Tan puta, tan mía, tanto como yo de ella aunque no lo quiera admitir y muerda mis labios antes de que siquiera, se atrevan a decirle una sola palabra.
Cada parte de su cuerpo me excitaba tanto, la cogia y la usaba a mi antojo y placer, luego se quedaba ahí, en el piso, manchada de semen el rostro, con los senos al aire, con los pezones erectos ansiosa de más, ansiosa de mí y yo de nuevo, con mi falo erecto buscaba su boca para, luego de darle un beso meterla toda dentro de ella mientras lagrimeaba poco a poco si ella supiera, dentro de mí me decía... Que además de excitarme tanto, me eleva al cielo.
Tan puta... tan mía... como de nadie jamás podrá ser y a pesar de quererla más que a mi vida la usaba de nuevo, como una muñeca de trapo sin medida, sin piedad hundiendo mi falo erecto, en, una a una, cada cavidad le abría las piernas la penetraba boca abajo de cabeza gritaba, lloraba, de dolor y de cierta tristeza, eso me excitaba más su rostro lleno de pena y placer con lágrimas y gemidos a la par pude, porque en verdad podía hacerlo, como podía hacer de ella lo que quisiera, pude darle un regalo, una rosa, un detalle, en vez de ello me limitaba a eyacular en su cara, en su boca, en sus senos y a dejarla ahí de nuevo tan puta.... tan mía ese era mi regalo para ella esos eran mis detalles una o más cogidas, una o más corridas, exhibirla mostrarla, pero mía... un objeto que al placer, mi placer se entrega, le metía lo que fuera. Pero nadie más que yo podía. No debía siquiera pensar en que alguien más la tocará y lo sabía, y lo aceptaba.
Luego, cuando ya no podía, cuando por última vez la cogía, cuando ya sin fuerza alguna, ni meter las manos podía, entonces en vez de cargarla, la arrastraba por la alfombra hasta el lugar donde dormía abajo de la cama, de mi cama. Podía subirla, pude, como pude hacer de ella el templo y gloria para mi deleite, podía subirla. Pero en vez de ello, me limitaba a tocarla de nuevo a jalarle los senos a meterle el pie en su sexo y dejarla tirada dormida y yo viéndola cada que no me veía y sonreía porque no sólo era mi puta, mía, sino que también era la fuente de mi inspiración, de mi poesía, de mi necesidad de ser, el fruto de mi lujuria, pero también la razón que la encendía mi inspiración quizá hasta mi vida.
Cada parte de su cuerpo me excitaba tanto, la cogia y la usaba a mi antojo y placer, luego se quedaba ahí, en el piso, manchada de semen el rostro, con los senos al aire, con los pezones erectos ansiosa de más, ansiosa de mí y yo de nuevo, con mi falo erecto buscaba su boca para, luego de darle un beso meterla toda dentro de ella mientras lagrimeaba poco a poco si ella supiera, dentro de mí me decía... Que además de excitarme tanto, me eleva al cielo.
Tan puta... tan mía... como de nadie jamás podrá ser y a pesar de quererla más que a mi vida la usaba de nuevo, como una muñeca de trapo sin medida, sin piedad hundiendo mi falo erecto, en, una a una, cada cavidad le abría las piernas la penetraba boca abajo de cabeza gritaba, lloraba, de dolor y de cierta tristeza, eso me excitaba más su rostro lleno de pena y placer con lágrimas y gemidos a la par pude, porque en verdad podía hacerlo, como podía hacer de ella lo que quisiera, pude darle un regalo, una rosa, un detalle, en vez de ello me limitaba a eyacular en su cara, en su boca, en sus senos y a dejarla ahí de nuevo tan puta.... tan mía ese era mi regalo para ella esos eran mis detalles una o más cogidas, una o más corridas, exhibirla mostrarla, pero mía... un objeto que al placer, mi placer se entrega, le metía lo que fuera. Pero nadie más que yo podía. No debía siquiera pensar en que alguien más la tocará y lo sabía, y lo aceptaba.
Luego, cuando ya no podía, cuando por última vez la cogía, cuando ya sin fuerza alguna, ni meter las manos podía, entonces en vez de cargarla, la arrastraba por la alfombra hasta el lugar donde dormía abajo de la cama, de mi cama. Podía subirla, pude, como pude hacer de ella el templo y gloria para mi deleite, podía subirla. Pero en vez de ello, me limitaba a tocarla de nuevo a jalarle los senos a meterle el pie en su sexo y dejarla tirada dormida y yo viéndola cada que no me veía y sonreía porque no sólo era mi puta, mía, sino que también era la fuente de mi inspiración, de mi poesía, de mi necesidad de ser, el fruto de mi lujuria, pero también la razón que la encendía mi inspiración quizá hasta mi vida.
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