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El autografo

Debo admitir que soy bastante cholula, soy de esas mujeres que siguen una novela de principio a fin, y se ponen ansiosas ante el desenlace de cada episodio, que se ven todos los programas de chimentos esperando encontrar alguna noticia de sus ídolos del momento y que son capaces de desmayarse si se encuentran de frente con quién alimenta sus fantasías cada noche. Algo así me pasó, aunque afortunadamente no me desmayé, pero estuve cerca, hasta creo que me dio taquicardia. No sé, quizás este exagerando, pero fue lo que sentí cuándo lo vi sentado frente a mí, igual a como lo veía cada noche, aunque ahora no estaba en la pantalla de un televisor interpretando un personaje, sino que estaba ahí, en vivo y en directo, hablándome a mí, llamándome por mi nombre.
-Hola, vos sos Mariela, ¿no?- me pregunto al acercarse a mi escritorio.
Cuándo levanté la cabeza para responderle que si, que era yo, me quede muda, traté de hablar pero no me salían las palabras. ¿Era él?, me preguntaba, o era un espejismo. Acostumbrado seguramente a tales reacciones se sonrió y se sentó. Venía a asegurar una 4 x 4 que se había comprado y alguien, bendito sea, le había recomendado no solo esta compañía sino también que me viera a mí.
Traté de tranquilizarme, tomé un sorbo de agua y le pedí los papeles de la camioneta, los revisé y entonces le comenté acerca de los distintos planes que podía ofrecerle. Todo lo decía maquinalmente, atenta a esos hermosos ojos azules que me miraban tan seductoramente.
-Perdona, seguramente debes estar apurado para ir a grabar- le dije en algún momento al darme cuenta que se la estaba haciendo demasiada larga.
-Ya termine con mis escenas por el día de hoy, pero muy gentil de tu parte por preocuparte- me dijo con ese tono seductor que tan bien le conocía.
Terminé entonces de prepararle el seguro, y salimos a hacer la inspección de la camioneta. Mientras le sacaba las fotos correspondientes y aprovechando que estábamos fuera de la oficina, me animé a pedirle una foto autografiada.
-Lástima que no tenga ninguna acá, pero… ¿Qué te parece si te espero cuándo salgas y te llevo a mi departamento para que puedas elegir una?- me propuso sin escala previa alguna.
¿Acaso iba a decirle que no? “Lo siento pero soy una mujer casada y no acostumbro ir al departamento de un hombre solo, y menos si este es un galán reconocido que se voltea a medio mundo”. Eso le hubiera dicho de no ser yo, pero siendo tan puta como soy la negativa no existe en mi vocabulario.
-Podes esperarme en la esquina, así nadie nos ve y evitamos comentarios- le recomendé siguiendo con la rutina de sacar las fotos, de lo más normal, aunque por dentro me moría… y me mojaba, obvio.
-Me parece bien- asintió guiñándome un ojo en forma cómplice.
A las cuatro y media, hora de salida, salí más rápido que nunca, como alma que lleva al diablo. Ya a la distancia pude distinguir la 4 x 4 estacionada en la esquina mencionada. Aunque la gente pasaba por al lado nadie se daba cuenta de quién estaba al volante. Más que caminar prácticamente corrí y me subí por el lado del acompañante. Apenas me senté me hizo un gesto poniéndose el dedo índice sobre los labios, para que no dijera nada. Estaba hablando por el celular.
-Si mi amor- le decía a su interlocutora –No hay problema, nos vemos esta noche, un beso-
Entonces me acordé que había leído en una de esas revistas especializadas en la farándula que estaba teniendo un romance con una joven actriz que trabajaba en la misma telenovela.
-Disculpa- me dijo cuándo cortó la comunicación, saludándome ahora sí con un beso, un beso en la mejilla, aunque muy cerca de los labios, debo aclarar.
Entonces se puso en marcha.
-No quiero que te lleves una mala impresión de mí, pero antes que nada quiero aclarar algo- empezó a decirme mientras manejaba.
-¿Con respecto a que?- quise saber.
-Con respecto a lo que vamos a hacer, es obvio que no vamos a mi departamento solo a buscar una foto, ¿no?- me dijo entonces.
-Es obvio que no- coincidí con él.
-No quiero que haya malentendidos, porque de ser así te alcanzo hasta tu casa y listo- expresó.
-Para mí esta todo muy claro- le confirmé con una sonrisa que no dejaba lugar a dudas respecto a mi predisposición respecto a lo que iba a pasar entre nosotros.
-Entonces si es así te aseguro que la vamos a pasar bárbaro- me dijo acariciándome una pierna.
-No tengo la menor duda de ello- le aseguré por mi parte, poniendo mi mano encima de la suya y acariciándola.
Unos cuántos minutos después entrábamos al garaje de su edificio. De allí subimos a su departamento, por suerte nadie nos vio, por lo que por el momento pudimos mantener nuestro secreto.
Entramos, me invitó a sentarme y me invitó un trago. Sirvió un par de copas y se sentó a mi lado. Brindamos por nosotros, chocamos las copas, bebimos un sorbo de nuestros respectivos tragos, nos miramos por un instante y… nos besamos. Esta vez no fue en la mejilla, ni tampoco cerca, sino que fue directamente en la boca. Un beso intenso, cálido, jugoso, precipitado, no fue en lo absoluto un beso de telenovela, nuestras lenguas enredándose la una con la otra así lo confirmaban. Sin dejar de saborearme en esa forma tan agradable, dejó la copa a un lado y empezó a pasear sus manos por todo mi cuerpo, primero sin apurarse, tomándose el debido tiempo, para no asustarme, aunque a decir verdad ya no había nada que pudiera asustarme, y entonces sí se apoderó de mis pechos, apretándomelos dulcemente a través de la ropa. Yo también dejé mi copa a un costado y enredé mis dedos en su cabello, besándolo con más intensidad todavía, dejándome arrasar por esas sensaciones que siempre salen a flote cuándo estoy cerca de un hombre.
-Quiero chupártela- le dije entonces.
Ya se me hacía agua la boca de las ganas que tenía por devorársela.
-Lo que quieras- me dijo, acomodándose en el sofá de modo tal que su entrepierna quedaba a mi entera disposición.
Ya se la notaba bastante abultada, así que se la toqué por encima del pantalón, constatando esa dureza tan pródiga y agradable con la cuál estaba dispuesta a jugar por un buen rato. En sus ojos podía ver el entusiasmo que le provocaba todo aquello. Sin demora alguna le desabroché el pantalón, metí la mano adentro, y agarrando algo bien duro y consistente se la sacudí un poco, endureciéndosela mucho más todavía, para luego sí sacarla y hacerle eso que deseaba desde el momento en que lo vi parado frete a mí. O sea: chupársela. Darle una mamada para que nunca jamás pudiera olvidarse de mí. “A ver si esa estrellita con la que estas saliendo te hace algo como esto”, pensé y enseguida me puse a lamérsela por los lados, subiendo y bajando con la lengua, lamiéndosela a lo largo y a lo ancho, saboreando ese trozo de carne bien caliente y pulsante que se hinchaba cada vez más a medida que intensificaba mi labor. Si con eso estaba ya que deliraba, cuándo me la comí y se la chupé con una avidez imparable, ya se salía de sus cabales. Sin perderse ningún detalle de cómo se la mamaba, se agarraba la cabeza, gemía, suspiraba, exclamaba cosas que apenas si se entendían, disfrutando a tope la forma en que mis labios se deslizaban en torno a su carne caliente y pegajosa, la que ya hervía de lujuria y excitación. Dejándolo entonces con la pija bien al palo, me levanté, me saque toda la ropa y ya completamente desnuda me subí al sofá, me paré sobre él y me agaché de forma tal que puse mi conchita húmeda y caliente justo al alcance de su boca, comprendiendo lo que deseaba sacó la lengua y empezó a lamérmela, tocándome con la puntita en esos puntos estratégicos en donde parecía hacerme estallar. Me agaché un poquito más de modo que podía sentir su lengua bien adentro, serpenteando, moviéndose inquieta, degustando mi intimidad, explorándome profundamente, haciendo oscilar mis caderas en torno a su boca le ofrecía mi concha abierta para que pudiera introducirse en ella desde diferentes ángulos.
Luego de habernos saboreado mutuamente, bajamos del sillón y fuimos a su habitación, la cama estaba sin hacer y había ropa tirada por el suelo, aunque claro, en un momento así el desorden es lo de menos. Yo ya estaba desnuda, pero él se fue desvistiendo por el camino, llegando al dormitorio ya en bolas, bien empalmado, ostentando una erección que debía dolerle debido a lo tensa que se le ponía la piel. Moviéndome siempre en esa forma tan sexy que les gusta a los hombres, como gata en celo, me subí a la cama y me puse en cuatro.
-¿Me das tu autógrafo?- le pregunte con la voz ronca de tanta calentura.
Mirándome con los ojos desorbitados, abrió el primer cajón de la mesita de luz, sacó un preservativo, lo abrió, y se lo puso, al sentir el ruido del látex desenrollándose sobre su miembro me estremecí toda. Se subió a la cama, se puso de rodillas tras de mí y enfilando con una mano su verga ya enforrada me la colocó justo en la entrada, en las puertas mismas de mi conchita ansiosa por aquella carne de galán de telenovela. Me aferró entonces de la cintura, empezó a empujar y me la fue metiendo, de a poco, haciéndome sentir cada pedazo, llenándome cada rincón de la concha con ese trozo caliente y nervudo, rebosante de virilidad que se adosaba perfectamente a mis cavidades interiores. Ya bien adentro empezó a moverse en forma lenta y pausada, recorriendo con su largura toda la extensión de mi concha caliente y hambrienta. Claro que de a poco fue aumentando el ritmo, acelerando, golpeando su pelvis contra mis glúteos cada vez que me la enterraba bien hasta el fondo, yo no me quedaba quieta, por supuesto, me movía con él, buscando el ensarte por el ensarte mismo, empalagándome con esa verga que parecía crecer todavía más dentro de mí.
-¡Ahhhhhhhhhh… ahhhhhhhhhh… ahhhhhhhhhhh…!- gemía plácidamente, sintiéndolo en lo más profundo, disfrutando cada penetración, cada combazo, dejándome llenar hasta donde me entrara, sintiéndola palpitar en mis entrañas, ahí en donde tanto me gusta sentirla.
-¡Que bien me cogés mi vida!- le decía, girando la cabeza y mirándolo con ternura, eso lo motivaba mucho más todavía, así que aumentaba el ritmo de las penetraciones, dándome más fuerte todavía, sacudiéndome las nalgas a puro embiste.
Entonces en cierto momento, sin dejar de cogerme, empezó a palmearme la cola, eso parecía excitarlo y a mí también a decir verdad, me nalgueaba de uno y otro lado, no despacito, sino fuerte, y como yo no le decía nada, sino que gemía y jadeaba complacida, él seguía, poniéndome los cachetes de la cola al rojo vivo. Así, rubricaba cada ensarte con un empujón que me erizaba hasta el último pelito de la concha. De tanta pija que me daba se me deshacía la concha del gusto que sentía. No paraba de mojarme lo que hacía que la verga resbalara entre mis labios y se saliera, pero enseguida me la volvía a poner para seguir dándome en esa forma que tanto me complacía, haciéndome aullar con cada ensarte.
Al rato me la sacó y se tendió de espalda sobre la cama incitándome a que me subiera encima suyo, así lo hice, por supuesto, estaba allí para complacerlo, así que me le subí arriba, a caballito, acomodándomela bien adentro, disfrutando de esa forma tan magistral en que me llenaba y colmaba con su carne envuelta en látex. Entonces, ya bien afirmada en aquel trono que era su pelvis, empecé a moverme arriba y abajo, con mayor celeridad a cada instante, disfrutando de la fluidez de la penetración, gimiendo dulcemente, al borde ya de un colapso fenomenal. Desde abajo, mirándome en todo momento a los ojos, como admirándome, el me sujetaba de la cintura, acompañando mis entusiastas oscilaciones, aunque no las dejaba quietas, ya que me acariciaba la cola, las tetas, recorría todo lo que estaba al alcance con su tacto, erizándome la piel, enloqueciéndome, enloqueciéndonos.
-¡Así… así… así… no pares…!- me decía, empujando él también desde abajo, llegando prácticamente al mismo tiempo que yo.
Obvio que no iba a parar, por lo menos no hasta conseguir lo que había ido a buscar, un orgasmo de la puta madre, y un par de sacudidas más y lo conseguí, lo conseguimos mejor dicho ya que acabamos juntos, en una sincronía perfecta, fusionándonos en un polvo maravilloso como no existen en las telenovelas. Bien aferrado de mis caderas y empujando hacia arriba, se vaciaba por completo, rebalsando el preservativo con su cálida y natural esencia.
De más esta decir que me gané unas cuántas fotos autografiadas, y un autógrafo muy especial que me hizo en el Monte de Venus, aunque lamentablemente ese me lo tuve que borrar ni bien llegué a casa, por obvias circunstancias. Pero igual lo que viví aquella tarde con el galán de la telenovela, no tiene precio, y será, por supuesto, un muy buen recuerdo que atesoraré por siempre.
Besitos para todos.
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10 comentarios - El autografo

Guiyote07
Mi amor ....no dejas titero con cabeza...me encanta lo puta que sos!!!!
KaluraCD
Hola Marita !!! Genial relato, como siempre, te merecés el Martin Fierro de oro por lo puta calentona y por las calenturas que nos hacés agarrar.
Te dejo algunos puntitos de reconocomiento y toda mi admiración de siempre :love:

El autografo
Fachelo
pero no te hizo el culo bombón!!!.... 🙎‍♂️
pupylon
relatos Auque no soy ni actor, ni mucho menos un galan, pero me encantaria darte un autografo 😉 🤤
fer_z
de pelicula! 🙂 Muy buen relato Marita +10
ps2ultrafan
muy buen relato, te entrgas a cualquiera putita 😀
mu_a2
tremendo relato . gracias por compartir 😉 😉 😉 😉 😉 😉
cuernos infidelidadmaritainfiel
badboy
eres tremendaaaaaaa.......... te adoro