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Una semana sin sexo, Relato un poco largo, Dominacion...

El sábado por la mañana todo siguió la rutina de los últimos días.

En cuanto me desperté me levanté del suelo, me subí a la cama y me puse en posición de inspección, luego ella se levantó y hasta que no estuvo lista no me permitió levantarme para hacer la cama y prepararle el desayuno. Me hizo vestime con el mismo pantalón de gasa blanco, casi transparente, del día anterior y un polo nuevo, como para que tuviera en mente que con esos pantalones me había portado mal en la oficina sin su permiso. Ella se vistió con sencillo vestido estampado muy corto; me encantaba, porque mi chica tiene unas piernas preciosas.

Nos fuimos temprano al centro comercial y comenzamos a hacer una compra convencional; cervezas, refrescos, hielo, alguno licor dulce que le gustaba a mi chica, ron para los cubatas, aperitivos dulces y salados, ingredientes para una ensalada veraniega…todo muy normal. Como había muy poca gente tan temprano, no me sentía especialmente incómodo con aquel pantalón de blanco y semitransparente.

- Ya estamos acabando, vamos un momento a la sección de zapatería.

Allí nos fuimos, mientras mi ama empezó a buscar unos zapatos negros con mucho tacón de aguja. Se probó dos o tres pares, hasta que decidió cuales les gustaban más.

-¿Qué te parecen estos, cochinito?

Yo la miré con cara de aprobación. Me encantada la imagen de solidez y dominio que inspira una mujer subida a unos tacones de infarto.

- Te sientan como un guante, ama.

- ¿A que me quedarían bien con el corsé y las medias? Creo que me los voy a comprar para la fiesta de esta tarde.

El corazón se me aceleró otra vez y mi polla recibió su enésimo apretón doloroso de su funda de plástico cuando me imaginé a mi novia en lencería.

Luego ella rebuscó un poco más por el aparador, pero no acababa de buscar lo que encontraba.

- Anda cochinito, llama a la dependienta.

Yo la busqué y la encontré por allí cerca; le pedí que viniera a buscarnos.

- ¿No tendrá este modelo en la talla 42?, el más grande que hay es la 40.

La dependienta la miró un poco sorprendida y miró los pies de mi chica.

- Los que tiene en la mano son de la talla 38, seguro que le quedan bien…

Mi mujer la interrumpió con una sonrisa.

- Oh si, me quedan muy bien y son muy bonitos, y creo que hacen juego con un conjunto de lencería que tengo- dijo con naturalidad-, pero es que quiero comprar otros iguales para mi novio.

La dependienta, una mujer joven, me miró e intentó seguir poniendo cara profesional, pero no pudo dejar que se le quedara la boca abierta con la sorpresa; yo enrojecí completamente. La dependienta recuperó la compostura.

- Veré si dentro del almacén queda algo- dijo voz de sorna, y se fue.

Yo estaba respirando otra vez aceleradamente y no abrí la boca para decir nada; realmente no tenía nada que decir, mi ama estaba comprándome unos zapatos, eso era todo.

Unos minutos después la dependienta volvió con dos pares de zapatos.

-Estos son los que he podido encontrar. El que usted tiene no lo hay tan grande, pero le he traído estos dos que son parecidos.

Mi novia cogió los zapatos y me los dio. Yo, sin decir palabra, me quite mis sandalias y me probé el primer par. La dependienta no se fue, con cara de que tenía ganas de ver todo aquello. Mi novia me hizo caminar un poco a su alrededor. Yo me sentía inquieto e incómodo porque nunca me había puesto unos zapatos con tanto tacón; iba muy inseguro caminando.

-No te preocupes- me dijo mi chica- todo es cuestión de práctica.

Luego me hizo cambiar de zapatos y me probé el segundo par, completamente negros, con una punta muy fina y tacones más altos que el anterior.

- ¿Qué le parece, cuales le quedan mejor?- le preguntó a la dependienta-. Tienen que ir a juego con un corsé y medias negros.

La mujer me miraba con cara divertida, pensando en el par de pervertidos que le había tocado atender tan temprano, ¡cuando se lo contara a sus compañeras…!.

- A ver, camine un poco por aquí- me dijo aquella mujer, para prolongar un poco más la situación, mirándome entretenida-. ¿Así que a juego con un corsé negro?...como mujer, me gustan más estos que lleva ahora puesto.

- Yo también pienso lo mismo-dijo mi chica- nos los llevamos.

Me los quité y nos fuimos a pagar a la caja. Yo llevaba una semana tan entregado a mi novia y poniéndome en situaciones tan deliciosas y humillantes, que no me hubiese sorprendido lo más mínimo que mi novia me obligase a llevarlos puestos en el centro comercial; y yo lo habría hecho, muerto de vergüenza y encantado al mismo tiempo, todo por obedecer a la que hasta ayer era mi novia, y ahora se comportaba como mi ama.

Llegamos a casa, comimos juntos, y mientras mi novia se iba camino de la cama a darse una siesta y a descansar en el dormitorio, siguió dándome órdenes.

- Ve arreglando el salón, la cocina y esmérate con el cuarto de baño. Ya sabes lo que nos gusta a las mujeres el orden y la limpieza, y esta tarde van a venir unas cuantas. Y desnúdate, cochinito, no te vayas a manchar los pantalones blancos.

Así pase el resto de la tarde, limpiando desnudo y a conciencia el piso, y viendo como pasaban las horas, sintiéndome cada vez más nervioso por la fiesta, y al mismo tiempo con una enorme excitación pensando en que situaciones me pondría mi dueña, por a estas alturas ya había dejado de pensar en ella como mi novia. Pensaba en esta semana de entrega absoluta, durante la cual yo ya no tomaba decisiones, todo lo decidía mi ama y yo simplemente cumplía sus caprichos y órdenes. Ya a última hora de la tarde, ella se levantó y me puse a ayudarla a ir preparando canapés, platos con comida, vasos, bebidas y todos los detalles necesarios que fuimos llevando hasta la mesa del salón.

- Bueno, ya está todo listo. Dentro de una media hora empezarán a llegar. Lo mejor es que nos vayamos vistiendo- ella se rió de sus propias palabras-, bueno, vestirnos, por decir algo.

Nos fuimos al dormitorio y mi chica se desnudó completamente. Se puso un tanga de encaje negro, sus medias, el liguero y el corsé que se compró el otro día. Cuando se puso los zapatos nuevos, querría tirarme a sus pies a adorarla.

Lo hice.

Me agaché en el suelo y le besé sus pies enfundados. Ella me acarició el pelo como signo de agradecimiento por mi devoción.

Yo no podía apartar mis ojos de ella, tan deseable, tan sexy, y sin poder tocarla ni disfrutarla; mi pobre pene, tan visceral, no entendía la situación y una y otra vez se excitaba ante la visión de tanta belleza, y una y otra vez se quedaba allí atrapado y sufriendo dentro de su jaula de plástico.

- Apriétame bien, cochinito.

Me levanté y lo hice, haciendo que el corsé le marcara un talle divino a mi chica.

- Ahora te toca a ti, cochinito, hoy vamos a juego- y dicho y hecho, sacó mi corsé, mi liguero y mis medias, todo idéntico al suyo, el que me compró la semana pasada en aquella aventura en los probadores de señora, y por cuya culpa llevaba todos estos días castigado sin follar.

Me puse las medias y el corsé, me ajusté el liguero, enganché las medias y me tumbé en el suelo boca abajo. Mi novia fue tirando de las correas de la espalda, y en un momento dado se arrodilló encima de mí, agarró las dos correas y tiró con todas sus fuerzas antes de atar el nudo. Me puse mis zapatos con tacones imposibles y me llevó luego hasta el espejo. Estábamos imponentes. La única diferencia es que yo no llevaba tanga, e iba con mis huevos y mi pene al aire. Ella me acarició todo el cuerpo y me clavó las uñas en los cachetes del culo del apretón tan fuerte que me dio.

Me miró sonriente.

- Verás que bien nos lo vamos a pasar esta tarde. ¡De rodillas!.

Yo lo hice al instante.

Ella tenía en la mano el collar de terciopelo negro que era simplemente una cinta delgada que se ponía ceñido al cuello, con un anillito de plata en la parte delantera. Me lo puso en un momento.

- Esto es para que nunca se te olvide de que aunque nos parezcamos, y que una vez fuimos dos personas iguales, ya no lo somos, ¿verdad?- me dijo mientras me pasa una mano sobre la cabeza-. En nuestra relación yo domino y tú te sometes, yo controlo y tú te doblegas, yo decido y tu obedeces; tu lo querías, yo también, y me encanta que sea así, ¿verdad, cochinito?.

- Si, mi ama.

- ¿Sabes, cochinito?. Puedo hacer contigo lo que quiera, cualquier cosa que se me pase por la cabeza, ya sea algo razonable, o caprichoso, o absurdo, o humillante…, lo que quiera, y no tengo que preguntarte si lo harás, porque simplemente lo harás al instante. ¿Dime, cochinito, eres feliz así?.

Yo me quedé en silencio durante varios segundos, meditando lo mucho que había cambiado nuestra relación en una semana; mi entrega, mi sumisión completa a mi chica, que me había puesto en todo tipo de situaciones humillantes y embarazosas, y tuve que reconocer que sí, que era feliz.

Como tardaba mucho en contestar, me dio un guantazo en el culo.

- Si, mi ama, soy feliz- contesté con sinceridad.

Ella se agachó un poco y me besó con dulzura casi medio minuto. Hacía varios días que no me besaba; era delicioso sentir sus labios.

- Anda, ponte de pié y vámonos al salón, que ya están a punto de llegar.

Yo la miré extrañado pero no dije nada, pensando que nos faltaba ponernos algo por encima de la lencería. Ella sonrió y negó con la cabeza.

- Hace mucho calor, y las invitadas estarán también ligeras de ropa.

Yo me aceleré pensando la tarde-noche que nos esperaba mientras entrábamos en la habitación.

- Ponte en tu posición hasta que lleguen, allí mismo en el salón, junto a la pared del fondo, detrás de la mesa.

Yo me fui hasta allí y me arrodillé con las manos a la espalda. Estuve así durante veinte minutos, mientras mi novia daba unos últimos retoques en el salón y la cocina. Entonces sonó el timbre de la puerta y desde el salón escuché como mi ama habría la puerta; escuché voces familiares que se fueron acercando.

- ¿Y tu chico, donde anda?, ¿estará por aquí, verdad?- dijo una de ellas.

Como estaba con la mirada fija en el suelo, no supe quien había entrado. Yo tenía el corazón que se me iba a reventar, y la polla tan excitada y dolorida como siempre. Me sentía como un objeto de placer, para ser enseñado y disfrutado; ya estaba empezando a dejar de sentir vergüenza y humillación de ser tratado como un esclavo sexual.

Las dos chicas que entraron se quedaron unos momentos en silencio.

- Aquí lo tenéis, con el mismo modelito de cuando os lo tirasteis en los probadores- escuché decir a mi ama.

Aquellas palabras lo dejaban todo claro; eran Sandra y Gema, las dos compañeras de trabajo de mi ama con las que follé a tope la semana pasada y que me habían llevado a estos días interminables con cinturón de castidad.

- Anda, id al baño a poneros cómodas.

Sentí como las dos chicas se iban entre risas, para volver varios minutos después al salón.

- Lo has convertido en un esclavo perfecto. Desde luego has hecho una labor excelente- escuché decir a Gema.

- Es alucinante como lo controlas al detalle- asintió Sandra-, pobre polla, parece que le va a estallar en cualquier momento.

- Todo culpa suya, por no saber controlar mi polla. Anda, cochinito, levanta la cabeza y saluda a mis amigas.

Yo lo hice y la visión era celestial; Sandra era la imagen de la lujuria, tan atlética y con aquel body rojo transparente que le realzaba sus preciosos pechos; por la parte de atrás era casi un tanga que le dejaba la espalda al aire; Gema era una diosa del Olimpo, tan alta y morena, llena de esbeltas curvas y llevando un corsé parecido al mío, pero blanco; su pecho grande y firme llenaba las copas hasta casi rebosarlas; tenía a juego tanga y medias blancas.

- Hola Gema, hola Sandra- atiné a decir, con los ojos que se me iban a salir.

Las dos se rieron satisfechas por el efecto provocado en mí.

- Hola, cochinito- me dijeron y se volvieron a reír.

Volvió a sonar el timbre y mi ama se acercó a abrir la puerta. ¿Quién sería esta vez?. No tenía ni idea.

La persona pasó también al baño a cambiarse, y en un par de minutos vino también al salón. Me mordí los labios con cierta desesperación cuando la vi. Era Loli, mi compañera de trabajo. Ahora entendí su frase del viernes cuando salimos de trabajar, cuando me dijo que nos veríamos el sábado. También estaba espectacular; ella era la más generosa en carnes de las cuatro; llevaba un bustier rojo muy ceñido para sostener sus grandes y hermosos pechos, a juego con una braguitas rojas de encaje; la ví y deseé penetrarla con toda mi alma, como a las otras tres. Cuando me vió su cara pasó de la sorpresa al ansia. Creo que seguía en pié su ganas de follarme hasta reventar. Con tristeza pensé que hoy seguramente tampoco tocaba.

- Pues ya estamos todas- dijo mi ama.- Venga cochinito, ponte a servir bebidas, que hace mucho calor. De rodillas, por supuesto.

Las chicas, de pié, se dedicaron a admirarse unas a otras, haciendo comentarios sobre la lencería que llevaban puesta. Yo les di las bebidas que me pidieron. Gema fue la primera que me prestó algo de atención.

- Así que este es el cinturón de castidad que le has puesto- sin ningún miramiento Gema se agachó y empezó a manosearme los huevos y a tirar de la funda de goma-. Me encanta el candadito de plata, es precioso. ¿Cuántos día llevas sin correrte, cochinito?.

- Una semana- dije con voz suave.

- ¡Que bárbaro!, tienes que tener los huevos a punto de explotar- y me dio un buen apretón. Las otras tres chicas me miraban con sorna.

- ¿Y como has conseguido tenerlo así, esclavizado de manera tan completa?- preguntó Sandra.

- Ha sido facilísimo- contestó mi ama-, el se ofreció libremente, y yo solo tuve que tomar el control y poner mis normas. Ahora es mío en cuerpo y alma, y puedo hacer con él cualquier cosa que se me antoje.

- Increíble- murmuró Gema con admiración-,… cualquier cosa.

- Es cierto, yo ayer ya me sorprendí como obedecía todas mis órdenes en la oficina- dijo Loli-, además, tiene una habilidad natural para el sexo oral que es una maravilla, ¿verdad, cochinito?.

- Si, Loli- afirmé humilde.

Mi ama se acercó hasta a mí y me puso una mano sobre el hombro.

- Cochinito, quiero que esta noche trates u obedezcas a mis amigas exactamente igual que si fuera yo, ¿está claro?.

- Si, ama.

Las otras tres dieron un pequeño respingo cuando escucharon la palabra ama. Gema, la más dominante de todas y la que me había follado con el arnés en los probadores de señora la semana anterior, tomó control de la situación.

- A ver cochinito, levántate, abre la puerta de la casa, sal al rellano del ascensor y cierra la puerta.

Yo la miré, con los ojos abiertos.

Suspiré y me puse de pie.

- ¡Alto cochinito!, antes de que salga tengo ganas de sobarte ese culo tan duro que tienes- Loli se acercó a mi y me dio unos buenos magreos- ¡Uf, me encanta!. Anda, sigue tu camino.

Las otras tres me miraron en silencio expectante. Yo salí del salón y me fui a la entrada, caminando como pude con mis tacones. Durante un momento pensé en si abría alguien fuera entrando en su casa en ese momento, o saliendo del ascensor, o….pero daba igual.

Hice lo que tenía que hacer un esclavo como yo, no pensar y seguir al pie de la letra y al instante las órdenes recibidas; quité todos esos pensamientos de mi mente y obedecí. Abrí la puerta, y en lencería fina salí fuera. La luz automática estaba apagada; nadie le había dado al botón en los últimos minutos. Despacio, tomé el tirador y cerré la puerta con un portazo suave. Me quedé encerrado fuera, sin saber que hacer, sin saber cuanto tiempo me tendrían allí, sin saber si me vería alguien así vestido…Escuche débilmente sus voces al otro lado de la puerta. Allí me quedé, de pie, en la oscuridad; ellas me miraban por la mirilla de la puerta. Un par de minutos después abrieron la puerta y escuché a Sandra decir antes de que volvieran a cerrar la puerta.

- Dale al interruptor de la luz.

Y yo lo hice, le dí al botón y me encontré allí en medio, completamente visible e indefenso, con un hormigueo que me recorría todo el cuerpo, con el corazón que se me iba a salir. ¿Me estaría viendo algún vecino por la mirilla de la puerta?, ¿Cuánto tiempo me iban a dejar allí?. A pesar de la anulación de mi voluntad, todavía, en alguna parte de mi mente, resonaba una vocecita diciéndome que cómo había llegado hasta esta situación; estaba en un lugar público, iluminado, vestido en lencería femenina, completamente a merced de aquellas mujeres, sin saber si me iban a dejar a entrar…y yo le dije a esa vocecita que me encantaba, que era lo mejor que me había pasado en mi vida, que disfrutaba sintiéndome anulado, sin capacidad de decisión, siendo usado a capricho por aquellas mujeres impresionantes; haría cualquier cosa por ellas.

Una eternidad después la puerta se abrió y me ordenaron entrar al salón.

Gema me acarició el talle encorsetado.

- De rodillas, cochinito- me dijo con tono autoritario.

Me arrodillé delante de ella y la miré. Me soltó un buen bofetón en la cara.

- ¿Quién te ha dado permiso para que me mires?- me dijo con malicia.

- Nadie; perdón, mi ama.

Gema estaba pletórica.

- Pero que bien nos lo vamos a pasar- dijo riéndose.

Allí me quedé con la mirada baja, mientras las cuatro mujeres se dedicaban a comer y a beber durante un buen rato. Se sentaron en el sofá, hablando de sus cosas, y entre ellas yo también era tema de conversación.

- cochinito, estamos muy apretadas, ponte a cuatro patas aquí- dijo mi ama señalando a su lado.

Yo me puse en posición, y mi ama se sentó encima como si fuera un banquito.

Gema me miraba con ansia, pero yo notaba que también miraba de vez en cuando el tipo tan bonito de mi ama. Vi que junto al sofá había varias bolsitas azules. Gema y Sandra se levantaron y le dieron una bolsita a mi ama y otra a Loli.

- Estos son unos pequeños regalos para la fiesta- Sandra se reía con una sonrisa pícara; Gema me miraba con lujuria.

Mi ama y Loli metieron la mano en las bolsitas, y con una exclamación de sorpresa sacaron cada una un arnés de correas de cuero, cada uno con una tranca de goma morada imitando a un pene con su glande estilizado. Yo, a cuatro patas, los miré con ojos como platos. Eran los mismos arneses como el que Gema había empleado conmigo la semana pasada; tenían un pene doble, un extremo para la vagina de casi diez centímetros para la montadora y el otro extremo, de unos dieciséis centímetros para el culo del montado, yo.

Loli pasó sus manos por toda la longitud del pene.

- Son bastante grandes los dos extremos, seguro que se da tanto placer como se recibe.

- Te aseguro que sí- dijo Gema mirándome y relamiéndose.

- Vamos a probárnoslos- dijo mi ama.

Loli y mi ama se quitaron sus braguitas.

- Cochinito, anda, lámenos bien para que esto entre bien. Las invitadas primero.

Yo me acerqué a Loli y de rodillas comencé a lamerme el coño, procurando lubricarla bien con mi lengua; notaba como por momentos empezaba a ponerse pringosa por dentro.

- Pero que bien lo haces, cochinito- me acarició Loli- me pasaría horas así. Ya es suficiente.

- Yo os los pongo- dijo Gema solícita.

Gema me apartó y pasó las correas por las piernas y cadera de Loli, luego fue empujando el dildo de goma dentro su coño, poco a poco, hasta que entró completamente, luego ajustó fuertemente las correas. Loli estaba imponente, con la polla que quedaba en el exterior, destinada a mí, erecta y desafiante.

Loli cerró unos momentos los ojos.

- Que llena me siento, es magnifico- dijo con voz cálida.

- Pues verás cuando lo empieces a usar, es una pasada- dijo Gema.

Luego se dirigió a mi ama; yo notaba que la mirada le brillaba más de la cuenta y me puse celoso.

- Me dejas que te lubrique yo…-la voz de Gema era suave y solícita. Yo me quedé aturdido; mi ama nunca me había manifestado este tipo de fantasías. Ella no contestó, simplemente abrió las piernas y Gema de rodillas le chupó el coño a base de bien y le metió la lengua entera en el fondo.

No me lo podía creer.

Después Gema le puso las correas del arnés hasta la cintura y apretó la punta la polla de goma hacía el coño de mi ama; en vez de meterlo de un solo movimiento lento, me di cuenta que se lo metía, lo sacaba un poquito, apretaba más profundo, y lo volvía a sacar. ¡Se la estaba follando como quien no quiere la cosa!. Pero mi ama con los ojos cerrados estaba a gustísimo. Por fin, lo que a mí me pareció una eternidad, aquel falo de goma quedó empalado dentro de mi chica. Gema le dio un buen apretón de las correas; estaba tan imponente como Loli con el extremo que quedaba a la vista.

- ¿Y vosotras, no os ponéis nada?-preguntó mi ama.

- Claro que sí, la diversión es para todas- Gema cogió otra bolsita donde llevaba otro arnés idéntico para Sandra.

- Cochinito…-dijo Sandra.

Antes de que continuara hablando, yo ya estaba de rodillas delante de ella chupándole el coño a Sandra; simplemente delicioso, con aquel piercing en el clítoris que me encantaba.

- Anda, pónmelo tú- siguió diciendo Sandra.

No me lo tuvo que decir dos veces; aquello era menos que nada, pero era una manera indirecta de penetrarla. Se lo fui metiendo con delicadeza, recreándome, por aquello era lo más parecido a una penetración que había tenido en días. Se lo clavé todo lo profundo que pude y abroché fuertemente sus correas. Aquello era el cielo y el infierno al mismo tiempo; estas con aquellas cuatro bellezas y ¡no poder tirármelas!. Mentalmente estaba gritando por dentro de desesperación.

- Solo falto yo, cochinito- me dijo Gema, separando las piernas.

No me dio tiempo de acercarme, mi ama me paró agarrándome por el hombro.

- No te preocupes, cohinito, que seguro que Gema prefiere que se lo haga yo.

Antes de que me diera cuenta, mi ama estaba de rodillas lamiendo con ansia el coñito de Gema, y yo miraba por primera vez como mi ama se lo montaba con otra chica; a pesar de mis celos, me pareció de un erotismo inmenso, y mi pene de verdad recibió un nuevo apretón extremadamente doloroso dentro de su jaula. Gema, sonriente, le acarició el pelo a mi chica mientras le comía el coño, y por encima de ella me echó una mirada sonriente que indicaba que mi dueña ya no era sólo para mi. Mi ama paró de meterle la lengua en su cueva.

- ¿Dónde está tu arnés?- le preguntó mi ama de rodillas.

- Aquí mismo, lo he comprado especialmente para hoy- Gema se agachó un momento y lo sacó de otra bolsita mientras me miraba con ojos de depravación. Todos nos quedamos admirando su arnés. El sistema de correas era igual, pero el pene doble era todo negro, en vez de morado y mucho más grande que el de las otras chicas; el extremo que se introducía dentro de ella mediría cerca de los doce centímetros, y el extremo para el que recibe debería alcanzar casi los veinte centímetros. Daba miedo sólo verlo.

Mi ama lo cogió para ponérselo a Gema y no hacía más que tocar y acariciar la longitud de los dos extremos.

- ¡Es impresionante!- dijo admirada. Luego empezó a metérselo a Gema con cuidado; le hizo el mismo trato que ella había recibido; se lo metía bastante, lo saca poco y seguía así; parecía lo de la canción; "dos pasitos alante, maría, un pasito pa tras". Costó un poco que entrara entero y que mi novia le abrochara con fuerza las correas, pero la visión de Gema era de una fuerza arrebatadora, con su corsé blanco, su mirada penetrante y autoritaria, su pene enorme y provocativo que no desentonaba con su altura y gran cuerpo.

- Como invitadas que sois, podéis usar a mi esclavo como mejor os parezca- dijo mi ama poniéndose a mi espalda y acariciándome los hombros.

- ¡Yo primero!- se pidió Loli.- Anda cochinito, chúpamela bien, que no quiero hacerte mucho daño.

Me arrodille delante de ellas y procuré embadurnar con saliva lo mejor posible la longitud de aquella tranca.

- Súbete al sofá de espaldas- me dijo impaciente- con los hombros en el respaldo y separa bien las piernas. Yo lo hice y apoyé la cabeza casi contra la pared. Mi culo quedaba bien expuesto al aire. Ella metió un dedo en mi ano para suavizar la entrada. Con la otra mano agarró su polla de goma y apuntó contra mi esfínter; empezó a apretar y yo notaba como aquella tranca iba entrando poco a poco. Loli me agarró por la cintura con las dos manos y siguió apretando. Mi culo ya se estaba acostumbrando a recibir aquellos pollones enromes; sentí como penetraba más y más profundamente, sintiendo dolor porque la lubricación no era la más adecuada. Por fin sus caderas chocaron contra mi culo, y ella seguía apretando.

- Es una sensación única- decía con los ojos cerrados- lo que me he perdido estos años-. Las otras chicas se rieron.

Empezó a cabalgarme primero despacio, luego fue cogiendo más y más velocidad, dando unos empujones increíbles con sus buenas caderas. ¡Plas, plas ,plas!, sonaba mi culo cuando sus caderas chocaban contra mí, una y otra vez. Yo me agarraba al respaldo para no moverme, dejando la mente en blanco para soportar sus envites. A los pocos minutos empezó a jadear con fuerza; su lado del pene dentro de su vagina la estaba matando de placer; por fin gritó con fuerza desgarradora mientras me daba una última embestida brutal que casi me tira del sofá. Hasta yo sentí su orgasmo en mi piel. Unos momentos después me sacó su pene de goma de un solo moviendo; me sentí como una botella descorchada.

- Ha sido tremendo- dijo mientras se sentaba en una silla a descansar. Las otras tres se movían nerviosas; ellas también querían su parte.

- Ven- dijo Sandra-. Me cogió de la mano y me tumbó en el suelo boca arriba. Se puso de rodillas sobre mi y me metió su falo de goma en la boca; luego me cogió mis dos manos para que agarra su cintura con el bodi rojo mientra me follaba la boca. Yo procuré otra vez embadurnar los mejor posible la tranca que me estaba metiendo. A pesar de su carácter más dulce, Sandra también me quiso hacer algunas jugarretas y casi me ahoga y me hace vomitar intentando que me tragara su tranca morada hasta el final. Luego me la sacó de la boca y con sus manos me separó las piernas y me las subió hasta que las rodillas casi me tocaban la cara; me dejó el culo bien a la vista y en alto.

- Agárrate bien las piernas- me ordenó.

Yo lo hice y contuve la respiración por lo que venía ahora. Ella, de rodillas entre mis piernas, buscó también la entrada de mi ano y la metió un poquito. Luego se agarró con las manos a mis muslos y fue empujando con las caderas. Otra vez volví a sentir al pollón de goma rompiéndome por dentro, llegando a una profundidad enorme en aquella postura. Al igual que Loli, empezó empujando poco a poco, recreándose en el placer que ella sentía cada vez que llegaba hasta el final dentro de mi y su propio pene de goma se clavaba en toda su longitud dentro de su coño.

A medida que su orgasmo iba aproximándose, movía las caderas más y más deprisa; yo me sentía como un agujero, como si fuera una muñeca hinchable, como el esclavo sexual en que me había convertido mi ama. Sentí clavarse el dildo en mis entrañas mientras Sandra daba un gritito agudo y largo y se retorcía por fin de placer absoluto. Tenía el culo al rojo vivo, por dentro y por fuera. Todavía me enculó despacio un ratito más disfrutando del bienestar que la envolvía. Luego sacó el arnés de dentro de mi culo y por fin pude bajar las piernas. Yo respiraba aceleradamente, y el culo me dolía a rabiar.

- Bueno me toca a mí- dijo Gema, sobándose el pollón de goma negro; enorme imposible que entrara entero dentro de mí.

- ¿Cómo lo ponemos?- dijo mi ama- me gustaría follarle la boca al mismo tiempo.

Gema me miró, pensativa. - Lo podemos poner a cuatro patas y nos arrodillamos cada una por delante y por detrás, es lo más sencillo. Pero se me está ocurriendo otra cosa… Haber cochinito, ponte de pié.

Lo hice al momento, un poco mareado.

- Ponte derecho, separa las piernas y ve echando el tronco hacia delante sin doblar las piernas ni un milímetro- me fue ordenando.

Yo fui poniendo la postura que me decía. Llegó un momento en que estuve apunto de caerme de boca.

- Ahora estira los brazos hacia el suelo hasta que lo toquen.

Yo me fui agachando hasta que lo toqué; instintivamente doblé un poco las rodillas para hacer más suave la posición…

- ¡No dobles la piernas!- me gritó Gema mientras me daba un par de guantazos en el culo.

Me puse rígido; estaba haciendo algo parecido a un puente, con las piernas y los brazos totalmente rectos y la espalda doblada; la posición era incomodísima, pero creo que aguantaría un rato gracias a mis horas de gimnasio. En aquella posición, mi culo queda a la altura de las caderas de Gema, y mi cabeza a la de las caderas de mi ama. Gema primero se acercó a mi boca para meterme con saña la polla negra y terrible en la boca; yo hice lo que pude por inundarla en saliva sin caer muerto asfixiado, porque aquel monstruo de goma no cabía entero mi boca y mi garganta, por mucho que ella apretara. Cuando la sacó, mi ama ocupó su lugar y me metió sin miramientos la suya casi hasta la garganta; me agarró la cabeza con las dos manos a la altura de las orejas para penetrarme mejor; sólo podía respirar por la nariz, y además poco, por culpa del corsé.

Gema me rodeó y me acarició el culo. Me estremecí, porque sabía que no podría con aquello. Como Gema era tan alta como yo, sus caderas estaban de manera natural a la altura de mis nalgas. Me cogió con una mano los testículos envueltos por el anillo del cinturón de castidad, que ya de por sí estaban morados; me los apretó con una garra de acero y yo grité desesperado con todas mis ganas, pero las otras chicas solo oyeron el sonido sordo de mi boca llena por la polla de goma de mi ama.

- Loli, Sandra, ayudadme- ordenó Gema.

Las otras dos vinieron y se pusieron a cada lado.

- Tiradle de cada uno de los cachetes del culo hacia afuera.

Ellas me agarraron con sus manos y sentí como mi esfínter se estiraba y se abría como si fuera de goma. Notaba como me entraba el aire. Sandra, en un gesto de compasión, escupió dentro de mi culo.

Gema cogió su tranca de goma con una mano, porque la otra seguía en mis huevos, y metió el glande de goma, protuberante e hinchado, dentro de mi culo. Las dos chicas dejaron de agarrarme el culo; mi esfínter se cerró entorno a aquella bestialidad. Gema empezó a empujar, agarrándome ahora con su mano libre la cintura. Aquello era un misil que lo iba arrasando todo a medida que iba entrando; el glande, más ancho que el resto de aquel pistón iba creando una ola que me desbarataba; y solo había entrado algo más de la mitad. Ella siguió empujando, empujando, y mi chica al unísono me iba metiendo su propio dildo hasta el fondo de la garganta. Me temblaban las piernas, me caería redondo en cualquier momento.

- ¡Méteselo hasta el fondo!- le ordenó mi ama, y Gema, asintiendo, me soltó los huevos, me agarró con las dos manos mi cinturita encorsetada y empujó con todas sus fuerzas, de manera violenta y poderosa. Yo grité y grité; notaba la polla negra dentro de zonas de mí que desconocía, que no habían nunca sentido una presión así. El dolor se hizo insufrible, estaba roto por dentro, empecé a aflojarme, mis músculos no podían más; Sandra y Loli se pusieron cada una a mi lado y me sostuvieron para que no me cayera; mi ama, que estaba disfrutando de lo lindo, no paró ni un momento de follarme la boca.

En un momento dado, mi ama me sacó la polla de goma de la boca.

- No sigáis, por favor,... - supliqué-, pero ella, satisfecha con oír mis palabras de súplica, me volvió a meter el arnés en al boca hasta el fondo.

Gema dejó la tranca metido hasta el fondo, y sin miramientos, la sacó casi entera. Sentí como me vaciaba, y sobre la marcha, volvió a empujar con rabia y decisión. Yo volví a gritar con desesperación; me estaba matando mientra me violaba sin compasión; el dolor en zonas de mi ano que nunca se habían dilatado tanto se hizo insufrible.

Gema no paró ni un momento, perdí la noción de las veces que me la sacó y me la metió; mi mente no tenía conciencia de otra cosa del dolor, y dentro del dolor, del extraño placer que me producía aquel ariete que me había roto física y psicológicamente; no había nada más que esa tranca tomando posesión de mi ano una y otra vez. Perdido en ese mundo de sensaciones, escuché un grito lejano cuando Gema alcanzó un orgasmo colosal.

El monstruo salió de mi cuerpo, mi ama dejó mi boca libre, me temblaba todo el cuerpo y lo tenía cubierto entero de una capa de sudor. Sandra y Loli me dejaron que cayera hasta el suelo. Me acurruqué en el suelo; las lágrimas me caían por la cara y sollozaba.

Mi ama se acercó a mi y me acarició el pelo.

- Te has portado muy bien, cochinito- y me besó en la cabeza.

Yo, dentro de mi dolor y humillación, me sentí feliz con las palabras de mi ama. Un par de minutos después estaba empezando a recuperarme físicamente, pero con el culo ardiendo, sabiendo que aquel dolor no se quitaría en todo el día. Sandra se acercó y me dio un vaso de cerveza; me supo a gloria y le di las gracias de corazón.

- Anda cochinito, ponte a cuatro patas- me ordenó mi ama.

Yo me estremecí. No quería por nada del mundo que me tocaran el culo en un mes, inconscientemente lo apreté. Derrotado me puse en posición; cerré los ojos, temblando ante la pesadilla.

Mi ama les habló a sus amigas con tono de divertido enfado.

- Todas os habéis corrido con mi chico menos yo. Qué falta de consideración con la anfitriona.

Las otras chicas se rieron con la ocurrencia. Mi ama salió un momento del salón y volvió en menos de un minuto.

- Mírame, cochinito, ¿recuerdas esto?- dijo cuando volvió.

Yo levanté la mirada y vi horrorizado el enorme pene hueco con que yo me la había follado hacía unos días, mientras ella me rogaba que no siguiera. Recordé sus palabras; aquello me lo iba a hacer pagar caro. Mi ama cogió el pene hueco y lo fue clavando poco a poco en la polla de goma de su arnés; cuando acabó la imagen era tan impactante como la de Gema con su tranca negra.

Yo me mordí los labios y puse cara de sufrimiento. A mi ama no le gustó nada aquello y me dio un guantazo en la cara.

- No me hagas enfadar…que hoy es sábado, ¿recuerdas?.

- si, mi ama; perdón, mi ama.

Ella se colocó detrás de mí, las otra tres chicas miraban extasiadas sentadas en el sofá mientras bebían.

- Esto es mejor que una peli porno- dijo Gema con admiración. Las otras dos asintieron con la cabeza, pero sin decir nada, absortas en mi figura tan femenina y en la tranca que se acercaba por detrás.

Yo agaché la cabeza; cuando la punta tocó mi esfínter y apreté el culo, y mi chica me dio un guantazo.

- Relájate, que lo estamos pasando muy bien.

Yo aflojé el culo y ella empezó a meterme aquel pollón poco a poco. Como estaba tan dilatado de la tranca de Gema, aquello entró con algo de facilidad, pero yo tenía el culo en carne viva por dentro y por fuera, y el dolor era insoportable. Mi ama me lo fue clavando, centímetro a centímetro.

Yo no lo pude evitar y empecé a sollozar.

- No, puedo, por favor, no puedo más.

Ella me dio un fuerte cachete en el culo y me callé, mientras seguía apretando con fuerza. Ya casi estaba dentro del todo, y yo me iba desmayar en cualquier momento.

- Te lo suplico, mi ama,…-imploré en un susurro.

Ello volvió a darme otro cachete tremendo en el culo y me volví a callar. Con un golpe de caderas me empaló con su arnés hueco hasta el fondo. Dejé escapar un grito sordo y largo; me quemaba entero como si me hubiesen metido un palo de hierro al rojo. Mi ama siguió con sus embestidas durante varios minutos; para mí fueron siglos de sufrimiento, mezclados con un placer sordo, doloroso y extraño. No dejé de gemir, no podía hacer otra cosa para canalizar aquella sensación imposible; ella aceleró dentro de mi culo hasta que se cansó. Descansó durante un momento, y finalmente me la sacó de golpe y sin miramientos. Literalmente me derrumbé en el suelo. Las tres chicas en el sofá aplaudieron.

Mi chica se levantó y se arrodilló un momento junto a mí, me agarró por los pelos y me levantó la cabeza.

- Ahora sabes como me sentía yo el otro día cuando me follaste el culo con el arnés hueco- me dijo con satisfacción-. Estamos en paz.

Yo respiraba entrecortadamente tendido todo lo largo en el suelo, con la esperanza de que me dejaran tranquilo un rato. Mi chica, sudorosa, del meneo que se había dado conmigo, se quitó el arnés y se bebió de un trago una lata de cerveza.

- Parece que no he tenido suerte, y no me he corrido.

- Eso se puede solucionar, querida, que nosotras tenemos todavía el arnés puesto y seguimos calientes- dijo Loli sonriendo; las otras dos se miraron cómplices también.

Mi ama se quedó mirándolas con cara lasciva, clavándoles la mirada en las tres trancas de goma.

-Sería una descortesía por mi parte que eligiera a una de vosotras y no los otras, ¿no os parece?.- mi ama las miró decidida- Cochinito, ve al cuarto de baño, tráete las toallitas y deja esas tres trancas relucientes. Tráete también el gel lubricante.

Yo me arrastré como pude al cuarto de baño y volví con las toallitas; las tres chicas seguían sentadas en el sofá y una por una limpié cuidadosamente los tres arneses con aquellas toallitas perfumadas; luego unté algo de lubricante en todas ellas.

- Cochinito a tu posición, pero quiero que me mires- mi ama daba órdenes una tras otra-. Gema, tu mi coño, así que túmbate; Sandra, el culo por detrás; Loli, de rodillas y en mi boca.

Gema se tumbó en el suelo en un instante; con la mirada se comía el coño de mi chica; mi ama con las piernas separadas se puso de cara a ella, con su coño situado en la vertical de la tranca negra y fue bajando sus caderas hacia aquel monstruo de goma; poco a poco se fue empalando viva en aquella lanza, mientras Gema la iba guiando agarrándolas por las caderas. No acababa de entrar del todo y mi ama cerró los ojos y apretó los labios; poco a poco su coño fue engullendo toda la longitud hasta quedar sentada encima de Gema. Mi ama suspiró satisfecha y movió ligeramente las caderas para sentir como la polla gigante tocaba y excitaba cada milímetro de su vagina. Luego mi ama se fue inclinando hacia delante y se apoyó con los brazos extendidos sobre el suelo, y Gema dobló las rodillas para ayudarla; su culito estaba totalmente a la vista. Sandra no se lo pensó mucho y se colocó por detrás de rodillas, y con paciencia y cuidado fue buscando la entrada del esfínter. Mi ama dio un grito de placer cuando la tranca de Sandra entró; podía sentir como ambas se comunicaban a través de una fina pared de piel. Loli se puso por delante, lo suficientemente cerca para que su polla quedara a la altura de su cara; agarró con delicadeza a mi ama, que ya tenía la boca abierta, y empezó a follársela.

Yo, todavía aturdido por la experiencia de tantas trancas en mi culo, miraba hipnotizado, extasiado, excitado y frustrado como las tres invitadas llenaban los tres agujeros de mi chica. Sandra y Gema comenzaron a moverse muy bien sincronizadas; cuanto Gema entraba, Sandra salía, con un movimiento perpetuo parecido a las bielas de un antiguo tren de vapor; estaba claro que no era la primera vez que hacían algo así juntas. Mi novia movía además la cabeza para comerse la polla de Loli.

El movimiento de los dos pistones entrando y saliendo fue cogiendo poco a poco más velocidad, cada vez más rápido; parecía que la iban a partir en dos en cualquier momento. Solo se escuchaban los gemidos inmensos que ella daba con la boca llena de polla de goma.

Los dos pistones empezaron a funcionar a toda velocidad, con una potencia endiablada mientra mi novia se retorcía de un placer ilimitado. Como la conocía también, sabía que se correría en cualquier momento. Gema le apretó la cintura con garras de acero y le clavó su arnés con una fuerza increíble mientras mi ama daba un grito largo y tan fuerte, que incluso con la boca tan ocupada, lleno todo el apartamento.

Loli y Sandra sacaron sus arneses de la boca y el culo de mi chica; Gema todavía la penetró más despacio una y otra vez, mientras los gemidos de mi ama se iban haciendo más tranquilos. Por fin todo quedó en silencio; la cara de mi ama era de éxtasis. Después se fue levantando poco a poco, desclavándose de aquella polla que no acaba nunca de salir de su coño. Gema se puso de pié, y junto a las otras dos chicas, se quitaron los arneses.

Mi chica se dejó caer en el sofá extenuada, Gema le llevó un refresco con hielo; Sandra me dio otro a mí.

Gema le acarició el pelo a mi chica, yo estaba celoso con todas aquellas caricias y con el placer que se habían dado entre ellas.

- Gracias por este rato tan bueno- le dijo Gema a mi ama-, ha sido espectacular. Es el mejor regalo de cumpleaños que he recibido hoy.

- ¿Pero hoy es tu cumpleaños?. No sabía nada- dijo mi novia- si no, te hubiese comprado un regalo.

- No te preocupes, esta fiesta ha sido un regalo magnífico.

- Espera, espera, que sí tengo algo que te puede gustar y mucho- mi ama se puso de pie. Yo no sabía que podría ser.

Entonces hizo algo sorprendente.

Me miró a los ojos con una mirada profunda y brillante. Con lentitud se quitó la pulsera de su muñeca y sacó la llavecita de mi candado.

El corazón se me puso a mil. Por fin iban a liberar a mi pene y mis huevos, por fin se acababa aquella semana de martirio, de frustración, de excitación y dolor; el regalo sería seguramente que yo penetrara a Gema…

Pero me quedé helado.

En vez de venir hacia mí y liberarme, cogió la llave y se la dio a Gema. La mirada entre las dos era de complicidad y ternura.

- Toma, Gema, querida. Mi regalo es darte a mi esclavo para ti sola el fin de semana. Es lo más preciado que poseo, más que mi propio cuerpo.

Escuché horrorizado y halagado las palabras de mi dueña. Gema, sin reparos, se acercó a mi ama, y la besó con dulzura en los labios.

- Gracias, es un gran regalo, y yo sabré apreciarlo.

Gema se volvió hacia mi; su cara era de una satisfacción perversa. Yo de rodillas, agaché la cabeza.

- Hoy termina tu semana de castidad, ¿verdad?- me preguntó.

- Si –contesté a Gema.

Me quedé allí sorprendido, asimilando el giro que habían tomado los acontecimientos.

- Puedo hacer lo que quiera con él, ¿no?- dijo dirigiéndose a m chica.

- Claro, el regalo es tuyo todo el fin de semana.

Gema se quedó mirando la llave. Yo deseaba que se agachara, que metiera la llave en la cerradura, oir el clic al abrirse, quitarme la funda, dejar libre mis huevos y follarme a las cuatro del tirón…

Gema cogió la llave y la metió en la cerradura. Yo la miré con cara expectante, pero no me atrevía a decir nada.

Pero no.

Gema cogió la llave otra vez y se la colgó de un collar plateado que tenía al cuello. Me acarició los huevos y me dio un par de tirones de mi polla enfundada. Yo me hundí en la miseria más absoluta.

- Por cierto- dijo Gema- ¿sigue en pie la oferta de irnos juntas a la playa mañana domingo?.

- Yo no puedo- dijo Loli-, ya tengo planes.

- Pero nosotros si podemos-dijo mi ama-, ¿verdad, Sandra?.

Sandra asintió con la cabeza.

Las tres invitadas se fueron al baño a cambiarse de ropa y a arreglarse para irse. Yo seguía de rodillas en el salón, viviendo aquella pesadilla.

Al rato las tres amigas estaban despidiéndose de mi ama en la puerta. Loli y Sandra se fueron primero, Gema decidió quedarse un poco más a ayudar a recoger.

- Cochinito, ayuda tú también a recoger el salón y pon el lavaplatos. Estoy cansada y quiero acostarme pronto.

Mi chica se fue desnudando en el baño y se dio una ducha mientras yo, sin acabar de creer lo que estaba pasando, lo recogía todo sin a atreverme a hablar con Gema. Al rato mi dueña me llamó al dormitorio.

- Desnúdate y ve a tu posición- me dijo mientras me desabrochaba el nudo del corsé.

Yo lo hice lentamente; no tenía ganas de hablar ni de nada. Hasta mi pobre pene se había encogido y me había dejado de doler.

Mi ama me desnudó, acarició todo el cuerpo, con suavidad y delicadeza; me besó el pecho, el cuello y finalmente los labios.

- ¿Sabes cuando algo es realmente tuyo?. Cuando puedes disponer de él hasta el punto de regalarlo si te apetece, y yo te he buscado una dueña estupenda. Ella será la que controle tu llave hoy y mañana, ¿está claro?.

- Si, mi ama- dije humildemente.

- ¿Dime, cariño, he cumplido tus fantasías de dominación?

- Si, mi ama- contesté agradecido.

- Las he cumplido tan bien, tan al límite, que ahora tu liberación depende de otra persona. ¿Sabes?, yo también deseo probar el entregarme a alguien, y sé que Gema sería la persona perfecta. Discúlpame, cochinito, pero no te veo a ti en el papel de dominante. Esta fiesta ha sido un primer paso para sondear mi entrega a ella. He dejado que ella me penetre con el mismo arnés con que te penetró a ti; entregarle la llave de mi control sobre ti ha sido la ofrenda perfecta.

Yo asentí.

- Anda, levántate y vente al salón-dijo mientras preparaba una bolsa con algo de ropa para mi.

Yo seguí a cuatro patas a mi dueña. Gema nos esperaba.

- ¿De verdad que puedo hacer con él lo que quiera?- preguntó dubitativa mirándome.

- Por supuesto, el regalo es tuyo.

- ¿Me lo puedo llevar?- insistió Gema

Mi chica se rió y asintió con la cabeza. Yo, a cuatro patas escuchaba en silencio, asumiendo que era un objeto de intercambio.

-Gema, querida, no sigas. Llévatelo y haz con el lo que quieras. No me tienes que dar ninguna explicación ni yo te las pediré cuando me lo devuelvas. Toma, coge esta bolsa con algo de ropa para mañana. ¿Cómo te lo quieres llevar, vestido normal, en lencería o desnudo?.

Gema me miró con sonrisa malévola.

- Me lo llevo así mismo.

Yo noté otra vez como se me aceleraba el pulso. ¡Cómo demonios me iba a ir así al otro extremo de la ciudad!.

- Aunque está demasiado desnudo para salir a la calle…-meditó Gema.

Bueno, parecía que Gema estaba entrando en razón.

- Mejor ponle su collar de terciopelo al cuello.

Mi ama se rió con la ocurrencia de Gema; volvió en menos de un minuto y me puso la banda de terciopelo con su anillo de plata.

- Andando cochinito, que nos vamos- Gema enfiló a la puerta y la abrió, yo la seguí a cuatro patas. Ella apretó el botón de la luz y llamó al ascensor. Mientras llegaba, Gema volvió a despedirse de mi chica; escuché como le daba un beso. Todavía sentí los celos creciendo dentro de mí.

- Cochinito, pórtate bien. Buenas noches- me dijo mi dueña desde la puerta, y luego la cerró.

Gema vino y abrió la puerta del ascensor y entramos los dos. Me sentía nervioso, mi dueña me había entregado a alguien que realmente era una incógnita para mí, que además me había tratado con gran dureza desde que la conocí. Para colmo de males, yo sólo era una moneda de cambio en los planes de mi ama para cumplir sus fantasías. Un objeto de trueque, eso era yo.

Llegamos a la planta baja y salimos a la entrada del edificio.

- Mi coche está cerca. Podemos caminar, es de madrugada y hay muy poca gente por la calle.

Yo la miré horrorizado; ya me veía en comisaría intentado explicar lo inexplicable. Otra vez se me aceleró la respiración.

- También me puedes esperar aquí, y cuando pare delante de la puerta, te vienes al coche, ¿te parece mejor?.

Lo seguía viendo terrible, eso de caminar desnudo por la calle, pero era lo menos malo de las dos opciones. Iba a contestar, pero algo dentro de mí me dijo que la pregunta era una trampa.

- Haré lo que tú prefieras, ama- contesté finalmente.

Gema asintió satisfecha.

- Qué bien te ha entrenado tu chica, es estupendo. Dime cochinito, te encanta que te traten así, con mano dura, y que te exhiban, ¿verdad?.

- Lo adoro, mi ama- reconocí mansamente.

Gema me besó en los labios con ternura. Era la primera vez que lo hacía.

- Me encanta tenerte así, y espero llevarte al límite mientras seas mío. Venga, espera aquí.

Se fue, y me quedé tras la puerta de cristal, rezando por que no viniera nadie. La entrada del bloque estaba a oscuras, ahora que se habían apagado las luces programadas. No fueron ni cinco minutos los que estuve allí, en la oscuridad, pero me parecieron cinco siglos de angustia. Jugaba a mi favor que era ya de madrugada y que al ser verano y fin de semana mucha gente estaba fuera de vacaciones. Entonces, por fin, vi que un coche se ponía en doble fila delante del portal, sin parar el motor. Tenía que ser ella.

Entreabrí con cuidado la puerta de cristal y miré la calle. Una pareja joven estaba a punto de pasar. Esperé cinco segundos a que pasaran del todo, y con ellos de espalda, pero todavía a pocos metros, salí y con cuidado cerré la puerta y me encontré en la calle.

Me entró un ataque angustia, pero al mismo tiempo la sensación de riesgo extremo me dio un subidón de adrenalina. Estaba completamente desnudo, en medio de la ciudad, con el cinturón de castidad puesto y el collar de terciopelo al cuello, en manos de una persona que conocía muy poco, y ese poco era para asustarse. ¿Cómo había llegado a esta situación en una semana?. Además, para sobrevivir, sólo podía hacer una cosa, obedecer ciegamente.

Dí una profunda inspiración, mientras sentía un hormigueo por todo el cuerpo, y caminé ligero hacia el coche. Sí, era ella. Puse la mano en el tirador para abrir la puerta del acompañante del conductor…y la puerta no se abrió.

Gema me sonreía malévola desde el otro lado del cristal.

Mi ataque de angustia se convirtió en pánico, y al mismo tiempo el morbo de la situación hizo que la adrenalina me inundara con lo más parecido al orgasmo que había tenido en toda la semana. Mi pene estaba otra vez ocupando toda la funda de plástico con la excitación.

Miré a la derecha; la pareja joven se alejaba, cogida de la mano; miré a la izquierda, y tres chicas que volvían de marcha se acercan por la acera, todavía a bastantes metros como para fijarse mucho en mí.

No sabía que hacer. No podía ni entrar ni salir, estaba completamente indefenso y a la merced de Gema. ¡Qué rapidez, que naturalidad tenía ella para tomar las riendas de la situación!. Gema me miró por la ventanilla, me dijo adiós con la mano, y el coche empezó a ponerse lentamente en marcha.

El pánico se transformó en terror. ¡Se marchaba, me iba dejar tirado en medio de la calle!, y podía hacerlo, porque para eso yo era propiedad suya durante el fin de semana. El pánico me lanzó tal oleada de placer que mi pene, si hubiese estado libre y en su máxima longitud, habría eyaculado allí mismo, sin tocarlo, sólo con la situación tan morbosa a la que me estaba sometiendo Gema. Me sentía totalmente vulnerable e indefenso en mitad de la nada.

Me puse a caminar al lado del coche. Gema aceleró un poquito, y tuve que ponerme a trotar para seguir a su altura. Ella frenó en seco y me detuve. La miré y su cara era de una satisfacción enorme. Allí se quedó varios segundos. Mire nervioso a la izquierda; las tres chicas se estaban acercando; una de ellos señaló con el dedo hacia mi. Ya me habían visto. Se acercaron más y más, una de ellas dijo algo a otra amiga. Yo no podía ni escuchar lo que decían; sólo miraba fijamente a Gema por el cristal de la ventanilla.

Ni me moví, ni intenté esconderme, ni salir corriendo a ninguna parte. Sólo la miré, sin poner cara de angustia, ni de implorar, luego bajé la mirada y esperé, mientras las tres chicas gritaban algo a mis espaldas.

Gema pareció satisfecha con mi actitud y escuché un clic. Intenté otra vez abrir la puerta y por fin se abrió. Me metí dentro aliviado, y mientras todavía estaba cerrando la puerta, Gema dio un acelerón y nos fuimos de allí.

Estuvimos varios minutos en silencio, recorriendo la ciudad de madrugada.

-¿No tienes nada que decirme, cochinito?-me preguntó Gema.

- Gracias por dejarme subir al coche, mi ama.

Gema asintió.

- Ah, tu novia no sabe la joya que tiene, aunque a lo mejor si lo sabe- me dijo con tono de admiración-. Eres el mejor regalo que me han hecho nunca. Aunque quien sabe, a lo mejor algún día tu propia dueña se ofrezca como regalo a mí; sería algo magnífico.

Yo la escuché sin decir nada; la imagen de que alguien tratara y poseyera a mi chica como yo era poseído me producía unos celos enormes, pero al mismo tiempo me excitaba al infinito.

En diez minutos llegamos a su bloque de pisos y aparcamos en el garaje subterráneo. Salimos del coche, yo a cuatro patas, y la fui siguiendo por varias puertas y escaleras. Por fin llegamos a un ascensor y subimos hasta su planta. Todo el trayecto los hicimos en silencio, yo con la tensión de ir desnudo por un sitio desconocido. Por fin paramos delante de una puerta y ella la abrió con una llave.

Cuando entré y escuche cerrar la puerta tras de mi, respiré algo aliviado.

- Un día largo, ¿verdad, cochinito?

- Si, mi ama, muy largo.

Gema me guió hasta su dormitorio y yo la seguí a cuatro patas. Me ordenó que me diera una ducha rápida, que estaba muy sucio por arrastrarme por el suelo, y era cierto.

Cuando salí de la ducha y me sequé, volví al dormitorio y me quede de rodillas delante de ella. Delante de mí se fue desnudando; se quitó las sandalias, el vestido de verano, el sujetador y las braguitas. Me miró desafiante en su desnudez gloriosa; sólo llevaba puesto el collar de plata del que colgaba la llave de mi candado.

Sí, era cierto todo lo que pensaba de ella, era la viva imagen de una diosa clásica; alta, voluptuosa, sugerente, guapa, morena, pelo casi negro, con aquellos ojos oscuros que emanaban poder y dominio. ¡Cómo no caer de rodillas ante ella e implorar una mirada, un gesto suyo!.

- Ponte en posición- me ordenó.

Yo la miré sorprendido; estaba claro que mi ama había estado contándole a Gema todos los detalles de mi sumisión. Antes de que ella pestañeara me subí al borde de su cama, me puse de rodillas, junté las manos a la espalda y bajé la mirada.

Gema se acercó y me manoseó todo el cuerpo; me cogió por la cintura, me apretó los bíceps, recorrió mi espalda y me apretó el culo con saña.

- Si supieras cuento he fantaseado con este momento- su voz era suave, cálida y sensual-. Llevo toda la semana escuchando las historias que tu ama me ha estado contando; de cómo te humillaba, te sometía, te ignoraba, te castigaba, y cómo conseguía placer de ti sin que tu lo obtuvieras. No sabes las veces que me he masturbado en esta misma cama donde estás, deseando tener a ti, aquí conmigo, y ser yo quien pudiera poseerte. Y al final el destino te ha traído aquí. No sabes lo feliz que tu ama me ha hecho al regalarme su esclavo un fin de semana.

Gema se acercó a mí y volvió a besarme, con ansia. Luego se tumbó en la cama.

- Bésame todo el cuerpo, cochinito- me dijo suavemente.

Para mi no era una orden; hubiese implorado toda la noche por hacerlo.

Comencé por los dedos de los pies, recreándome. Fui subiendo lentamente, centímetro a centímetro; sus tobillos, sus pantorillas, sus dulces muslos, besé con ternura su sexo, su ombligo y su vientre delicioso, llené de besos sus pechos a medida que los iba escalando con mi boca, hasta llegar a la cima con sus dos pezones oscuros y prominentes; los coroné con sendos besos profundos; besé sus manos, sus hombros e inundé de besos su cuello; besé su frente, sus ojos y al final le dí un beso en los labios. Cuando acabé, volví a mi posición de espera, con la mirada agachada.

Gema se incorporó, con los ojos entrecerrados, flotando en una nube.

- Delicioso... me están entrando unas ganas terribles de quitarte el cinturón de castidad, y follarte hasta que amanezca.

Yo la miré esperanzado, y mi pene dio un grito de júbilo.

- Pero no, me he prometido a mi misma que no te soltaré hasta que vayamos mañana a la playa.

Mis esperanzas a la porra; mi pene se quedó mudo. Otra noche con aquello puesto, otra noche sin follar, con la visión de aquella escultura viviente tan cerca e infinitamente lejos. Me sentía castrado.

- Pero no estoy dispuesta a quedarme así, sin correrme – sentenció.

Yo encogí involuntariamente el culo que tenía en carne viva; ya me veía otra sesión de sexo oral en el mejor de los casos, o peor, empalado con su arnés de doble polla negra. Sentí escalofríos sólo de pensarlo. Pero no podría hacer nada, sería utilizado como mi nueva ama quiera, y ahí estaba mi placer y mi felicidad, en no tener voluntad, en ser tratado como un objeto creado para su placer, no el mío, en estar sometido completamente a la voluntad de una mujer.

Gema debió notar un poco la tensión que sufría.

- No quieres que te folle el culo otra vez, ¿a que no, cochinito?.

- No lo deseo, mi ama- susurré.

Ella me agarró con fuerza la cabeza con las dos manos.

- Pero yo puedo hacerlo si quiero- dijo con malicia-, hasta que me canse, hasta reventarte, hasta romperte por la mitad, hasta correrme tres o cuatro veces si quiero…

- Si, mi ama - asentí débilmente.

- No me apetece sexo oral, aunque lo haces muy bien.

Se levantó de la cama y abrió un cajón del mueble de madera al lado de la cama. Sacó algo y me lo enseñó.

Un arnés con doble pene, uno bastante largo, y el otro larguísmo.

Yo suspiré derrotado y sentí como me palpitaba la entrada del ano.

- Abre la boca- me ordenó.

Yo lo hice y antes de que me diera cuenta tenía un dildo de goma en la boca.

Me había equivocado con las prisas. Sí, era un arnés con un pene doble, pero para poner amordazado en la boca, no en la cintura. Ella ajustó con fuerza las correas; pasaban por mi cara, y por los lados de mi boca, y se abrochaban por detrás de mi cabeza. Sólo podía respirar por la nariz.

- Túmbate boca arriba- me ordenó con premura.

Me puse en posición y ella lubricó un poco el falo enorme que surgía hacia afuera desde mi boca. Rápidamente se puso con las piernas dobladas a la altura de mi cara y empezó a clavarse la tranca de goma. Yo veía su precioso coño cada vez más cerca. Poco a poco se dejó ir cayendo, hasta que consiguió que todo entrara dentro. Su cuerpo generoso me tapaba la cara. ¡No podía respirar!.

Ella me agarró la cabeza con las dos manos, yo intenté agarrarla por la cintura, pero me dio un guantazo en la cara.

- ¡no me toques!- me dijo con los ojos cerrados.

Gema empezó un movimiento de subir y bajar, en el que yo aprovechaba para respirar cuando ella se alejaba. La polla de goma que salía de mi boca la iba llenando y vaciando. Ella siguió así un tiempo interminable, y cada vez que bajaba yo sentía como el dildo dentro de mi boca me llegaba casi hasta la garganta, además de dejarme sin respirar. Gema seguía con los ojos cerrados, gimiendo salvajemente, moviendo sus caderas cada vez con más violencia y rapidez. Yo intentaba acompasar el movimiento de mi cabeza con su el suyo. A los pocos minutos Gema empezó a gritar, a rugir de placer, con un movimiento frenético de caderas, y un momento después, con un chillido desgarrador se estampó completamente contra mi cara cuando se corrió brutalmente.

Allí se quedó ella, apretando más y más fuerte, sintiendo un orgasmo que no acaba nunca, y yo asfixiándome. ¡Necesitaba respirar!, pero era imposible, y ella lo sabía, vaya que si lo sabía. Intenté mover la cabeza, alejarme instintivamente para liberar mi nariz, pero Gema no lo permitió, me apretó más fuertemente mientras todavía el placer le recorría todo el cuerpo. La sensación de ahogo y asfixia se hizo muy intensa y acuciante, y Gema no me soltó, con su coño y su pubis empotrado en mi cara..

Me retorcí, me convulsioné; yo era fuerte, pero Gema era tan grande y fuerte como yo, y era ella la que estaba encima. No podía más, era imposible liberarse de su peso. Me rendí, la miré a los ojos un momento, suplicante y solicitando piedad, y los cerré, a punto ya de desmayarme. Un último pensamiento claro cruzó mi mente; ¡iba a morir asfixiado!, ¡mi nueva ama me iba a matar mientras ella se corría!. Entre todas las formas en que alguna vez pensé que podría morir, nunca entró la posibilidad en que fuera asfixiado por el coño de una diosa del sexo…

En el último momento Gema se levantó ligeramente, y yo di una inmensa inspiración por mi pobre nariz, y luego otra, y otra…Me relajé y la angustia pasó por fin.

Gema me miró a los ojos y su mirada era la misma de dominio absoluto y altivez que vi en mi chica cuando me puso el cinturón de castidad por primera vez. Tenía dominio hasta de mi existencia; la miré con auténtico miedo, y sentí que me entregaba todavía más a ella.

Con un par de movimientos se sacó la tranca de goma de la vagina y me quitó el arnés de la cabeza.

- Ves, cochinito- su voz era puro placer mientras me seguía mirando a los ojos, todavía colocada de rodillas sobre mi torso-, controlo tu cuerpo, tu mente y tu propia vida. Me encanta.

- Si, mi ama- yo contesté humildemente, todavía con la respiración algo entrecortado. Y dentro de la angustia s

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