Relato de una primera vez
Como para todos, siempre hay una primera vez; y para nosotros fue en el mismo día. Nos conocíamos de hacia un año y medio, ya habíamos tenido oportunidad de algunos tocamientos, como toda pareja de jóvenes universitarios. Yo era, sin embargo, su primer enamorado y ella mi primera chica. Habíamos comenzado una mañana, durante un festival deportivo en la facultad, donde ella había jugado fulbito femenino, y estaba tan cansada que "sería capaz de cualquier cosa", la lleve a un edificio antiguo donde había unas columnas en la entrada; nos colocamos detrás de una de ellas, ella llevaba un polo y un pantalón de buzo, debajo de este sólo llevaba calzón; así que como parte de los juegos que siempre teníamos le pregunte: "que calzón llevas?" y ella respondió "uno amarillo de algodón, caladito".
Yo ya se lo había visto antes así que me excitó el recordarlo, y comencé a meter mis manos debajo de su buzo tomando sus nalgas y acariciándolas suavemente por sobre su calzoncito. Comencé haciendo caricias circulares sobre sus dos nalgas y ella a respirar un poco más agitada; luego una de mis manos la metí debajo de su calzón y tomé su nalga con deseo. Ella comenzó a mover las caderas en pequeños círculos mientras mi mano apretaba y soltaba su culito. Ella, como mujer joven, era esbelta con un brassiere talla 34 B, y una cintura talla 88, no era muy caderona, pero tenía unas piernas deliciosas torneadas como las de una escultura renacentista; que logré que separara un poco para meter mi rodilla entre las de ella, de esa forma la atraje más a mi y comenzó a mecerse hacia adelante y atrás presionándose un poquito sobre mi muslo. En esa posición y con la complicidad de la soledad, lleve mi mano de atrás hacia adelante y pude sentir los vellos de su bajo vientre.
Bajé un poco la mano y sentí su clítoris, era la primera vez que llegaba tan cerca de su intimidad, ella tembló un momento asustada, pero podía sentir la excitación que la traicionaba con cada suspiro que daba al respirar. Suavemente metí la otra mano debajo de su calzón y la atraje a mí jalándola desde la nalga, presionándola un poco con mi rodilla y dejando abrirse un poco sus muslos, así podía frotar delicadamente su clítoris y sentirla humedecerse rápidamente.
Nos mantuvimos de esa forma un buen rato, hasta llegué hacerla gemir un poquito, guardando la compostura suficiente para no ser vistos. Descansamos un momento y la invite a mi casa para descansar un rato, vivía a unos 45 minutos de la facultad y podíamos ir en un solo bus, asi que me dijo iria a cambiarse y nos iríamos. Cuando regresó venia vestida con una falda de boca ancha y una blusa que transparentaba su brassiere de encaje, como me gustaban en ella; subimos al bus y nos sentamos casi al final; por la hora no había mucha gente en él; y motivado por la calentura de hacia un rato, busque meter mi mano desde sus rodillas, bajo la falda. Al principio trató de impedirlo pero como yo insistí; ella para que no se notara demasiado, mantuvo su falda estirada mientras yo acariciaba sus bellos muslos, suaves y deliciosos; hasta llegar a su calzoncito, que al tocarlo sentí que aún estaba húmedo.
Comencé a rozar su calzón, a la altura de sus clítoris, y con un poco de fuerza conseguí que abriera sus muslos, jugaba con su clítoris frotando apenas pero muy rápido, algo que a ella parecía volverla loca, porque al poco rato comenzó a agarrarse fuerte de mi brazo y a enterrar su cabeza en mi costado para apagar los gemiditos que estaba dando. Su calzoncito se mojó completamente y ella abrió más los muslos de forma que tuve toda su entre pierna al alcance de mis dedos. Comencé a frotar de arriba abajo y presionando un poquito cada vez que pasaba sobre su vagina. Ella comenzó a temblar sus piernas y de pronto las apretó con fuerza y me estrujó el brazo… estaba teniendo un orgasmo. A mí se me paró al palo al sentirla así, y quería que me cogiera con sus manos pero no pude convencerla. Llegamos a donde debíamos y bajamos del bus, avanzamos a mi casa (donde yo sabía no habría nadie hasta la tarde) y entramos.
Yo no quise esperar y la lleve a mi cuarto, comenzamos a besarnos y empecé a desvestirla, por fin la veía semi desnuda y podía acariciar todo su cuerpo a mis anchas. La eche sobre mi cama y empecé a manosear todo hasta quitarle el sostén, dejando sus pechos formaditos, turgentes, pequeños y delicados a mi deseo; sus pezones apenas se marcaban y con cada lamida que les daba se erectaban. Separó sus muslos y mis dedos hicieron a un lado la tela de su calzón dejándome ver y tocar sus labios mayores, separándolos para ver el huequito de su vagina por el cual salían sus fluidos con un excitante olor a mujer. Luego de masturbarla un rato y sentir como arqueaba su espalda, gemía y abría sus muslos con las rodillas flexionadas hasta lo más que podía, metí primero un dedo en su vagina, haciéndolo girar y apretándolo un poquito, con lo mojada que estaba no tuve dificultad para meter dos y meterlos y sacarlos haciendo que gimiera más. Me detuve, le quité el calzón y le pedí al oído: "mastúrbate", ella contestó que nunca lo había hecho asi que comencé a enseñarle a hacerlo. Ella siguió con diligencia mis instrucciones y al rato ya lo hacía con entusiasmo, las piernas bien abiertas y frotando con sus dedos el clítoris y con la otra mano metiendo un dedo en su vagina. Yo me deleitaba mirándola como ella gemía y cerraba los ojos, girando la cabeza de un lado al otro mientras su rostro se ponía colorado y abría la boca en un gemido que no podía parar. Apretó los ojos, se mordió los labios y de pronto pegó un grito a la vez que veía como le temblaban las piernas, como las apretaba con las manos metidas en su vulva cerrando los dedos sobre su húmeda intimidad.
Quedó rendida en la cama, y yo, aprovechando ese momento (ya que me había ido desnudando poco a poco) me coloqué entre sus muslos; ella de espaldas, metiendo mis manos bajo sus nalgas. para levantarla un poco; y en un momento encajárselo de golpe en esa conchita que de mojada había humedecido el edredón. Ella quiso detenerme, pero cansada como estaba no pudo, y además al sentirme dentro de ella comenzó a mover sus caderas hacia adelante y hacia atrás. Era alucinante, tenía una mujer debajo de mi, desnuda, caliente, dispuesta y bellísima… qué más podía pedir… se la metí hasta el fondo y ella se abrazó a mi con fuerza, gimió, me clavó las uñas en la espalda y se movía frenéticamente. No demoramos mucho y abrazados fuertemente llegamos juntos.
Como para todos, siempre hay una primera vez; y para nosotros fue en el mismo día. Nos conocíamos de hacia un año y medio, ya habíamos tenido oportunidad de algunos tocamientos, como toda pareja de jóvenes universitarios. Yo era, sin embargo, su primer enamorado y ella mi primera chica. Habíamos comenzado una mañana, durante un festival deportivo en la facultad, donde ella había jugado fulbito femenino, y estaba tan cansada que "sería capaz de cualquier cosa", la lleve a un edificio antiguo donde había unas columnas en la entrada; nos colocamos detrás de una de ellas, ella llevaba un polo y un pantalón de buzo, debajo de este sólo llevaba calzón; así que como parte de los juegos que siempre teníamos le pregunte: "que calzón llevas?" y ella respondió "uno amarillo de algodón, caladito".
Yo ya se lo había visto antes así que me excitó el recordarlo, y comencé a meter mis manos debajo de su buzo tomando sus nalgas y acariciándolas suavemente por sobre su calzoncito. Comencé haciendo caricias circulares sobre sus dos nalgas y ella a respirar un poco más agitada; luego una de mis manos la metí debajo de su calzón y tomé su nalga con deseo. Ella comenzó a mover las caderas en pequeños círculos mientras mi mano apretaba y soltaba su culito. Ella, como mujer joven, era esbelta con un brassiere talla 34 B, y una cintura talla 88, no era muy caderona, pero tenía unas piernas deliciosas torneadas como las de una escultura renacentista; que logré que separara un poco para meter mi rodilla entre las de ella, de esa forma la atraje más a mi y comenzó a mecerse hacia adelante y atrás presionándose un poquito sobre mi muslo. En esa posición y con la complicidad de la soledad, lleve mi mano de atrás hacia adelante y pude sentir los vellos de su bajo vientre.
Bajé un poco la mano y sentí su clítoris, era la primera vez que llegaba tan cerca de su intimidad, ella tembló un momento asustada, pero podía sentir la excitación que la traicionaba con cada suspiro que daba al respirar. Suavemente metí la otra mano debajo de su calzón y la atraje a mí jalándola desde la nalga, presionándola un poco con mi rodilla y dejando abrirse un poco sus muslos, así podía frotar delicadamente su clítoris y sentirla humedecerse rápidamente.
Nos mantuvimos de esa forma un buen rato, hasta llegué hacerla gemir un poquito, guardando la compostura suficiente para no ser vistos. Descansamos un momento y la invite a mi casa para descansar un rato, vivía a unos 45 minutos de la facultad y podíamos ir en un solo bus, asi que me dijo iria a cambiarse y nos iríamos. Cuando regresó venia vestida con una falda de boca ancha y una blusa que transparentaba su brassiere de encaje, como me gustaban en ella; subimos al bus y nos sentamos casi al final; por la hora no había mucha gente en él; y motivado por la calentura de hacia un rato, busque meter mi mano desde sus rodillas, bajo la falda. Al principio trató de impedirlo pero como yo insistí; ella para que no se notara demasiado, mantuvo su falda estirada mientras yo acariciaba sus bellos muslos, suaves y deliciosos; hasta llegar a su calzoncito, que al tocarlo sentí que aún estaba húmedo.
Comencé a rozar su calzón, a la altura de sus clítoris, y con un poco de fuerza conseguí que abriera sus muslos, jugaba con su clítoris frotando apenas pero muy rápido, algo que a ella parecía volverla loca, porque al poco rato comenzó a agarrarse fuerte de mi brazo y a enterrar su cabeza en mi costado para apagar los gemiditos que estaba dando. Su calzoncito se mojó completamente y ella abrió más los muslos de forma que tuve toda su entre pierna al alcance de mis dedos. Comencé a frotar de arriba abajo y presionando un poquito cada vez que pasaba sobre su vagina. Ella comenzó a temblar sus piernas y de pronto las apretó con fuerza y me estrujó el brazo… estaba teniendo un orgasmo. A mí se me paró al palo al sentirla así, y quería que me cogiera con sus manos pero no pude convencerla. Llegamos a donde debíamos y bajamos del bus, avanzamos a mi casa (donde yo sabía no habría nadie hasta la tarde) y entramos.
Yo no quise esperar y la lleve a mi cuarto, comenzamos a besarnos y empecé a desvestirla, por fin la veía semi desnuda y podía acariciar todo su cuerpo a mis anchas. La eche sobre mi cama y empecé a manosear todo hasta quitarle el sostén, dejando sus pechos formaditos, turgentes, pequeños y delicados a mi deseo; sus pezones apenas se marcaban y con cada lamida que les daba se erectaban. Separó sus muslos y mis dedos hicieron a un lado la tela de su calzón dejándome ver y tocar sus labios mayores, separándolos para ver el huequito de su vagina por el cual salían sus fluidos con un excitante olor a mujer. Luego de masturbarla un rato y sentir como arqueaba su espalda, gemía y abría sus muslos con las rodillas flexionadas hasta lo más que podía, metí primero un dedo en su vagina, haciéndolo girar y apretándolo un poquito, con lo mojada que estaba no tuve dificultad para meter dos y meterlos y sacarlos haciendo que gimiera más. Me detuve, le quité el calzón y le pedí al oído: "mastúrbate", ella contestó que nunca lo había hecho asi que comencé a enseñarle a hacerlo. Ella siguió con diligencia mis instrucciones y al rato ya lo hacía con entusiasmo, las piernas bien abiertas y frotando con sus dedos el clítoris y con la otra mano metiendo un dedo en su vagina. Yo me deleitaba mirándola como ella gemía y cerraba los ojos, girando la cabeza de un lado al otro mientras su rostro se ponía colorado y abría la boca en un gemido que no podía parar. Apretó los ojos, se mordió los labios y de pronto pegó un grito a la vez que veía como le temblaban las piernas, como las apretaba con las manos metidas en su vulva cerrando los dedos sobre su húmeda intimidad.
Quedó rendida en la cama, y yo, aprovechando ese momento (ya que me había ido desnudando poco a poco) me coloqué entre sus muslos; ella de espaldas, metiendo mis manos bajo sus nalgas. para levantarla un poco; y en un momento encajárselo de golpe en esa conchita que de mojada había humedecido el edredón. Ella quiso detenerme, pero cansada como estaba no pudo, y además al sentirme dentro de ella comenzó a mover sus caderas hacia adelante y hacia atrás. Era alucinante, tenía una mujer debajo de mi, desnuda, caliente, dispuesta y bellísima… qué más podía pedir… se la metí hasta el fondo y ella se abrazó a mi con fuerza, gimió, me clavó las uñas en la espalda y se movía frenéticamente. No demoramos mucho y abrazados fuertemente llegamos juntos.
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