Ella ya se había dado cuenta que sus ruidos lo inquietaban, lo calentaban mal. El ya había mostrado su disgusto por estar tan excitado y no poder evitarlo. Nadie podía hacer mucho por evitarlo.
Ella miraba películas zarpadas con la puerta de su dormitorio abierta de par en par y el volumen, aunque bajo, en el silencio de la noche, era muy claro.
Los diálogos de la peli, calentaron a todos, el sabia que de todos modos se calentaría, aun sin película, y ella lo mismo. Pero la peli siguió inmutable su destino. Los grititos que despedía cada tanto el televisor, hacían a los dos pensar en sus habitaciones y refrenarse ante el impulso insostenible.
Ella podía sentir como se calentaba en la otra habitación. Sintió que comenzó a sacudirse fuerte, también con la puerta abierta. Ya no había reclamos de cerrar la puerta, hacia semanas que no se lo pedía mas. Disfrutaban sus calenturas mutuas.
Ella jadeaba fuerte, sin reparos. El no se limitaba en sus espasmos. Escucharse mutuamente era lo que habían encontrado permisible en medio de tanta prohibición.
El se levantó al baño para acomodarse un poco el enchastre, y ella no se dio cuenta que el estaba caminando en la oscuridad.
Aunque los dos sabían todo, el tocarse no se lo permitían, les producía una mezcla de sentimientos, en su mayoría amargos. Pero en esa penumbra la calentura lo dominaba todo.
Habían ido avanzando en zonas impedidas para ambos desde hacia meses. Ella había irrumpido en el baño con el afeitándose en bolas.
Nadie se afeita en bolas y deja la puerta sin traba, sabiendo que puede pasar ese accidente.
Ella lo vio en pelotas, y se hizo la enojada, el también pretendió un disgusto que nadie creyó.
Ella, en otra oportunidad desarmando el bolso del club, sin testigos, se embriago con el olor de su ropa.
Fue esa noche que dejó oír muy fuerte sus gemidos.
Recordó esa vez que amontonados en el auto, busco instintivamente recostarse contra el, ¿quien sospecharía de una situación así? Ella quedo apretada contra sus piernas y en un movimiento del auto, quedo su mano en la entrepierna. Hizo como que no podía sacarla aunque era obvio para ambos que si podía. Pero la mano la dejo ahí. La erección alcanzó la mano antes que la mano pueda moverse. Ella la dejo muy cera acariciándola con el movimiento natural del automóvil. El se hizo el estùpido mirando el infinito por la ventanilla, pero disfrutó mucho ese roce hasta mojarse y mojarle la mano, que permaneció en medio de la humedad sin interrupción.
Todos esos episodios hacían que cada vez se atrevan a avanzar en medio de la incomodidad, que la calentura se abra paso entre la prohibición.
Ella, tropezando se lo encontró en el pasillo camino al mismo baño:
Ella solo pregunto: ¿vas vos primero? El dijo: Lo mío es un instante. Y sin querer casi entraron juntos. No había quedado claro quien cedía el lugar a quien. Se rieron apurados y se dieron cuenta que estaba juntos en el baño. Ella se lavo los dientes en la oscuridad. La luz le molestaba y mas en esa circunstancia. El agacharse levemente para cepillarse, le permitió empujarlo con sus nalgas un poco, y el la separo un poco. Otra risa diminuta y el tomo una nalga de ella y la separo de su cuerpo. Pero dejo la mano en la nalga. Ella termino de escupir su cepillado, y en el ultimo movimiento, dejando su cuerpo inclinado, refregó su cola contra el cuerpo de el, que se había dado vuelta y la tomaba por la cintura.
La oscuridad y la soledad de la casa lo permitían todo. El no dudó ni un segundo, levanto la remera que hacia de camisón, y la recorrió como un pincel contra toda su humedad.
Ella dio un gemido interminable, que no lo dejo pensar. El entró firmemente, asiéndola por los hombros. Entraba y salía casi toda, como para disfrutarla mas. Ella le mordisqueaba los dedos que tenia en sus hombros. El cada vez mas frenético, repetía el movimiento con mas entusiasmo.
Ella rápidamente se dio vuelta, y comenzó a atragantarse hasta sentirse llena, toda llena y tragona. Con las nalgas en sus palmas de la mano, y la boca llena, tuvo su noche distinta. Nunca creyó que llegaría a tanto, pero este estado de calentura continua, la estaba haciendo conocer mas y mas zonas desconocidas. No era miedo lo que sentía. Era mas parecido a la curiosidad.
Ella miraba películas zarpadas con la puerta de su dormitorio abierta de par en par y el volumen, aunque bajo, en el silencio de la noche, era muy claro.
Los diálogos de la peli, calentaron a todos, el sabia que de todos modos se calentaría, aun sin película, y ella lo mismo. Pero la peli siguió inmutable su destino. Los grititos que despedía cada tanto el televisor, hacían a los dos pensar en sus habitaciones y refrenarse ante el impulso insostenible.
Ella podía sentir como se calentaba en la otra habitación. Sintió que comenzó a sacudirse fuerte, también con la puerta abierta. Ya no había reclamos de cerrar la puerta, hacia semanas que no se lo pedía mas. Disfrutaban sus calenturas mutuas.
Ella jadeaba fuerte, sin reparos. El no se limitaba en sus espasmos. Escucharse mutuamente era lo que habían encontrado permisible en medio de tanta prohibición.
El se levantó al baño para acomodarse un poco el enchastre, y ella no se dio cuenta que el estaba caminando en la oscuridad.
Aunque los dos sabían todo, el tocarse no se lo permitían, les producía una mezcla de sentimientos, en su mayoría amargos. Pero en esa penumbra la calentura lo dominaba todo.
Habían ido avanzando en zonas impedidas para ambos desde hacia meses. Ella había irrumpido en el baño con el afeitándose en bolas.
Nadie se afeita en bolas y deja la puerta sin traba, sabiendo que puede pasar ese accidente.
Ella lo vio en pelotas, y se hizo la enojada, el también pretendió un disgusto que nadie creyó.
Ella, en otra oportunidad desarmando el bolso del club, sin testigos, se embriago con el olor de su ropa.
Fue esa noche que dejó oír muy fuerte sus gemidos.
Recordó esa vez que amontonados en el auto, busco instintivamente recostarse contra el, ¿quien sospecharía de una situación así? Ella quedo apretada contra sus piernas y en un movimiento del auto, quedo su mano en la entrepierna. Hizo como que no podía sacarla aunque era obvio para ambos que si podía. Pero la mano la dejo ahí. La erección alcanzó la mano antes que la mano pueda moverse. Ella la dejo muy cera acariciándola con el movimiento natural del automóvil. El se hizo el estùpido mirando el infinito por la ventanilla, pero disfrutó mucho ese roce hasta mojarse y mojarle la mano, que permaneció en medio de la humedad sin interrupción.
Todos esos episodios hacían que cada vez se atrevan a avanzar en medio de la incomodidad, que la calentura se abra paso entre la prohibición.
Ella, tropezando se lo encontró en el pasillo camino al mismo baño:
Ella solo pregunto: ¿vas vos primero? El dijo: Lo mío es un instante. Y sin querer casi entraron juntos. No había quedado claro quien cedía el lugar a quien. Se rieron apurados y se dieron cuenta que estaba juntos en el baño. Ella se lavo los dientes en la oscuridad. La luz le molestaba y mas en esa circunstancia. El agacharse levemente para cepillarse, le permitió empujarlo con sus nalgas un poco, y el la separo un poco. Otra risa diminuta y el tomo una nalga de ella y la separo de su cuerpo. Pero dejo la mano en la nalga. Ella termino de escupir su cepillado, y en el ultimo movimiento, dejando su cuerpo inclinado, refregó su cola contra el cuerpo de el, que se había dado vuelta y la tomaba por la cintura.
La oscuridad y la soledad de la casa lo permitían todo. El no dudó ni un segundo, levanto la remera que hacia de camisón, y la recorrió como un pincel contra toda su humedad.
Ella dio un gemido interminable, que no lo dejo pensar. El entró firmemente, asiéndola por los hombros. Entraba y salía casi toda, como para disfrutarla mas. Ella le mordisqueaba los dedos que tenia en sus hombros. El cada vez mas frenético, repetía el movimiento con mas entusiasmo.
Ella rápidamente se dio vuelta, y comenzó a atragantarse hasta sentirse llena, toda llena y tragona. Con las nalgas en sus palmas de la mano, y la boca llena, tuvo su noche distinta. Nunca creyó que llegaría a tanto, pero este estado de calentura continua, la estaba haciendo conocer mas y mas zonas desconocidas. No era miedo lo que sentía. Era mas parecido a la curiosidad.
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