Cuatro y media de la tarde. Salía del trabajo como todas las tardes cuándo antes de subir al colectivo recibo un mensaje. “¿Cómo esta mi sobrina preferida?”. Mi tío Carlos, obviamente. Después de aquel intenso encuentro que tuvimos en Año Nuevo, habíamos quedado en volver a vernos durante la semana. Desde siempre tuvimos una relación muy especial, recuerden, fue mi primer hombre, mi primer amante, el primero que supo reconocer esa puta en potencia que se forjaba en mí a mis tiernos… años. Fue el primero, y como tal no había cohibición alguna entre los dos.
Dejé pasar el colectivo y le contesté: “Con muchas ganas de pija”.
No hacía falta agregar más. De ahí me tomé un taxi y fui directo al mismo bar de siempre, en donde solíamos encontrarnos cuándo nuestro romance todavía estaba a pleno. Cuándo llegué él ya estaba esperándome. Nos saludamos con un tibio beso en los labios, y aunque fue apenas un roce, algo leve, me estremecí toda al sentirlo, como en aquellos días de mi adolescencia cada vez que me tocaba.
Compartimos una cerveza y de ahí nos fuimos al telo que está a la vuelta, fiel testigo durante tantos años de nuestros furtivos encuentros. Resulta gracioso pensar que mientras caminábamos hacia nuestro santuario de amor incestuoso, nos íbamos contando cosas de la familia, que como estaba la tía Edith, que tal estaba mi marido, cosas de los abuelos, de los primos, cualquiera que nos escuchara daría por sentado que éramos dos parientes que se habían encontrado de casualidad por la calle y se estaban poniendo al tanto de las novedades familiares. Pero éramos algo más… mucho más.
Entramos al telo, pasamos a la habitación y ya puertas adentro, nos lanzamos el uno a los brazos del otro, nos besamos, nos tocamos, nos chupamos las lenguas, nos frotábamos, ansiosos por sentir el calor de nuestros cuerpos.
-¡Cada vez te pones más fuerte!- me decía, agarrándome de las nalgas, apretándomelas, pellizcándome, haciéndome sentir esos agradables estremecimientos que estando en su compañía ya eran por demás habituales.
Luego de tan efusiva apretada, nos separamos, él se acostó, sintonizó música acorde al momento, mientras que yo, de pie frente a la cama, empezaba a moverme al ritmo que él había elegido. Eso le encantaba, que le bailara, que hiciera un strip tease solo para sus ojos.
Dejándome llevar por la música, yo me movía en forma suave y acompasada, contoneando sensualmente mis caderas, quitándome prenda por prenda, las cuáles se las arrojaba, de manera que él, muy especialmente, agarraba el corpiño o la tanguita, o los dos a la vez y se los frotaba por la cara, extasiándose con mi aroma impregnado en cada una de mis prendas íntimas.
A todo esto él ya estaba desnudo, meneándose la pija mientras disfrutaba del sensual espectáculo que le brindaba. ¿Qué sobrina es capaz de hacer algo así por su tío? Creo que ninguna. Yo lo hacía con gusto. Me gustaba ver sus ojos inyectados en lujuria observándome, sin perderse detalle alguno de mi silueta, calentándose cada vez más, poniéndose más duro y erecto a cada instante. Quedándome ya desnuda, tal como Dios me trajo al mundo, aunque un poco más crecidita… jajaja, me subo a la cama, y me acercó gateando a él, todavía no lo tocó, apenas comienzo a rozarlo con la puntita de la lengua, empiezo por uno de sus muslos y voy subiendo, despacio, sin prisas, tomándome mi tiempo, a medida que me voy acercando al convulsionado punto central de su cuerpo, el olor, “ese” olor va aumentando. Me encanta, me seduce, me excita, me descontrola. Así, siempre con la lengua, llego hasta sus bolas, calientes, peludas, llenas, rebosantes, entumecidas, les pego una buena lamida, me las como de a una, las dos a la vez, se las vuelvo a lamer, se las impregnó con mi saliva para seguir subiendo, ahora por la columna principal, por ese tronco nervudo que tantas satisfacciones ha sabido darme. La pija se le estremece al sentir mi lengua, y yo me estremezco también al sentir ese calor y esa dureza que tanto sabe incitarme. Ya nada más importa. Solo él y yo. Nosotros. Tío y sobrina. Hombre y mujer. Amantes. Sintiendo la sangre hervir en mis venas, se la empiezo a chupar, y mientras me la devoro una y otra vez, me acomodó encima suyo, colocando mi conchita justo al alcance de sus labios, y así, formando un excitante y jugoso 69, nos chupamos mutuamente, saboreando cada cuál la intimidad del otro, yo con toda su verga atravesada en mi garganta, él mordiéndome los labios, los de abajo, los que se abren como una flor en primavera, y aplicando la punta de su lengua en el sitio exacto, ahí en donde las sensaciones más intensas se arremolinan para estallar y extenderse por todo mi cuerpo en oleadas por demás vertiginosas. En esos momentos regreso a mis días de adolescente, cuándo el deporte favorito de mi tío era chuparle la concha a su sobrina. ¡Y que chupadas que me hacía! Era, es, todo un experto. Maneja la lengua con un virtuosismo incomparable. Como un verdadero maestro del sexo oral.
Luego de esa mamada mutua, salgo de mi posición y me voy acomodando en la forma adecuada, siempre encima de él, aunque ahora sobre su encantadora verga, metiéndomela por mí misma ahí en donde resulta ser tan bienvenida, primero me encajó la punta entre los labios, sintiéndola latir, palpitar, estremecerse, dejándome empapar con su humedad, y de a poco me voy sentando, metiéndome todo el resto, albergándola en mi interior, guardándomela para mí, llevándomela a mi más cálido e íntimo refugio. A mi refugio de amor.
Amo a mi tío, lo amo con toda mi alma, y por eso mismo cada vez que estamos juntos no solo cogemos, sino que hacemos el amor. Nos entregamos por completo el uno al otro, sin mezquinarnos nada.
Entonces, bien abrochada a él, empiezo a subir y bajar, despacio primero, sintiendo cada centímetro, cada trozo de esa adorada verga que tanto me satisface, me la clavo hasta lo más profundo, una y otra vez, aumentando de a poco el ritmo, llenándome con su carne, gimiendo, jadeando, suspirando, sacudiendo las tetas al ritmo de mi enfervorizada cabalgata.
Luego me recuesto sobre él, apoyando mi espalda contra su pecho, me agrada sentir su calidez, la suavidad de su piel, el fuego de su lujuria. Muevo la pelvis alrededor de su verga, para sentirla mucho más adentro todavía, para sentir su dureza, restregándome plácidamente, dejándome cautivar por esas fascinantes sensaciones que me llevan hacia la cima del Paraíso. Al Cielo, hacia las estrellas. Y ahí, en pleno éxtasis, siento los chorros de esperma disolviéndose en mi interior, rebalsándome con su cálida efusividad.
Siempre acabamos al mismo tiempo, en forma simultánea, compartiendo las mismas sensaciones, los mismos sentimientos. Resulta algo por demás estimulante sentir esos efluvios de placer precipitándose en mi interior, regándome las entrañas con su pródiga efusividad.
Entre plácidos suspiros me quedo ahí bien abrochada, con los ojos cerrados, dejando que hasta la última gota de esperma encuentre el sendero hacia mis intimidades más profundas. Luego vienen los besos, el apropiado epílogo de tan pasional encuentro, pero todavía hay más, cuándo estamos juntos mi tío es capaz de echarse un polvo tras otro sin tomarse ni siquiera un respiro. Por eso mismo en plena eyaculación su verga sigue bien tensa y endurecida, así que tirándome de costado sobre la cama y sin sacármela ni por un instante empieza a cogerme con su propio ritmo, metiéndomela hasta los pelos, enterrándomela bien adentro, rebalsándome con su entumecida carne, golpeando por sobre su propio derrame, salpicando leche por doquier, dándome otro polvo en cuestión de segundos, llevándome de nuevo y a lomo de su pija a la cima de la gloria y el placer. Mi culito tampoco se salva de sentir los bombazos que tan bien sabe aplicarme. Me culea como si quisiera sacármela por el otro lado, eso me encanta, me trastorna, me hace gritar y arañar las sábanas, hasta que vuelve a explotar dentro de mí, llenándome esta vez todo el conducto trasero, ahogándome con esa efusividad que me resulta tan necesaria… tan indispensable.
Luego nos bañamos y salimos juntos del telo.
-Saludos para la tía- le digo al despedirnos.
-También para M.- me dice refiriéndose a mi marido –Decile a ver cuándo nos encontramos para ir a la cancha-
Y así cada cuál se va a su casa. Satisfechos, complacidos, y sin culpa. ¿Sin culpa?
Dejé pasar el colectivo y le contesté: “Con muchas ganas de pija”.
No hacía falta agregar más. De ahí me tomé un taxi y fui directo al mismo bar de siempre, en donde solíamos encontrarnos cuándo nuestro romance todavía estaba a pleno. Cuándo llegué él ya estaba esperándome. Nos saludamos con un tibio beso en los labios, y aunque fue apenas un roce, algo leve, me estremecí toda al sentirlo, como en aquellos días de mi adolescencia cada vez que me tocaba.
Compartimos una cerveza y de ahí nos fuimos al telo que está a la vuelta, fiel testigo durante tantos años de nuestros furtivos encuentros. Resulta gracioso pensar que mientras caminábamos hacia nuestro santuario de amor incestuoso, nos íbamos contando cosas de la familia, que como estaba la tía Edith, que tal estaba mi marido, cosas de los abuelos, de los primos, cualquiera que nos escuchara daría por sentado que éramos dos parientes que se habían encontrado de casualidad por la calle y se estaban poniendo al tanto de las novedades familiares. Pero éramos algo más… mucho más.
Entramos al telo, pasamos a la habitación y ya puertas adentro, nos lanzamos el uno a los brazos del otro, nos besamos, nos tocamos, nos chupamos las lenguas, nos frotábamos, ansiosos por sentir el calor de nuestros cuerpos.
-¡Cada vez te pones más fuerte!- me decía, agarrándome de las nalgas, apretándomelas, pellizcándome, haciéndome sentir esos agradables estremecimientos que estando en su compañía ya eran por demás habituales.
Luego de tan efusiva apretada, nos separamos, él se acostó, sintonizó música acorde al momento, mientras que yo, de pie frente a la cama, empezaba a moverme al ritmo que él había elegido. Eso le encantaba, que le bailara, que hiciera un strip tease solo para sus ojos.
Dejándome llevar por la música, yo me movía en forma suave y acompasada, contoneando sensualmente mis caderas, quitándome prenda por prenda, las cuáles se las arrojaba, de manera que él, muy especialmente, agarraba el corpiño o la tanguita, o los dos a la vez y se los frotaba por la cara, extasiándose con mi aroma impregnado en cada una de mis prendas íntimas.
A todo esto él ya estaba desnudo, meneándose la pija mientras disfrutaba del sensual espectáculo que le brindaba. ¿Qué sobrina es capaz de hacer algo así por su tío? Creo que ninguna. Yo lo hacía con gusto. Me gustaba ver sus ojos inyectados en lujuria observándome, sin perderse detalle alguno de mi silueta, calentándose cada vez más, poniéndose más duro y erecto a cada instante. Quedándome ya desnuda, tal como Dios me trajo al mundo, aunque un poco más crecidita… jajaja, me subo a la cama, y me acercó gateando a él, todavía no lo tocó, apenas comienzo a rozarlo con la puntita de la lengua, empiezo por uno de sus muslos y voy subiendo, despacio, sin prisas, tomándome mi tiempo, a medida que me voy acercando al convulsionado punto central de su cuerpo, el olor, “ese” olor va aumentando. Me encanta, me seduce, me excita, me descontrola. Así, siempre con la lengua, llego hasta sus bolas, calientes, peludas, llenas, rebosantes, entumecidas, les pego una buena lamida, me las como de a una, las dos a la vez, se las vuelvo a lamer, se las impregnó con mi saliva para seguir subiendo, ahora por la columna principal, por ese tronco nervudo que tantas satisfacciones ha sabido darme. La pija se le estremece al sentir mi lengua, y yo me estremezco también al sentir ese calor y esa dureza que tanto sabe incitarme. Ya nada más importa. Solo él y yo. Nosotros. Tío y sobrina. Hombre y mujer. Amantes. Sintiendo la sangre hervir en mis venas, se la empiezo a chupar, y mientras me la devoro una y otra vez, me acomodó encima suyo, colocando mi conchita justo al alcance de sus labios, y así, formando un excitante y jugoso 69, nos chupamos mutuamente, saboreando cada cuál la intimidad del otro, yo con toda su verga atravesada en mi garganta, él mordiéndome los labios, los de abajo, los que se abren como una flor en primavera, y aplicando la punta de su lengua en el sitio exacto, ahí en donde las sensaciones más intensas se arremolinan para estallar y extenderse por todo mi cuerpo en oleadas por demás vertiginosas. En esos momentos regreso a mis días de adolescente, cuándo el deporte favorito de mi tío era chuparle la concha a su sobrina. ¡Y que chupadas que me hacía! Era, es, todo un experto. Maneja la lengua con un virtuosismo incomparable. Como un verdadero maestro del sexo oral.
Luego de esa mamada mutua, salgo de mi posición y me voy acomodando en la forma adecuada, siempre encima de él, aunque ahora sobre su encantadora verga, metiéndomela por mí misma ahí en donde resulta ser tan bienvenida, primero me encajó la punta entre los labios, sintiéndola latir, palpitar, estremecerse, dejándome empapar con su humedad, y de a poco me voy sentando, metiéndome todo el resto, albergándola en mi interior, guardándomela para mí, llevándomela a mi más cálido e íntimo refugio. A mi refugio de amor.
Amo a mi tío, lo amo con toda mi alma, y por eso mismo cada vez que estamos juntos no solo cogemos, sino que hacemos el amor. Nos entregamos por completo el uno al otro, sin mezquinarnos nada.
Entonces, bien abrochada a él, empiezo a subir y bajar, despacio primero, sintiendo cada centímetro, cada trozo de esa adorada verga que tanto me satisface, me la clavo hasta lo más profundo, una y otra vez, aumentando de a poco el ritmo, llenándome con su carne, gimiendo, jadeando, suspirando, sacudiendo las tetas al ritmo de mi enfervorizada cabalgata.
Luego me recuesto sobre él, apoyando mi espalda contra su pecho, me agrada sentir su calidez, la suavidad de su piel, el fuego de su lujuria. Muevo la pelvis alrededor de su verga, para sentirla mucho más adentro todavía, para sentir su dureza, restregándome plácidamente, dejándome cautivar por esas fascinantes sensaciones que me llevan hacia la cima del Paraíso. Al Cielo, hacia las estrellas. Y ahí, en pleno éxtasis, siento los chorros de esperma disolviéndose en mi interior, rebalsándome con su cálida efusividad.
Siempre acabamos al mismo tiempo, en forma simultánea, compartiendo las mismas sensaciones, los mismos sentimientos. Resulta algo por demás estimulante sentir esos efluvios de placer precipitándose en mi interior, regándome las entrañas con su pródiga efusividad.
Entre plácidos suspiros me quedo ahí bien abrochada, con los ojos cerrados, dejando que hasta la última gota de esperma encuentre el sendero hacia mis intimidades más profundas. Luego vienen los besos, el apropiado epílogo de tan pasional encuentro, pero todavía hay más, cuándo estamos juntos mi tío es capaz de echarse un polvo tras otro sin tomarse ni siquiera un respiro. Por eso mismo en plena eyaculación su verga sigue bien tensa y endurecida, así que tirándome de costado sobre la cama y sin sacármela ni por un instante empieza a cogerme con su propio ritmo, metiéndomela hasta los pelos, enterrándomela bien adentro, rebalsándome con su entumecida carne, golpeando por sobre su propio derrame, salpicando leche por doquier, dándome otro polvo en cuestión de segundos, llevándome de nuevo y a lomo de su pija a la cima de la gloria y el placer. Mi culito tampoco se salva de sentir los bombazos que tan bien sabe aplicarme. Me culea como si quisiera sacármela por el otro lado, eso me encanta, me trastorna, me hace gritar y arañar las sábanas, hasta que vuelve a explotar dentro de mí, llenándome esta vez todo el conducto trasero, ahogándome con esa efusividad que me resulta tan necesaria… tan indispensable.
Luego nos bañamos y salimos juntos del telo.
-Saludos para la tía- le digo al despedirnos.
-También para M.- me dice refiriéndose a mi marido –Decile a ver cuándo nos encontramos para ir a la cancha-
Y así cada cuál se va a su casa. Satisfechos, complacidos, y sin culpa. ¿Sin culpa?
17 comentarios - Haciendo el amor...
que barbaridad de relato marita...sin lugar a duda amas a tu tío ,yo que disfrute ya varios de tus relatos(ni bien tenga tiempo me los leo todos 😉 )note la diferencia,el amor que hay en este relato..
que perfecta descripción del acto una delicia de verdad..
siempre que te leo quedo excitadisima mari sos una genia del placer...
besos y mañana vengo con puntos merecidisimos 🤤 🤤 🤤
un beso y felicitaciones....
me encantó, imposible citar o extractar algunas frases, es un todo, perfecto y sublime.
mis 10 y mi recomendación y mi admiración por vos, como siempre ❤️
Impresionante relato como todos los tuyos.
besos húmedos
Mis +10 para vos.
"Mi culito tampoco se salva de sentir los bombazos que tan bien sabe aplicarme. Me culea como si quisiera sacármela por el otro lado, eso me encanta, me trastorna, me hace gritar y arañar las sábanas, hasta que vuelve a explotar dentro de mí, llenándome esta vez todo el conducto trasero, ahogándome con esa efusividad que me resulta tan necesaria… tan indispensable."[/i]
Como me encanta la forma como describes ese delicioso 69, y esa hermosa enculada que te dá tu amoroso pariente amiga!! +10