Imaginé que conseguir una bici sería lo ideal, también pensé que en algún momento esta mina pararía de andar en bici. Comería o algo? Debe haber una vida detrás de tanto pedal. Sin mucho esfuerzo, me di cuenta que frecuentaba una playa por la desembocadura. A la hora en que todos están en la playa supuse que ella también estaría, y sin dudarlo me encamine al rayo del sol, cual peregrino cumpliendo una promesa.
Estaba en la lonita tirada al sol, rodeada de algunas mujeres y chicos, que no se entendía a simple vista de quien se trataba. Podían ser hijos, sobrinos, hasta algún novio o esposo, porque no? Lo mismo con las mujeres, todas de edades inadivinables. Que pudiera haber algún novio o esposo, no me detuvo en lo mas mínimo. Toda la situación era bastante extraña como para que una simple relación humana se interponga en mis investigaciones científicas.
Me acomodé a una distancia prudencial y delicadamente intente encontrar algún signo que delate sus ansiedades. A pocos metros de la “lobería” humana, había un claro, y me recosté con mis pocos bártulos, casi podía oír lo que se charlaba a su alrededor.
Me puse boca abajo, espiando por entre mis brazos, la pose y el sol radiante, me dejaban una vista franca y sin necesidad de disimulos. Ella estaba inmóvil, solo interrumpido por algún que otro giro para emparejar el trabajo del sol en la piel.
Una de esas contorsiones la llevo a quedar enfrentadas, mi mirada y la de ella. A los pocos segundos, creo que me reconoció como el pibe del balcón, pero puso cara de no conocerme. Aunque yo, que a esa altura la conocía mejor que ella, me di cuenta de su tranquila reacción. Me estaba mirando placidamente y yo que adivinaba muchas cosas, no tuve vergüenza de mirarla mansamente.
Intente meter mi abdomen, para que mi cuerpo se vea un poco mejor, pero ella me miraba a la cara. Yo a ella le recorría el cuerpo con la mirada. Ella me veía como yo la escaneaba, desvergonzadamente. Hasta acomodaba su figura para resaltar algunas poses, que me hacían retumbar los pensamientos en mi cabeza. Sentir que la podía mirar libremente y que ella se mostraba para mi, incluso delante de su grupo, que hasta podía haber un esposo por ahí, me pareció sorprendentemente excitante.
No me preocupe por acomodar la arruga de mi short de baño. Ese fue el único momento que saco la vista de mi cara, para llevarlo a mi ingle. Era obvio que tenía algo mas que un pliegue de la tela. Yo lo permití tranquilamente, como si estuviéramos solo nosotros dos en la playa.
Se dio vuelta y me ofreció su espala y caderas, sin desprecio, fue algo así como ofrecerme esa parte de su cuerpo. Se acomodo los straps y la bikini tipo calzón ajustado que unía horizontalmente sus caderas por el Ecuador. Noté que estaba bien metida en sus formas, copiaba exactamente su figura, de una tela muy delicada, permitía mucha tranquilidad de movimiento a su dueña.
Volvió en otro giro, pero al acomodarse, dejo la mano derecha adentro del calzón, dejando la cabeza en mi dirección y negando lo que sucedía en su grupo de acompañantes. Mirándole la cola, advierto que se mecía y la mano parecía acomodar el calzón desde dentro, el índice y el mayor separaban la fracción de tela que recorre de adelante a atrás No le importo que se humedezca, su grupo, aunque ella no lo sabia estaban interesados en su conversación, sin saber en que se entretenía la rubia.
Mi short, también estaba muy mojado sobre la arruga a mi izquierda. Me di cuenta y me dio mucha vergüenza, eso era lo único que faltaba para delatar que no se trataba de una ingenua arruga.
Me acomode el short, me paré casi de un salto y me dirigí al agua, que también estaba muy concurrida de turistas. Tuve que luchar contra las olas, hasta una profundidad que me de cierta libertad de movimiento, hasta que finalmente el banco de arena, me dio la tranquilidad que necesitaba. Mirando el horizonte recto, desabroché mi malla y enjuague con agua salada, tanto mi verga como mi malla que no quería que quedara un pegote inevitablemente cubierto de arena.
En medio de esa faena, cuando me disponía a ajustarme mi short hawaiano, siento un cuerpo mojado y frío que se apoya en mi espalda. La parte que estaba seca de mi espalda, sintió mucho frío. Cuando apenas intentaba entender que estaba pasando, escucho una disculpa poco creíble y unas manos que ayudaban en el proceso de disculpa, tocando mi torso.
Al darme cuenta que era mi objeto de estudio, le contesto con una sonrisa, pero no alcanzo a hablar, por miedo a tragar agua salada, que por ese momento traía una hola. Las manos que se estaban disculpando, tropezaron una con mi pectoral y la otra con mi cadera, desnuda. Aun sin terminar mi toillete, mi short estaba a medio camino de subir a su sitio.
Para transmitir tranquilidad, le vuelvo a sonreír, ella me contesta con una sonrisa seria.
Mi verga, que ya estaba por volver a su posición de descanso y achicándose por el frío del agua, retomo su estado que me había llevado al mar. La rubia sin sacar las manos de mi cuerpo, acompaño mi crecimiento rodeándola con su puño, aunque gélido, no impedía que siga aumentando mi tamaño.
Sin sacar la mirada de la mía, sin abandonar la sonrisa seria, recorrió toda mi pija con su mano y la apretujo un poco como constatando su rigidez.
Se dejó llevar por una ola, y volvió sobre mi, pero poniéndose ella delante mío también contemplando el horizonte. Bajó su culote, y guió la verga con la mano hasta su cola que parecía mas caliente por el contraste con el agua salada.
Traté que la pose no llamara la atención, pero me fue imposible. Penetre todo lo que pude de un primer esfuerzo, que fue acompañado de un suspiro de ella, ahogado por el ruido de la ola rompiendo.
Entraba y salía con firmeza, asiéndola de las caderas, alternaba el culo con la cola, en riguroso orden, sin trampas. El agua salada la inundaba, y ella guiaba con su mano, cuando el fragor hacia perder el rumbo. Estábamos lo mas profundo que la situación permitía. Hasta que los estertores irrumpieron, no estábamos ninguno de los dos para estirar la situación mas allá de un momento. Todo lo que duró fue placentero, ni un segundo de cortesía. Pero eso no impidió que ambos disfrutáramos cual bestias.
Nos dejamos llevar por las olas, hasta salir caminando a pocos metros uno del otro. Sin casi mirarnos ni dirigirnos la palabra.
Descansamos los obligados momentos posteriores, que permiten retomar en aliento, sobre nuestras lonitas, mirándonos mutuamente con nuestra sonrisa seria.
Estaba en la lonita tirada al sol, rodeada de algunas mujeres y chicos, que no se entendía a simple vista de quien se trataba. Podían ser hijos, sobrinos, hasta algún novio o esposo, porque no? Lo mismo con las mujeres, todas de edades inadivinables. Que pudiera haber algún novio o esposo, no me detuvo en lo mas mínimo. Toda la situación era bastante extraña como para que una simple relación humana se interponga en mis investigaciones científicas.
Me acomodé a una distancia prudencial y delicadamente intente encontrar algún signo que delate sus ansiedades. A pocos metros de la “lobería” humana, había un claro, y me recosté con mis pocos bártulos, casi podía oír lo que se charlaba a su alrededor.
Me puse boca abajo, espiando por entre mis brazos, la pose y el sol radiante, me dejaban una vista franca y sin necesidad de disimulos. Ella estaba inmóvil, solo interrumpido por algún que otro giro para emparejar el trabajo del sol en la piel.
Una de esas contorsiones la llevo a quedar enfrentadas, mi mirada y la de ella. A los pocos segundos, creo que me reconoció como el pibe del balcón, pero puso cara de no conocerme. Aunque yo, que a esa altura la conocía mejor que ella, me di cuenta de su tranquila reacción. Me estaba mirando placidamente y yo que adivinaba muchas cosas, no tuve vergüenza de mirarla mansamente.
Intente meter mi abdomen, para que mi cuerpo se vea un poco mejor, pero ella me miraba a la cara. Yo a ella le recorría el cuerpo con la mirada. Ella me veía como yo la escaneaba, desvergonzadamente. Hasta acomodaba su figura para resaltar algunas poses, que me hacían retumbar los pensamientos en mi cabeza. Sentir que la podía mirar libremente y que ella se mostraba para mi, incluso delante de su grupo, que hasta podía haber un esposo por ahí, me pareció sorprendentemente excitante.
No me preocupe por acomodar la arruga de mi short de baño. Ese fue el único momento que saco la vista de mi cara, para llevarlo a mi ingle. Era obvio que tenía algo mas que un pliegue de la tela. Yo lo permití tranquilamente, como si estuviéramos solo nosotros dos en la playa.
Se dio vuelta y me ofreció su espala y caderas, sin desprecio, fue algo así como ofrecerme esa parte de su cuerpo. Se acomodo los straps y la bikini tipo calzón ajustado que unía horizontalmente sus caderas por el Ecuador. Noté que estaba bien metida en sus formas, copiaba exactamente su figura, de una tela muy delicada, permitía mucha tranquilidad de movimiento a su dueña.
Volvió en otro giro, pero al acomodarse, dejo la mano derecha adentro del calzón, dejando la cabeza en mi dirección y negando lo que sucedía en su grupo de acompañantes. Mirándole la cola, advierto que se mecía y la mano parecía acomodar el calzón desde dentro, el índice y el mayor separaban la fracción de tela que recorre de adelante a atrás No le importo que se humedezca, su grupo, aunque ella no lo sabia estaban interesados en su conversación, sin saber en que se entretenía la rubia.
Mi short, también estaba muy mojado sobre la arruga a mi izquierda. Me di cuenta y me dio mucha vergüenza, eso era lo único que faltaba para delatar que no se trataba de una ingenua arruga.
Me acomode el short, me paré casi de un salto y me dirigí al agua, que también estaba muy concurrida de turistas. Tuve que luchar contra las olas, hasta una profundidad que me de cierta libertad de movimiento, hasta que finalmente el banco de arena, me dio la tranquilidad que necesitaba. Mirando el horizonte recto, desabroché mi malla y enjuague con agua salada, tanto mi verga como mi malla que no quería que quedara un pegote inevitablemente cubierto de arena.
En medio de esa faena, cuando me disponía a ajustarme mi short hawaiano, siento un cuerpo mojado y frío que se apoya en mi espalda. La parte que estaba seca de mi espalda, sintió mucho frío. Cuando apenas intentaba entender que estaba pasando, escucho una disculpa poco creíble y unas manos que ayudaban en el proceso de disculpa, tocando mi torso.
Al darme cuenta que era mi objeto de estudio, le contesto con una sonrisa, pero no alcanzo a hablar, por miedo a tragar agua salada, que por ese momento traía una hola. Las manos que se estaban disculpando, tropezaron una con mi pectoral y la otra con mi cadera, desnuda. Aun sin terminar mi toillete, mi short estaba a medio camino de subir a su sitio.
Para transmitir tranquilidad, le vuelvo a sonreír, ella me contesta con una sonrisa seria.
Mi verga, que ya estaba por volver a su posición de descanso y achicándose por el frío del agua, retomo su estado que me había llevado al mar. La rubia sin sacar las manos de mi cuerpo, acompaño mi crecimiento rodeándola con su puño, aunque gélido, no impedía que siga aumentando mi tamaño.
Sin sacar la mirada de la mía, sin abandonar la sonrisa seria, recorrió toda mi pija con su mano y la apretujo un poco como constatando su rigidez.
Se dejó llevar por una ola, y volvió sobre mi, pero poniéndose ella delante mío también contemplando el horizonte. Bajó su culote, y guió la verga con la mano hasta su cola que parecía mas caliente por el contraste con el agua salada.
Traté que la pose no llamara la atención, pero me fue imposible. Penetre todo lo que pude de un primer esfuerzo, que fue acompañado de un suspiro de ella, ahogado por el ruido de la ola rompiendo.
Entraba y salía con firmeza, asiéndola de las caderas, alternaba el culo con la cola, en riguroso orden, sin trampas. El agua salada la inundaba, y ella guiaba con su mano, cuando el fragor hacia perder el rumbo. Estábamos lo mas profundo que la situación permitía. Hasta que los estertores irrumpieron, no estábamos ninguno de los dos para estirar la situación mas allá de un momento. Todo lo que duró fue placentero, ni un segundo de cortesía. Pero eso no impidió que ambos disfrutáramos cual bestias.
Nos dejamos llevar por las olas, hasta salir caminando a pocos metros uno del otro. Sin casi mirarnos ni dirigirnos la palabra.
Descansamos los obligados momentos posteriores, que permiten retomar en aliento, sobre nuestras lonitas, mirándonos mutuamente con nuestra sonrisa seria.
1 comentarios - Sonrisa Seria
calentura increscendo a medida q se lee