Hace unos días, sin mucho que hacer, me puse a escribir esto.
Cualquier coincidencia de nombres, situaciones o lugares, son solo eso, coincidencias.
O no.
Cena de fin de año de la empresa donde trabaja Gaby. Como la invitación era para dos personas y su marido estaba de viaje, llevó a su hermana mayor.
Ya eran casi las 2 de la mañana y a pesar de que estaban solas (sin hijos, maridos, novios), no veían la razón de quedarse tiempo más. Estaban bastante aburridas.
Salieron a la avenida para tomar un remisse o un taxi. La noche estaba templada, muy agradable y el efecto de las cervezas las mantenía eufóricas, aunque tranquilas, y la conversación giraba en torno a las consabidas sacadas de cuero.
Cuando apareció el auto que iba disminuyendo la velocidad mientras se acercaba, le hicieron señas hasta que se detuvo a su lado. Pero no era un remisse: Era el Luis (Uno de los ex amantes de Gaby, médico de una clínica privada) que se escapó de su guardia para darse una ducha en su casa. Gaby sintió que esa noche podría ser diferente desde ese momento, a pesar de no saber qué hacer con su hermana.
Subieron al vehículo y tras los saludos y algunas bromas, partieron hacia el centro. Pasadas unas cuantas cuadras, se hizo el silencio y fue cuando Ana se percató que la mano derecha de Luis se apoyaba sobre la entrepierna de su hermana, como al descuido y suponiendo que desde atrás no se podría ver la acción.
Llegaron al departamento y bajaron los tres, instalándose en el living. Gaby y Luis se ubicaron en el sofá mientras Ana iba al baño, apurada por los efectos de la cerveza.
Cuando salió vio con sorpresa que la mano de Gaby hurgaba dentro del buzo de su compañero. El la besaba en el cuello y exploraba la entrepierna con poco disimulo. Ana no podía creer lo que estaba viendo, ya que esperaba un poco más de recato. Alcanzó a ver la tanguita de su hermana tirada debajo del sofá donde se encontraban.
Al sentarse, los dos cesaron su accionar y se compusieron como podían, aunque a él se le notaba la erección que su pantalón de algodón liviano no podía esconder.
Gaby se dirigió a su habitación. Quería cambiarse de zapatos y de ropa, dijo, ya que se sentía incómoda con su vestido de fiesta. Detrás de ella fue Luis y Ana escuchó entonces que ambos hablaban en voz baja. Esto la molestó enormemente, dado que el departamento era muy pequeño. Creyó que iban a encamarse allí y que percibiría los sonidos clásicos: jadeos y gemidos. Para su sorpresa, salieron los dos enseguida: Ella con un camisolín que casi no le tapaba nada, y él tratando de disimular su erección.
Empezaron a hablarle, dando rodeos… miles de ideas rondaron su cabeza. Querían proponerle algo, pero ninguno sabía como empezar.
Luis entró al baño y ni bien hubo cerrado la puerta tras él, Ana dijo a su hermana, casi con bronca: “¡Espero que no se les ocurra quedarse a coger aquí, delante mío!..¡Que te lleve a un hotel!...”. Gaby intentó sosegarla con mucho tacto, conociendo su manera de pensar.
Los pensamientos de Ana giraban a mil por hora entre los efectos del alcohol y, lo que más la enloquecía, casi adivinar lo que iban a decir: “No podemos ir a otra parte. No tiene demasiado tiempo…se escapó solo un rato de su trabajo…nos pueden ver las amigas de su mujer…”. Estuvo a punto de propinarle una puteada, y de repente cayó en la cuenta de que ella también tenía una imperiosa necesidad de sexo. Calmándose por un instante y bajando la voz, dijo: “Bueno…no te preocupes…Yo voy a meterme en el baño a esperar que terminen de coger…”.
Lo que no dijo era que no veía la hora de encerrarse y acariciarse hasta acabar escuchándolos a través de la puerta.
Las disculpas que imaginó habría de recibir no existieron. La idea de ellos era otra…Se acercó más y cara a cara le comentó con suavidad: “Queremos que participes con nosotros…”.
Ana saltó del sofá y casi a los gritos le espetó: “¡Vos estas loca!”, y acto seguido agarró su bolso como para ir a su casa, aun con el inconveniente de andar sola de noche.
Como pudo, Gaby consiguió sentarla de nuevo, diciendo “Esperá…esperá un poquito…podemos hacer otra cosa…también pensamos en algo más…Es decir... ¿Te acordás de Daniel, tu antiguo novio..?”. Y acercándose al oído: “Yo sé que siempre te calentó y nunca te atreviste a volver a encamarte con él…”.
Ana quedó pasmada, con la cabeza dándole vueltas de nuevo… pensó un momento en cuánto deseó siempre que ese morocho estuviera desnudo con ella, dentro de ella…Aguardó un momento y preguntó: “¿Y cómo vas a hacer que venga...? ¿Vos creés que él quiera estar conmigo, que va a dejar lo que esté haciendo para venir a hablar conmigo?”. Gaby volvió a decirle al oído, justo cuando Luis salía del baño: “Estoy segurísima de que va a venir, pero no precisamente para solo hablar con vos”. No había más tiempo, así que se decidió y le respondió también en voz baja: “Está bien...hagan lo que quieran”.
Luis, que por supuesto había escuchado todo, intercambió una mirada cómplice con ellas. Se dirigió a la puerta del departamento con un “Ya vuelvo”, pero antes de salir le dio un beso a Gaby mientras le introducía dos dedos en la concha, húmeda por la excitación.
Habían pasado unos diez minutos –toda una eternidad para Ana-, cuando sintieron abrirse la puerta. Aparecieron los dos, entusiasmados y con una botella de un buen vino tinto.
Ana no podía creerlo: Allí estaba con él y a punto de concretar lo que nunca se había animado. Dudó un momento y se acercó a Daniel para saludarlo, solo que éste no le dio un beso en la mejilla, sino que le zampó uno en la boca, hurgándola con su lengua, mientras la tomaba de las nalgas con ambas manos, alzándola del suelo unos centímetros hasta ubicarla a su altura, frotando su pubis contra sí.
Abrieron la botella y se sirvieron el vino, sentándose ellas en el sofá y ellos en sillas al frente. Luego de algunos chacoteos y unos tragos, Ana se dio cuenta que su hermana estaba arrumbada en el sofá con las piernas separadas y el camisolín casi a la altura del ombligo, para regocijo de los dos tipos que observaban excitados la provocación descarada.
Con las piernas cruzadas aún, Ana imaginó que esperaban que hiciera lo mismo, así que bebió un sorbo del vaso de vino que le alcanzaba Daniel, se levantó y fue al baño, donde luego de orinar nuevamente y enjuagarse en el bidet, se sacó la tanguita y regresó dispuesta a participar del juego sin pensar en otra cosa.
Se sorprendió al abrir la puerta y ver que Gaby estaba arrodillada en el piso entre las piernas de Luis, al cual le había bajado la ropa hasta los tobillos, y se dedicaba a lamer la pija de éste desde abajo, luego metiéndosela toda en la boca. Sintió que la sangre le quemaba, y sin saber cómo actuar, se sentó en el sofá, aunque esta vez, entreabrió apenas sus piernas.
Los tres, al unísono, le pidieron que les mostrara un poco más. Respondió que les mostraría todo si los tres se desnudaban antes.
Gaby se irguió y se quitó el camisolín, mientras se ofrecía para desnudarlos. Asintieron y comenzó por sacarle el buzo a Daniel, mientras éste le introducía un dedo en la concha y luego se lo llevaba a la boca. Saboreó el jugo y comentó: "Tan rico como siempre...". Ana preguntó asombrada "No me van a decir que ustedes...". Gaby se dio vuelta mientras agarraba las ambas pijas y dijo "...Si te contara lo que suelo hacer con los dos...”.
Luis ya había terminado de sacarse la ropa. Gaby se sentó en el sofá y mientras se acariciaba el clítoris le dijo "Ahora te toca a vos continuar...". Dicho esto, Ana se sacó lentamente el vestido y sintió que su calentura excedía lo conocido.
Estaba desnuda y esperando el próximo paso, pero Gaby volvió a decirle "¡Ahora te toca a vos continuar!..." y la empujó hacia ellos...Entonces entendió y se acercó a Daniel, agachándose hasta meter ese pedazo en su boca. Él la tomó de la cabeza y la empujó hacia abajo hundiéndoselo hasta la garganta. Sintió un doble estremecimiento: en tanto subía y bajaba su cabeza comiéndosela como siempre lo había imaginado, Luis estaba parado a su lado y le metía dos dedos de la mano izquierda en su cueva mojada y con la otra le hacía lo mismo a Gaby.
Daniel la empujó suavemente, haciéndola dejar ese pedazo que tanto la calentaba, tironeándole el brazo a Gaby que ni lerda ni perezosa, se cambió de lugar y pajeándose con una mano, sostuvo su verga y la metía y sacaba de su boca.
Ana se dio cuenta que los dedos de Luis aún se movían con ritmo acompasado dentro suyo, por lo que desechando lo último de pudor que le restaba se dedicó a darle una mamada, lamiendo primero las gotas que salían del agujerito, calentándose más al ver a su hermana gozar como loca con el que fue su macho y volvería a serlo esa noche.
Después, abandonó lo que estaba haciendo y sacándose con suavidad los dedos de Luis, se ubicó en el sofá y le dijo a Daniel que se ocupara de ella. Gaby fue corriendo a su dormitorio...y al instante siguiente reapareció con una colcha, que extendió en el piso. Gaby la arrastró y acostó en el medio, se acomodó invertida sobre ella, abriéndole la concha con sus dedos y lamiéndola acompasadamente, en tanto que le ofrecía la suya para que hiciera lo mismo. Percibía el calor, la humedad y el aroma a sexo, embadurnándose la lengua, los labios y la cara con esos jugos. Los movimientos de las caderas de Gaby aumentaron. Escuchó los gemidos que eran casi gritos y esto la liberó, dándose cuenta que también ella se movía, agitaba y gemía, acabando las dos con frenesí.
Luego de culminados los últimos estertores de ese orgasmo maravilloso, vieron a sus machos sentados a los costados, con sus pijas duras entre las manos, pajeándose con caras babosas. Esto les volvió a subir la calentura y se dedicaron a chupar sus vergas, esperando algo más.
Transcurridos unos momentos, Ana agarró a Daniel por los pelos y lo arrastró hasta colocarle la cabeza entre sus piernas, hundiéndole la cara en su muy jugosa concha, moviéndose y gimiendo desaforradamente. Gaby hizo lo propio con Luis. Tan solo bastaron unos cuantos lengüetazos y las dos se acabaron juntas...
Vasos de vino de por medio, comenzaron a franelearse aumentando aun más la calentura. Ana se agachó para seguir chupando esa pija que tanto había deseado. Daniel lubricó sus dedos con saliva y le introdujo primero un dedo en la concha y después otro en el culo. Esto le produjo escalosfríos. Ya no podía esperar más: Quería que se la enterrara sin pérdida de tiempo. Se tumbó de espaldas abriendo sus piernas levantadas, rogando a los gritos: "¡Cogeme, hijo de puta!... ¡Cogeme ya, güacho de mierda!..¡Quiero tu pija!... ¡Quiero tu pija adentro!... ¡Hasta el fondo!..¡Quiero que seas mi macho…que me cojas y me llenes de leche!.."
Sintió que esa verga dura entraba hasta el fondo, pensando en el enorme placer que le esperaba, mayor del que ya estaba disfrutando. Con cada arremetida de su macho, gemía de placer y solo tenía una idea, que se lo hizo saber entre jadeos: "¡No me dejes nunca!..¡Cogeme siempre!... ¡Voy a hacer lo que quieras...cuando quieras...dónde quieras!..¡Pero quiero que me sigas cogiendo...que sigas siendo mi macho...!... ¡Cogeme...Cogeme...Cogeme!"…
Y entonces experimentó el polvo más glorioso desde la primera vez que tuvo sexo. La acabada mas maravillosa que jamás hubiera esperado sentir...
Cuando logró recuperarse un poco, se percató de lo que sucedía a su alrededor. Recién pudo darse cuenta de que su hermana gemía como loca y al girar la cabeza la vio sentada sobre su pareja, pero dándole la espalda y masturbándose mientras la pija dura de Luis entraba y salía de su culo. Esto la excitó nuevamente y se puso boca abajo, mirándolos, mientras se abría las nalgas incitando a su macho para que le diera más placer...Ubicándose detrás de ella, Daniel comenzó a untarle el culo con saliva y a lubricar su miembro también...
Momentos después Ana volvió a experimentar la sensación exuberante que le producía saber que esa pija que adoraba le proporcionaría otro momento inolvidable. Daniel se acomodó para culearla...ella metió los brazos debajo de su cuerpo y se masturbó con ambas manos. Gimió incómoda en un primer momento, pero cuando se la enterró toda, se abrió más y acompañó los movimientos con los suyos y sin darse cuenta, gritó desesperadamente "¡Culeame, mi amor...culeame...llename el culo de lech...culeame que voy a ser tu puta toda la vida...!
Al instante siguiente, escuchando los gritos y gemidos de su hermana y de Luis mientras se acababan, sintió en su culo la tibia sensación de la acabada de Daniel. Se movió con más ímpetu acelerando sus manos y se entregó a un polvo interminable...
Desparramados en el piso, jadeaban satisfechos. Luego, ya más calmados, cada uno fue al baño a higienizarse.
Daniel se mencionó que su mujer lo estaba esperando en casa de una amiga con los chicos y que no podía quedarse más tiempo. Le pidió a Ana que le abriera el portón de la entrada.
Ana se puso el camisolín de la hermana y lo acompañó por el pasillo hasta la puerta, pero no llegaron hasta el final. Se le prendió del cuello besándolo con desesperación diciéndole "¡Mi amor…no te vayas todavía...!
Lo puso contra la pared y bajándole el buzo hasta los tobillos, le proporcionó otra chupada de pija hasta ponérsela dura.
Entonces, él la agarró de las nalgas, la levantó y la acomodó. Ella abrió sus piernas, se enrosco a él y una vez que le ensartó su verga, comenzó a moverse, gimiendo sin importarle que alguien pudiera verla o escucharla. Como antes, mientras la cogía, le repitió "Quiero que seas siempre mi macho...que me cojas siempre...mi concha siempre te tuvo hambre y no quiero que dejes de cogerme como hoy...como ahora... ¡Cogeme fuerte...!”
Corcoveando espasmódicamente, experimentó el orgasmo más largo de su vida y ya casi desfalleciente, se relajó sintiendo como escurría por su cuerpo el producto de la acabada de él y sus propios jugos. Luego, ya de pié, tuvo que apoyarse en la pared para no caerse. Daniel se arreglo la vestimenta y con un beso se despidió apresuradamente.
De regreso al living del departamento, se arrojó extenuada sobre el sofá, viendo a su hermana con las piernas levantadas y estimulando su clítoris con una mano y metiéndose dos dedos de la otra en la concha, mientras la pija de Luis entraba y salía acompasadamente en su culo.
Para su sorpresa, él la tomó por el brazo y la colocó arrodillada sobre la cara de Gaby, que lamió sus jugos gimiendo de placer en tanto que él hurgaba su boca con la lengua y masajeaba sus tetas. Cuando creía que su noche había concluido, se vio envuelta otra vez en una nube de calentura y se dio cuenta de lo que eso significaba...
Luis aumentó el ritmo de su cogida, y al minuto siguiente, Gaby se agitaba frenéticamente, sin dejar de masturbarse ni de lamerle la concha.
Concluyendo su larga acabada, Gaby se relajó estirando sus brazos y piernas, impidiendo que él terminara lo suyo. Las miradas de Ana y Luis se cruzaron, como una conexión entre pensamientos, pero no dijeron nada. Ella se acostó sobre su hermana, cara a cara, abriendo ampliamente sus piernas. Se dedicó a besarla y lamerla, aprovechando al máximo el aroma, la viscosidad y el sabor a sexo de los jugos que embadurnaban sus caras.
La ansiedad de Ana crecía más y más, hasta que la tibia pija de Luis comenzó a abrirse camino en su ano. Fue fácil. Después de la culeada con Daniel había quedado bien lubricada, así que a pesar del tamaño de de la verga de Luis, bastó un empujoncito para que sintiera su culo llenarse de esa masa palpitante y caliente. Se la sacaba casi toda y arremetía nuevamente hasta el fondo, haciéndola gemir.
Siguió así un par de minutos, y en el momento que escuchó los jadeos de él le gritó: “¡Culeame así!..¡La quiero toda!... ¡Me acabo, me acabo…!. Y continuó repitiendo: ¡Culeame así, con fuerza!... ¡Me acabo…Me acabo!... ¡Culeame…llename de leche el culo, hijo de puta!...". Y tuvo otro orgasmo…
Al fin, se quedaron quietos, encimados. Ana gozaba con las palpitaciones de la pija de Luis dentro de ella…Podía decir que por esa noche estaba satisfecha…
Se despertaron cerca del mediodía, una al lado de la otra, desnudas y cansadas. Luis se había ido sin que lo notaran.
Tomando unos mates, conversaron animadamente sobre la experiencia vivida, tratando de programar un nuevo encuentro…No cabía otra idea en sus cabezas por el momento…
Si alguien lo lee, valore la intención no la calidad.
No soy escritora profesional ni mucho menos.
Ana Lucía
Cualquier coincidencia de nombres, situaciones o lugares, son solo eso, coincidencias.
O no.
Cena de fin de año de la empresa donde trabaja Gaby. Como la invitación era para dos personas y su marido estaba de viaje, llevó a su hermana mayor.
Ya eran casi las 2 de la mañana y a pesar de que estaban solas (sin hijos, maridos, novios), no veían la razón de quedarse tiempo más. Estaban bastante aburridas.
Salieron a la avenida para tomar un remisse o un taxi. La noche estaba templada, muy agradable y el efecto de las cervezas las mantenía eufóricas, aunque tranquilas, y la conversación giraba en torno a las consabidas sacadas de cuero.
Cuando apareció el auto que iba disminuyendo la velocidad mientras se acercaba, le hicieron señas hasta que se detuvo a su lado. Pero no era un remisse: Era el Luis (Uno de los ex amantes de Gaby, médico de una clínica privada) que se escapó de su guardia para darse una ducha en su casa. Gaby sintió que esa noche podría ser diferente desde ese momento, a pesar de no saber qué hacer con su hermana.
Subieron al vehículo y tras los saludos y algunas bromas, partieron hacia el centro. Pasadas unas cuantas cuadras, se hizo el silencio y fue cuando Ana se percató que la mano derecha de Luis se apoyaba sobre la entrepierna de su hermana, como al descuido y suponiendo que desde atrás no se podría ver la acción.
Llegaron al departamento y bajaron los tres, instalándose en el living. Gaby y Luis se ubicaron en el sofá mientras Ana iba al baño, apurada por los efectos de la cerveza.
Cuando salió vio con sorpresa que la mano de Gaby hurgaba dentro del buzo de su compañero. El la besaba en el cuello y exploraba la entrepierna con poco disimulo. Ana no podía creer lo que estaba viendo, ya que esperaba un poco más de recato. Alcanzó a ver la tanguita de su hermana tirada debajo del sofá donde se encontraban.
Al sentarse, los dos cesaron su accionar y se compusieron como podían, aunque a él se le notaba la erección que su pantalón de algodón liviano no podía esconder.
Gaby se dirigió a su habitación. Quería cambiarse de zapatos y de ropa, dijo, ya que se sentía incómoda con su vestido de fiesta. Detrás de ella fue Luis y Ana escuchó entonces que ambos hablaban en voz baja. Esto la molestó enormemente, dado que el departamento era muy pequeño. Creyó que iban a encamarse allí y que percibiría los sonidos clásicos: jadeos y gemidos. Para su sorpresa, salieron los dos enseguida: Ella con un camisolín que casi no le tapaba nada, y él tratando de disimular su erección.
Empezaron a hablarle, dando rodeos… miles de ideas rondaron su cabeza. Querían proponerle algo, pero ninguno sabía como empezar.
Luis entró al baño y ni bien hubo cerrado la puerta tras él, Ana dijo a su hermana, casi con bronca: “¡Espero que no se les ocurra quedarse a coger aquí, delante mío!..¡Que te lleve a un hotel!...”. Gaby intentó sosegarla con mucho tacto, conociendo su manera de pensar.
Los pensamientos de Ana giraban a mil por hora entre los efectos del alcohol y, lo que más la enloquecía, casi adivinar lo que iban a decir: “No podemos ir a otra parte. No tiene demasiado tiempo…se escapó solo un rato de su trabajo…nos pueden ver las amigas de su mujer…”. Estuvo a punto de propinarle una puteada, y de repente cayó en la cuenta de que ella también tenía una imperiosa necesidad de sexo. Calmándose por un instante y bajando la voz, dijo: “Bueno…no te preocupes…Yo voy a meterme en el baño a esperar que terminen de coger…”.
Lo que no dijo era que no veía la hora de encerrarse y acariciarse hasta acabar escuchándolos a través de la puerta.
Las disculpas que imaginó habría de recibir no existieron. La idea de ellos era otra…Se acercó más y cara a cara le comentó con suavidad: “Queremos que participes con nosotros…”.
Ana saltó del sofá y casi a los gritos le espetó: “¡Vos estas loca!”, y acto seguido agarró su bolso como para ir a su casa, aun con el inconveniente de andar sola de noche.
Como pudo, Gaby consiguió sentarla de nuevo, diciendo “Esperá…esperá un poquito…podemos hacer otra cosa…también pensamos en algo más…Es decir... ¿Te acordás de Daniel, tu antiguo novio..?”. Y acercándose al oído: “Yo sé que siempre te calentó y nunca te atreviste a volver a encamarte con él…”.
Ana quedó pasmada, con la cabeza dándole vueltas de nuevo… pensó un momento en cuánto deseó siempre que ese morocho estuviera desnudo con ella, dentro de ella…Aguardó un momento y preguntó: “¿Y cómo vas a hacer que venga...? ¿Vos creés que él quiera estar conmigo, que va a dejar lo que esté haciendo para venir a hablar conmigo?”. Gaby volvió a decirle al oído, justo cuando Luis salía del baño: “Estoy segurísima de que va a venir, pero no precisamente para solo hablar con vos”. No había más tiempo, así que se decidió y le respondió también en voz baja: “Está bien...hagan lo que quieran”.
Luis, que por supuesto había escuchado todo, intercambió una mirada cómplice con ellas. Se dirigió a la puerta del departamento con un “Ya vuelvo”, pero antes de salir le dio un beso a Gaby mientras le introducía dos dedos en la concha, húmeda por la excitación.
Habían pasado unos diez minutos –toda una eternidad para Ana-, cuando sintieron abrirse la puerta. Aparecieron los dos, entusiasmados y con una botella de un buen vino tinto.
Ana no podía creerlo: Allí estaba con él y a punto de concretar lo que nunca se había animado. Dudó un momento y se acercó a Daniel para saludarlo, solo que éste no le dio un beso en la mejilla, sino que le zampó uno en la boca, hurgándola con su lengua, mientras la tomaba de las nalgas con ambas manos, alzándola del suelo unos centímetros hasta ubicarla a su altura, frotando su pubis contra sí.
Abrieron la botella y se sirvieron el vino, sentándose ellas en el sofá y ellos en sillas al frente. Luego de algunos chacoteos y unos tragos, Ana se dio cuenta que su hermana estaba arrumbada en el sofá con las piernas separadas y el camisolín casi a la altura del ombligo, para regocijo de los dos tipos que observaban excitados la provocación descarada.
Con las piernas cruzadas aún, Ana imaginó que esperaban que hiciera lo mismo, así que bebió un sorbo del vaso de vino que le alcanzaba Daniel, se levantó y fue al baño, donde luego de orinar nuevamente y enjuagarse en el bidet, se sacó la tanguita y regresó dispuesta a participar del juego sin pensar en otra cosa.
Se sorprendió al abrir la puerta y ver que Gaby estaba arrodillada en el piso entre las piernas de Luis, al cual le había bajado la ropa hasta los tobillos, y se dedicaba a lamer la pija de éste desde abajo, luego metiéndosela toda en la boca. Sintió que la sangre le quemaba, y sin saber cómo actuar, se sentó en el sofá, aunque esta vez, entreabrió apenas sus piernas.
Los tres, al unísono, le pidieron que les mostrara un poco más. Respondió que les mostraría todo si los tres se desnudaban antes.
Gaby se irguió y se quitó el camisolín, mientras se ofrecía para desnudarlos. Asintieron y comenzó por sacarle el buzo a Daniel, mientras éste le introducía un dedo en la concha y luego se lo llevaba a la boca. Saboreó el jugo y comentó: "Tan rico como siempre...". Ana preguntó asombrada "No me van a decir que ustedes...". Gaby se dio vuelta mientras agarraba las ambas pijas y dijo "...Si te contara lo que suelo hacer con los dos...”.
Luis ya había terminado de sacarse la ropa. Gaby se sentó en el sofá y mientras se acariciaba el clítoris le dijo "Ahora te toca a vos continuar...". Dicho esto, Ana se sacó lentamente el vestido y sintió que su calentura excedía lo conocido.
Estaba desnuda y esperando el próximo paso, pero Gaby volvió a decirle "¡Ahora te toca a vos continuar!..." y la empujó hacia ellos...Entonces entendió y se acercó a Daniel, agachándose hasta meter ese pedazo en su boca. Él la tomó de la cabeza y la empujó hacia abajo hundiéndoselo hasta la garganta. Sintió un doble estremecimiento: en tanto subía y bajaba su cabeza comiéndosela como siempre lo había imaginado, Luis estaba parado a su lado y le metía dos dedos de la mano izquierda en su cueva mojada y con la otra le hacía lo mismo a Gaby.
Daniel la empujó suavemente, haciéndola dejar ese pedazo que tanto la calentaba, tironeándole el brazo a Gaby que ni lerda ni perezosa, se cambió de lugar y pajeándose con una mano, sostuvo su verga y la metía y sacaba de su boca.
Ana se dio cuenta que los dedos de Luis aún se movían con ritmo acompasado dentro suyo, por lo que desechando lo último de pudor que le restaba se dedicó a darle una mamada, lamiendo primero las gotas que salían del agujerito, calentándose más al ver a su hermana gozar como loca con el que fue su macho y volvería a serlo esa noche.
Después, abandonó lo que estaba haciendo y sacándose con suavidad los dedos de Luis, se ubicó en el sofá y le dijo a Daniel que se ocupara de ella. Gaby fue corriendo a su dormitorio...y al instante siguiente reapareció con una colcha, que extendió en el piso. Gaby la arrastró y acostó en el medio, se acomodó invertida sobre ella, abriéndole la concha con sus dedos y lamiéndola acompasadamente, en tanto que le ofrecía la suya para que hiciera lo mismo. Percibía el calor, la humedad y el aroma a sexo, embadurnándose la lengua, los labios y la cara con esos jugos. Los movimientos de las caderas de Gaby aumentaron. Escuchó los gemidos que eran casi gritos y esto la liberó, dándose cuenta que también ella se movía, agitaba y gemía, acabando las dos con frenesí.
Luego de culminados los últimos estertores de ese orgasmo maravilloso, vieron a sus machos sentados a los costados, con sus pijas duras entre las manos, pajeándose con caras babosas. Esto les volvió a subir la calentura y se dedicaron a chupar sus vergas, esperando algo más.
Transcurridos unos momentos, Ana agarró a Daniel por los pelos y lo arrastró hasta colocarle la cabeza entre sus piernas, hundiéndole la cara en su muy jugosa concha, moviéndose y gimiendo desaforradamente. Gaby hizo lo propio con Luis. Tan solo bastaron unos cuantos lengüetazos y las dos se acabaron juntas...
Vasos de vino de por medio, comenzaron a franelearse aumentando aun más la calentura. Ana se agachó para seguir chupando esa pija que tanto había deseado. Daniel lubricó sus dedos con saliva y le introdujo primero un dedo en la concha y después otro en el culo. Esto le produjo escalosfríos. Ya no podía esperar más: Quería que se la enterrara sin pérdida de tiempo. Se tumbó de espaldas abriendo sus piernas levantadas, rogando a los gritos: "¡Cogeme, hijo de puta!... ¡Cogeme ya, güacho de mierda!..¡Quiero tu pija!... ¡Quiero tu pija adentro!... ¡Hasta el fondo!..¡Quiero que seas mi macho…que me cojas y me llenes de leche!.."
Sintió que esa verga dura entraba hasta el fondo, pensando en el enorme placer que le esperaba, mayor del que ya estaba disfrutando. Con cada arremetida de su macho, gemía de placer y solo tenía una idea, que se lo hizo saber entre jadeos: "¡No me dejes nunca!..¡Cogeme siempre!... ¡Voy a hacer lo que quieras...cuando quieras...dónde quieras!..¡Pero quiero que me sigas cogiendo...que sigas siendo mi macho...!... ¡Cogeme...Cogeme...Cogeme!"…
Y entonces experimentó el polvo más glorioso desde la primera vez que tuvo sexo. La acabada mas maravillosa que jamás hubiera esperado sentir...
Cuando logró recuperarse un poco, se percató de lo que sucedía a su alrededor. Recién pudo darse cuenta de que su hermana gemía como loca y al girar la cabeza la vio sentada sobre su pareja, pero dándole la espalda y masturbándose mientras la pija dura de Luis entraba y salía de su culo. Esto la excitó nuevamente y se puso boca abajo, mirándolos, mientras se abría las nalgas incitando a su macho para que le diera más placer...Ubicándose detrás de ella, Daniel comenzó a untarle el culo con saliva y a lubricar su miembro también...
Momentos después Ana volvió a experimentar la sensación exuberante que le producía saber que esa pija que adoraba le proporcionaría otro momento inolvidable. Daniel se acomodó para culearla...ella metió los brazos debajo de su cuerpo y se masturbó con ambas manos. Gimió incómoda en un primer momento, pero cuando se la enterró toda, se abrió más y acompañó los movimientos con los suyos y sin darse cuenta, gritó desesperadamente "¡Culeame, mi amor...culeame...llename el culo de lech...culeame que voy a ser tu puta toda la vida...!
Al instante siguiente, escuchando los gritos y gemidos de su hermana y de Luis mientras se acababan, sintió en su culo la tibia sensación de la acabada de Daniel. Se movió con más ímpetu acelerando sus manos y se entregó a un polvo interminable...
Desparramados en el piso, jadeaban satisfechos. Luego, ya más calmados, cada uno fue al baño a higienizarse.
Daniel se mencionó que su mujer lo estaba esperando en casa de una amiga con los chicos y que no podía quedarse más tiempo. Le pidió a Ana que le abriera el portón de la entrada.
Ana se puso el camisolín de la hermana y lo acompañó por el pasillo hasta la puerta, pero no llegaron hasta el final. Se le prendió del cuello besándolo con desesperación diciéndole "¡Mi amor…no te vayas todavía...!
Lo puso contra la pared y bajándole el buzo hasta los tobillos, le proporcionó otra chupada de pija hasta ponérsela dura.
Entonces, él la agarró de las nalgas, la levantó y la acomodó. Ella abrió sus piernas, se enrosco a él y una vez que le ensartó su verga, comenzó a moverse, gimiendo sin importarle que alguien pudiera verla o escucharla. Como antes, mientras la cogía, le repitió "Quiero que seas siempre mi macho...que me cojas siempre...mi concha siempre te tuvo hambre y no quiero que dejes de cogerme como hoy...como ahora... ¡Cogeme fuerte...!”
Corcoveando espasmódicamente, experimentó el orgasmo más largo de su vida y ya casi desfalleciente, se relajó sintiendo como escurría por su cuerpo el producto de la acabada de él y sus propios jugos. Luego, ya de pié, tuvo que apoyarse en la pared para no caerse. Daniel se arreglo la vestimenta y con un beso se despidió apresuradamente.
De regreso al living del departamento, se arrojó extenuada sobre el sofá, viendo a su hermana con las piernas levantadas y estimulando su clítoris con una mano y metiéndose dos dedos de la otra en la concha, mientras la pija de Luis entraba y salía acompasadamente en su culo.
Para su sorpresa, él la tomó por el brazo y la colocó arrodillada sobre la cara de Gaby, que lamió sus jugos gimiendo de placer en tanto que él hurgaba su boca con la lengua y masajeaba sus tetas. Cuando creía que su noche había concluido, se vio envuelta otra vez en una nube de calentura y se dio cuenta de lo que eso significaba...
Luis aumentó el ritmo de su cogida, y al minuto siguiente, Gaby se agitaba frenéticamente, sin dejar de masturbarse ni de lamerle la concha.
Concluyendo su larga acabada, Gaby se relajó estirando sus brazos y piernas, impidiendo que él terminara lo suyo. Las miradas de Ana y Luis se cruzaron, como una conexión entre pensamientos, pero no dijeron nada. Ella se acostó sobre su hermana, cara a cara, abriendo ampliamente sus piernas. Se dedicó a besarla y lamerla, aprovechando al máximo el aroma, la viscosidad y el sabor a sexo de los jugos que embadurnaban sus caras.
La ansiedad de Ana crecía más y más, hasta que la tibia pija de Luis comenzó a abrirse camino en su ano. Fue fácil. Después de la culeada con Daniel había quedado bien lubricada, así que a pesar del tamaño de de la verga de Luis, bastó un empujoncito para que sintiera su culo llenarse de esa masa palpitante y caliente. Se la sacaba casi toda y arremetía nuevamente hasta el fondo, haciéndola gemir.
Siguió así un par de minutos, y en el momento que escuchó los jadeos de él le gritó: “¡Culeame así!..¡La quiero toda!... ¡Me acabo, me acabo…!. Y continuó repitiendo: ¡Culeame así, con fuerza!... ¡Me acabo…Me acabo!... ¡Culeame…llename de leche el culo, hijo de puta!...". Y tuvo otro orgasmo…
Al fin, se quedaron quietos, encimados. Ana gozaba con las palpitaciones de la pija de Luis dentro de ella…Podía decir que por esa noche estaba satisfecha…
Se despertaron cerca del mediodía, una al lado de la otra, desnudas y cansadas. Luis se había ido sin que lo notaran.
Tomando unos mates, conversaron animadamente sobre la experiencia vivida, tratando de programar un nuevo encuentro…No cabía otra idea en sus cabezas por el momento…
Si alguien lo lee, valore la intención no la calidad.
No soy escritora profesional ni mucho menos.
Ana Lucía
6 comentarios - La cena, la hermana y la fiesta