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Un exquisito café

Hacia mucho que tenía ganas de tomar ese café con Martina. Conocía su rostro por las fotos que me había enviado, pero todo era fugaz, nada de su cuerpo se me había fijado en mis retinas, y tampoco conocía medidas, características, todo eso que alimenta loa ratones....
Es alta, bien armónica buen cuerpo, ojos color miel, que invitan a perderse en ellos; un par de pechos a tono con el resto, y una cola sugerente, que invita al pecado...
Tomamos el café..... siempre decía que se iba, pero había algo en su gesto que no coincidía con su discurso... más de una vez tomaba la cartera para irse, pero siempre salía un nuevo tema, que dilataba la conversación.
Cambió de lugar en la mesa, se sentó a mi lado, parecía que ya eran los últimos retazos de una charla que había sido hermosa; de pronto, su rodilla tocó la mía... fue como un golpe de electricidad, un calor que me embargó, una conexión inmediata con mi pene que sintió un estremecimiento. Me tocó con su mano en mi brazo, ni sé de qué me hablaba, pero la mirada ya tenía su potente cuota de lascivia. Para colmo, su risa no sólo era contagiosa sino también sensual.... y creo que exhibía su lengua de una manera tan inocente como sexy.
Tenía una mini marrón, una camisa escotada que dejaba ver el inicio de sus hermosos pechos... no tuve otra que ir desnudándola con la mirada, estaba crocante, justo como para soñar con tener ese cuerpo a mi lado, integramente desnudos los dos. De su cuerpo emanaba una fragancia, que no sólo era el perfume tan característico en ella, sino que había como un olor de animal en celo, algo que me excitaba tremendamente.
Le di el que sería el beso de despedida, con el costado derecho de mi labio rocé los suyos, creo que advirtió la maniobra y dejó que los labios estén en contacto más de lo habitual.
Se paró, se alejó, me quedé sorprendido viendo como ese cuerpo hermoso se iba de mi lado, sintiendo por un lado una infinita tristeza, y por el otro, un alarido genital que me provocaba, que me inspiraba lo más tremendo e inmediato, ese anhelo infrahumano de masturbarme ya, caliente como estaba, y frustrado en mi deseo de tenerla.
No pasaron ni 3 minutos que sonó mi celular: ?No pensarías que me iba a ir asi, no?, me preguntó, con una voz tan sensual como prometedora. Me dio las instrucciones, me dijo donde me esperaba y en cuanto tiempo. Cuando subí a su auto, mi erección seguía creciendo, y tenía que amarrar mis manos para que no se metan en su escote, o entre sus piernas que se movían deliciosamente en cada maniobra que hacía para manejar.
Charlamos un poco más en el auto, y a los pocos minutos, en un lugar poco transitado, me besó, recorriendo con su vivaz lengua toda mi boca. No me tomó por sorpresa, dado que yo también tenía esas intenciones.
Éramos un manojo de desesperación y excitación, alevosamente nos entregamos al placer, con un desenfreno casi inaudito, sin importarnos si alguien pasaba por la vereda y nos miraba. Paramos frente a un hotel, bajamos sin casi mirarnos, y entramos a la habitación que pedí, nervioso como un adolescente. No hubo tiempo de cerrar la puerta, que ya la estaba besando y acariciando. Fuimos desvistiéndonos casi a los tirones. Mi pene estaba que estallaba de deseo, quería y pedía ?atención? cuanto antes, su depilada vulva estaba muy mojada, producto de tal calentura.
Así como estábamos, la penetré sin más,? de parados, a medio desvestir, y con la puerta abierta todavía. Puerta que se cerró cuando tomé a Martina de las piernas para alzarla y la apoyé sobre ella. Todo duró muy poco, un chorro potente de semen inundó su vagina, que contraía compulsivamente, evidenciando un rápido orgasmo.
No habían pasado más de quince minutos de haber entrado a la pieza, que ya todo había terminado, había sido un poderoso e irrefrenable encuentro carnal. Sin salir de su húmeda vulva, la miré y casi al mismo tiempo nos comenzamos a reír. De que? No se? pero fue la primera reacción después de lo sucedido.
Nos sentamos en el sillón que había cerca, todavía con nuestros cuerpos unidos, besándonos de tanto en tanto y preguntándonos continuamente como había sido? Como estábamos?...
Claro esta que todas esas cosas que se dicen después del coito, se dijeron?.
También estaba claro, que todo lo ocurrido había sido producto de la excitación acumulada que ?traíamos?.
- Nos quedamos un rato más? ? le pregunté.
Sin esperar respuesta, seguimos besándonos y terminando de sacarnos la ropa. Ya desnudos totalmente, nos dirigimos al baño a compartir una reparadora ducha.
Tener sexo bajo la lluvia del baño, había sido unas de mis fantasías recurrentes; obvio que no iba a perder la oportunidad de cumplirla. Y así fue? agua caliente, jaboncito por aquí, jaboncito por allá?.y bueno? la cosa arrancó nuevamente. Mi pene reaccionó como si no hubiera pasado nada con anterioridad.
El agua caliente se deslizaba por mi cuerpo, mientras mi pene era succionado con voracidad por una mujer que prácticamente no conocía.
Su boca y lengua hacían maravillas, nadie hasta ese momento me había hecho sentir lo que estaba sintiendo. No se detenía en un lugar específico, diría que todo mi pene era su ?botín?, y obviamente quería disfrutarlo a pleno.
Cuando me tuvo a punto de estallar, se alejó y tomó mi cara, besándome? bahhh... prácticamente, comiéndome la boca, recorriendo con su vivaz lengua toda mi cara.
Me tomo de los cabellos y me fue obligando a lamer, chupar, morder?, cada centímetro de su cuerpo.
Era hermoso sentir su estremecimiento en cada roce de mi lengua. Mis manos no dejaban de acariciarla y apretarla. Cuando llegue a su vulva, mis dedos ya habían encontrado su ubicación, entrando y saliendo con frenesí, con mucha delicadeza, a pesar de la excitación. Su clítoris vibraba ante cada arremetida de los dedos, (que ya eran tres), mientras mi boca absorbía sus jugos y gran parte de agua que se escurría por su sexo.
Mi mano derecha no dejaba de moverse en su vulva; entrando, saliendo, con movimientos giratorios, hacia los costados , tratando de estimularla todo lo posible,...y vaya que daba resultado!
La izquierda estaba en su cola, hurgando su agujerito cerrado pero dispuesto a recibir cuanto pudiera. La penetré con dos dedos, y fue el comienzo de un terrible orgasmo, lleno de espasmos intensos, gritos, tirones de pelos y pedidos que no me detuviera (de solo recordar este momento, hace que me caliente y añore revivir la experiencia)
Incrementé la intensidad en el movimiento de las manos, ya no eran tres los dedos dentro de su vagina hinchada, eran cuatro, y su cola estaba recibiendo casi mi mano completa. Si bien la excitación era extrema y uno pierde parte de su raciocinio, tuve la lucidez de no provocarle daño alguno. Aunque parecía que nada podía provocárselo.
Martina no paraba con sus orgasmos, eran uno tras otro, consecutivos, intensos e irrefrenables.
El agua ya se había enfriado, así que salimos de la ducha. Le ayudé a salir, dado que sus piernas todavía temblaban a causa de todo lo sucedido.
Tanto arremetimiento hacia el goce de ella, había provocado que mi "amigo" se sintiera olvidado; y se llamó a reposo.
Una vez en la cama, ella acometió contra él nuevamente, lamiéndolo con dedicación.
Logrado el objetivo de revivir a mi pene, se montó sobre él sin perder tiempo, casi como temiendo que se volviera a ablandar.
(Nada de eso ocurrió, al contrario, estaba duro y firme. Es más, con tanta atención que le había dado a ella, me había pasado de rosca con la calentura, así que no podía acabar)
Seguía cabalgándome y diciéndome "lo mucho que le gustaba mi pija", "lo rico que era tenerla toda adentro", "lo dura que estaba" y demás cosas que se dicen en esos casos...
La di vuelta, la acosté sobre la cama y comencé a penetrarla fuertemente, casi violándola, la besaba, le mordía sus pechos y pezones, lamía sus orejas. Sentía sus contracciones vaginales en cada arremetida. Le dije cuanta barbaridad se me ocurrió, cosa que le gustaba mucho. Tuve que aflojar un poco, porque era yo quien ya no aguantaba más el ritmo, no me daba el cuerpo, me había agotado, estaba totalmente transpirado y sin aliento.
Le dije que quería entrar en su cola, y ella al instante se puso en cuatro patas, ofreciéndome ese increíble culito. Entre mi humedad y la de ella, hice un oportuno gel con el que la lubriqué adecuadamente y la penetré lentamente. Nunca me había imaginado que iba a disfrutar tanto como lo hacía. Me insultó, me pidió que se la diera mas fuerte (cosa que hice). Cuando estaba por eyacular, se lo hice saber. Sacó el miembro de su cola y me rogó que le terminara en la cara.
POR DIOS...!!! COMO ACABE!!!... no solo en intensidad sino en cantidad. Dejé toda su cara y boca embadurnada con mi semen. Ahí cayó sobre la cama, extasiada y muy relajada.
Había culminado esa casi maratónica sesión de sexo que había comenzado apenas entramos a la pieza.
Yo también me tiré en la cama, a su lado, como tantas veces lo había soñado. A mi pene le costaba volver a su "letargo", todavía se mantenía duro, hinchado y caliente, máxime que me recosté contra la espalda de ella, mis manos jugando en su sexo mojado. Creo que nos dormimos al instante, así como habíamos quedado.

3 comentarios - Un exquisito café

Lady_GodivaII
Muy buen relato, sobre todo me gustó la tensión de los primeros párrafos