Amanecí con los ojos más cansados que de costumbre. Eran las 7 de la mañana y apenas había dormido un par de horas. Dejé a Sofía en la cama, ya que ella estaba de vacaciones, y me dirigí hacia el baño con intención de darme una reparadora ducha. Una vez que estuve desnudo y con el agua tibia acariciando mi cuerpo, vinieron a mi cabeza las imágenes de Javi en el agua, su frote contra mi culo, y sus palabras en mi oído… ¿qué coño me estaba pasando?… si es un puto crío. A medida que recordaba los acontecimientos de la noche anterior, mi propia polla iba ganando tamaño, por lo que decidí acariciarme un poco antes de terminar la ducha, seguro de que una buena paja alejaría las tonterías que me pasaban por la cabeza en esos instantes.
Ya más relajado, tras la paja y el afeitado, me dirigí hacia el vestidor a prepararme para un día que no sabía muy bien donde terminaría, pues mi madre me había llamado antes del partido diciéndome que pusiera especial esmero en mi vestimenta para el jueves. Elegí un traje italiano negro, una camisa blanca, zapatos negros mate, y una corbata estrecha negra lisa. Así nunca se fallaba. Me peiné y me acerqué a la habitación a darle un beso a Sofía antes de irme, como siempre hacía. Lo que no siempre me ocurría era esa sensación de culpa, como si la hubiera engañado por no haber podido reprimir los instintos que me habían llevado a hacerme una soberana paja en nombre de un niño…¡de un niño!. ¿Qué coño me estaba pasando?.
Tardé un poco menos de lo habitual en llegar al edificio donde tiene la sede la empresa, en la muy madrileña calle Velázquez, en pleno barrio de Salamanca. Aparqué en mi plaza dentro del edificio y me monté en el ascensor mirando al espejo, colocándome nuevamente la corbata. No sabía si habría llegado ya mi madre, ya que solía llegar sobre las 9 de la mañana, y apenas eran las 8:30. Salí del ascensor y me dirigí directo a mi despacho, junto al de mi abuelo, quien ya no solía venir tan temprano como antes, a pesar de vivir en el último piso del mismo edificio. Me extrañó que Raúl, mi secretario, no estuviera en su mesa, pero me imaginé que se debía al partido de la noche anterior... ¿por qué no me había quedado yo un rato más durmiendo?. De los muchos empleados que debían estar en las oficinas a esas horas, sólo había cuatro mujeres y un hombre, y encima estaban tomando un café en la sala de snack, así que hacia allí me dirigí.
* Buenos días, don Daniel.- dijo Manuela a modo de saludo.
* Hola doña Manolita, ¿estamos de suerte?.- seguí con nuestra típica broma matutina.
* Unos más que otros.- se sonrió y me guiñó un ojo. A pesar de tener los cincuenta y todos, conservaba una alegría natural que me contagiaba para un buen rato de la mañana.
* Lo dices por los de ayer, ¿no?. Jugaron muy bien, pero les faltó un par de golitos más para tenernos más tranquilos.- enlazarme en una conversación sobre fútbol con el personal no me vendría mal para despistarme un poco antes de entrar en mi despacho.
* Bueno, ahora Holanda...- dijo Paul, el único hombre que estaba en el snack, y que desde que su Inglaterra quedó eliminada del mundial, mostraba cierto desinterés por el fútbol.
* Eso, ya veremos el domingo.- zanjé el tema - ¿Sabéis algo de alguien? Se supone que en verano se empieza a las 8, y ya son casi las 8:35…
* Anda, por un día que la gente no llegue a su hora tampoco te vayas a hacer mala sangre.- terció Teresa, la secretaria de mi abuelo, que era casi tan vieja como él, y que no se jubilaba porque no le daba la gana, como ella misma decía.
* Va, tienes razón, no pasa nada…mientras no llegue mi madre, que ya sabéis como se pone con las impuntualidades.- contesté haciendo que todos miraran el reloj para comprobar que aún no eran las 9.
* Por cierto Dani, luego subes a casa de tus abuelos, que me dijo ayer tu abuela que tenía que darte una cosa para Sofía. – me dijo Teresa cuando yo estaba ya saliendo del snack.
* Oído cocina, me voy a ver si hago algo antes de que llegue mi madre…
Revisé el correo electrónico y comprobé que tenía sospechosamente muy pocas citas en la agenda de aquel jueves…aunque tendría que esperar a que llegara Raúl para confirmarlo. Mientras llegaba, me cogí unos informes de situación y me senté en el sofá a leerlos.
Cuando dieron las 10, la puerta de mi despacho se abrió repentinamente, y unos familiares gritos sonaron, sorprendiéndome tumbado en el sofá.
* A mi despacho, ¡ya!.- y tal como vino, se fue.
Mi madre nunca había tenido mucho tacto para despertarme, y no parecía que le importara el no cambiar ese aspecto. Me levanté de inmediato, me lavé la cara en el baño de mi despacho, y me puse en camino hacia el suyo tan rápido como me fue posible.
* ¿Qué pasa?.- pregunté intrigado por la brusquedad con la que me había despertado.
* Pasa que Raúl ha tenido que irse al pueblo de sus padres. Su madre está muy enferma y puede que no salga de esta.
* Joder, que palo...- me sorprendió mi propia respuesta, ya que mi madre no toleraba en absoluto las malas palabras.
* Le he dicho que no se preocupe, que estén lo más tranquilos posible, y que ya a la vuelta de sus vacaciones se reicorpora.
* Pero eso es en septiembre… ¿y yo qué hago?.- dije antes de que mi cerebro procesara la estupidez que acababa de soltar por mi boca.
* Pues que vas a hacer, apañártelas. – sentenció mi madre de manera tajante.
Raúl para mí era como un brazo. Yo soy muy despistado, y no se me da muy bien el llevar un orden lógico en el trabajo. Necesito que mi pepito grillo me vaya guiando de un lado a otro. Y sin él estaba perdido, al menos, en las próximas 8 semanas que quedaban hasta su vuelta.
* Por cierto, ayer vimos el partido con Bauti y Liz, y me dijo que a Miguel lo han echado de McKinf, ¿por qué no me lo habías dicho?.- me recriminó mi madre.
* Ups... se me pasó.
* Por qué no le dices que venga él a echarte una mano…es mucho más ordenado que tú.
* No creo que quiera trabajar en el puesto de Raúl.
* No te estaba diciendo eso. Te estoy diciendo que trabaje contigo, no para ti. – me aclaró mi madre sabiendo por donde iba.
* Pues entonces estoy casi en las mismas…
* Hijo mío… a ver… Miguel viene a asesoría jurídica de apoyo este verano, ¿vale?.- esa era mi madre, comenzando a dar ordenes cuando no conseguía que la siguiera hasta donde quería llegar.
* Vale.- no tenía otra que aceptar, aunque no me pareciera muy buena idea.
* Y mi Javi viene a echarte una mano en el mismo horario que esté su hermano, ¿lo entiendes?. – está claro que esto no era para nada espontáneo, y que probablemente ayer cuando estuvieron. Javi era el niño bonito de todo el grupo de amigas, ya que era el más pequeño. De hecho, le sacaba yo, que era el siguiente más pequeño en edad de los hijos de todas las amigas, casi 9 años.
* Mamá, Javi no puede trabajar…- me salió repentinamente, una vez más sin pensar. No quería complicar más las cosas.
* ¿Por?.
* Porque es menor.- definitivamente no me sentiría cómodo con Javi continuamente al lado. Me perturbaba desde ayer…
* Tiene casi 16 y ya lo hemos decidido. A las 12 vienen.
* Hechos consumados…
* Sí.- mi madre y yo teníamos un lenguaje propio, y sabía que no tenía nada que hacer para hacerla cambiar de opinión.
* Por cierto…para que me has hecho vestirme así.- dije señalando mi ropa, ya que en verano no solía utilizar traje.
* ¡Ah sí! Vas a ir a comer con El Duque al Ritz, y lo tienes que convencer de que nos deje completar la compra de DP. – me dijo como si tal cosa.
* Mamá…ese Duque como lo llamas, es el Secretario de Estado de política exterior Portugal, y ya nos remitió un oficio denegándonos el permiso de compra.
* ¿Y…?.- me miró con ojos de jefa – tú vas a ir… y le vas a convencer.
Llegaron las 12, y con ellas Miguel y Javi. El primero, venía un tanto sorprendido y cortado, mientras que el segundo venía con una amplia sonrisa. Mi madre salió a recibirlos y acompañó a Miguel hasta su nueva mesa, en el departamento jurídico, y una vez lo hubo acomodado, acompañó a Javi hasta la mesa de Raúl. Allí, ella misma (algo que jamás había hecho), le explicó cuatro cosas básicas de lo que tenía que hacer. Entre esas tareas, estar pendiente de mis llamadas, correo físico y electrónico, y controlar que cumpliera con la agenda que me confeccionaría directamente desde recursos humanos, de manera provisional.
Miguel y yo nos salimos a fumar un cigarro a la terraza de mi despacho, y convinimos en que había sido un arreglo del verano entre nuestras madres. Fingí ilusión por tenerle cerca todos los días y lo acompañé nuevamente a la zona de legales, dejándole en manos de la letrado jefe del departamento para que le fuera instruyendo. Miguel era buen empleado según me habían dicho algunas personas de su antigua empresa, pero no controlaba muy bien el tono con el resto de empleados, y en muchos casos podía llegar a ser irritante. A nosotros, los amigos, nos parecía que le habían echado por una pelea con su jefe, pero él nunca nos lo confirmó. Yo no sabía si quería que me viera como jefe, y por eso me daba miedo que este trabajo pudiera repercutir en nuestra amistad. De hecho, cuando me enteré de que lo habían echado, me plantee si decirle o no que viniera, pero después de meditarlo había decidido que mejor que no, que trabajo no le iba a faltar después de verano, y que era muy arriesgado. Pero mi madre había hecho sus propios cálculos, y lo que le daba la gana.
A la 1 subí a casa de mis abuelos a recoger aquello que me había anunciado Teresa. Resulta que mi abuela se aburría en la ciudad en verano, y quería que alguien fuera con ella a la playa la segunda quincena de julio, y había pensado en que podría adelantar las vacaciones Sofía e irse las dos juntas un par de semanas antes a la playa a la isla. Para asegurarse de que su plan resultaba, le había escrito a Sofía una carta en la que decía que seguramente serían sus últimas vacaciones en las islas griegas, y que no tenía otra persona de la familia que la acompañara.
* Pero abuela, que me vas a dejar solo…- dije sonriendo – eres una cameladora.
* Ay hijo, si me moriré antes de que tomemos las uvas, ya lo verás. – me decía con su voz de querer conseguir lo que se proponía.
* Pero…
* Ni peros ni nada, no se va a ir en agosto la primera quincena con sus padres a estados unidos sin ti, pues que se venga la anterior conmigo a las islas y punto. – esa sí que era mi abuela. Ordeno y mando, que para eso era la madre de mi madre.
* Yo le doy la carta, pero ella es la que decide.
* Ya veremos.
Cuando bajé nuevamente al despacho, me interceptó Javi en la puerta, y me dijo que me tenía que ir a comer al Ritz con don Joao Do Uqueira. Antes de tenderme la chaqueta del traje me dijo:
* Me debes una de ayer, que lo sepas.
* Se me hace tarde… mañana nos vemos. – hice oídos sordos a su recordatorio por el juego de ayer.
* Vale, nos la vemos, jejeje. Suerte con el Duqueira, ya me ha dicho tu madre que es un fiera. – lo que me faltaba, mi madre contándole a Javi todos los entresijos.
Llegué a casa alrededor de las 8 de la tarde, con un tremendo cansancio por el acoso y derribo al Duque, pero finalmente fructífero, ya que traía la autorización verbal. Sofía estaba en la piscina sola cuando le hice entrega de la carta de mi abuela. Para mi sorpresa, simplemente sonrió, y me miró como pidiéndome permiso.
* ¿Quieres que vaya?.- me preguntó con una sonrisa provocada por la embaucadora carta de mi abuela.
* Haz lo que veas, pero la siguiente quincena os vais a Estados Unidos.
* Pero si a ti te va a dar igual, si mira las horas que tienes de llegar, y no coges las vacaciones hasta la segunda de agosto… voy a hablar con tu abuela.- dijo cogiendo el móvil.
Cuando colgó vino hasta mí, me dio un beso en los labios, y me dijo que habían decidido irse mi abuela, Sofía, y mi madre a pasar la semana siguiente en Korfu, y los últimos días del mes en un crucero que había visto mi madre. Mi abuelo y mi padre irían al crucero también, por lo que Sofía tendría que buscarse a alguien que la acompañara, ya que yo tenía previsto un viaje a Brasil en esos días, y no lo podía modificar. Estuvimos un rato pensando quién la podía acompañar, y finalmente decidió que se lo diría a Paula, su mejor amiga, y mujer de Darío, que tampoco podía irse de vacaciones.
Tras dos llamadas más, me di cuenta de que tenía todo el mes de julio, desde el lunes siguiente a la final del mundial, y la mitad del mes de agosto, de soltero en Madrid.
comenten o regale algun puntito para postear la 3 parte
si les gusto recomiendelo a sus amigos, si no les gusto recomiendelo a su peor enemigo
Ya más relajado, tras la paja y el afeitado, me dirigí hacia el vestidor a prepararme para un día que no sabía muy bien donde terminaría, pues mi madre me había llamado antes del partido diciéndome que pusiera especial esmero en mi vestimenta para el jueves. Elegí un traje italiano negro, una camisa blanca, zapatos negros mate, y una corbata estrecha negra lisa. Así nunca se fallaba. Me peiné y me acerqué a la habitación a darle un beso a Sofía antes de irme, como siempre hacía. Lo que no siempre me ocurría era esa sensación de culpa, como si la hubiera engañado por no haber podido reprimir los instintos que me habían llevado a hacerme una soberana paja en nombre de un niño…¡de un niño!. ¿Qué coño me estaba pasando?.
Tardé un poco menos de lo habitual en llegar al edificio donde tiene la sede la empresa, en la muy madrileña calle Velázquez, en pleno barrio de Salamanca. Aparqué en mi plaza dentro del edificio y me monté en el ascensor mirando al espejo, colocándome nuevamente la corbata. No sabía si habría llegado ya mi madre, ya que solía llegar sobre las 9 de la mañana, y apenas eran las 8:30. Salí del ascensor y me dirigí directo a mi despacho, junto al de mi abuelo, quien ya no solía venir tan temprano como antes, a pesar de vivir en el último piso del mismo edificio. Me extrañó que Raúl, mi secretario, no estuviera en su mesa, pero me imaginé que se debía al partido de la noche anterior... ¿por qué no me había quedado yo un rato más durmiendo?. De los muchos empleados que debían estar en las oficinas a esas horas, sólo había cuatro mujeres y un hombre, y encima estaban tomando un café en la sala de snack, así que hacia allí me dirigí.
* Buenos días, don Daniel.- dijo Manuela a modo de saludo.
* Hola doña Manolita, ¿estamos de suerte?.- seguí con nuestra típica broma matutina.
* Unos más que otros.- se sonrió y me guiñó un ojo. A pesar de tener los cincuenta y todos, conservaba una alegría natural que me contagiaba para un buen rato de la mañana.
* Lo dices por los de ayer, ¿no?. Jugaron muy bien, pero les faltó un par de golitos más para tenernos más tranquilos.- enlazarme en una conversación sobre fútbol con el personal no me vendría mal para despistarme un poco antes de entrar en mi despacho.
* Bueno, ahora Holanda...- dijo Paul, el único hombre que estaba en el snack, y que desde que su Inglaterra quedó eliminada del mundial, mostraba cierto desinterés por el fútbol.
* Eso, ya veremos el domingo.- zanjé el tema - ¿Sabéis algo de alguien? Se supone que en verano se empieza a las 8, y ya son casi las 8:35…
* Anda, por un día que la gente no llegue a su hora tampoco te vayas a hacer mala sangre.- terció Teresa, la secretaria de mi abuelo, que era casi tan vieja como él, y que no se jubilaba porque no le daba la gana, como ella misma decía.
* Va, tienes razón, no pasa nada…mientras no llegue mi madre, que ya sabéis como se pone con las impuntualidades.- contesté haciendo que todos miraran el reloj para comprobar que aún no eran las 9.
* Por cierto Dani, luego subes a casa de tus abuelos, que me dijo ayer tu abuela que tenía que darte una cosa para Sofía. – me dijo Teresa cuando yo estaba ya saliendo del snack.
* Oído cocina, me voy a ver si hago algo antes de que llegue mi madre…
Revisé el correo electrónico y comprobé que tenía sospechosamente muy pocas citas en la agenda de aquel jueves…aunque tendría que esperar a que llegara Raúl para confirmarlo. Mientras llegaba, me cogí unos informes de situación y me senté en el sofá a leerlos.
Cuando dieron las 10, la puerta de mi despacho se abrió repentinamente, y unos familiares gritos sonaron, sorprendiéndome tumbado en el sofá.
* A mi despacho, ¡ya!.- y tal como vino, se fue.
Mi madre nunca había tenido mucho tacto para despertarme, y no parecía que le importara el no cambiar ese aspecto. Me levanté de inmediato, me lavé la cara en el baño de mi despacho, y me puse en camino hacia el suyo tan rápido como me fue posible.
* ¿Qué pasa?.- pregunté intrigado por la brusquedad con la que me había despertado.
* Pasa que Raúl ha tenido que irse al pueblo de sus padres. Su madre está muy enferma y puede que no salga de esta.
* Joder, que palo...- me sorprendió mi propia respuesta, ya que mi madre no toleraba en absoluto las malas palabras.
* Le he dicho que no se preocupe, que estén lo más tranquilos posible, y que ya a la vuelta de sus vacaciones se reicorpora.
* Pero eso es en septiembre… ¿y yo qué hago?.- dije antes de que mi cerebro procesara la estupidez que acababa de soltar por mi boca.
* Pues que vas a hacer, apañártelas. – sentenció mi madre de manera tajante.
Raúl para mí era como un brazo. Yo soy muy despistado, y no se me da muy bien el llevar un orden lógico en el trabajo. Necesito que mi pepito grillo me vaya guiando de un lado a otro. Y sin él estaba perdido, al menos, en las próximas 8 semanas que quedaban hasta su vuelta.
* Por cierto, ayer vimos el partido con Bauti y Liz, y me dijo que a Miguel lo han echado de McKinf, ¿por qué no me lo habías dicho?.- me recriminó mi madre.
* Ups... se me pasó.
* Por qué no le dices que venga él a echarte una mano…es mucho más ordenado que tú.
* No creo que quiera trabajar en el puesto de Raúl.
* No te estaba diciendo eso. Te estoy diciendo que trabaje contigo, no para ti. – me aclaró mi madre sabiendo por donde iba.
* Pues entonces estoy casi en las mismas…
* Hijo mío… a ver… Miguel viene a asesoría jurídica de apoyo este verano, ¿vale?.- esa era mi madre, comenzando a dar ordenes cuando no conseguía que la siguiera hasta donde quería llegar.
* Vale.- no tenía otra que aceptar, aunque no me pareciera muy buena idea.
* Y mi Javi viene a echarte una mano en el mismo horario que esté su hermano, ¿lo entiendes?. – está claro que esto no era para nada espontáneo, y que probablemente ayer cuando estuvieron. Javi era el niño bonito de todo el grupo de amigas, ya que era el más pequeño. De hecho, le sacaba yo, que era el siguiente más pequeño en edad de los hijos de todas las amigas, casi 9 años.
* Mamá, Javi no puede trabajar…- me salió repentinamente, una vez más sin pensar. No quería complicar más las cosas.
* ¿Por?.
* Porque es menor.- definitivamente no me sentiría cómodo con Javi continuamente al lado. Me perturbaba desde ayer…
* Tiene casi 16 y ya lo hemos decidido. A las 12 vienen.
* Hechos consumados…
* Sí.- mi madre y yo teníamos un lenguaje propio, y sabía que no tenía nada que hacer para hacerla cambiar de opinión.
* Por cierto…para que me has hecho vestirme así.- dije señalando mi ropa, ya que en verano no solía utilizar traje.
* ¡Ah sí! Vas a ir a comer con El Duque al Ritz, y lo tienes que convencer de que nos deje completar la compra de DP. – me dijo como si tal cosa.
* Mamá…ese Duque como lo llamas, es el Secretario de Estado de política exterior Portugal, y ya nos remitió un oficio denegándonos el permiso de compra.
* ¿Y…?.- me miró con ojos de jefa – tú vas a ir… y le vas a convencer.
Llegaron las 12, y con ellas Miguel y Javi. El primero, venía un tanto sorprendido y cortado, mientras que el segundo venía con una amplia sonrisa. Mi madre salió a recibirlos y acompañó a Miguel hasta su nueva mesa, en el departamento jurídico, y una vez lo hubo acomodado, acompañó a Javi hasta la mesa de Raúl. Allí, ella misma (algo que jamás había hecho), le explicó cuatro cosas básicas de lo que tenía que hacer. Entre esas tareas, estar pendiente de mis llamadas, correo físico y electrónico, y controlar que cumpliera con la agenda que me confeccionaría directamente desde recursos humanos, de manera provisional.
Miguel y yo nos salimos a fumar un cigarro a la terraza de mi despacho, y convinimos en que había sido un arreglo del verano entre nuestras madres. Fingí ilusión por tenerle cerca todos los días y lo acompañé nuevamente a la zona de legales, dejándole en manos de la letrado jefe del departamento para que le fuera instruyendo. Miguel era buen empleado según me habían dicho algunas personas de su antigua empresa, pero no controlaba muy bien el tono con el resto de empleados, y en muchos casos podía llegar a ser irritante. A nosotros, los amigos, nos parecía que le habían echado por una pelea con su jefe, pero él nunca nos lo confirmó. Yo no sabía si quería que me viera como jefe, y por eso me daba miedo que este trabajo pudiera repercutir en nuestra amistad. De hecho, cuando me enteré de que lo habían echado, me plantee si decirle o no que viniera, pero después de meditarlo había decidido que mejor que no, que trabajo no le iba a faltar después de verano, y que era muy arriesgado. Pero mi madre había hecho sus propios cálculos, y lo que le daba la gana.
A la 1 subí a casa de mis abuelos a recoger aquello que me había anunciado Teresa. Resulta que mi abuela se aburría en la ciudad en verano, y quería que alguien fuera con ella a la playa la segunda quincena de julio, y había pensado en que podría adelantar las vacaciones Sofía e irse las dos juntas un par de semanas antes a la playa a la isla. Para asegurarse de que su plan resultaba, le había escrito a Sofía una carta en la que decía que seguramente serían sus últimas vacaciones en las islas griegas, y que no tenía otra persona de la familia que la acompañara.
* Pero abuela, que me vas a dejar solo…- dije sonriendo – eres una cameladora.
* Ay hijo, si me moriré antes de que tomemos las uvas, ya lo verás. – me decía con su voz de querer conseguir lo que se proponía.
* Pero…
* Ni peros ni nada, no se va a ir en agosto la primera quincena con sus padres a estados unidos sin ti, pues que se venga la anterior conmigo a las islas y punto. – esa sí que era mi abuela. Ordeno y mando, que para eso era la madre de mi madre.
* Yo le doy la carta, pero ella es la que decide.
* Ya veremos.
Cuando bajé nuevamente al despacho, me interceptó Javi en la puerta, y me dijo que me tenía que ir a comer al Ritz con don Joao Do Uqueira. Antes de tenderme la chaqueta del traje me dijo:
* Me debes una de ayer, que lo sepas.
* Se me hace tarde… mañana nos vemos. – hice oídos sordos a su recordatorio por el juego de ayer.
* Vale, nos la vemos, jejeje. Suerte con el Duqueira, ya me ha dicho tu madre que es un fiera. – lo que me faltaba, mi madre contándole a Javi todos los entresijos.
Llegué a casa alrededor de las 8 de la tarde, con un tremendo cansancio por el acoso y derribo al Duque, pero finalmente fructífero, ya que traía la autorización verbal. Sofía estaba en la piscina sola cuando le hice entrega de la carta de mi abuela. Para mi sorpresa, simplemente sonrió, y me miró como pidiéndome permiso.
* ¿Quieres que vaya?.- me preguntó con una sonrisa provocada por la embaucadora carta de mi abuela.
* Haz lo que veas, pero la siguiente quincena os vais a Estados Unidos.
* Pero si a ti te va a dar igual, si mira las horas que tienes de llegar, y no coges las vacaciones hasta la segunda de agosto… voy a hablar con tu abuela.- dijo cogiendo el móvil.
Cuando colgó vino hasta mí, me dio un beso en los labios, y me dijo que habían decidido irse mi abuela, Sofía, y mi madre a pasar la semana siguiente en Korfu, y los últimos días del mes en un crucero que había visto mi madre. Mi abuelo y mi padre irían al crucero también, por lo que Sofía tendría que buscarse a alguien que la acompañara, ya que yo tenía previsto un viaje a Brasil en esos días, y no lo podía modificar. Estuvimos un rato pensando quién la podía acompañar, y finalmente decidió que se lo diría a Paula, su mejor amiga, y mujer de Darío, que tampoco podía irse de vacaciones.
Tras dos llamadas más, me di cuenta de que tenía todo el mes de julio, desde el lunes siguiente a la final del mundial, y la mitad del mes de agosto, de soltero en Madrid.
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