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El amigo de mi ex

Ya les conté en un relato anterior sobre un novio que tuve, Diego, el último antes de conocer a quién es hoy mi marido, y de cómo llegué a reencontrarme con él tiempo después, ya casada, en un colectivo. Quienes hayan leído el relato sabrán que hicimos mucho más que solo recordar los viejos tiempos, sin embargo, y pese a que intercambiamos números de celular, casillas de mail y prometimos volver a vernos, sobre todo después del tremendo polvo que nos echamos, no le devolví nunca los mensajes, no porque me haya defraudado, ya que a decir verdad sigue siendo tan buen cogedor como lo recordaba, simplemente decidí que aquella ya era una etapa superada de mi vida.
Había estado bueno reencontrarlo después de tanto tiempo y coger como si nunca nos hubiéramos separado, pero para una vez, no para hacerlo siempre, como si fuéramos amantes o algo así. Pero bueno, ¿a que viene todo esto?, se preguntarán ustedes. Es que hace unos días recibí un mail, no de Diego precisamente, sino de un buen amigo suyo, de Ariel, para ser más precisa.
"Hola, ¿como estás? Tanto tiempo, me gustaría verte..." fue el escueto mensaje que me llegó. Al principio tuve que esforzarme un poco para recordar de quién se trataba, aunque rápidamente logré hacer memoria.
-Ahhhh... Ariel... si... un rotundo 9- me dije a mí misma cuándo conseguí recordarlo.
Y es que cuándo trato de acordarme de alguien siempre lo hago en relación a su performance sexual, así para mí, Diego, mi novio de ese entonces, era un muy bien 10, y Ariel, su amigo, aunque de muy buen desempeño en la única oportunidad que tuvimos de estar juntos, estaba un escalón por debajo, de ahí el 9.
Pero para que sepan quién es Ariel en toda historia, tengo que remontarme a cuándo vivía con Diego, convencida por ese entonces de que era el hombre de mi vida. Nos conocimos en un bar, nos presentó un amigo en común, y esa misma noche, apenas un par de horas después de habernos conocido, ya estábamos cogiendo. Fue una de las experiencias más alucinantes de toda mi vida, y eso que tenía bastante experiencia en ese aspecto, pero Diego era… ¡un cogedor extraordinario! Y sigue siéndolo, lo comprobé en aquel reencuentro.
Es dueño de una resistencia increíble, y lo mejor es que puede acabar y seguir tan duro y erecto como si recién hubiera empezado. Me mataba cuándo me echaba en cuatro y empezaba a darme con un ritmo demoledor, hasta que acababa, me la dejaba ahí adentro, hasta que soltaba toda la leche, y así, como si nada, me la sacaba y me la volvía a meter por atrás, surtiéndome con la misma eficiencia pese a la reciente descarga. Los polvos que nos echábamos eran épicos, apoteóticos, lo hacíamos prácticamente todos los días, y en ocasiones hasta nos quedábamos sin dormir, garchábamos toda la noche, obviamente que creíamos que éramos el uno para el otro, aunque pronto nos daríamos cuenta que no era tan así.
Ariel era el mejor amigo de Diego y a veces, por el estudio, se quedaba a dormir, aunque nunca se me insinuó ni nada parecido. Por otra parte con Diego tenía ya bastante como para pensar en serle infiel con su propio amigo, no quería quilombos, así que mantenía con Ariel una prudente distancia.
Sin embargo la relación con Diego comenzó a enfriarse, no sexualmente, ya que seguíamos cogiendo como siempre, pero solo eso, solo cogíamos, nada más, ni siquiera íbamos al cine o a comer una pizza por ahí o a tomar un trago. Lo único que nos unía era el sexo, nada más, si me declaraba en abstinencia ya no tendríamos nada en común. De eso me daría cuenta tiempo después, pero lo que quiero contarles es que una mañana, luego de echarnos un mañanero de esos que te dejan zumbando la cabeza, Diego se fue volando a trabajar. Yo me quede en la cama un rato más, sintiendo como la leche que había descargado en mi conchita se escurría lentamente sobre las sábanas. Finalmente miré la hora en el reloj y me levanté, deshice la cama, me puse una tanguita sin nada arriba y fui a la cocina a poner la pava para cebarme unos mates. Mientras se calentaba el agua quise aprovechar para darme una ducha, así que me dirigí hacia el baño. Salí de la cocina, camine por el pasillo, y cuándo estaba a punto de abrir la puerta del baño… ¡ZAS!, la puerta se abre sin que yo haya tocado siquiera el picaporte. Era Ariel, que salía de ducharse, con una toalla enrollada en la cintura. Sus ojos se clavaron en mis pechos, los que, creyendo que no había nadie en el departamento, llevaba totalmente al descubierto. Tarde en reaccionar, por lo que pudo contemplarme en plenitud.
-¡Ariel!... ¿Qué… que haces acá?- le pregunté sorprendida, tratando de cubrirme las tetas con los brazos, lo cuál, como comprenderán, me resultaba sumamente difícil.
-Es que anoche terminamos tarde y Diego me dijo que me quedara, ¿no te aviso?- aunque se esforzaba por mirarme a los ojos, no podía evitar que los suyos se fijaran en otras partes de mi cuerpo.
-No, no me dijo nada, sino no me estaría paseando en bolas por el departamento- le hice notar.
-Bueno… suerte que no te aviso- se rió.
-No seas boludo- le recriminé.
Tendría que haberme dado la vuelta y regresar por donde vine, pero no lo hice.
-¿Sabes qué?- me dijo entonces –Este es un buen momento para que se me caiga la toalla-
-Ni se te ocurra- le dije, aunque no con mucho énfasis.
-¡Uh, se cayó!- exclamó a la vez que se desprendía la toalla y esta caía en el suelo, a sus pies.
Ni bien la toalla se desprendió de su cuerpo, su verga emergió rebosante y esplendorosa, lo primero que noté es que la tenía circuncidada, por lo que la cabeza sobresalía gorda y pulsante. No me iba a dejar avasallar así nomás, así que poniendo las manos en la cintura, le ofrecí una pletórica visión de mis pechos, ya sin obstáculo alguno.
-Ahora ya estamos a mano- le dije.
-Sabes que Diego es mi mejor amigo, ¿no?- me dijo entonces.
-Si, ¿y?- le repliqué.
-Que en estos momentos no tendría problema en cagarlo- se sinceró a la vez que su verga comenzaba a evidenciar una notable erección.
Me quede un instante pensativa, mientras ese tronco nervudo se alzaba firme e inexorablemente.
-No tendría que salir de acá, sería un secreto solo nuestro- repuse.
-Nuestro y de nadie más- agregó, acercándose peligrosamente.
Estaba a solo unos pocos centímetros de mí, con esa erección palpitando fuertemente.
-Diego me contó que sos muy buena peteando- me comentó.
-¿Te contó eso? ¡Que hijo de puta!- exclamé.
-Bueno, eso y algunas cosas más- agregó.
-¿Cómo qué?- quise saber.
-Que sos una bestia en la cama- repuso.
-Parece que eso lo vas a averiguar por vos mismo-le dije y colgándome de su cuello lo besé con desbordante pasión.
De sus labios fui bajando por todo su cuerpo hasta quedar enfrentada a una erección soberbia y contundente. Estaba completamente depilado, como si de un actor porno se tratara, por lo que notaba las venas que se extendían por todo su vientre. Me aferré a ese manojo de nervios y se lo sacudí con fuerza, sintiendo el estremecimiento propio de la excitación que lo embriagaba.
Se la chupé con frenesí, poniendo todo mi empeño, demostrándole en carne propia que Diego no se había equivocado al decirle que era buena peteando. Sus suspiros y jadeos me demostraban que por el momento estaba bastante complacido.
La verga se le endureció en una forma brutal, casi animal, con las venas marcándosele a fuego sobre la piel.
-¡Sos tan perra como me lo imaginaba!- exclamó entre suspiros, entregándome su virilidad para que hiciera y deshiciera a mi gusto.
Con las rodillas bien afirmadas en el suelo, me aferré de esa hermosa poronga con las dos manos y frotándosela firmemente, le brindé una chupada de ensueño. Si el guacho de mi novio era tan boca floja como para andar hablando con sus amigos de nuestros encuentros íntimos, entonces uno de ellos iba a ser testigo privilegiado de que no mentía al respeto. Por eso fue que le hice un servicio completo, con bolas y todo, chupando todo lo que tenía que chupar y más también, llegando incluso hasta el agujerito del culo, entonces le di la vuelta y me puse por detrás él, de rodillas aún y comencé a prodigarle un rico y jugoso beso negro, mientras seguía sacudiéndole la poronga.
Ariel no se pudo aguantar mucho más, enseguida me agarró de prepo, me hizo levantar de un solo tirón, y estampándome de espalda contra la pared del pasillo, me levantó una pierna, me hizo a un lado la tanga y me la metió sin mayores consideraciones. Un largo y profuso suspiro se escapó de mi garganta cuándo la sentí toda adentro, invadiéndome sin resistencia alguna de mi parte, llenándome hasta el último rincón disponible con ese impactante volumen que se amoldaba perfectamente a mis interiores. Con cada empuje me adosaba más contra la pared, haciéndome sentir en las entrañas la prepotente potencia de su virilidad. Dentro y fuera, dentro y fuera, más fuerte cada vez, cogiéndome deliciosamente. Entonces me agarró con ambas manos, me cargó sobre su vientre y con su verga totalmente ensartada dentro de mí, me llevó al dormitorio, mientras caminaba yo me movía insistentemente para disfrutar de ese trozo magnífico que me hacía mojar en una forma increíble. Ya en el dormitorio, me depositó de espalda en la cama y acomodándose sobre mí, reinició tan delicioso bombeo, haciendo que me orinara encima. De tan mojada que estaba, el ruido de la penetración se hacía ensordecedor, al igual que nuestros gemidos, los que se intensificaban con cada ensarte.
-¡Siiiiiiii… siiiiiiii… cogeme… cogeme… dame con todo… siiiiiii… así… ahhhhhhhhh… matame… reventame…!- le pedía entre exaltados jadeos, entregándome sin reservas, abriéndome toda para él, disfrutando de cada empuje como si fuera el último.
Aunque me había echado terrible polvo en la mañana con mi novio, lo que me estaba haciendo sentir Ariel en ese momento era impresionante. Me había calentado mal, tanto que ya no me importaba mi novio ni la puta madre que lo parió. Entre besos, chupones, y más embistes, rodamos sobre la cama, quedando ahora yo encima de él, moviéndome arriba y abajo, disfrutando la forma en que me acariciaba las tetas, con violencia, apretándome y pellizcándome los pezones, amasándome la carne como si quisiera deshacerla entre sus dedos. De a ratos y sin dejar de moverme, me agachaba y lo besaba, le comía la boca, agradeciéndole de esa forma el gusto que me estaba haciendo sentir. Y no solo por la forma en que me estaba cogiendo, sino también porque lo estábamos haciendo en la misma cama que compartía con mi novio y en la que apenas un rato antes habíamos cogido como si el mundo se fuera a terminar en cualquier momento. Pero eso ya era pasado, lo que me importaba ahora era lo que Ariel me estaba proporcionando, y estaba más que dispuesta a disfrutarlo en forma total y absoluta.
Como si fuéramos la pareja protagónica de un video porno, no nos cansábamos de ensayar las más diversas poses sexuales. Hasta creo que inventamos alguna. En cuatro, aprovecho al tenerme ahí toda abierta y dispuesta, para enfilarla por el otro agujero. Como si se tratara de su destino natural, apenas sintió el contacto, mi culito se abrió de par en par, facilitándole de por sí la inmediata introducción. Ni siquiera tuvo que lubricarme, ya la humedad que traía consigo la poronga, una cremosa mezcla de fluido preseminal y de mis propios flujos íntimos, fue más que suficiente para que se metiera hasta la mitad de un solo golpe. El resto entró a fuerza de empujes y más empujes, haciéndome sentir entre los intestinos la descollante fuerza de virilidad. Se agarró entonces de mis caderas y empezó a culearme con todo, bien duro y parejo, pero aunque me estaba dando fuerte, de pronto se irguió sobre sus pies y redobló prácticamente el ritmo de la penetración, sacudiendo hasta la cama con los impactos de tan furioso bombeo. Con una mano perdida por entre mis piernas, yo me tocaba el clítoris, me lo sacudía, acompañando los movimientos que él realizaba desde atrás. Ya podía sentir con absoluta nitidez esa vibración que precede al momento más álgido y esperado de una relación, el de la eyaculación. Ariel estaba a punto de acabar, aunque se notaba que trataba de esforzarse por posponer lo más posible ese inevitable momento, hasta que ya no pudo hacer nada al respecto y en medio de exaltados jadeos, me la sacó de un tirón y… lo primero que sentí fue un fuerte lechazo en la espalda. Me levanté a toda prisa, me di la vuelta y agarrándosela con las dos manos me la lleve a la boca, antes de que pudiera abrirla, un par de lechazos más me dieron en plena cara, uno prácticamente me dejo un ojo cubierto de semen, igual insistí en mi cometido, abrí la boca y con la punta de la pija apoyada en mis labios recibí todo el resto de la descarga en mi paladar. El semen de Ariel me quemaba la lengua, pero aún así lo mantuve ahí hasta que ya no tuvo nada más para soltar, recién entonces me tragué toda su guasca, sorbo por sorbo, disfrutando de cómo ese elixir natural recién extraído se derramaba lentamente por mi garganta. El amigo de mi novio seguía suspirando, mirándome con ojos embelesados, dejando que yo me encargara de extraerle hasta la última gota. Él mismo me limpió con un dedo el semen que me había caído en el ojo, dándomelo para que lo saboreara también. Luego le chupé bien la pija, para dejársela bien limpia, como si nada hubiera pasado. Esta es una de las partes que más me gustan, la del aseo, usar mi lengua y mis labios para hacer desaparecer cualquier vestigio de leche. Es algo que me resulta por demás gratificante.
Sintiendo todavía las sensaciones del orgasmo repercutiendo en nuestros cuerpos, nos acostamos y dedicamos a mimarnos por un rato, aunque aclarando de entrada que lo que había pasado entre nosotros esa mañana era algo que debíamos evitar en el futuro. Aunque me había cogido deliciosamente, era el mejor amigo de mi novio y no quería hacer ningún quilombo entre ambos. Ya suficiente tenía con los míos propios. Igualmente, al poco tiempo terminé mi relación con Diego, en lo cuál Ariel no tuvo nada que ver, y entonces conocería a quién hoy es mi marido. Por un tiempo no supe nada de los dos. A Diego me lo volví a encontrar aquella vez en el colectivo, después de mucho tiempo, y a Ariel… bueno, de Ariel recibí hace unos días un mail en el que me decía que le gustaría verme de nuevo. No le respondí… todavía, aunque después de escribir este relato y de recordar lo bien que la pasamos juntos, la humedad de mi conchita me dice que quizás lo mejor sea que se lo responda. Confieso abiertamente que no pude evitar tocarme mientras recordaba esos momentos, de modo que ya mismo estoy abriendo mi casilla de correo y me dispongo a responderle el mail. La respuesta será breve: “A mí también me gustaría verte”.

13 comentarios - El amigo de mi ex

KaluraCD
Ahhhh!!! Marita, no sabés cómo extrañaba tus infidelidades 🙂
Valió la pena la espera, un relato excelente, con todos los condimentos para dejarme a mil 🤤
Recomendado, punteado, favoriteado, twiteado y quiero vale cuatro !!!

El amigo de mi ex
drsexrg
que pedazo de relato y recuerdo, marita....!!!!!
entré casi por descuido y me encontré con esta historia tuya...
me pusiste hasta los bujes...!!!
fer_z
me calentaste guacha! como en todos tus relatos. +10!!!
Guiyote07
Como me calentas Marita...me matan tus infidelidades!!! el morbometro a mil!!! +10 par vos, te los estaba debiendo
tremendogato
🙎‍♂️ me gustò el final.....zorra como siempre van los diez
Muser
You´re back...+10, obviamente 😀
Besos
gut_12
Como calentas Marita con tus relatos 🙎‍♂️ 🙎‍♂️ 🙎‍♂️ 🙎‍♂️ me encantaria ser muyyyy amigo de tu marido 😀 😀 😀 😀
pogarin
Marita nunca te habia leido, la verdad es que me dejaste nock out! Lei bastantes relatos, muy buenos, pero este es diferente. Muy bien redactado, y las escenas descritas de una manera fenomenal!
Felicitaciones!!
goac08
NOS MUCHO AGRADO TU POST SALUDOS!!!!

Imperdonable (la mujer de mi mejor amigo)
badboy
tremenda... te adro un monton....