Disculpen la ausencia durante este tiempo pero estuve con algunos problemitas personales y laborales también, nada grave, pero de los que te joden y te complican la vida. Espero que no vuelva a pasar.
Hasta el momento les estuve entregando vivencias que ya había publicado en mi blog, ese mismo que me cerraron, pero en este caso les entrego una experiencia reciente, algo que me pasó por estos días y que me alejó por lo menos por un momento de esos problemas de los que les hable al principio. Espero lo disfruten. Besitos.
De casualidad salí más temprano de casa. Habitualmente a las ocho y diez, ocho y cuarto estoy en la parada del colectivo, pero esta vez lo tomé cuándo faltaban todavía diez minutos para que fueran las ocho de la mañana. Por eso me lo encontré. Hacía un par de años que no lo veía. Fue mi novio antes de que conociera a quién hoy es mi marido. Se llama Diego y estuvimos poco más de diez meses juntos.
No importa porque terminamos, aunque les aseguro que no fue por infidelidad.
Subí al colectivo, pagué mi boleto, y cuándo me estoy corriendo para el fondo escucho a alguien que dice mi nombre. A esa hora va repleto por lo que no lo pude divisar a la primera, pero cuándo me llamó la segunda vez supe que era él.
-¡Diego! ¡Que sorpresa!- le dije cuándo alcancé a verlo.
-¡Mary, tanto tiempo!- me dijo acercándose por el pasillo para saludarme.
Nos saludamos con un beso en la mejilla y nos pusimos a charlar como dos viejos amigos que se reencuentran después de mucho tiempo.
Al igual que yo esta casado, y es padre de una nena que, según me dijo, tiene un año y medio y se llama… ¡Mariela!, si, la hija de mi ex lleva mi nombre.
-Si mi señora se entera me mata- se rió.
La verdad es que no me sorprendía que todavía se acordara de mí y que encima le hubiera puesto a su primera hija mi nombre, ya que la nuestra fue una relación por demás intensa, de esas que te dejan una marca.
Nos la pasábamos cogiendo, a toda hora y lugar, nos echábamos un polvo tras otro, salíamos poco a pasear, prácticamente todo nuestro tiempo libre lo invertíamos en garche, garche y más garche. Hasta que un buen día me di cuenta que lo nuestro era solo sexo, sin ningún otro agregado, lo cuál no esta nada mal, por supuesto, ya que el sexo es el cimiento de toda relación, pero habiendo cumplido en ese entonces los 24 buscaba algo más para mi vida, ahí fue que conocí a mi actual marido.
Salimos un tiempo, nos casamos y colorín colorado… pero ahora volvía a encontrarme con Diego, después de tanto tiempo volvía a estar frente a él, tan cerca, aunque también tan lejos, los dos casados, habiendo formado ya nuestras respectivas familias.
Seguimos hablando por un rato más hasta que llegamos adonde me tenía que bajar, pero… no bajé. Seguí un poco más. De algún modo aquel inesperado reencuentro había incitado en mí ciertos anhelos que él conocía muy bien, y que, estaba segura, no se negaría a saciar.
Suponía que a él debía pasarle lo mismo, digo, después de algún tiempo te volvés a encontrar con esa antigua novia con la que terminaste sin historias ni quilombos, y con la que solías echarte unos polvos espectaculares, una novia que no le decía no a nada y te daba todos los gustos. ¿Ustedes que harían?... eso mismo creí que haría él, aunque no pude esperar a que me lo propusiera. Ese es uno de mis tantos defectos, soy muy ansiosa.
-Diego, esto te va a parecer una locura, pero ¿Qué te parece si recordamos los viejos tiempos?- le consulté en voz baja, mirándolo a los ojos y sonriéndole en una forma por demás pícara e incitante.
-Queres decir que… vos y yo… ¿eso queres decir?- replicó mirándome sorprendido, ya que seguramente supondría que ahora, estando casada, me habría convertido en una esposita modelo y fiel.
-Exactamente eso quiero decir- le dije sin apartar mi mirada.
Miró la hora en su reloj pulsera y asintió:
-Yo no tengo problema en llegar más tarde al laburo, ¿y vos?-
A modo de respuesta saque el celular de la cartera y llamé a la compañía. Cuándo me atendió la telefonista le pedí que le avisara a personal que estaba retrasada, que llegaría más tarde.
-Tampoco- le dije volviendo a guardar el celular en mi cartera.
Bajamos en la siguiente parada y caminamos hasta un telo cercano. Entramos, pagó la habitación, y estando ya solos nos lanzamos el uno a los brazos del otro, besándonos como si el tiempo no hubiera pasado, como si fuéramos novios todavía, una pareja caliente y con ganas de matarse a polvos, aunque cada uno ya estuviera felizmente casado… con otra persona.
-¿Seguís chupando tan rico?- quiso saber mientras nos frotábamos con ansiedad, contagiándonos mutuamente nuestra calentura.
-Decímelo vos- le dije resbalando por su cuerpo hasta su ya holgada entrepierna, la que palpitaba con una fuerza descomunal, a punto casi de romper las costuras del pantalón.
La virilidad de mi ex seguía intacta, pese al tiempo que había pasado, a su matrimonio y a su paternidad, estaba como lo recordaba, con esa pronunciada comba que se le formaba cuándo se le ponía al palo.
Le bajé el cierre, le desabroché el cinturón, el botoncito del jean, y bajándoselo casi hasta la rodilla lo deje en boxer, el bulto que se le marcaba debajo del mismo era impresionante.
Ahí mismo se lo agarré y amasé dulcemente, ya que me gusta sentirlo así, a través de la tela, para luego si, bajarle del todo el calzoncillo y descubrir en toda su rotunda opulencia aquella gloriosa verga que tantas satisfacciones me había dado hasta no hacía mucho tiempo atrás.
Se la sacudí un poquito y mirándolo siempre a los ojos me la fui comiendo de a poco, eso era algo que había aprendido con él, a comérmela entera, y eso a él lo enloquecía, me la devoré hasta que sentí la cabeza golpeándome las amígdalas y los pelitos del pubis haciéndome cosquillas en la nariz.
La retuve un rato adentro, casi hasta quedarme sin aire y recién entonces la solté, respirando agitada, aunque volviéndomela a comer tan pronto recuperé el aliento. Sus suspiros y exclamaciones de placer me aseguraban que si, que seguía chupándola tanto o más rico de lo que él recordaba, aunque debo admitir que después de él me debo haber comido unas cuántas y muy buenas porongas, lo que seguramente ayudo a mejorar mi técnica bucal y también lingual, la que ahora desplegaba sabiamente en su erecto atributo viril.
-¡Ahhhhhhh… que bueno que sigas siendo tan putita Mary!- me decía entre plácidos suspiros, acariciándome el pelo y las orejas.
Eso es algo que nunca se me va a quitar, aunque en ese momento no podía decírselo ya que tenía mi boca bastante ocupada, y muy bien ocupada, debo decir.
Se la chupé por un buen rato más hasta que dio muestras de que no se aguantaría mucho sin acabar, así que me la saque de la boca, me levante y empecé a desvestirme mientras me movía sensual y cadenciosamente al compás de la música que habíamos sintonizado en la radio de la habitación.
Sin perderse detalle de mis movimientos él también se desvistió y ya en bolas, con la pija en alto, apuntándome amenazante, vino hacía mí y volvió a besarme en esa forma que evidenciaba pura e intensa lujuria.
Me tumbó de espalda sobre la cama, me abrió de piernas y zambulléndose entre ellas, me empezó a mamar ahora él a mí, metiéndome la lengua bien adentro, a la vez que jugaba con mi clítoris, apretándolo y tirando de él, hinchándomelo en una forma que parecía que me iba a explotar en cualquier momento.
Yo ya estaba mojada a más no poder, me ahogaba en mis propios flujos de placer, así que le pedí o mejor dicho le reclamé que me cogiera cuánto antes, que me diera de una buena vez aquello por lo que me estaba desviviendo.
Entonces se me echó encima, por entre mis piernas y me la mandó de un solo empujón, me la ensartó hasta lo huevos de una sola vez, estremeciéndome de ahí en más con unos movimientos que me hicieron acordar el porque había estado tan enganchada con él, ¡porque era un cogedor excepcional!, y ahora volvía a demostrármelo, entrando y saliendo de mi cuerpo con un ritmo arrollador, entrándome desde diferentes ángulos, colmándome de satisfacción, y todavía más cuándo clavó las rodillas en la cama, me levantó las piernas y calzándolas sobre sus hombros aceleró aún más sus movimientos, estremeciéndome con cada embiste, llegándome hasta lo más profundo, tanto que sentía que mi vientre se hinchaba cada vez que me la metía bien adentro.
Sentía que me revolvía las entrañas con cada combazo, aunque era yo misma la que buscaba esos empujes cuándo me la sacaba, yendo a su encuentro con agites igual de intensos que los suyos.
Luego de unos cuántos ensartes, me la sacó del todo y me dio la vuelta, poniéndome en cuatro, me agarró de la cintura, tiró hacia él, para levantarme bien la cola, y me la volvió a clavar con esa innegable habilidad que tan bien había sabido usar conmigo. Me la dejó ahí guardada por un rato, haciéndomela sentir en todo su rebosante esplendor, tras lo cuál inició ese delicioso y tan necesario vaivén, volviéndome loca de placer, ahogándome con esas sensaciones que parecían explotar por cada punto cardinal de mi anatomía.
Parecía una tromba enloquecida por la forma en que me garchaba, entrando, saliendo, siempre hasta los pelos, colmándome de carne, llenándome de pija, rebalsándome de placer.
Yo me abría toda para él, me entregaba sin guardarme nada, me regalaba como ya me he regalado tantas veces, haciendo de mi cuerpo un verdadero surtidor de placer.
Sin dejar de cogerme, me escupió abundantemente en el agujero del culo, lubricándomelo con su propia saliva, y entremedio de tan furiosos combazos hizo el cambio, metiéndomela ahora por atrás, culeandome deliciosamente, haciéndome vibrar al ritmo de tan profundos y gustosos ensartes. Yo deliraba, gritaba y aullaba, disfrutando cada vez que me la enterraba hasta lo más profundo, volviéndome totalmente loca.
Entonces, ante la urgencia del inminente derrame, me la sacó, me volvió a dar la vuelta, dejándome ahora acostada de espalda y corriéndose de rodillas hacia mi cara me la puso justo encima, pajeándose fuertemente hasta que los chorros de leche empezaron a saltar para todos lados, empapándome toda con su cremosa esencia. Dejándome regar con su leche yo abría la boca, recibiendo unos cuántos chorros en la palma de la lengua, los cuáles, por supuesto, me tragaba con suma avidez, saboreando cada gota, relamiéndome complacida mientras él se exprimía la verga, soltando sobre mis labios todo su polvo.
Luego se la agarré y me la volví a comer, chupándosela hasta dejársela bien limpia y seca, chupándole los huevos también, los que habían quedado un poco pegoteados debido a tan caudalosa descarga.
Fue un lindo reencuentro, sin duda alguna. Un agradable regreso al pasado, con polvo incluido.
Hasta el momento les estuve entregando vivencias que ya había publicado en mi blog, ese mismo que me cerraron, pero en este caso les entrego una experiencia reciente, algo que me pasó por estos días y que me alejó por lo menos por un momento de esos problemas de los que les hable al principio. Espero lo disfruten. Besitos.
REENCUENTRO CON UN EX
De casualidad salí más temprano de casa. Habitualmente a las ocho y diez, ocho y cuarto estoy en la parada del colectivo, pero esta vez lo tomé cuándo faltaban todavía diez minutos para que fueran las ocho de la mañana. Por eso me lo encontré. Hacía un par de años que no lo veía. Fue mi novio antes de que conociera a quién hoy es mi marido. Se llama Diego y estuvimos poco más de diez meses juntos.
No importa porque terminamos, aunque les aseguro que no fue por infidelidad.
Subí al colectivo, pagué mi boleto, y cuándo me estoy corriendo para el fondo escucho a alguien que dice mi nombre. A esa hora va repleto por lo que no lo pude divisar a la primera, pero cuándo me llamó la segunda vez supe que era él.
-¡Diego! ¡Que sorpresa!- le dije cuándo alcancé a verlo.
-¡Mary, tanto tiempo!- me dijo acercándose por el pasillo para saludarme.
Nos saludamos con un beso en la mejilla y nos pusimos a charlar como dos viejos amigos que se reencuentran después de mucho tiempo.
Al igual que yo esta casado, y es padre de una nena que, según me dijo, tiene un año y medio y se llama… ¡Mariela!, si, la hija de mi ex lleva mi nombre.
-Si mi señora se entera me mata- se rió.
La verdad es que no me sorprendía que todavía se acordara de mí y que encima le hubiera puesto a su primera hija mi nombre, ya que la nuestra fue una relación por demás intensa, de esas que te dejan una marca.
Nos la pasábamos cogiendo, a toda hora y lugar, nos echábamos un polvo tras otro, salíamos poco a pasear, prácticamente todo nuestro tiempo libre lo invertíamos en garche, garche y más garche. Hasta que un buen día me di cuenta que lo nuestro era solo sexo, sin ningún otro agregado, lo cuál no esta nada mal, por supuesto, ya que el sexo es el cimiento de toda relación, pero habiendo cumplido en ese entonces los 24 buscaba algo más para mi vida, ahí fue que conocí a mi actual marido.
Salimos un tiempo, nos casamos y colorín colorado… pero ahora volvía a encontrarme con Diego, después de tanto tiempo volvía a estar frente a él, tan cerca, aunque también tan lejos, los dos casados, habiendo formado ya nuestras respectivas familias.
Seguimos hablando por un rato más hasta que llegamos adonde me tenía que bajar, pero… no bajé. Seguí un poco más. De algún modo aquel inesperado reencuentro había incitado en mí ciertos anhelos que él conocía muy bien, y que, estaba segura, no se negaría a saciar.
Suponía que a él debía pasarle lo mismo, digo, después de algún tiempo te volvés a encontrar con esa antigua novia con la que terminaste sin historias ni quilombos, y con la que solías echarte unos polvos espectaculares, una novia que no le decía no a nada y te daba todos los gustos. ¿Ustedes que harían?... eso mismo creí que haría él, aunque no pude esperar a que me lo propusiera. Ese es uno de mis tantos defectos, soy muy ansiosa.
-Diego, esto te va a parecer una locura, pero ¿Qué te parece si recordamos los viejos tiempos?- le consulté en voz baja, mirándolo a los ojos y sonriéndole en una forma por demás pícara e incitante.
-Queres decir que… vos y yo… ¿eso queres decir?- replicó mirándome sorprendido, ya que seguramente supondría que ahora, estando casada, me habría convertido en una esposita modelo y fiel.
-Exactamente eso quiero decir- le dije sin apartar mi mirada.
Miró la hora en su reloj pulsera y asintió:
-Yo no tengo problema en llegar más tarde al laburo, ¿y vos?-
A modo de respuesta saque el celular de la cartera y llamé a la compañía. Cuándo me atendió la telefonista le pedí que le avisara a personal que estaba retrasada, que llegaría más tarde.
-Tampoco- le dije volviendo a guardar el celular en mi cartera.
Bajamos en la siguiente parada y caminamos hasta un telo cercano. Entramos, pagó la habitación, y estando ya solos nos lanzamos el uno a los brazos del otro, besándonos como si el tiempo no hubiera pasado, como si fuéramos novios todavía, una pareja caliente y con ganas de matarse a polvos, aunque cada uno ya estuviera felizmente casado… con otra persona.
-¿Seguís chupando tan rico?- quiso saber mientras nos frotábamos con ansiedad, contagiándonos mutuamente nuestra calentura.
-Decímelo vos- le dije resbalando por su cuerpo hasta su ya holgada entrepierna, la que palpitaba con una fuerza descomunal, a punto casi de romper las costuras del pantalón.
La virilidad de mi ex seguía intacta, pese al tiempo que había pasado, a su matrimonio y a su paternidad, estaba como lo recordaba, con esa pronunciada comba que se le formaba cuándo se le ponía al palo.
Le bajé el cierre, le desabroché el cinturón, el botoncito del jean, y bajándoselo casi hasta la rodilla lo deje en boxer, el bulto que se le marcaba debajo del mismo era impresionante.
Ahí mismo se lo agarré y amasé dulcemente, ya que me gusta sentirlo así, a través de la tela, para luego si, bajarle del todo el calzoncillo y descubrir en toda su rotunda opulencia aquella gloriosa verga que tantas satisfacciones me había dado hasta no hacía mucho tiempo atrás.
Se la sacudí un poquito y mirándolo siempre a los ojos me la fui comiendo de a poco, eso era algo que había aprendido con él, a comérmela entera, y eso a él lo enloquecía, me la devoré hasta que sentí la cabeza golpeándome las amígdalas y los pelitos del pubis haciéndome cosquillas en la nariz.
La retuve un rato adentro, casi hasta quedarme sin aire y recién entonces la solté, respirando agitada, aunque volviéndomela a comer tan pronto recuperé el aliento. Sus suspiros y exclamaciones de placer me aseguraban que si, que seguía chupándola tanto o más rico de lo que él recordaba, aunque debo admitir que después de él me debo haber comido unas cuántas y muy buenas porongas, lo que seguramente ayudo a mejorar mi técnica bucal y también lingual, la que ahora desplegaba sabiamente en su erecto atributo viril.
-¡Ahhhhhhh… que bueno que sigas siendo tan putita Mary!- me decía entre plácidos suspiros, acariciándome el pelo y las orejas.
Eso es algo que nunca se me va a quitar, aunque en ese momento no podía decírselo ya que tenía mi boca bastante ocupada, y muy bien ocupada, debo decir.
Se la chupé por un buen rato más hasta que dio muestras de que no se aguantaría mucho sin acabar, así que me la saque de la boca, me levante y empecé a desvestirme mientras me movía sensual y cadenciosamente al compás de la música que habíamos sintonizado en la radio de la habitación.
Sin perderse detalle de mis movimientos él también se desvistió y ya en bolas, con la pija en alto, apuntándome amenazante, vino hacía mí y volvió a besarme en esa forma que evidenciaba pura e intensa lujuria.
Me tumbó de espalda sobre la cama, me abrió de piernas y zambulléndose entre ellas, me empezó a mamar ahora él a mí, metiéndome la lengua bien adentro, a la vez que jugaba con mi clítoris, apretándolo y tirando de él, hinchándomelo en una forma que parecía que me iba a explotar en cualquier momento.
Yo ya estaba mojada a más no poder, me ahogaba en mis propios flujos de placer, así que le pedí o mejor dicho le reclamé que me cogiera cuánto antes, que me diera de una buena vez aquello por lo que me estaba desviviendo.
Entonces se me echó encima, por entre mis piernas y me la mandó de un solo empujón, me la ensartó hasta lo huevos de una sola vez, estremeciéndome de ahí en más con unos movimientos que me hicieron acordar el porque había estado tan enganchada con él, ¡porque era un cogedor excepcional!, y ahora volvía a demostrármelo, entrando y saliendo de mi cuerpo con un ritmo arrollador, entrándome desde diferentes ángulos, colmándome de satisfacción, y todavía más cuándo clavó las rodillas en la cama, me levantó las piernas y calzándolas sobre sus hombros aceleró aún más sus movimientos, estremeciéndome con cada embiste, llegándome hasta lo más profundo, tanto que sentía que mi vientre se hinchaba cada vez que me la metía bien adentro.
Sentía que me revolvía las entrañas con cada combazo, aunque era yo misma la que buscaba esos empujes cuándo me la sacaba, yendo a su encuentro con agites igual de intensos que los suyos.
Luego de unos cuántos ensartes, me la sacó del todo y me dio la vuelta, poniéndome en cuatro, me agarró de la cintura, tiró hacia él, para levantarme bien la cola, y me la volvió a clavar con esa innegable habilidad que tan bien había sabido usar conmigo. Me la dejó ahí guardada por un rato, haciéndomela sentir en todo su rebosante esplendor, tras lo cuál inició ese delicioso y tan necesario vaivén, volviéndome loca de placer, ahogándome con esas sensaciones que parecían explotar por cada punto cardinal de mi anatomía.
Parecía una tromba enloquecida por la forma en que me garchaba, entrando, saliendo, siempre hasta los pelos, colmándome de carne, llenándome de pija, rebalsándome de placer.
Yo me abría toda para él, me entregaba sin guardarme nada, me regalaba como ya me he regalado tantas veces, haciendo de mi cuerpo un verdadero surtidor de placer.
Sin dejar de cogerme, me escupió abundantemente en el agujero del culo, lubricándomelo con su propia saliva, y entremedio de tan furiosos combazos hizo el cambio, metiéndomela ahora por atrás, culeandome deliciosamente, haciéndome vibrar al ritmo de tan profundos y gustosos ensartes. Yo deliraba, gritaba y aullaba, disfrutando cada vez que me la enterraba hasta lo más profundo, volviéndome totalmente loca.
Entonces, ante la urgencia del inminente derrame, me la sacó, me volvió a dar la vuelta, dejándome ahora acostada de espalda y corriéndose de rodillas hacia mi cara me la puso justo encima, pajeándose fuertemente hasta que los chorros de leche empezaron a saltar para todos lados, empapándome toda con su cremosa esencia. Dejándome regar con su leche yo abría la boca, recibiendo unos cuántos chorros en la palma de la lengua, los cuáles, por supuesto, me tragaba con suma avidez, saboreando cada gota, relamiéndome complacida mientras él se exprimía la verga, soltando sobre mis labios todo su polvo.
Luego se la agarré y me la volví a comer, chupándosela hasta dejársela bien limpia y seca, chupándole los huevos también, los que habían quedado un poco pegoteados debido a tan caudalosa descarga.
Fue un lindo reencuentro, sin duda alguna. Un agradable regreso al pasado, con polvo incluido.
18 comentarios - Reencuentro con un ex
Gracias Toallin85, claro que voy a seguir contando, comentarios como los tuyos son los que me alientan. Gracias por el beso... ya fue recibido jajaja. Te mando un ❤️
Jajaja... estos comentarios tambien me alientan y excitan... Besos. ❤️
Cosas buenas, cosas malas? Aunque creo que entre ambas no hay diferencia, no?. bechitos. ❤️
Gracias por los puntitos, ya saben que yo no pido nada a cambio, solo que disfruten. Besitos y te van 10 corazoncitos.
❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️
Igual casado podes disfrutar de las putas Alex... Bestios. ❤️
Gracias por lo de hermosa... y por lo de puta tambien. ❤️
+10 y una paja.... para vos