Y aqui viene la tercera parteeeee xD bueno espero no hacer esto en vano xD espero que lo esten disfrutando y se hayan enganchado tanto como yo lo hice 😛.
bueno aqui los dejo 🙂 saludos!!
Al mirarme, sonrió y caminó rápidamente a mi encuentro, al hacerlo, me dio un abrazo delicioso en el que sentí el contacto de sus senos con mi pecho, y nos besamos apasionadamente por un momento. Verdaderamente la había extrañado y al tenerla de nuevo junto a mí me sentía virtualmente feliz y tremendamente excitado. Ella me dijo:
- Te extrañé mucho Leoncito… pero como que tu escort, ¿así es como ves?, ¿como una prostituta?
Yo sabía la intención de sus palabras y respondí:
- ¿Por qué viniste vestida así entonces?
Sonrió, y contraatacó:
- Entonces debes pagarme, ¿Cuánto cuestan mis servicios?
Yo le dije:
- Si no te gusta lo que haga tú pones el precio, de lo contrario, quedamos a mano ok?
Sonrió y me dijo:
- Estoy segura entonces que te quedaré a deber…
La tomé de la cintura y caminé con ella a mi lado, me atreví a bajar mi mano para acariciar su delicioso culo y ella suspiró, fui más allá y arrastré mi mano más abajo, hasta sentir la piel de sus piernas desnudas, acaricié y subí de regreso hasta llegar hasta sus nalgas, sentí la tela de la tanga encajada en su raya divisoria. Llegamos a la habitación, y mientras ella intentaba abrir la puerta acaricié descaradamente su culo, levanté su vestido hasta la cintura, me puse de rodillas y comencé a besarlas, recorriendo con mi lengua la profunda curva que forman. Entre la excitación y los nervios ella no atinaba a abrir la puerta, y aproveché para sacar su tanga de su lugar y hacerla a un lado, deslicé mi lengua desde el inicio de su espalda hasta el inicio de sus nalgas, y la moví lentamente por en medio hasta llegar a su ano, dio un brinquito y se restregó contra cara, acaricié en repetidas ocasiones el recién descubierto botón de placer con la punta de mi lengua, Gaby había cejado en su intento de abrir la puerta y estaba entregada al placer de mi lengua en su culo, se movía bruscamente buscando que me introdujera más en ella; mientras tanto mis manos subían y bajaban por sus piernas, el tacto de los cordones de sus zapatillas enredados en sus piernas era delicioso e increíblemente excitante, nunca había sido un tipo fetichista, pero con Gabriela estaba descubriendo algunas perversiones que no creí sufrir.
El exhibicionismo era una de esas perversiones, y estar fuera de la habitación con la mitad de su cuerpo desnudo me ponía a mil, el pensar que en cualquier momento alguna puerta se abriría y alguien nos vería me parecía excitante, el mejor afrodisíaco conocido hasta el momento. Seguí en mi nuevo placer, metiendo y sacando mi lengua de su apretado ano, Gaby comenzó a gemir con fuerza, acariciaba mi cabeza e insistía en llevar mi lengua a nuevas profundidades.
Sonó el timbre del elevador lo que trajo de regreso a Gabriela. Se separó de mí rápidamente y trató de acomodar su desajustado vestido. Un empleado del hotel se acercó y preguntó si algo estaba mal, Gaby respondió que no podía abrir la puerta y el muchacho solicitó la tarjeta; yo mientras tanto acariciaba descaradamente el culo de mi cuñada por debajo del vestido e intentaba insertar uno de mis dedos en su ano. El joven abrió la puerta y se retiró, seguramente mirando de reojo las largas piernas de Gabriela y el extraño bulto que se formaba en su culo: mi mano.
Entramos y al cerrar la puerta nos entregamos a una inigualable sesión de sexo. Gabriela se puso a gatas en la cama su mirada denotaba una lujuria exacerbada, dirigió a mí su espléndido culo y comenzó a moverse cadenciosamente, de un lado a otro, de arriba abajo; su vestido subía producto del movimiento y dejaba ver paulatinamente su preciosas nalgas y su sexo causante de mis locuras:
- ¿Qué esperas Antonio? Afuera parecías muy interesado y aquí estás demasiado tímido.
Estas palabras acabaron por descomponer cualquier rasgo de cordura en mi cabeza; me acerqué a ella y me puse en cuclillas, retomé me sesión de besos en sus nalgas, mientras bajaba lentamente la tanga negra lisa que vestía, la forma en que se incrustaba era deliciosa, y bajarla lentamente mientras movía su enorme en culo en círculos era un espectáculo digno de un rey. Cuando volví a meter mi lengua en su ano se movió con más violencia, utilizaba mis manos para subir más y más su vestido que en este punto ya parecía una ombliguera, acariciaba su abdomen, su vello púbico y su portentoso sexo. Gaby se movía cada vez más rápido:
- Ahh, que bien, mete otra vez tu dedo ahí…
No podía fallarle, remojé mi dedo en saliva y lo inserté en su apretado ano lentamente, comencé un mete saca despacio, para acostumbrar su nuevo espacio a mi dedo, a ella parecía encantarle, se movía y más y más rápido; mientras tanto mi boca se entretenía en recorrer sin descanso su culo excitado, me encantaba subir desde la parte trasera de sus rodillas lentamente por sus muslos, llegar a sus nalgas y hacer círculos de saliva en ellas.
Bajé el cierre de mi pantalón y saqué me erecto miembro de su prisión, de un tirón metí mi pene hasta el fondo en su vagina. Creo que no se lo esperaba porque de inicio detuvo sus ronroneos; metí y saqué mi pene unas 10 veces de su apretadísimo coño, mientras nalgueaba con fuerza su hermoso culo que para entonces había tomado una tonalidad rojiza. Gaby estaba sorprendida y tal vez un poco asustada, en nuestros encuentros previos me había comportado muy cariñoso y ahora el estilo era radicalmente diferente. Le dije al oído mientras la penetraba con fuerza hasta lo más profundo de su ser:
- Por que pones esa cara putita, se ve que te encanta que te lo meta…
- Si, si, mételo más, mételo más, me encanta tenerlo dentro…
Había entrado a mi juego y me encantó. Saqué mi verga de su vagina sin previo aviso, lucía brillante gracias a sus jugos vaginales, inmediatamente la acerqué a su boca; por un momento temí que se negara, pero la tomó con singular alegría y la metió hasta el fondo en una sola emisión, comenzó a chuparla sin siquiera sonrojarse, pude notar que le encantaba tenerla entre sus labios. Recorría una y otra vez con su lengua desde la punta hasta el tronco, le dije entonces:
- Besa mis huevos preciosa…
Asomó una sonrisa en su rostro, tal vez por el uso de semejante palabra, pero muy obediente comenzó a besarlos alternadamente, mientras que con la mano masturbaba mi pene de arriba abajo. Mientras tanto acariciaba sus tetas aún cubiertas por el ajustado vestido. Saqué mi pene de su boca, estaba perfectamente lubricado, la hice levantarse de la cama y me senté, le pedí que se pusiera de espaldas a mí y la hice sentarse en mis piernas, pero con mi enorme erección taladrando su vagina con fuerza. Creo que nunca había llegado tan profundo en ella, y estoy seguro de que le encantó. Comenzó a moverse con violencia, como si estuviera montando un potro corriendo a toda velocidad, mi verga entraba y salía de su delicioso coño con una rapidez escalofriante, ella se movía con tal destreza que por un momento pensé que sería una excelente puta, gritaba una y otra vez:
- Ahh. Ahhh, me encanta, me encanta
Mis manos estaban entretenidas en sobar sus pechos, había desabotonado el vestido en su parte superior y sus tetas habían brincado de su lugar ansiosas de mis caricias, pellizqué sus pezones, y al hacerlos ella subió sus manos para acompañar a las mías. Recorrí su cuello, sus pechos, su abdomen, siempre con sus manos sobre las mías, y al llegar a su sexo en franco movimiento y totalmente abierto, acaricié su clítoris con mi dedo medio, Gaby gritó:
- Si, si…
Puse su mano debajo de la mía y comencé a acariciar su sexo con su propia mano. Esto pareció encantarle, porque se movió si es posible aún más rápido, su mano restregaba su sexo con fuerza y en cada movimiento acaba acariciando mis testículos. Mientras dejaba a Gabriela entretenida en su propio cuerpo, terminé por desabrochar cada botón del vestido y quité su brassiere, apreté sus enormes pechos con fuerza, pellizqué sus pezones con la intención de arrancarlos; ella respiraba intensamente, gritaba palabras in entendibles y se movía cual una leona en celo siendo poseída por su macho. Levanté su rostro y la hice mirarse en el espejo frente a nosotros, fue demasiado para Gabriela, porque al hacerlo comenzó a tener un larguísimo orgasmo, primero se movió más rápido y de pronto se detuvo con mi verga tocando prácticamente sus rincones más secretos, en ese momento, su culo comenzó a temblar con fuerza y toda su piel se erizó, pellizcó mis piernas brutalmente y liberó un grito que seguramente se escuchó en todo el hotel:
- Ahhhhh que rico….
Se quedó inmóvil un momento, pero no le iba a dar tregua. Salí de ella, intentó detenerme pero no lo permití. La recosté boca arriba y abrí sus piernas, hundí entonces mi lengua en su húmedo sexo, sus jugos vaginales inundaron de inmediato mi boca, fue delicioso; moví mi lengua tocando específicamente su clítoris que minutos antes había masajeado con fiereza, Gabriela estaba como desmayada, su cuerpo reaccionaba a mis caricias pero su mente estaba en otro lugar. La volví a levantar, quité con fuerza el resto de su ropa, dejando únicamente sus zapatos, la hice poner sus rodillas sobre la cama y empujé su torso hacia la cama; su culo se veía más grande en esa posición, sus nalgas apuntaban al aire y su rostro estaba apoyado sobre la cama. Mi lengua volvió a su delicioso ano y lo acaricié una y otra vez; Gabriela se movía lentamente, estaba disfrutando sobremanera mis bucales caricias. Me detuve, fui hacia mi maleta y saqué de la bolsa de enfrente un tubo con gel base agua, unté un poco en su abertura y un poco más en mi erección. Me miró con miedo, pero no le di tiempo a pronunciar palabra alguna, inserté mi dedo medio lentamente por su ano hasta que desapareció totalmente entre sus nalgas, Gaby ahogó un grito de dolor y placer, comenzó a moverse para disfrutar de su recién llegado invitado; metí y saqué mi dedo en repetidas ocasiones y de pronto lo saqué del todo, su culo pareció seguirlo, incluso lo levantó un poco como quien sigue una guía en el espacio.
Apoyé entonces mi poderosa erección en la entrada de su ano, y sin mediar palabra comencé a introducirme en su apretadísimo agujero. Fue una tarea difícil que me tomó más de 5 minutos, durante los cuales Gabriela pasó del dolorido llanto a los gritos de placer y de regreso. Al principio trataba de alejarse de mí, pero la tomé fuertemente de sus nalgas y no lo permití. La sensación alrededor de mi verga era deliciosa, su ano apretaba increíblemente y la visión de su maravilloso culo totalmente a mi disposición me iba a volver loco.
Después del primer ingreso, me retiré muy lentamente, y antes de salir, ataqué una vez más y volví hasta el fondo, siempre muy despacio, mi intención era que Gaby se acostumbrara y fuera ella quien comenzara a moverse para mí. Pasaron diez largos minutos, pensé que había sido en vano, porque en cada acercamiento rompía en llanto, de pronto, como si se hubiese resignado a tener mi erecta verga en su ano, comenzó a moverse, con el ánimo puesto en disfrutarlo; esa era la señal que yo necesitaba, comencé a moverme a su ritmo y una vez más la excitación se apoderó de nosotros, nos movimos una y otra vez, ahora sus gritos reflejaban un profundo placer y mi verga estaba plenamente acostumbrada al reducido espacio entre sus nalgas.
No se como hicimos pero logré recostarme en la cama mientras Gabriela quedó sobre mí, todo sin separarnos un momento, ella quedó prácticamente en cuclillas en la cama siguió moviendo su delicioso culo hacia arriba y hacia abajo. Yo estaba a su merced, no podía ni quería moverme, ella se encargaba de todo el trabajo, entraba y salía de su ano ya con mucha facilidad y Gabriela lo disfrutaba muchísimo. Deslicé mis manos por debajo de sus nalgas hasta alcanzar su sexo, que me esperaba ansioso y comencé a acariciarlo. Inserté uno, dos, tres dedos y ella perdió totalmente el control:
- Que rico coges toño, soy tuya, soy tu esclava mi amor…
Realmente no se que pasó por mi cabeza en ese instante, pero pronuncié una frase que bien podría haber roto con el embrujo sexual que estábamos viviendo, pero que sin embargo acabó por provocar el orgasmo más placentero que jamás haya sentido. Le susurré a Gaby:
- ¿Te gustaría que alguien chupara tu sexo en este momento?
- Mmm, que rico, si, quisiera una lengua tocando por todas partes…
Me arriesgué un poco más:
- ¿Te gustaría que fuera un hombre o una mujer quién lo hiciera?
Gaby se movió con más violencia, y respondió:
- Me da igual, quiero tener una lengua acariciando mi coñito mientras me lo haces por atrás…
- ¿Y te gustaría que fuera mi mujer quien lo hiciera?
Gaby se movió aún con más fuerza y me dijo:
- Si, si, ahh, ahh, quién tu quieras mi amor, ahh haré todo lo que tu quieras…
Sentí una oleada de semen recorriendo mi cuerpo, y comencé a venirme en el delicioso ano de mi cuñada. Creo que perdí el conocimiento durante algunos segundos, porque cuando volví en mí, Gabriela estaba recostada a mi lado y me besaba con gran pasión; correspondí a sus besos y nos quedamos en silencio unos minutos:
- ¿De verdad te gustaría hacerlo con mi hermana y conmigo?
Era una pregunta directa y merecía una respuesta directa:
- Si, sería una experiencia maravillosa.
Gabriela sonrió tímidamente y me dijo:
- Pero ¿Cómo haríamos para convencerla?
Me quedé pasmado, en realidad Gabriela, la mujer que creía lesbiana hace menos de dos semanas y que se había convertido en mi amante en un santiamén, estaba considerando la posibilidad de hacer un trío con su propia hermana y conmigo. De verdad que era un tipo afortunado, ahora solo tenía que encontrar la manera de “colocar” a mi esposa en posición y disposición de tener una aventura con nosotros…
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El cumpleaños de mi esposa es el pretexto ideal para organizar una comida en casa con la familia cercana y los amigos. Perla, mi esposa, se ha puesto guapísima para tal ocasión, lleva puesto un vestido gris ceñido al talle, medias negras y zapatos altos de punta de aguja; el vestido le llega por debajo del muslo y se ajusta de tal forma que le permite lucir su figura en forma envidiable. Lleva el cabello recogido en un chongo que la hace lucir más alta y permite disfrutar de la visión de sus hombros desnudos y seguir con sus muy bien formados pechos. A sus 26 años luce francamente bellísima, siempre fue una mujer delgada y más bien con poco busto, pero tras su embarazo 3 años atrás, sus tetas quedaron de un tamaño perfecto. Desde que la conocí y nos hicimos novios, me he sentido muy orgulloso de la mujer que me acompaña; cuando anuncie mi compromiso, mis amigos no podían creer que iba a casarme con semejante hermosura.
Organizamos la comida con unos días de anticipación, e insistí en ofrecer sushi para los invitados, a Perla le encanta, en particular el sake que consume en cantidades generosas. Están invitados familiares y amigos, en total unas 15 personas, se trata de una reunión muy privada con los más cercanos. Comienzan a llegar a eso de las tres de la tarde y poco a poco el recibidor y la sala de nuestra casa se van llenando de caras conocidas. La última en llegar es Gaby, llega acompañada de un compañero del trabajo, un tipo que a todas luces se ve emocionado por su pareja, pero que no sabe que será solo un instrumento de mis más obscuros planes.
Sé que Gabriela sale ocasionalmente con algunos amigos, pero no se atreve a serme infiel, como dentro de la que cabe yo tampoco me atrevo a tener una tercera mujer en mi vida, es decir, soy un bígamo fiel a su esposa y amante.
Pasadas las ocho de la noche la mayoría de los comensales se disponen a retirarse, solo permanecen Claudia y Arturo, amigos de mi esposa, Gabriela y su acompañante Mauricio, mi mujer y yo mismo. A lo largo de la tarde me he encargado de calentar la cabeza de mi “rival” en el sentido de que Gabriela es una hembra súper caliente, dispuesta a todo incluso en la primera cita, el rostro de Mauricio luce emocionado, seguramente se imagina que esta noche tendrá suerte con mi cuñada, el monumento de mujer que le ha invitado al cumpleaños de su hermana.
Sirvo copas para todos, en particular la de mi mujer y la de Mauricio están mejor “servidas”. Pongo música muy suave, que invita a bailar y tomó de la mano a mi mujer en una sugerente invitación. Perla se levanta de su lugar, caminamos al centro de la sala y comenzamos a movernos; la abrazo fuertemente, por la cintura, la beso en los labios y acaricio muy lentamente su espalda, llego a sus nalgas y deslizo mis manos disimuladamente para acariciarlas en toda su extensión; Perla me dice al oído:
- Nos están viendo
- Y eso qué, estoy en mi casa con mi mujer y si quiero acariciarla soy totalmente libre
Ella me mira sorprendida y un tanto intrigada y me dice:
- ¿De veras no te importa que Mauricio y Arturo me miren?
Muy tranquilo respondo que en absoluto, me encanta presumir la hembra que tengo por mujer. Sigo acariciando sus nalgas muy despacio y la beso cada vez con más pasión. Nuestros invitados están sorprendidos, Arturo tiene los ojos como platos mientras que su mujer lo mira un poco molesta, aunque estoy seguro de que a ella también se le antoja un baile así de cachondo, siempre me ha parecido una mujer muy sexual. Por su parte Mauricio no decide entre mirar el espectáculo o atender a su espectacular pareja, que se ha sentado muy sugestivamente con las piernas ligeramente abiertas.
No puedo pasar al siguiente paso hasta deshacerme de Claudia y Arturo, no quiero que arruinen la fiesta. Opto por la agresión, y le digo en tono burlón a Claudia:
- ¿Qué es lo que te sorprende? ¿Acaso Arturo no te da servicio con regularidad?
Todos rompen en carcajadas, incluso Arturo. Claudia se ve muy molesta y atina a decir con voz triunfante:
- Si, pero no lo andamos luciendo frente a los demás.
Su respuesta me molesta, y reviro con un poco de sorna:
- Será entonces que no hay nada que lucir entonces… ¿no Arturo?
Perla me mira entre molesta y coqueta, acabo de compararla con su amiga y la he puesto muy por encima de ella. Arturo debe contener la risa, y Claudia hace lo que debe hacer: se levanta y pide a su esposo que se retiren, afirma que no le gusta discutir con borrachos. Si supiera que en toda la tarde-noche no he probado una gota de alcohol para estar al 100% en lo que se avecina…
Arturo me mira con un poco de molestia y se despide, Claudia de plano ni siquiera me voltea a ver, se despide de los demás y sale azotando la puerta. Creo que me propasé, pero ya mañana tendré suficiente tiempo para disculparme, al final de cuentas tengo el mejor de los pretextos: estoy borracho.
Sonrío a Gabriela y pregunto imperativamente
- ¿Acaso no bailas Mauricio?
Parece que solo necesitaba ese pretexto, inmediatamente se levanta y pide a Gabriela bailar con él. Se levantan y comienzan a bailar junto a nosotros. Yo sigo en mi tarea de acariciar descaradamente a mi mujer, ya no lo hago delicadamente, magreo con fuerza su magnífico trasero. Mauricio está asombrado, quizás se imagina que formará parte de una orgía o algo por el estilo, he sembrado tantas ideas en su cabeza respecto a Gabriela y luego al vernos así, tan “descarados” a mi mujer y a mí, seguro piensa que somos unos degenerados; y lo somos, pero no lo incluiremos en nuestro degenere.
Cada que mi mirada se encuentra con la de Gabriela, sonríe maliciosamente, luce muy emocionada con nuestro plan, mientras que Mauricio luce cada vez más acalorado y porque no decirlo, excitado. En cierto momento, en que Mauricio queda de frente a mí, le guiño un ojo y aprieto con más fuerza el culo de mi mujer, su vestido se levanta un poco y estoy seguro que él logra ver parcialmente sus blancas nalgas.
No puede más, baja sus manos al culo de Gabriela, me excita sobremanera mirar a otro hombre acariciar algo que es de mi uso exclusivo; Gabriela explota:
- Qué haces estúpido, no me toques, no me toques
Mauricio no sabe donde meter la cabeza, mi esposa pregunta que ha sucedido y Gaby responde casi llorando:
- Este idiota que se ha querido propasar conmigo y me ha acariciado las pompas…
Mi mujer luce furiosa y me mira rogándome que haga algo. Airadamente reclamo a Mauricio y lo saco de la casa casi a patadas, no está en condiciones de defenderse, intenta dar una explicación pero no se lo permito y en un dos por tres me he quedado a solas con mi mujer y mi amante.
Gabriela llora amargamente y Perla intenta consolarla, se sientan en un sillón (en el que hice por primera vez el amor a Gaby) la abraza, acaricia su cabello y le dice que no ha sido su culpa. Me siento junto a mi esposa y sigo con mi juego, esta vez me pegó a ella y comienzo a acariciar su cuello bajando disimuladamente mis manos a sus pechos; ella protesta, dice que su hermana se siente muy mal; Gaby le dice:
- No te preocupes Perla, sigan en lo que estaban, yo no voy a arruinar la noche. Mejor me voy.
Mi mujer responde:
- Ni hablar, ¿cómo que te vas?, que tal que el fulano anda por allá fuera esperándote. Mejor te quedas
- Pero no quiero importunar…
Sonrío y le digo que no importuna, si no le molesta ver como acaricio un poco a su hermana. Gaby sonríe y dice que no, que para nada, que hasta le gusta ver como lo hago…
Perla sonríe y dice:
- Es un hecho, te quedas con nosotros.
El plan va de maravilla, estoy a un paso de hacer realidad mi más grande anhelo en muchos años, un buen plan y un poco de ayuda del alcohol funcionaron de maravilla. Vuelvo a tomar de la mano a mi mujer y la llevo una vez más al centro de la sala; acaricio su cabello, la beso con pasión y mis manos se pierden más en su culo, la acaricio una y otra vez, ella por su parte clava su boca en mi cuello y comienza a chuparlo, me encanta cuando hace eso, es un indicador de que está a punto para que la posea.
Subo mis manos por su espalda y bajo lentamente el cierre del vestido hasta por encima de la cintura, intenta detenerme, pero hago caso omiso a sus reclamos; me dice:
- Ahí está Gaby…
- Si lo se, no pierde ningún detalle.
Subo mis manos por su cintura, siento su suave piel desnuda en mis dedos, mis manos llegan a sus hombros y deslizo el vestido por el frente, liberando sus preciosos pechos solo cubiertos por un transparente brassiere; antes de que otra cosa suceda, beso inmediatamente sus pechos, se que le encanta y no podrá resistirse y mucho menos detenerse, el alcohol acompañado del sensual baile y los juegos previos han desinhibido a Perla y actúa siguiendo a sus instintos. Beso sus pechos con fuerza, paseo la lengua alrededor de su aureola una y otra vez, toma mi nuca y respira agitadamente, se que está a punto de pedirme que la posea ahí mismo.
Estoy muy cerca de conseguirlo. Deslizo su vestido hasta el suelo y ella está totalmente entregada: lo único que se te interpone entre nosotros son sus medias y su deliciosa ropa interior. Meto las manos entre su ropa y su piel y la bajo con cierta brusquedad y la dejo ahí, desnuda frente a mí y frente a su hermana, mi amante, mi inesperada obsesión. Acaricio su cuerpo de arriba a abajo, luce magnífica, sus preciosas tetas, su abdomen, su cuello extendido, su sexo depilado recientemente. Mis manos recorren desesperadamente todo su cuerpo y ella está en otra dimensión, gozando de mis caricias como nunca lo ha hecho.
Meto un par de dedos en su coño, le encanta, me muerde el oído y me dice:
- Cógeme mi amor…
La levanto en vilo, me abraza con las piernas y hace más fácil mi labor; al parecer se ha olvidado de la presencia de su hermana y si no, no le importa en lo más mínimo. Volteo a ver a Gabriela y luce como una gata en celo, sus piernas parcialmente abiertas dejan ver casi hasta su sexo maravilloso, ha desabrochado los botones superiores de su blusa color blanco y sus pechos asoman tímidamente por debajo de la tela. Su falda color negro se ha deslizado hacia arriba dejando ver más de lo que uno puede siquiera imaginar. Me sonríe, sabe que estamos cerca de conseguirlo.
Con mi esposa abrazándome con las piernas, hago algo que generalmente me cuesta mucho trabajo pero que esta vez me sale a la perfección: la penetro estando yo de pie y ella montada en mí. Perla tensa cada músculo, cada fibra y comienza a gozar como una loca de mi verga en su coño.
Después de penetrarla unas 20 veces su respiración está increíblemente agitada, camino con ella, sin salirme un centímetro de su delicioso coño y la recuesto junto a su hermana, que con todo lo sucedido se ha desprendido de su blusa y ha dejado sus tetas expuestas a la mirada atónita de mi esposa. Gabriela acaricia sus enormes tetas descaradamente, mirando a su hermana a los ojos; Perla, con mi verga metida hasta el fondo no atina a decir nada y yo sigo con mi movimiento en una posición mucho más cómoda y que por ende me permite llegar mucho más profundo en mi tarea. Perla gime plácidamente, me araña la espalda, se acaricia las tetas, está profundamente excitada por todo lo vivido.
Gaby ahora se ha quitado su falda y ha quedado luciendo su deliciosa y ya conocida tanga, luce simplemente espectacular cuando se pone en pie, me abraza por la espalda y comienza a acariciar mi pecho muy despacio, bajando paulatinamente sus manos por mi estómago y llegando a donde mi erecta verga perfora a su hermana menor. Acaricia la base de mi verga y el sexo de Perla en cada penetración. Mi mujer abre los ojos desorbitados por la sorpresa, pero no voy a detenerme así llegue un ejército entero y me pida hacerlo. Perla me mira de forma interrogante, las manos de Gabriela bajan por su abdomen y comienzan a acariciar las tetas de mi mujer, ella pierde el control, cierra los ojos y se entrega al goce.
Gaby pasa de acariciar las tetas de su hermana, mi verga y posteriormente mi pecho y espalda, parece muy entretenida en su actividad pero se que es demasiado caliente y necesitará atención muy pronto. Saco mi pene de Perla, me pongo en cuclillas y comienzo a lamer su sexo con mucha habilidad, Gabriela me sigue en la tarea y pronto su lengua se encuentra con la mía con el delicioso sabor del coño de mi mujer; lo hacemos alternadamente, lamemos insistentemente el coño de Perla y luego nos unimos en un apasionado peso en los labios; compartir los jugos de mi mujer es lo más sensual que he hecho en toda mi vida.
Mis manos ya recorren libremente ambos cuerpos, paso del culo de Gabriela a las tetas de Perla y viceversa. De vez en cuando ingreso dos o tres dedos en el ano ya acostumbrado de mi cuñada. Ya en eso, dejo de lamer el sexo de mi esposa y dedico enteramente mi atención a Gabriela, beso cada parte de su cuerpo y preparo su sexo para lo que sigue: meto de un jalón mi verga en lo más profundo de Gabriela, ella está en 4 puntos, lamiendo el coño de mi mujer y desde donde estoy puedo ver las deliciosas tetas de Perla, sus piernas abiertas de par en par recibiendo lenguetazos por parte de su hermana, y aún más cerca su precioso culo moviéndose para mí.
Mi mujer abre los ojos y me mira extrañada, me estoy cogiendo a su hermana y está a punto de decir algo, pero su excitación es superior, se mueve al ritmo de la lengua de Gabriela, ronronea, grita. Saco mi verga del coño de Gabriela y la llevo a la boca de mi esposa, la abre sin protestar y comienza a comerla sin pensárselo dos veces. Gaby acaricia las tetas de su hermana una y otra vez, mete sus húmedos dedos en el interior de su coño y luego los lleva al de mi esposa, es maravilloso verlas como dos gatas en celo.
Tomo a Perla de la mano y la pongo de rodillas sobre la alfombra, la penetro sin previo aviso y ella chilla de placer; mientras tanto Gaby se pone frente a ella con las piernas abiertas y masturbándose. La cabeza de mi esposa está a escasos centímetros del coño de su hermana pero no se atreve a hacer lo que debe hacer. La penetro con más y más fuerza, me sostengo de sus nalgas para penetrar con más profundidad y paulatinamente la voy empujando al abismo; de pronto no puede más y comienza a comerse el coño de Gabriela, ella toma su cabeza con ambas manos y la guía en sus movimientos, mi mujer está increíblemente excitada y grita cuando su labor se lo permite. Gabriela pellizca sus pezones, empuja su impúdico sexo a la boca de Perla. Después de algunas embestidas más mi mujer tensa todos los músculos de su cuerpo y experimenta el más grande orgasmo que hayamos compartido en nuestras vidas.
No le doy cuartel, comienzo a lamer su ano mientras que Gaby se ha recompuesto y besa sus labios, Perla recupera el deseo inmediatamente y Gabriela lo nota, porque sin más mete tres dedos en su coño; mi mujer grita de placer.
Gabriela mi pide sentarme en el sillón e indica a mi mujer que chupe mi pene, juntas lo hacen por unos segundos. Acto seguido Gabriela se pone de espaldas a mí y se mete mi verga completa en el ano, de un jalón mis huevos chocan contra sus nalgas. Comienza a moverse con violencia, entra y sale con toda naturalidad puesto que su ano está acostumbrado a recibir a mi pene. Mi esposa nos mira, y cuando está a punto de articular palabra Gabriela le grita
- Cómeme Perla, por favor cómeme…
Perla me mira y comienza a chupar simultáneamente el coño de su hermana y mis testículos cuando le es posible, mientras se masturba con ambas manos. La escena dura cerca de 5 minutos, cuando de pronto Gabriela comienza a moverse con más y más fuerza, indicándome con los movimientos de sus manos que está a punto de terminar e invitándome a hacerlo junto a ella. Mi mujer no cesa en su trabajo, lame y lame el sexo de Gabriela mirándome de reojo, como tratando de interpretar lo que está sucediendo.
Simultáneamente, como tantas veces lo hemos hecho, Gabriela y yo terminamos en un profundo orgasmo mientras mi mujer nos no se cansa de chupar nuestros sexos y masturbarse. Una vez que terminamos, saco mi verga de Gabriela, ayudamos a mi mujer a sentarse en el sillón y la recorremos toda con nuestras lenguas, no hay rincón de Perla que quede sin ser recorrido una y otra vez, ponemos especial atención en sus orificios, alternadamente Gabriela y yo compartimos entre su ano y su coño, mientras mi mujer está vuelta loca por las caricias que le estamos propinando. Minutos después, mi mujer experimenta su segundo orgasmo como preludio a los múltiples finales que tendremos a lo largo de la noche de pasión que compartiremos…
En los días posteriores a nuestro increíble trío, mi esposa no mencionó nada al respecto, pensándolo bien, prácticamente no me dirigió la palabra en poco menos de dos semanas, solo me hablaba para resolver problemas domésticos y asuntos de la oficina. Durante el transcurso de esa semana preferí no ver a Gaby, quería tener las cosas muy claras con mi esposa antes de cualquier movimiento. No obstante la deliciosa noche de pasión que los tres habíamos vivido, ya no estaba seguro de haber hecho lo ideal para mi matrimonio ni para mi relación con Gaby, antes de esa noche mi esposa no tenía sospecha alguna respecto a mi trato con su hermana y por ende podía pasar tiempo de sobra con ella y nadie podría reclamarme nada, sin embargo, después de lo ocurrido, eso era prácticamente imposible, ahora Perla sospecharía de cualquier encuentro "casual" con mi cuñada.
Viví unas semanas de perros, con la incertidumbre a flor de piel y sobresaltado con cada timbrazo del teléfono esperando que mi esposa finalmente rompiera el hielo, además de que mi libido andaba por las nubes después de haber tenido a ese par de calientes mujeres.
Nada pasó hasta el sábado siguiente. Como siempre, me levanté muy temprano para jugar tenis con mis amigos, acto seguido tomamos un par de tragos en el bar del club y mas tarde, cuando iba de regreso a la casa, sonó mi teléfono, era mi esposa diciéndome que teníamos invitados a cenar y que no llegara tarde.
Apresuré el paso y llegué a casa más temprano de lo acostumbrado. Al entrar escuché a Perla cantando alegremente en la cocina, cuando la vi, no pude mas que sonreír lascivamente, se veía preciosa, llevaba puesto un vestido negro muy corto que bien podría ser un babydoll con un generoso escote que dejaba asomar desafiantes sus deliciosos pechos, medias negras de un material muy brillante que las hacía lucir aun más bonitas y unas altísimas zapatillas de punta que hacían sus piernas eternas... Llevaba el cabello recogido en un chongo con un broche en forma de rosa decorando el tocado. Supuse entonces que la vigilia había terminado, ya estaría dispuesta a retomar nuestra vida en común. Me acerqué y la besé apasionadamente, diciéndole al oído las guarradas que tanto la excitan, seguí besándola algunos minutos y di el siguiente paso, la levanté en vilo y ella abriendo sus piernas rodeó mi cintura, apreté con fuerza sus nalgas por debajo del vestido, y me llevé una agradable sorpresa: llevaba puesto un delicioso liguero y cero ropa interior. Después de 2 semanas de inactividad, mi miembro salió disparado de su lugar buscando pelea, y mi esposa lo notó de inmediato porque comenzó a moverse pausadamente rozando su sexo contra el mío. La levanté un poco más y la senté delicadamente en la barra de la cocina, la seguí besando y mis manos comenzaron a acariciar sus pechos por encima del vestido, acariciando accidentalmente su piel. Agaché mi cuerpo con el objeto de llegar a sus piernas, pero ella me detuvo abruptamente, diciendo que los invitados estaban por llegar.
Dio un brinquito desde la barra, acomodó de regreso su vestido y me regaló una coqueta sonrisa.
- ¿Quién viene a cenar?
Respondió con una frialdad hasta ahora desconocida para mí:
- Invité a Gabriela y a un amigo suyo.
La respuesta me dejó la cabeza llena de confusión, ¿Qué era lo que Perla buscaba?, ¿porqué buscar un encuentro con su hermana en esas condiciones? ¿Acaso quería repetir nuestra aventura?, pero de ser así, ¿Por qué la presencia de un invitado misterioso? Estaba seguro de que algo tramaba pero no atinaba a adivinar qué.
Ayudé un poco en la preparación de la espléndida comida, además del sexo uno de los principales atributos de mi esposa es la cocina. Preparó una crema de ostiones al vino blanco, colocó una fuente de camarones gigantes en el centro de la mesa y terminó de preparar el plato fuerte: un exquisito filete de salmón preparado al gratin y coronado con champiñones portobello rellenos de pequeños trozos de nuez.
La mesa era digna de un palacio, Perla se había esmerado en la preparación de los alimentos, pero especialmente en la selección del vino, una rareza del valle de Napa, combinación de uvas Sauvignon Blanc y Zinfandel que mi esposa y yo habíamos conocido en diferentes momentos de nuestras vidas pero que habíamos aprendido a disfrutar en común. Por mi parte había descubierto esta delicia en un viaje mochilero por la costa este de Estados Unidos que hice con mi padre 18 años atrás, aún recuerdo las acaloradas discusiones que mi viejo sostenía con los gueritos que consideraban que su país era el mismísimo ombligo del mundo. Perla nunca quiso contarme cuándo había probado ese vino por primera vez, y para ser franco tampoco me interesaba demasiado, lo que me parecía un detalle sublime era que lo hubiera buscado en México para nuestra cena con su hermana, seguramente tendría planes muy especiales para nosotros.
Sonó el timbre y corrí como adolescente para abrir la puerta, ahí estaba ella, la deliciosa hembra que ocupaba la mitad de mis pensamientos: Gabriela. Desde nuestro primer encuentro se había vuelto increíblemente audaz en su arreglo personal, había renovado totalmente su guardarropa para llenarlo de minifaldas, pantalones ajustados, escotes y zapatillas muy altas. Llevaba puesto un vestido muy similar al de mi esposa, pero en color verde botella, sus enormes pechos saludaban coquetamente por debajo de la tela y sus maravillosas piernas lucían unas deliciosas medias con un sensual calado. Cuando me dio su abrigo y volteó pude notar lo más atractivo de su vestido, el escote de posterior se pronunciaba hasta bien terminada su espalda, y dejaba entrever solo un poco de su magnífico trasero.
Me saludó con un cariñoso beso en la mejilla, rozando la comisura de mis labios, me dijo al oído:
- Te he extrañado mucho mi amor
Detrás de ella venía la mayor sorpresa de la noche: Esteban Torres Andaluz. Cuando lo vi la sonrisa de mis labios se esfumó y con voz más que formal lo saludé con un fuerte apretón de manos.
Esteban es el único amigo de mi esposa que puede sacarme de balance, fueron novios durante más de un año, de hecho cuando comencé a salir con Perla ellos tenían graves problemas en su noviazgo, y yo estuve ahí para confortarla y hacer mi labor para conquistarla, enamorarla y contraer matrimonio. En cierta ocasión, cuando aún éramos novios, Esteban me abordó camino a mi casa con un fuerte cerrón y me amenazó airadamente, llegamos a los golpes, llevando ambos daños similares; poco tiempo después me pidió disculpas y ofreció su amistad, argumentando que prefería “la felicidad de Perla, aunque fuera lejos de él”. Nunca me pareció honesto, acepté sus disculpas por tranquilizar a mi entonces novia, pero siempre me pareció que no pudo superar la ruptura con ella y su eventual casamiento conmigo.
Durante los años de nuestro matrimonio lo encontramos una vez en un centro comercial y otra en el aeropuerto, y nunca lo habíamos frecuentado; por eso, tenerlo sorpresivamente de visita en mi casa sin previo aviso y con la situación como estaba con mi esposa y mi cuñada, no me gustaba en lo más mínimo.
Perla salió del comedor y prácticamente corrió a abrazar a Esteban, a éste se le salían los ojos al mirar a mi esposa tantos años después luciendo tan hermosa. Estoy seguro de que puso especial atención en sus pechos; maldición, los celos estaban consumiéndome, y la noche apenas comenzaba.
Entendí entonces el juego de mi esposa, quería darme celos, seguramente estaba molesta por lo ocurrido, aunque al final de cuentas no tenía porque estarlo, si mal no recuerdo ella fue partícipe de nuestra aventura, el alcohol que había consumido era mínimo y bien pudo haberse detenido. Sin embargo entendía su molestia y sus celos, y si quería jugar a dar celos, yo llevaba las de ganar: Gabriela.
Fin de la 3ra parteeee 😛 falta la ultima e inimaginabvle finallllll jajajjajaja en verdad les digo que es super super bueno.
espero sus comentarios!!!
bueno aqui los dejo 🙂 saludos!!
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Al mirarme, sonrió y caminó rápidamente a mi encuentro, al hacerlo, me dio un abrazo delicioso en el que sentí el contacto de sus senos con mi pecho, y nos besamos apasionadamente por un momento. Verdaderamente la había extrañado y al tenerla de nuevo junto a mí me sentía virtualmente feliz y tremendamente excitado. Ella me dijo:
- Te extrañé mucho Leoncito… pero como que tu escort, ¿así es como ves?, ¿como una prostituta?
Yo sabía la intención de sus palabras y respondí:
- ¿Por qué viniste vestida así entonces?
Sonrió, y contraatacó:
- Entonces debes pagarme, ¿Cuánto cuestan mis servicios?
Yo le dije:
- Si no te gusta lo que haga tú pones el precio, de lo contrario, quedamos a mano ok?
Sonrió y me dijo:
- Estoy segura entonces que te quedaré a deber…
La tomé de la cintura y caminé con ella a mi lado, me atreví a bajar mi mano para acariciar su delicioso culo y ella suspiró, fui más allá y arrastré mi mano más abajo, hasta sentir la piel de sus piernas desnudas, acaricié y subí de regreso hasta llegar hasta sus nalgas, sentí la tela de la tanga encajada en su raya divisoria. Llegamos a la habitación, y mientras ella intentaba abrir la puerta acaricié descaradamente su culo, levanté su vestido hasta la cintura, me puse de rodillas y comencé a besarlas, recorriendo con mi lengua la profunda curva que forman. Entre la excitación y los nervios ella no atinaba a abrir la puerta, y aproveché para sacar su tanga de su lugar y hacerla a un lado, deslicé mi lengua desde el inicio de su espalda hasta el inicio de sus nalgas, y la moví lentamente por en medio hasta llegar a su ano, dio un brinquito y se restregó contra cara, acaricié en repetidas ocasiones el recién descubierto botón de placer con la punta de mi lengua, Gaby había cejado en su intento de abrir la puerta y estaba entregada al placer de mi lengua en su culo, se movía bruscamente buscando que me introdujera más en ella; mientras tanto mis manos subían y bajaban por sus piernas, el tacto de los cordones de sus zapatillas enredados en sus piernas era delicioso e increíblemente excitante, nunca había sido un tipo fetichista, pero con Gabriela estaba descubriendo algunas perversiones que no creí sufrir.
El exhibicionismo era una de esas perversiones, y estar fuera de la habitación con la mitad de su cuerpo desnudo me ponía a mil, el pensar que en cualquier momento alguna puerta se abriría y alguien nos vería me parecía excitante, el mejor afrodisíaco conocido hasta el momento. Seguí en mi nuevo placer, metiendo y sacando mi lengua de su apretado ano, Gaby comenzó a gemir con fuerza, acariciaba mi cabeza e insistía en llevar mi lengua a nuevas profundidades.
Sonó el timbre del elevador lo que trajo de regreso a Gabriela. Se separó de mí rápidamente y trató de acomodar su desajustado vestido. Un empleado del hotel se acercó y preguntó si algo estaba mal, Gaby respondió que no podía abrir la puerta y el muchacho solicitó la tarjeta; yo mientras tanto acariciaba descaradamente el culo de mi cuñada por debajo del vestido e intentaba insertar uno de mis dedos en su ano. El joven abrió la puerta y se retiró, seguramente mirando de reojo las largas piernas de Gabriela y el extraño bulto que se formaba en su culo: mi mano.
Entramos y al cerrar la puerta nos entregamos a una inigualable sesión de sexo. Gabriela se puso a gatas en la cama su mirada denotaba una lujuria exacerbada, dirigió a mí su espléndido culo y comenzó a moverse cadenciosamente, de un lado a otro, de arriba abajo; su vestido subía producto del movimiento y dejaba ver paulatinamente su preciosas nalgas y su sexo causante de mis locuras:
- ¿Qué esperas Antonio? Afuera parecías muy interesado y aquí estás demasiado tímido.
Estas palabras acabaron por descomponer cualquier rasgo de cordura en mi cabeza; me acerqué a ella y me puse en cuclillas, retomé me sesión de besos en sus nalgas, mientras bajaba lentamente la tanga negra lisa que vestía, la forma en que se incrustaba era deliciosa, y bajarla lentamente mientras movía su enorme en culo en círculos era un espectáculo digno de un rey. Cuando volví a meter mi lengua en su ano se movió con más violencia, utilizaba mis manos para subir más y más su vestido que en este punto ya parecía una ombliguera, acariciaba su abdomen, su vello púbico y su portentoso sexo. Gaby se movía cada vez más rápido:
- Ahh, que bien, mete otra vez tu dedo ahí…
No podía fallarle, remojé mi dedo en saliva y lo inserté en su apretado ano lentamente, comencé un mete saca despacio, para acostumbrar su nuevo espacio a mi dedo, a ella parecía encantarle, se movía y más y más rápido; mientras tanto mi boca se entretenía en recorrer sin descanso su culo excitado, me encantaba subir desde la parte trasera de sus rodillas lentamente por sus muslos, llegar a sus nalgas y hacer círculos de saliva en ellas.
Bajé el cierre de mi pantalón y saqué me erecto miembro de su prisión, de un tirón metí mi pene hasta el fondo en su vagina. Creo que no se lo esperaba porque de inicio detuvo sus ronroneos; metí y saqué mi pene unas 10 veces de su apretadísimo coño, mientras nalgueaba con fuerza su hermoso culo que para entonces había tomado una tonalidad rojiza. Gaby estaba sorprendida y tal vez un poco asustada, en nuestros encuentros previos me había comportado muy cariñoso y ahora el estilo era radicalmente diferente. Le dije al oído mientras la penetraba con fuerza hasta lo más profundo de su ser:
- Por que pones esa cara putita, se ve que te encanta que te lo meta…
- Si, si, mételo más, mételo más, me encanta tenerlo dentro…
Había entrado a mi juego y me encantó. Saqué mi verga de su vagina sin previo aviso, lucía brillante gracias a sus jugos vaginales, inmediatamente la acerqué a su boca; por un momento temí que se negara, pero la tomó con singular alegría y la metió hasta el fondo en una sola emisión, comenzó a chuparla sin siquiera sonrojarse, pude notar que le encantaba tenerla entre sus labios. Recorría una y otra vez con su lengua desde la punta hasta el tronco, le dije entonces:
- Besa mis huevos preciosa…
Asomó una sonrisa en su rostro, tal vez por el uso de semejante palabra, pero muy obediente comenzó a besarlos alternadamente, mientras que con la mano masturbaba mi pene de arriba abajo. Mientras tanto acariciaba sus tetas aún cubiertas por el ajustado vestido. Saqué mi pene de su boca, estaba perfectamente lubricado, la hice levantarse de la cama y me senté, le pedí que se pusiera de espaldas a mí y la hice sentarse en mis piernas, pero con mi enorme erección taladrando su vagina con fuerza. Creo que nunca había llegado tan profundo en ella, y estoy seguro de que le encantó. Comenzó a moverse con violencia, como si estuviera montando un potro corriendo a toda velocidad, mi verga entraba y salía de su delicioso coño con una rapidez escalofriante, ella se movía con tal destreza que por un momento pensé que sería una excelente puta, gritaba una y otra vez:
- Ahh. Ahhh, me encanta, me encanta
Mis manos estaban entretenidas en sobar sus pechos, había desabotonado el vestido en su parte superior y sus tetas habían brincado de su lugar ansiosas de mis caricias, pellizqué sus pezones, y al hacerlos ella subió sus manos para acompañar a las mías. Recorrí su cuello, sus pechos, su abdomen, siempre con sus manos sobre las mías, y al llegar a su sexo en franco movimiento y totalmente abierto, acaricié su clítoris con mi dedo medio, Gaby gritó:
- Si, si…
Puse su mano debajo de la mía y comencé a acariciar su sexo con su propia mano. Esto pareció encantarle, porque se movió si es posible aún más rápido, su mano restregaba su sexo con fuerza y en cada movimiento acaba acariciando mis testículos. Mientras dejaba a Gabriela entretenida en su propio cuerpo, terminé por desabrochar cada botón del vestido y quité su brassiere, apreté sus enormes pechos con fuerza, pellizqué sus pezones con la intención de arrancarlos; ella respiraba intensamente, gritaba palabras in entendibles y se movía cual una leona en celo siendo poseída por su macho. Levanté su rostro y la hice mirarse en el espejo frente a nosotros, fue demasiado para Gabriela, porque al hacerlo comenzó a tener un larguísimo orgasmo, primero se movió más rápido y de pronto se detuvo con mi verga tocando prácticamente sus rincones más secretos, en ese momento, su culo comenzó a temblar con fuerza y toda su piel se erizó, pellizcó mis piernas brutalmente y liberó un grito que seguramente se escuchó en todo el hotel:
- Ahhhhh que rico….
Se quedó inmóvil un momento, pero no le iba a dar tregua. Salí de ella, intentó detenerme pero no lo permití. La recosté boca arriba y abrí sus piernas, hundí entonces mi lengua en su húmedo sexo, sus jugos vaginales inundaron de inmediato mi boca, fue delicioso; moví mi lengua tocando específicamente su clítoris que minutos antes había masajeado con fiereza, Gabriela estaba como desmayada, su cuerpo reaccionaba a mis caricias pero su mente estaba en otro lugar. La volví a levantar, quité con fuerza el resto de su ropa, dejando únicamente sus zapatos, la hice poner sus rodillas sobre la cama y empujé su torso hacia la cama; su culo se veía más grande en esa posición, sus nalgas apuntaban al aire y su rostro estaba apoyado sobre la cama. Mi lengua volvió a su delicioso ano y lo acaricié una y otra vez; Gabriela se movía lentamente, estaba disfrutando sobremanera mis bucales caricias. Me detuve, fui hacia mi maleta y saqué de la bolsa de enfrente un tubo con gel base agua, unté un poco en su abertura y un poco más en mi erección. Me miró con miedo, pero no le di tiempo a pronunciar palabra alguna, inserté mi dedo medio lentamente por su ano hasta que desapareció totalmente entre sus nalgas, Gaby ahogó un grito de dolor y placer, comenzó a moverse para disfrutar de su recién llegado invitado; metí y saqué mi dedo en repetidas ocasiones y de pronto lo saqué del todo, su culo pareció seguirlo, incluso lo levantó un poco como quien sigue una guía en el espacio.
Apoyé entonces mi poderosa erección en la entrada de su ano, y sin mediar palabra comencé a introducirme en su apretadísimo agujero. Fue una tarea difícil que me tomó más de 5 minutos, durante los cuales Gabriela pasó del dolorido llanto a los gritos de placer y de regreso. Al principio trataba de alejarse de mí, pero la tomé fuertemente de sus nalgas y no lo permití. La sensación alrededor de mi verga era deliciosa, su ano apretaba increíblemente y la visión de su maravilloso culo totalmente a mi disposición me iba a volver loco.
Después del primer ingreso, me retiré muy lentamente, y antes de salir, ataqué una vez más y volví hasta el fondo, siempre muy despacio, mi intención era que Gaby se acostumbrara y fuera ella quien comenzara a moverse para mí. Pasaron diez largos minutos, pensé que había sido en vano, porque en cada acercamiento rompía en llanto, de pronto, como si se hubiese resignado a tener mi erecta verga en su ano, comenzó a moverse, con el ánimo puesto en disfrutarlo; esa era la señal que yo necesitaba, comencé a moverme a su ritmo y una vez más la excitación se apoderó de nosotros, nos movimos una y otra vez, ahora sus gritos reflejaban un profundo placer y mi verga estaba plenamente acostumbrada al reducido espacio entre sus nalgas.
No se como hicimos pero logré recostarme en la cama mientras Gabriela quedó sobre mí, todo sin separarnos un momento, ella quedó prácticamente en cuclillas en la cama siguió moviendo su delicioso culo hacia arriba y hacia abajo. Yo estaba a su merced, no podía ni quería moverme, ella se encargaba de todo el trabajo, entraba y salía de su ano ya con mucha facilidad y Gabriela lo disfrutaba muchísimo. Deslicé mis manos por debajo de sus nalgas hasta alcanzar su sexo, que me esperaba ansioso y comencé a acariciarlo. Inserté uno, dos, tres dedos y ella perdió totalmente el control:
- Que rico coges toño, soy tuya, soy tu esclava mi amor…
Realmente no se que pasó por mi cabeza en ese instante, pero pronuncié una frase que bien podría haber roto con el embrujo sexual que estábamos viviendo, pero que sin embargo acabó por provocar el orgasmo más placentero que jamás haya sentido. Le susurré a Gaby:
- ¿Te gustaría que alguien chupara tu sexo en este momento?
- Mmm, que rico, si, quisiera una lengua tocando por todas partes…
Me arriesgué un poco más:
- ¿Te gustaría que fuera un hombre o una mujer quién lo hiciera?
Gaby se movió con más violencia, y respondió:
- Me da igual, quiero tener una lengua acariciando mi coñito mientras me lo haces por atrás…
- ¿Y te gustaría que fuera mi mujer quien lo hiciera?
Gaby se movió aún con más fuerza y me dijo:
- Si, si, ahh, ahh, quién tu quieras mi amor, ahh haré todo lo que tu quieras…
Sentí una oleada de semen recorriendo mi cuerpo, y comencé a venirme en el delicioso ano de mi cuñada. Creo que perdí el conocimiento durante algunos segundos, porque cuando volví en mí, Gabriela estaba recostada a mi lado y me besaba con gran pasión; correspondí a sus besos y nos quedamos en silencio unos minutos:
- ¿De verdad te gustaría hacerlo con mi hermana y conmigo?
Era una pregunta directa y merecía una respuesta directa:
- Si, sería una experiencia maravillosa.
Gabriela sonrió tímidamente y me dijo:
- Pero ¿Cómo haríamos para convencerla?
Me quedé pasmado, en realidad Gabriela, la mujer que creía lesbiana hace menos de dos semanas y que se había convertido en mi amante en un santiamén, estaba considerando la posibilidad de hacer un trío con su propia hermana y conmigo. De verdad que era un tipo afortunado, ahora solo tenía que encontrar la manera de “colocar” a mi esposa en posición y disposición de tener una aventura con nosotros…
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El cumpleaños de mi esposa es el pretexto ideal para organizar una comida en casa con la familia cercana y los amigos. Perla, mi esposa, se ha puesto guapísima para tal ocasión, lleva puesto un vestido gris ceñido al talle, medias negras y zapatos altos de punta de aguja; el vestido le llega por debajo del muslo y se ajusta de tal forma que le permite lucir su figura en forma envidiable. Lleva el cabello recogido en un chongo que la hace lucir más alta y permite disfrutar de la visión de sus hombros desnudos y seguir con sus muy bien formados pechos. A sus 26 años luce francamente bellísima, siempre fue una mujer delgada y más bien con poco busto, pero tras su embarazo 3 años atrás, sus tetas quedaron de un tamaño perfecto. Desde que la conocí y nos hicimos novios, me he sentido muy orgulloso de la mujer que me acompaña; cuando anuncie mi compromiso, mis amigos no podían creer que iba a casarme con semejante hermosura.
Organizamos la comida con unos días de anticipación, e insistí en ofrecer sushi para los invitados, a Perla le encanta, en particular el sake que consume en cantidades generosas. Están invitados familiares y amigos, en total unas 15 personas, se trata de una reunión muy privada con los más cercanos. Comienzan a llegar a eso de las tres de la tarde y poco a poco el recibidor y la sala de nuestra casa se van llenando de caras conocidas. La última en llegar es Gaby, llega acompañada de un compañero del trabajo, un tipo que a todas luces se ve emocionado por su pareja, pero que no sabe que será solo un instrumento de mis más obscuros planes.
Sé que Gabriela sale ocasionalmente con algunos amigos, pero no se atreve a serme infiel, como dentro de la que cabe yo tampoco me atrevo a tener una tercera mujer en mi vida, es decir, soy un bígamo fiel a su esposa y amante.
Pasadas las ocho de la noche la mayoría de los comensales se disponen a retirarse, solo permanecen Claudia y Arturo, amigos de mi esposa, Gabriela y su acompañante Mauricio, mi mujer y yo mismo. A lo largo de la tarde me he encargado de calentar la cabeza de mi “rival” en el sentido de que Gabriela es una hembra súper caliente, dispuesta a todo incluso en la primera cita, el rostro de Mauricio luce emocionado, seguramente se imagina que esta noche tendrá suerte con mi cuñada, el monumento de mujer que le ha invitado al cumpleaños de su hermana.
Sirvo copas para todos, en particular la de mi mujer y la de Mauricio están mejor “servidas”. Pongo música muy suave, que invita a bailar y tomó de la mano a mi mujer en una sugerente invitación. Perla se levanta de su lugar, caminamos al centro de la sala y comenzamos a movernos; la abrazo fuertemente, por la cintura, la beso en los labios y acaricio muy lentamente su espalda, llego a sus nalgas y deslizo mis manos disimuladamente para acariciarlas en toda su extensión; Perla me dice al oído:
- Nos están viendo
- Y eso qué, estoy en mi casa con mi mujer y si quiero acariciarla soy totalmente libre
Ella me mira sorprendida y un tanto intrigada y me dice:
- ¿De veras no te importa que Mauricio y Arturo me miren?
Muy tranquilo respondo que en absoluto, me encanta presumir la hembra que tengo por mujer. Sigo acariciando sus nalgas muy despacio y la beso cada vez con más pasión. Nuestros invitados están sorprendidos, Arturo tiene los ojos como platos mientras que su mujer lo mira un poco molesta, aunque estoy seguro de que a ella también se le antoja un baile así de cachondo, siempre me ha parecido una mujer muy sexual. Por su parte Mauricio no decide entre mirar el espectáculo o atender a su espectacular pareja, que se ha sentado muy sugestivamente con las piernas ligeramente abiertas.
No puedo pasar al siguiente paso hasta deshacerme de Claudia y Arturo, no quiero que arruinen la fiesta. Opto por la agresión, y le digo en tono burlón a Claudia:
- ¿Qué es lo que te sorprende? ¿Acaso Arturo no te da servicio con regularidad?
Todos rompen en carcajadas, incluso Arturo. Claudia se ve muy molesta y atina a decir con voz triunfante:
- Si, pero no lo andamos luciendo frente a los demás.
Su respuesta me molesta, y reviro con un poco de sorna:
- Será entonces que no hay nada que lucir entonces… ¿no Arturo?
Perla me mira entre molesta y coqueta, acabo de compararla con su amiga y la he puesto muy por encima de ella. Arturo debe contener la risa, y Claudia hace lo que debe hacer: se levanta y pide a su esposo que se retiren, afirma que no le gusta discutir con borrachos. Si supiera que en toda la tarde-noche no he probado una gota de alcohol para estar al 100% en lo que se avecina…
Arturo me mira con un poco de molestia y se despide, Claudia de plano ni siquiera me voltea a ver, se despide de los demás y sale azotando la puerta. Creo que me propasé, pero ya mañana tendré suficiente tiempo para disculparme, al final de cuentas tengo el mejor de los pretextos: estoy borracho.
Sonrío a Gabriela y pregunto imperativamente
- ¿Acaso no bailas Mauricio?
Parece que solo necesitaba ese pretexto, inmediatamente se levanta y pide a Gabriela bailar con él. Se levantan y comienzan a bailar junto a nosotros. Yo sigo en mi tarea de acariciar descaradamente a mi mujer, ya no lo hago delicadamente, magreo con fuerza su magnífico trasero. Mauricio está asombrado, quizás se imagina que formará parte de una orgía o algo por el estilo, he sembrado tantas ideas en su cabeza respecto a Gabriela y luego al vernos así, tan “descarados” a mi mujer y a mí, seguro piensa que somos unos degenerados; y lo somos, pero no lo incluiremos en nuestro degenere.
Cada que mi mirada se encuentra con la de Gabriela, sonríe maliciosamente, luce muy emocionada con nuestro plan, mientras que Mauricio luce cada vez más acalorado y porque no decirlo, excitado. En cierto momento, en que Mauricio queda de frente a mí, le guiño un ojo y aprieto con más fuerza el culo de mi mujer, su vestido se levanta un poco y estoy seguro que él logra ver parcialmente sus blancas nalgas.
No puede más, baja sus manos al culo de Gabriela, me excita sobremanera mirar a otro hombre acariciar algo que es de mi uso exclusivo; Gabriela explota:
- Qué haces estúpido, no me toques, no me toques
Mauricio no sabe donde meter la cabeza, mi esposa pregunta que ha sucedido y Gaby responde casi llorando:
- Este idiota que se ha querido propasar conmigo y me ha acariciado las pompas…
Mi mujer luce furiosa y me mira rogándome que haga algo. Airadamente reclamo a Mauricio y lo saco de la casa casi a patadas, no está en condiciones de defenderse, intenta dar una explicación pero no se lo permito y en un dos por tres me he quedado a solas con mi mujer y mi amante.
Gabriela llora amargamente y Perla intenta consolarla, se sientan en un sillón (en el que hice por primera vez el amor a Gaby) la abraza, acaricia su cabello y le dice que no ha sido su culpa. Me siento junto a mi esposa y sigo con mi juego, esta vez me pegó a ella y comienzo a acariciar su cuello bajando disimuladamente mis manos a sus pechos; ella protesta, dice que su hermana se siente muy mal; Gaby le dice:
- No te preocupes Perla, sigan en lo que estaban, yo no voy a arruinar la noche. Mejor me voy.
Mi mujer responde:
- Ni hablar, ¿cómo que te vas?, que tal que el fulano anda por allá fuera esperándote. Mejor te quedas
- Pero no quiero importunar…
Sonrío y le digo que no importuna, si no le molesta ver como acaricio un poco a su hermana. Gaby sonríe y dice que no, que para nada, que hasta le gusta ver como lo hago…
Perla sonríe y dice:
- Es un hecho, te quedas con nosotros.
El plan va de maravilla, estoy a un paso de hacer realidad mi más grande anhelo en muchos años, un buen plan y un poco de ayuda del alcohol funcionaron de maravilla. Vuelvo a tomar de la mano a mi mujer y la llevo una vez más al centro de la sala; acaricio su cabello, la beso con pasión y mis manos se pierden más en su culo, la acaricio una y otra vez, ella por su parte clava su boca en mi cuello y comienza a chuparlo, me encanta cuando hace eso, es un indicador de que está a punto para que la posea.
Subo mis manos por su espalda y bajo lentamente el cierre del vestido hasta por encima de la cintura, intenta detenerme, pero hago caso omiso a sus reclamos; me dice:
- Ahí está Gaby…
- Si lo se, no pierde ningún detalle.
Subo mis manos por su cintura, siento su suave piel desnuda en mis dedos, mis manos llegan a sus hombros y deslizo el vestido por el frente, liberando sus preciosos pechos solo cubiertos por un transparente brassiere; antes de que otra cosa suceda, beso inmediatamente sus pechos, se que le encanta y no podrá resistirse y mucho menos detenerse, el alcohol acompañado del sensual baile y los juegos previos han desinhibido a Perla y actúa siguiendo a sus instintos. Beso sus pechos con fuerza, paseo la lengua alrededor de su aureola una y otra vez, toma mi nuca y respira agitadamente, se que está a punto de pedirme que la posea ahí mismo.
Estoy muy cerca de conseguirlo. Deslizo su vestido hasta el suelo y ella está totalmente entregada: lo único que se te interpone entre nosotros son sus medias y su deliciosa ropa interior. Meto las manos entre su ropa y su piel y la bajo con cierta brusquedad y la dejo ahí, desnuda frente a mí y frente a su hermana, mi amante, mi inesperada obsesión. Acaricio su cuerpo de arriba a abajo, luce magnífica, sus preciosas tetas, su abdomen, su cuello extendido, su sexo depilado recientemente. Mis manos recorren desesperadamente todo su cuerpo y ella está en otra dimensión, gozando de mis caricias como nunca lo ha hecho.
Meto un par de dedos en su coño, le encanta, me muerde el oído y me dice:
- Cógeme mi amor…
La levanto en vilo, me abraza con las piernas y hace más fácil mi labor; al parecer se ha olvidado de la presencia de su hermana y si no, no le importa en lo más mínimo. Volteo a ver a Gabriela y luce como una gata en celo, sus piernas parcialmente abiertas dejan ver casi hasta su sexo maravilloso, ha desabrochado los botones superiores de su blusa color blanco y sus pechos asoman tímidamente por debajo de la tela. Su falda color negro se ha deslizado hacia arriba dejando ver más de lo que uno puede siquiera imaginar. Me sonríe, sabe que estamos cerca de conseguirlo.
Con mi esposa abrazándome con las piernas, hago algo que generalmente me cuesta mucho trabajo pero que esta vez me sale a la perfección: la penetro estando yo de pie y ella montada en mí. Perla tensa cada músculo, cada fibra y comienza a gozar como una loca de mi verga en su coño.
Después de penetrarla unas 20 veces su respiración está increíblemente agitada, camino con ella, sin salirme un centímetro de su delicioso coño y la recuesto junto a su hermana, que con todo lo sucedido se ha desprendido de su blusa y ha dejado sus tetas expuestas a la mirada atónita de mi esposa. Gabriela acaricia sus enormes tetas descaradamente, mirando a su hermana a los ojos; Perla, con mi verga metida hasta el fondo no atina a decir nada y yo sigo con mi movimiento en una posición mucho más cómoda y que por ende me permite llegar mucho más profundo en mi tarea. Perla gime plácidamente, me araña la espalda, se acaricia las tetas, está profundamente excitada por todo lo vivido.
Gaby ahora se ha quitado su falda y ha quedado luciendo su deliciosa y ya conocida tanga, luce simplemente espectacular cuando se pone en pie, me abraza por la espalda y comienza a acariciar mi pecho muy despacio, bajando paulatinamente sus manos por mi estómago y llegando a donde mi erecta verga perfora a su hermana menor. Acaricia la base de mi verga y el sexo de Perla en cada penetración. Mi mujer abre los ojos desorbitados por la sorpresa, pero no voy a detenerme así llegue un ejército entero y me pida hacerlo. Perla me mira de forma interrogante, las manos de Gabriela bajan por su abdomen y comienzan a acariciar las tetas de mi mujer, ella pierde el control, cierra los ojos y se entrega al goce.
Gaby pasa de acariciar las tetas de su hermana, mi verga y posteriormente mi pecho y espalda, parece muy entretenida en su actividad pero se que es demasiado caliente y necesitará atención muy pronto. Saco mi pene de Perla, me pongo en cuclillas y comienzo a lamer su sexo con mucha habilidad, Gabriela me sigue en la tarea y pronto su lengua se encuentra con la mía con el delicioso sabor del coño de mi mujer; lo hacemos alternadamente, lamemos insistentemente el coño de Perla y luego nos unimos en un apasionado peso en los labios; compartir los jugos de mi mujer es lo más sensual que he hecho en toda mi vida.
Mis manos ya recorren libremente ambos cuerpos, paso del culo de Gabriela a las tetas de Perla y viceversa. De vez en cuando ingreso dos o tres dedos en el ano ya acostumbrado de mi cuñada. Ya en eso, dejo de lamer el sexo de mi esposa y dedico enteramente mi atención a Gabriela, beso cada parte de su cuerpo y preparo su sexo para lo que sigue: meto de un jalón mi verga en lo más profundo de Gabriela, ella está en 4 puntos, lamiendo el coño de mi mujer y desde donde estoy puedo ver las deliciosas tetas de Perla, sus piernas abiertas de par en par recibiendo lenguetazos por parte de su hermana, y aún más cerca su precioso culo moviéndose para mí.
Mi mujer abre los ojos y me mira extrañada, me estoy cogiendo a su hermana y está a punto de decir algo, pero su excitación es superior, se mueve al ritmo de la lengua de Gabriela, ronronea, grita. Saco mi verga del coño de Gabriela y la llevo a la boca de mi esposa, la abre sin protestar y comienza a comerla sin pensárselo dos veces. Gaby acaricia las tetas de su hermana una y otra vez, mete sus húmedos dedos en el interior de su coño y luego los lleva al de mi esposa, es maravilloso verlas como dos gatas en celo.
Tomo a Perla de la mano y la pongo de rodillas sobre la alfombra, la penetro sin previo aviso y ella chilla de placer; mientras tanto Gaby se pone frente a ella con las piernas abiertas y masturbándose. La cabeza de mi esposa está a escasos centímetros del coño de su hermana pero no se atreve a hacer lo que debe hacer. La penetro con más y más fuerza, me sostengo de sus nalgas para penetrar con más profundidad y paulatinamente la voy empujando al abismo; de pronto no puede más y comienza a comerse el coño de Gabriela, ella toma su cabeza con ambas manos y la guía en sus movimientos, mi mujer está increíblemente excitada y grita cuando su labor se lo permite. Gabriela pellizca sus pezones, empuja su impúdico sexo a la boca de Perla. Después de algunas embestidas más mi mujer tensa todos los músculos de su cuerpo y experimenta el más grande orgasmo que hayamos compartido en nuestras vidas.
No le doy cuartel, comienzo a lamer su ano mientras que Gaby se ha recompuesto y besa sus labios, Perla recupera el deseo inmediatamente y Gabriela lo nota, porque sin más mete tres dedos en su coño; mi mujer grita de placer.
Gabriela mi pide sentarme en el sillón e indica a mi mujer que chupe mi pene, juntas lo hacen por unos segundos. Acto seguido Gabriela se pone de espaldas a mí y se mete mi verga completa en el ano, de un jalón mis huevos chocan contra sus nalgas. Comienza a moverse con violencia, entra y sale con toda naturalidad puesto que su ano está acostumbrado a recibir a mi pene. Mi esposa nos mira, y cuando está a punto de articular palabra Gabriela le grita
- Cómeme Perla, por favor cómeme…
Perla me mira y comienza a chupar simultáneamente el coño de su hermana y mis testículos cuando le es posible, mientras se masturba con ambas manos. La escena dura cerca de 5 minutos, cuando de pronto Gabriela comienza a moverse con más y más fuerza, indicándome con los movimientos de sus manos que está a punto de terminar e invitándome a hacerlo junto a ella. Mi mujer no cesa en su trabajo, lame y lame el sexo de Gabriela mirándome de reojo, como tratando de interpretar lo que está sucediendo.
Simultáneamente, como tantas veces lo hemos hecho, Gabriela y yo terminamos en un profundo orgasmo mientras mi mujer nos no se cansa de chupar nuestros sexos y masturbarse. Una vez que terminamos, saco mi verga de Gabriela, ayudamos a mi mujer a sentarse en el sillón y la recorremos toda con nuestras lenguas, no hay rincón de Perla que quede sin ser recorrido una y otra vez, ponemos especial atención en sus orificios, alternadamente Gabriela y yo compartimos entre su ano y su coño, mientras mi mujer está vuelta loca por las caricias que le estamos propinando. Minutos después, mi mujer experimenta su segundo orgasmo como preludio a los múltiples finales que tendremos a lo largo de la noche de pasión que compartiremos…
En los días posteriores a nuestro increíble trío, mi esposa no mencionó nada al respecto, pensándolo bien, prácticamente no me dirigió la palabra en poco menos de dos semanas, solo me hablaba para resolver problemas domésticos y asuntos de la oficina. Durante el transcurso de esa semana preferí no ver a Gaby, quería tener las cosas muy claras con mi esposa antes de cualquier movimiento. No obstante la deliciosa noche de pasión que los tres habíamos vivido, ya no estaba seguro de haber hecho lo ideal para mi matrimonio ni para mi relación con Gaby, antes de esa noche mi esposa no tenía sospecha alguna respecto a mi trato con su hermana y por ende podía pasar tiempo de sobra con ella y nadie podría reclamarme nada, sin embargo, después de lo ocurrido, eso era prácticamente imposible, ahora Perla sospecharía de cualquier encuentro "casual" con mi cuñada.
Viví unas semanas de perros, con la incertidumbre a flor de piel y sobresaltado con cada timbrazo del teléfono esperando que mi esposa finalmente rompiera el hielo, además de que mi libido andaba por las nubes después de haber tenido a ese par de calientes mujeres.
Nada pasó hasta el sábado siguiente. Como siempre, me levanté muy temprano para jugar tenis con mis amigos, acto seguido tomamos un par de tragos en el bar del club y mas tarde, cuando iba de regreso a la casa, sonó mi teléfono, era mi esposa diciéndome que teníamos invitados a cenar y que no llegara tarde.
Apresuré el paso y llegué a casa más temprano de lo acostumbrado. Al entrar escuché a Perla cantando alegremente en la cocina, cuando la vi, no pude mas que sonreír lascivamente, se veía preciosa, llevaba puesto un vestido negro muy corto que bien podría ser un babydoll con un generoso escote que dejaba asomar desafiantes sus deliciosos pechos, medias negras de un material muy brillante que las hacía lucir aun más bonitas y unas altísimas zapatillas de punta que hacían sus piernas eternas... Llevaba el cabello recogido en un chongo con un broche en forma de rosa decorando el tocado. Supuse entonces que la vigilia había terminado, ya estaría dispuesta a retomar nuestra vida en común. Me acerqué y la besé apasionadamente, diciéndole al oído las guarradas que tanto la excitan, seguí besándola algunos minutos y di el siguiente paso, la levanté en vilo y ella abriendo sus piernas rodeó mi cintura, apreté con fuerza sus nalgas por debajo del vestido, y me llevé una agradable sorpresa: llevaba puesto un delicioso liguero y cero ropa interior. Después de 2 semanas de inactividad, mi miembro salió disparado de su lugar buscando pelea, y mi esposa lo notó de inmediato porque comenzó a moverse pausadamente rozando su sexo contra el mío. La levanté un poco más y la senté delicadamente en la barra de la cocina, la seguí besando y mis manos comenzaron a acariciar sus pechos por encima del vestido, acariciando accidentalmente su piel. Agaché mi cuerpo con el objeto de llegar a sus piernas, pero ella me detuvo abruptamente, diciendo que los invitados estaban por llegar.
Dio un brinquito desde la barra, acomodó de regreso su vestido y me regaló una coqueta sonrisa.
- ¿Quién viene a cenar?
Respondió con una frialdad hasta ahora desconocida para mí:
- Invité a Gabriela y a un amigo suyo.
La respuesta me dejó la cabeza llena de confusión, ¿Qué era lo que Perla buscaba?, ¿porqué buscar un encuentro con su hermana en esas condiciones? ¿Acaso quería repetir nuestra aventura?, pero de ser así, ¿Por qué la presencia de un invitado misterioso? Estaba seguro de que algo tramaba pero no atinaba a adivinar qué.
Ayudé un poco en la preparación de la espléndida comida, además del sexo uno de los principales atributos de mi esposa es la cocina. Preparó una crema de ostiones al vino blanco, colocó una fuente de camarones gigantes en el centro de la mesa y terminó de preparar el plato fuerte: un exquisito filete de salmón preparado al gratin y coronado con champiñones portobello rellenos de pequeños trozos de nuez.
La mesa era digna de un palacio, Perla se había esmerado en la preparación de los alimentos, pero especialmente en la selección del vino, una rareza del valle de Napa, combinación de uvas Sauvignon Blanc y Zinfandel que mi esposa y yo habíamos conocido en diferentes momentos de nuestras vidas pero que habíamos aprendido a disfrutar en común. Por mi parte había descubierto esta delicia en un viaje mochilero por la costa este de Estados Unidos que hice con mi padre 18 años atrás, aún recuerdo las acaloradas discusiones que mi viejo sostenía con los gueritos que consideraban que su país era el mismísimo ombligo del mundo. Perla nunca quiso contarme cuándo había probado ese vino por primera vez, y para ser franco tampoco me interesaba demasiado, lo que me parecía un detalle sublime era que lo hubiera buscado en México para nuestra cena con su hermana, seguramente tendría planes muy especiales para nosotros.
Sonó el timbre y corrí como adolescente para abrir la puerta, ahí estaba ella, la deliciosa hembra que ocupaba la mitad de mis pensamientos: Gabriela. Desde nuestro primer encuentro se había vuelto increíblemente audaz en su arreglo personal, había renovado totalmente su guardarropa para llenarlo de minifaldas, pantalones ajustados, escotes y zapatillas muy altas. Llevaba puesto un vestido muy similar al de mi esposa, pero en color verde botella, sus enormes pechos saludaban coquetamente por debajo de la tela y sus maravillosas piernas lucían unas deliciosas medias con un sensual calado. Cuando me dio su abrigo y volteó pude notar lo más atractivo de su vestido, el escote de posterior se pronunciaba hasta bien terminada su espalda, y dejaba entrever solo un poco de su magnífico trasero.
Me saludó con un cariñoso beso en la mejilla, rozando la comisura de mis labios, me dijo al oído:
- Te he extrañado mucho mi amor
Detrás de ella venía la mayor sorpresa de la noche: Esteban Torres Andaluz. Cuando lo vi la sonrisa de mis labios se esfumó y con voz más que formal lo saludé con un fuerte apretón de manos.
Esteban es el único amigo de mi esposa que puede sacarme de balance, fueron novios durante más de un año, de hecho cuando comencé a salir con Perla ellos tenían graves problemas en su noviazgo, y yo estuve ahí para confortarla y hacer mi labor para conquistarla, enamorarla y contraer matrimonio. En cierta ocasión, cuando aún éramos novios, Esteban me abordó camino a mi casa con un fuerte cerrón y me amenazó airadamente, llegamos a los golpes, llevando ambos daños similares; poco tiempo después me pidió disculpas y ofreció su amistad, argumentando que prefería “la felicidad de Perla, aunque fuera lejos de él”. Nunca me pareció honesto, acepté sus disculpas por tranquilizar a mi entonces novia, pero siempre me pareció que no pudo superar la ruptura con ella y su eventual casamiento conmigo.
Durante los años de nuestro matrimonio lo encontramos una vez en un centro comercial y otra en el aeropuerto, y nunca lo habíamos frecuentado; por eso, tenerlo sorpresivamente de visita en mi casa sin previo aviso y con la situación como estaba con mi esposa y mi cuñada, no me gustaba en lo más mínimo.
Perla salió del comedor y prácticamente corrió a abrazar a Esteban, a éste se le salían los ojos al mirar a mi esposa tantos años después luciendo tan hermosa. Estoy seguro de que puso especial atención en sus pechos; maldición, los celos estaban consumiéndome, y la noche apenas comenzaba.
Entendí entonces el juego de mi esposa, quería darme celos, seguramente estaba molesta por lo ocurrido, aunque al final de cuentas no tenía porque estarlo, si mal no recuerdo ella fue partícipe de nuestra aventura, el alcohol que había consumido era mínimo y bien pudo haberse detenido. Sin embargo entendía su molestia y sus celos, y si quería jugar a dar celos, yo llevaba las de ganar: Gabriela.
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Fin de la 3ra parteeee 😛 falta la ultima e inimaginabvle finallllll jajajjajaja en verdad les digo que es super super bueno.
espero sus comentarios!!!
5 comentarios - Gaby, mi recién descubierta cuñada Virgen a los 28- part 3
si fuese NFU te dejo +10
Espero la 4ta parte 😀
buenisimo el relato solo lei la parte 1 y quede realpalo haci que leo las demas partes mañana
Gracias