Hola, disculpen la demora pero por diversos motivos no pude concentrarme tanto en P! como me gustaría. Pasaron algunas cosas desde mi último Post: http://www.poringa.net/posts/relatos/1819232/En-el-ascensor.html asi que en la medida de lo posible voy a tratar de ir poniéndome al día. Para empezar a saldar mi deuda lo que les había prometido, la concreción de una de las fantasías de mi vecino, el que de un tiempo a esta parte me esta cogiendo bastante seguido. Espero que lo disfruten.
Luego de echarnos otro polvo en su departamento con Francisco nos pusimos a evaluar las distintas posibilidades para hacer realidad nuestra fantasía de hacerlo en un baño público. Teníamos varias opciones en carpeta, el baño de un cine, de un restaurante, de alguna estación de tren, o hasta incluso del subte, pero en todas ellas corríamos el riesgo de ser descubiertos en plena contienda, por lo que el lugar elegido debía ser uno en el que no hubiera demasiado tránsito de personas. Que nos sorprendieran no nos importaba tan solo por el hecho de ser atrapados in fraganti en tal situación y por la vergüenza que ello pudiera acarrear, sino por la interrupción misma que podríamos llegar a sufrir. Una vez echados al ruedo no queríamos tener que parar solo porque alguien nos había visto. Si íbamos a hacerlo teníamos que hacerlo bien y no detenernos sino hasta el final, o sea hasta echarnos el polvo de nuestras vidas.
Fue así que Francisco se ocupo de ir chequeando los distintos escenarios que teníamos en mente, ambos fuimos sugiriendo lugares que conocíamos, hasta que decidimos, por si las moscas, que lo mejor era un lugar que no conociéramos en lo absoluto. Así, si nos descubrían el impacto iba a ser mucho más leve. Fue entonces que un buen día mi vecino me vino con la noticia de que ya había seleccionado el lugar. Sería en una de las conocidas confiterías de “Plaza del Carmen”, no voy a decir cuál para no comprometer al personal de la misma, pero en una que esta por Palermo. Entusiasmado como nene con chiche nuevo ante la inminente posibilidad de cumplir de una vez por todas su fantasía de echarse un polvo en un baño público, me consultó cuándo podía y le dije que si por mí fuera podía ahora mismo, pero finalmente arreglamos para el día siguiente, después de que yo saliera del trabajo.
Si bien no era una fantasía mía yo también estaba bastante ansiosa, y es que en lo que al sexo se refiere siempre estoy abierta a toda clase de experiencias, sobre todo eso: “abierta”. Muy abierta, ja.
La tarde en cuestión salí del trabajo y lo llamé al celu para avisarle que iba en camino. El subte me dejo a solo una cuadra. Cuándo entré a la confitería lo vi sentado junto a una de las ventanas que da a la avenida Santa Fe. Por supuesto que no lo salude, sentándome en una mesa alejada aunque desde la cuál no podía perderlo de vista. La idea era que éramos dos desconocidos ávidos de sexo que se encontraban casualmente en el servicio de aquella confitería y pasaba lo que ambos querían que pasara, en síntesis esa era la fantasía que nos proponíamos llevar a cabo.
Pedí una lágrima y me dispuse a esperar hasta que él tomara la iniciativa. Tras algunos minutos se levantó de su mesa y fue hacia la escalera que seguramente conducía a los baños, no sin antes echarme una mirada que yo ya sabía muy bien lo que significaba. Le pregunte a uno de los mozos en donde quedaba el “toilette”, y tras que me lo indicara fui hacia allá, subiendo por detrás de Francisco.
Cuándo llegué al pasillo en donde se anunciaban con carteles el baño para hombres de un lado y el de mujeres del otro, me quede sorprendida al no ver a nadie, ya que suponía que Francisco me estaría esperando en la puerta de alguno de ellos. Dude por un instante, hasta que la puerta del baño de hombres se abre, y agarrándome de un brazo Francisco me mete para adentro, cerrando la puerta tras nuestro. Sin soltarme el brazo me lleva a uno de los reservados y estampándome de espalda contra la pared empieza a besarme y a meterme mano por todos lados, yo le sigo la corriente, acariciando esa parte de su cuerpo que ya parece querer incendiarle el pantalón. Deslizando una mano por debajo de mi pollera, y evadiendo hábilmente el elástico de mi tanga me introduce un dedo en la concha, notando enseguida que yo estoy en un estado similar al suyo.
-¡Estás empapada!- alcanza a susurrar mientras se baja el cierre, extrayendo a través de la bragueta su verga ya caliente e hinchada.
Para permitirle un mejor acceso, considerando la situación incómoda en que estábamos, me saque la tanga y estando aún de pie, calcé una de mis piernas alrededor de su cintura.
-¡Metémela!-le pedí, ya en un estado desesperante.
Bien afirmado frente a mí, enfiló con mano precisa su pletórica verga hacia mis ansiosos labios íntimos y me la metió, tal como le había demandado, y ahí mismo, sin permitirme disfrutar de ese primer ensarte, empezó a moverse, dentro y fuera, cogiéndome deliciosamente dentro del reservado de aquel baño público. Sentíamos que la gente entraba y salía, no mucha, pero si la suficiente como para hacer aún más excitante aquel momento, escuchábamos los pasos detrás de la puerta del reservado, el agua del inodoro, de la canilla, alguien que se detenía seguramente porque había escuchado algún jadeo, pero nosotros seguíamos, estábamos en nuestro propio mundo, dándole rienda suelta a nuestros más bajos instintos.
Luego de un rato Francisco me la saco y se sentó sobre la tapa del inodoro, yo me le senté encima, clavándome por las mías todo ese trozo divino que estaba que echaba chispas. Ahí, sentada sobre él, empecé a subir y bajar, con más entusiasmo cada vez, devorando con mi conchita hasta el último centímetro de tan rebosante manjar. Desde atrás él me amasaba las tetas a través de la ropa, encendiéndome en una forma que me resultaba por demás única e incomparable.
Entonces me cacheteó la cola para que me levantara. Así lo hice, lamentando el repentino vacío que sentí en mi conchita. Ahí fue que abrió la puerta del reservado, y me empujó hacia fuera.
-¿Qué hacés, estás loco?- le dije.
-Dale, ya que estamos, hagámosla completa- me convenció.
Hizo que me apoyara con las manos en una de las piletas y que echara la cola para atrás, tomándome él por la retaguardia, penetrándome una vez más con combazos largos y profundos, los cuáles repercutían estruendosamente en cada una de mis células nerviosas. Lo mejor de todo era que en cualquier momento podía entrar alguien y vernos garchando como si estuviéramos en un telo, ¡pero era un baño público, ¡¡el baño de una concurrida confitería!!, y nosotros que no queríamos detenernos.
Las embestidas de Francisco se hicieron cada vez más rápidas, hasta que me la sacó, me dio la vuelta mediante un brusco movimiento y sentándome ahora sobre el borde de la pileta, me la volvió a meter, esta vez por delante, cogiéndome gloriosamente, empujando con todas sus fuerzas esa maquinaria amorosa que sabía manejar con tanta solvencia. Yo enlazaba mis piernas alrededor de su cuerpo para sentirlo mucho más adentro todavía, hasta que… acabamos los dos al mismo tiempo. Mi orgasmo salió disparado en forma de chorro, salpicando a Francisco con su efusividad, mientras que el suyo me llenaba, me inundaba con su láctea calidez. Ni siquiera tuvimos tiempo para gozar, a toda prisa nos metimos de nuevo en el reservado, ya que escuchamos unos pasos que se acercaban. Ahí nos relajamos, nos tranquilizamos, y nos dejamos llevar por ese torbellino de sensaciones que todavía nos sacudían. Recién en ese momento pude percibir el olor a meo que había en el lugar. No muy intenso, pero si lo suficiente como para sentirlo, pero contrariamente a lo que puedan suponer, no resultaba en lo absoluto desagradable, sino que mezclado con el aroma del sexo, conformaba una fragancia sumamente exquisita, deliciosamente estimulante. Nos arreglamos, y tras asegurarnos que no había moros en la costa salimos del baño. Él volvió a su mesa, pero yo tuve que ir al baño de mujeres, ya que la leche de Francisco me chorreaba por las piernas, así que fui a enjuagarme la conchita.
Era impresionante lo que Francisco había descargado, estuve un buen rato con las piernas abiertas sobre el inodoro, dejando que el semen todavía fresco y caliente de mi vecino fluyera de mi interior. Recién entonces me acomodé la ropa, me arreglé y volví a mi mesa. Francisco todavía estaba en la suya, esperando a que bajara. Pagamos nuestras respectivas cuentas y salimos casi coincidentemente de la confitería. Afuera, en la vereda, nos juntamos, riéndonos satisfechos de haber logrado nuestro cometido: hacer realidad la fantasía de echarnos un polvo en un baño público. Ahora me tocaba a mí cumplir mi fantasía, que era la de hacerlo con dos hombres al mismo tiempo. ¡Ya estoy más cerca que nunca!
EN UN BAÑO PUBLICO
Luego de echarnos otro polvo en su departamento con Francisco nos pusimos a evaluar las distintas posibilidades para hacer realidad nuestra fantasía de hacerlo en un baño público. Teníamos varias opciones en carpeta, el baño de un cine, de un restaurante, de alguna estación de tren, o hasta incluso del subte, pero en todas ellas corríamos el riesgo de ser descubiertos en plena contienda, por lo que el lugar elegido debía ser uno en el que no hubiera demasiado tránsito de personas. Que nos sorprendieran no nos importaba tan solo por el hecho de ser atrapados in fraganti en tal situación y por la vergüenza que ello pudiera acarrear, sino por la interrupción misma que podríamos llegar a sufrir. Una vez echados al ruedo no queríamos tener que parar solo porque alguien nos había visto. Si íbamos a hacerlo teníamos que hacerlo bien y no detenernos sino hasta el final, o sea hasta echarnos el polvo de nuestras vidas.
Fue así que Francisco se ocupo de ir chequeando los distintos escenarios que teníamos en mente, ambos fuimos sugiriendo lugares que conocíamos, hasta que decidimos, por si las moscas, que lo mejor era un lugar que no conociéramos en lo absoluto. Así, si nos descubrían el impacto iba a ser mucho más leve. Fue entonces que un buen día mi vecino me vino con la noticia de que ya había seleccionado el lugar. Sería en una de las conocidas confiterías de “Plaza del Carmen”, no voy a decir cuál para no comprometer al personal de la misma, pero en una que esta por Palermo. Entusiasmado como nene con chiche nuevo ante la inminente posibilidad de cumplir de una vez por todas su fantasía de echarse un polvo en un baño público, me consultó cuándo podía y le dije que si por mí fuera podía ahora mismo, pero finalmente arreglamos para el día siguiente, después de que yo saliera del trabajo.
Si bien no era una fantasía mía yo también estaba bastante ansiosa, y es que en lo que al sexo se refiere siempre estoy abierta a toda clase de experiencias, sobre todo eso: “abierta”. Muy abierta, ja.
La tarde en cuestión salí del trabajo y lo llamé al celu para avisarle que iba en camino. El subte me dejo a solo una cuadra. Cuándo entré a la confitería lo vi sentado junto a una de las ventanas que da a la avenida Santa Fe. Por supuesto que no lo salude, sentándome en una mesa alejada aunque desde la cuál no podía perderlo de vista. La idea era que éramos dos desconocidos ávidos de sexo que se encontraban casualmente en el servicio de aquella confitería y pasaba lo que ambos querían que pasara, en síntesis esa era la fantasía que nos proponíamos llevar a cabo.
Pedí una lágrima y me dispuse a esperar hasta que él tomara la iniciativa. Tras algunos minutos se levantó de su mesa y fue hacia la escalera que seguramente conducía a los baños, no sin antes echarme una mirada que yo ya sabía muy bien lo que significaba. Le pregunte a uno de los mozos en donde quedaba el “toilette”, y tras que me lo indicara fui hacia allá, subiendo por detrás de Francisco.
Cuándo llegué al pasillo en donde se anunciaban con carteles el baño para hombres de un lado y el de mujeres del otro, me quede sorprendida al no ver a nadie, ya que suponía que Francisco me estaría esperando en la puerta de alguno de ellos. Dude por un instante, hasta que la puerta del baño de hombres se abre, y agarrándome de un brazo Francisco me mete para adentro, cerrando la puerta tras nuestro. Sin soltarme el brazo me lleva a uno de los reservados y estampándome de espalda contra la pared empieza a besarme y a meterme mano por todos lados, yo le sigo la corriente, acariciando esa parte de su cuerpo que ya parece querer incendiarle el pantalón. Deslizando una mano por debajo de mi pollera, y evadiendo hábilmente el elástico de mi tanga me introduce un dedo en la concha, notando enseguida que yo estoy en un estado similar al suyo.
-¡Estás empapada!- alcanza a susurrar mientras se baja el cierre, extrayendo a través de la bragueta su verga ya caliente e hinchada.
Para permitirle un mejor acceso, considerando la situación incómoda en que estábamos, me saque la tanga y estando aún de pie, calcé una de mis piernas alrededor de su cintura.
-¡Metémela!-le pedí, ya en un estado desesperante.
Bien afirmado frente a mí, enfiló con mano precisa su pletórica verga hacia mis ansiosos labios íntimos y me la metió, tal como le había demandado, y ahí mismo, sin permitirme disfrutar de ese primer ensarte, empezó a moverse, dentro y fuera, cogiéndome deliciosamente dentro del reservado de aquel baño público. Sentíamos que la gente entraba y salía, no mucha, pero si la suficiente como para hacer aún más excitante aquel momento, escuchábamos los pasos detrás de la puerta del reservado, el agua del inodoro, de la canilla, alguien que se detenía seguramente porque había escuchado algún jadeo, pero nosotros seguíamos, estábamos en nuestro propio mundo, dándole rienda suelta a nuestros más bajos instintos.
Luego de un rato Francisco me la saco y se sentó sobre la tapa del inodoro, yo me le senté encima, clavándome por las mías todo ese trozo divino que estaba que echaba chispas. Ahí, sentada sobre él, empecé a subir y bajar, con más entusiasmo cada vez, devorando con mi conchita hasta el último centímetro de tan rebosante manjar. Desde atrás él me amasaba las tetas a través de la ropa, encendiéndome en una forma que me resultaba por demás única e incomparable.
Entonces me cacheteó la cola para que me levantara. Así lo hice, lamentando el repentino vacío que sentí en mi conchita. Ahí fue que abrió la puerta del reservado, y me empujó hacia fuera.
-¿Qué hacés, estás loco?- le dije.
-Dale, ya que estamos, hagámosla completa- me convenció.
Hizo que me apoyara con las manos en una de las piletas y que echara la cola para atrás, tomándome él por la retaguardia, penetrándome una vez más con combazos largos y profundos, los cuáles repercutían estruendosamente en cada una de mis células nerviosas. Lo mejor de todo era que en cualquier momento podía entrar alguien y vernos garchando como si estuviéramos en un telo, ¡pero era un baño público, ¡¡el baño de una concurrida confitería!!, y nosotros que no queríamos detenernos.
Las embestidas de Francisco se hicieron cada vez más rápidas, hasta que me la sacó, me dio la vuelta mediante un brusco movimiento y sentándome ahora sobre el borde de la pileta, me la volvió a meter, esta vez por delante, cogiéndome gloriosamente, empujando con todas sus fuerzas esa maquinaria amorosa que sabía manejar con tanta solvencia. Yo enlazaba mis piernas alrededor de su cuerpo para sentirlo mucho más adentro todavía, hasta que… acabamos los dos al mismo tiempo. Mi orgasmo salió disparado en forma de chorro, salpicando a Francisco con su efusividad, mientras que el suyo me llenaba, me inundaba con su láctea calidez. Ni siquiera tuvimos tiempo para gozar, a toda prisa nos metimos de nuevo en el reservado, ya que escuchamos unos pasos que se acercaban. Ahí nos relajamos, nos tranquilizamos, y nos dejamos llevar por ese torbellino de sensaciones que todavía nos sacudían. Recién en ese momento pude percibir el olor a meo que había en el lugar. No muy intenso, pero si lo suficiente como para sentirlo, pero contrariamente a lo que puedan suponer, no resultaba en lo absoluto desagradable, sino que mezclado con el aroma del sexo, conformaba una fragancia sumamente exquisita, deliciosamente estimulante. Nos arreglamos, y tras asegurarnos que no había moros en la costa salimos del baño. Él volvió a su mesa, pero yo tuve que ir al baño de mujeres, ya que la leche de Francisco me chorreaba por las piernas, así que fui a enjuagarme la conchita.
Era impresionante lo que Francisco había descargado, estuve un buen rato con las piernas abiertas sobre el inodoro, dejando que el semen todavía fresco y caliente de mi vecino fluyera de mi interior. Recién entonces me acomodé la ropa, me arreglé y volví a mi mesa. Francisco todavía estaba en la suya, esperando a que bajara. Pagamos nuestras respectivas cuentas y salimos casi coincidentemente de la confitería. Afuera, en la vereda, nos juntamos, riéndonos satisfechos de haber logrado nuestro cometido: hacer realidad la fantasía de echarnos un polvo en un baño público. Ahora me tocaba a mí cumplir mi fantasía, que era la de hacerlo con dos hombres al mismo tiempo. ¡Ya estoy más cerca que nunca!
17 comentarios - En un baño publico
Hermoso relato, los baños de Plaza del Carmen son ideales para el garche, sobre todo el de Cordoba y Scalabrini... hmmmmm, me trae tantos recuerdos.
Estoy sin puntos pero eso es lo de menos, te dejo todo mi cariño y admiración :love:
Gracias por compartir.
Besos y Lamiditas !!!
Compartamos, comentemos, apoyemos, hagamos cada vez mejor esta maravillosa Comunidad !!!
cualquier hombre que lo supiera. te diria que esta disponible para vos.
Muchos se preguntan donde se ubica exactamente el sector de levantes gay de los bosques de Palermo y cuales son los mejores horarios para visitarlo. Para todos ellos va este post ya que conozco bastante bien el lugar:
La zona gay es la conocida como "Plaza Pakistan", una de las tantas plazas que conforman los bosques. Está ubicada detrás del hipódromo de Palermo, cruzando las vías. Al otro lado está delimitada por la Av. Figueroa Alcorta y comienza en el famoso puente colgante peatonal que cruza Av Dorrego y se extiende hacia el lado del Rosedal.
Básicamente hay dos zonas de levante muy cercanas entre si. La principal diferencia es que un sector es mas frecuentado durante la noche y el otro durante el día.
NOCHE: Durante la noche el trayecto es de a pie ya que se trata de una suerte de "sendero" contra el cerco de la vía, rodeado de una frondosa arboleda que da mucha privacidad y es un sector puramente de parque por lo que no hay calle para circular con auto aunque se puede dejar estacionado a muy pocos metros. Son aproximadamente 200 metros de recorrido donde se puede encontrar de todo, desde gente jóven hasta gente mas mayor, hay gays, heteros, curiosos, de todo un poco, algunos van a mirar, otros a masturbarse, algunos buscan sexo, otros dar o recibir sexo oral. Básicamente uno va caminando y se va cruzando con otros hombres en busca de lo mismo.
Para los que tienen poca experiencia o son algo tímidos y se preguntan como saber si el otro tiene onda o no, no se preocupen por eso, si alguien tiene ganas de algo se los hará saber.
DÍA: Durante el día la zona es mas tranquila pero también hay moviemiento. A diferencia de la noche el sector de levante gay está comprendido por el triángulo formado entre las calles Pinedo, Méndez y Figueroa Alcorta (a muy pocos metros del sector nocturno). Como esta zona del parque tiene calles, ahi el levante básicamente es de "auto a auto" o de "auto a peatón", se pueden ver autos estacionados con tipos solos a la espera de ver que surge o dando innumerables vueltas al parque, también hay muchos flacos corriendo, caminando, en bici o pasenado perros.
Con respecto a la seguridad les garantizo que de todas las veces que fui, tanto de día como de noche nunca tuve problemas pero todos sabemos que hoy en día cualquier lugar está expuesto a robos, por eso me parece importante "promocionar" esta zona, porque cuantos mas seamos los que la frecuentamos mas chances de conseguir algo va a haber para todos, mas "mercadería" para elegir y menos posibilidad de robos.
Como llegar:
En tren:
Ramal Retiro - Tigre:
Bajarse en estación Lisandro de La Torre ubicada en Olleros y Libertador, justo donde comienza el hipódromo de Palermo. Caminar unos 500 metros bordeando la vía y pasar las canchas de tenis por calle Agustín Mendez como indica el mapa.
Lisandro de La Torre es la primera estación partiendo desde Retiro.
Ramal Retiro - Mitre (Olivos) / Retiro - J. L. Suarez:
Bajarse en estación 3 de Febrero ubicada en Libertador y Dorrego justo frente al Club Hípico - Campo Argentino de Polo. Caminar por Dorrego unos 300 metros hasta Figueroa Alcorta, al llegar al puente peatonal colgante doblar a la izquierda contra el cerco de la vía.
3 de Febrero es la primera estación partiendo desde Retiro.
Subte Línea 😨
Se puede llegar en subte aunque hay que caminar algunas cuadras. La estación mas cercana es Palermo ubicada en Sta Fe y Juan B Justo. Desde ahi caminar 6 cuadras por Bullrich (continuación de Juan B Justo), cruzar Libertador y seguir por el costado del hipódromo hasta el puente peatonal colgante y doblar a la izquierda contra el cerco de la vía.
Colectivos:
Todas estas líneas te dejan a pocas cuadras, para mayor información consultar en comoviajo.com: 12, 15, 29, 36, 37, 39, 41, 55, 57, 59, 60, 64, 67, 68, 93, 95, 102, 108, 111, 118, 124, 128, 130, 152, 160, 161, 166, 188
ver mapas:
https://www.facebook.com/media/set/?set=oa.490759791002564&type=1
Espero que les haya interesado esta info y que se animen a visitar los bosques. saludos a todos!!