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Pero...

La relación con Irene esta en su punto de ebullición, pero… siempre hay un pero, ¿vieron? La paso bien con ella y aunque se esfuerza en complacerme hay algo que me falta, un vacío que por más empeño que pone no puede llenar:
¿Adivinaron?... me falta una pija, obvio.
Nuestras relaciones son hermosas, placenteras, deliciosas, en verdad las disfruto y hasta tengo varios orgasmos, pero no es nada comparado con lo que un hombre puede brindarme. Esa dureza, esa turgencia, ese nivel de testosterona no se reemplaza con nada, y yo me doy cuenta de ello, lo siento en mi interior, el que en tales situaciones me reclama el llenado que mi apasionada amiga no puede dispensarme.
Lo hablamos un par de veces, ya que por las tardes, cuándo salimos de la compañía, me lleva hasta casa en su auto. En ocasiones nos metemos en uno de esos garajes subterráneos, estacionamos bien al fondo del mismo, y ahí, lejos de todo y de todos, nos besamos por un largo rato, hasta que se nos enrojecen los labios. Me gusta jugar con su lengua, sentirla resbalando entre mis labios, enredándose con la mía, explorar toda mi boca, su aliento mezclándose con el mío, son sensaciones por demás estremecedoras, pero cuándo me dirijo a su entrepierna me doy cuenta que se trataba tan solo de una mera ilusión. No encuentro aquello que busco, aquello que me es tan necesario, tan indispensable. Debía limitarme entonces a tocarle las tetas, y admito que me gustan sus tetas, redondas y bien provistas, con esos pezones puntiagudos que revelan un largo historial de chupadas y tironeos, pero no me alcanza.
No soy lesbiana, eso resulta más que obvio, pero aún así me agrada estar con Irene, me gusta hacer el amor con ella, me gusta ella, su cuerpo, la pasión que le pone al sexo. Me gusta el sabor de sus labios, de su lengua, de su intimidad, pero como ya dije antes, siempre hay un pero. Se lo dije, y se quedo pensando.
-Te entiendo- repuso tras un instante.
Le propuse incluir a una tercera persona en nuestros encuentros, a un hombre para ser más específica, pero no le gustaba mi idea, hacia tiempo ya que se había juramentado excluir por completo de su vida al sexo opuesto, y eso incluía, por supuesto, la cama.
-Pero me cogería a mí, no a vos- le hice notar.
-Si, pero me destrozaría el corazón ver que un hombre te hace lo que me gustaría hacerte a mí- expresaba.
Finalmente me dijo que lo pensaría, que por mí sería capaz de hacer cualquier cosa. Quedamos en eso, sin volver a tocar otra vez el tema. Tampoco quería insistirle demasiado, ya que si no quería igual aceptaría acostarme con ella, solas las dos, y jugar con nuestras lenguas, con nuestros dedos, y sobre todo, besarnos por horas. Últimamente tenía la costumbre de llamarme a su oficina con alguna excusa.
-Mariela, tengo que hablar con vos sobre este presupuesto que pasaste- me decía frente a las demás -¿Podes venir a mi oficina?-
Por supuesto iba, ella cerraba la puerta y ya lejos de miradas indiscretas se me abalanzaba encima y me besaba. Yo la correspondía con la misma efusividad, ya que me gustaban esos asaltos imprevistos, síntomas más que evidentes de la pasión que sentía por mí. Nos tocábamos un poquito y luego salía de la oficina como si nada.
-Buen trabajo Mariela, te felicito- me decía en voz alta, para que escucharán todas.
Algunas de mis compañeras se sorprendían por el cambio que había mostrado Irene en este último tiempo.
-Se dio cuenta que estaba equivocada- contestaba yo sin darle más importancia al asunto.
Por supuesto que ante las demás fingíamos como si nada pasara entre nosotras, pero cuándo estábamos a solas nos matábamos, sin importar de mi parte que no tuviera aquello que me hacía tanta falta.
-Te tengo una sorpresa- me dijo una tarde, en la oficina, así, como al pasar.
Me quede intrigada, ansiosa por salir cuánto antes. Como siempre a la salida nos encontramos en la esquina. Subí a su auto y fuimos para su casa.
-¿Y cuál es esa sorpresa?- le pregunte entonces, ansiosa por saberlo.
-Ya te vas a enterar- me dijo, sin dar el brazo a torcer.
Llegamos a su casa y ni bien cerramos la puerta, quedando las dos solas adentro, aisladas del mundo, empezamos a besarnos con esa pasión que ya era nuestro sello personal. Sin dejar de saborear nuestras bocas nos fuimos sacando las ropas y ya desnudas nos arrojamos en el sillón, apretando sin frenos, sin límites.
-Quiero mi sorpresa- le dije en medio de un apasionado chupón.
-Ya la vas a tener- me dijo, volviéndome a besar en esa forma que tanto me enloquecía.
Nos quedamos un buen rato en el sofá, haciendo el amor, disfrutando de nuestros cuerpos, sin guardarnos nada, hasta que se levanta y me dice que cierre los ojos, que me va a dar mi sorpresa. Los cierro y me siento a esperar. Escucho que se va y al rato vuelve.
-Ahora podes abrirlos, espero que te guste- me dijo.
Los abrí y… ¡Oh sorpresa! Ante mí se alzaba una espléndida verga en su máximo punto de erección, pero… siempre hay un pero, creo que ya lo dije antes, ¿no?
No era de verdad.
Irene se había puesto en la cintura un arnés que tenía adherido un pene de un material que imitaba casi a la perfección la piel y la textura de uno de verdad, con glande, venas y testículos. Y digo casi porque no era lo mismo, sin embargo resultaba una opción interesante para jugar al menos un rato. Me reí al encontrarme con semejante juguete y agarrándolo con una mano, tal como haría de tener uno a mi disposición, me lo metí en la boca y empecé a chuparlo. Por supuesto que no tenía el sabor de uno verdadero, por lo que no le dedique demasiado tiempo a la mamada. Entonces me levanté y me puse en cuatro. Irene se inclinó ante mí, me chupó un poco la concha, me la humedeció bien aunque ya la tenía bastante mojada, y luego se puso a jugar con aquella imitación de glande en la entrada de mi concha. Si bien no era lo mismo que sentir una de verdad gemí como si lo fuera, más todavía cuándo empezó a penetrarme, guardando dentro de mí aquella pija de plástico con la cuál pensaba saciar mis ansias de hombre.
Me la metió y empezó a moverse, más fuerte cada vez, haciéndome olvidar por un momento que era una mujer la que me estaba cogiendo y no un hombre, sin embargo la diferencia era notoria. Así y todo me dispuse a disfrutar, a gozar como fuera posible de aquel momento. Irene me aferraba de la cintura y me embestía con vehemencia, con furor, haciendo que me humedeciera cada vez más. Yo me tocaba a mí misma las tetas, me las apretaba, me retorcía los pezones, compensando lo que me haría cualquier tipo al penetrarme. Irene me seguía dando con todo su entusiasmo, yo suponía que por su parte seguramente preferiría estar chupándome la concha y jugando con sus dedos adentro, que estar metiéndome ese juguete de plástico. Pero estaba decidida a complacerme, en plenitud.
-¡Dame por el culo!- le pedí entonces, tal como le pediría a cualquier hombre en tal situación.
Entonces me la sacó de la concha, me metió un dedito en la cola, para dilatármelo un poco, pero al ver que no tenía que trabajar demasiado, me la mandó por ahí, me ensartó de un solo empujón todo ese pijazo de plástico arrancándome un extático suspiro de placer. Se quedó un rato ahí, revolviéndome los intestinos por dentro, tras lo cuál empezó a moverse, dentro y fuera, a la vez que deslizaba su mano por entre mis piernas y me tocaba la concha, más precisamente el clítoris. Se movía con una habilidad deliciosa, ni muy fuerte ni muy despacio, disfrutando cada movimiento, algunos hombres cuándo me la meten por el culo me dan con todo, como si buscaran reventarme, como queriendo alcanzar lugares en donde no estuvo nadie más, quieren ser los primeros, los únicos, los machos de la parada, y en este caso la parada viene a ser mi culito. Ella no, se movía con dulzura, como si en realidad estuviera haciendo turismo por toda esa zona. Le tuve que pedir, claro, que se apurara un poquito, que me diera un poco más fuerte, no quería sentir que estaba siendo sodomizada por una mujer, sino que un hombre auténtico y real me estaba rompiendo bien el ojete. En esa posición, en cuatro, bien abierta y dispuesta, tuve otro orgasmo, lo que se dice un orgasmo anal, estallé en gemidos y suspiros, apretando aún más las paredes de mi cola para no dejar escapar aquel macizo juguete de plástico que, más allá de su eficiente labor, no se llegaba ni siquiera a comparar con lo que es capaz de hacer un hombre en esa parte de mi cuerpo.
Luego me senté sobre ella, cabalgándola, de frente, metiéndomela ahora por adelante, y ahí, ya bien ensartada empecé a moverme ahora yo, arriba y abajo, pausadamente, deteniéndome cada tanto para enredar mis labios con los suyos y disfrutar de esa miel que tiene por saliva. Acompañándome en la montada, me decía que me amaba, que nunca había sentido por nadie, ni hombre ni mujer, lo que sentía por mí. Nos fundíamos por arriba y por abajo, con ganas de seguir así, encastrada la una en la otra y abrazadas, por un largo rato. Era increíble lo que sentía, si bien más de una vez había fantaseado con encamarme con una mujer, jamás pensé que llegaría a sentir tantas cosas intensas, tantas emociones, tantas sensaciones, por supuesto debo admitir que no se compara en lo absoluto con el polvo que se puede tener con un hombre, pero aún así resultaba algo fascinante, sobre todo eso de besar a alguien de tu mismo género. Ahora si entiendo porque a los hombres les atrae ver a dos mujeres mimándose entre ellas, la verdad es que resulta una imagen por demás sensual y cargada de morbo.
Aquel sería otro polvo más de los tantos que nos echábamos desde que me había confesado su amor aquella tarde en su oficina. Lo disfrute, como siempre, pero como bien dije al principio, había un pero…
El juguete de plástico que había comprado no había cambiado en lo absoluto mi opinión al respecto, aunque, claro, no se lo dije para no entristecerla, la pobre se había preocupado tanto y yo no quería desmoralizarla diciéndole que me sentía igual que antes. Lo único en que podía pensar cuándo salí de su departamento era en conseguir cuánto antes una verdadera pija que me ayudara a olvidar aunque solo fuera por un momento tal dilema. Y como ya deben saber, en estas situaciones siempre consigo lo que busco.

14 comentarios - Pero...

Fachelo
Sos muy puta...pero....(jaja...siempre el pero!!)
KaluraCD
Ay Marita, sos tan genia contando que me enloquecés.
Además me traes tantos recuerdos con esto que te pasa, yo sufrí lo mismo con mi primera esposa, estaba todo bien,
pero... me faltaba una pija real y todo un macho atrás de esa pija. 🤤
No tengo puntos ahora pero volveré a darte tu merecido 🙂
Pero...
drsexrg
como me gustan tus relatos marita....
van mis 10 puntines de hoy
magno007
me encantan tus obras literarias......... mejor que ver reality kings on line......jajaja saluds
159753_tu
muy buenos tus relatos.. la verdad que espero con ansias el proximo relato jja
tu_potro_sex
Me las imaginè tal cual relatas y me puse al re palo
Morochoaltivo19
por un momento me imagine encontrandote a la salida de ahi con lo habrienta de pija que debias estar
obvio +10 para vos
badboy
una paja mas en tu nombre, crei q la sorpresa era un hombre... pero no, solo un juguete, tu sedienta (de pija) y yo con tanta agua......
mis 10 son tuyos.... eres una amor de mujer.... eres mi heroina ..... eres mi am0r platonico

felices fiestas.. yq ue tengas una noche buena... muy buenaaa
Epico
vos sos una putita que se merece pijas de verdad
+10
morochadel84
Buenísimo tu relato Marita!!! Esa mezcla de sensualidad, pasión, frustración y humor... Pobre de la próxima pija que agarres, cómo la vas a dejar!

Gracias por compartir!!

PD: el comentario de Kalu es un tema aparte!!! jaja.
gise_pet
Que excitante relato maestra!!! Quien pudiera tener una jefa así...
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fer_z
genia! +10
monica_lov
infidelidadperoooooooooooooo
que buen relato che me empalague con tres al hilo tuyos sos preciosa nena
me voy a dar una ducha con tus relatos y el calor no hay cuerpo que aguante volvere 😉
mu_a2
TREMENDO RELATO GRACIAS POR COMPARTIR 😉 😉 😉 😉
cuernos infidelidadmaritainfiel