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Un dios para ellas II

Aquí esta la segunda parte de esta saga, espero que tambien les guste, ah y no se olviden de comentar!

En el restaurante

El primer polvazo que echó tras su transformación no estuvo nada mal. Su experiencia con Sofía fue increíble, pero en realidad significó sólo el comienzo de su nueva vida, una vida que se prometía muy interesante. Después de su sesión especial de depilación, Josh volvió a su chalet y se arregló para ir a cenar. Se duchó, se vistió con un pantalón vaquero desteñido muy ceñido y se puso una camisa negra de Roberto Verino también muy ajustada que resaltara sus músculos. Se colocó un cordón de oro alrededor de su robusto cuello y observó el contraste tan atractivo que le hacía con su piel bronceada. Se desabrochó varios botones y dejó al descubierto el inicio de la división de sus pectorales de acero. Se peinó con mucha gomina y se echó varias gotas de su perfume secreto. Le encantaba su nueva vida, vaya que sí.

Cogió su flamante Maserati y se fue al restaurante más caro de la ciudad, uno muy pijo lleno de mujeres caprichosas y de maridos multimillonarios. Entró con arrogancia, sin quitarse las gafas de sol estilo aviador, y se sentó en una mesa al lado de un matrimonio. Ella: una mujer espectacular de unos treinta años, con peinado estilo cabaretero de París, muy maquillada, con un lunar al lado de la boca, collar de perlas, minivestido negro con transparencias en el escote y abdomen, muy sexy. Él: un viejo carcamal podrido de billetes. Josh se sentó frente a ella y sonrió. El camarero se le acercó con la carta del menú y Josh eligió lo más caro que había. Dejó que su perfume llenara la estancia y se repantigó en la silla. La mujer no tardó mucho en darse cuenta de su presencia. Fingía hablar con su marido pero no podía evitar lanzar miradas furtivas hacia Josh, hacia aquel pecho que se adivinaba masculino y fuerte bajo aquella atractiva camisa negra. Los ojos de aquella mujer eran muy felinos, con pestañas extralargas, maquillados con mucha sombra, resaltando sus ojos claros. Cuando parpadeaba podía volver loco a cualquier hombre. Y después estaba esa manera que tenía de apoyar la barbilla en su mano, tan delicada, tan sofisticada, con esa muñeca huesuda que parecía poder partirse con solo apretar un poquito. Josh se quitó las gafas y la miró con descaro. Ella se puso nerviosa y se cruzó de piernas. Llevaba unas medias negras y una cadenita rodeando uno de sus finos tobillos. Los taconazos eran de aguja, con puntera abierta, dejando a la vista varios deditos y la costura de la media bordeándolos suavemente.

La presencia de Josh la estaba excitando. Se mordía la punta de la uña de su dedo índice. Tenía las uñas muy cuidadas, con unas aplicaciones fucsia muy fashion. Mmmm, a Josh le ponía muchos ese tipo de uñas de diseño. Su marido se dio cuenta de que algo pasaba y miró hacia atrás.

—¿Ocurre algo, cielo? ¿Conoces a ese hombre? —preguntó el viejo.

—¿A quién? No. Nada. Es sólo que tengo un poco de calor, ufff. Ya se me pasará. —Su voz era dulce, sensual.

Josh se levantó y tiró la servilleta sobre el plato. Dejó bien a la vista su paquete perfilado bajo los vaqueros y se fue hacia los servicios. Al darse la vuelta, la mujer clavó su mirada en el trasero firme y marcado de Josh y se mordió el labio.

—Cariño, ¿estás muy encendida? ¿Te encuentras bien?

La mujer se levantó y se alisó el minivestido. Cogió su bolso de Chanel y te apartó un mechón de la cara con elegancia. Se retiró de la mesa y se inclinó sobre su marido.

—Discúlpame querido. Enseguida vuelvo. —Le susurró al oído.

Se dirigió hacia los servicios detrás de Josh con un contoneo irresistible, marcando los pasos con decisión. Por detrás se veía que las medias tenían una costura muy original con lacitos que dibujaban una línea muy sexy por toda la pierna. Era super delgada, muy fina. Su culo era precioso, perfecto.

Cuando llegó a los servicios de caballeros, abrió la puerta y se asomó. Josh estaba apoyado contra el lavabo con los brazos cruzados y sonrió. Ella se abalanzó sobre él y se aferró a su cuello, buscando entrar en su boca con una lengua desesperada. Josh respondió agitando su lengua en una batalla ardiente mientras le manoseaba el culo con fuerza.

—Mmmm, me vuelves loca. ¿De dónde has salido, joder?

Ella le arañaba el pecho, le pellizcaba los enormes bíceps y luchaba con su lengua por llegar lo más hondo que podía en la boca de él. Josh le subió el vestido y le acarició las medias que llegaban hasta el muslo. La banda elástica estaba decorada por unos encajes deliciosos. Llevaba unas braguitas negras de tacto muy suave .

—¿Cómo te llamas?

—Nicole, ¿y tú?

—Me llamo Josh. ¿Estás ya harta de la polla del viejo? ¿Quieres ver una polla de verdad?

—Oh, sí, vamos. Dámela, dámela, por favor —suplicaba ella mientras le quitaba el cinturón de Dolce & Gabbana lo más rápida que podía. Le bajó los vaqueros y comprobó que Josh no llevaba ropa interior. Se encontró con su impresionante manquera de venas y lanzó un grito de entusiasmo.

—Vamos puta, clava tus rodillas y métetela en esa boca de zorra rica que tienes.

Nicole obedeció y se arrodilló frente a Josh abriendo la boca como un animal hambriento. Cogió con sus delicadas manos su polla y empezó a lamerla con devoción. Recorría con la lengua toda su longitud, desde la base hasta la punta, lo justo para recoger la gotita de presemen que asomaba y volver a bajar hasta detenerse en los huevos, donde se entretenía con lametazos cortos, como una gatita bebiendo su leche del cuenco.

—Mmmm, qué depilado estás. Que suavidad, madre mía.

—¿Te gusta así, perra?

—Me encanta, me encanta.

Josh gemía de gusto y dejaba caer la cabeza hacia atrás. Solo de pensar que el marido de aquella preciosidad estaba sentado a la mesa a escasos metros, esperándola mientras ella le comía la polla, se ponía berraco perdido.

—¡Qué pollón tienes! ¡Dios mío! ¡Me vuelves loca, chulazo, mmmm!

Ella empezó a escupirle encima de la polla y luego a tragársela entera, a continuación otra vez dejaba que la saliva le cubriera la punta, jugaba un rato con la punta de la lengua, recogiendo el hilo de presemen que le caía y luego la engullía de nuevo hasta el fondo. Josh estaba flipando con las habilidades de aquella tía, sobre todo le volvía loco verle el lunar encima del labio y como desaparecía su pollón justo por debajo. De pronto le entró un arrebato de masculinidad y la sujetó por la cabeza para follarle la boca en plan cabronazo. Movía las caderas igual que si se la estuviera tirando por el coño, solo que se la estaba clavando hasta el fondo de la garganta. A ella le entraron arcadas, pero se dejaba hacer, disfrutaba como una perra de aquella vejación. Josh le sacaba de vez en cuando la polla de la boca para golpearle las mejillas, castigándola, humillándola.

—Esta bien, putita, escúchame bien. Por principios no me follo a ninguna tía que lleve bragas, pero no voy a ser muy malo contigo y me voy a correr en tu boca.

Ella asentía agradecida.

—Haz conmigo lo que quieras.

—Quiero que después de que te tragues mi leche salgas ahí fuera y beses a tu marido como nunca antes lo hayas hecho. ¿Me oyes?

—Oh sí, lo que tu quieras, chulazo. Haré lo que me pidas.

Josh empezó a meneársela mientras ella aguardaba su regalo con la lengua fuera. Estalló con un chorro largo y denso que le llenó toda la boca. Ella lo saboreó y se lo tragó, sin importarle que le resbalara el semen sobrante por las comisuras.

—Ni te imaginas lo cachonda que me tienes. No puedes dejarme así, por humanidad. Es demasiado cruel. Fóllame, quiero sentir esta pedazo de polla en mi interior. Te lo suplico, por piedad.

Josh la apartó de su lado con desprecio y se arregló la ropa. Salió a la sala y se sentó a su mesa como si tal cosa. Continuó la cena con tranquilidad. Al cabo de unos minutos, apareció Nicole de nuevo. Se tambaleaba un poco. Se acercó a su marido y le besó larga y apasionadamente, mirando a Josh de reojo con sus ojos de gata perversa. La muy puta no se había limpiado la boca y le quedaban aún restos de semen en la barbilla. Se morreaba con el viejo dejando que se mezclara su semen en todo aquel morboso juego. A Josh le ponía a mil el espectáculo. La repasaba con la mirada, el culo perfecto bajo el minivestido, su espalda insinuante bajo aquellas transparencias, las medias negras con esos lacitos tan sexy en ordenada fila recorriendo sus piernas delgadas, esos taconazos, ese collar de perlas, su pelo de cabaretera sofisticada, tan maquillada, tan sumisa, tan sexy.

Eso, cómele la boca al viejo cornudo, eso es, que pruebe lo que es un macho…

—¡Nicole! ¡Estamos en público! ¿Qué te ocurre?

Ella lo dejó y se sentó en su sitio. Sus ojos echaban chispas.

—Lo siento, cariño. Era solo un impulso.

—Cariño, ¿qué tienes en la cara, estás manchada con algo?

Nicole se pasó el dedo por los restos de semen que había alrededor de su boca y sin dejar de mirar a Josh, se chupó el dedo con frenesí, entrecerrando los ojos. Acto seguido, se arremangó el minivestido y se quitó las bragas por debajo de la mesa. El marido la miraba escandalizado. Entonces Nicole se levantó con las braguitas en la mano y las estrujó encima de la mesa. Estaban tan mojadas que gotearon flujo vaginal.

—Dios mío, mira que húmeda estoy —le dijo Nicole a su marido con absoluta naturalidad.

—¡Esto es intolerable! ¡Te has vuelto loca! ¡Nos vamos!

Pero su mujer ya estaba bajo el poder de los encantos de Josh y no había vuelta atrás. Se levantó y se fue hacia él, no sin antes dejar sus braguitas empapadas dentro de la sopa de su marido. Algunos comensales se dieron la vuelta murmurando. Nicole se plantó frente a Josh y se levantó el vestido para mostrarle su coño depilado al estilo francés, con una delgada línea de vello vertical.

—¿Ves? No llevo bragas. ¿Estoy ahora a tu gusto? Fóllame o mátame, pero no me dejes así…

Josh se levantó y la cogió en brazos como si fuera una muñeca, posándola boca arriba sobre la mesa. Algunos clientes gritaron horrorizados y se incorporaron de sus sillas. Ella se abrió de piernas y sujetó a Josh de la camisa, acercándolo hacia ella. Él empezó lamiendo los tacones, chupando la punta, mordisqueando los deditos que asomaban por la abertura, recorriendo con su lengua la costura de las medias. Después fue siguiendo la línea de los lacitos, lamiendo, besando cada centímetros de aquellas piernas delicadas. Cuando llegó al final, y Nicole sintió por fin la lengua de él repasando su coño húmedo, chilló como una adolescente en un concierto.

—Mmmm, qué bien hueles, zorra.

—Tú si que hueles bien, cabrón. Cómetelo, cómetelo todo.

Josh rodeaba con su lengua el clítoris hinchado de Nicole, primero con suavidad, luego con lamidas cortas y rápidas, para después recorrer los labios verticalmente, abrirlos un poco con los dedos e introducirle la lengua hasta todo lo dentro que podía. Al final la cubría con la boca abierta, devorándola como si mordiera un melocotón jugoso. Ella gritaba de gozo, tirándose de los pelos, sufriendo las descargas eléctricas de unos orgasmos salvajes. Allí, en público, delante de todo el mundo, delante de su marido…, disfrutando como una guarra.

Josh se quitó la camisa, dejando a la vista su torso perfecto, músculos de infarto, tableta de chocolate, cadena de oro resplandeciendo, vascularidad extrema. Tenía la polla tiesa, desproporcionada, dibujando un arco amenazador, lo que provocó la huida de muchos señores del restaurante por temor a que sus mujeres empezaran a comparar el miembro de aquel tío con lo que tenían en casa. Las señoras sin embargo se mostraban más reacias a abandonar el local, estaban absortas viendo el cuerpazo de aquel moreno.

—¡Llamen a la policía! ¡Rápido! —pedía el marido a voces, pero nadie le hacía caso. El personal del restaurante estaba también encandilado con el espectáculo, sobre todo el sector femenino.

Josh le clavó la polla a Nicole hasta el fondo, enderezándola como si la estuviera empalando. Ella gimió como loca.

—¡Siiiiii, rómpeme, destrózame, úsame!

Las embestidas fueron sucediéndose con un incansable vaivén de empujes rápidos y lentos, suaves y fuertes, chapoteando por la excesiva lubricación de Nicole. Josh sabía bien como alternar los ritmos de sus caderas para volverlas locas, cómo primero engrasarlas con movimientos circulares, dejando que su polla las abriera bien abiertas, lubricando con delicadeza todo el interior y luego, sin previo aviso, castigarlas sin miramientos con golpes secos y fuertes, que las sacudieran de pies a cabeza (¡pof, pof, pof, pof!), sin tregua, machacándolas, demostrándoles lo que era estar con un hombre de verdad. Nicole ya lo estaba comprobando en su propia piel. Tenía los ojos en blanco, con la boca abierta, en pleno éxtasis, mientras Josh la estrangulaba sin dejar de taladrarla.

—Tú lo que necesitas es que te aprieten bien los meados, putita rica, ¿eh? Te gusta así, ¿verdad? Delante de todos… Que te metan una buena polla, un buen nabo que te llene.

—Joder siiiii. Dios mioooo, siiiii. No pares, dime que soy una puta… ¡DIMELO!

—¡PUTA! Enséñale a tu marido la cara que pones cuando te follo —. Entonces Josh se giró para mirar a su marido y le dijo: —Anda que no me va a salir barata la zorra de tu mujer. Seguro que a ti te costó soltar una pasta antes de que te dejara meterle esa pichita arrugada que tienes. Yo sin embargo me la tuve que quitar a bofetadas en el lavabo para que dejara de chuparme la polla la muy cerda.

—Siiii, dile que es un cornudo, que no sabe defender lo que es suyo. ¡DISELO, POR FAVOR, RÁPIDO QUE ME CORRO OTRA VEZ!

—¿Por qué no vienes e impides que me la folle, maricón? ¿Un tío se está follando a tu mujercita delante tuya y no haces nada? ¿Pero qué clase de cornudo patético estás hecho?

—¡OH SÍ, MIERDAAA, DÍSELO, SÍ, QUE ES UN CORNUDO, JODER, ME VOY CON TODOOOO, AYYYYYYYY!

Las piernas enfundadas de aquellas medias tan sexy y caras rodearon el torso de Josh mientras el orgasmo más largo e intenso que Nicole había experimentado en toda su vida la invadió como una ola. Josh se echó para atrás sacando su polla morada, con venas del tamaño de dedos a punto de reventar, y descargó un cañonazo de leche que superó los varios metros de distancia, salpicando los muslos cubiertos por unas pantimedias de brillo transparentes de una mujer joven y glamourosa que estaba sentada en la mesa de al lado. Ésta miró a su marido de reojo por si se había dado cuenta y, al comprobar que no, aprovechó para recoger un poco de leche de aquel tío y probarla. Cerró los ojos del placer que le daba aquel sabor salado y masculino.

—Esto es depravado e intolerable —dijo él, mirando hacia la truculenta escena.

—Oh, sí, cariño. ¿Dónde vamos a llegar? —contestó ella, relamiéndose.

Sin mediar palabra, Josh se vistió y dejó un billete 500 euros sobre Nicole. Miró al marido carcamal que estaba pálido y medio desmayado sobre una silla.

—El dinero es para la cena, no para tu mujer. En realidad me deberías pagar por follarme a tu mujer como tú jamás podrías. Por cierto, ve comprándole un consolador extragrande, porque creo que la he ensanchado demasiado como para volver a sentirte nunca más.

Se puso las gafas de aviador y salió con una sonrisa de ganador del restaurante.

Le encantaba su nueva vida, vaya que sí.

Continuará…

fuente: relatos marqueze

2 comentarios - Un dios para ellas II

Mexiclon328
esta bueno el relato
felicitaciones, bro

Un dios para ellas II