Resulto no ser un encuentro familiar. Era fácil deducirlo, también era fácil confirmarlo previamente, pero por alguna razón fueron directamente hacia el equivoco.
- ¿Pero porque se te ocurrió que las esposas serian bienvenidas?
Le reclamó de inmediato al ver el ejército de hombres en riguroso traje y algunas mujeres. La explanada del castillo de época estaba cubierto por docenas de empleados corporativos que venían tanto de los sitios más obvios como de los mas exóticos.
De todos modos, los organizadores muy atentos y educados, se preocuparon por no hacerla sentir incomoda. Se ocuparon de ella como si fuera la única invitada y de honor. Rápidamente sintió que no había sido tan mala idea, estaba en el viejo continente, en un sitio muy agradable, con mucho tiempo por delante, aunque parecía que podría aburrirse, ella se dedico a liberar algunos pensamientos que venia reprimiendo.
Durante la planificación del viaje, había luchado contra su imaginación, tratando de controlarla, distrayéndola con trivialidades. En el avión, ya no pudo mas, ese estado en que pone el vuelo internacional a las gentes, había terminado por vencer su férrea voluntad.
Su esposo ya dormía a su vera, con una expresión que invitaba a mirar hacia otro lado.
- ¿Me podes dar un poco de agua?
Le pidió al azafato gay en medio de la noche, y no porque tuviera sed, solo para distraerse un poco en medio de lo que ya intuía como una calentura irrefrenable.
Sin zapatos, con las medias del neceser de business solamente, acurrucada en su asiento, se calentó con el físico y el perfume del mozo que le traía el agua, aunque era inconfundiblemente puto, no dejaba de tener un físico atractivo.
Al estirar las piernas, se animó a dejarlas en la v corta que dejan los asientos de adelante, cuando uno se reclina y el otro permanece recto. Ese respaldo recto estaba vacío y en el reclinado dormía un uniformado empleado de la aerolínea, aparentemente volviendo de algún lado.
Al estirar bien la rodilla, sin querer despierta al uniformado en medio de la noche y la oscuridad. Automáticamente mostró la palma de la mano en señal de disculpa, pero el hombre tuvo trabajo para contestar con una sonrisa. Aunque si logró sonreír y hacer la mueca de que la podía dejar ahí, que no molestaba.
La rubia la dejó, miro a su esposo a su derecha que dormía profundamente, casi todo tapado. Ella se cubrió las piernas con la manta de viaje, y antes que se diera cuenta que estaba pasando, sintió unos masajes en el medio de la planta del pie. Miro nuevamente al uniformado, y vio una cara muy natural, como si no fuera un extraño tocándole los pies a una extraña. Se parecía a un servicio de Air France para los pasajeros de business. Al menos eso le pareció a la rubia. No retiró la pierna ni por un segundo, aunque el personaje recién despierto, le tironeo la media de viaje, y le hacia caricias. La situación la calentó tanto que se le puso la piel erizada desde el pie, hasta los muslos. Le devolvió una sonrisa como alentándolo en su faena. Acerco su otro pie, casi sobre las piernas de su esposo, y también lo puso en la ve corta del asiento.
Para el uniformado, parecía una situación normal. Seguro, pensó, estos pibes en los aviones, provocan estas situaciones eróticas en cada viaje. Imaginó que tenían una vida de lo mas distendida.
A los pocos minutos, sentía como su tanga estaba toda mojada, y la manta de viaje le permitía tocarse sin impedimentos, las manos ajenas, estaban no solo en su pie, seguían por la pantorrilla, y la sensación que solo la calentura extrema puede dar, hizo que no le importara que estuviera casi sobre su esposo. Pensó que si se despertaba algo inventaría como excusa para explicar esa contorsión. La verdad era inexplicable, pero no podía hacer otra cosa que seguir así.
En medio de sus nervios por vigilar que toda la situación no se salga de control, siente la lengua en el arco del derecho, que la hizo erizar hasta la nuca. Un suspiro que no pudo reprimir casi despierta a todos en la cabina.
La lengua ya entibiaba todo su pie derecho, sus dedos, y las manos se apretaban por adentro del pantalón en dirección a sus glúteos.
El mozo gay, tan atento, al ver algún movimiento creyó atento ofrecer algún servicio a la rubia, que no podía pedir lo que realmente quería. Esa nueva conversación, despertó al esposo, distrajo al uniformado, y corto el erotismo en todos, medos en la rubia, que siguió lo que quedaba del viaje sobre el Atlántico, en estado un estado de calentura que le hacia desconocer las leyes de lo razonable y lo educado.
Todo el recorrido hasta el meeting, desde el check-in el día anterior en el hotel, el taxi hasta el castillo, la noche aburrida del hotel, mirando la tele, todo había logrado que la excitación llegara cada vez mas alta, y no solo en niveles antes desconocidos, sino también que se sostenía sin decaer. La distancia de su casa, el idioma distinto, los idiomas distintos, el ambiente, todo hizo su trabajo que vencer la resistencia a entregarse mansamente al mandato de su naturaleza.
Pronto estuvieron todos los hombres y mujeres de negro, detrás de una gran puerta y ella se quedo casi sola, con los restos del café de bienvenida. Los mozos acomodaban las mesas desordenadas, preparándola para el coffe-break de media mañana. Una moza hispanoparlante, le indicó que si recorría la mansión, había muchos salones para distraerse, que no había nada que le impida pasearse. Seguramente tendrían un poco de arte decorativo, pensó.
El coffe-break pareció multiplicar los visitantes, seguramente fueron llegando los retrasados o tal vez había gente de otro sitio, no lo supo. Lo cierto fue que solo alcanzó a ver a su esposo charlando con unos señores, que ella conocía y resultaban insoportables. Lo que la llevó automáticamente a volver sobre sus pasos y escaparse sobre una barra que estaba sobre un costado del salón. Se sentó sobre una banqueta alta, y el tajo del vestidito, dejó ver su pierna, deliberadamente. La excitación no descendía, y esos perfumes, charlas distantes, y saludos protocolares la llevaron al estado donde todo parece posible y fácil.
Le importó poco que su esposo tal vez la viera, su razón ya no conducía mas sus acciones, ahora estaba en manos de otras neuronas. La pareja que estaba a su lado en la barra, se le vino encima ,y con la mano le toco la pierna casi automáticamente al tiempo que se disculpaba en francés por el pequeño empujón. Sin darse cuenta el hombre, que la pierna estaba descubierta, y el toquecito de disculpa, fue sobre la piel desnuda. El franchute se incomodó y la rubia dio su respingo, que ya conocía de otras situaciones. Luego de la primer sorpresa, la rubia dejo su pierna e intentó alguna palabra en francés, lo que el hombre contestó con una enorme alocución en francés, pensando que ella lo dominaba. Ella no entendió una sola palabra, y en ese estado, menos aun.
- ¿Pero porque se te ocurrió que las esposas serian bienvenidas?
Le reclamó de inmediato al ver el ejército de hombres en riguroso traje y algunas mujeres. La explanada del castillo de época estaba cubierto por docenas de empleados corporativos que venían tanto de los sitios más obvios como de los mas exóticos.
De todos modos, los organizadores muy atentos y educados, se preocuparon por no hacerla sentir incomoda. Se ocuparon de ella como si fuera la única invitada y de honor. Rápidamente sintió que no había sido tan mala idea, estaba en el viejo continente, en un sitio muy agradable, con mucho tiempo por delante, aunque parecía que podría aburrirse, ella se dedico a liberar algunos pensamientos que venia reprimiendo.
Durante la planificación del viaje, había luchado contra su imaginación, tratando de controlarla, distrayéndola con trivialidades. En el avión, ya no pudo mas, ese estado en que pone el vuelo internacional a las gentes, había terminado por vencer su férrea voluntad.
Su esposo ya dormía a su vera, con una expresión que invitaba a mirar hacia otro lado.
- ¿Me podes dar un poco de agua?
Le pidió al azafato gay en medio de la noche, y no porque tuviera sed, solo para distraerse un poco en medio de lo que ya intuía como una calentura irrefrenable.
Sin zapatos, con las medias del neceser de business solamente, acurrucada en su asiento, se calentó con el físico y el perfume del mozo que le traía el agua, aunque era inconfundiblemente puto, no dejaba de tener un físico atractivo.
Al estirar las piernas, se animó a dejarlas en la v corta que dejan los asientos de adelante, cuando uno se reclina y el otro permanece recto. Ese respaldo recto estaba vacío y en el reclinado dormía un uniformado empleado de la aerolínea, aparentemente volviendo de algún lado.
Al estirar bien la rodilla, sin querer despierta al uniformado en medio de la noche y la oscuridad. Automáticamente mostró la palma de la mano en señal de disculpa, pero el hombre tuvo trabajo para contestar con una sonrisa. Aunque si logró sonreír y hacer la mueca de que la podía dejar ahí, que no molestaba.
La rubia la dejó, miro a su esposo a su derecha que dormía profundamente, casi todo tapado. Ella se cubrió las piernas con la manta de viaje, y antes que se diera cuenta que estaba pasando, sintió unos masajes en el medio de la planta del pie. Miro nuevamente al uniformado, y vio una cara muy natural, como si no fuera un extraño tocándole los pies a una extraña. Se parecía a un servicio de Air France para los pasajeros de business. Al menos eso le pareció a la rubia. No retiró la pierna ni por un segundo, aunque el personaje recién despierto, le tironeo la media de viaje, y le hacia caricias. La situación la calentó tanto que se le puso la piel erizada desde el pie, hasta los muslos. Le devolvió una sonrisa como alentándolo en su faena. Acerco su otro pie, casi sobre las piernas de su esposo, y también lo puso en la ve corta del asiento.
Para el uniformado, parecía una situación normal. Seguro, pensó, estos pibes en los aviones, provocan estas situaciones eróticas en cada viaje. Imaginó que tenían una vida de lo mas distendida.
A los pocos minutos, sentía como su tanga estaba toda mojada, y la manta de viaje le permitía tocarse sin impedimentos, las manos ajenas, estaban no solo en su pie, seguían por la pantorrilla, y la sensación que solo la calentura extrema puede dar, hizo que no le importara que estuviera casi sobre su esposo. Pensó que si se despertaba algo inventaría como excusa para explicar esa contorsión. La verdad era inexplicable, pero no podía hacer otra cosa que seguir así.
En medio de sus nervios por vigilar que toda la situación no se salga de control, siente la lengua en el arco del derecho, que la hizo erizar hasta la nuca. Un suspiro que no pudo reprimir casi despierta a todos en la cabina.
La lengua ya entibiaba todo su pie derecho, sus dedos, y las manos se apretaban por adentro del pantalón en dirección a sus glúteos.
El mozo gay, tan atento, al ver algún movimiento creyó atento ofrecer algún servicio a la rubia, que no podía pedir lo que realmente quería. Esa nueva conversación, despertó al esposo, distrajo al uniformado, y corto el erotismo en todos, medos en la rubia, que siguió lo que quedaba del viaje sobre el Atlántico, en estado un estado de calentura que le hacia desconocer las leyes de lo razonable y lo educado.
Todo el recorrido hasta el meeting, desde el check-in el día anterior en el hotel, el taxi hasta el castillo, la noche aburrida del hotel, mirando la tele, todo había logrado que la excitación llegara cada vez mas alta, y no solo en niveles antes desconocidos, sino también que se sostenía sin decaer. La distancia de su casa, el idioma distinto, los idiomas distintos, el ambiente, todo hizo su trabajo que vencer la resistencia a entregarse mansamente al mandato de su naturaleza.
Pronto estuvieron todos los hombres y mujeres de negro, detrás de una gran puerta y ella se quedo casi sola, con los restos del café de bienvenida. Los mozos acomodaban las mesas desordenadas, preparándola para el coffe-break de media mañana. Una moza hispanoparlante, le indicó que si recorría la mansión, había muchos salones para distraerse, que no había nada que le impida pasearse. Seguramente tendrían un poco de arte decorativo, pensó.
El coffe-break pareció multiplicar los visitantes, seguramente fueron llegando los retrasados o tal vez había gente de otro sitio, no lo supo. Lo cierto fue que solo alcanzó a ver a su esposo charlando con unos señores, que ella conocía y resultaban insoportables. Lo que la llevó automáticamente a volver sobre sus pasos y escaparse sobre una barra que estaba sobre un costado del salón. Se sentó sobre una banqueta alta, y el tajo del vestidito, dejó ver su pierna, deliberadamente. La excitación no descendía, y esos perfumes, charlas distantes, y saludos protocolares la llevaron al estado donde todo parece posible y fácil.
Le importó poco que su esposo tal vez la viera, su razón ya no conducía mas sus acciones, ahora estaba en manos de otras neuronas. La pareja que estaba a su lado en la barra, se le vino encima ,y con la mano le toco la pierna casi automáticamente al tiempo que se disculpaba en francés por el pequeño empujón. Sin darse cuenta el hombre, que la pierna estaba descubierta, y el toquecito de disculpa, fue sobre la piel desnuda. El franchute se incomodó y la rubia dio su respingo, que ya conocía de otras situaciones. Luego de la primer sorpresa, la rubia dejo su pierna e intentó alguna palabra en francés, lo que el hombre contestó con una enorme alocución en francés, pensando que ella lo dominaba. Ella no entendió una sola palabra, y en ese estado, menos aun.
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