Capítulo XIII
-"¿Debo subir? ¿Es lo correcto?" –Una mínima corriente de duda cruzó su mente.-
Sabía lo que iba a ocurrir, y era algo tan definitivo como irresistible. Hasta ahora había evitado ponerle nombre a la que hacía con Leonor, simplemente "jugaban". Pero ahora, la palabra incesto cayó sobre él como una pesada losa.
Era un tema tabú, el "Tabú Definitivo" más bien. Era normal que la gente tuviera tan mala imagen del incesto. Los casos que salían a la luz generalmente eran aberraciones como un tío que abusaba de sus sobrinos o casos parecidos, a cada cual más macabro. Sin embargo... ¿Estaba mal lo que él hacía con Leo? Era algo consentido y que, creía, disfrutaban los dos. Se lo pasaban muy bien, había mejorado su relación personal con su hermana, esta había "reconducido" su vida ahora que estaba más relajada...
Gruñó, confuso.
Un caso de incesto famoso que acudió a su mente fue el de los hermanos César y Lucrecia Borgia; hijos del Papa Alejandro VI, el cuarto y último Papa español. Se decía que la relación entre los dos hermanos era tan virulenta e intensa que, cuando estabas en la misma habitación que ellos, podías notar la atmósfera de tensión sexual que exudaban.
Claro que, sobre los hermanos Borgia, había muchas leyendas; una que le gustaba particularmente era la que decía que Lucrecia Borgia había matado uno de sus amantes untándose veneno en su sexo. Al parecer el tipo era especialmente aficionado a beber sin copa, y ese último encuentro fue su perdición. De ahí la famosa frase atribuida al Papa, dicha a Cesar: "Tu hermana ha ganado más batallas con su coño que tu con la espada." No importaba con qué hombre casara su padre a Lucrecia, ni con cual tuviera que compartir cama, no importaba a qué mujer le pidieran seducir, tales eran sus encantos en la época. Para bien o para mal, Lucrecia siempre volvía con su hermano. Pese a los rumores, pese al riesgo, pese a todo...
Sergio se estremeció al recordar que todos los Borgia habían acabado muertos, aunque sonrió irónicamente cuando también rememoró que la única en permanecer con vida fue Lucrecia. Era tan buena amante que ni siquiera sus enemigos osaron perderla.
¿Era Leonor su particular Lucrecia Borgia, con su sexo untado de veneno?
Se abofeteó las mejillas para espabilarse y negó con la cabeza.
No, nada de lo que hiciera con Leo podía ser malo. Era demasiado placentero como para serlo. La quería, la necesitaba...
Tres segundos después, había subido como un loco las escaleras, con el corazón bombeando a plena potencia y un sentimiento de miedo y nerviosismo en todo su cuerpo.
Lo primero que le llegó fu un fuerte olor a incienso, pero no tardó en saber de donde venía. Su hermana, al parecer, lo tenía todo planeado desde que su madre se había ido. Había separado la cama de la pared, centrándola en la habitación. Así mismo, las sábanas eran diferentes a los modelos que solía usar. La persiana estaba bajada, quedando iluminada la habitación por una lámpara que, tapada con un pañuelo rojo, emitía un resplandor anaranjado, muy tenue. Creaba un ambiente erótico y acogedor.
-Te ha quedado genial.
-No es nada. –Ella correspondió inclinando ligeramente la cabeza.- Es más íntimo...
Por un momento la cabeza de Sergio voló a un "Quizás es como le hubiera gustado que fuera su primera vez", pero rápidamente lo olvidó, ese tema le enfadaba mucho y, además, ella había comenzado a besarle con suavidad.
-Antes... Quiero hablarte de unas cosillas...
-Te escucho. –No lo dijo muy convencido, sabiendo que lo que tanto ansiaba tendría que esperar más.-
-Bueno... Lo que va a pasar aquí...
-Es un secreto, sí, lo sé. –La interrumpió, ansioso.-
-Sí, sí, pero además... –Suspiró.- El sexo puede interpretarse desde dos puntos de vista; follar o hacer el amor, algo de esto te lo comenté hace tiempo.
-¿No son lo mismo?
-No, para nada. Al menos yo no lo veo así. Se hace el amor con la persona que quieres, se folla con cualquiera...
-¿Pero por qué ibas a acostarte con alguien por quien no sintieras nada? –En realidad, nada más lanzar la pregunta se vio a sí mismo como un ingenuo. La sociedad y la promiscuidad actual hacían que el "sexo sin compromiso" le fuera ganando cada vez más terreno al "sexo con amor".-
-Pues, porque es lo que pasa... A mí me pasaba. –Negó con la cabeza, como si le molestara su propio comportamiento.- Antes, cuando era más joven y estúpida.
-Ah, perdona, que ahora eres vieja. –Le arrancó una sonrisa de los labios.-
-Hacer el amor... –Siguió ella, que no quería olvidar su discurso.- Es algo íntimo, personal y único... En este caso, sobretodo para las mujeres, nosotras tenemos que abrirnos, literalmente, abrir nuestra carne a un cuerpo exterior, ajeno... Usando un ejemplo, es como si entregáramos nuestro tesoro más valioso, lo que con más fuerza guardamos.
Sergio estaba pensando seriamente en lo que decía, comprendiendo, más o menos, el camino que quería seguir.
-Hacer el amor... –Repitió Leo.- Es una promesa. Puede que no veas más a la persona, pero, durante el tiempo que dure, no estarás solo. Serás único y especial para otra persona, que en ese momento solo tendrá ojos para ti.
Suspiró.
-Dios, que discurso más sentimentaloide he soltado...
-No, no es verdad, es... –Asintió con la cabeza, dándole fuerza a sus palabras.- Deberías escribirlo, te ha quedado precioso.
-¿Pero has comprendido lo que quería decir?
-Pues... –Dudó.- Creo que sí... En realidad es lo que has venido enseñándome todo este tiempo... Que el sexo, mantener relaciones sexuales con una persona especial para ti, no es solo una unión física con la que se busca placer, sino que es algo más... Espiritual, íntimo...
Leonor se mostró absolutamente estupefacta. Ella había tenido que salir de duros tragos, incluida una iniciación en el sexo que a cualquier otra chica menos fuerte le hubiera causado un trauma severo, para darse cuenta de qué eran las relaciones personales, y ahora, un niño, casi un criajo, le estaba repitiendo, más o menos, la definición que ella tenía idealizada de una relación sexual perfecta.
-Pero... –Sergio la sacó de su ensimismamiento.- Lo que no entiendo es... No te juzgo, pero... Sé que has mantenido relaciones con chicos de los que no parecías enamorada... ¿Por qué te "entregaste" a ellos entonces?
-Porque... –Susurró tristemente.- A veces hay que hacer cosas que no se desean, esperando que alguien se de cuenta de lo especial que eres; de lo bonito que es lo que guardas dentro.
-Eso si que no lo entiendo. –Levantó los hombros.-
-Porque estoy hablando del amor. –Le dio una cariñosa bofetada que más bien era una caricia.- Y eres muy niño para entender nada de eso.
-Que manía con hacerte la vieja... –Él le regaló una sonrisa.-
Hubo un breve silencio. Leonor seguía pensando lo mismo, que era casi milagroso que hubiera conseguido inculcar unas ideas tan poco frecuentes en un chico, un futuro hombre. Su propio hermano. Y entonces supo que nada había sido en vano. Que todo el "juego", empezado por dinero y aburrimiento, y que había estado plagado de momentos dolorosos en los que, a solas, lloraba con la cara apretada contra su almohada, sintiéndose sucia y perversa; había derivado en algo hermoso, no solo ella había sacado fuera el veneno que tenía dentro, sino que había conseguido que Sergio creciera como persona y como hombre.
No pudo evitar sentirse orgullosa de sí misma, y emocionada, sabiendo que el miedo que la noche anterior la había paralizado frente a la puerta de su hermano, el miedo a estar haciendo algo horrible y totalmente antinatural, ya no existía. En su lugar quedó una sensación pura de deseo... Y quizás algo más... ¿El qué? Ella lo intuía, pero no tenía respuesta, peor aún, no podría asumir la respuesta aunque quisiera.
Pronto los besos fueron acallando su pensamiento, los actores principales estaban en posición, luego la función podía empezar.
Fue un momento dulce, lento y cariñoso. Sus labios jugaban, sus lenguas se buscaban la una a la otra. Pronto las caricias les acompañaron y el incienso terminó de nublar sus sentidos.
Sergio había mejorado bastante en lo que a besar se refería, sobretodo cuando se dedicaba a agasajar su cuello, clavículas y alrededores. Quiso hacerlo notar, como si en su mente se repitiera "No soy un niño" una y otra vez.
-Espera... –Consiguió susurrar Leonor, que intentaba llevar la batuta.- Lo haré más fácil.
Se alejó un poco de su hermano, y, con una mirada lujuriosa, empezó a quitarse la ropa. Su gran camiseta y su pantalón, que más parecían un pijama, ocultaban otro de los puntos planificados por la chica. Su conjunto de ropa interior roja de encaje era un reclamo más, aún sin ser necesario, para aderezar ese gran concierto.
-Es preciosa... –Farfulló, encantado. Mientras sentía el deseo atenazarle la garganta.- Tú eres preciosa.
-Tonto. –Le dedicó una sonrisa.- Y ahora tú, a ver que me traes puesto.
Él se desprendió de su ropa en cuestión de segundos, quedando solo con unos slips negros, los primeros que había cogido esa mañana al ducharse, pero que aún así parecían apropiados, ya que marcaban su incipiente erección.
-Oh, no está mal... –Juzgó ella.- Pero le falta algo de... Como decirlo... ¿Volumen?
-Ja... Ja... –Rió él con ironía.- El volumen llegará, no te preocupes... En cuanto a ti... Quizás te falte un ligero toque de excitación...
-Me pongo en tus manos. –Abrió los brazos en cruz y cerró los ojos con una mueca teatral.-
-Veremos...
Se acercaron nuevamente, ya libres de esa ropa que les distanciaba, el poder sentir el roce de sus cuerpos fue algo balsámico. Sergio comenzó a besarla, aún estando de pie, por todos los rincones de su cuerpo a los que tenía acceso. Pronto, de tanto inclinarse, acabó de rodillas ante su hermana para poder seguir besándola de pies a cabeza, siguiendo ese ombliguito que tanto le gustaba, clavando ligeramente la barbilla en sus braguitas hasta arrancarle un murmullo de placer...
La profesora estaba ahora disfrutando lo que ella misma había enseñado a su aplicado alumno.
Él se dio cuenta de que ella se había perfumado especialmente para la ocasión dado que en los recodos más ocultos de su cuerpo encontraba el dulce aroma de su perfume, oculto en su piel. Le gustaba tanto...
Fue subiendo poco a poco, una vez recorrido todo su cuerpo, y cuando estuvieron a la misma altura, él buscó con la boca sus pezones, que ya destacaban bajo el sujetador, ella hizo ademán de quitarse la prenda, pero él la detuvo. Los sacó de la delicada prenda y pronto los notó, duros, en su boca, donde fueron bien tratados por su lengua. Llevó una mano a la espalda de la chica y, tras unos instantes de lucha, logró desabrochar el sujetador él mismo, sin ayuda.
-Con una mano... –Murmuró su hermana, reconociendo su gesta aunque para eso tuviera que romper el silencio.- ¿Has estado practicando sin mí?
Llevó un dedo a la boca de la chica para pedirle silencio, ella, juguetona, se lo metió en la boca y le dedicó una escenita propia de cualquier película porno, chupándolo y recreándose en él, causando un estremecimiento de placer en el paquete de Sergio, que deseaba el mismo trato que recibía ese dedo.
Degustó sus pechos durante unos minutos más, pasando de las delicadas caricias al leve mordisquito, intentando aprisionar cada una en una mano, jugando. Le gustaba besar y lamer todas sus pecas, su Polvo de Hada. Leo, que había aceptado temporalmente el papel dominante de Sergio, se limitaba a acariciarle donde podía, sus caricias se fueron haciendo más y más descaradas, llegando varias veces a alcanzar su miembro erecto, que estaba deseoso de recibirlas.
Los dedos del chico acariciaban la entrepierna de su hermana por encima de las braguitas, todavía le faltaba destreza y soltura, pero ya no era torpe hasta el punto de causar risa. Poco a poco habían ido cayendo en la cama, empujándose un poquito el uno al otro, sobretodo ella, que empezaba a estar deseosa de tener un papel protagonista.
-Acaríciame, sí... –Susurraba Leonor mientras le mordía el pecho.- Quiero sentirte bien...
Enardecida, finalmente acabó reclamando el poder. Se bajó las braguitas de golpe, dejando su sexo a la vista. Su aspecto era apetecible, sonrosado, ligeramente húmedo... Sus labios mayores dejaban a entrever el resto de su Secreto, ofreciéndolo. Ella, dirigiéndole una mirada descarada, recorrió su carne más sensible con un dedo que luego le mostró.
-Mira. –La mirada del chico seguía, hipnotizado, los ondulantes movimientos del dedo.- Has conseguido excitarme...
-Entonces yo gano. –Rompió su silencio con voz ronca.-
-No por mucho tiempo.
Empezó dándole pequeños mordisquitos por el cuerpo, en zonas sensibles, jugando con sus manos... Describió círculos alrededor de su ombligo, bajando lenta, muy lentamente, haciendo sufrir al bulto que, ya completamente firme, esperaba un poco más abajo. Despacio, muy despacio, bajó, hasta que el paquete de Sergio, entregado al placer, quedó a la altura de su cara. Ella lo restregó contra su rostro, mimosa, incluso le dio un ligero mordisquito a través de la tela que a él le supo a gloria.
Las manos de la chica le quitaron la ropa interior de una forma tan rápida y discreta que apenas se dio cuenta de que no la llevaba cuando notó la lengua de Leo recorrerle los muslos, el perineo, los testículos. Contuvo un gemido. Y entonces se lanzó a la caza del objetivo principal, volcando toda la habilidad que tenía a tan corta edad en un miembro aún más joven que ella. Era un juego sucio, pero le encantaba ensuciarse.
-Oh... Dios... –Clamaba él.-
-Puedes llamarme Leo... –Se jactó ella irónicamente, tomándose una pausa para respirar.- Esto no ha hecho más que empezar...
Estuvo un rato más paladeándolo, deleitándose con sus caricias y cuidadosamente retardando el posible orgasmo de su hermano. Su miembro era ahora un mástil caliente y enrojecido, sin duda, estaba listo.
Ella abandonó la cama un instante para alargar la mano hasta un cajón de la mesilla y sacar un par de preservativos. Abrió uno y se lo puso a Sergio, que observó la operación atento. La verdad es que no había pensado en los preservativos, pero tenía lógica... Alguna vez los había usado para masturbarse, solo por curiosidad, pero no dejaban de ser más que decorativos en su vida. Hasta ahora.
-Ya está... –Ella acarició su miembro a través del látex, causándole una sensación diferente, lejana.- Ahora... Sí, tú estarás encima.
-Pero...
-La primera vez siempre es rápido... –Explicó ella mientras se tumbaba en la cama.- Déjate llevar por el instinto y preocúpate solo de ti, de tu placer.
-Tu me dijiste que...
-Es la primera vez. –Le sacó la lengua, burlona.- En este caso si vale ser egoísta.
Los nervios aparecieron, y no solo en él. Ambos rostros estaban cruzados por un halo de dudas y temor. Quizás si seguían romperían una barrera irreparable, un simple juego se podría convertir en un drama.
-¿Estás segura? –Preguntó él.-
-Tómame. –Susurró con teatralidad mientras abría brazos y piernas, sin evitar que le temblara levemente la voz.- Si crees que estás listo.
Él terminó de situarse encima, estaba cara a cara con ella, con su hermana. Leo y Sergi, los dos, se buscaron mutuamente en sus ojos. Al parecer esa visión de océanos paralelos les gustó, puesto que, internamente, ambos dijeron "Sí".
Las suaves piernas de su hermana acariciaban las suyas, su postura era algo parecido al misionero, pero más bien era la posición que el instinto le dictaba, y su objetivo... Una fuente de calor entre las piernas de ella. Se mostró torpe, algo normal, ella tuvo que ayudarle a conducir su mástil de carne, ahora vestido de látex, a la entrada de la cueva del tesoro. Adueñándose de él temporalmente, lo frotó con sus labios y su clítoris, de arriba abajo, varias veces. Él se sintió a punto de explotar.
Buscó su mirada una vez más, su glande ya estaba posicionado, pero quería asegurarse. En su rostro encontró una sonrisa de bienvenida y una mirada de deseo.
-"Eso es un sí." –Pensó él, junto con un:- "Leo, que hermosa eres..."
Y, poco a poco, se deslizó en su interior. Ante la mirada de bienvenida y deseo de su hermana la suya solo pudo corresponder con sorpresa. Era una sensación indescriptible... Nunca antes había sentido algo parecido, ni siquiera cuando ella le deleitaba con la boca, no, no tenía comparación. Sentía presión y calor desde todos los puntos, un placer inmenso que amenazaba con hacerle acabar en ese preciso instante.
Cuando estuvo recuperado del shock inicial, volvió a prestar atención a su hermana. Intercambiaron mutuos cumplidos sin decirse nada.
Él notaba ese "instinto" del que ella le había hablado, como si fuera un animal en su interior que deseaba salir, y para hacerlo, tuviera que conseguir entrar más profundamente en el cuerpo de su hermana. Empezó a bombear con infinita torpeza, guiado únicamente por ese deseo animal, heredado de generación en generación, hasta llegar al primer hombre. Pero aunque ese "monstruo" quería borrar el rostro de su hermana y convertirlo en simplemente una gran vagina donde depositar su semilla, él no le dejó, tan hermosa era, tan suaves eran sus caricias... Y entonces lo comprendió, no estaba follando sin más, estaba haciendo el amor.
Inmerso en el delirio que el placer le provocaba, y cumpliendo los pronósticos de Leonor, no tardó mucho en terminar. Aceleró sus embestidas, jadeante, deslizándose en la húmeda cueva del tesoro. La sintió apretarse a su alrededor y no pudo más. Su corrida fue más intensa, diferente a cualquier que hubiera tenido antes. Primero, porque su leche quedó atrapada en el preservativo, dándole una sensación de extraño calor, aún estando dentro de un horno. Segundo, porque Leo siguió con un suave movimiento de caderas mientras él se abandonaba, acto que acrecentó su placer. Y tercero, porque acaba de romper la última barrera. Había visto el tesoro del que su hermana le hablara momentos antes.
Ella, más experimentada, le quitó el preservativo casi un instante después de que saliera de su interior. Le hizo un nudo con mucha habilidad, algo que a Sergio le pareció curioso, y lo tiró a uno de los rincones de la habitación. Después se tumbó de nuevo a su lado, observándole, no queriendo olvidar ni uno solo de sus gestos, ni de sus muecas de placer, ni de su rostro delirante...
Capítulo XIV
-Ha sido... –Consiguió farfullar, pasados un par de minutos.- No puedo creer que...
-Chsst... Descansa...
-Pero tú... Tú no has...
-Hoy el protagonista eres tú.
-Dame... –Suspiró.- Quince minutos... Y... Te prometo que...
-Dios... –Ella puso los ojos en blanco, divertida.- ¡Acabas de perder la virginidad y ya estás alardeando de aguante! ¡Hombres!
Aún así, las manos de la chica fueron directas hacia la entrepierna flácida del muchacho. Diez minutos después, milagros de la juventud y de la maestría de las caricias recibidas, el miembro de Sergio recibía una segunda funda de látex y se hundía en las profundidades húmedas de Leonor.
Esa vez intentó mantenerse más sereno, estar más atento a la chica, ver sus reacciones... Le encantó observar como su respiración se agitaba y sus ojos se entrecerraban... Ella llevaba un baile de caderas para apoyar el suyo, pero se notaba que le estaba dejando el papel protagonista sin quejarse. Quizás quería más. Llevó una de sus manos a los pechos de la chica, acariciándolos, estimulándolos, ella lo recibió con gratitud.
Pasados unos minutos, mientras succionaba uno de sus pezones, volvió a sentir la necesidad irresistible de correrse. Intentó aguantar, pero terminó sucumbiendo al placer.
Por segunda vez, eyaculó, acompañando su clímax con un pequeño gruñido de placer.
En esta ocasión el tiempo no había estado nada mal, pero lo que él buscaba era el orgasmo de su hermana, se sentía frustrado por no haberlo conseguido. Ella, lanzando el segundo condón junto al primero, no le reprochó nada.
-No, me niego. –Exclamó él, ofuscado.-
-¿A qué? –Preguntó Leo, sorprendida por su repentina reacción.-
-A ser aquí el único que recibe...
-Pero Sergi... –Ella le besó dulcemente.- Para mí es genial, y bueno...
-No. A grandes problemas, grandes soluciones...
Bajó por el cuerpo de la chica hasta llegar a sus muslos, más concretamente, hasta situar su cara frente a su sexo, observándolo de cerca, muy de cerca. Era tan apetecible que pensó que se lo podría comer con los ojos. Ella no estaba mojada al estilo de las películas porno, donde exageran todo, o como dicen en alguno relatos eróticos, que hablan de ríos y ríos de jugos vaginales, sin embargo, se notaba la humedad recubriendo su intimidad, cada poro de esa delicada y rosácea parte de su anatomía.
Nunca antes le había realizado un "trabajo oral" completo, como mucho, un par de lametones para degustar una de las corridas provocadas por sus propios dedos, con las manos si era más experimentado, el espejo y los consejos de la maestra le habían dado soltura en las caricias, pero estando a ciegas...
Como si leyera su mente su hermana subió las rodillas, ofreciéndole su sexo más abierto y accesible, y él no lo dudó más.
-"Que pase lo que tenga que pasar." –Pensó, mientras lamía el interior de sus muslos.- "Pero en algún momento tendré que hacerlo."
Y se internó en la cueva, buscando con su lengua y sus labios el tesoro oculto. El primer sabor, que reconoció como el del preservativo, no le gustó para nada, pero afortunadamente, un par de lametones después desapareció. Instintivamente, llevó su lengua hasta el último rincón de piel que alcanzó, con el objetivo de limpiar todo rastro de ese asqueroso sabor anterior, dando la bienvenida a ese gusto intenso y extraño que había probado cuando se aventuró la vez anterior, el sabor del placer femenino era, sin duda, muchísimo más apetecible que el del látex.
Iba a ciegas, puesto que las piernas de Leonor se cerraron, suavemente, sobre él. Se guiaba por el instinto y su percepción. Si ella gemía, ese sitio era bueno, si ella se estremecía, ese sitio era bueno, si ella apretaba los muslos de forma que prácticamente le cortaba la respiración, ese sitio era muy bueno.
Pronto empezó a desarrollar un pequeño mapa táctil, tal y como con sus dedos habían desarrollado una memoria de la tersura de las diferentes zonas del coñito de su hermana, ahora era su lengua la que, explorando y jugueteando, se iba adueñando de la situación. Afortunadamente para él, el morbo y el deseo cubrían la torpeza y las carencias de estilo de su boca, pero con el tiempo iría mejorando.
Por lo demás, él podía estar haciéndole sexo oral tanto como ella quisiera. Le encantaba su sabor, le gustaba hacerla estremecerse, y sus jadeos le regocijaban en lo más hondo. Orgullo masculino en todo su esplendor.
-Ahh... Ahh... –Le llegaban los gemidos de su hermana.- Mmmm...
Atrapó el clítoris de Leo entre sus labios y lo acarició con la lengua. Esto pareció gustarle a ella, que se contorsionó de placer. Pero a Sergio no le gustaba la idea de dejar tan desatendida la vagina mientras se dedicaba al clítoris, así que consiguió meter una mano en la zona, y, con un dedo un dedo travieso, se introdujo en la gruta donde poco antes había estado su miembro, comenzando un masaje que ya conocía de veces anteriores.
-Aaahh... Sí... Así, así, como te dije... –Gimoteaba ella, indicándole más o menos el ritmo.- Así... ¡Ahhh!
La boca en el clítoris y un dedo en su vagina, no se le ocurría que más hacer, pero parecía funcionar, ella, rápidamente, se acercaba al orgasmo. Le había parecido relativamente poco tiempo, pero la verdad es que estuvo un largo rato hundido entre sus muslos; sumando el periodo entre caricias tímidas, reconocimiento y "comida oficial". Su hermana, cuyas mejillas pálidas ahora estaban rojas, se frotaba las perlas de sudor que se le formaban entre los pechos. Esas preciosas gotas que tanto le gustaba ver en el espejo.
-Métemela... ¡Métemela! –Gritó ella de pronto, fuera de sí.- Quiero que... Ahh... Lo sientas... Dentro... Vamos...
Él levantó la boca, sintiendo un pequeño calambre en el cuello pero sin dejar de penetrarla con su dedo.
-¿Dónde están los condones? –Preguntó, ansioso. Su erección había crecido, al principio no se había dado cuenta, pero ahora se clavaba en la cama a causa de su posición.-
-A la mierda los condones... Ahh... Tomo la píldora... –Realmente parecía que le costara mantener momentos de lucidez para hablar.- ¡Quieres dejar de hacer el gilipollas y metérmela ya!
-Pero...
-¡YA!
Le dio un fuerte lametón de despedida y, con rapidez, se situó encima de su hermana. Cuando había conseguido situar su glande en la entrada de su coñito, ella, ansiosa y a traición, utilizó sus piernas para "empujar" al chico hacía su interior de un golpe.
Y esa penetración dura era lo único que le faltaba para llegar. Como un torrente, sus gritos llenaron la habitación, su cuerpo vibró, sus manos se cerraron firmemente sobre Sergio, así como sus piernas, que, cruzadas en su trasero, empujaban con avidez, deseando sentir el miembro del chico más y más adentro.
-Aaaahhh... Siii... –Fue lo único inteligible que consiguió sacar de sus sollozos de placer.- Joder, Siii... Sergi... Así... Así sí...
Sergio solo fue consciente vagamente del éxtasis de la mujer. Nada más entrar en su sexo, como un cuchillo caliente en mantequilla, de penetrar en la bien lubricada gruta de su hermana; tuvo un pensamiento.
-"Los condones son una mierda."
Y supo al instante por qué tantos jóvenes prescindían de usarlos, exponiéndose a embarazos y enfermedades de transmisión sexual. Lo que sentía sin el condón era cinco veces superior a lo que había podido percibir antes... El calor era ahora ardor, un horno hirviente. La humedad le arropaba, dándole un delicioso contraste. La presión eran contracciones que oprimían su miembro, abrazándolo, intentando exprimirlo. Y, sobretodo, el sentimiento de unión, eso que había estado buscando antes poseído por el instinto y que ahora encontraba.
Ahora, por primera vez se sentía parte de Leonor, tanto como ella, entre gemidos, era parte de él. Estaban juntos, sin barreras, ni muros, ni prejuicios...
En su mente y su corazón, ese fue el verdadero momento en el que perdió la virginidad, y no solo eso, también perdió el pañuelo que cubría sus ojos.
-Ah... Ahh... –Jadeó ella, cansada y sin fuerzas, buscando el aire que le faltaba.- Sergi... Gracias...
-Aún te gano dos a uno. –Murmuró, saliendo de sus ensoñaciones mientras la observaba, toda enrojecida, hiperventilada y con el pelo revuelto.-
Él había intentado que su miembro no reventase a causa de las contracciones que sentía en la pelvis de la mujer, aunque se estremecía con cualquier mínima fricción que se producía entre sus sexos.
Calmados y aún unidos, se observaron el uno al otro. Sus ojos brillaban, podían sentir el sudor en su piel, pero no era algo asqueroso y sucio, sino íntimo. Sergio se centró en la pequeña mancha en el iris de su hermana, y le pareció una isla en la inmensidad azul de su mirada.
-Te... Te quiero.
Lo soltó así, sin más, mirándola a los ojos con una determinación desconocida para él. Ella, sin embargo, solo sonrió.
-No, no me quieres a mí. –Negó con la cabeza, apartando una idea absurda de sus alrededores.- Quieres esto; las sensaciones, el placer...
-No, yo...
-Chsstt... –Ella le mandó callar. ¿Deteniendo sus palabras necias o, quizás, esa verdad que tanto daño podía hacer?.- Ahora déjame a mi terminar...
Ella le hizo algo parecido a una llave de Judo, cuyo resultado fue que, en un parpadeo y sin apenas desplazarse, estaba encima de él. Lo más curioso es que su penetración no se había roto en ningún momento.
-Leo, yo...
-Chsst... Tú disfruta. –En su rostro se dibujó una sonrisa perversa.- Me encanta estar encima...
Resignado, o más bien desbordado por las sensaciones que le llenaban de nuevo, se entregó al placer que le daba el suave movimiento que inició su hermana. Ella desplegó ahora sí toda su habilidad, primero suavemente, después cabalgando literalmente. Con sus pechos bamboleándose y su pelo oscilando sin control.
Sin condón, y con la percepción a flor de piel, él podía experimentar sensaciones que antes no había percibido, así como muchas otras cosas, pequeños detalles que le daban un puntito aún más especial a la experiencia. Lo tenía claro, los preservativos, cuanto más lejos mejor. Era una idea un poco peligrosa, pero siendo cabalgado a pelo por una gran y lujuriosa mujer, los pensamientos tampoco suelen ser muy razonables.
Esta vez acabaron jadeando los dos, fue lo más parecido a una relación seria y, pese a no llevar condón, su miembro estaba más cansado después de dos corridas muy seguidas, por lo que demoró su orgasmo, acrecentando las delicias de la galopante Leo.
-Ahhh... –Sollozaba mientras se movía arriba y abajo, el sonido de la penetración resonando en el cuarto.- Nunca había encontrado una... Tan... Se adapta perfectamente...
-Te daría mi opinión... –Respondió él con la respiración agitada.- Pero eres la primera... Con la que... Me adapto...
Ante su pobre chiste su hermana prorrumpió con carcajadas, su ritmo bajó un poco, pero, cada vez que la chica se reía, él lo sentía por los golpes del diafragma, era una sensación espectacular.
No supo si tuvieron un orgasmo simultaneo, él lo dudó, pero sí tuvo claro que ella también había gozado esa pequeña cabalgada a sus lomos. Correrse dentro de ella fue... Único. Los cuerpos están destinados a unirse de esa forma, y lo saben. Ella le volvió loco de placer haciendo círculos con las caderas, sintiendo en su interior el caliente, y esta vez poco abundante, semen que salía disparado del miembro de su hermano.
-Brrrrb... –Él resopló como un caballo agotado.-
-Mmmm... –Ella le desmontó agotada. Dejando su debilitado miembro manchado de semen y con un brillo húmedo causado por el flujo vaginal de la chica.-
-Y que... Que se dice... Cuando se termina...
-Pues... "Ha estado muy bien", "Eres genial" o... –Dudó.- "Te quiero"... Ya sabes, cosas sentimentales, a veces sobra con un beso, con eso se puede decir todo.
Él se incorporó levemente, lo justo para llegar a su cara y darle un beso bien dado, al mismo tiempo que susurraba un "Te quiero" tan quedo que tuvo serias dudas sobre si ella lo habría escuchado.
Permanecieron un rato sin decir nada, solo respirando, recuperando fuerzas, relajándose. Sergio tuvo ganas de dormirse, pero ella lo zarandeó para que no ocurriera.
-Venga... –Dijo al fin, también cansada.- Ve a ducharte. Y no tardes, luego voy yo...
-Solo un minuto más... –Se quejaba él, al que le gustaba estar pegado a la calidez de su cuerpo.-
-No. –Miró al reloj de pulsera que había en la cómoda.- Tenemos que ducharnos, ventilar esto, echar la ropa sucia a lavar, sábanas incluidas y...
-Vale, vale... Voy... –Se levantó cansinamente, notando que los músculos de sus piernas se resentían.- Vaya...
Las braguitas de la chica, tiradas en el suelo, se habían enredado en uno de sus pies, tuvo que agacharse a cogerlas. Una vez con ellas en la mano, tuvo una idea picante.
-¿Me las das?
-¿Mis bragas? –Ella le miró sorprendida.- No son de tu talla.
-Ja... ja... Que risa... –Bufó.- No, no, digo, si me las das, como recuerdo, no sé, un obsequio...
-Mmmm... –Ella pareció pensarlo.- No sabía que fueras fetichista. Pero sí, te las puedo prestar...
-Bien. –Sonrió hacia su trofeo, orgulloso de haberlo conseguido.-
-Espera... –Leo se las quitó de las manos, y, con una mirada extremadamente lujuriosa, se las pasó por su sexo, restregándolas, poniendo especial atención en que quedaran lo más posiblemente manchadas.- Ahora sí, toma. Si las metes en una bolsa de plástico, de esas con cierre al aire que usa mamá para los bocadillos, se conservará bastante tiempo. Es lo que hacen las cantantes de Rock antes de venderlas.
-¿Ahora quién es la pervertida? –Rió él, jugueteando de nuevo con la prenda íntima en sus manos.-
Estaba recogiendo su ropa cuando vio los dos condones tirados en el suelo. Los señaló.
-¿Qué hacemos con eso?
-Ahora me encargo de ellos. –Leonor estaba arrancando las sábanas de la cama.-
-Pobrecitos... Pensar que millones de mis soldaditos de la vida han muerto ahí...
-No te preocupes. –Ella se dio dos ligeros golpecitos en el pubis.- Algunos de sus camaradas aún siguen por aquí sueltos.
Nunca le habían dicho a Sergio algo que le excitara más. Bueno, tampoco se había dado la situación, obviamente. Bajo el riesgo de que se lanzara sobre ella otra vez, Leo le obligó a irse a ducharse de forma inmediata.
-¡Espera! –La chica puso algo en sus manos, cuando miró se dio cuenta de que era el dinero que él le había dado.- No voy a aceptar dinero por esto, no soy una puta, si no lo quieres tíralo, quémalo, haz lo que quieras, pero yo no me lo quedo. Lo otro es más un juego perverso que otra cosa, pero esto… Es diferente. No voy a aceptar tu dinero por esto, y lo haremos solo cuando yo quiera, eso si lo volvemos a hacer.
-Pero...
-¡A la ducha! –Le dio un buen cachete en el trasero, empujándolo fuera de su cuarto.-
Cuando, refrescado y sonriente, volvió al cuarto, las persianas estaban subidas y las ventanas abiertas, el incienso aún ardía, una barrita nueva, y las sábanas de siempre cubrían la cama, que ocupaba el mismo sitio que de costumbre. Incluso los preservativos usados habían desaparecido. El cuarto de su hermana presentaba ahora el mismo cuadro de siempre.
Todo había vuelto a la normalidad.
Al día siguiente, Sergio fue de tiendas, buscando algo que regalarle a su hermana. Puede que no aceptara el dinero, pero no creía que rechazara un regalo, a fin de cuentas, lo hacía con la mejor intención. También le interesaba mantenerla contenta, ella tenía mucho que ofrecerle... Pero lo que de verdad le importaba era que le gustaba verla feliz.
Al pasar delante del escaparate de una joyería, sus ojos se vieron atraídos al instante por una hermosa pulsera de plata con pequeños dijes colgantes de lunas y estrellas. No dudó ni un instante en comprarla. Regresó a casa y, aprovechando que Leo no estaba, entró furtivamente en su habitación y dejó el estuche con la pulsera en el escritorio. Cogió uno de sus post-it y escribió: "Cuando la vi, supe que tenía que ser tuya". No era precisamente una carta de amor, pero tendría que servir.
Un rato después vio a Leonor con la pulsera puesta. Ella no dijo nada sobre el tema, como si no se hubiera producido ningún hecho significativo. Sin embargo, de vez en cuando Sergio la veía acariciando los dijes de plata con una medio sonrisa cruzándole el rostro.
No podía ser más feliz...
21 comentarios - Tabú de Hermanos Cap XIII y XIV (FINAL)
Me acorde de mis primas!!!
mis 10 de hoy
saludos
Muchas Gracias por los puntos espero que te haya gustado la historia 😃
Deverias Ser director de peñiculas porno, pero no porno, si no de peliculas sobre Tabus asi como este, joder que nuena historia, espero y salgan mas capitulos de esta historia o de alguna otra, seran muy bien recibidos...
Si no fuera por que soy un jodido novato, te dejaria mis 10 durante dos semanas.
SOS GROSO; SABELO!!!!
😃 😃 😃 😃
😀 😀 😀 😀 😀
te dejo los puntos y como los demas me hubiera gustado un par de capitulos mas, pero tambien cuando terminan las histoias asi te deja una sensacion de historia con final feliz que me encanta.
gracias x el relato.