No puedo negar que después de tantos años de matrimonio me sorprendió coando mi esposa me preguntó:
- Vos tenés alguna fantasía en particular?
- Cómo? - contesté
- Fantasía... sexual digo...
- No... bah, no sé... nunca pensé en éso
Y todo quedó allí... hasta unos meses más tarde.
Decidimos pasar unos días en el campo, ya que la familia de mi esposa tiene la casa de sus padres en un pequeño pueblo del interior. La casa esta deshabitada, salvo cuando algún familiar decide pasar algún tiempo allí por vacaciones o cualquier otro motivo. En esta oportunidad mi esposa había sido particularmente insistente en realizar el viaje y, luego de unas horas de auto estábamos llegando.
La casa es muy grande, algo vieja pero con todas las comodidades. Al frente esta todavía una pequeña clínica que manejaba su difunto padre médico. Ahora no la usa nadie pero todavía esta completamente equipada como la dejaron al cerrarla hace 14 años. Tiene una salita de espera, un consultorio muy completo y hasta un pequeño quirófano. Detrás se ubica la casa con varios dormitorios ahora deshabitados, y más atrás un gran jardín.
El día transcurrió sin sobresaltos hasta la tardecita, cuando tomábamos una cerveza bajo una pérgola.
- Te puedo confesar algo? - atacó Silvia (mi esposa)
- Seguro - contesté desprevenido
- Yo sí tengo una fantasía sexual - vomitó Silvia, retomando mágicamente la conversación de varios meses atrás.
- En serio?
- Sí. Y dame bola porque quiero hablar del tema con vos - dijo cambiando el tono por uno más serio.
- Sí... seguro... decime...
- Mirá... no sé por dónde empezar... pero hace años que tengo una fantasía que jamás pude concretar y ya no aguanto más
- Y por qué no me dijiste antes? Si simepre hablamos....
- Ya sé, pero qué sé yo... no son cosas fáciles de hablar...
- Dale... decime - le pedí, bastante intrigado.
- Mirá... viste que mi viejo era doctor y yo siempre viví rodeada de los pacientes y los veía entrar y salir de casa...
- Y??? - pregunté sin entender
- Desde los 14 años tengo la fantasía de ser la doctora de un hombre desnudo.
- Ah bueno!!! - dije, soreprendido.
- No me tomés en joda. Te lo digo en serio. Por éso te dije que viniéramos.
- Por qué?
- Pablo, no puedo más... quiero que seas mi paciente esta noche.
- Cómo?!
- Dale yo ya lo tengo todo pensado. Acá tenemos todo lo que necesitamos... y yo traje otras cosas para "jugar"...
- "Jugar"?! - empecé a preguntar iquieto.
- Sí. Jugamos a que soy tu doctora un rato y me saco las ganas. Dale?
- Mirá... - la verdad es que no sabía que contestar. - Si para vos es importante....
- Mucho Pablo.
- Bueno... qué sé yo... decime qué querés que haga.
- Te amo - me dijo y me besó. - Lo único que te voy a pedir es una cosa.
- Algo más? - pensé que ya nada me podía sorprender.
- Una vez que empezamos tenés que hacer todo lo que te diga hasta que terminemos. Sí?
- Sí, seguro - contesté sin imaginarme lo que iba a pasar.
- Ahora andá a la sala de espera y empezamos, sí? - preguntó entusiasmada como nunca la había visto.
Me fui a la sala de espera y me senté a ver qué era lo que resultaba tan importante para Silvia. La verdad es que esperé bastante, ya estaba por volverme a preguntarle qué pasaba cuando la puerta del consultorio se abrió y asomó la Dra. Silvia. La verdad es que se había preparado para vivir su fantasía. Estaba hermosa, pero muy "profesional", se había hecho una "cola de caballo" con su pelo castaño y estaba vestida con un guardapolvo blanco prolijamente desabotonado que dejaba ver un ajustado ambo verde que le marcaba su bella figura delgada. La verda es que me impresionó. Realmente era como si viera a esta "doctora" por primera vez.
- Pablo Heredia - dijo como llamandome. Yo me levanté de mi silla visiblemente sorprendido y me adelanté al consultorio. Ella me dejó pasar y cerró la puerta.
- Yo soy la Dra. Fernández - dijo mientras me extendía la mano como presentándose. - Mucho gusto.
- Mucho gusto - contesté congelado por la impresión del realismo de la situación.
- Tome asiento, por favor - me dijo mientras se ubicaba en el escritorio y abría una carpeta con unos papeles que empezó a completar. Yo me senté.
- Dígame Pablo, cuántos años tiene?
- 36
- Es casado?
- Sí... justamente....
- Profesión?
- Contador
- Tiene alguna enfermedad crónica?
- ehhh, no...
- Es alérgico al algo en particular?
- No, no
- Toma alguna medicación?
- No, nada.
- Y dígame, qué lo trae por acá?
Con éso me sorprendió, yo no esperaba esto, la verdad era que yo tenía en mente algo más sexual y menos clínico pero se vé que Silvia quería tomarse las cosas en serio. Así que me tomé unos segundos y respondí:
- Bueno doctora, verá, estoy con un problemita de funcionalidad sexual - dije, como para llevar las cosas a mi terreno.
- Ahá, problemas de erección o eyeculación precoz?
- Eyaculación precoz - dije sin pensar.
- Bueno, se imaginará que lo voy a tener que revisar, asi que pase detrás del biombo y desnúdese.
Me paré y fuí como me dijo detrás del biombo donde me saqué la chomba, las zapatillas y los pantalones y salí.
Ella todavía tomaba notas en la carpeta. Cuando terminó levantó la vista y me dijo:
- Pablo obedézcame y desnúdese por completo.
Yo me saqué los calzoncillos sin decir palabra.
- Suba a la balanza.
Me pesó y me medió y anotó los datos.
- Siéntese en la camilla.
Ella acercó a la camilla una mesita alta con ruedas que tenía algunas cosas. De la mesita sacó unos guantes de latex y se los calzó. Y me empezó a revisar. Me abrió bien los párpados y me miró los ojos con una linternita.
- Abra bien la boca.
Primero me miró con la linterna, después buscó un baja lengua y me revisó la garganta, después me metió los dedos enguantados en la boca y me revisó las encías. Revisó mis ganglios en el cuello y mientras se sacaba los guantes me dijo:
- Acuéstese boca arriba.
Buscó un tensómemetro y un estetoscopio de la mesita y me tomó la pesión. Cuando terminó dejó el tensiometro en la mesita, se enroscó el estetoscopio en el cuello y registró los datos. Sacó un termómetro de la mesita y me dijo.
- Levante el brazo. - y lo puso bajo mi axila. Mientras pasaba el tiempo para que se registre mi temperatura ella fué a un gabinete y sacó una cajita metálica, volvió a la mesita y se calzó un nuevo par de guantes de latex mientras me miraba con una sonrisita. Abrió la cajita metálica y sacó otro termómetro, un poco más grande que el que tenía en la axila y lo dejó sobre un algodón, mojó otro algodón con un líquido blanco y espeso y lubricó el termómetro, cuando estuvo satisfecha, dijo:
- Bueno, ya debemos estar. - y me sacó el termómetro y tomó nota. - Ahora Pablo, quiero que se dé vuelta, boca abajo. - Yo lo hice y sentí como con las manos me separaba las piernas.
- Ehh, Silvia...
- Tranquilo Pablo. Yo sé lo que hago. - Me dijo con firmeza y me dió un "chirlo" en las nalgas desnudas. Yo me quedé helado y a partir de ése momento decidí obedecerla en todo. - Asi esta mejor.
Se dió vuelta a buscar una especie de pinza larga con la que tomó un trozo de algodón y lo mojó en el líquido blanco y espeso. Se volvió elevando la pinza con el algodón y me miró asustado y ordenó:
- Relájese - Y sentí como su mano separaba mis nalgas y algo muy frío me mojaba el ano. - No se asuste, sólo le tengo que tomar la temperatura rectal. - volvió a dejar la pinza con el algodón y ahora llevó el termómetro lubricado. - Ahora sí, bien quietito. - dijo mientras sentía como introducía el termómetro en mi ano.
Yo no me atrevía a moverme. Me quedé quieto mientras ella fue a una heladera y sacó un blister que acercó a la mesita y abrió.
- Es un supositorio con un relajante. - Anunció. - Vamos a aprovechar a ponéserlo ahora. - Sacó el termómetro y leyó el registro, lo dejó en la mesita y retiró el supositorio. Lo elevó para verlo bien (y creo que para que yo también lo viera) y se volvió a colocármelo. Sentí sus dedos enguantados acariciando mi ano y en seguida cómo entraba el supositorio y su dedo me penetraba para empujarlo profundo. No pude ahogar un grito.
- Shh... calladito. - Dijo ella, y retirando el dedo ordenó: - Dése vuelta.
Yo me dí vuelta acostado en la camilla, algo dolorido y la ví. Con su guardapolvo blaco y las manos todavía enguantadas alzadas sobre la cintura, estaba sonriente, evidentemente muy satisfecha de su trabajo. Se acercó a mi y empezó a acariciarme la cara.
- No tenga miedo. El supositorio seguramente ya esta haciendo efecto y va a tener una relajación total. Va a perder toda su fuerza y sólo va a hablar cuando yo le haga alguna pregunta. Comprendió?
De pronto entendí que no me podía mover y me asusté.
- Silvia yo....
Me tapó la boca con su mano enguantada.
- A partir de ahora te vas a dirigir a mi como "doctora", esta claro? Y vas a hablar sólo cuando te lo ordene.
Yo asentí con la cabeza.
(continuará)
- Vos tenés alguna fantasía en particular?
- Cómo? - contesté
- Fantasía... sexual digo...
- No... bah, no sé... nunca pensé en éso
Y todo quedó allí... hasta unos meses más tarde.
Decidimos pasar unos días en el campo, ya que la familia de mi esposa tiene la casa de sus padres en un pequeño pueblo del interior. La casa esta deshabitada, salvo cuando algún familiar decide pasar algún tiempo allí por vacaciones o cualquier otro motivo. En esta oportunidad mi esposa había sido particularmente insistente en realizar el viaje y, luego de unas horas de auto estábamos llegando.
La casa es muy grande, algo vieja pero con todas las comodidades. Al frente esta todavía una pequeña clínica que manejaba su difunto padre médico. Ahora no la usa nadie pero todavía esta completamente equipada como la dejaron al cerrarla hace 14 años. Tiene una salita de espera, un consultorio muy completo y hasta un pequeño quirófano. Detrás se ubica la casa con varios dormitorios ahora deshabitados, y más atrás un gran jardín.
El día transcurrió sin sobresaltos hasta la tardecita, cuando tomábamos una cerveza bajo una pérgola.
- Te puedo confesar algo? - atacó Silvia (mi esposa)
- Seguro - contesté desprevenido
- Yo sí tengo una fantasía sexual - vomitó Silvia, retomando mágicamente la conversación de varios meses atrás.
- En serio?
- Sí. Y dame bola porque quiero hablar del tema con vos - dijo cambiando el tono por uno más serio.
- Sí... seguro... decime...
- Mirá... no sé por dónde empezar... pero hace años que tengo una fantasía que jamás pude concretar y ya no aguanto más
- Y por qué no me dijiste antes? Si simepre hablamos....
- Ya sé, pero qué sé yo... no son cosas fáciles de hablar...
- Dale... decime - le pedí, bastante intrigado.
- Mirá... viste que mi viejo era doctor y yo siempre viví rodeada de los pacientes y los veía entrar y salir de casa...
- Y??? - pregunté sin entender
- Desde los 14 años tengo la fantasía de ser la doctora de un hombre desnudo.
- Ah bueno!!! - dije, soreprendido.
- No me tomés en joda. Te lo digo en serio. Por éso te dije que viniéramos.
- Por qué?
- Pablo, no puedo más... quiero que seas mi paciente esta noche.
- Cómo?!
- Dale yo ya lo tengo todo pensado. Acá tenemos todo lo que necesitamos... y yo traje otras cosas para "jugar"...
- "Jugar"?! - empecé a preguntar iquieto.
- Sí. Jugamos a que soy tu doctora un rato y me saco las ganas. Dale?
- Mirá... - la verdad es que no sabía que contestar. - Si para vos es importante....
- Mucho Pablo.
- Bueno... qué sé yo... decime qué querés que haga.
- Te amo - me dijo y me besó. - Lo único que te voy a pedir es una cosa.
- Algo más? - pensé que ya nada me podía sorprender.
- Una vez que empezamos tenés que hacer todo lo que te diga hasta que terminemos. Sí?
- Sí, seguro - contesté sin imaginarme lo que iba a pasar.
- Ahora andá a la sala de espera y empezamos, sí? - preguntó entusiasmada como nunca la había visto.
Me fui a la sala de espera y me senté a ver qué era lo que resultaba tan importante para Silvia. La verdad es que esperé bastante, ya estaba por volverme a preguntarle qué pasaba cuando la puerta del consultorio se abrió y asomó la Dra. Silvia. La verdad es que se había preparado para vivir su fantasía. Estaba hermosa, pero muy "profesional", se había hecho una "cola de caballo" con su pelo castaño y estaba vestida con un guardapolvo blanco prolijamente desabotonado que dejaba ver un ajustado ambo verde que le marcaba su bella figura delgada. La verda es que me impresionó. Realmente era como si viera a esta "doctora" por primera vez.
- Pablo Heredia - dijo como llamandome. Yo me levanté de mi silla visiblemente sorprendido y me adelanté al consultorio. Ella me dejó pasar y cerró la puerta.
- Yo soy la Dra. Fernández - dijo mientras me extendía la mano como presentándose. - Mucho gusto.
- Mucho gusto - contesté congelado por la impresión del realismo de la situación.
- Tome asiento, por favor - me dijo mientras se ubicaba en el escritorio y abría una carpeta con unos papeles que empezó a completar. Yo me senté.
- Dígame Pablo, cuántos años tiene?
- 36
- Es casado?
- Sí... justamente....
- Profesión?
- Contador
- Tiene alguna enfermedad crónica?
- ehhh, no...
- Es alérgico al algo en particular?
- No, no
- Toma alguna medicación?
- No, nada.
- Y dígame, qué lo trae por acá?
Con éso me sorprendió, yo no esperaba esto, la verdad era que yo tenía en mente algo más sexual y menos clínico pero se vé que Silvia quería tomarse las cosas en serio. Así que me tomé unos segundos y respondí:
- Bueno doctora, verá, estoy con un problemita de funcionalidad sexual - dije, como para llevar las cosas a mi terreno.
- Ahá, problemas de erección o eyeculación precoz?
- Eyaculación precoz - dije sin pensar.
- Bueno, se imaginará que lo voy a tener que revisar, asi que pase detrás del biombo y desnúdese.
Me paré y fuí como me dijo detrás del biombo donde me saqué la chomba, las zapatillas y los pantalones y salí.
Ella todavía tomaba notas en la carpeta. Cuando terminó levantó la vista y me dijo:
- Pablo obedézcame y desnúdese por completo.
Yo me saqué los calzoncillos sin decir palabra.
- Suba a la balanza.
Me pesó y me medió y anotó los datos.
- Siéntese en la camilla.
Ella acercó a la camilla una mesita alta con ruedas que tenía algunas cosas. De la mesita sacó unos guantes de latex y se los calzó. Y me empezó a revisar. Me abrió bien los párpados y me miró los ojos con una linternita.
- Abra bien la boca.
Primero me miró con la linterna, después buscó un baja lengua y me revisó la garganta, después me metió los dedos enguantados en la boca y me revisó las encías. Revisó mis ganglios en el cuello y mientras se sacaba los guantes me dijo:
- Acuéstese boca arriba.
Buscó un tensómemetro y un estetoscopio de la mesita y me tomó la pesión. Cuando terminó dejó el tensiometro en la mesita, se enroscó el estetoscopio en el cuello y registró los datos. Sacó un termómetro de la mesita y me dijo.
- Levante el brazo. - y lo puso bajo mi axila. Mientras pasaba el tiempo para que se registre mi temperatura ella fué a un gabinete y sacó una cajita metálica, volvió a la mesita y se calzó un nuevo par de guantes de latex mientras me miraba con una sonrisita. Abrió la cajita metálica y sacó otro termómetro, un poco más grande que el que tenía en la axila y lo dejó sobre un algodón, mojó otro algodón con un líquido blanco y espeso y lubricó el termómetro, cuando estuvo satisfecha, dijo:
- Bueno, ya debemos estar. - y me sacó el termómetro y tomó nota. - Ahora Pablo, quiero que se dé vuelta, boca abajo. - Yo lo hice y sentí como con las manos me separaba las piernas.
- Ehh, Silvia...
- Tranquilo Pablo. Yo sé lo que hago. - Me dijo con firmeza y me dió un "chirlo" en las nalgas desnudas. Yo me quedé helado y a partir de ése momento decidí obedecerla en todo. - Asi esta mejor.
Se dió vuelta a buscar una especie de pinza larga con la que tomó un trozo de algodón y lo mojó en el líquido blanco y espeso. Se volvió elevando la pinza con el algodón y me miró asustado y ordenó:
- Relájese - Y sentí como su mano separaba mis nalgas y algo muy frío me mojaba el ano. - No se asuste, sólo le tengo que tomar la temperatura rectal. - volvió a dejar la pinza con el algodón y ahora llevó el termómetro lubricado. - Ahora sí, bien quietito. - dijo mientras sentía como introducía el termómetro en mi ano.
Yo no me atrevía a moverme. Me quedé quieto mientras ella fue a una heladera y sacó un blister que acercó a la mesita y abrió.
- Es un supositorio con un relajante. - Anunció. - Vamos a aprovechar a ponéserlo ahora. - Sacó el termómetro y leyó el registro, lo dejó en la mesita y retiró el supositorio. Lo elevó para verlo bien (y creo que para que yo también lo viera) y se volvió a colocármelo. Sentí sus dedos enguantados acariciando mi ano y en seguida cómo entraba el supositorio y su dedo me penetraba para empujarlo profundo. No pude ahogar un grito.
- Shh... calladito. - Dijo ella, y retirando el dedo ordenó: - Dése vuelta.
Yo me dí vuelta acostado en la camilla, algo dolorido y la ví. Con su guardapolvo blaco y las manos todavía enguantadas alzadas sobre la cintura, estaba sonriente, evidentemente muy satisfecha de su trabajo. Se acercó a mi y empezó a acariciarme la cara.
- No tenga miedo. El supositorio seguramente ya esta haciendo efecto y va a tener una relajación total. Va a perder toda su fuerza y sólo va a hablar cuando yo le haga alguna pregunta. Comprendió?
De pronto entendí que no me podía mover y me asusté.
- Silvia yo....
Me tapó la boca con su mano enguantada.
- A partir de ahora te vas a dirigir a mi como "doctora", esta claro? Y vas a hablar sólo cuando te lo ordene.
Yo asentí con la cabeza.
(continuará)
10 comentarios - La fantasía médica de mi esposa (primera parte)
pasate por mis pots y mi web ya tenemos games para nosotros
van puntos
Y SI ES FICTICIO....NO TE DEBERIAN DAR NADA DE PUNTOS...QUE ES ESTO DE CONTINUARA?? ME ESTAS TOMANDO EL PELO????? JAJAJAJA
voy al 2