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Tabú de Hermano Cap VII, VIII y IX

Capítulo VII


La mirada del chico pasó de los ojos de su hermana a su propia entrepierna. La mujer soltó un silbido prolongado, sopesando lo que le estaba diciendo.

-No sé. –Exclamó ella tono teatral.- ¿Con la mano o con la boca?

-Eh... –Esta vez el que quedó con cara de confusión total fue él, no sabía si bromeaba o hablaba en serio.- Con... Co... Como tu quieras.

Se produjo un pequeño silencio.

-Mmm... –Ella cerró los ojos un instante, pensando en algo.- Está bien.

Ante el sorprendido Sergio, ella apagó la televisión y se levantó de la cama. Brillaba decisión en sus ojos, o al menos eso interpretó él, que tampoco había descartado que se tratara de una treta para cogerle con la guardia bajada y darle dos buenos directos.

-Va... Vale... –Balbuceó.- ¿Qué tengo que hacer?

-Nada, sácatela. –Se había sentado a su lado y le obligaba a recostarse poniendo una mano en su pecho. Señaló su entrepierna con un gesto de cabeza.- Enséñame a tu pequeño camarada.

-Sí... –El nerviosismo se apoderó de él. Tragó saliva.-

-¿A qué esperas? –Le observó como un halcón haría con un ratón.- ¡Vamos!

-Es que... –El chico se sonrojó.- Me da vergüenza.

-Ah, claro, que fácil es hablar... A mí me has manoseado todo lo que has querido, eso es peor. Vamos, sácatela. –Disfrutaba viéndole enrojecer, al fin se cambiaban las tornas.- Antes de que me piense en "tocarte" tengo que ver si algo que merezca la pena "tocar".

-Yo...

-¿Quieres que lo haga yo? –Dirigió su mano hacia la entrepierna de su hermano, pero este la detuvo, provocando un suspiro exasperado.- No te deprimas si la tienes pequeña, ya sabes que te desarrollarás más tarde.

Él gruñó, enfadado, cuando la escuchó decir eso. No la tenía pequeña. Para nada. No es que fuera por ahí viendo penes, lo máximo a lo que había llegado era a echar vistazos disimulados a sus amigos, y creía que era tan normal como ellos. Claro que si se comparaba con un actor porno quedaba muy mal parado, pero solo un necio se comparaba en cuestión de pene con un actor porno. Sería como compararse en velocidad con un atleta profesional. Además, Sergio dudaba que le gustaba tener un pene de más de veinte centímetros. Si cuando tenía una erección ya le resultaban molestas, ¿Cómo sería con una anguila monstruosa entre las piernas? Le daba escalofríos solo de pensar en la tienda de campaña que se formaría.

Sin embargo, las dudas seguían ahí, y, por la poca paciencia que exhibía su hermana, si no se decidía pronto, perdería la oportunidad de recibir sus cariñosas atenciones.

-¿Puedes... Cerrar los ojos?

-¿Qué?

-Si cierras los ojos... Si lo haces con los ojos cerrados... Creo que podré.

Leonor escudriñó su rostro, buscando su reflejo en los ojos azules de su hermano. Finalmente, los cerró mientras alzaba los hombros con indiferencia.

-¿Más cómodo?

-Sí. –Y era verdad, ahora se sentía bastante mejor. Qué estupidez.-

-Recuéstate y déjame hacer entonces.

Él hizo caso. Verla ahí, a su lado, a pocos centímetros de él y con esas intenciones... Tragó saliva.

Era preciosa, eso era innegable. Aún con los ojos cerrados, llevó sus manos a las proximidades de su miembro. Se tomaba su tiempo, acariciando poco a poco sus muslos. Esas manos sí que tenían conocimiento sobre el cuerpo de un hombre.

Cuando llegó a acariciarle por encima del pantalón, Sergio emitió un pequeño jadeo que la hizo sonreír. Le bajó lentamente los pantalones, y después hizo lo mismo con su ropa interior. Entre sus manos, sin verlo, tenía el miembro de su hermano.

-Tranquilo. –Dijo ella de pronto, notando sus temblores.- Estás en buenas manos...

Pese a que ya estaba medio-erecta, la cogió con fuerza y la sacudió un par de veces para terminar de despertarla. Su mano derecha quedó en el tronco, mientras la izquierda recorría desde los testículos hasta su pubis. Al llegar a esa zona se detuvo.

-No me lo puedo creer. –Dijo de pronto, mientras se reía escandalosamente.- ¡Te rasuras el pubis!

-Yo... Solo quería probar... –Los escalofríos nacían en su sexo y se extendían a todo su cuerpo. Sentir los dedos de su hermana en su casi rasurado pubis le hizo estremecerse.- Algo nuevo...

-Sí, ya veo. –La chica volvió a reírse.- No lo hagas nunca más, al menos no totalmente. A las chicos no os queda nada bien, los únicos que se depilan son los nadadores, los chaperos y los actores porno.

-Va... Vale... –Se lamió los labios.- Lo que tu quieras.

Ella, una vez explorada la zona con los dedos, se situó ya en posición seria para empezar. Para ese entonces su miembro latía a plena potencia, firme, esperando con devoción la mano más experimentada de su hermana.

Y comenzó el sube y baja...

Sergio contuvo un sonido de placer en su garganta.

-Chsst... –Le silenció ella.-

Era increíble lo extraño que se sentía al no ser su propia mano la que hacía el trabajo, era diez veces mejor, donde iba a parar... Masturbarse a uno mismo le parecía algo vulgar en esos momentos. Además, ella estaba esmerándose, acariciaba sus testículos, apretaba su glande... Utilizaba tanto los dedos como las uñas, buscando el contraste preciso para aumentar el placer.

-¿Y bien? –Preguntó él, necesitado de saber si había pasado su examen.-

-Está... Bien... –Carraspeó, como si no supiera que decir.- Es normal.

-¿Estas segura? ¿Está todo bien? –No pudo esconder su ansiedad. De repente, toda la escena le pareció surrealista.-

-¿Crees que yo soy una experta? –Replicó ella, aparentemente irritada.- ¿Cuántas pollas te crees que he visto en mi vida?

-Más que yo, seguro.

Si no tuviera los ojos cerrados, estaba seguro de que su hermana los hubiera puesto en blanco.

-Tiene buen tamaño y grosor... –Comentó ella con un tono de voz que él conocía bien. Era la misma voz densa y pastosa que se le ponía cuando estaba un rato acariciándole los pechos hasta lograr excitarla.- Estás en la media, y eso sin haber pegado aún el estirón... ¡Vaya! Cuando acabes de crecer serás realmente un "chico grande".

De repente volvió a reírse a grandes carcajadas, en ningún momento soltó su miembro, y Sergio, en la nube en la que estaba, no se tomó a mal las risas. Le había dado su aprobación. ¡Qué diablos! No le importaba su aprobación, lo importante era que le estaba tocando...

-Mmm... –Él cerró los ojos, dejándose al placer.-

-¿Te gusta? ¿Te gusta que te hagan una paja? –Ella siguió hablando con ese tono extravagante.-

-Sí... Sí...

-¿Quieres correrte ya o qué dure más?

-Ma... Más...

-Pues esto está a punto, si aprieto un poco aquí...

-Ooh... –Gimoteó él cuando ella apretó la base de su glande.-

-Y otro poquito aquí...

-Humm...

-¿Te gusta? ¿Te gusta que tu hermana te esté haciendo una paja?

-Sí...

-Seguro que deseas correrte en su cara, o en su boca, y que se lo coma todo, ¿Verdad?

Por unos instantes Sergio dudó sobre si estaba tomándole el pelo o no. No sabía si estaba hablándole así porque estaba excitada o si, por el contrario, se sentía la persona más humillada del mundo. Tampoco estaba para captar indirectas amargas, tenía demasiada sangre en la entrepierna. Decidió ser neutral y que ella escogiera.

-Ah... No... Lo... Lo que tú quieras...

Ella aceleraba y detenía el ritmo de las caricias conforme quería, torturándole un poco. A veces incluso apretaba en la base de su pene o en sus testículos, lanzándole punzadas de dolor que, en ese estado, tan solo acrecentaban su placer.

-¿Lo que yo quiera? ¡Qué generoso! –Dijo con ironía mientras le pellizcaba el escroto.- Seguro que quieres correrte en mi cara, sí, para eso soy tu puta, es lo que quieres ¿Verdad?

-No eres una puta. –Él ya estaba en el delirio pre-orgásmico, donde los sentidos se nublan y la razón se pierde. Sus caderas se alzaban contra la mano de su hermana de forma instintiva.- Princesa... Eres una...

El clímax llegó.

Fue, sin duda, el mejor orgasmo que tuvo en lo que llevaba de vida. Dos potentes chorros de esperma salieron de su miembro, causándole una punzada de alivio en los testículos. Pero, más que la eyaculación, lo mejor fue la sensación en sí, el calambre... Durante casi veinte segundos su cuerpo vibró, y en ello también participó que su hermana continuara con su paja y, sobretodo, con sus caricias.

Sergio se dejó caer en la cama, derrotado. El impacto muscular de ese orgasmo había sido brutal, nunca antes había tenido nada parecido. El morbo, la persona que le acompañaba, su voz deliberadamente convertida en una incitación...

Abrió los ojos poco a poco, encontrándose con su hermana aún en su regazo. Su pene, medio flácido, caía derrotado hacía un lado. Ella jugueteaba entre sus dedos con lo que parecían los restos de su corrida, como si fuera lo más normal del mundo. Tenía los ojos abiertos, pero ya no sintió vergüenza.

-Gracias... –Susurró con una voz cargada de adoración.- Gracias... Ha sido la mejor... Eres la mejor...

-Que cariñosos sois todos cuando os habéis corrido. –Respondió ella con ironía. Exhibía una leve sonrisa en su rostro, pese a que en sus ojos seguía habiendo una especie de velada cautela.- Me debes una.

-Te la devolvería... –Musitó.- Pero al final acabaría haciéndote cosquillas en vez de...

-Qué drama... –Puso los ojos en blanco.- Pues habrá que enseñarte, no es plan de que vayas por ahí provocando carcajadas en vez de orgasmos, faltaría más.

-Seré un alumno dedicado.

-Y yo... –Leo se inclinó sobre su entrepierna, cogió el flácido falo entre sus manos, descubrió el prepucio y besó tiernamente el glande.- Una buena profesora...

Sergio, vencido por el orgasmo y el mar de sensaciones, sumado al agotamiento general de haber dormido poco, junto con el esquí, cayó dormido poco después, sin acordarse siquiera de limpiar los restos de su orgasmo. Su último pensamiento fue que ninguno de sus amigos le creería si les contara lo que acaba de ocurrir. Afortunadamente, no tenía pensado contárselo jamás.

Leonor lo observó un rato desde su propia cama. Se había lavado las manos, pero parte del olor a hombre proveniente del semen permanecía en ellas, impregnándolas temporalmente.

Recordándole la locura que acaba de cometer.

Se acercó los dedos a la nariz, notando una esencia penetrante que no le era desconocida. Su hermano se revolvió en sueños; tenía una sonrisilla inocente en la cara y, pese a que Leonor le había intentado tapar después de limpiarle, terminó por dejar medio cuerpo fuera de la manta que le cubría. Ella se rió con suavidad, contemplándole.

-"Princesa..." –Pensó Leo, enternecida en su fuero interno, mientras también era acariciada poco a poco por los brazos de Morfeo.- "Me ha llamado princesa..."



Capítulo VIII


El teléfono móvil de Leonor les despertó casi a la hora de cenar. Sus padres reclamaban su presencia. Con pereza, Sergio se dio una ducha y se vistió. Leonor, tras peinarse y vestirse, también exhibió una mueca que decía a todas luces "Dormida estaba mejor".

Dieron un paseo por el complejo, contemplando la iluminación de las pistas por la noche, después cenaron, y, durante casi dos horas, lo único que escucharon fue el extendidísimo discurso de su padre sobre las casas rurales y los turistas que las visitaban. Pasada la cena, no tenían nada programado. Había una discoteca cercana a la que Leonor tenía pensado ir, pero el "No" tajante de sus padres le bajó los pies a tierra.

De nuevo en su cuarto, ambos se echaron en sus camas sin sueño y sin saber qué hacer esa noche. Para su aburrimiento, incluso la televisión pareció conspirar contra ellos, todo lo que echaban era cotilleo o series aburridísimas.

-Ovarios de mierda... –Rugió de pronto Leonor, acariciándose el bajo vientre.-

-¿Te duele? –Preguntó Sergio inocentemente.-

-No, estoy fingiendo. –Le miró de forma acusadora.- Da gracias por ser hombre...

-Bueno, bueno, no te pongas así, es que no sé, como a mi no me pasa, no me hago ni una idea de qué sientes. No puede ser para tanto. –El joven arqueó una ceja de forma insultante.-

-Te daré una pista. –El tono alegre y amable que utilizó debería haberle avisado del peligro.-

La chica, con una mueca maliciosa en su cara, abandonó su lecho y fue al de su hermano. Con un movimiento rápido y certero, le propinó un golpe seco en los testículos. Él no tuvo tiempo ni de pensar en qué estaba pasando antes de expulsar todo el aire de los pulmones.

-Jo... Der...

El dolor era atroz. La debilidad extrema llegó a su cuerpo. Parecía que todo su organismo quisiera retorcerse de dolor; una sensación potente, profunda y muy, muy desagradable. Estuvo un par de minutos retorciéndose, siendo los primeros treinta segundos tan insoportables que incluso deseó la muerte. Había tenido golpes similares mientras jugaba al fútbol, y siempre había deseado la muerte en uno u otro momento.

-¿Duele? –Preguntó su hermana con fingida inocencia.-

-Ahora... Ahora te entiendo... –Dijo él tras recuperar la voz.- Si es algo parecido a esto... Sois increíble si podéis... Soportarlo...

-Lo somos, lo somos... –Corroboró ella, ufana.-

Estaba sentada en su cama, una posición parecida a la que había tenido hacía pocas horas antes de masturbarle con magníficos resultados. Intercambiaron una mirada unos segundos.

-¿Cuánto cuestan tus besos? –Preguntó él de pronto.-

-¿Mis besos?

-Sí.

-Los besos de una mujer no están en venta. –Respondió ella tras reflexionar unos instantes.- Son algo que se regala. ¿Es que nunca has visto Pretty Woman?

-¿Es una película? –Sí, la había visto, muy a su pesar, pero prefería hacer rabiar a su hermana.-

-Eres un caso perdido... –De nuevo puso los ojos en blanco.-

-Bueno, bueno...

-¿También quieres que sea yo la primera en besarte? –Volvió a usar el tono malicioso.-

-En realidad... –Él desvió la mirada hacia otro lado. No es que se avergonzara de eso, ni mucho menos, pero dicho en una situación así le hacía parecer arrogante.- Serías la quinta.

-¿Qué? –Rió ella.- Vaya, vaya, menos mal, no eres tan lento como parecías... ¿Y quienes han sido las afortunadas?

-Unas compañera de clase... -Dijo él con orgullo, su sonrisa desapareció cuando recordó el resto.- Y...

-Y...

-La tía Luisa. –Sintió un escalofrío.- Yo no quería, fue ella la que...

Su hermana estalló en carcajadas, de nuevo esa risa tan sana y atractiva, se retorció en la cama de Sergio, intentando imaginarse a su tía besándole.

-¡Pero si tiene más bigote que papá! –Decía, con los ojos anegados en lágrimas de tanto reír.-

-Fue ella... Me pilló por sorpresa...

-Dios... Es tan bueno... –Se llevó las manos a las costillas.- No puedo creérmelo... Ay... Genial...

-Bah...

-Venga, venga... Y las de tu clase, ¿Eran guapas? ¿Qué sentiste?

-Bueno, no fue nada del otro mundo, me gustó, claro, pero... No me emocionó especialmente.

-Un beso es algo diferente en cada persona. –Se había dejado caer a su lado, tumbada boca abajo y con la cabeza girada, mirándole.- Si no hay sentimientos de por medio, no deja de ser lo mismo que un apretón de manos, no es nada... Un buen beso... Sabes que es bueno porque sientes algo...

-¿Algo?

-Puede ser electricidad, pueden ser mariposas, saber que quieres o estimas a esa persona... No sé describirlo mejor, pero se sabe.

-Sabes mucho de besos, por lo que veo.

-Un poco. –Se dio aires modestos con un guiño.-

-¿Y has sentido ese "algo" muchas veces? –Preguntó él, astutamente.-

-Pues... No, la verdad es que no tanto como me gustaría.

-Pero has dado muchos besos...

-Sí.

-¿Sin sentir ese "algo"?

-Supongo...

-¿Entonces por qué los das?

-Pues porque... –Ella abrió la boca para decir algo, pero entonces, confusa, la volvió a cerrar.- No lo sé.

-Muy lógico. –Bufó.-

-A veces... –Explicó Leonor.- Hacemos cosas que no queremos...

-Entiendo... Bueno... Lo entenderé. –Le encantaba este grado de acercamiento y confianza que estaba experimentando con su hermana, no solo podían hablar de temas serios, sino que, poco a poco, se abrían el uno al otro.- Algún día.

-Sí, tarde o temprano todos lo entienden. –Suspiró ella.- Pero a lo que íbamos, ¿Quieres ganarte mis besos?

-Necesito saber besar. –En realidad no habría aceptado besar a cualquiera, en ese momento solo le apetecía ella.-

-Bueno, pero tengo que probarte... –Humedeció sus labios.- Si no hay nada, pues...

-Espero superar su examen, profesora. –Rió él, un poco nervioso.-

Leo se apoyó en sus manos y en sus rodillas hasta quedar sobre su hermano, ella era más alta que él, y la postura bastante comprometida, pese a todo, solo tenían ojos para sus mutuos labios.

-¿Qué... Qué tengo que hacer?

-Ahora no voy a enseñarte la técnica, solo a probar...

-Probar...

Ella se inclinó hacía él... Y...

Sus labios se fundieron en un hermoso instante.

Sergio cerró los ojos instintivamente, sentir ese beso era... Diferente. Notó como su garganta, su pecho, todo su cuerpo, vibraba de emoción. Quiso abrazar a Leo, acercarla aún más a él, pero no se atrevió, no quería hacer nada que rompiera la conexión que mantenían sus labios.

Pero unos segundos después terminó.

Lentamente abrió los ojos. Su hermana seguía encima, sus labios apenas a dos centímetros de los suyos, ella mantenía los ojos cerrados. Cuando Sergio iba a decir algo, ella lo besó de nuevo.

Y sintió lo mismo.

Ella finalmente se despegó, le miró intensamente.

-¿Qué dirías? –Preguntó.- ¿Te ha gustado?

-Algo... –Fue lo que respondió.- Una sensación que recorre todo tu cuerpo y te hace sentir bien. ¿Es eso?

-Es un comienzo. –Dijo ella enigmáticamente, con el ceño fruncido.-

Le besó varias veces más, besos cortos y llenos de entusiasmo.

-Un comienzo bueno...

Más besos, más pasión.

-Inmejorable...

Ella abandonó su comprometida postura y se sentó en un lado de la cama. Aún mostraba esa expresión de desconcierto que le había visto antes.

-Sí, está bien, creo que puedo... –Carraspeó mientras se lamía los labios.- Enseñarte.

Se mostró reflexiva unos instantes, como sopesando los límites y los contenidos.

-Bueno, para empezar... Hay muchos tipos de beso, muchos nombres, ya sabes de tornillo, pico... Todas esas cosas... ¿Los has escuchado antes?

-Sí.

-Pues olvídate de todo lo que hayas escuchado. –Fue absolutamente tajante.- Un beso no se puede definir, porque es, del sexo, lo más diverso. Puedes morder, acariciar, lamer, presionar, aspirar... Imagínate un concurso de baile estilo libre, pues son las mismas reglas.

-Lo entiendo, creo.

-Sí, bueno. Para recibir un beso la postura natural de los labios es esta. –Le colocó los labios con sus propias manos, juntos, paralelos, ligeramente entreabiertos.- Pero cambia después. Dependiendo de...

-Sé que toda esta teoría es importante. –Dijo él, abandonando la postura de labios que su hermana le había marcado.- Pero creo que la práctica es más importante.

-Tonto no eres. –Rió ella.- Está bien. Ahora, mientras te beso, ladearé ligeramente la cabeza, tu tendrás que moverte para acomodar la postura y seguir mi ritmo.

Volvieron a fundirse, y ella le degustó, poco a poco, ladeando lentamente la cabeza hacia un lado, Sergio la siguió, al principio con movimientos torpes, buscando no despegarse de ella. Un rato después, tras numerosos intentos, consiguió que fuera algo natural, un movimiento casi instintivo, incluso con los ojos cerrados. Le gusta el estilo libre.

-Aprendes rápido. –Observó Leo cuando se despegaron momentáneamente.- Ahora abre un poco más los labios, vamos a... Como si pellizcáramos los labios del otro con los nuestros propios, esto es más apasionado.

Dicho y hecho.

Juntos de nuevo, moviéndose, respirándose el uno al otro... Esta vez Sergio no pudo evitar el deseo de llevar una mano hacia la espalda de su hermana, de acariciarla, sentirla aún más cerca...

-Bien, bien... –Comentó ella, pasados unos minutos de prácticas y correcciones.- Irás mejorando, esto es como la bici, con práctica se consigue.

Estaban muy juntos el uno del otro, pero tan cómodos...

-Saca un poco la lengua. –Ordenó.- Deja la boca entreabierta...

-¿Afi? –Preguntó él, sintiéndose ligeramente idiota, pero divertido. Le gustaba que ella llevara la voz cantante. Había algo excitante en el acto de seguir indicaciones.-

-Sí. Al principio te parecerá extraño, incluso ridículo, pero un beso con lengua, sobretodo cuando hay pasión de por medio, es lo mejor.

Ella abrió ligeramente su boca y se acercó a la de su hermano. Notarse dentro de ella fue embriagador. Al instante la lengua de la chica luchó por enrollar la de Sergio, la acariciaba, la movía. Él al principio se sintió torpe, pero luego empezó a entrelazarla, y lo conseguía. Percibió el sabor de su hermana, de su saliva.

Se estremeció de placer y no pudo contener un gemido que tuvo su eco en la garganta femenina.

Y ella exploró más, pronto estuvieron estrechamente abrazados. Ella le acariciaba, recorría también su cuerpo, le apretaba contra sí. A Sergio le encantó eso, pero, pasados unos instantes, comenzó a notar que, literalmente, se estaba ahogando, no conseguía el suficiente aire que necesitaba para respirar, la pasión, el beso prolongado, los abrazos, las caricias... Se fue mareando poco a poco, incapaz de despegarse, temeroso de que no se volviera a repetir. Al final pudo más su necesidad de respirar, puso sus manos entre su hermana y él y empujó, se la quitó de encima, tosiendo, reclamando aire, oxígeno.

-¡Dios! Lo siento, me he pasado. –Le sacudió por los hombros, alarmada.- No debí exagerar tanto, me dejé llevar y... ¿Estás bien?

-Estoy... Coff... Bien... –Farfulló él, aún notaba el sabor de la mujer en su boca.- Es... Perfecto...

-He estado a punto de matarte de un beso con lengua... –Exclamó con amargura.- ¿Ves las tonterías que hago por tu culpa?

-Habría sido una muerte dulce. –Rió él, recuperado.- ¿Seguimos?



Capítulo IX


Sergio percibía su erección a plena potencia, también, entre los roces y caricias, había sentido los pezones erectos de Leo clavarse en su torso a través de los respectivos pijamas.

-Bien... –Ella le lanzó una última mirada para comprobar que estaba bien.- Ahora será todo más libre, más que un beso será... Un mixto, con caricias y todo lo que se te pase por la imaginación, será lo que más comúnmente se denomina "enrollarse".

-Suena encantador. –Rió él, excitado.-

-Empezarás besándome, luego irás a mi cuello, o mis orejas... Ahí déjate llevar, puedes incluso usar los dientes, pero no muerdas fuerte, que he conocido a cada salvaje...

-Bueno, lo intentaré... –Dudó él, nervioso.- Pero no esperes gran cosa...

-Tranquilo.

Se situaron de nuevo en posición, ella humedeció sus labios y, lanzando antes una sonrisilla, se fundieron en un beso. Poco a poco fue subiendo de nivel, apasionado, lujurioso... Sergio pensó que sería el buen momento para empezar con la segunda parte, así que abrazó a su hermana, mientras sus manos la acariciaban por todas partes y dirigió su boca a su cuello, que instantáneamente empezó a morder suavemente, improvisando.

Su hermana estaba totalmente encima de él, por lo que su miembro, erecto, frotaba contra su vientre, a veces incluso penetraba entre sus muslos. La fricción le estaba proporcionando un agradable placer.

Lamiendo y mordiendo fue subiendo, una de las manos de su hermana le acariciaba y pellizcaba el torso, otra la cintura, las del chico estaban situadas en la espalda y en el costado de ella, tocando, de vez en cuando, el contorno de uno de sus pechos.

-Así... –Susurraba ella, visiblemente excitada, habiendo empezado a besarle por todas partes, desde la barbilla hasta el cuello.- Sigue...

Sergio lamió la oreja de la joven, ella soltó un pequeño jadeo y se contrajo, después, casi por inercia, lanzó un sutil mordisquito al lóbulo de esta. Le gustaba, puesto que el tenue gemido volvió a repetirse. Las caricias y la fricción, todo subía de nivel. Chocaron sus labios una vez más, encontrándose a medio camino, y se besaron- Leo jugó claramente el papel dominante, clavándole unos ojos lujuriosos que enturbiaban el azul inmenso de su mirada, incluso la pequeña mancha de su iris parecía llamear.

Estuvieron un buen rato juntos, sintiendo sus cuerpos y sus bocas, dedicándose pequeños mordiscos, marcándose el uno al otro. El roce de su miembro contra su hermana se acrecentó, incluso ella, que obviamente lo estaba notando, parecía propiciarlas.

En uno de los momentos, llevado por la pasión, Sergio apretó uno de los pechos de su hermana. Esta se contrajo instantáneamente, pero esta vez por una mueca de dolor.

-"Hay días en los que incluso duelen." –Le había dicho su hermana hace un tiempo, refiriéndose al ciclo menstrual.-

-Perdona, no lo hice aposta... ¿Te ha dolido?

-No, no es nada. –Corroboró ella.-

Pero el inoportuno gesto había acabado con la atmósfera de pasión y lujuria. Su hermana desmontó de su torso, quedando nuevamente sentada en el lecho. En su cuello, alguna que otra marca rojiza, fruto de los lametones y mordiscos de su hermano, delataba la pérdida de control que ambos habían sufrido.

Estaban los dos acalorados, respirando agitadamente. Ella le miraba, él seguía sus ojos.

-Por hoy... –Dijo ella, observando el reloj que había en la mesilla.- Está bien.

Sergio no pudo evitar bajar la mirada hacia su gran erección, sin duda, tendría que hacerse una paja en el baño para que su miembro se aletargara. Leo siguió la mirada de su hermano y puso los ojos en blanco.

-Supongo que no es justo que te deje eso así. –Murmuró con malicia, y un nerviosismo relativo.-

Sus manos llegaron pronto a la excitadísima entrepierna del muchacho, este se colocó de forma que le fuera fácil acceder a la zona. Entrecerró los ojos, dejándose llevar por el placer. Su miembro salió disparado de su ropa interior, pidiendo a gritos atención.

-Se alegra de verme. –Rió Leo.-

Sus manos pronto recorrieron el aparato, que irradiaba un calor brutal, especialmente en la punta, toda enrojecida. La paja estaba siendo fenomenal, apasionada, Sergio la disfrutaba como un loco de sus caricias, y jadeó cuando, de repente, estando él con los ojos cerrados y disfrutando, ella paró.

-¿Qué...? –Se quejó él, abriendo un poco los ojos.-

Entonces descubrió como ella tenía toda la atención puesta en su trozo de carne. Parecía muy seria, y asintió para sí misma, como si hubiera tomado una decisión. Poco a poco agachó la cabeza, y, de pronto, la humedad y una sensación única de confort embargaron a Sergio, que no pudo evitar soltar un suspiro sonoro y prolongadísimo.

-Aaaah...

Ella comenzó a lamer su dura carne, centímetro a centímetro, acariciando sus testículos con una mano, mientras con la otra se apoyaba.

-Mmmm... –Continuó gimiendo él, que por instinto había empezando a mover ligeramente las caderas, estando también tentado a llevar una mano a la cabeza de la chica, pero sin hacerlo finalmente. Recordaba el encuentro en el parque, y la mirada de irritación que le había dirigido al tipo cuando este había intentado controlar su movimiento.-

Sergio no sabía si su hermana tenía mucha o poca experiencia, pero lo que sí tenía claro es que el placer que le estaba dando nunca lo había sentido, ni siquiera de lejos. Sus labios, la succión, su lengua... Toda su boca trabajaba al unísono... La saliva lubricaba la piel que luego era acariciada por los labios y atormentada con la lengua.

Se creyó morir de placer.

Antes de poder siquiera articular una palabra, coincidiendo con un ritmo especialmente vertiginoso de su hermana, cuya cabeza subía y bajaba de forma espectacularmente rápida, se corrió. Fue un orgasmo fuerte, lleno de gemidos y jadeos, golpeó con el puño cerrado la cama, varias veces, descargándose.

No fue consciente de la realidad hasta pasados los primeros instantes. El primer chorro de semen, el más importante, había ido de lleno en la boca de su hermana, el segundo, habiendo conseguido apartarse un poco, manchaba sus labios y su mejilla. Ella le miró unos instantes, después, haciendo una mueca de desagrado, escupió la carga de su hermano en un pliegue de la sábana. Ver su semen salir de la boca de su hermana fue una imagen extremadamente erótica. Deseó volver a hundir su sexo en esa preciosa y cálida boca.

-Antes de correrte... Avisa. –Dijo ella con voz pastosa, mirándole ceñuda.- A algunas chicas, incluida yo, no les gusta tragarse el semen...

-Perdona... –Dijo él con un hilillo de voz, incapaz de recordar cuantas veces se había disculpado a lo largo del día.-

-No importa, no te lo dije. –Ella se limpió con la sábana los restos de semen que cubrían su mejilla.- Toma, tu castigo.

Gateando, trepó sobre él y consiguió llegar hasta su cabeza, entonces, con una sonrisa pícara, le besó. Un beso profundo y con lengua, que Sergio notó al instante cargado con el sabor de su propia esencia, un sabor amargo y salobre, extraño... Muchas veces, cuando se masturbaba, examinaba su leche con interés morboso, pero nunca había llegado al punto de probarlo, y ahora... Degustar su esencia, arrancada por los labios de su hermana... Era como beber malvasía en un cáliz de oro.

Ambos sabían que su miembro, aún destapado, estaba ahora totalmente sobre la entrepierna de la chica, solo les separaban dos finas capas de tejido... Tan solo eso y podrían estar juntos, plenamente juntos...

Pero finalmente pudo el sentido común, y se separaron para tumbarse; él, agotado, ella, aún sofocada.

-Iré a darme una ducha... –Apuntó ella, carraspeando.- Una ducha fría.

Sergio, adormilado, se dejó llevar por el sueño. En un estado de duermevela, escuchó como el agua de la ducha corría, durante más o menos una hora. Después salió su hermana, con un pijama nuevo puesto, pero, curiosamente, sin tener el pelo mojado. ¿Qué habría estado haciendo todo ese tiempo en el baño sino era ducharse? ¿Y para qué dejar el grifo abierto?

Pensar en que Leo había estado masturbándose por la excitación que él le había provocado le hizo sentir poderoso y especial. De repente, se dio cuenta de que, después de cada "encuentro" que tenían en casa, lo más normal era que su hermana se encerrara su cuarto con la música escandalosamente alta. ¿Es posible que hubiera estado consolándose a su salud? Tuvo un repentino escalofrío.

El día siguiente fue realmente aburrido, el esquí estaba bien, pero había demasiada gente y la nieve no era lo suficientemente espesa. Lo mejor de la jornada fue la comida en un restaurante cercano; el cordero lechal estaba riquísimo. El viaje de vuelta, otra vez de noche, fue casi una repetición del de ida; su madre durmiendo mientras su padre fumaba su puro y tarareaba las canciones de la radio..

Leonor tenía la cabeza ladeada, arropada por la manta. Sergio, en su lado, hacía lo propio. Y todo habría seguido así hasta terminar el viaje de no ser porque la mano de su hermana se posó, descaradamente, sobre su entrepierna.

Ella ni le miraba, estaba absorta observando a través del cristal. Pero su mano, diestra en la labor, acariciaba con suavidad su miembro por encima de la ropa. Sergio, nervioso y excitado, vigilaba a su padre, que permanecía absorto en su musiquilla. Leo se aproximó un poco más a él, hasta quedar juntos. Sus miradas se cruzaron un segundo, leyéndose sus mutuos mensajes.

-"Estás loca" –Decía él.-

-"Mira quien fue a hablar" –Respondía ella.-

Pronto sus pantalones y su ropa interior fueron abordados por los finos y suaves dedos de Leo, que comenzó con un masaje, primero con los dedos, luego con la palma de la mano. Cuando su miembro hubo alcanzado casi todo su vigor, ella lo estrechó y empezó a masturbarle.

-Mmm... –Lanzó en un susurro casi imperceptible, notando el calor recorrer todo su cuerpo. La sangre le hervía en las venas.-

Percibía todo, desde la mano de su hermana subir y bajar, hasta su glande, descubierto, rozar contra la manta. El ritmo era lento, cadencioso, una tortura. Dada la oscuridad y que Sergio estaba detrás de él, por mucho que su padre mirara por el retrovisor no iba a notar nada raro, la radio y su suave canturreo ocultaban los posibles jadeos que le escaparan, y el olor acre del puro ocultaría el olor intenso de...

Tragó saliva una vez más.

Las caricias aumentaron de intensidad. Ella le miraba, buscando sus ojos, le clavaba una mirada de fuego que a él le pareció inmensa y todopoderosa. Su cuerpo, debajo de la manta, había empezado a retorcerse de placer. Un par de minutos después, la diestra mano de su hermana conseguía su objetivo. Sergio, ahogando cualquier sonido en la garganta, dejó escapar su esperma. Ella fue inteligente y colocó su otra mano como escudo para manchar lo menos posible la manta.

Leo sacó de su bolsillo una de las toallitas que había cogido del baño del hotel, la abrió con los dientes y limpió el semen de su mano. Abrió otra y limpió el miembro de su hermano, haciendo sentir escalofríos a este, pues el tacto con la toallita era extraño, incluso escocía, dado que tenía perfume de limón. Todas las evidencias de su "juego" fueron lanzadas por la ventanilla, haciéndolas pasar por un pañuelo que hubieran utilizado para sonarse la nariz.

Ambos hermanos volvieron a mirarse profundamente, bañándose en los ojos azules del otro. Por debajo de la manta, Sergio buscó la mano de su hermana y la estrechó. Los dos supieron que todo era diferente, algo especial. El viaje transcurrió sin más "incidentes", sus manos estuvieron entrelazadas hasta la hora de bajar del automóvil
Continuará
.

7 comentarios - Tabú de Hermano Cap VII, VIII y IX

memoskpo
Excelente!!
Muchas gracias por el aporte, segui asi!!!!



Tabú de Hermano Cap VII, VIII y IX





sexo
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BiishopRawwrr +1
OMFG Q BUENO!!!!! QDE RELOCO CUANDO SALDRA EL X XII Y XIII?? NO VEO LA HORA DE VERLOS! SEGUI ASI BRO muy wena historia, me dio suspenso, risa, alegria y me la dejo re parada xD
BiishopRawwrr
si tuviera puntos te dejara un +10 pero soe un novato DDDDD:
dulcepelado
Lo dicho, mañana llego tarde y con ojedas, fantastico. 🙎‍♂️ 🙎‍♂️ 🙎‍♂️