Me encontre con la novedad de que eliminaron este post solo porque tenia el nombre de usuario en el titulo, asi que lo vuelvo a postear para los que todavia no lo leyeron. Besitos.
Siempre crei que el paradigma de la infidelidad es hacerlo con alguien que tu marido odie, con alguien que aborrezca, con su peor enemigo,con quién para él sea la peor de las lacras... en mi caso todavía no tuve la posibilidad de llevar a cabo tal experiencia, aunque estuve cerca... el siguiente relato trata sobre la vez que estuve con un hombre que durante mucho tiempo estuvo enemistado con mi familia, principalmente con mis hermanos. Recuerdo que de chica, en casa, estaba hasta prohibido nombrarlo. A tal extremo llegaba el odio hacia esa persona, aunque claro, eso no me importo a la hora de saciar mi libido.
Día de la madre en San Justo, ya le había agarrado el gusto a esto de visitar a mis viejos, y aprovechar algún momento de distracción familiar para hacerme una escapadita, esas que ustedes tanto disfrutan. La primera había sido con don Pereyra, el vecino de toda la vida, el que había visto desde el principio mi desarrollo hormonal, y que finalmente, después de tantos años, había logrado disfrutar de las bondades de mi cuerpo en una forma que de seguro siempre deseo pero que jamás debió creer que pudiera hacerse realidad.
No hubiera estado mal echarme otro polvo con el viejo, pero la idea es no repetirme, sino ofrecerles experiencias nuevas con cada entrada. Así es que aquel fin de semana ya iba con la idea de agregar una nueva marca a mi registro.
Después de las dudas y titubeos de las últimas semanas y gracias a algunos comentarios que escribieron en cada una de las entradas, llegué a una conclusión: FUI, SOY Y SIEMPRE VOY A SER ASI DE PUTA. No es algo que se haya dado repentinamente, de un día para el otro y que pueda desechar cuándo mejor me parezca, ni tampoco es algo de lo que me pueda aburrir. Esta en mis venas, en mi esencia, esta soy yo, sin máscaras ni disfraces, aunque en el día a día tenga que mostrarme de otra manera.
Pero bueno, dejemos por el momento estas disquisiciones filosóficas para alguna otra entrada y sigamos con el relato.
Llegamos a la casa de mis viejos, nos instalamos, almorzamos y a la hora de la siesta ya estuve preparada para lo que fuera. Mi marido se iba a jugar un partido de truco con mis hermanos, por lo que la situación resultaba inmejorable, aunque todavía no tenía ni idea de a quién iba a encarar. Igual no me hacía demasiado problema al respecto, sabía que una vez que saliera a la calle algo habría de surgir. Estaba tan caliente que le diría que sí al primero que me propusiera algo indecente, por más adefesio que fuera.
Así que le dije a mi Mamá que iba a dar una vuelta, y ya afuera empecé a caminar sin ningún rumbo determinado, tan solo me deje llevar. Crucé el camino de cintura y empecé a caminar en sentido contrario a la rotonda. Algunos tipos que me cruzaba en el camino me decían cosas, pero ninguno me proponía lo que realmente estaba buscando. Y lo peor de todo era que lo que me decían me ponía mucho más caliente todavía.
Fue así que llegué, sin darme cuenta, a la casa del “Cholo”. Hacia tiempo que no me acordaba de él. Para que se hagan una idea el Cholo es una especie de leyenda en nuestro barrio, un sujeto que siempre vivió al margen de la ley, que entraba y salía de la cárcel como si se tratara de su casa. Se rumoreaba que tenía conexiones con altos jefes de la policía de la provincia, razón por la cuál siempre lograba zafar. Vivía delinquiendo, y no lo ocultaba, ya que todos sabían que se trataba de un chorro, de un sujeto temible de quién había que cuidarse. Era peligroso, intimidante, y su cuerpo así lo evidenciaba con múltiples marcas y cicatrices que le otorgaban un aspecto mucho más amenazador aún. Era como para tenerle miedo, del tipo de sujeto que si te lo cruzas en la calle mas vale que te cambies de vereda. Sin embargo…
En cierta ocasión había tenido un problema con mis hermanos por el robo de un ciclomotor, ellos estaba seguros de que había sido él quién se lo había llevado de la puerta del negocio de mi hermano mayor, pero el sospechoso rechazaba toda acusación al respecto. En síntesis terminaron a las piñas. Fueron a parar todos a la comisaría, mis hermanos salieron enseguida ya que se trataba de dos personas de conducta intachable, en cambio él, debido a sus antecedentes, pasó el fin de semana en una celda hasta que sus contactos se enteraron y pudieron sacarlo. Entonces juro que se vengaría, aunque la venganza nunca llegó y la enemistad entre ellos pareció quedar sepultada en el pasado.
Ya estaba dejando atrás su casa, en realidad una prefabricada que se había levantado en un terreno usurpado, cuándo escucho un vozarrón a mis espaldas.
-¡Pero miren quién decidió volver al barrio!-
Me paré en secó, me di la vuelta y lo saludé con un tibio hola.
-¿Te acordás de mí?- me pregunto entonces, mirándome de arriba abajo con unos ojos que en cualquier momento parecían estar a punto de salírsele de la cara.
Yo era bastante chica cuándo pasó todo ese problema con mis hermanos, pero claro que me acordaba.
-Si, sos el Cholo- asentí.
-Exacto, vos sos Marielita, ¿no?, la hermana de los…….- quiso corroborar.
-Exacto- repetí –Aunque ya no soy tan Marielita- añadí refiriéndome obviamente a las formas de mi cuerpo.
Eso le encantó.
-Ya lo veo- coincidió abriendo bien los ojos y echándome una de esas miradas que lanzaban fuego.
Yo me mantuve ahí, quieta, esperando ansiosamente cualquier cosa que fuera a suceder.
-¿Y que haces por acá? ¿Acaso estás perdida?- me pregunto.
-No, solo salí a dar una vuelta a ver si encontraba algo interesante para hacer- le dije, mirándolo de la misma forma.
-¿Y, lo encontraste?- quiso saber.
-Puede ser- expresé refiriéndome obviamente al encuentro que acabábamos de tener.
-Y decime, ¿puedo invitarte una cerveza?- me pregunto ya dispuesto a no dejarme escapar.
-Sería muy atento de tu parte- le dije acercándome a la puerta de su casa.
Entonces me hizo un gesto para que entrara. Hice como que dudaba.
-¿Qué, acaso tenes miedo?- inquirió.
-Todos dicen que hay que tenértelo- le hice notar.
Se rió ante mi sinceridad.
-No te voy a morder, te lo prometo, a menos que vos me lo pidas, claro- aclaro más que oportunamente.
Yo también me reí y ya sin titubeo alguno entré a su casa, sintiéndome como Caperucita Roja entrando en la cueva del lobo feroz. Ya adentro sacó una cerveza bien fría de la heladera y llenó dos vasos, alcanzándome uno a mí. Brindamos y entonces dijo:
-Va a ser un gusto usarte para vengarme de tus hermanos-
-¿Si?, podes empezar cuándo quieras entonces- me sonreí, dándole vía libre para que se tomara revancha en la forma que más le apeteciera.
Dejó el vaso sobre la mesa y acercándose a mí empezó a desabrocharse el pantalón. Yo estaba sentada, por lo que cuándo peló su bien provista verga ésta surgió pletórica e inmensa ante mis ojos. La tenía grande el Cholo, de un tamaño que intimidaba al igual que su persona, y eso que todavía no estaba en su punto de máxima erección, oscura, renegrida, con las venas bien marcadas deslizándose a lo largo y a lo ancho de todo su consistente contorno, la cabeza estaba hinchada y enrojecida, reluciente debido a unas profusas gotitas que le salían del orificio de la punta.
-¡Chupámela!- me dijo, o mejor dicho me ordenó.
Ni siquiera tuvo que insistirme al respecto. Se la agarré con una mano, se la froté un poquito y empecé por lamérsela desde abajo, subiendo despacio, dejándome quemar la palma de la lengua con el fuego de su virilidad. Subía y bajaba con la lengua, lamiendo todo a mi paso, hasta que me agarró de los pelos y levantándome la cabeza para que lo mirara, me dijo:
-¡Te dije que me la chuparas!- me hizo abrir la boca y de un solo empujón me la mandó hasta más allá de las amígdalas, ahogándome con su tremendo volumen, el cuál se ponía cada vez más duro, caliente e hinchado.
Obligada por las circunstancias me puse a chupársela con todo mi entusiasmo, pero era tan grande que en un momento me sentí sofocada, tuve que sacármela de la boca y escupir algo de saliva y de los fluidos que derramaba su verga para poder respirar. Me observé en un espejo que había en la pared, estaba con los ojos llorosos y las mejillas enrojecidas, pero eso no me importaba, así que tomé aire, y me la volví a comer, ofrendándole a tan eminente vergazo la mamada que se merecía. De a ratos me la sacaba de la boca y le escupía encima, esparciendo con los dedos lo que escupía por todo su contorno, y me la volvía a meter en la boca, devorando golosamente cada pedazo, cada trozo de esa verga que según las malas lenguas era la más peligrosa de todo San Justo.
Mientras se la chupaba, el Cholo se sacó la remera, exhibiendo en plenitud las cicatrices de su cuerpo y algunos tatuajes con tinta de birome que se había hecho en sus reiteradas entradas a prisión. Sin dejar de mamar ese suculento porongazo que parecía deshacerse en mi paladar, estiré mis manos hacia su pecho y acaricié esas marcas que delataban el constante riesgo en que vivía, eso me excitaba, saber que estaba peteando a un malviviente, a un delincuente, a un hampón, a alguien que vive al margen de la ley, y el pete era solo el comienzo.
Coincidiendo plenamente conmigo, me la sacó de la boca, me ayudo a levantarme y metiendo una mano por el costado del shortcito que tenía puesto, insertó sus dedos en mi conchita, iniciando unos movimientos por demás enloquecedores. Entonces sacaba los dedos, se los chupaba, degustando mi espesa intimidad y me los volvía a meter, más adentro cada vez, masturbándome en una forma frenética mientras que yo hacía lo mismo con su caliente verga, sacudiéndosela fuertemente, mojándome los dedos con su esencia viril.
Prácticamente a la rastra me llevó a su pieza y me tumbó boca abajo sobre la cama. Me agarró de la cintura con ambas manos y me levantó de forma tal que quedara con la cola bien empinada hacia arriba, me dio unos cuántos sopapos en las nalgas y me desabrochó el short, deslizándolo junto con mi tanga casi hasta los tobillos, desnudando por completo mis atributos posteriores. Yo estaba con la cara enterrada en el colchón, de modo que no podía ver nada, aunque si podía sentir, y lo que sentí, tras otra fuerte nalgada que resonó estruendosamente entre las paredes de aquella sombría habitación, fue la hinchada cabeza de su verga apoyándose entre mis labios íntimos. Me la dejó un instante ahí, dejando que se humedeciera con mis espesos fluidos, y entonces sí, me la metió de un solo envión, estremeciendo hasta la última fibra de mi cuerpo con ese profundo ensarte con el que me abrió de par en par, la tenía tan grande el Cholo que se me hinchaba el vientre cada vez que me la mandaba hasta lo más hondo, llenándome toda con su carne rebosante de virilidad, tan caliente y deliciosa, tan potente, fortificada, excedida de vigor.
-Nunca imaginé que fueras tan puta… y así te voy a coger… como la puta que sos…- me decía penetrándome sin piedad alguna, entrando y saliendo en toda su venerable extensión, sacándole chispas a mis gajos con cada embestida.
¿Qué puedo decir?, lloraba del placer que me estaba suministrando. Parecía como si recién hubiera salido de la cárcel después de una larga condena y quisiera desquitarse conmigo toda esa prolongada abstinencia. Yo me abría toda y más también, deseosa de sentir esa verga colapsando mi intimidad, gozando salvajemente cada embiste, cada combazo con el que me glorificaba. Era morboso, siniestro, sombrío, pero me encantaba. Me mojaba sin parar de solo sentir esa fabulosa verga machacando en las partes más íntimas de mi anatomía.
Tras una buena movida, me la sacó de adentro y se echó de espalda en la cama, indicándome que me sentara encima de él. Me levanté como pude, sintiendo unos dolorosos pinchazos en esa parte en donde me había penetrado tan brutalmente, pero así y todo estaba dispuesta a seguir adelante.
Me le subí encima acomodándome como para que esa imponente verga me volviera a llenar en la forma adecuada. Al tenerla toda adentro, eché la cabeza hacia atrás y solté un gemido desgarrador, desde abajo el Cholo me apretó las tetas con sus manos de gorila y empezó a moverse, empujando cada vez más fuerte, sacudiéndome, estremeciéndome, haciéndome delirar de un placer cada vez más intenso y glorificante. Tras ese primer impacto yo también empecé a moverme, con más entusiasmo cada vez, deshaciéndome en polvos, gozando a más no poder de ese garche que me transportaba hacia Universos que están más allá de la comprensión natural.
Gemía, jadeaba, suspiraba, gritaba, todo junto, y todo más intensamente cada vez, dejándome garchar en esa forma tan brutal aunque terriblemente deliciosa. Mi conchita se empalagaba con esa verga, devorándola en toda su colosal extensión, disfrutando cada pedazo.
-¡Chupámela de nuevo!- me pidió tras una larga y agitada cabalgata, así que me bajé, me acomodé a un costado de su cuerpo y se la volví a mamar, saboreando en su superficie no solo su propio sabor sino también el mío.
Sintiéndola todavía bien endurecida, me le subí encima de nuevo, pero esta vez de espalda, clavándomela de una, haciendo que fluyera de una sola sentada hasta lo más profundo de mi caliente intimidad, y ahí, ya muy bien clavada, empecé a subir y bajar, moviéndome furiosamente, agitándome con todas mis ansías, y mientras yo me movía a mi propio ritmo, tan entusiasta y desesperada, con sus dedos él me acariciaba el clítoris, me lo apretaba y pellizcaba, hasta que acabe estrepitosamente. Grité y me sacudí en violentos espasmos a la vez que un chorro de flujo salía disparado de mi conchita como una manguera recién abierta. Fue la acabada del siglo. Uno, dos, hasta tres chorros fluyeron violentamente, salpicando las sábanas y nuestros cuerpos con su pegajosidad, pero él estaba dispuesto a seguir, yo ya no podía moverme, tenía las piernas entumecidas, por lo que deje que hiciera con mi cuerpo lo que quisiera. Así que me echó hacia un costado y desde atrás siguió dándome como si no tuviera fondo, solo que esta vez en lugar de enterrármela por la concha, me tenía bien enculada, perforándome tan profundamente que parecía querer sacarme petróleo. Y ahora sí, tras unos cuántos ensartes, igual de violentos e impulsivos que todos los demás, acabó tan caudalosamente que por un momento creí que iba a ahogarme con su esperma. Me acabó en el culo, regándome los intestinos con su esencia íntima. Fue un polvo… ¿cómo decirlo?..., cruel, violento, sanguinario, acorde a la reputación de quien me lo suministraba.
Aunque quería no podía levantarme de la cama, me dolía todo el cuerpo, como si me hubieran molido a palos, si bien la realidad era que me habían molido, sí, pero a pijazos. Tardé un buen rato en recuperarme, entonces fui rengueando al baño y me di una ducha para tratar de restaurar de alguna manera el brutal castigo al que me había sometido aquel indeseable sujeto. Cuándo salí él estaba profundamente dormido, así que me vestí y salí de su casa tan adolorida que apenas podía caminar, pero aún así pude llegar a la casa de mis padres.
El cholo había cumplido con su venganza, y mi cuerpo era testigo.
Siempre crei que el paradigma de la infidelidad es hacerlo con alguien que tu marido odie, con alguien que aborrezca, con su peor enemigo,con quién para él sea la peor de las lacras... en mi caso todavía no tuve la posibilidad de llevar a cabo tal experiencia, aunque estuve cerca... el siguiente relato trata sobre la vez que estuve con un hombre que durante mucho tiempo estuvo enemistado con mi familia, principalmente con mis hermanos. Recuerdo que de chica, en casa, estaba hasta prohibido nombrarlo. A tal extremo llegaba el odio hacia esa persona, aunque claro, eso no me importo a la hora de saciar mi libido.
ME DIO PARA QUE TENGA
Día de la madre en San Justo, ya le había agarrado el gusto a esto de visitar a mis viejos, y aprovechar algún momento de distracción familiar para hacerme una escapadita, esas que ustedes tanto disfrutan. La primera había sido con don Pereyra, el vecino de toda la vida, el que había visto desde el principio mi desarrollo hormonal, y que finalmente, después de tantos años, había logrado disfrutar de las bondades de mi cuerpo en una forma que de seguro siempre deseo pero que jamás debió creer que pudiera hacerse realidad.
No hubiera estado mal echarme otro polvo con el viejo, pero la idea es no repetirme, sino ofrecerles experiencias nuevas con cada entrada. Así es que aquel fin de semana ya iba con la idea de agregar una nueva marca a mi registro.
Después de las dudas y titubeos de las últimas semanas y gracias a algunos comentarios que escribieron en cada una de las entradas, llegué a una conclusión: FUI, SOY Y SIEMPRE VOY A SER ASI DE PUTA. No es algo que se haya dado repentinamente, de un día para el otro y que pueda desechar cuándo mejor me parezca, ni tampoco es algo de lo que me pueda aburrir. Esta en mis venas, en mi esencia, esta soy yo, sin máscaras ni disfraces, aunque en el día a día tenga que mostrarme de otra manera.
Pero bueno, dejemos por el momento estas disquisiciones filosóficas para alguna otra entrada y sigamos con el relato.
Llegamos a la casa de mis viejos, nos instalamos, almorzamos y a la hora de la siesta ya estuve preparada para lo que fuera. Mi marido se iba a jugar un partido de truco con mis hermanos, por lo que la situación resultaba inmejorable, aunque todavía no tenía ni idea de a quién iba a encarar. Igual no me hacía demasiado problema al respecto, sabía que una vez que saliera a la calle algo habría de surgir. Estaba tan caliente que le diría que sí al primero que me propusiera algo indecente, por más adefesio que fuera.
Así que le dije a mi Mamá que iba a dar una vuelta, y ya afuera empecé a caminar sin ningún rumbo determinado, tan solo me deje llevar. Crucé el camino de cintura y empecé a caminar en sentido contrario a la rotonda. Algunos tipos que me cruzaba en el camino me decían cosas, pero ninguno me proponía lo que realmente estaba buscando. Y lo peor de todo era que lo que me decían me ponía mucho más caliente todavía.
Fue así que llegué, sin darme cuenta, a la casa del “Cholo”. Hacia tiempo que no me acordaba de él. Para que se hagan una idea el Cholo es una especie de leyenda en nuestro barrio, un sujeto que siempre vivió al margen de la ley, que entraba y salía de la cárcel como si se tratara de su casa. Se rumoreaba que tenía conexiones con altos jefes de la policía de la provincia, razón por la cuál siempre lograba zafar. Vivía delinquiendo, y no lo ocultaba, ya que todos sabían que se trataba de un chorro, de un sujeto temible de quién había que cuidarse. Era peligroso, intimidante, y su cuerpo así lo evidenciaba con múltiples marcas y cicatrices que le otorgaban un aspecto mucho más amenazador aún. Era como para tenerle miedo, del tipo de sujeto que si te lo cruzas en la calle mas vale que te cambies de vereda. Sin embargo…
En cierta ocasión había tenido un problema con mis hermanos por el robo de un ciclomotor, ellos estaba seguros de que había sido él quién se lo había llevado de la puerta del negocio de mi hermano mayor, pero el sospechoso rechazaba toda acusación al respecto. En síntesis terminaron a las piñas. Fueron a parar todos a la comisaría, mis hermanos salieron enseguida ya que se trataba de dos personas de conducta intachable, en cambio él, debido a sus antecedentes, pasó el fin de semana en una celda hasta que sus contactos se enteraron y pudieron sacarlo. Entonces juro que se vengaría, aunque la venganza nunca llegó y la enemistad entre ellos pareció quedar sepultada en el pasado.
Ya estaba dejando atrás su casa, en realidad una prefabricada que se había levantado en un terreno usurpado, cuándo escucho un vozarrón a mis espaldas.
-¡Pero miren quién decidió volver al barrio!-
Me paré en secó, me di la vuelta y lo saludé con un tibio hola.
-¿Te acordás de mí?- me pregunto entonces, mirándome de arriba abajo con unos ojos que en cualquier momento parecían estar a punto de salírsele de la cara.
Yo era bastante chica cuándo pasó todo ese problema con mis hermanos, pero claro que me acordaba.
-Si, sos el Cholo- asentí.
-Exacto, vos sos Marielita, ¿no?, la hermana de los…….- quiso corroborar.
-Exacto- repetí –Aunque ya no soy tan Marielita- añadí refiriéndome obviamente a las formas de mi cuerpo.
Eso le encantó.
-Ya lo veo- coincidió abriendo bien los ojos y echándome una de esas miradas que lanzaban fuego.
Yo me mantuve ahí, quieta, esperando ansiosamente cualquier cosa que fuera a suceder.
-¿Y que haces por acá? ¿Acaso estás perdida?- me pregunto.
-No, solo salí a dar una vuelta a ver si encontraba algo interesante para hacer- le dije, mirándolo de la misma forma.
-¿Y, lo encontraste?- quiso saber.
-Puede ser- expresé refiriéndome obviamente al encuentro que acabábamos de tener.
-Y decime, ¿puedo invitarte una cerveza?- me pregunto ya dispuesto a no dejarme escapar.
-Sería muy atento de tu parte- le dije acercándome a la puerta de su casa.
Entonces me hizo un gesto para que entrara. Hice como que dudaba.
-¿Qué, acaso tenes miedo?- inquirió.
-Todos dicen que hay que tenértelo- le hice notar.
Se rió ante mi sinceridad.
-No te voy a morder, te lo prometo, a menos que vos me lo pidas, claro- aclaro más que oportunamente.
Yo también me reí y ya sin titubeo alguno entré a su casa, sintiéndome como Caperucita Roja entrando en la cueva del lobo feroz. Ya adentro sacó una cerveza bien fría de la heladera y llenó dos vasos, alcanzándome uno a mí. Brindamos y entonces dijo:
-Va a ser un gusto usarte para vengarme de tus hermanos-
-¿Si?, podes empezar cuándo quieras entonces- me sonreí, dándole vía libre para que se tomara revancha en la forma que más le apeteciera.
Dejó el vaso sobre la mesa y acercándose a mí empezó a desabrocharse el pantalón. Yo estaba sentada, por lo que cuándo peló su bien provista verga ésta surgió pletórica e inmensa ante mis ojos. La tenía grande el Cholo, de un tamaño que intimidaba al igual que su persona, y eso que todavía no estaba en su punto de máxima erección, oscura, renegrida, con las venas bien marcadas deslizándose a lo largo y a lo ancho de todo su consistente contorno, la cabeza estaba hinchada y enrojecida, reluciente debido a unas profusas gotitas que le salían del orificio de la punta.
-¡Chupámela!- me dijo, o mejor dicho me ordenó.
Ni siquiera tuvo que insistirme al respecto. Se la agarré con una mano, se la froté un poquito y empecé por lamérsela desde abajo, subiendo despacio, dejándome quemar la palma de la lengua con el fuego de su virilidad. Subía y bajaba con la lengua, lamiendo todo a mi paso, hasta que me agarró de los pelos y levantándome la cabeza para que lo mirara, me dijo:
-¡Te dije que me la chuparas!- me hizo abrir la boca y de un solo empujón me la mandó hasta más allá de las amígdalas, ahogándome con su tremendo volumen, el cuál se ponía cada vez más duro, caliente e hinchado.
Obligada por las circunstancias me puse a chupársela con todo mi entusiasmo, pero era tan grande que en un momento me sentí sofocada, tuve que sacármela de la boca y escupir algo de saliva y de los fluidos que derramaba su verga para poder respirar. Me observé en un espejo que había en la pared, estaba con los ojos llorosos y las mejillas enrojecidas, pero eso no me importaba, así que tomé aire, y me la volví a comer, ofrendándole a tan eminente vergazo la mamada que se merecía. De a ratos me la sacaba de la boca y le escupía encima, esparciendo con los dedos lo que escupía por todo su contorno, y me la volvía a meter en la boca, devorando golosamente cada pedazo, cada trozo de esa verga que según las malas lenguas era la más peligrosa de todo San Justo.
Mientras se la chupaba, el Cholo se sacó la remera, exhibiendo en plenitud las cicatrices de su cuerpo y algunos tatuajes con tinta de birome que se había hecho en sus reiteradas entradas a prisión. Sin dejar de mamar ese suculento porongazo que parecía deshacerse en mi paladar, estiré mis manos hacia su pecho y acaricié esas marcas que delataban el constante riesgo en que vivía, eso me excitaba, saber que estaba peteando a un malviviente, a un delincuente, a un hampón, a alguien que vive al margen de la ley, y el pete era solo el comienzo.
Coincidiendo plenamente conmigo, me la sacó de la boca, me ayudo a levantarme y metiendo una mano por el costado del shortcito que tenía puesto, insertó sus dedos en mi conchita, iniciando unos movimientos por demás enloquecedores. Entonces sacaba los dedos, se los chupaba, degustando mi espesa intimidad y me los volvía a meter, más adentro cada vez, masturbándome en una forma frenética mientras que yo hacía lo mismo con su caliente verga, sacudiéndosela fuertemente, mojándome los dedos con su esencia viril.
Prácticamente a la rastra me llevó a su pieza y me tumbó boca abajo sobre la cama. Me agarró de la cintura con ambas manos y me levantó de forma tal que quedara con la cola bien empinada hacia arriba, me dio unos cuántos sopapos en las nalgas y me desabrochó el short, deslizándolo junto con mi tanga casi hasta los tobillos, desnudando por completo mis atributos posteriores. Yo estaba con la cara enterrada en el colchón, de modo que no podía ver nada, aunque si podía sentir, y lo que sentí, tras otra fuerte nalgada que resonó estruendosamente entre las paredes de aquella sombría habitación, fue la hinchada cabeza de su verga apoyándose entre mis labios íntimos. Me la dejó un instante ahí, dejando que se humedeciera con mis espesos fluidos, y entonces sí, me la metió de un solo envión, estremeciendo hasta la última fibra de mi cuerpo con ese profundo ensarte con el que me abrió de par en par, la tenía tan grande el Cholo que se me hinchaba el vientre cada vez que me la mandaba hasta lo más hondo, llenándome toda con su carne rebosante de virilidad, tan caliente y deliciosa, tan potente, fortificada, excedida de vigor.
-Nunca imaginé que fueras tan puta… y así te voy a coger… como la puta que sos…- me decía penetrándome sin piedad alguna, entrando y saliendo en toda su venerable extensión, sacándole chispas a mis gajos con cada embestida.
¿Qué puedo decir?, lloraba del placer que me estaba suministrando. Parecía como si recién hubiera salido de la cárcel después de una larga condena y quisiera desquitarse conmigo toda esa prolongada abstinencia. Yo me abría toda y más también, deseosa de sentir esa verga colapsando mi intimidad, gozando salvajemente cada embiste, cada combazo con el que me glorificaba. Era morboso, siniestro, sombrío, pero me encantaba. Me mojaba sin parar de solo sentir esa fabulosa verga machacando en las partes más íntimas de mi anatomía.
Tras una buena movida, me la sacó de adentro y se echó de espalda en la cama, indicándome que me sentara encima de él. Me levanté como pude, sintiendo unos dolorosos pinchazos en esa parte en donde me había penetrado tan brutalmente, pero así y todo estaba dispuesta a seguir adelante.
Me le subí encima acomodándome como para que esa imponente verga me volviera a llenar en la forma adecuada. Al tenerla toda adentro, eché la cabeza hacia atrás y solté un gemido desgarrador, desde abajo el Cholo me apretó las tetas con sus manos de gorila y empezó a moverse, empujando cada vez más fuerte, sacudiéndome, estremeciéndome, haciéndome delirar de un placer cada vez más intenso y glorificante. Tras ese primer impacto yo también empecé a moverme, con más entusiasmo cada vez, deshaciéndome en polvos, gozando a más no poder de ese garche que me transportaba hacia Universos que están más allá de la comprensión natural.
Gemía, jadeaba, suspiraba, gritaba, todo junto, y todo más intensamente cada vez, dejándome garchar en esa forma tan brutal aunque terriblemente deliciosa. Mi conchita se empalagaba con esa verga, devorándola en toda su colosal extensión, disfrutando cada pedazo.
-¡Chupámela de nuevo!- me pidió tras una larga y agitada cabalgata, así que me bajé, me acomodé a un costado de su cuerpo y se la volví a mamar, saboreando en su superficie no solo su propio sabor sino también el mío.
Sintiéndola todavía bien endurecida, me le subí encima de nuevo, pero esta vez de espalda, clavándomela de una, haciendo que fluyera de una sola sentada hasta lo más profundo de mi caliente intimidad, y ahí, ya muy bien clavada, empecé a subir y bajar, moviéndome furiosamente, agitándome con todas mis ansías, y mientras yo me movía a mi propio ritmo, tan entusiasta y desesperada, con sus dedos él me acariciaba el clítoris, me lo apretaba y pellizcaba, hasta que acabe estrepitosamente. Grité y me sacudí en violentos espasmos a la vez que un chorro de flujo salía disparado de mi conchita como una manguera recién abierta. Fue la acabada del siglo. Uno, dos, hasta tres chorros fluyeron violentamente, salpicando las sábanas y nuestros cuerpos con su pegajosidad, pero él estaba dispuesto a seguir, yo ya no podía moverme, tenía las piernas entumecidas, por lo que deje que hiciera con mi cuerpo lo que quisiera. Así que me echó hacia un costado y desde atrás siguió dándome como si no tuviera fondo, solo que esta vez en lugar de enterrármela por la concha, me tenía bien enculada, perforándome tan profundamente que parecía querer sacarme petróleo. Y ahora sí, tras unos cuántos ensartes, igual de violentos e impulsivos que todos los demás, acabó tan caudalosamente que por un momento creí que iba a ahogarme con su esperma. Me acabó en el culo, regándome los intestinos con su esencia íntima. Fue un polvo… ¿cómo decirlo?..., cruel, violento, sanguinario, acorde a la reputación de quien me lo suministraba.
Aunque quería no podía levantarme de la cama, me dolía todo el cuerpo, como si me hubieran molido a palos, si bien la realidad era que me habían molido, sí, pero a pijazos. Tardé un buen rato en recuperarme, entonces fui rengueando al baño y me di una ducha para tratar de restaurar de alguna manera el brutal castigo al que me había sometido aquel indeseable sujeto. Cuándo salí él estaba profundamente dormido, así que me vestí y salí de su casa tan adolorida que apenas podía caminar, pero aún así pude llegar a la casa de mis padres.
El cholo había cumplido con su venganza, y mi cuerpo era testigo.
32 comentarios - Me dio para que tenga
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VAN MIS RESPETUOSOS +10
Jajaja... gracias. ❤️
Gracias... no soy muy buena para imaginar, todo lo que escribo es real, asi que me costaria bastante escribir sobre algo que no paso. Tendriamos que hacerlo de verdad... jajaja... te mando muchos besis. ❤️
Gracias... besitos. ❤️
Pero lo soy... y a mucha honra... jajaja. ❤️
Gracias...
❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️
Muchisimas gracias.... Besis y ❤️
Gracias... tambien como siempre van mis respetuosos:
❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️
Gracias... besitos. ❤️
Gracias... como me gusta que me digan perraaaaa... sobre todo en esos momentos, vos me entendes. Te mando muchos besitos.
sabes el trio que hariams con lorena?
segui escribiendo
otros 5
besos
Gracias Alex... Besis. ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️
¿Es una propuesta?...
Gracias tocaya por los puntos y te correspondo con 5 ❤️ ❤️ ❤️ ❤️ ❤️
(Lo de tocaya es porque me llamo Mariela Alejandra y no por lo de perra... jajaja)
charlamos un dia de estos??
Excelente relato como siempre querida...FELICITACIONES!