Se llama Raúl Cuellar, tiene 38 años, es casado, padre de dos hijos, es uno de los contadores del estudio en donde trabajo, pero no solo eso, sino que, desde el día de la fecha, se ha convertido también en mi amante.
No fue todo tan repentino como puede parecer. En realidad siempre hubo buena onda entre ambos, más que con los demás integrantes del estudio. Sin embargo nunca se me pasó por la cabeza que podríamos llegar a coger y mucho menos a entablar una relación así de clandestina. Pero desde que empecé a escribir en Poringa, como que algo cambió en mí, como que ahora tengo una actitud de ir al de frente. Antes por ahí alguien me decía algo y yo me quedaba, bajaba la mirada y no contestaba, por más que me agradara lo que me decían. Ahora no, ahora no solo sostengo la mirada, sino que también contesto. Así fue como empezó, con una mirada.
Me acerque a su escritorio para alcanzarle un sobre que había llegado, me dio las gracias, y cuándo me estaba yendo, giré la cabeza de repente y lo sorprendí mirándome la cola, en realidad estaba al tanto de que siempre lo hacía, pero nunca había hecho nada como para frenarlo o alentarlo, pero esta vez me animé, y le sonreí, dándole a entender que no me desagradaba que me mirara así. Creo que captó al instante el mensaje, ya que desde entonces comenzó a tratarme diferente, si antes ya era atento, ahora se pasaba de cortés, pero claro, cuándo nadie nos veía, me daba cuenta de ello. Por supuesto que yo sabía que él era casado y él sabía que yo estaba de novia, pero eso no impidió que nos fuéramos acercarnos cada vez más. Hasta que el desenlace lógico y esperado tuvo lugar esta misma tarde.
A eso de las cuatro se me acercó y me preguntó si tenía algo que hacer luego de mi horario. Bue, este me va a invitar a salir, pensé.
-No, nada en especial, ¿por?- pregunté tratando de parecer lo más ingenua posible.
-Es que tengo problemas con un cliente- respondió –No encuentro unos papeles y quería saber si te podías quedar después de hora para ayudarme a revisar los archivos- me pidió entonces.
-Si, esta bien, no tengo ningún problema, si es que no se hace muy tarde, ya sabe, la zona por donde vivo es medio peligrosa- le dije.
-Por eso no te hagas problema que en cuánto terminemos yo mismo te llevo- me dijo, recibiendo con una amplia sonrisa mi aceptación.
Quedamos en eso. A las seis se cerró el estudio, quedando solo nosotros. Arregle un poco mi escritorio y fui a su oficina. Ya había hecho llevar por los cadetes unas cuántas cajas del archivo.
-Bueno, ¿por donde empezamos?- le pregunté poniendo las manos en la cintura, presintiendo que aquel trabajito extra me llevaría mucho más tiempo del imaginado.
Cuando entre él estaba atento a unos papeles que tenía frente a sí. Me miró, pareció pensar su respuesta y entonces se me acercó y… me besó… si… me besó en la boca. Me agarró totalmente desprevenida, por lo que ni siquiera pude responderle en la forma que me hubiera gustado.
-Podemos empezar con algo como esto- me dijo entonces.
-Pero, ¿y los papeles? ¿El cliente?- pregunté tontamente.
-No se perdió ningún papel- me confesó entonces –Fue una excusa para poder hablarte sin moros en la costa-
-¿Hablarme? ¿A mí? ¿De qué?- me sorprendí.
-Bueno, sobre que me gustas mucho Giselle, te aseguro que es la primera vez que me pasa con una chica de la oficina, pero es algo que no puedo evitar, ya se que esto te puede resultar hasta desubicado de mi parte, pero necesitaba decírtelo- me dijo así de corrido, evaluando cada gesto mío mientras me hablaba.
-No, desubicado no, pero la verdad es que me sorprende, no esperaba de su… perdón, pero ¿puedo tutearte?-
-Claro que si-
-Bueno, digo que no esperaba de tu parte una declaración así, me refiero a que usted es… perdón… vos sos casado…-
-…si, y vos estás de novia, ya lo sé, pero no te estoy pidiendo que rompamos con nuestras parejas ni nada de eso, solo que me pareció que a vos te pasaba algo similar conmigo, por eso me decidí a hablarte, si no es así te pido por favor que me disculpes y olvidemos esta charla-
-OK, la olvidamos, aunque… por una parte tenés razón, con vos me llevo mejor que con nadie de acá, pero no sé si eso signifique que pueda llegar a sentir algo. No sé, la verdad que no sé que decirte- repuse haciéndome la difícil.
-¿No te gustaría que lo intentemos al menos?- me propuso.
-Lo que no sé es qué estás buscando, perdona que te hable así, pero… ¿Buscás cogerme y después olvidarte y que no te joda o pretendés algo más?-
-No creo que después de cogerte pueda olvidarme de vos- expresó con hermosa y sincera ternura.
Me sonreí. Por mi gesto era obvio que estaba dispuesta a hacer el intento.
-¿Qué decís entonces? ¿Vamos a un lugar más cómodo?- me preguntó.
-En realidad estaba pensando en algo especial- le dije mordiéndome el labio inferior y mirando a mí alrededor.
-¿Y en que estás pensando?- se entusiasmó.
-En que estaría bueno hacerlo acá mismo, en tu despacho, podríamos jugar a que soy tu secretaría, jajaja- me reí.
-Mi secretaria hot- se rió él.
Se volvió a acercar y me volvió a besar. Esta vez le respondí, sintiendo como su lengua se frotaba contra la mía, por un momento nos fundimos en un beso por demás jugoso e intenso, un chupón con todas las letras.
-¿Y, que te parece mi idea?- le pregunté luego del beso, saboreando todavía su saliva entre mis labios.
-Me encanta- asintió.
Volvimos a besarnos e iniciamos la representación. Me saque los zapatos, me puse unos anteojos que había dejado por ahí una compañera, me desabroché un par de botones de la camisa, agarré unos papeles cualquiera y golpeé la puerta.
-¿Si?- preguntó él ya sentado ante su imponente escritorio.
-Permiso señor, tengo unos documentos importantes para que firme- le dije con voz bien de gata.
-Adelante Giselle, pase- me dice, comiéndome con la mirada.
Me acercó al escritorio, le doy la vuelta yendo para su lado, y poniendo los papeles frente a él le indicó en donde tiene que firmar. Mientras simula firmar, me apoyo en el escritorio dejando que mi escote, el cuál a propósito había desabrochado más de lo habitual, pudiera ofrecerle un amplio panorama de lo que hay ahí dentro. Termina de firmar y me entrega los papeles, sin apartar en ningún momento su mirada de ese desbordante canal que se abre ante él.
-Listo Giselle, ya está todo firmado- me dice.
-¿Ya que estoy se le ofrece algo, Señor?- le pregunto, de nuevo con mi voz de gata.
-En realidad si- me dice y se recuesta en su butaca, apoyando las manos detrás de la nuca –Necesitaría que me hicieras en carácter de urgente un masaje peniano, porque siento que voy a explotar en cualquier momento- agrega matándose de la risa.
-Lo que usted diga señor- le digo.
Me inclino un poquito y le toco el bulto. Ya la tiene parada el guacho.
-Mmmm… parece que está muy tensionado, Señor- le digo a la vez que se la empiezo a sobar.
Mientras se la sobo por sobre el pantalón, le doy un piquito, dejándolo con las ganas de más, entonces me acomodo entre sus piernas y le desabrocho el pantalón.
-Un pedido suyo es una orden para mí, Señor- le digo siempre con el mismo tonito de hembra en celo.
Le saco la pija afuera y la mantengo bien sujeta mientras comienzo a frotarla suavemente, sintiendo esa hinchazón que acelera mis latidos.
-¿Así esta bien, Señor?- le pregunto, levantando la mirada y clavando mis ojos en los suyos.
-Muy, pero muy bien, aunque… podrías usar algo más que tus manos, ¿no te parece?- me dice.
Sé a lo que se refiere. Le doy entonces una chupadita a la cabeza de su pija.
-¿Algo… así?- le pregunto volviéndolo a mirar con mis ojitos de nena lujuriosa.
-¡Siiiiiiiiii… ahhhhhhhh… siiiiiiiiii… así está muy bien… bastante bien…!- asiente entre gustosos suspiros.
Se la chupo entonces con más ganas todavía, comiéndome un pedazo más grande cada vez, sorbiendo ese hermoso pijazo que late y vibra como si tuviera vida propia. Lo meto y lo saco de mi boca, lo deslizo entre mis labios, lo chupo y lo vuelvo a chupar, me lo como, me lo trago, me lo devoro, Raúl suspira y se estremece ante el ataque de mi boca.
Se la chupo por los lados, le paso la lengua arriba y abajo, se la beso aquí y allá, en un extremo y otro, saboreándola, llenándome los sentidos con su aroma. No me conformo con solo un pedazo, se la quiero comer toda, me gusta sentir una buena verga palpitando dentro de mi boca, abultándome las mejillas, impregnándome el paladar con su sabor, y más aún si es una como la de Raúl.
Mientras se la chupo, agarro una de sus manos y la pongo sobre mi cabeza, indicándole que empuje hacia abajo, me gusta sentir en esos momentos que es mi macho el que toma la iniciativa, el que me la hace comer toda, hasta llenarme la boca de pelos. ¡Que ricura! Me dejo llenar la boca una y otra vez, saboreando cada pedazo, atragantándome aunque disfrutando ese delicioso manjar que parecía disolverse en mi paladar. Luego de unos cuántos gloriosos embates por mi boca, se la suelto y comienzo a lamérsela por los lados, el recorrido de mi lengua incluye también sus huevos, los que siento entumecidos y calientes.
Después de un buen masaje peniano, me levanto, me limpio la boca con la mano y con mi mejor cara de putita, le pregunto:
-¿Se le ofrece algo más… señor?-
-Si… te quiero coger toda Giselle-
-Ya se lo dije, sus deseos son órdenes para mí-
Ahí nomás me puse en bolas, lo que, claro, no me cuesta demasiado, no por nada me dicen bombacha veloz. Él también se desvistió, exhibiendo en todo momento una erección bien poderosa. Así desnuda, me senté en una de sus piernas, acariciándole la pija mientras lo besaba con entusiasmo. Estuvimos un buen rato así, besándonos y tocándonos, yo empuñando su verga y él amasándome las lolas o metiéndome algún dedito en la conchita.
-¡Estás empapada!- se sorprendió cuándo hizo esto último.
-Estoy empapada por vos- le dije, rodeándolo con los brazos y dándole un chuponazo de aquellos, digno de la mejor telenovela.
Entonces me fui acomodando sobre él, de modo que su pijazo erecto quedara justo enfrentado con la entrada de mi conchita. Parecía increíble, pero mis labios se abrieron solos al sentir el calor de esa punta hinchada y amoratada. Se la agarre con una mano y la acomodé en el sitio correspondiente y cuándo ya estuvo en posición, me fui dejando caer hasta quedar cómodamente sentada, disfrutando cada pedazo de esa verga de hombre casado. Al tenerla toda dentro, eché la cabeza hacia atrás y arqueé la espalda, al mismo tiempo él me sujetó de la cintura y me chupó las tetas, primero una, luego la otra, poniéndome tan duros los pezones que parecían estar forjados en piedra. Acomodándome lo mejor que pude, empecé a bajar y subir, sintiendo como la verga se deslizaba totalmente dentro mío, colmándome hasta el último rincón con su impactante dureza. Se me metía hasta lo más profundo, golpeándome bien adentro con su cabeza dura e hinchada. Me aferré entonces de su cuello y me moví en forma suave y acompasada, sintiendo los latidos de su verga repercutiendo en lo más profundo de mi cuerpo, de mis tetas pasó a mi boca para besarme con frenesí, chupándome la lengua en una forma desesperada. Así, mientras subía y bajaba, deslizándome en ese tronco de ensueño, nos besamos largamente, masticándonos, saboreándonos, disfrutándonos por arriba y por abajo, sin respiro, me temblaba todo el cuerpo de solo sentir sus labios, sus manos, su piel contra la mía, y esa suculenta pija que se me guardaba bien adentro.
-¡Te amo… te amo…!- le susurraba de a ratos.
No sé si en verdad lo amaba, en ese momento sentía que sí, de lo que si estoy segura es de que me gusta, me gusta mucho, muchísimo. Y el hecho de que sea casado y tenga hijos, no sé… como que me excita.
-¡Yo también chiquita… yo también…!- me correspondía él, aunque sin llegar a pronunciar en ningún momento un: “te amo”.
Quizás me lo decía de compromiso, quizás quería cogerme y ya está, echarse un polvo y si te he visto no me acuerdo, aunque en ese momento, mientras sentía su verga hinchándose en mi interior prefería pensar lo contrario.
Empecé a subir y bajar con más fuerza, clavándomela hasta lo más íntimo, disfrutando cada pedazo, dejándome perforar hasta el centro de mis sentidos. El orgasmo me llegó en oleadas expansivas que se extendieron por todo mi cuerpo, hacia todos los rincones, estremeciéndome con una voluptuosidad digna de alabanza. Quede en sus brazos como desmayada, suspirando dulcemente, sintiendo como mi cuerpo se elevaba en el aire y se transformaba en puro éxtasis y placer.
Casi enseguida hizo que me levantara y de parada me reclinó sobre el escritorio, sin darme tiempo suficiente como para recuperarme, se plantó tras de mí, y situándola en el punto exacto, me la volvió a meter, arrancándome un gemido que todavía arrastraba del orgasmo anterior. Me aferre bien fuerte de los bordes del escritorio y me dispuse a disfrutar de los aguerridos ensartes que comenzó a aplicarme entonces. Desde atrás me amasaba las gomas, me pellizcaba los pezones, me los retorcía como si quisiera arrancármelos, y de ahí bajaba por mi cintura, me aferraba de las caderas y aumentaba la potencia de sus ensartes, cogiéndome con un ritmo delicioso, impactante. Con los ojos cerrados, me mordía el labio inferior, suspirando, jadeando, entregándome por completo a tan absoluta aniquilación. Sentía que me hacía pis, pero no era pis, era… mi acabada, me mojaba sin parar, provocando que la penetración se hiciera más notoria con un estruendoso ¡Chas! ¡Chas! ¡Chas! que resonaba en toda la oficina. Fue entonces que me susurró al oído que estaba por acabar.
-¡Acabo mamita… ¿dónde la querés?!- el tono lascivo de su voz me estimulaba mucho más todavía.
No le respondí, por lo menos no con palabras, ya que enseguida me las arreglé para salirme de tan profunda ensartada y dándome la vuelta me hinqué de rodillas ante él, le agarré la pija, y sin dejar de meneársela, me la metí en la boca. No tuve que hacer mucho más, la leche comenzó a fluir como si se hubiera roto una represa, llenándome el paladar y la garganta con su condensada efusividad.
-¡Agggghhhhh… agggghhhhh… agggghhhhh…!- jadeaba Raúl mientras eyaculaba en mi boca y yo me mantenía ahí abajo, plácidamente sometida, mis ojos fijos en los suyos, tragándome hasta la última gota de su delicioso néctar.
Me quede un instante ahí postrada, saboreando y relamiéndome con el mayor de los gustos, sintiendo la savia natural de la vida deslizarse por mi esófago.
-¡Ahhhhh… Gise… que boquita… que colita… que gomas… que todo…!- exclamó complacido luego de haberse descargado hasta lo último y de limpiársela por mis mejillas.
Entonces caímos los dos rendidos sobre la alfombra de espalda, yo con la cabeza apoyada en su pecho. Durante un momento no nos dijimos nada, solo nos dedicamos a disfrutar de las sensaciones que todavía atravesaban nuestros respectivos cuerpos. Entonces comenzó a acariciarme un pecho.
-¿Y ahora como quedamos nosotros, digo, después de la tremenda cogida que me pegaste?- le pregunté entonces, recibiendo más que aceptablemente su caricia.
-Supongo que como amantes, ¿te gustaría ser mi pequeña amante?- quiso saber.
-No nos queda otra, vos estás casado y yo de novia, así que…-
-Así que no nos queda otra que poner los cuernos a nuestra pareja- completó por mí.
-No creo que esta sea tu primera vez- observé, acercándome con mi mano a su entrepierna.
-No, ¿y la tuya?-
Dudé por un instante. Y me sonreí.
-Bueno, hubo alguien por ahí, o algunos, pero nada importante, solo fue sexo- respondí.
-¿Y ahora?- quiso saber.
-Y ahora… obvio que hay algo más- me di la vuelta, busque su boca y lo besé, ávida y profusamente.
-Yo siento lo mismo- coincidió.
Cuándo le toqué la pija sentí como ésta reaccionaba ante tan jugoso beso, pero ya era tarde, nuestros celulares, sobre todo el mío, estaban en llamas con los mensajes. Así que nos vestimos, dejamos la oficina y en su 4 x 4 me alcanzó hasta mi casa. En realidad me dejo en Boedo y Caseros, de ahí me fui en colectivo, para no despertar sospechas en mi familia y/o conocidos.
Ya sé que esto recién empieza, y que quizás solo me este haciendo el verso para cogerme, pero mientras me siga cogiendo como esa tarde en la oficina, seguiré siendo su esclava, su geisha del amor, la que todo lo da y todo recibe. En definitiva, seguiré siendo su pequeña amante.
No fue todo tan repentino como puede parecer. En realidad siempre hubo buena onda entre ambos, más que con los demás integrantes del estudio. Sin embargo nunca se me pasó por la cabeza que podríamos llegar a coger y mucho menos a entablar una relación así de clandestina. Pero desde que empecé a escribir en Poringa, como que algo cambió en mí, como que ahora tengo una actitud de ir al de frente. Antes por ahí alguien me decía algo y yo me quedaba, bajaba la mirada y no contestaba, por más que me agradara lo que me decían. Ahora no, ahora no solo sostengo la mirada, sino que también contesto. Así fue como empezó, con una mirada.
Me acerque a su escritorio para alcanzarle un sobre que había llegado, me dio las gracias, y cuándo me estaba yendo, giré la cabeza de repente y lo sorprendí mirándome la cola, en realidad estaba al tanto de que siempre lo hacía, pero nunca había hecho nada como para frenarlo o alentarlo, pero esta vez me animé, y le sonreí, dándole a entender que no me desagradaba que me mirara así. Creo que captó al instante el mensaje, ya que desde entonces comenzó a tratarme diferente, si antes ya era atento, ahora se pasaba de cortés, pero claro, cuándo nadie nos veía, me daba cuenta de ello. Por supuesto que yo sabía que él era casado y él sabía que yo estaba de novia, pero eso no impidió que nos fuéramos acercarnos cada vez más. Hasta que el desenlace lógico y esperado tuvo lugar esta misma tarde.
A eso de las cuatro se me acercó y me preguntó si tenía algo que hacer luego de mi horario. Bue, este me va a invitar a salir, pensé.
-No, nada en especial, ¿por?- pregunté tratando de parecer lo más ingenua posible.
-Es que tengo problemas con un cliente- respondió –No encuentro unos papeles y quería saber si te podías quedar después de hora para ayudarme a revisar los archivos- me pidió entonces.
-Si, esta bien, no tengo ningún problema, si es que no se hace muy tarde, ya sabe, la zona por donde vivo es medio peligrosa- le dije.
-Por eso no te hagas problema que en cuánto terminemos yo mismo te llevo- me dijo, recibiendo con una amplia sonrisa mi aceptación.
Quedamos en eso. A las seis se cerró el estudio, quedando solo nosotros. Arregle un poco mi escritorio y fui a su oficina. Ya había hecho llevar por los cadetes unas cuántas cajas del archivo.
-Bueno, ¿por donde empezamos?- le pregunté poniendo las manos en la cintura, presintiendo que aquel trabajito extra me llevaría mucho más tiempo del imaginado.
Cuando entre él estaba atento a unos papeles que tenía frente a sí. Me miró, pareció pensar su respuesta y entonces se me acercó y… me besó… si… me besó en la boca. Me agarró totalmente desprevenida, por lo que ni siquiera pude responderle en la forma que me hubiera gustado.
-Podemos empezar con algo como esto- me dijo entonces.
-Pero, ¿y los papeles? ¿El cliente?- pregunté tontamente.
-No se perdió ningún papel- me confesó entonces –Fue una excusa para poder hablarte sin moros en la costa-
-¿Hablarme? ¿A mí? ¿De qué?- me sorprendí.
-Bueno, sobre que me gustas mucho Giselle, te aseguro que es la primera vez que me pasa con una chica de la oficina, pero es algo que no puedo evitar, ya se que esto te puede resultar hasta desubicado de mi parte, pero necesitaba decírtelo- me dijo así de corrido, evaluando cada gesto mío mientras me hablaba.
-No, desubicado no, pero la verdad es que me sorprende, no esperaba de su… perdón, pero ¿puedo tutearte?-
-Claro que si-
-Bueno, digo que no esperaba de tu parte una declaración así, me refiero a que usted es… perdón… vos sos casado…-
-…si, y vos estás de novia, ya lo sé, pero no te estoy pidiendo que rompamos con nuestras parejas ni nada de eso, solo que me pareció que a vos te pasaba algo similar conmigo, por eso me decidí a hablarte, si no es así te pido por favor que me disculpes y olvidemos esta charla-
-OK, la olvidamos, aunque… por una parte tenés razón, con vos me llevo mejor que con nadie de acá, pero no sé si eso signifique que pueda llegar a sentir algo. No sé, la verdad que no sé que decirte- repuse haciéndome la difícil.
-¿No te gustaría que lo intentemos al menos?- me propuso.
-Lo que no sé es qué estás buscando, perdona que te hable así, pero… ¿Buscás cogerme y después olvidarte y que no te joda o pretendés algo más?-
-No creo que después de cogerte pueda olvidarme de vos- expresó con hermosa y sincera ternura.
Me sonreí. Por mi gesto era obvio que estaba dispuesta a hacer el intento.
-¿Qué decís entonces? ¿Vamos a un lugar más cómodo?- me preguntó.
-En realidad estaba pensando en algo especial- le dije mordiéndome el labio inferior y mirando a mí alrededor.
-¿Y en que estás pensando?- se entusiasmó.
-En que estaría bueno hacerlo acá mismo, en tu despacho, podríamos jugar a que soy tu secretaría, jajaja- me reí.
-Mi secretaria hot- se rió él.
Se volvió a acercar y me volvió a besar. Esta vez le respondí, sintiendo como su lengua se frotaba contra la mía, por un momento nos fundimos en un beso por demás jugoso e intenso, un chupón con todas las letras.
-¿Y, que te parece mi idea?- le pregunté luego del beso, saboreando todavía su saliva entre mis labios.
-Me encanta- asintió.
Volvimos a besarnos e iniciamos la representación. Me saque los zapatos, me puse unos anteojos que había dejado por ahí una compañera, me desabroché un par de botones de la camisa, agarré unos papeles cualquiera y golpeé la puerta.
-¿Si?- preguntó él ya sentado ante su imponente escritorio.
-Permiso señor, tengo unos documentos importantes para que firme- le dije con voz bien de gata.
-Adelante Giselle, pase- me dice, comiéndome con la mirada.
Me acercó al escritorio, le doy la vuelta yendo para su lado, y poniendo los papeles frente a él le indicó en donde tiene que firmar. Mientras simula firmar, me apoyo en el escritorio dejando que mi escote, el cuál a propósito había desabrochado más de lo habitual, pudiera ofrecerle un amplio panorama de lo que hay ahí dentro. Termina de firmar y me entrega los papeles, sin apartar en ningún momento su mirada de ese desbordante canal que se abre ante él.
-Listo Giselle, ya está todo firmado- me dice.
-¿Ya que estoy se le ofrece algo, Señor?- le pregunto, de nuevo con mi voz de gata.
-En realidad si- me dice y se recuesta en su butaca, apoyando las manos detrás de la nuca –Necesitaría que me hicieras en carácter de urgente un masaje peniano, porque siento que voy a explotar en cualquier momento- agrega matándose de la risa.
-Lo que usted diga señor- le digo.
Me inclino un poquito y le toco el bulto. Ya la tiene parada el guacho.
-Mmmm… parece que está muy tensionado, Señor- le digo a la vez que se la empiezo a sobar.
Mientras se la sobo por sobre el pantalón, le doy un piquito, dejándolo con las ganas de más, entonces me acomodo entre sus piernas y le desabrocho el pantalón.
-Un pedido suyo es una orden para mí, Señor- le digo siempre con el mismo tonito de hembra en celo.
Le saco la pija afuera y la mantengo bien sujeta mientras comienzo a frotarla suavemente, sintiendo esa hinchazón que acelera mis latidos.
-¿Así esta bien, Señor?- le pregunto, levantando la mirada y clavando mis ojos en los suyos.
-Muy, pero muy bien, aunque… podrías usar algo más que tus manos, ¿no te parece?- me dice.
Sé a lo que se refiere. Le doy entonces una chupadita a la cabeza de su pija.
-¿Algo… así?- le pregunto volviéndolo a mirar con mis ojitos de nena lujuriosa.
-¡Siiiiiiiiii… ahhhhhhhh… siiiiiiiiii… así está muy bien… bastante bien…!- asiente entre gustosos suspiros.
Se la chupo entonces con más ganas todavía, comiéndome un pedazo más grande cada vez, sorbiendo ese hermoso pijazo que late y vibra como si tuviera vida propia. Lo meto y lo saco de mi boca, lo deslizo entre mis labios, lo chupo y lo vuelvo a chupar, me lo como, me lo trago, me lo devoro, Raúl suspira y se estremece ante el ataque de mi boca.
Se la chupo por los lados, le paso la lengua arriba y abajo, se la beso aquí y allá, en un extremo y otro, saboreándola, llenándome los sentidos con su aroma. No me conformo con solo un pedazo, se la quiero comer toda, me gusta sentir una buena verga palpitando dentro de mi boca, abultándome las mejillas, impregnándome el paladar con su sabor, y más aún si es una como la de Raúl.
Mientras se la chupo, agarro una de sus manos y la pongo sobre mi cabeza, indicándole que empuje hacia abajo, me gusta sentir en esos momentos que es mi macho el que toma la iniciativa, el que me la hace comer toda, hasta llenarme la boca de pelos. ¡Que ricura! Me dejo llenar la boca una y otra vez, saboreando cada pedazo, atragantándome aunque disfrutando ese delicioso manjar que parecía disolverse en mi paladar. Luego de unos cuántos gloriosos embates por mi boca, se la suelto y comienzo a lamérsela por los lados, el recorrido de mi lengua incluye también sus huevos, los que siento entumecidos y calientes.
Después de un buen masaje peniano, me levanto, me limpio la boca con la mano y con mi mejor cara de putita, le pregunto:
-¿Se le ofrece algo más… señor?-
-Si… te quiero coger toda Giselle-
-Ya se lo dije, sus deseos son órdenes para mí-
Ahí nomás me puse en bolas, lo que, claro, no me cuesta demasiado, no por nada me dicen bombacha veloz. Él también se desvistió, exhibiendo en todo momento una erección bien poderosa. Así desnuda, me senté en una de sus piernas, acariciándole la pija mientras lo besaba con entusiasmo. Estuvimos un buen rato así, besándonos y tocándonos, yo empuñando su verga y él amasándome las lolas o metiéndome algún dedito en la conchita.
-¡Estás empapada!- se sorprendió cuándo hizo esto último.
-Estoy empapada por vos- le dije, rodeándolo con los brazos y dándole un chuponazo de aquellos, digno de la mejor telenovela.
Entonces me fui acomodando sobre él, de modo que su pijazo erecto quedara justo enfrentado con la entrada de mi conchita. Parecía increíble, pero mis labios se abrieron solos al sentir el calor de esa punta hinchada y amoratada. Se la agarre con una mano y la acomodé en el sitio correspondiente y cuándo ya estuvo en posición, me fui dejando caer hasta quedar cómodamente sentada, disfrutando cada pedazo de esa verga de hombre casado. Al tenerla toda dentro, eché la cabeza hacia atrás y arqueé la espalda, al mismo tiempo él me sujetó de la cintura y me chupó las tetas, primero una, luego la otra, poniéndome tan duros los pezones que parecían estar forjados en piedra. Acomodándome lo mejor que pude, empecé a bajar y subir, sintiendo como la verga se deslizaba totalmente dentro mío, colmándome hasta el último rincón con su impactante dureza. Se me metía hasta lo más profundo, golpeándome bien adentro con su cabeza dura e hinchada. Me aferré entonces de su cuello y me moví en forma suave y acompasada, sintiendo los latidos de su verga repercutiendo en lo más profundo de mi cuerpo, de mis tetas pasó a mi boca para besarme con frenesí, chupándome la lengua en una forma desesperada. Así, mientras subía y bajaba, deslizándome en ese tronco de ensueño, nos besamos largamente, masticándonos, saboreándonos, disfrutándonos por arriba y por abajo, sin respiro, me temblaba todo el cuerpo de solo sentir sus labios, sus manos, su piel contra la mía, y esa suculenta pija que se me guardaba bien adentro.
-¡Te amo… te amo…!- le susurraba de a ratos.
No sé si en verdad lo amaba, en ese momento sentía que sí, de lo que si estoy segura es de que me gusta, me gusta mucho, muchísimo. Y el hecho de que sea casado y tenga hijos, no sé… como que me excita.
-¡Yo también chiquita… yo también…!- me correspondía él, aunque sin llegar a pronunciar en ningún momento un: “te amo”.
Quizás me lo decía de compromiso, quizás quería cogerme y ya está, echarse un polvo y si te he visto no me acuerdo, aunque en ese momento, mientras sentía su verga hinchándose en mi interior prefería pensar lo contrario.
Empecé a subir y bajar con más fuerza, clavándomela hasta lo más íntimo, disfrutando cada pedazo, dejándome perforar hasta el centro de mis sentidos. El orgasmo me llegó en oleadas expansivas que se extendieron por todo mi cuerpo, hacia todos los rincones, estremeciéndome con una voluptuosidad digna de alabanza. Quede en sus brazos como desmayada, suspirando dulcemente, sintiendo como mi cuerpo se elevaba en el aire y se transformaba en puro éxtasis y placer.
Casi enseguida hizo que me levantara y de parada me reclinó sobre el escritorio, sin darme tiempo suficiente como para recuperarme, se plantó tras de mí, y situándola en el punto exacto, me la volvió a meter, arrancándome un gemido que todavía arrastraba del orgasmo anterior. Me aferre bien fuerte de los bordes del escritorio y me dispuse a disfrutar de los aguerridos ensartes que comenzó a aplicarme entonces. Desde atrás me amasaba las gomas, me pellizcaba los pezones, me los retorcía como si quisiera arrancármelos, y de ahí bajaba por mi cintura, me aferraba de las caderas y aumentaba la potencia de sus ensartes, cogiéndome con un ritmo delicioso, impactante. Con los ojos cerrados, me mordía el labio inferior, suspirando, jadeando, entregándome por completo a tan absoluta aniquilación. Sentía que me hacía pis, pero no era pis, era… mi acabada, me mojaba sin parar, provocando que la penetración se hiciera más notoria con un estruendoso ¡Chas! ¡Chas! ¡Chas! que resonaba en toda la oficina. Fue entonces que me susurró al oído que estaba por acabar.
-¡Acabo mamita… ¿dónde la querés?!- el tono lascivo de su voz me estimulaba mucho más todavía.
No le respondí, por lo menos no con palabras, ya que enseguida me las arreglé para salirme de tan profunda ensartada y dándome la vuelta me hinqué de rodillas ante él, le agarré la pija, y sin dejar de meneársela, me la metí en la boca. No tuve que hacer mucho más, la leche comenzó a fluir como si se hubiera roto una represa, llenándome el paladar y la garganta con su condensada efusividad.
-¡Agggghhhhh… agggghhhhh… agggghhhhh…!- jadeaba Raúl mientras eyaculaba en mi boca y yo me mantenía ahí abajo, plácidamente sometida, mis ojos fijos en los suyos, tragándome hasta la última gota de su delicioso néctar.
Me quede un instante ahí postrada, saboreando y relamiéndome con el mayor de los gustos, sintiendo la savia natural de la vida deslizarse por mi esófago.
-¡Ahhhhh… Gise… que boquita… que colita… que gomas… que todo…!- exclamó complacido luego de haberse descargado hasta lo último y de limpiársela por mis mejillas.
Entonces caímos los dos rendidos sobre la alfombra de espalda, yo con la cabeza apoyada en su pecho. Durante un momento no nos dijimos nada, solo nos dedicamos a disfrutar de las sensaciones que todavía atravesaban nuestros respectivos cuerpos. Entonces comenzó a acariciarme un pecho.
-¿Y ahora como quedamos nosotros, digo, después de la tremenda cogida que me pegaste?- le pregunté entonces, recibiendo más que aceptablemente su caricia.
-Supongo que como amantes, ¿te gustaría ser mi pequeña amante?- quiso saber.
-No nos queda otra, vos estás casado y yo de novia, así que…-
-Así que no nos queda otra que poner los cuernos a nuestra pareja- completó por mí.
-No creo que esta sea tu primera vez- observé, acercándome con mi mano a su entrepierna.
-No, ¿y la tuya?-
Dudé por un instante. Y me sonreí.
-Bueno, hubo alguien por ahí, o algunos, pero nada importante, solo fue sexo- respondí.
-¿Y ahora?- quiso saber.
-Y ahora… obvio que hay algo más- me di la vuelta, busque su boca y lo besé, ávida y profusamente.
-Yo siento lo mismo- coincidió.
Cuándo le toqué la pija sentí como ésta reaccionaba ante tan jugoso beso, pero ya era tarde, nuestros celulares, sobre todo el mío, estaban en llamas con los mensajes. Así que nos vestimos, dejamos la oficina y en su 4 x 4 me alcanzó hasta mi casa. En realidad me dejo en Boedo y Caseros, de ahí me fui en colectivo, para no despertar sospechas en mi familia y/o conocidos.
Ya sé que esto recién empieza, y que quizás solo me este haciendo el verso para cogerme, pero mientras me siga cogiendo como esa tarde en la oficina, seguiré siendo su esclava, su geisha del amor, la que todo lo da y todo recibe. En definitiva, seguiré siendo su pequeña amante.
23 comentarios - Por fin...
totalmente te llego a cruzas y te mando la japi en la boca
Gracias por los comentarios, por los puntos, y por lo de PUTA, me encanta serlo... jijiji... las putas la pasamos mejor. Besotes.
tenes toda la razon
super hot tu relato, me encanto
muy buen post!!!!!
una buena cogida te daria si te tengo a mano, PUTAAAAAAAAAAAA!!!!!!!
AHHHHHHHHHHHHHHH ahi van mis puntitos
FELICITACIONES
GRACIAS POR COMPARTIR !!