Después del show privado que me había dado Ana en el probador, quede más alzado que primer sobrino. Faltaba una hora para cerrar y tenia, según lo dicho por ella misma, una horita mas para preparar el colchón inflable en el deposito y prepararme yo para la sesión.
Como no estaba concentrado para nada, me dedique a dar vueltas por el salón, haciéndome el boludo para no atender a nadie, mi cerebro andaba a 400 kilómetros por hora, pensando o mejor dicho, imaginando lo que le iba a hacer a esa guacha, después de la calentura que me había pegado. Igualmente, como casi siempre pasaba con Ana, termino sucediendo algo que no pensaba que podía llegar a pasar ese día.
Me engancharon un par de madres que querían botines para el nene, y unas pendejas que estaban mas buenas que una grande de muzza y una birra fría, que compraron unos palos de Hockey, pero como les dije, yo estaba en otra, así que las despache rápido y seguí dando vueltas, esperando que pasaran los minutos.
Al fin, llego la hora del cierre, el local estaba hecho un quilombo. Un par de compañeros amagaron a quedarse a ordenar, pero los eche a la mierda, les dije que yo me encargaba de ordenar todo. No opusieron demasiada resistencia y se fueron al toque.
Cerré con llave y me fui para el deposito a preparar la “habitación” improvisada, infle la colchoneta, llene una botella con agua, la deje ahí cerca por las dudas y me metí un par de forros en el bolsillo del pantalón. Cuando tenía todo listo, volví al salón. Aproveche a acomodar un poco, como había prometido, mientras la esperaba a Anita.
Ya tenia todo casi terminado, cuando la veo, como siempre haciéndose la que miraba la vidriera, me acerque a abrirle.
Se había cambiado, y la muy turra estaba vestida para el crimen. Con ropa deportiva, una remera ajustada tipo de lycra, que le marcaba criminalmente ese hermoso par de tetas bien duras y paradas que tenia, los pezones duros, parecían que en cualquier momento reventaban la fibra del tejido. El conjunto lo completaba con un short ajustadísimo que le contornaba perfectamente su precioso culo, que venia comiendo trapo a morir, se nota producto de su caminata.
Le abrí y paso corriendo para el fondo del local como la vez anterior.
Yo cerré, mirando a ver si alguien andaba por ahí que la haya visto entrar, y enfile para el depósito.
Entre ya dispuesto a tirarmele encima, pero para mi sorpresa no estaba allí. Ana, llame desconcertado. –Estoy acá, la escuche responderme.
Me dirigí hacia la voz, que venia, casualmente, del mismo probador de la mañana.
-Estoy acá pendejo, en nuestro probador. Abrí la puerta y casi me caigo de ojete cuando la vi.
Ana estaba ya sin el short, la remera se la había dejado, con la tanga roja con el corazoncito, de espaldas a mi, con las manos apoyadas en la pared, como si un cana la fuese a cachear, y el orto bien parado como ofreciéndomelo en todo su esplendor.
Me acerque y le apoye mi poronga, que ya estaba dura como un cortafierro en la raya del culo. Le metí las dos manos por debajo de la remera para agarrarle esas gomas que me volvían loco. Mi morbo aumento terriblemente cuando me di cuenta que no tenia corpiño, la muy puta había venido así por la calle, con esa remera ajustada y ese par de pezones maravillosos que tenia, marcándose. Me imagine la cantidad de tipos que la habrían visto así por la calle y que se estarían pajeando pensando en ella, y yo, la tenia ahí mismo, toda para mí.
Le mordisqueaba la oreja, cosa que le encantaba, giro la cabeza y me comió la boca, estuvimos así un rato, nuestras lengua luchaban dentro de la boca de uno y del otro, mientra le sobaba bien las gomas y le pellizcaba los pezones, eso la ponía loca y me quería arrancar la lengua, mientras ella, presa de la calentura en aumento, tiraba su cola para atrás, para apoyarse mas fuerte en mi verga, que ya estaba a punto caramelo.
Así como estaba fui bajando y poniéndome en cuclillas, comencé a comerle la conchita, ella con un dedo se corrió la tanga para facilitarme la tarea.
Le pasaba la lengua bien despacio, se la besaba, de vez en cuando le pegaba unas lamidas fuertes que la ponían a mil. Jugaba con su clítoris, le daba mordisquitos, lo besaba, lo chupaba como si fuese la bombilla del mate. Ana empezó a gemir, y me agarro de la nuca, enterrándome la lengua en su concha húmeda, se la lamí con mucha fuerza y acabo en un tremendo orgasmo que empapo mi cara.
Me pare, me desnude y me coloque el forro. Ana se puso de rodillas en la silla que había en el probador, con el culito bien parado, y empezó a colarse los dedos en la concha, que rebalsaba de su acabada de instantes antes. Cuando tenía los dedos bien empapados por sus propios juguitos y bien lubricados, giro su cabeza, y mientras me miraba a los ojos, se coló el índice en su hermoso ano.
Debo confesar que no entiendo todavía, como hice para no acabar con esa imagen.
Ana siguió adelante con su trabajo de dilatación, agregando de a poco otro dedo y luego un tercero.
Yo no podía dejar de mirar a esa hembra en trance, con tres dedos dentro de ese ojete soñado, entrando y saliendo, mientras anticipaba lo que ya era inminente.
Luego de unos minutos de paciente trabajo, los saco y me dijo: -Ahora es todo tuyo mi amor.
Le apoye la cabeza de la verga en la entrada del culito y ejercí una suave presión. Ella en una demostración más de experiencia, fue contrayendo y dilatando su ano, que vorazmente se fue comiendo mi poronga centímetro a centímetro.
Una vez que la tuvo completa adentro me dijo: -Quedate así quieto bebe, que quiero sentirla toda.
Nos quedamos así un minuto. Mi pija latía dentro del orto de Ana, parecía que iba a estallar en cualquier momento.
Empecé despacio a sacarla y meterla, ella me acompañaba en la penetración con un suave movimiento de caderas que me hacia sentir en el paraíso.
Nos acoplamos perfectamente en ritmo y empezamos de a poco a darle velocidad a la penetración. Los dos gemíamos como burros, ella gritaba groserías, me pedía que la partiera. Yo le apretaba las gomas, la agarraba del pelo, le pegaba en el orto. Así estuvimos un par de minutos, hasta que nuestros quejidos nos avisaron que estábamos a punto de acabar los dos. La agarre fuerte de la cintura y se la clave hasta el fondo y acabe en un terrible orgasmo. Con cada lechazo mío, ella se contorsionaba en un espasmo que la hacia temblar como una hoja.
Nos quedamos un rato así empalados apoyados en la silla, después de la mejor culeada de mi vida.
Ahí estaba yo por fin, cansado y feliz después de haber tenido para mi, ese culo tan deseado.
Como no estaba concentrado para nada, me dedique a dar vueltas por el salón, haciéndome el boludo para no atender a nadie, mi cerebro andaba a 400 kilómetros por hora, pensando o mejor dicho, imaginando lo que le iba a hacer a esa guacha, después de la calentura que me había pegado. Igualmente, como casi siempre pasaba con Ana, termino sucediendo algo que no pensaba que podía llegar a pasar ese día.
Me engancharon un par de madres que querían botines para el nene, y unas pendejas que estaban mas buenas que una grande de muzza y una birra fría, que compraron unos palos de Hockey, pero como les dije, yo estaba en otra, así que las despache rápido y seguí dando vueltas, esperando que pasaran los minutos.
Al fin, llego la hora del cierre, el local estaba hecho un quilombo. Un par de compañeros amagaron a quedarse a ordenar, pero los eche a la mierda, les dije que yo me encargaba de ordenar todo. No opusieron demasiada resistencia y se fueron al toque.
Cerré con llave y me fui para el deposito a preparar la “habitación” improvisada, infle la colchoneta, llene una botella con agua, la deje ahí cerca por las dudas y me metí un par de forros en el bolsillo del pantalón. Cuando tenía todo listo, volví al salón. Aproveche a acomodar un poco, como había prometido, mientras la esperaba a Anita.
Ya tenia todo casi terminado, cuando la veo, como siempre haciéndose la que miraba la vidriera, me acerque a abrirle.
Se había cambiado, y la muy turra estaba vestida para el crimen. Con ropa deportiva, una remera ajustada tipo de lycra, que le marcaba criminalmente ese hermoso par de tetas bien duras y paradas que tenia, los pezones duros, parecían que en cualquier momento reventaban la fibra del tejido. El conjunto lo completaba con un short ajustadísimo que le contornaba perfectamente su precioso culo, que venia comiendo trapo a morir, se nota producto de su caminata.
Le abrí y paso corriendo para el fondo del local como la vez anterior.
Yo cerré, mirando a ver si alguien andaba por ahí que la haya visto entrar, y enfile para el depósito.
Entre ya dispuesto a tirarmele encima, pero para mi sorpresa no estaba allí. Ana, llame desconcertado. –Estoy acá, la escuche responderme.
Me dirigí hacia la voz, que venia, casualmente, del mismo probador de la mañana.
-Estoy acá pendejo, en nuestro probador. Abrí la puerta y casi me caigo de ojete cuando la vi.
Ana estaba ya sin el short, la remera se la había dejado, con la tanga roja con el corazoncito, de espaldas a mi, con las manos apoyadas en la pared, como si un cana la fuese a cachear, y el orto bien parado como ofreciéndomelo en todo su esplendor.
Me acerque y le apoye mi poronga, que ya estaba dura como un cortafierro en la raya del culo. Le metí las dos manos por debajo de la remera para agarrarle esas gomas que me volvían loco. Mi morbo aumento terriblemente cuando me di cuenta que no tenia corpiño, la muy puta había venido así por la calle, con esa remera ajustada y ese par de pezones maravillosos que tenia, marcándose. Me imagine la cantidad de tipos que la habrían visto así por la calle y que se estarían pajeando pensando en ella, y yo, la tenia ahí mismo, toda para mí.
Le mordisqueaba la oreja, cosa que le encantaba, giro la cabeza y me comió la boca, estuvimos así un rato, nuestras lengua luchaban dentro de la boca de uno y del otro, mientra le sobaba bien las gomas y le pellizcaba los pezones, eso la ponía loca y me quería arrancar la lengua, mientras ella, presa de la calentura en aumento, tiraba su cola para atrás, para apoyarse mas fuerte en mi verga, que ya estaba a punto caramelo.
Así como estaba fui bajando y poniéndome en cuclillas, comencé a comerle la conchita, ella con un dedo se corrió la tanga para facilitarme la tarea.
Le pasaba la lengua bien despacio, se la besaba, de vez en cuando le pegaba unas lamidas fuertes que la ponían a mil. Jugaba con su clítoris, le daba mordisquitos, lo besaba, lo chupaba como si fuese la bombilla del mate. Ana empezó a gemir, y me agarro de la nuca, enterrándome la lengua en su concha húmeda, se la lamí con mucha fuerza y acabo en un tremendo orgasmo que empapo mi cara.
Me pare, me desnude y me coloque el forro. Ana se puso de rodillas en la silla que había en el probador, con el culito bien parado, y empezó a colarse los dedos en la concha, que rebalsaba de su acabada de instantes antes. Cuando tenía los dedos bien empapados por sus propios juguitos y bien lubricados, giro su cabeza, y mientras me miraba a los ojos, se coló el índice en su hermoso ano.
Debo confesar que no entiendo todavía, como hice para no acabar con esa imagen.
Ana siguió adelante con su trabajo de dilatación, agregando de a poco otro dedo y luego un tercero.
Yo no podía dejar de mirar a esa hembra en trance, con tres dedos dentro de ese ojete soñado, entrando y saliendo, mientras anticipaba lo que ya era inminente.
Luego de unos minutos de paciente trabajo, los saco y me dijo: -Ahora es todo tuyo mi amor.
Le apoye la cabeza de la verga en la entrada del culito y ejercí una suave presión. Ella en una demostración más de experiencia, fue contrayendo y dilatando su ano, que vorazmente se fue comiendo mi poronga centímetro a centímetro.
Una vez que la tuvo completa adentro me dijo: -Quedate así quieto bebe, que quiero sentirla toda.
Nos quedamos así un minuto. Mi pija latía dentro del orto de Ana, parecía que iba a estallar en cualquier momento.
Empecé despacio a sacarla y meterla, ella me acompañaba en la penetración con un suave movimiento de caderas que me hacia sentir en el paraíso.
Nos acoplamos perfectamente en ritmo y empezamos de a poco a darle velocidad a la penetración. Los dos gemíamos como burros, ella gritaba groserías, me pedía que la partiera. Yo le apretaba las gomas, la agarraba del pelo, le pegaba en el orto. Así estuvimos un par de minutos, hasta que nuestros quejidos nos avisaron que estábamos a punto de acabar los dos. La agarre fuerte de la cintura y se la clave hasta el fondo y acabe en un terrible orgasmo. Con cada lechazo mío, ella se contorsionaba en un espasmo que la hacia temblar como una hoja.
Nos quedamos un rato así empalados apoyados en la silla, después de la mejor culeada de mi vida.
Ahí estaba yo por fin, cansado y feliz después de haber tenido para mi, ese culo tan deseado.
6 comentarios - La Veterana-Parte 6 El Probador epilogo
SEGUI ASI !!! FELICITACIONES !!!!
EXCELENTE POST !!! GRACIAS POR COMPARTIR !!
Muy caliente...