste, medio turquesa, la verdad a quien carajo le importaba el color en ese momento, que le quedaba tallado a mano, en ese lomo privilegiado que tenia esa veterana, fruto de horas y horas en el gimnasio (ayudado por las manos del cirujano también jeje). Yo me quede quieto sin decir nada, se arrimo hasta la heladera, la abrió y saco una botella de champagne. Agarrate dos copas de ahí arriba, me dijo, y seguime.
Fui escaleras arriba siguiéndola, maravillado por la excitante visión que tenia de esas nalgas, perfectas, bronceadas, duras como el acero, que tenia la jovata, remarcadas por esa tanga, incrustada en su grieta anal, que invitaba a devorarla de un solo bocado.
Llegamos a la puerta de la habitación principal, entramos. A la derecha estaba el baño, donde, ya preparado por Anita, nos esperaba una gran bañera de hidromasaje burbujeante y caliente. Nos desnudamos mutuamente, de una manera muy romántica, no a lo animal como era nuestra costumbre, mientras nuestras lenguas se trenzaban en un apasionado y profundo beso; y nos metimos.
Abrí la botella y serví las copas. Ana se encaramo sobre mi, y así, en esa posición, bebimos, y nos besamos tiernamente, como dos enamorados. Nos explorábamos mutuamente con nuestras lenguas incansables, la boca, el cuello, los hombros. Así estuvimos un largo rato, tomando y besando. Ana me frotaba su clítoris sobre mi pija, nos calentábamos, despacio, pausada pero ininterrumpidamente, estábamos levantando temperatura, preparando el monumental polvazo que nos echaríamos mas tarde.
El morbo iba creciendo, y el champagne terminándose. Cuando hubo bebido la última gota, así en la posición en la cual estaba, Ana, agarro mi trozo, y de una lo enterró en su concha. Así cabalgándonos muy despacio, nos cogimos mutuamente, tocándonos, gozándonos, explorándonos con nuestra lengua y manos; mirándonos a los ojos.
En lo mejor de la cogida me dijo: quería que mi sobrinita disfrutara un macho como vos, el novio es un pelotudo, merecía tener una buena última noche. La bese profundamente.
-¿Te gusto cogerla? Pregunto. –Mucho, conteste, pero a vos no te llega ni a los talones. Se nota que eso la calentó, porque me empezó a cabalgar a lo bestia, y acabamos en pocos minutos.
Nos quedamos abrazados un rato, hasta que el agua empezó a enfriarse. Nos duchamos juntos, hubo unos manoseos, yo la verdad no podía mas, así que le colé un rato los dedos y le saque los dos últimos orgasmos de la noche (el ultimo con eyaculacion incluida) nos vestimos y me tome un taxi a casa.
Fue una noche inolvidable, una de las ultimas veces que estuve con la veterana.
A la gemela la llame, cogimos un par de veces que luego contare, pero por ahora, la historia llega a su fin…
Gracias a todos, espero les haya gustado.
Yo aproveche, y limpie toda la cocina y los elementos de mi trabajo.
Como a los 20 minutos, bajaron las minas todas producidas, saludaron al pasar y salieron, al toque la gemela, volvió, me metió un beso en la boca y me dio un papel, -Llamame, me dijo, y se fue. Me guarde el papelito con el teléfono en el bolsillo y empecé a guardar mis cosas en la mochila.
En ese momento escucho a Ana a mis espaldas que me dice: Por fin solitos bebé. Casi me desencaja la mandíbula, la visión que tuve al girar. Apoyada en el marco de la puerta, con un conjunto de ropa interior medio celeste, medio turquesa, la verdad a quien carajo le importaba el color en ese momento, que le quedaba tallado a mano, en ese lomo privilegiado que tenia esa veterana, fruto de horas y horas en el gimnasio (ayudado por las manos del cirujano también jeje). Yo me quede quieto sin decir nada, se arrimo hasta la heladera, la abrió y saco una botella de champagne. Agarrate dos copas de ahí arriba, me dijo, y seguime.
Fui escaleras arriba siguiéndola, maravillado por la excitante visión que tenia de esas nalgas, perfectas, bronceadas, duras como el acero, que tenia la jovata, remarcadas por esa tanga, incrustada en su grieta anal, que invitaba a devorarla de un solo bocado.
Llegamos a la puerta de la habitación principal, entramos. A la derecha estaba el baño, donde, ya preparado por Anita, nos esperaba una gran bañera de hidromasaje burbujeante y caliente. Nos desnudamos mutuamente, de una manera muy romántica, no a lo animal como era nuestra costumbre, mientras nuestras lenguas se trenzaban en un apasionado y profundo beso; y nos metimos.
Abrí la botella y serví las copas. Ana se encaramo sobre mi, y así, en esa posición, bebimos, y nos besamos tiernamente, como dos enamorados. Nos explorábamos mutuamente con nuestras lenguas incansables, la boca, el cuello, los hombros. Así estuvimos un largo rato, tomando y besando. Ana me frotaba su clítoris sobre mi pija, nos calentábamos, despacio, pausada pero ininterrumpidamente, estábamos levantando temperatura, preparando el monumental polvazo que nos echaríamos mas tarde.
El morbo iba creciendo, y el champagne terminándose. Cuando hubo bebido la última gota, así en la posición en la cual estaba, Ana, agarro mi trozo, y de una lo enterró en su concha. Así cabalgándonos muy despacio, nos cogimos mutuamente, tocándonos, gozándonos, explorándonos con nuestra lengua y manos; mirándonos a los ojos.
En lo mejor de la cogida me dijo: quería que mi sobrinita disfrutara un macho como vos, el novio es un pelotudo, merecía tener una buena última noche. La bese profundamente.
-¿Te gusto cogerla? Pregunto. –Mucho, conteste, pero a vos no te llega ni a los talones. Se nota que eso la calentó, porque me empezó a cabalgar a lo bestia, y acabamos en pocos minutos.
Nos quedamos abrazados un rato, hasta que el agua empezó a enfriarse. Nos duchamos juntos, hubo unos manoseos, yo la verdad no podía mas, así que le colé un rato los dedos y le saque los dos últimos orgasmos de la noche (el ultimo con eyaculacion incluida) nos vestimos y me tome un taxi a casa.
Fue una noche inolvidable, una de las ultimas veces que estuve con la veterana.
A la gemela la llame, cogimos un par de veces que luego contare, pero por ahora, la historia llega a su fin…
Gracias a todos, espero les haya gustado.
17 comentarios - La Veterana, la fiesta parte 4 final
se lo recomiendo al unico seguidor que tengo 😀
que excelente!!!
ya te empieso a segui...
emprende otro relato, escribis demasiado bien para tanta espera
Espero con ansias los relatos con tu compañera de trabajo y con la gemela...