Estoy segura que ya deben conocer a Francisco, mi vecino, los que no les aconsejo que lean el relato “COGÍ CON MI VECINO” y ahí se van a dar una idea de quién se trata. El hecho de que no haya vuelto a escribir sobre él, no quiere decir que no lo haya vuelto a ver. Cada tanto nos encontramos en su departamento, sobre todos los lunes a la noche, cuándo mi marido se va a jugar a la pelota con sus amigos, apenas se va le golpeo despacito la puerta, tres golpecitos rápidos y nos matamos… a polvos, claro. Pero hace unos días pasó algo especial, algo que me pareció merecía un buen relato.
Resulta obvio que luego de la tremenda cogida que nos pegamos aquel día de tormenta, Francisco empezó a seguirme bien de cerca, buscando repetir el menú, lo cuál no me parecía mala idea. Tengan en cuenta que en la vida de toda mujer casada siempre hay un buen vecino dispuesto a ayudarla con sus infidelidades, y éste parecía estar siempre listo para atenderme en la forma apropiada.
En una de esas subíamos juntos en el ascensor y se pone a tocarme la cola como si nada. Bueno, después de lo que había pasado entre nosotros no podía decirle mucho al respecto, aparte de que la cola es una de mis partes más sensibles y cuándo me la tocan… pierdo el juicio, así de simple. Así que Francisco me la tocaba, frotándome bien la raya del orto, como si quisiera romperme la costura del pantalón y meter su mano adentro.
-¿Alguna vez se la chupaste a alguien en un ascensor?- me pregunta entonces.
Me quede muda. Nunca se la había chupado a nadie en un lugar así, y la verdad es que nunca se me había ocurrido, pero ahora que él lo mencionaba me parecía una idea más que interesante.
-No, la verdad que nunca- le dije.
-¿Te gustaría?- vuelve a preguntarme.
-¿Me gustaría qué?- me hice la distraída.
-Chupármela en el ascensor- me insistió.
-Ni loca, ¿acaso queres que nos agarren y se entere todo el edificio?- negué enfáticamente.
Pero mi negativa no pareció importarle demasiado, ya que ahí mismo presionó el botón de “STOP”, y el ascensor se detuvo entre dos pisos. Ante mi asombro se bajó el cierre del pantalón, peló la pija, le dio un par de sacudidas y ofreciéndomela me dijo:
-Dale, apurate que tenemos poco tiempo-
Ni siquiera lo pensé, ya sé que debí decirle que no, que estaba loco, que no iba a prestarme a sus jueguitos perversos, y toda esa sarta de pavadas, pero eso no era lo que en realidad sentía, así que sin ponerme a evaluar las consecuencias que podría traernos el ser descubiertos, me eché de rodillas en el suelo, se la agarré con las dos manos y me puse a mamársela con incitante frenesí. No sé si ya lo dije antes, pero me encanta esa pose de sumisión, plantada de rodillas delante de un hombre, o acuclillada, como adorándolo, humillándome ante su suprema virilidad, así estaba en ese momento frente a Francisco, mi vecino, chupándole fervientemente la pija, pensando en todo momento que estábamos en el ascensor y que podíamos ser descubiertos en cualquier momento. Eso me incitaba, me desataba, me sentía la más puta entre las putas, la puta más puta, una arrastrada, una reventada, una trolita insaciable, una putita, la verga de Francisco se hinchaba entre mis labios, la sentía crecer, engordar, mojándose no solo con mi saliva sino también con sus propios fluidos, golpeándome la parte interior de la mejilla cada vez que me la mandaba bien para adentro.
Con la lengua bajaba deslizándome por toda su magnitud, lamiendo, sorbiendo los juguitos que le chorreaban por toda la superficie, le besaba las bolas, se las chupaba, se las mordía suavecito, no teníamos mucho tiempo así que mientras yo me ocupaba de esos dos globos testiculares, Francisco empezó a pajearse, fuerte y seguro, y cuándo estuvo listo para la eyaculación me apartó la cara de sus huevos y me apuntó: ¡Una, dos, tres sacudidas y… Zas!, los chorros de leche me impactaron de lleno, cubriéndome los ojos, las mejillas y los labios con su cremosa efusividad. Sin demora alguna Francisco se guardó la pija dentro del pantalón y muy gentilmente me ayudó a levantarme, tendiéndome un pañuelo para que me limpiara. Mientras yo borraba de mi cara todo rastro de esperma él volvía a poner el ascensor en funcionamiento. Por suerte no nos cruzamos a nadie en el camino. Bajamos en nuestro piso, y cuándo yo me disponía a ir a mi departamento Francisco me agarro del brazo y me llevo de prepo para el suyo. Cerró la puerta y arrinconándome de espalda contra la misma me besó con lujuria y frenesí. Al acariciarle la entrepierna sentí que estaba al palo de nuevo. Casi a la rastra me llevo hacía el sofá, e inclinándome sobre uno de sus apoyabrazos, me levantó la pollera, me bajó de un fuerte tirón la tanga, y lo siguiente que sentí fue su verga apoyándose entre mis gajos. Debido a lo que había pasado en el ascensor y también a causa de aquel impulsivo beso que me había dado, yo estaba totalmente mojada, de modo que ni bien asestó el primer empujón su carne se deslizó hasta lo más profundo de mí hirviente conchita. Entonces me aferró de la cintura y empezó a moverse en una forma por demás deliciosa, cogiéndome con golpes fuertes y concisos, haciéndomela sentir en lo más íntimo, ahí en donde tanto me gusta sentir a un hombre.
Yo estaba que deliraba de placer, gemía exaltadamente, empujando la cola hacia atrás para sentirla mucho más adentro todavía. Francisco me reventaba con sus embestidas, colmándome con su carne rebosante de virilidad, me la metía bien adentro, me la revolvía, y me aplastaba con los huevos, satisfaciéndome en plenitud, haciéndome gozar como una perra. Como una perra lujuriosa.
Entonces me la sacó, me dio la vuelta, me sentó sobre el mismo apoyabrazo, bien abierta de piernas y me la volvió a meter, por adelante esta vez, reiniciando ese movimiento tan placentero, adentro y afuera, una y otra vez, quemándome las entrañas con ese volumen que pese a no ser de los más grandes cumplía y con creces su loable cometido: o sea, satisfacerme.
Me sostenía de las piernas y me embestía con todo, la cara deformada en un rictus lascivo y perverso, eso me calentaba mucho más todavía, saber que estaba con una bestia en celo, un ogro salvaje, excitada a más no poder me derrumbé sobre el sillón, y empecé a amasarme las tetas por sobre la ropa tratando de canalizar de alguna manera todas esas emociones que amenazaban con hacerme explotar en cualquier momento. Él seguía dándome con todo, reventándome la pelvis con cada embiste, entrando, saliendo, entrando, saliendo, metiéndomela bien adentro, en lo más profundo, convulsionándome con cada penetración. Como si se tratara de una máquina más que de un hombre, me agarró las piernas se las calzo sobre sus hombros y aumentó aún más el ritmo, lo duplicó y hasta lo triplicó, quemándome las tripas con eso que ardía entre sus piernas.
En algún momento, saciado ya de mi conchita, me la sacó y me la acomodó en el otro agujero, en el más pequeño y estrecho, aunque ya a esta altura esta tan abierto como el otro, se escupió abundantemente en la mano y con esa misma saliva se lubricó la punta de la pija y empezó a empujar, vulnerándome de a poco, metiéndomela bien en el orto, despacio pero efectivamente. ¡Que lindo sentirla avanzando por ahí! Rompiéndome, destrozándome, ensanchando todavía más esa cavidad que se abría y convulsionaba en torno a su maciza y consistente magnitud. Entonces empezó a culearme. Me sacaba humo del ojete, dándome y dándome a full, sin pausa alguna, sin tomarse ningún respiro, solo me la sacaba para metérmela con más fuerza todavía, calzándomela hasta donde me entrara, hasta los huevos, regalándome la tan apreciada sensación de sentirme muy bien culeada, en esa forma que solo un vicioso al igual que yo puede dispensarme.
-¡Siiiiiiiiiii….siiiiiiiiiiiii… rompeme toda…!- le pedía entre exaltados jadeos, completamente a merced de esa fulminante perforación que parecía traspasarme hasta el otro lado.
Me estaba aniquilando, me amasijaba a puro combazos en el culo, ya debía de tener la pija en carne viva de tanto metérmela pero seguía y seguía, como si estuviera empeñado en abrir un nuevo cauce dentro de mi cuerpo, hasta que sentí esos inexorables estremecimientos que anunciaban el inminente final, al escucharlo gemir en esa forma tan característica tensé al máximo los músculos de mi reventado culito y esperé lo mejor… la disolución láctea, arqueé la espalda y me puse a temblar conmocionada al sentir los chorros de semen filtrándose en mis intestinos, llenándome de efusividad, de satisfacción, de… del gusto de sentirme con el culito bien roto y lleno de leche.
Exhaustos y complacidos a más no poder nos quedamos los dos tirados en el sofá, suspirando, regocijados en nuestra propia lujuria, tratando de reponernos después de semejante desgaste sexual.
-Gracias- me dijo entonces mientras prendía un cigarrillo –Hiciste realidad una de mis mayores fantasías- agregó refiriéndose a la mamada en el ascensor.
Me reí.
-¿Tenes alguna otra?- me interesé.
-Varias, pero la principal en este momento sería hacerlo en un baño público, ¿te animás?- me desafió entonces.
Me volví a reír, aunque la verdad es que la idea no me parecía tan descabellada. Se trata de una fantasía de lo más común, y al igual que Francisco y tantos otros yo también la tenía.
-Claro que me animo- le dije despertando su inmediato entusiasmo.
Así que ya saben, la próxima en un baño público. Ojala se de.
Resulta obvio que luego de la tremenda cogida que nos pegamos aquel día de tormenta, Francisco empezó a seguirme bien de cerca, buscando repetir el menú, lo cuál no me parecía mala idea. Tengan en cuenta que en la vida de toda mujer casada siempre hay un buen vecino dispuesto a ayudarla con sus infidelidades, y éste parecía estar siempre listo para atenderme en la forma apropiada.
En una de esas subíamos juntos en el ascensor y se pone a tocarme la cola como si nada. Bueno, después de lo que había pasado entre nosotros no podía decirle mucho al respecto, aparte de que la cola es una de mis partes más sensibles y cuándo me la tocan… pierdo el juicio, así de simple. Así que Francisco me la tocaba, frotándome bien la raya del orto, como si quisiera romperme la costura del pantalón y meter su mano adentro.
-¿Alguna vez se la chupaste a alguien en un ascensor?- me pregunta entonces.
Me quede muda. Nunca se la había chupado a nadie en un lugar así, y la verdad es que nunca se me había ocurrido, pero ahora que él lo mencionaba me parecía una idea más que interesante.
-No, la verdad que nunca- le dije.
-¿Te gustaría?- vuelve a preguntarme.
-¿Me gustaría qué?- me hice la distraída.
-Chupármela en el ascensor- me insistió.
-Ni loca, ¿acaso queres que nos agarren y se entere todo el edificio?- negué enfáticamente.
Pero mi negativa no pareció importarle demasiado, ya que ahí mismo presionó el botón de “STOP”, y el ascensor se detuvo entre dos pisos. Ante mi asombro se bajó el cierre del pantalón, peló la pija, le dio un par de sacudidas y ofreciéndomela me dijo:
-Dale, apurate que tenemos poco tiempo-
Ni siquiera lo pensé, ya sé que debí decirle que no, que estaba loco, que no iba a prestarme a sus jueguitos perversos, y toda esa sarta de pavadas, pero eso no era lo que en realidad sentía, así que sin ponerme a evaluar las consecuencias que podría traernos el ser descubiertos, me eché de rodillas en el suelo, se la agarré con las dos manos y me puse a mamársela con incitante frenesí. No sé si ya lo dije antes, pero me encanta esa pose de sumisión, plantada de rodillas delante de un hombre, o acuclillada, como adorándolo, humillándome ante su suprema virilidad, así estaba en ese momento frente a Francisco, mi vecino, chupándole fervientemente la pija, pensando en todo momento que estábamos en el ascensor y que podíamos ser descubiertos en cualquier momento. Eso me incitaba, me desataba, me sentía la más puta entre las putas, la puta más puta, una arrastrada, una reventada, una trolita insaciable, una putita, la verga de Francisco se hinchaba entre mis labios, la sentía crecer, engordar, mojándose no solo con mi saliva sino también con sus propios fluidos, golpeándome la parte interior de la mejilla cada vez que me la mandaba bien para adentro.
Con la lengua bajaba deslizándome por toda su magnitud, lamiendo, sorbiendo los juguitos que le chorreaban por toda la superficie, le besaba las bolas, se las chupaba, se las mordía suavecito, no teníamos mucho tiempo así que mientras yo me ocupaba de esos dos globos testiculares, Francisco empezó a pajearse, fuerte y seguro, y cuándo estuvo listo para la eyaculación me apartó la cara de sus huevos y me apuntó: ¡Una, dos, tres sacudidas y… Zas!, los chorros de leche me impactaron de lleno, cubriéndome los ojos, las mejillas y los labios con su cremosa efusividad. Sin demora alguna Francisco se guardó la pija dentro del pantalón y muy gentilmente me ayudó a levantarme, tendiéndome un pañuelo para que me limpiara. Mientras yo borraba de mi cara todo rastro de esperma él volvía a poner el ascensor en funcionamiento. Por suerte no nos cruzamos a nadie en el camino. Bajamos en nuestro piso, y cuándo yo me disponía a ir a mi departamento Francisco me agarro del brazo y me llevo de prepo para el suyo. Cerró la puerta y arrinconándome de espalda contra la misma me besó con lujuria y frenesí. Al acariciarle la entrepierna sentí que estaba al palo de nuevo. Casi a la rastra me llevo hacía el sofá, e inclinándome sobre uno de sus apoyabrazos, me levantó la pollera, me bajó de un fuerte tirón la tanga, y lo siguiente que sentí fue su verga apoyándose entre mis gajos. Debido a lo que había pasado en el ascensor y también a causa de aquel impulsivo beso que me había dado, yo estaba totalmente mojada, de modo que ni bien asestó el primer empujón su carne se deslizó hasta lo más profundo de mí hirviente conchita. Entonces me aferró de la cintura y empezó a moverse en una forma por demás deliciosa, cogiéndome con golpes fuertes y concisos, haciéndomela sentir en lo más íntimo, ahí en donde tanto me gusta sentir a un hombre.
Yo estaba que deliraba de placer, gemía exaltadamente, empujando la cola hacia atrás para sentirla mucho más adentro todavía. Francisco me reventaba con sus embestidas, colmándome con su carne rebosante de virilidad, me la metía bien adentro, me la revolvía, y me aplastaba con los huevos, satisfaciéndome en plenitud, haciéndome gozar como una perra. Como una perra lujuriosa.
Entonces me la sacó, me dio la vuelta, me sentó sobre el mismo apoyabrazo, bien abierta de piernas y me la volvió a meter, por adelante esta vez, reiniciando ese movimiento tan placentero, adentro y afuera, una y otra vez, quemándome las entrañas con ese volumen que pese a no ser de los más grandes cumplía y con creces su loable cometido: o sea, satisfacerme.
Me sostenía de las piernas y me embestía con todo, la cara deformada en un rictus lascivo y perverso, eso me calentaba mucho más todavía, saber que estaba con una bestia en celo, un ogro salvaje, excitada a más no poder me derrumbé sobre el sillón, y empecé a amasarme las tetas por sobre la ropa tratando de canalizar de alguna manera todas esas emociones que amenazaban con hacerme explotar en cualquier momento. Él seguía dándome con todo, reventándome la pelvis con cada embiste, entrando, saliendo, entrando, saliendo, metiéndomela bien adentro, en lo más profundo, convulsionándome con cada penetración. Como si se tratara de una máquina más que de un hombre, me agarró las piernas se las calzo sobre sus hombros y aumentó aún más el ritmo, lo duplicó y hasta lo triplicó, quemándome las tripas con eso que ardía entre sus piernas.
En algún momento, saciado ya de mi conchita, me la sacó y me la acomodó en el otro agujero, en el más pequeño y estrecho, aunque ya a esta altura esta tan abierto como el otro, se escupió abundantemente en la mano y con esa misma saliva se lubricó la punta de la pija y empezó a empujar, vulnerándome de a poco, metiéndomela bien en el orto, despacio pero efectivamente. ¡Que lindo sentirla avanzando por ahí! Rompiéndome, destrozándome, ensanchando todavía más esa cavidad que se abría y convulsionaba en torno a su maciza y consistente magnitud. Entonces empezó a culearme. Me sacaba humo del ojete, dándome y dándome a full, sin pausa alguna, sin tomarse ningún respiro, solo me la sacaba para metérmela con más fuerza todavía, calzándomela hasta donde me entrara, hasta los huevos, regalándome la tan apreciada sensación de sentirme muy bien culeada, en esa forma que solo un vicioso al igual que yo puede dispensarme.
-¡Siiiiiiiiiii….siiiiiiiiiiiii… rompeme toda…!- le pedía entre exaltados jadeos, completamente a merced de esa fulminante perforación que parecía traspasarme hasta el otro lado.
Me estaba aniquilando, me amasijaba a puro combazos en el culo, ya debía de tener la pija en carne viva de tanto metérmela pero seguía y seguía, como si estuviera empeñado en abrir un nuevo cauce dentro de mi cuerpo, hasta que sentí esos inexorables estremecimientos que anunciaban el inminente final, al escucharlo gemir en esa forma tan característica tensé al máximo los músculos de mi reventado culito y esperé lo mejor… la disolución láctea, arqueé la espalda y me puse a temblar conmocionada al sentir los chorros de semen filtrándose en mis intestinos, llenándome de efusividad, de satisfacción, de… del gusto de sentirme con el culito bien roto y lleno de leche.
Exhaustos y complacidos a más no poder nos quedamos los dos tirados en el sofá, suspirando, regocijados en nuestra propia lujuria, tratando de reponernos después de semejante desgaste sexual.
-Gracias- me dijo entonces mientras prendía un cigarrillo –Hiciste realidad una de mis mayores fantasías- agregó refiriéndose a la mamada en el ascensor.
Me reí.
-¿Tenes alguna otra?- me interesé.
-Varias, pero la principal en este momento sería hacerlo en un baño público, ¿te animás?- me desafió entonces.
Me volví a reír, aunque la verdad es que la idea no me parecía tan descabellada. Se trata de una fantasía de lo más común, y al igual que Francisco y tantos otros yo también la tenía.
-Claro que me animo- le dije despertando su inmediato entusiasmo.
Así que ya saben, la próxima en un baño público. Ojala se de.
16 comentarios - En el ascensor
mari perra fogoza me encantas 🤤 🤤 🤤 🤤
hoy ando seca
mañana vuelvo con puntos
como siempre tus post elevan mi temperatura..preciosa
te dejo besitos dulces 😉
buen relato
volví mari te dejo mis 5
y mi admiración 🤤 🤤 🤤
besitos mujer fogosa 🙎♂️ 🙎♂️ 🙎♂️
FELICITACIONES
GRACIAS POR COMPARTIR !!
pregunta... ¿llevabas pollera o pantalón ? quizá haya sido una laguna mental de tanta leche q te tragas
= t adoro solo hago la aclaracion