Tuvimos una relación con Andrés que duró diez años, ni más ni menos, desde esa primera vez en que me violó, hasta las siguientes donde cada día le ganaba más el gustito, hasta después convertirme en su putito personal.
Siempre que tenía ganas me llamaba y yo nunca me negaba, me encantaba sentir su cuerpo aplastando el mio, me gustaba que se la escupiera para ponermela o que recurriera a manteca para que se deslizara mejor.
Era un mayor placer para mi sentir su verga penetrándome, abriéndome, sentirla calentita entre mis nalgas, dentro mio, palpitando cada vez más rápido hasta llenarme la cola de leche, por dentro y desbordarse por fuera.
Sentía que había nacido para ser su esclavo, para cumplir todos sus deseos, para sentir que haría todo lo que me mandara. Estar de rodillas chupándosela, sacarle lustre era obligatorio antes de que me penetrara, saber que mi boca había logrado que se pusiera tan dura y que después se adueñara de mi culito, metiéndola y sacándola para hacerme delirar era algo hermoso.
Pero un día él se enamoró de una chica y allí empezó a dejarme de llamar, ni siquiera me visitaba y sólo ocasionalmente había ido por casa, me senti mal por esa situación, a tal punto que me humillaba llamándolo y pidiéndole si no quería venir por casa. Hasta que un día, fui a saludarlo por Navidad pasadas las 12 de la noche del 24 (era casi la una) y lo encontré muy borracho con varios amigos, comenzó a cantar una plena en la que contaba intimidades nuestras, recuerdo una parte que decía "él me ofreció una succión si ella estaba con la menstruación" y no aguanté más, decidí irme, mientras escuchaba que me gritaba, "vení que somos unos cuantos para vos, vení" y me sentí super humillado y al salir me topé con el padre de Andrés, por suerte, ya que los amigos habían comenzado a seguirme. Esa noche no pasó nada, nada más que mi humillación y sentirme el peor de los putos en esa navidad. A Andrés lo vi varias veces más, incluso fue a mi casamiento, pero nunca más quiso tener nada conmigo, tampoco admitió nada de lo que pasó, sólo me dijo hace poco que habían sido errores que prefería olvidar. Supongo que él lo podrá hacer, yo no lo podré hacer jamás, cualquier víctima de violación concordará conmigo, se siente uno muy mal, y esa vez no la olvidará jamás a pesar de que quiera hacerlo. Pero, a fin de cuentas, las cosas no se tienen que olvidar sino incorporarlas a la vida de uno.
Luego seguí con mi derrotero y encontré otro chico mucho más dulce, mucho más gentil, quizás el mejor de los pibes con los que estuve (que no fueron muchos) y este es al que más extraño, pero tampoco lo tendré más, también encontró una chica, pero en la próxima les contaré como llegué a él.
Siempre que tenía ganas me llamaba y yo nunca me negaba, me encantaba sentir su cuerpo aplastando el mio, me gustaba que se la escupiera para ponermela o que recurriera a manteca para que se deslizara mejor.
Era un mayor placer para mi sentir su verga penetrándome, abriéndome, sentirla calentita entre mis nalgas, dentro mio, palpitando cada vez más rápido hasta llenarme la cola de leche, por dentro y desbordarse por fuera.
Sentía que había nacido para ser su esclavo, para cumplir todos sus deseos, para sentir que haría todo lo que me mandara. Estar de rodillas chupándosela, sacarle lustre era obligatorio antes de que me penetrara, saber que mi boca había logrado que se pusiera tan dura y que después se adueñara de mi culito, metiéndola y sacándola para hacerme delirar era algo hermoso.
Pero un día él se enamoró de una chica y allí empezó a dejarme de llamar, ni siquiera me visitaba y sólo ocasionalmente había ido por casa, me senti mal por esa situación, a tal punto que me humillaba llamándolo y pidiéndole si no quería venir por casa. Hasta que un día, fui a saludarlo por Navidad pasadas las 12 de la noche del 24 (era casi la una) y lo encontré muy borracho con varios amigos, comenzó a cantar una plena en la que contaba intimidades nuestras, recuerdo una parte que decía "él me ofreció una succión si ella estaba con la menstruación" y no aguanté más, decidí irme, mientras escuchaba que me gritaba, "vení que somos unos cuantos para vos, vení" y me sentí super humillado y al salir me topé con el padre de Andrés, por suerte, ya que los amigos habían comenzado a seguirme. Esa noche no pasó nada, nada más que mi humillación y sentirme el peor de los putos en esa navidad. A Andrés lo vi varias veces más, incluso fue a mi casamiento, pero nunca más quiso tener nada conmigo, tampoco admitió nada de lo que pasó, sólo me dijo hace poco que habían sido errores que prefería olvidar. Supongo que él lo podrá hacer, yo no lo podré hacer jamás, cualquier víctima de violación concordará conmigo, se siente uno muy mal, y esa vez no la olvidará jamás a pesar de que quiera hacerlo. Pero, a fin de cuentas, las cosas no se tienen que olvidar sino incorporarlas a la vida de uno.
Luego seguí con mi derrotero y encontré otro chico mucho más dulce, mucho más gentil, quizás el mejor de los pibes con los que estuve (que no fueron muchos) y este es al que más extraño, pero tampoco lo tendré más, también encontró una chica, pero en la próxima les contaré como llegué a él.
3 comentarios - Mi adiós a Andrés