You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

La cárcel, mi ex marido y mi hijo

Una tarde llegué a mi casa y encontré a mi hijo llorando desolado.
-¿Qué pasó?
-Papá está preso.
-¿Cómo que está preso? ¿Qué hizo? -pregunté shockeada.
-No sé, no sé. Está preso.
Lo abracé para darle consuelo. Con que ésa era la razón por la que no tenía noticias de él desde hacía tiempo. Mi ex marido, lo saben quienes han leído mis relatos anteriores, es una mala persona, un degenerado que me ha obligado a hacer las peores cosas, incluso con mi hijo (que es mayor de edad, aclaro). Pero en cierto punto aún lo amo. Y sí, soy así.
-¿Quién te lo dijo?
-Me mandó un mensaje a través del entrenador, su amigo.
-¿Pero está en la cárcel?
-Y sí, dónde querés que esté.
-¿Y no sabés por qué?
Mi hijo se secó las lágrimas.
-Quiere que vayamos a visitarlo.
-¿Qué?
-Eso me mandó a decir. Que lo vayamos a visitar. Nos necesita.
-No, no, no, de ninguna manera.
-Mami, nos necesita.
-Que se las arregle solo, es grandecito.
-Mami por favor, no podés ser tan desalmada. Necesita que lo vayamos a ver. Es muy importante.
Mi hijo me rogó, imploró, de todas las formas posibles. Al final le dije:
-Bueno, está bien, pero lo hago por vos, no por él, que no se lo merece.
Al otro día bien temprano fuimos a la cárcel, ubicada al costado de la ruta, lejos de la ciudad. Jamás en mi vida pensé que iba a entrar en un lugar tan horrible. Por instrucciones de mi ex, no llevaba cartera, ni aretes, ni collares, ni pulseras, ni ningún accesorio.
Nos recibió un guardia de mal aspecto que nos miró de arriba abajo, especialmente a mí. Revisó nuestros documentos, los anotó en una planilla e hizo una seña por encima de su hombro.
-A la sala de requisa -dijo secamente.
No tenía ni idea de qué se trataba, pero lo aprendí enseguida. Es el lugar donde revisan a las visitas para que no intenten meter nada prohibido en la cárcel.
La sala en cuestión era un cuarto pequeño, bastante oscuro, sin ventanas y con una mesita y una silla.
Entramos mi hijo y yo y nos quedamos esperando un largo rato. Por fin entró otro guardia que con tono enérgico dijo:
-De pie contra la pared.
Se paró frente a mi hijo y mirándome a mí dijo con el mismo tono:
-A usted la va a revisar personal femenino, mientras voy a empezar con él.
Miró a mi hijo como si fuera un bicho. Le revisó, o más bien debo decir le manoseó el cabello y detrás de las orejas mientras preguntaba:
-¿No traerás nada escondido no? Porque te quedás adentro.
Mi hijo temblaba y negó con la cabeza.
-Vamos a ver si es cierto. Bajate los pantalones.
-Pero… -intenté intervenir.
-Señora usted no se meta. Y vos, bajate los pantalones.
Mi hijo se desprendió el cinturón y obedeció.
-El calzoncillo también -ordenó el guardia.
Me dio pena ver a mi hijo en esa situación, con los pantalones bajos y el miembro arrugado, pequeño como nunca se lo había visto.
En eso entró una mujer policía, de aspecto igualmente fiero.
El guardia le dijo:
-Ah, llegaste. Ahí la tenés, revisala a ella que yo estoy con el pibe.
La mujer ni saludó. Repitió conmigo lo que habían hecho con mi hijo: me revisó el cabello y las orejas, también me hizo abrir la boca. Luego me masajeó las tetas.
-¿No trae corpiño?
-No -dije aturdida.
-Bueno, algo menos para revisar.
Al mismo tiempo el guardia le dijo a mi hijo:
-Mostrame las bolas, quiero ver que no tengas nada escondido ahí.
Se agarró los testículos y los levantó, ante la atenta mirada del otro.
Mientras, la mujer me ordenó a mí:
-Arriba la pollera.
-¿Cómo?
-Ya me oyó, arriba la pollera.
No había margen para negarse. Avergonzada, me subí la falda. La mujer fue hasta la mesita, abrió un cajón y se calzó unos guantes de látex. Regresó a mi lado y me dijo prepotente:
-Le dije que abajo la bombacha señora.
-¿Qué?
-No se haga la difícil, ya sabe cómo es el procedimiento. Cuando más tiempo pierda acá, menos tiempo de visita.
-Pero…¿es necesario?
Su mirada me congeló.
Miré a mi hijo, que a su vez me miraba, y lentamente me quité la bombacha. Mis mejillas estaban coloradas de la vergüenza.
-Piernas abiertas -dijo la policía.
Apenas lo hice me metió un dedo en la concha.
-Pero… pero… -intenté protestar.
-Vamos, no se haga la mosquita muerta. No sabe las cosas que he visto que se meten acá de contrabando.
Metió un segundo dedo y revolvió a gusto. Yo estaba de pie, recostada contra la pared, mirando a mi hijo. Casi me muero cuando me percaté de que su miembro estaba reaccionando.
Al guardia no se le pasó por alto y dijo riendo groseramente:
-Mirá, al pendejo se le para.
-Son todos unos degenerados -dijo la mujer policía terminando la inspección. Aunque enseguida me ordenó:
-Dése vuelta.
-¿Qué?
-Que se dé vuelta, ¿está sorda?
Giré hacia la pared y quedé dándole la espalda. La mujer me abrió las nalgas y refunfuñó:
-Voy a tener que revisarla acá también. No está nada cerrado esto, puede meterse cualquier cosa.
Y acto seguido me hundió un dedo en el culo.
Volví a mirar a mi hijo. Me sentía avergonzada, humillada, pero él tenía la vista fija en mí, y su erección aumentaba.
La mujer metió y sacó varias veces el dedo con facilidad. El guardia seguía riendo por la dureza cada vez mayor de mi hijo.
-¿Te calienta pendejo? -se le rió en la cara.
Pero lo peor era que el guardia también tenía un bulto considerable marcado en el pantalón.
La mujer policía se retiró, se quitó los guantes y los tiró.
-Está limpia -dijo.
Y se fue hacia la mesita a anotar algo. El guardia se me acercó y me susurró:
-La próxima vez te podés evitar esto. Si querés. Preguntá por mí.
Nos vestimos a toda prisa y salimos de la habitación.
Otro policía nos condujo por un patio hacia el sector de las celdas donde estaba mi ex marido.
En el camino mi hijo me preguntó:
-¿Estás bien?
-Sí. Fue horrible.
-Sí.
Lo miré para saber si me lo decía irónicamente.
El guardia abrió varias puertas con candado, luego recorrimos un largo pasillo donde había una celda junto a la otra, y finalmente llegamos adonde estaba él.
Mi hijo lo abrazó con lágrimas en los ojos, yo me quedé de pie.
-Gracias por venir.
-¿Qué hiciste esta vez? ¿Te pasaste de la raya? -pregunté yo secamente.
-Epa, qué mala. ¿Me vas a condenar?
-¿Qué hiciste? -repetí.
-Vení, sentate. No tengo muchas comodidades pero algo es algo.
Me senté en la única cama de la celda, a su lado. Mi hijo se sentó en el piso.
El ambiente era pequeñísimo. A través de las rejas podía ver las otras celdas. La de la izquierda estaba vacía, en la de la derecha había un hombre sentado en la cama que nos miraba con indiferencia.
-Voy a salir pronto, esto es por unos días nada más -sonrió mi ex.
-¿Se puede saber por qué estás acá? -pregunté.
-Por nada, cosas de la policía.
-Sí, seguro.
-En serio te lo digo, soy inocente. No era mía, me la pusieron para joderme.
-Claro, claro -dije con ironía.
Bajando la voz, mi ex dijo:
-Además una parte era para vos, así que sos un poco responsable de que yo esté acá.
-Yo no te pedí nada -reaccioné.
Él sonrió.
Miró hacia el pasillo, esperó que pasara un guardia y me dijo:
-Necesito un favor.
-Estaba segura, me pediste que viniera para eso.
-Sos la única que me puede ayudar.
-¿Qué necesitás?
-Bajá la voz, que acá escucha todo el mundo. Necesito sacar algo de acá y que se lo lleves a un amigo.
-¿De qué estás hablando?
-Necesito que saques esto de acá.
De entre la ropa de cama tomó un tubo largo. Parecía un desodorante aunque estaba completamente sellado.
-¿Qué es eso?
-Shhh, no preguntes. Vos sólo tenés que sacarlo de acá y llevárselo a un amigo. Es lo único que te voy a pedir. Sin preguntas.
-No puedo.
-¿Cómo que no podés?
-Te digo que no puedo. No sabés cómo me revisaron al entrar. Fue horrible.
-Ja, me imagino -sonrió.
-En serio te digo, fue humillante.
-Bueno, pero te revisan sólo al entrar, no al salir.
Ahora sonreí yo:
-Claro, y querés que salga lo más campante con ese tubo.
-Sí -dijo él con naturalidad.
-Seguís tan loco como siempre.
-Es lo que te estoy pidiendo. Nada más sencillo, ¿no? -le preguntó a mi hijo.
-Claro ma, si no te revisan a la salida podés hacerlo.
-No lo metas a él en esto. O sea que pretendés que salga de la cárcel con eso en la mano como si nada…
-No, en la mano no. Tampoco la pavada.
-¿Y dónde querés que…?
Me miró de manera perversa.
-Ah no -dije.
-Vamos querida…
-No, no, de ninguna manera.
-¿Oíste hablar de Papillón?
-No, no, vos estás loco en serio.
Intenté ponerme de pie pero me sujetó con fuerza y me obligó a permanecer sentada.
Apretando los dientes, en un susurro, me dijo:
-Escuchame hija de puta, es un solo favor que te pido. Esto, y no te jodo más.
-Pero… cómo pretendés que…
-Vamos, ¿cuál es el problema? Te has metido cosas más grandes. ¿Y te acordás cuando andabas por la calle con el abridor bien metido?
-No digas eso delante de mi hijo.
-Claaaro, como si él no lo supiera -rió.
-Sos un hijo de puta incurable.
-Vamos, tomá, que no tenemos todo el día. Metételo, escondelo y lleváselo a mi amigo.
-Pero…
-Dale hija de puta porque si no lo hacés te aseguro que te vas a arrepentir.
Me intimidó, como siempre. No hay caso, me tiene dominada aunque ya dejamos de vivir juntos.
Me pasó disimuladamente el tubo. Estaba tibio, supongo que porque lo mantenía oculto en la ropa de cama de la celda. Era un cilindro perfecto, de unos 20 centímetros de largo y 6 de ancho, color oscuro.
-Y cómo… cómo hago… -vacilé.
-Metételo como si fuera una pija querida, ¿te tengo que decir todo?
-Pero… ¿acá? ¿ahora?
-Y sí, ¿qué querés, ir al VIP? -sonrió con maldad.
Miré para todos lados. Le dije a mi hijo:
-Andate un ratito.
-No, no, no -se apresuró mi ex- que nadie sospeche, hacelo con naturalidad, y apurate, el guardia puede pasar en cualquier momento.
Me sentía avergonzada otra vez. Abrí lentamente las piernas, allí, sentada en la cama frente a mi hijo que desde su posición en el piso tenía una vista privilegiada de mi entrepierna.
-Cerrá los ojos hijo por favor -le rogué.
Fue inútil, tenía la mirada clavada bajo mi falda, igual que mi marido.
Abrí más las piernas, con un rápido movimiento de mi mano me hice a un lado la tanga y con la otra me metí el tubo en la concha hasta la mitad.
-Ahhh -gemí involuntariamente.
-No, no, ¿qué hacés?
-Lo que me dijiste…
-No boluda, no te lo metas en la concha porque se te va a caer. En el culo te lo tenés que meter.
-Pero… estás loco…
-Dale, que el culo lo tenés un poco más cerrado. Si te lo metés en la concha se te va a caer caminando.
Temblando, me lo saqué y empecé a metérmelo por atrás.
-Ah… ah… -gemí.
-Dale, apurate, no lo dejés a medias.
-Es muy grueso… no me entra… no estoy dilatada ni lubricada.
Mi ex marido miró al preso de la otra celda, que ahora estaba muy atento a nosotros, en especial a mí. Se levantó y caminó hacia las rejas que dividían un ambiente del otro.
-Maestro, ví que tiene una botellita de aceite de cocinar. ¿Me la presta un poquito?
El tipo lo miró con mala cara.
-¿Y para qué?
Mi ex sonrió.
-Vamos, no pregunte lo que ya sabe. ¿Me la presta?
-¿Y yo qué recibo a cambio?
Mi ex volvió a sonreír, me miró y lo miró al tipo.
-Usted recibe un gran espectáculo a cambio. Y en unos días se lo voy a compensar.
El preso lo pensó un poco, luego se agachó y de debajo de su cama sacó una botellita de aceite de cocinar. Se lo pasó a mi ex a través de la reja; él volvió a sentarse a mi lado.
-Acá está el lubricante que pedías -me dijo.
Untó el tubo con el aceite y me lo pasó.
Me incorporé un poco y empecé a metérmelo lentamente.
-Dale, apurate.
-Ah… pará… no puedo de un golpe…
-Vamos boluda, ¿te creés que no nos damos cuenta de que te estás chorreando?
-No seas hijo de puta -dije entre jadeos.
-Apurate que el guardia viene en cualquier momento. Vamos, no tiene que quedar ni un poquito afuera.
Volví a mirar a mi hijo. No puedo describir la lujuria que había en sus ojos.
Y así fue que ante la mirada lasciva de mi ex, de mi hijo y del preso de la celda de al lado me fui metiendo el tubo en el culo hasta el fondo, y volví a gemir.
-Ahhh… ahhh mierda…
Mi cabeza cayó hacia delante.
-Esa es mi chica -sonrió mi ex.
-Sos un hijo de puta -dije entre jadeos.
-A ver, ahora caminá un poco, tenés que hacerlo con normalidad.
Me puse de pie lentamente y dí algunos pasos por la celda. Era indescriptible la sensación de caminar con semejante tubo metido en el recto. Pero lo peor era ver el bulto considerable en la entrepierna de mi hijo, que no me quitaba la vista sin decir nada.
-¿Lo tenés bien metido?
-Ah… sí…
Se rió y dijo:
-Caminás como si recién te hubieran roto el orto. Eso no va a llamar la atención, todas las mujeres de los presos salen así de la visita.
Dí algunos pasos más tratando de habituarme. Mi ex me dijo:
-Escuchame, escuchame bien lo que te voy a decir. Si vas a acabar, acabá ahora, acá.
-No digas eso…
-Te conozco, a mí no me engañás, estás a punto. Más vale que acabes acá y no al pasar los controles, ¿me oíste?
Se puso de pie y caminó hacia mí. Metió sus mano bajo mi falda y me acarició la concha con una mano y las nalgas con la otra.
-Ah sí -dijo con satisfacción- está todo adentro. Yo sabía que vos ibas a poder.
-Basta, no me toques más…
-Qué mojada que estás… Haceme caso, acabá acá. Sin gritar mucho, claro.
La verdad es que estaba al borde del orgasmo, pero no pensaba acabar delante de mi hijo.
Sin dejar de tocarme y por encima de mi hombro, mi ex dijo dirigiéndose al preso de al lado:
-Le dije que iba a ver un buen espectáculo, ¿no?
Entonces giré la cabeza y lo ví, el tipo se estaba masturbando abiertamente.
-Señora, usted es la digna mujer de un preso. Si alguna vez se cansa de éste, cásese conmigo.
Mi ex marido rió.
-Jefe, si va a acabar no salpique para este lado ¿estamos?
Y luego, pegando su oído a mi oreja, me dijo:
-¿Querés aprovechar y hacerle una mamada?
Lo empujé con las pocas fuerzas que me quedaban.
Luego me dio todas las instrucciones habidas y por haber sobre cómo tenía que cruzar los controles para salir, y dónde podía encontrar a su amigo para entregarle el tubo.
Se abrazó con mi hijo y salimos de la celda.
Con el paso más firme que pude y acompañada por mi hijo atravesamos el pasillo de las celdas, pasamos por dos controles y por fin salimos de la cárcel.
Mientras caminábamos hacia el auto empecé a temblar.
-¿Estás bien ma?
-Estoy muerta de miedo y de nervios.
Me senté en el lugar del acompañante, no podía manejar en esas condiciones.
El tubo me molestaba tanto que recliné el asiento, quedé prácticamente acostada. La falda se me subió bastante.
Mi hijo manejó a toda velocidad por la ruta de regreso a casa. Yo me sentía cada vez peor, porque producto del miedo, de los nervios, y de la tremenda excitación que me provocaba tener ese tubo metido en el culo, ya no podía detener el orgasmo que venía conteniendo.
Empecé a gemir cada vez más fuerte.
-Ay… ay… ay….
-¿Estás bien mamá?
-Ay… me viene… no lo puedo controlar… ay…
Y entonces tuve un orgasmo intenso, profundo, liberador, dando aullidos, sin importarme nada más. Necesitaba liberar tanta tensión acumulada.
-Sí mamá, acabá, acabá que te va a hacer bien.
Me vino un segundo orgasmo que me hizo arquear la espalda. Apreté el tubo muy fuerte con mi esfínter, y grité sin poder controlarme.
Mi hijo se salió de la ruta y frenó el auto.
-¿Qué hacés? -pregunté entre jadeos.
-Yo también necesito acabar, no aguanto más.
Velozmente se bajó un poco los pantalones, se ubicó de rodillas en mi asiento en el espacio entre mis piernas abiertas, sujetando su pija dura con la mano.
-¡No! -grité- No me la metas hijo por favor.
-No aguanto más mamá, no aguanto más, me van a explotar los huevos.
Me apoyó el glande sobre los labios vaginales y me provocó otro orgasmo. Como pude lo empujé.
-No, no me cojas hijo, no podemos hacer esto -grité.
-Dejame ma, dejame de una vez. Me estás volviendo loco de la calentura.
Volví a empujarlo dentro del reducido espacio del auto, y me senté. El tubo, que se me estaba saliendo, se me introdujo otra vez por completo.
-Ahhh…
-Chupame, chupame ma…
Mi hijo me tomó por la nuca y empujó violentamente mi cabeza hacia delante. Me hundió la verga en la boca.
-Uhhh… así… chupá… chupá…
No pude zafarme. Mientras me sujetaba con firmeza por la nuca movió las caderas obligándome a comerle la pija.
-Mmmm… así… qué bien me la chupás…toda, toda, toda… ah… me vuelve loco… sos una genia… la mejor… la mejor… te amo…
Me estaba ahogando, la punta de su miembro golpeaba en el fondo de mi garganta. Tosí, y escupí una gran cantidad de baba.
Pero mi hijo no se detuvo. Explotó dando gritos y me llenó la boca de semen. No me soltó ni un segundo, tragué todo lo que pude de su abundante acabada, un poco se me chorreó por el borde de los labios.
-Así… ahh… qué chupada mamá… ahhh…
Después de soltar la última gota volvió a su asiento. Yo quedé despatarrada en el mío, aturdida, mojada, con sabor a semen en la lengua y el tubo volviéndome loca dentro de mi ano.
Estuvimos un rato inmóviles recuperando el aliento. Luego puso en marcha el auto y retomó el camino. No volvimos a hablar el resto del viaje.
Continuará.

16 comentarios - La cárcel, mi ex marido y mi hijo

rcamaster +1
muy bien Mariela solo un par de imagenes le quedarian bien, felicidades¡¡¡
Fachelo
del orto...putísima del orto...
dxck2509
rcamaster dijo:muy bien Mariela solo un par de imagenes le quedarian bien, felicidades¡¡¡

no seria nada de malo! 🙎‍♂️
rodrigocai
que buen relato 😉 😉 😉 😉 😉 😉 😉 😉 alguna imagen??????????
adonisarg
terrible. acabe leyendo tu relato...
swan28
WOW, maravilloso relato...se ve que tu ex es un depravado...!!!
capkirk2008
buenisima Marianela, perfecto. quiero conocerte. Puedo?
raparigo56
Muy bueno el relato, alguna foto tuya para el relato seria bueno!!
sicap
muy bueno