Todo comenzó hace una semana atrás, acababa de cenar y me disponía a sentarme un rato a ver televisión cuando llamaron a la puerta, era mi hijo Lucio. Es mi único hijo y toda mi familia, mi marido murió hace cinco años y ahora, con cuarenta y nueve, vivía sola porque Lucio, de veinticinco, estaba casado desde hacía dos años “Me separé de Eloísa ¿Puedo quedarme a dormir esta noche acá?” La sorpresa me dejó muda y después de un momento respondí: “Si, si, claro” Luego pregunté: “¿Qué pasó?” Se tomó su tiempo antes de responderme, dejó el bolso que traía y se sentó en un sillón “Eloísa es lesbiana, lo supe siempre, pero pensé que era solo una confusión de adolescente, era amante de Laura, su mejor amiga, hasta que ella recibió una beca y se fue a Europa, entonces me juró que era una etapa terminada de su vida y nuestra relación se transformó en lo más importante para ambos y decidimos casarnos”
Preparé un café mientras intentaba serenarme y cuando volví a la sala continuó: “Laura volvió hace dos semanas y todo recomenzó. Hablé largamente con Eloísa, intenté alejarla contratando un viaje de dos semanas a Cancún para ver si una segunda luna de miel la convencía, pero fue en vano, los tres años que estuvieron separadas solo incrementó la pasión, ni siquiera esperaron que me fuese, Laura llegó con sus cosas antes de que yo terminase de hacer mi bolso”
“Esta es tu casa y puedes quedarte lo que quieras o para siempre, enseguida te preparo tu vieja habitación” Dije convencida que no había ninguna posibilidad de salvar el matrimonio de mi hijo “Mañana voy a ver si puedo recuperar algo del dinero del viaje” Comentó y bebió su café en silencio, pero de pronto su rostro se iluminó: “No voy a suspender el viaje” Afirmó “Vení conmigo mamá, salimos el sábado” Mis protestas fueron inútiles y mis argumentos rebatidos uno por uno, parecía entusiasmado y hasta feliz y no pude resistirme más y acepté la invitación.
Tengo un negocio en un shopping de venta de ropa de mujer, así que armé rápidamente el vestuario para el viaje y organicé a las vendedoras para que me reemplacen quince días y el sábado por la mañana subíamos al avión rumbo a Méjico, Cancún nos esperaba. El hotel, el Cancún Palace, era espectacular y estaba repleto de turistas, pero cuando nos guiaron a la habitación recibimos una gran sorpresa, tenía una gran cama matrimonial, no habíamos tenido en cuenta que había sido reservada para un matrimonio y, como tenemos el mismo apellido, nadie pensó que no lo fuésemos al registrarnos.
“Lu, no podemos dormir en la misma cama” Dije y tomó el teléfono para pedir un cambio, pero le respondieron que lo lamentaban, todo el hotel estaba ocupado y colgó, luego dijo: “Es inútil que digamos que somos madre e hijo, no hay habitaciones, no nos va a quedar más remedio que dormir en la misma cama mamá” Me sentí disgustada, no me agradaba la idea de dormir con un hombre de veinticuatro años que además era mi hijo, pero no quedaba otra solución y me resigné, cenamos y nos fuimos a dormir.
Me duché primera y esperé que lo hiciese él para ponerme el camisón y meterme en la cama, estaba tapada hasta el cuello cuando salió del baño con el pijama puesto y se metió en la cama, me di cuenta que estaba tan incomodo como yo, nos dimos un breve beso y apagamos la luz. No podía dormirme porque temía que al dormirme me moviese y nuestros cuerpos se tocasen, pero el viaje había sido largo y finalmente el cansancio me venció.
Los cuerpos tienen memoria y durante la noche me desperté al sentir la mano de Lucio entre mis tetas, estaba completamente dormido e imaginé que se creía en su cama con su esposa. Más tarde me soltó y se dio vuelta dándome la espalda y volví a dormirme, pero me desperté nuevamente cuando lo sentí moverse, estaba completamente aplastada contra su espalda y seguramente mi cuerpo le daba calor, me retiré asustada pensando que se despertaba, pero siguió durmiendo profundamente. La mañana nos encontró durmiendo cucharita, me tenía abrazada con mi espalda en su pecho y mis nalgas sobre sus muslos y sobre algo muy duro que se acomodaba entre ellas, por suerte su mano agarraba mi brazo y no las tetas, simulé dormir cuando me di cuenta que se despertaba para evitarle una situación embarazosa, se levantó y fue al baño y me levanté rápidamente y me puse una bata.
“¿Dormiste bien mamá?” Preguntó al salir del baño y mentí contestando que sí antes de entrar a darme una ducha. Me puse una malla enteriza de color rojo muy cavada, me cepillé el pelo y me maquillé suavemente y al salir Lu me miró asombrado: “¡Guauuu! ¡Mamá que buena que estás!” Exclamo haciéndome sonrojar, pero a mismo tiempo me sentí orgullosa, es que soy una mujer bien conservada, alta y delgada y con buenos atributos que no se pierde una sesión de gimnasio jamás. Durante el desayuno y luego en la playa noté que atraía numerosas miradas masculinas para orgullo de Lucio que sonreía feliz, yo también me sentía orgullosa de él. Mi hijo es un joven alto y atlético con un cuerpo que parece tallado en piedra, con pecho ancho y peludo que le da un aspecto muy viril y unas piernas fuertes que despiertan las más ardientes fantasías en las mujeres que las miran babeándose.
El día transcurrió entre baños de mar, caminatas, largas conversaciones y sol, mucho sol. Cenamos captando la atención de los demás turistas, éramos una pareja algo particular ya que lo más común eran señores mayores con jovencitas, en cambio yo era la mayor y Lu el jovencito, claro que nadie imaginaba que yo era su madre y esa ambigüedad me encantaba, sobre todo porque no demostrábamos otra cosa que ser una pareja de discretos y formales enamorados. Caminamos por el parque del hotel luego de la cena y finalmente nos fuimos a acostar.
Me duché y puse el camisón y ya tenía la bombacha en la mano cuando me dije: “¿Por qué voy a ponérmela si yo no duermo nunca con bombacha? ¿Porque duermo con mi hijo?” Me di cuenta que era una verdadera hipocresía, una delgada tela no iba a hacer diferencia en mi pudor, así que no me la puse. Sin embargo a mirarme en el espejo me sentí inquieta, el camisón era muy transparente y se me veía todo, pero me puse una salida de baño y solo me la quité cuando Lucio entró al baño, entonces me metí rápidamente en la cama para que no me viese.
Salió del baño vestido sólo con un corto pantalón pijama, se acostó y me preguntó: “¿Estás pasándolo bien mamá?” “Muy bien” Le contesté “¿Y vos?” “También… Pero extraño un poco a Eloísa” Confesó conmoviéndome. “Debes ser fuerte, la vida te dará otras oportunidades” Lo consolé “Mamá… ¿Puedo abrazarte?” Preguntó con voz lastimera “¡Claro mi amor! Contesté y se arrojó a mis brazos y me estrechó con fuerza contra su pecho varonil. Estaba entre sus brazos, la boca contra su cuello, mis tetas sentían el excitante vello de su fuerte tórax, mis muslos desnudos apretados contra sus viriles piernas, yo también lo abracé, hacía tantos años que un hombre no me estrechaba contra su cuerpo…
Cerré los ojos y me dejé llevar por el cansancio del día de playa mientras mi hijo me acariciaba dulcemente y me dormía feliz pensando que volvía a tener veinticinco años y estaba entre los brazos de mi amado marido como antes, como cuando hacíamos el amor hasta quedar agotados y nos dormíamos abrazados. Me despertó el jadeo tembloroso de Lucio, estaba dormido y parecía soñar, me di cuenta que tenía el camisón levantado hasta la cintura y sentí la dureza de su miembro erecto contra mi vientre, me asusté.
Parecía tener una pesadilla e imaginé que soñaba con Eloísa porque su mano estaba hundida entre mis nalgas y sentía las yemas de sus dedos acariciarme el orificio del culo mientras su otro brazo me tenía sujeta, lo empuje con mis dos manos mientras me quejaba: “Lu, no… Lu, soltame…” Rezongó y se dio vuelta sin despertarse y me dio la espalda, pensé que ya dormiría con calma, pero un rato más tarde volví a despertarme al sentir que me abrazaba por detrás y me apoyaba la verga entre los cachetes mientras me agarraba una teta.
Me revolví intentando liberarme y masculló palabras inteligibles cuando al soltarme volvió a darse vuelta hacia su lado, Lucio tenía un sueño pesadísimo. Más tarde me volvió a despertar su mano sobre mi vientre desnudo, de alguna manera me levantaba el camisón para tocarme, le quité la mano y refunfuñó quedando boca arriba. Un rato más tarde comenzó a soñar y parecía dialogar con Eloísa, presté atención.
Eran palabras deshilvanadas, frases entrecortadas de un supuesto diálogo: “Ahora yo… Vos arriba… Yo a vos y vos a mi… ¡Movete! (Imperativo) ¡Te prometo! ¡Te prometo! (Suplicante) ¡Con los dientes no! (Con miedo) ¡Tragate todo! (Ansioso) El dedito sí, el juguete no (¿¿??) Es distinto, vos sos mujer (Negociador) Bueno, pero con mucha cremita (Cediendo) Mi hijo me descubría aspectos de su vida sexual sumamente inquietantes, evidentemente su ex mujer era terriblemente perversa.
Parecía tener una terrible calentura y me la estaba contagiando, verlo en la penumbra sacudiéndose, musitando palabras de alto voltaje erótico, era una verdadera prueba para mi temple. Ahora sollozaba y pedía: “Damelo, sé buenita, yo me dejé ahora te toca a vos… Con mucha cremita, te prometo…” Sentí un escalofrío, pero casi se me escapa un grito cuando vi a Lucio sentarse repentinamente en la cama y agarrarse la entrepierna con las dos manos al tiempo que exclamaba: “¡OHHH! Lo vi y sentí temblar mientras jadeaba un momento antes de desplomarse sobre su espalda resoplando. Había tenido una terrible polución involuntaria y yo había sido testigo.
Luego de un rato se levantó y fue al baño y unos minutos más tarde lo vi salir, cubierto con una toalla en la cintura, iluminado por la luz que dejó prendida para retirar de la cómoda otro pantalón, miré de reojo como se lo ponía antes de apagar la luz y acostarse a mi lado. Me dio un beso en el hombro y se durmió, más tarde, con la entrepierna empapada, yo también me dormí.
Me desperté antes que él y fui a bañarme. Cuando me quité el camisón y estaba por ponerlo en el cesto de la ropa para la lavandería tuve una idea, busqué en el fondo y lo encontré escondido: El pantalón que Lucio se había cambiado, tenía una enorme mancha aún húmeda. Me lo llevé al rostro y lo olí, el delicado perfume me despertó inolvidables recuerdos, le pasé la lengua y comprobé que el sabor del semen de mi hijo era tan delicioso como el de su padre, entonces me senté en el bidé, mezclé el agua fría y la caliente y me masturbé frenéticamente con el duchador mientras apretaba contra mi boca el pantalón y saboreaba su exquisito gusto y el embriagador perfume, fue la mejor paja en más de cinco años.
Me bañé y me puse una malla negra del tipo de las de competición sumamente cavada y elastizada que se pegaba al cuerpo como un guante, estaba hecha una diosa, pero había un pequeño (o gran problema) tenía la concha inflamada por habérmela apretado durante la noche y por la paja que me había hecho y se me notaba demasiado, hasta se me hundía en la raja, ojalá se me desinflamase antes de ir a la playa pensé. Salí del baño pensando que Lu aún dormía pero ya estaba despierto así que me sorprendió cubierta solo por la malla. “¡Mamá! ¡No puedes estar tan bien! ¡Qué pedazo de mujer!” Exclamó haciéndome ruborizar, pero reaccioné rápidamente y me envolví con un pareo para ocultar mi entrepierna de la que Lu no quitaba los ojos. Fue un día larguísimo porque no dejé de pensar en ningún momento en la noche que nos esperaba.
Mi hijo estuvo sumamente obsequioso todo el día y no dejó de halagarme ni de mimarme todo el tiempo, sobre todo durante la cena en la que se mostró todo un galán y nos hacia aparecer ante los ojos de terceros como una pareja de enamorados, finalmente llegó la hora de acostarse y me acosté temblando mientras él se bañaba. Cuando se acostó me abrazó como la noche anterior, yo temblaba como una hoja “Mamá ¿Tenés frío?” Preguntó “No, no” respondí con voz temblorosa. “Mamá ¡Estás afiebrada! Dijo asustado al notar mi piel caliente “Voy a llamar un médico” Anunció “¡No! Casi grité “¿No te das cuenta de lo que me pasa?” Dije casi sollozando. Me miró sorprendido. Entonces ya no pude contenerme y dije atropelladamente: “Me estás volviendo loca. No te das cuenta que me muero de la calentura que tengo Hace más de cinco años que yo… Y ahora dormir contigo… ¡No puedo más Lu!” Y me largué a llorar.
Me tomó la mano y la bajó entre nuestros cuerpos hasta que la apoyó en su enorme y durísima verga que quemaba de tan caliente que estaba “¿Y cómo te crees que estoy yo?” Preguntó. No contesté porque no me dio tiempo, ya su lengua entraba en mi boca y me acostaba sobre mi espalda. Abrí las piernas para ofrecerme y, mientras se me subía encima nos desnudamos febrilmente entre jadeos y gemidos, entonces me penetró sin ninguna dilación.
Grité cuando la enorme verga se abrió camino entre las telarañas de mi enmohecida vagina, grité de dolor y de goce y también porque el orgasmo me sorprendió. Volví a gritar un segundo después cuando sentí el chorro de semen en lo más profundo de mis entrañas y luego una extraña sensación de alivio me invadió, al principio no entendía, pero luego comprendí, era alivio por los cinco años de obligada abstinencia ¡Por fin! Sentir dentro del cuerpo el miembro de un hombre es la sensación más maravillosa que puede tener una mujer en toda su vida y yo me aferraba a Lucio para mantenerme penetrada para continuar gozándolo. Finalmente me la sacó y ya estaba por protestar por que me privase de tanto goce cuando tomándome de la cintura me dio a entender que debía ponerme boca abajo.
“¿Qué me vas a hacer?” Pregunté atemorizada “Te quiero toda” dijo con voz ronca y yo, inocente de mí, asentí: “Si, toda, toda” Pensando en que si tantas mujeres disfrutan del sexo anal quizás yo había estado equivocada al negarme a entregar el culo durante mi matrimonio, así que me acomodé y me dispuse a gozar de una nueva y excitante experiencia, si hubiese sabido…
Cuando la cabeza atravesó el esfínter creí morir de dolor, nunca había sentido algo así, parir había sido mucho más placentero. En tanto mi hijo empujaba intentando terminar de introducir el duro miembro dentro de mi recto, gemí y resolví recurrir al viejo y tan mentado recurso: Mordí la almohada con todas mis fuerzas.
Mientras el dolor me crispaba Lu empezó a moverse febrilmente metiendo y sacando la durísima verga mientras jadeaba y repetía: “¡Qué culo divino!” “¡Qué culo maravilloso!” Y yo, con los ojos llenos de lágrimas por tanto sufrimiento ahogaba mis quejidos en la almohada. Los fuertes sacudones hacían que casi golpease la cabeza contra el respaldo, entonces me fui abandonando lentamente a su ritmo y al hacerlo comencé a relajarme involuntariamente, esa era la clave. Al aflojarme el dolor comenzaba a ser reemplazado por un maravilloso goce y entonces comprendí porque tantas mujeres (y tantos hombres) disfrutan más por el culo que por su vagina (o pene), finalmente llegué al orgasmo.
Fue en el momento en que Lu gritaba y el semen muy caliente regaba las mayores profundidades de mi recto, entonces sentí un fortísimo latido y el orgasmo me arrolló. Ahora dejé de contenerme y comencé a gritar, pero gritaba de placer, un placer inimaginado, el mayor de toda mi vida sexual. De pronto sentía que torrentes de semen me lubricaban y que el movimiento de la poronga de Lu me hacía delirar de tanto goce. Fue una acabada inolvidable.
Luego, mientras nos comíamos a besos, momentáneamente saciados, le juré que quería ser su esclava sexual y que quería ser poseída por él de todas las maneras posibles, pero me contestó: “Siempre he albergado un sueño, devolverte algo de lo tanto que me has dado mamita querida… Quiero que tomes mi leche como yo tomé la tuya” Le juré que iba a tomar tanta como la que le había dado y comencé en ese mismo momento a cumplir con mi juramento. Luego nos dormimos abrazados.
Los siguientes fueron los días más ardientes de toda mi vida, más aún que los de mi luna de miel, pero no cesaron al volver a Buenos Aires, por el contrario a medida que nos descubrimos más gozamos de nuestra sexualidad.
Preparé un café mientras intentaba serenarme y cuando volví a la sala continuó: “Laura volvió hace dos semanas y todo recomenzó. Hablé largamente con Eloísa, intenté alejarla contratando un viaje de dos semanas a Cancún para ver si una segunda luna de miel la convencía, pero fue en vano, los tres años que estuvieron separadas solo incrementó la pasión, ni siquiera esperaron que me fuese, Laura llegó con sus cosas antes de que yo terminase de hacer mi bolso”
“Esta es tu casa y puedes quedarte lo que quieras o para siempre, enseguida te preparo tu vieja habitación” Dije convencida que no había ninguna posibilidad de salvar el matrimonio de mi hijo “Mañana voy a ver si puedo recuperar algo del dinero del viaje” Comentó y bebió su café en silencio, pero de pronto su rostro se iluminó: “No voy a suspender el viaje” Afirmó “Vení conmigo mamá, salimos el sábado” Mis protestas fueron inútiles y mis argumentos rebatidos uno por uno, parecía entusiasmado y hasta feliz y no pude resistirme más y acepté la invitación.
Tengo un negocio en un shopping de venta de ropa de mujer, así que armé rápidamente el vestuario para el viaje y organicé a las vendedoras para que me reemplacen quince días y el sábado por la mañana subíamos al avión rumbo a Méjico, Cancún nos esperaba. El hotel, el Cancún Palace, era espectacular y estaba repleto de turistas, pero cuando nos guiaron a la habitación recibimos una gran sorpresa, tenía una gran cama matrimonial, no habíamos tenido en cuenta que había sido reservada para un matrimonio y, como tenemos el mismo apellido, nadie pensó que no lo fuésemos al registrarnos.
“Lu, no podemos dormir en la misma cama” Dije y tomó el teléfono para pedir un cambio, pero le respondieron que lo lamentaban, todo el hotel estaba ocupado y colgó, luego dijo: “Es inútil que digamos que somos madre e hijo, no hay habitaciones, no nos va a quedar más remedio que dormir en la misma cama mamá” Me sentí disgustada, no me agradaba la idea de dormir con un hombre de veinticuatro años que además era mi hijo, pero no quedaba otra solución y me resigné, cenamos y nos fuimos a dormir.
Me duché primera y esperé que lo hiciese él para ponerme el camisón y meterme en la cama, estaba tapada hasta el cuello cuando salió del baño con el pijama puesto y se metió en la cama, me di cuenta que estaba tan incomodo como yo, nos dimos un breve beso y apagamos la luz. No podía dormirme porque temía que al dormirme me moviese y nuestros cuerpos se tocasen, pero el viaje había sido largo y finalmente el cansancio me venció.
Los cuerpos tienen memoria y durante la noche me desperté al sentir la mano de Lucio entre mis tetas, estaba completamente dormido e imaginé que se creía en su cama con su esposa. Más tarde me soltó y se dio vuelta dándome la espalda y volví a dormirme, pero me desperté nuevamente cuando lo sentí moverse, estaba completamente aplastada contra su espalda y seguramente mi cuerpo le daba calor, me retiré asustada pensando que se despertaba, pero siguió durmiendo profundamente. La mañana nos encontró durmiendo cucharita, me tenía abrazada con mi espalda en su pecho y mis nalgas sobre sus muslos y sobre algo muy duro que se acomodaba entre ellas, por suerte su mano agarraba mi brazo y no las tetas, simulé dormir cuando me di cuenta que se despertaba para evitarle una situación embarazosa, se levantó y fue al baño y me levanté rápidamente y me puse una bata.
“¿Dormiste bien mamá?” Preguntó al salir del baño y mentí contestando que sí antes de entrar a darme una ducha. Me puse una malla enteriza de color rojo muy cavada, me cepillé el pelo y me maquillé suavemente y al salir Lu me miró asombrado: “¡Guauuu! ¡Mamá que buena que estás!” Exclamo haciéndome sonrojar, pero a mismo tiempo me sentí orgullosa, es que soy una mujer bien conservada, alta y delgada y con buenos atributos que no se pierde una sesión de gimnasio jamás. Durante el desayuno y luego en la playa noté que atraía numerosas miradas masculinas para orgullo de Lucio que sonreía feliz, yo también me sentía orgullosa de él. Mi hijo es un joven alto y atlético con un cuerpo que parece tallado en piedra, con pecho ancho y peludo que le da un aspecto muy viril y unas piernas fuertes que despiertan las más ardientes fantasías en las mujeres que las miran babeándose.
El día transcurrió entre baños de mar, caminatas, largas conversaciones y sol, mucho sol. Cenamos captando la atención de los demás turistas, éramos una pareja algo particular ya que lo más común eran señores mayores con jovencitas, en cambio yo era la mayor y Lu el jovencito, claro que nadie imaginaba que yo era su madre y esa ambigüedad me encantaba, sobre todo porque no demostrábamos otra cosa que ser una pareja de discretos y formales enamorados. Caminamos por el parque del hotel luego de la cena y finalmente nos fuimos a acostar.
Me duché y puse el camisón y ya tenía la bombacha en la mano cuando me dije: “¿Por qué voy a ponérmela si yo no duermo nunca con bombacha? ¿Porque duermo con mi hijo?” Me di cuenta que era una verdadera hipocresía, una delgada tela no iba a hacer diferencia en mi pudor, así que no me la puse. Sin embargo a mirarme en el espejo me sentí inquieta, el camisón era muy transparente y se me veía todo, pero me puse una salida de baño y solo me la quité cuando Lucio entró al baño, entonces me metí rápidamente en la cama para que no me viese.
Salió del baño vestido sólo con un corto pantalón pijama, se acostó y me preguntó: “¿Estás pasándolo bien mamá?” “Muy bien” Le contesté “¿Y vos?” “También… Pero extraño un poco a Eloísa” Confesó conmoviéndome. “Debes ser fuerte, la vida te dará otras oportunidades” Lo consolé “Mamá… ¿Puedo abrazarte?” Preguntó con voz lastimera “¡Claro mi amor! Contesté y se arrojó a mis brazos y me estrechó con fuerza contra su pecho varonil. Estaba entre sus brazos, la boca contra su cuello, mis tetas sentían el excitante vello de su fuerte tórax, mis muslos desnudos apretados contra sus viriles piernas, yo también lo abracé, hacía tantos años que un hombre no me estrechaba contra su cuerpo…
Cerré los ojos y me dejé llevar por el cansancio del día de playa mientras mi hijo me acariciaba dulcemente y me dormía feliz pensando que volvía a tener veinticinco años y estaba entre los brazos de mi amado marido como antes, como cuando hacíamos el amor hasta quedar agotados y nos dormíamos abrazados. Me despertó el jadeo tembloroso de Lucio, estaba dormido y parecía soñar, me di cuenta que tenía el camisón levantado hasta la cintura y sentí la dureza de su miembro erecto contra mi vientre, me asusté.
Parecía tener una pesadilla e imaginé que soñaba con Eloísa porque su mano estaba hundida entre mis nalgas y sentía las yemas de sus dedos acariciarme el orificio del culo mientras su otro brazo me tenía sujeta, lo empuje con mis dos manos mientras me quejaba: “Lu, no… Lu, soltame…” Rezongó y se dio vuelta sin despertarse y me dio la espalda, pensé que ya dormiría con calma, pero un rato más tarde volví a despertarme al sentir que me abrazaba por detrás y me apoyaba la verga entre los cachetes mientras me agarraba una teta.
Me revolví intentando liberarme y masculló palabras inteligibles cuando al soltarme volvió a darse vuelta hacia su lado, Lucio tenía un sueño pesadísimo. Más tarde me volvió a despertar su mano sobre mi vientre desnudo, de alguna manera me levantaba el camisón para tocarme, le quité la mano y refunfuñó quedando boca arriba. Un rato más tarde comenzó a soñar y parecía dialogar con Eloísa, presté atención.
Eran palabras deshilvanadas, frases entrecortadas de un supuesto diálogo: “Ahora yo… Vos arriba… Yo a vos y vos a mi… ¡Movete! (Imperativo) ¡Te prometo! ¡Te prometo! (Suplicante) ¡Con los dientes no! (Con miedo) ¡Tragate todo! (Ansioso) El dedito sí, el juguete no (¿¿??) Es distinto, vos sos mujer (Negociador) Bueno, pero con mucha cremita (Cediendo) Mi hijo me descubría aspectos de su vida sexual sumamente inquietantes, evidentemente su ex mujer era terriblemente perversa.
Parecía tener una terrible calentura y me la estaba contagiando, verlo en la penumbra sacudiéndose, musitando palabras de alto voltaje erótico, era una verdadera prueba para mi temple. Ahora sollozaba y pedía: “Damelo, sé buenita, yo me dejé ahora te toca a vos… Con mucha cremita, te prometo…” Sentí un escalofrío, pero casi se me escapa un grito cuando vi a Lucio sentarse repentinamente en la cama y agarrarse la entrepierna con las dos manos al tiempo que exclamaba: “¡OHHH! Lo vi y sentí temblar mientras jadeaba un momento antes de desplomarse sobre su espalda resoplando. Había tenido una terrible polución involuntaria y yo había sido testigo.
Luego de un rato se levantó y fue al baño y unos minutos más tarde lo vi salir, cubierto con una toalla en la cintura, iluminado por la luz que dejó prendida para retirar de la cómoda otro pantalón, miré de reojo como se lo ponía antes de apagar la luz y acostarse a mi lado. Me dio un beso en el hombro y se durmió, más tarde, con la entrepierna empapada, yo también me dormí.
Me desperté antes que él y fui a bañarme. Cuando me quité el camisón y estaba por ponerlo en el cesto de la ropa para la lavandería tuve una idea, busqué en el fondo y lo encontré escondido: El pantalón que Lucio se había cambiado, tenía una enorme mancha aún húmeda. Me lo llevé al rostro y lo olí, el delicado perfume me despertó inolvidables recuerdos, le pasé la lengua y comprobé que el sabor del semen de mi hijo era tan delicioso como el de su padre, entonces me senté en el bidé, mezclé el agua fría y la caliente y me masturbé frenéticamente con el duchador mientras apretaba contra mi boca el pantalón y saboreaba su exquisito gusto y el embriagador perfume, fue la mejor paja en más de cinco años.
Me bañé y me puse una malla negra del tipo de las de competición sumamente cavada y elastizada que se pegaba al cuerpo como un guante, estaba hecha una diosa, pero había un pequeño (o gran problema) tenía la concha inflamada por habérmela apretado durante la noche y por la paja que me había hecho y se me notaba demasiado, hasta se me hundía en la raja, ojalá se me desinflamase antes de ir a la playa pensé. Salí del baño pensando que Lu aún dormía pero ya estaba despierto así que me sorprendió cubierta solo por la malla. “¡Mamá! ¡No puedes estar tan bien! ¡Qué pedazo de mujer!” Exclamó haciéndome ruborizar, pero reaccioné rápidamente y me envolví con un pareo para ocultar mi entrepierna de la que Lu no quitaba los ojos. Fue un día larguísimo porque no dejé de pensar en ningún momento en la noche que nos esperaba.
Mi hijo estuvo sumamente obsequioso todo el día y no dejó de halagarme ni de mimarme todo el tiempo, sobre todo durante la cena en la que se mostró todo un galán y nos hacia aparecer ante los ojos de terceros como una pareja de enamorados, finalmente llegó la hora de acostarse y me acosté temblando mientras él se bañaba. Cuando se acostó me abrazó como la noche anterior, yo temblaba como una hoja “Mamá ¿Tenés frío?” Preguntó “No, no” respondí con voz temblorosa. “Mamá ¡Estás afiebrada! Dijo asustado al notar mi piel caliente “Voy a llamar un médico” Anunció “¡No! Casi grité “¿No te das cuenta de lo que me pasa?” Dije casi sollozando. Me miró sorprendido. Entonces ya no pude contenerme y dije atropelladamente: “Me estás volviendo loca. No te das cuenta que me muero de la calentura que tengo Hace más de cinco años que yo… Y ahora dormir contigo… ¡No puedo más Lu!” Y me largué a llorar.
Me tomó la mano y la bajó entre nuestros cuerpos hasta que la apoyó en su enorme y durísima verga que quemaba de tan caliente que estaba “¿Y cómo te crees que estoy yo?” Preguntó. No contesté porque no me dio tiempo, ya su lengua entraba en mi boca y me acostaba sobre mi espalda. Abrí las piernas para ofrecerme y, mientras se me subía encima nos desnudamos febrilmente entre jadeos y gemidos, entonces me penetró sin ninguna dilación.
Grité cuando la enorme verga se abrió camino entre las telarañas de mi enmohecida vagina, grité de dolor y de goce y también porque el orgasmo me sorprendió. Volví a gritar un segundo después cuando sentí el chorro de semen en lo más profundo de mis entrañas y luego una extraña sensación de alivio me invadió, al principio no entendía, pero luego comprendí, era alivio por los cinco años de obligada abstinencia ¡Por fin! Sentir dentro del cuerpo el miembro de un hombre es la sensación más maravillosa que puede tener una mujer en toda su vida y yo me aferraba a Lucio para mantenerme penetrada para continuar gozándolo. Finalmente me la sacó y ya estaba por protestar por que me privase de tanto goce cuando tomándome de la cintura me dio a entender que debía ponerme boca abajo.
“¿Qué me vas a hacer?” Pregunté atemorizada “Te quiero toda” dijo con voz ronca y yo, inocente de mí, asentí: “Si, toda, toda” Pensando en que si tantas mujeres disfrutan del sexo anal quizás yo había estado equivocada al negarme a entregar el culo durante mi matrimonio, así que me acomodé y me dispuse a gozar de una nueva y excitante experiencia, si hubiese sabido…
Cuando la cabeza atravesó el esfínter creí morir de dolor, nunca había sentido algo así, parir había sido mucho más placentero. En tanto mi hijo empujaba intentando terminar de introducir el duro miembro dentro de mi recto, gemí y resolví recurrir al viejo y tan mentado recurso: Mordí la almohada con todas mis fuerzas.
Mientras el dolor me crispaba Lu empezó a moverse febrilmente metiendo y sacando la durísima verga mientras jadeaba y repetía: “¡Qué culo divino!” “¡Qué culo maravilloso!” Y yo, con los ojos llenos de lágrimas por tanto sufrimiento ahogaba mis quejidos en la almohada. Los fuertes sacudones hacían que casi golpease la cabeza contra el respaldo, entonces me fui abandonando lentamente a su ritmo y al hacerlo comencé a relajarme involuntariamente, esa era la clave. Al aflojarme el dolor comenzaba a ser reemplazado por un maravilloso goce y entonces comprendí porque tantas mujeres (y tantos hombres) disfrutan más por el culo que por su vagina (o pene), finalmente llegué al orgasmo.
Fue en el momento en que Lu gritaba y el semen muy caliente regaba las mayores profundidades de mi recto, entonces sentí un fortísimo latido y el orgasmo me arrolló. Ahora dejé de contenerme y comencé a gritar, pero gritaba de placer, un placer inimaginado, el mayor de toda mi vida sexual. De pronto sentía que torrentes de semen me lubricaban y que el movimiento de la poronga de Lu me hacía delirar de tanto goce. Fue una acabada inolvidable.
Luego, mientras nos comíamos a besos, momentáneamente saciados, le juré que quería ser su esclava sexual y que quería ser poseída por él de todas las maneras posibles, pero me contestó: “Siempre he albergado un sueño, devolverte algo de lo tanto que me has dado mamita querida… Quiero que tomes mi leche como yo tomé la tuya” Le juré que iba a tomar tanta como la que le había dado y comencé en ese mismo momento a cumplir con mi juramento. Luego nos dormimos abrazados.
Los siguientes fueron los días más ardientes de toda mi vida, más aún que los de mi luna de miel, pero no cesaron al volver a Buenos Aires, por el contrario a medida que nos descubrimos más gozamos de nuestra sexualidad.
Espero que les guste, a mi me puso la verga a 1000 🤘
8 comentarios - Noches de pasión con mi hijo
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