A la mañana siguiente el Sol brillaba ya muy cerca del cenit, cuando Lucía se despertó, con la claridad colándose por todas las rendijas de su ventana, que aún permanecía bajada. Se desperezó lentamente, estirándose una y otra vez, llegando con las manos y los pies a ambos lados de la cama, formando una gran X que trataba de llegar a las cuatro esquinas de su colchón de matrimonio, en el que ella se perdía durante las noches dando vuelta tras vuelta.
Aún no podía creer lo que le ocurrió la tarde noche anterior, sus recuerdos se agolpaban en su mente y las escenas tórridas y sensuales se cruzaban por su pensamiento, ocupándolo todo, haciéndola revivir esas sensaciones. No podía creer que la madre de Carmen se soltase la melena de aquella manera, no podía creer que ella no se hubiese tirado a su dulce Fran, en su lugar prefirió que fuese Carmen quien probase primero el dulce placer que destilaba su poderoso miembro, que manejaba con cariño y dulzura inenarrables. Pero así fue, así ocurrió y así lo vivió, perdurando ya en su memoria.
Al final habían conseguido encontrarle una novia a Fran, una joven dulce y cariñosa como él que a su vez tenía la inmensa suerte de haberlo conocido. Estaba segura de que se iban a llevar de maravilla estos dos, y sus madres sin duda cultivarían aún más su amistad y se ocuparían de que ellos fuesen felices en todos los aspectos. En cierta medida era una simbiosis en la cual cada miembro del grupo saca algo de provecho, Fran y Gisela estaba claro, pero Lucía también sabía que sus madres en cierta medida, se llevarían su comisión por cuidar a los tortolitos. Carmen ya había probado el sexo con Fran y estaba segura de que repetiría, eso si primero "daría de comer" a su hija y luego si quedaba algo se contentaría con las "sobras". Y a Ángeles le resultaría difícil renunciar a la intimidad que ya había ganado con su hijo, para ella Gisela sería también como una hija y los cuidaría igualmente.
Mientras estos pensamientos cruzaban por su mente, Lucía ya estaba sentada en el váter haciendo el piss matutino. Era tal su grado de abstracción y ensimismamiento que sin pretenderlo se descubrió hurgándose en su sexo, tras haberse secado. Y ciertamente estaba aún excitada, su clítoris resbalaba entre sus dedos índice y corazón, hinchado por las caricias se exhibía como un pavo real en presencia de sus congéneres.
Decidió volver a la cama y entregarse al goce solitario, hoy podía permitirse tirarse toda la mañana en la cama y eso hizo. Sus dedos recorrieron su cuerpo en busca de sus centros erógenos de placer, y sin duda los encontraron. Se retorció en sus sábanas de raso, atrapando entre sus suaves muslos la almohada, apretándola y estrangulándola mientras sus yemas acosaban y oprimían dulcemente su botón secreto, apretándolo una y otra vez. El dulce martirio, su goce solitario se vio recompensado con otro orgasmo, miles de estrellas nublaron su vista en aquella habitación en penumbra, mientras el sol resplandeciente ya había pasado el medio día.
El agua corrió por su piel, limpiando el sudor y refrescándola tras la larga noche, de sábanas calientes y húmedas. Se aseó bien íntimamente hasta sacar brillo a su herramienta de trabajo, pensó si debería asegurarlo, al igual que había actrices que aseguraban sus piernas o su trasero, se rió sola mientras se secaba.
Cuando se acordó de su rugiente estómago, se preparó un poco de leche con cereales, ya era la hora del almuerzo, pero no llegaba a tiempo a ningún restaurante así que lo más rápido que se le ocurrió fue tomar su desayuno de como de costumbre.
Mientras devoraba el tazón repleto de leche con los cereales flotando y abundante cola-cao encendió su iphone y vio que tenía cuatro o cinco llamadas perdidas y algunos correos sin leer. Eran de su agencia de contactos, así que pensó que ya estarían cabreados con ella por desaparecer de aquella manera. Pensó en que por cinco minutos ya podían esperar, así que terminó sus cereales y mientras lo hacía consultó sus correos. También se habían intentado poner en contacto con ella por email, así que en el correo comprobó el porqué de tanta urgencia.
Al parecer ese fin de semana había un congreso en la ciudad de uno de los principales partidos políticos del país, así que se esperaba la afluencia de cientos de congresistas con ganas de debatir y divertirse después de tanto debate. Para colmo el citado partido digamos que era de la rama conservadora, y esos eran justamente los peores. Así que su agencia la reclamaba para ejercer de azafata del congreso y así captar clientes para las dos noches que duraría, justo el viernes y el sábado. De modo que en un par de días podía sacarse unos miles y seguir con su modo de vida relajado.
Sin tiempo que perder se fue al salón de belleza y se dio un repaso general. Allí pidió a su amiga Marta que le hiciera la cera en sus partes íntimas y le diese un masaje, aunque se guardó de que Marta no se propasase, pues no podía llegar al congreso harta de sexo y no gustar a los hombres. Era curioso porque cuando estaba en cierta medida cachonda tenía más éxito que si ya había pasado un buen o mal rato, según se mire, con un cliente anterior, era como si su cuerpo saciado fuese menos apetecible a los hombres, que cuando estaba excitada y sedienta de sexo.
Cuando salió del salón se fue directamente al sitio donde estaban citadas todas las azafatas, previamente seleccionadas por la "organización" a través de los books solicitados a las principales agencias de modelos de la cuidad y como no, ella había sido seleccionada. Llegó junto al montón de chicas que hacían cola, las había de todos los tipos, rubias y morenas, pelirrojas y de color, mulatas y blancas como la leche. Pasaron a un salón y les fueron entregando sus uniformes según sus tallas, acabaron pareciendo un pequeño pelotón de bellezas, listas para entrar en combate con los políticos hambrientos de sus carnes prietas y sensuales.
Lucía se vistió y adecentó el uniforme un poco carca que la organización le había proporcionado, una talla menos y algún botón desabrochado en su escote sirvieron para darle un aspecto más "explosivo". Aprovechó después para pasar por el catering y merendar algo antes de que comenzasen a llegar los asistentes.
Los peces gordos llegaron todos uniformados, con trajes caros y corbatas de seda natural, con aires de sobriedad y también de superioridad. A ella la pusieron junto a la entrada, dando panfletos con el programa de los dos días de discursos y sesiones que se presentaban. Así tendría ocasión de contactar con sus futuros clientes e ir echando el anzuelo para ver quién picaba.
Un tipo alto y apuesto se acercó a ella, fue como un flechazo mutuo y la química de sus cuerpos habló por ellos antes de que pronunciasen palabra alguna.
- Hola, ¡qué tal! -saludó Lucía ofreciéndole el programa de discursos.
- Pues nada, a ver quien va ha hablar hoy -dijo él recogiendo el panfleto y echándole un vistazo desinteresadamente-. ¡Buff, esto es un rollo, hoy no hay nada que me interese por aquí! -exclamó segundos después cerrando el papel en sus manos.
- Vaya, pues no se tendrá que buscar otras formas de divertirse, ¿no? -flirteó Lucía echando su anzuelo.
- Estoy seguro de que tú eres la indicada para sugerirme algo, ¿verdad?
- Tal vez, eso depende de las ganas de diversión que tenga y la clase de diversión que busque -continuó argumentando Lucía mientras veía como el tipo, que era bastante más alto que ella le echaba un vistazo a su escote.
Lucía se había puesto un sujetador que realzaba su busto y lo juntaba, permitiéndole aprovechar sus pequeños encantos en su favor, pues a todos los hombres les gustan los pechos generosos o bien puestos si éstos no llegan a dicha generosidad, como era su caso.
- Bueno, pues tengo muuuchas ganas de diversión y lo cierto es que si tú me llevas voy donde me digas como un perrito fiel -sonrió picaronamente.
- Pues la verdad es que es un palo, porque tengo que estar aquí hasta la noche, cuando terminen de hablar sus compañeros "aburridos", podríamos vernos en la fiesta de después, ¿no?
- Tan tarde, se me va ha hacer muy larga la espera... "Lucía" -protestó el hombre leyendo su nombre en la placa que llevaba prendida en el pecho.
- Es que si me voy luego no cobraré y mi jefa que está por allí y es una vieja horrorosa me echará una bronca descomunal -se lamentó Lucía poniendo una voz melosa y aterciopelada.
- Eso no sería bueno, sin duda, aunque estoy seguro de que con lo que me cobrarías a mi suplirías con creces la paga que te de la organización, ¿verdad?
- Bueno, eso depende de lo generoso que sea usted conmigo... 'Victor' -lo llamó Lucía por su nombre, pues él también llevaba una placa identificativa.
Lo bueno de los congresos es que todos llevaban esa placa con sus nombres y cargos o procedencias así que una sola mirada bastaba para presentarse sin formalismos.
- No puedes parar para tomar un café o un pequeño descanso, así podríamos conversar más tranquilamente, ¿no crees? -le propuso el joven.
- ¡Qué buena idea! -le guiñó un ojo Lucía.
Se dirigió hacia su supervisora y le susurró algo al oído, esta de reojo miró al joven apuesto que había estado hablando con ella y le dio su consentimiento para ausentarse. De modo que juntos se marcharon hacia la cafetería del edificio de congresos. Allí siguieron conversando mientras Lucía se cruzaba de piernas en frente de aquel joven político a quien sin duda nadie conocía por allí y éste pudo observar su deliciosa joya libre de ataduras de braguitas o tangas.
Lo puso tan caliente que éste le insistió en no esperar a la noche para verla así que ella se las arregló para llevarlo al lavabo de señoras de la segunda planta, que estaba menos concurrido y allí se encerraron en el de minusválidos que era más espacioso y daba juego a posturas variadas.
Una vez dentro el hombre le pidió que le enseñase el coño y las tetas y sentado en la taza del váter la estuvo observando, luego le pidió que se acercara y sus grandes manos palparon su pequeño cuerpo. Lucía únicamente se desabrochó la blusa y el sujetador y se subió la minifalda elástica que marcaba sus caderas, dejando libres sus pechos y su chochito. El hombre se los chupó con deleite al tiempo que le metió un dedo en el coño, que aún no estaba lo suficientemente lubricado así que no entró demasiado. Ella se lo chupó sensualmente y éste de nuevo lo intentó, llegando hasta su cálido interior con mayor facilidad.
Luego ella fue quien le quitó los pantalones y sin despojarlo de la camisa o la corbata, le limpió su verga en el lavabo con un poco de agua y jabón, secándola a continuación con papel secamanos. Arrodillada ante él, cuan largo era comenzó a chupársela con pasión lo que volvió loco al tipo que la hizo detenerse apenas había empezado. En ese momento supo que cuan grande era estaba a su merced, pues con tan sólo una ligera presión de sus labios y una succión precipitada de su dulce boquita de piñón, aquel tipo se vendría abajo y disfrutaría los placeres prohibidos, corriéndose en su boca, bueno más bien en el condón, pero para el caso era algo muy parecido.
Así que decidieron que él se sentase en la taza y ella lo cabalgara un rato, pero aún así apenas se había acoplado con su polla dentro de su chochito y dado unas cuantas culadas, el hombre volvió a pedir un "tiempo muerto" para reponerse.
- Es que hace mucho tiempo que no follo -le confesó.
- Tu mujer no te tiene contento, ¿eh? -se insinuó ella sonriente y desnuda como una gatita en celo.
- Pues no, ahora le ha dado por no follar y me tiene harto, por eso quería echar hoy un buen polvo.
- ¿Y lo estás consiguiendo? -preguntó Lucía segura de su respuesta.
- Pues sí, estás buenísima y me cuesta mucho aguantarme la corrida con ese coño delicioso que tienes. Ahora quiero follarte por detrás -le propuso el hombre poniéndose en pié.
- Tú mandas cariño -admitió Lucía, agarrándose a la barra de acero que había junto a la taza y elevando una de sus piernas colocándola sobre la tapa para ofrecerle su coño un poco más a la altura de aquel hombretón.
El tipo acercó su polla y se la introdujo por el coño hasta dentro. Agarrándola de su cintura de avispa comenzó a follarla con suavidad al principio y luego fue apretándole la cintura más y más y golpeándola con más fuerza, hasta hacerle un poco de daño incluso. Lucía estaba sorprendida de aquella reacción, se veía que ya se había calmado un poco y ahora arremetía con ganas contra su chochito, forzando la máquina y apretujándolo entre su culito respingón.
- ¡Buff, me corr...! -protestó sacándola de inmediato de su coño y agarrándose la polla como si en ello le fuese la vida.
Lucía se giró y lo contempló ciertamente divertida. En el fondo le gustaba ver cómo su coño dominaba a los hombres, muy pocos eran capaces de controlarse con sus pollas metidas dentro, con su suavidad y firmeza al mismo tiempo las estrujaba hasta que caían rendidas y vacías en su interior.
- ¡Casi! Aún no me he corrido, ahora quiero que me folles como antes, y esta vez con todas tus fuerzas, quiero que me proporciones una corrida para recordar, ¿de acuerdo?
- Vale, ya verás como me recuerdas cuando te estés follando a tu mujercita. Te correrás dentro de ella pero estarás pensando en mi, ya lo verás...
- Eso no será un problema... je je con lo buena que estás te dedicaré el próximo polvo o paja que me haga -le confesó sonriente.
Lucía colocó su coño en posición y agarrada a la barra se clavó su polla hasta el fondo. Luego suvió sus piernas y las apoyó en la cisterna de detrás, cruzándolas en la espalda del hombre, por debajo de sus brazos. Éste la agarró para evitar que se cayese para atrás, y así, empujándose con sus piernas comenzó a alejarse de él, haciendo que su polla saliera y luego las relajaba y se iba contra él, que la sujetaba por la espalda, clavándosela hasta los ovarios.
La postura resultó original y muy placentera, el tipo comenzó a resoplar y resoplar, mientras aquel cuerpo fibroso le machacaba la polla con ganas. Lucía comenzó a excitarse también, pues la polla le apretaba muy adentro, no sabía exactamente donde pero le estaba gustando a rabiar.
De modo que tras unos segundos eternos el joven alto y apuesto explotó en el cuerpo pequeño y ceñido de Lucía, inundando el condón con su esperma, acumulado durante largas semanas de inactividad sexual.
Lucía no llegó a correrse, pero disfrutó de la follada, como otras veces ya hiciera, se mantuvo excitada y prefirió no correrse, aparte de que tampoco le dio tiempo, pues aquel hombre no aguantó lo que ella hubiese necesitado para alcanzar el clímax.
Así que se asearon y arreglaron, saliendo del lavabo como nuevos. El hombre se despidió de ella y hasta le dio las gracias por el rato de placer que le había hecho disfrutar.
Finalmente Lucía, volvió a su puesto y lo ocupó de nuevo, volviendo a poner su blanca sonrisa como cebo para el próximo pez que se acercase a ella. Nada el hacía presagiar lo que vería a continuación...
Pasó por el hall de entrada y se encaminó hacia donde ella estaba. Lucía se quedó petrificada, quiso que la tierra se la tragara allí mismo pero esto no iba a ocurrir, así que en un último instante reaccionó y avisó a su compañera que se sentía mal e iba al servicio.
Salió por piernas de allí, unas piernas que apenas la pudieron conducir hacia los lavabos, pues le temblaba todo el cuerpo. Un miedo irracional se fue apoderando poco a poco de cada músculo, de cada parte de su cuerpo hasta convertirse en pánico. Se encerró entre las cuatro paredes que antes la vieron gozar y hacer gozar a un cliente, pero esta vez lloró amargamente. Le costaba respirar y sintió ganas de vomitar, aunque por más que lo intentó, no consiguió nada. Le temblaban las piernas y un sudor frío comenzó a recorrerle la frente. Tras sentarse se tapó la cara y se echó sobre sus rodillas: "cómo era posible, cómo podía estar precisamente él allí, aquella noche", se dijo mientras sus lágrimas llenaban las palmas de sus manos que le cubrían la cara. El hijo de puta que le dio la paliza iba a resultar que era un político, por eso la policía no la volvió a llamar tras la denuncia, seguramente averiguaron que se trataba de un político, tal vez influyente quien sabe y se negaron a creer a una pobre putita joven como ella.
Allí pasó largo rato, hasta que una voz femenina se acercó a la puerta y le preguntó si se encontraba bien. Lucía despertó de su ataque de pánico y trató de serenarse, con voz de ultratumba respondió a la chica que se interesaba que no se encontraba muy bien y le pidió que avisara a la supervisora porque se tenía que marchar.
La chica obedeció y cuando Lucía se serenó un poco salió del váter y se lavo la cara, con todo el maquillaje corrido por las lágrimas tenía un aspecto terrible, parecía una modelo "gótica". Ciertamente había tenido mejores días. Se quitó el maquillaje con agua y jabón y se marchó del palacio de congresos rauda y veloz, en dirección a su casa. Huyó de allí despavorida, ¿qué otra cosa podía hacer?
Esa noche no durmió, las pesadillas la acosaban y le fue imposible conciliar el sueño. De madrugada se levantó, encendió su iMac y se puso a navegar por internet, buscaba información, una idea rondaba en su cabeza y quería hacer algunas averiguaciones...
A la mañana siguiente salió de casa muy temprano y se fue al salón de belleza de nuevo, el congreso comenzaba a medio día, los señores políticos no querían estropearse la juerga del día anterior y quedaron para almorzar y seguir por la tarde así que Lucía tenía tiempo para arreglarse.
Se tiñó el pelo de negro y se hizo un recogido muy elegante en la nuca, con multitud de horquillas y alfileres. La peluquera se lo desaconsejó, pues ella la veía monísima con su aspecto actual, pero Lucía insistió. Se puso maquillaje oscuro, con sombras de ojos igualmente oscuras que le daban un aspecto algo siniestro y salvaje. Cuando se miró al espejo ni ella misma se reconoció, justo lo que quería.
Se fue al congreso, pero antes pasó por la farmacia. Necesitaba unas píldoras especiales, unas que le ayudarían a mantener la calma y la serenidad en todo momento, para algo le valieron sus estudios de medicina, se trataba de beta-bloqueantes. Antes de llegar se tomó una y guardó otras para más tarde.
En el congreso se sorprendió por la calma que le aportó la química que acababa de ingerir, el pulso ya no le temblaba, y decidió pasar a la prueba de fuego y buscar a su agresor. No tardó en localizarlo, pavoneándose en un grupo de gordos enchaquetados. Se paseó delante de todos contoneando su culo con su vestido ajustado y se aseguró de captar las miradas, agachándose a recoger unos folletos, que deliberadamente dejó caer primero. Se volvió y lo vio observándola, ya había picado el primer anzuelo. Sorprendentemente ni un pestañeo por su parte, lo tenía todo bajo control, al menos por el momento.
Ya por la noche se cambió y volvió a salir, esta vez con un vestido de noche muy escotado por su espalda, llegando hasta su cintura, ajustado en sus caderas. Se encaminó hacia el restaurante donde tendría lugar la cena de despedida. Durante el día consiguió una invitación para la cena de gala, al igual que otras de las azafatas, todas profesionales del ramo como ella. Allí las sentaron por parejas y ella se aseguró de caer en la mesa donde estaba su antiguo maltratador.
Durante la cena comió, bebió y rió las tonterías que soltaban aquellos tipos por sus bocas, fanfarrones que se calentaban al calor de buenos vinos y viandas. Ella se insinuó durante todo el rato hacia él, y éste no tardó en caer en sus redes, a pesar de que en su mesa había competencia.
Luego llegó la fiesta y la barra libre, en los sótanos del establecimiento, convenientemente pertrechados para ejercer de discoteca, con un ambiente oscuro muy apropiado para escarceos y búsquedas de intimidad. Ella siguió pegada a su objetivo, hasta que este la invitó a una copa. Ahí desplegó todas sus artes femeninas hasta volverlo loco, arrimándosele y restregando su cuerpo de gata en celo durante el baile, sobándole el culo y dejándoselo sobar ella. Copa tras copa el tipo se fue emborrachando y embriagando con el perfume de Lucía, quien con cada acercamiento sentía un asco que a duras penas podía contener, únicamente sus pastillitas mágicas podían hacerla soportar el hedor nauseabundo de aquél tío borracho que le metía mano por todas partes, incluido su coño, a quien con todo descaro en aquella penumbra no dudaba en palpar y pellizcarle los labios.
Tuvo mucho cuidado de probar el alcohol, pues como bien sabía, sus pastillas "mágicas" estaban totalmente contraindicadas con las bebidas alcohólicas así que se pedía refrescos en lugar de copas y simulaba a medida que bebía que estaba borracha.
Cuando el tío ya estuvo a tono, le dijo que por qué no la llevaba a las afueras de la ciudad y la follaba viva. Ésta frase acompañada de un tocamiento de huevos y magreo de su polla, pusieron al tipo a mil, y éste no tardó en engancharla del brazo y sacarla de allí.
Al salir del ruido de la sala, ella le preguntó si tenía coche, él le dijo que si, que había alquilado uno de lujo. Así que ella le dijo que le apetecía follar dentro de él, que lo llevaría a un buen sitio para hacerlo, a lo que él aceptó sin rechistar.
Lucía lo dirigió hacia las orillas del río, a las afueras de la ciudad, por un camino de tierra paralelo a su curso, donde parejas de enamorados buscaban la intimidad. El tío casi no llega de lo pedo que estaba, a punto estuvo de chocar con otros coches durante el trayecto hasta allí, pero por suerte todo fue bien. Él, mientras conducía, encima no paraba de meterle mano e intentó que se la chupase mientras llegaban a lo que ella se resistió con todas sus fuerzas.
- Ya queda muy poco -le decía-. Ya casi estamos -repetía.
Al final del camino pararon, aparcó frente al agua en aquella oscura noche. Nada más parar el capullo decidió salir a mear y eso hizo, ésto le dio tiempo a ella para serenarse y pensar en cómo actuar. Cuando regresó, Lucía lo sorprendió echándosele literalmente encima, morreándolo con más asco que pasión pero el tío estaba tan borracho que tampoco apreciaría la diferencia, le desabrochó la camisa y luego el pantalón, extrajo su polla y trató de ponerla dura, pues con la borrachera no pasaba de morcillona. El tío le pidió que se la chupara, ella se resistió pero finalmente lo hizo, eso si se la enfundó convenientemente en un condón disimuladamente sin que él lo advirtiese, chupándosela con fuerza a continuación.
Esta fue la parte más difícil, mientras se la comía tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no vomitar allí mismo. Por su cabeza pasó la idea de arrancársela de un mordisco y salir huyendo, pero decidió que esa no era una buena idea y siguió chupándosela, tuvo que recurrir a la rabia que llevaba dentro para poder seguir.
Debido a su borrachera tuvo que insistir hasta que consiguió una buena erección. Al final volvió a subírsele encima y se la metió en su coño. Era curioso pues a pesar del asco que le provocaba aquél tío, su sexo estaba sorprendentemente lubricado, por lo que no necesitó lubricárselo con saliva ni nada parecido.
La polla entró sin dificultad y con más brusquedad que cariño lo folló botándole encima violentamente, cascándole los huevos mientras el tío soltaba toda clase de alaridos y le propinaba fuertes palmadas en sus cachetes. A Lucía le dolían pero ésto sólo hacía aumentar su rabia y follarlo con más ganas. Conocedora de los hombres supo parar a tiempo y entonces se detuvo.
- ¿Quieres correrte ya cabrón? -le susurró al oído.
- O sí, ¡que zorra eres, qué bien me has follado! ¿A que te gusta mi polla, eh puta? -preguntó groseramente aquel tío a quien tanto odiaba.
- ¡Oh si, la tienes pequeña y casi no te empalmas justo como me gustan! -le espetó.
- Si ya, eso dicen todas las que la prueban y luego repiten, ¿por qué será? -replicó con insolencia el que la tenía espatarrada encima.
- ¡No se, les gustará el "sado" o algo así! -exclamó Lucía sin venirse abajo.
Lucía seguía moviéndose poco a poco, manteniendo al cabrón en vilo, con su polla en el interior de su coño, con movimientos suaves y rítmicos. Sintiendo como la rabia y la ira crecían en su interior, recordando como las patadas y puñetazos la derribaron en aquel portal. Deseó arañarle la cara y sacarle los ojos, pero tenía otros planes para aquel hijo de puta.
Se abrazó fuertemente a él, pegando su cabeza a su a su pecho, haciendo que éste le comiese las tetas. Ella se aferró , entonces se abrazó a su cuello y extrajo un largo y fino alfiler de los muchos que componían su moño. Palpó su nuca, localizando un espacio intervertebral y apuntó el largo alfiler colocándolo entre sus dedos. Éste entró con firmeza atravesando las vertebras y llegando justo al cerebelo. Al igual que la puntilla de los toros seccionaba la médula en la base del cráneo matándolos, Lucía lo atravesó de igual modo provocándole una tetraplegia.
El tipo se quedó paralizado y acto seguido sus brazos cayeron inertes junto a sus muslos. Lucía, que se había detenido en sus movimientos, sintió un miedo atroz a pesar de las pastillas que se había tomado, era como si de repente se hubiesen pasado sus efectos lo provocó que su coño se contrajese más en torno a su polla. ¿Habría funcionado su maniobra?
Esperó unos segundos y poco a poco se separó del tío. Al ver sus ojos, con una mirada vacía y su boca abierta supo que el éxito había sido total. Paralizado de cuello para abajo, no estaba segura de si el tío seguía vivo aún o no.
- Ya no volverás a pegar a nadie más hijo de puta, ¿me recuerdas? Soy Lucía -le dijo con osadía-, la puta a la que casi matas en el portal
Lucía lo miró con odio y furia...
- ¡Cabrón, hijo de puta! -le escupió en la cara y lo abofeteó con todas sus fuerzas una y otra vez, pero el tío no pestañeó, estaba ya muerto.
Mientras lo abofeteaba, su cuerpo se agitaba encima de su polla y por extraño que parezca, estos movimientos mientras su coño estaba contraído por el miedo, provocaron un orgasmo en Lucía quien sólo pudo aferrarse al salpicadero para no caerse hacia atrás mientras las contracciones de su pelvis le provocaban estertores de placer. Esto la desconcertó, no podía creerlo pero así había ocurrido.
Cansada por el esfuerzo y la tensión sufridos, se sacó la polla de su sexo, abrió la puerta y se calló a la hierba, rodó por ella y quedó tendida boca arriba, mirando al cielo eclipsado por las luces de la ciudad. Lo había hecho, había sido capaz de hacerlo. El hombre que casi la mata, ahora estaba muerto a su espalda. Aún tenía que terminar el trabajo, así que retomó fuerzas y se levantó.
Quitó el condón al tío y lo lanzó al agua, guardó su polla en sus calzoncillos subiéndole la cremallera. Arrancó el coche, se subió a la puerta y se sentó parcialmente sobre el tío, pisó el embrague y metió primera. Suavemente fue soltando el embrague hasta que la tracción hizo que el coche comenzase a andar muy despacio. El potente motor diesel, no requirió que lo acelerara, simplemente tuvo que soltar el embrague suavemente y éste se puso en marcha.
A unos cinco metros estaba la orilla del río, con el embrague ya suelto completamente sólo tuvo que bajarse y empujar la puerta para que ésta se cerrase justo antes de comenzar a bajar la suave pendiente formada por bloques de hormigón que se habían colocado para afianzar la orilla. Fue entrando en el agua suave pero inexorablemente, al entrar en contacto la admisión de aire con el agua, el motor se caló pero con el impulso y debido a la cierta flotación del coche avanzó unos metros dentro del agua hasta que ésta empezó a entrar por las ventanillas abiertas.
El morro se hundió primero y de cabeza desapareció en las oscuras aguas que lo tragaron rápidamente en un estrepitoso burbujeo. Al final no quedó nada, sólo las burbujas siguieron saliendo unos segundos más hasta que el silencio se apoderó del lugar. Lucía, única testigo y ejecutora contempló la escena impasible desde la orilla.
Mientras desandaba el camino recorrido con el coche, en la oscuridad, sintió un alivió interior. En aquellos momentos no tuvo ningún remordimiento, tal vez fuese la química, tal vez mañana lo tendría. Ya estaba hecho y ahora tendría que vivir con esto sobre su conciencia el resto de su vida. Sólo el tiempo diría si era capaz de sobrellevar aquella carga.
Evitó ser vista por otros coches, que también deambulaban buscando intimidad por el lugar, hasta que salió a una calle de la ciudad, buscó una calle principal y llamó a un taxi, este la condujo cerca de su casa. El alba se abría paso sin demora cuando agua de la ducha acarició su piel. Se aseó concienzudamente, de un modo que rozó la obsesión, prestando especial atención a su coño, como siempre hacia, al final salio y con el mismo albornoz cayó rendida en la cama.
Cuando despertó ya era por la tarde del día siguiente, ni siquiera había comido, pero estaba tan cansada que ni se despertó para comer. Se levantó a duras penas, pues era como si las fuerzas la hubiesen abandonado y rapiñó la nevera en busca de azúcares que deglutir. Comió lo que pudo y volvió a la cama.
Por la mañana, muy temprano, un nuevo día se asomaba a la ciudad, mucho antes de que los rayos del sol alcanzaran los edificios más altos de ésta, Lucía ya había hecho una pequeña maleta y llamando a un taxi se dirigió al aeropuerto.
Sentada, cuando el avión despegó y empezó a deslizarse por el aire, Lucía miró por la ventanilla contemplando un nuevo amanecer, con el sol ya casi salido, con sus rayos iluminándolo todo a su paso, en un espectáculo sin igual. Tenía que salir de allí, necesitaba salir de allí imperiosamente, necesitaba tiempo, tiempo para pensar, tiempo para calmarse, darle tiempo al tiempo para olvidar, si es que eso era posible... un nuevo día de su vida comenzaba, y sin duda una nueva etapa también.
Aún no podía creer lo que le ocurrió la tarde noche anterior, sus recuerdos se agolpaban en su mente y las escenas tórridas y sensuales se cruzaban por su pensamiento, ocupándolo todo, haciéndola revivir esas sensaciones. No podía creer que la madre de Carmen se soltase la melena de aquella manera, no podía creer que ella no se hubiese tirado a su dulce Fran, en su lugar prefirió que fuese Carmen quien probase primero el dulce placer que destilaba su poderoso miembro, que manejaba con cariño y dulzura inenarrables. Pero así fue, así ocurrió y así lo vivió, perdurando ya en su memoria.
Al final habían conseguido encontrarle una novia a Fran, una joven dulce y cariñosa como él que a su vez tenía la inmensa suerte de haberlo conocido. Estaba segura de que se iban a llevar de maravilla estos dos, y sus madres sin duda cultivarían aún más su amistad y se ocuparían de que ellos fuesen felices en todos los aspectos. En cierta medida era una simbiosis en la cual cada miembro del grupo saca algo de provecho, Fran y Gisela estaba claro, pero Lucía también sabía que sus madres en cierta medida, se llevarían su comisión por cuidar a los tortolitos. Carmen ya había probado el sexo con Fran y estaba segura de que repetiría, eso si primero "daría de comer" a su hija y luego si quedaba algo se contentaría con las "sobras". Y a Ángeles le resultaría difícil renunciar a la intimidad que ya había ganado con su hijo, para ella Gisela sería también como una hija y los cuidaría igualmente.
Mientras estos pensamientos cruzaban por su mente, Lucía ya estaba sentada en el váter haciendo el piss matutino. Era tal su grado de abstracción y ensimismamiento que sin pretenderlo se descubrió hurgándose en su sexo, tras haberse secado. Y ciertamente estaba aún excitada, su clítoris resbalaba entre sus dedos índice y corazón, hinchado por las caricias se exhibía como un pavo real en presencia de sus congéneres.
Decidió volver a la cama y entregarse al goce solitario, hoy podía permitirse tirarse toda la mañana en la cama y eso hizo. Sus dedos recorrieron su cuerpo en busca de sus centros erógenos de placer, y sin duda los encontraron. Se retorció en sus sábanas de raso, atrapando entre sus suaves muslos la almohada, apretándola y estrangulándola mientras sus yemas acosaban y oprimían dulcemente su botón secreto, apretándolo una y otra vez. El dulce martirio, su goce solitario se vio recompensado con otro orgasmo, miles de estrellas nublaron su vista en aquella habitación en penumbra, mientras el sol resplandeciente ya había pasado el medio día.
El agua corrió por su piel, limpiando el sudor y refrescándola tras la larga noche, de sábanas calientes y húmedas. Se aseó bien íntimamente hasta sacar brillo a su herramienta de trabajo, pensó si debería asegurarlo, al igual que había actrices que aseguraban sus piernas o su trasero, se rió sola mientras se secaba.
Cuando se acordó de su rugiente estómago, se preparó un poco de leche con cereales, ya era la hora del almuerzo, pero no llegaba a tiempo a ningún restaurante así que lo más rápido que se le ocurrió fue tomar su desayuno de como de costumbre.
Mientras devoraba el tazón repleto de leche con los cereales flotando y abundante cola-cao encendió su iphone y vio que tenía cuatro o cinco llamadas perdidas y algunos correos sin leer. Eran de su agencia de contactos, así que pensó que ya estarían cabreados con ella por desaparecer de aquella manera. Pensó en que por cinco minutos ya podían esperar, así que terminó sus cereales y mientras lo hacía consultó sus correos. También se habían intentado poner en contacto con ella por email, así que en el correo comprobó el porqué de tanta urgencia.
Al parecer ese fin de semana había un congreso en la ciudad de uno de los principales partidos políticos del país, así que se esperaba la afluencia de cientos de congresistas con ganas de debatir y divertirse después de tanto debate. Para colmo el citado partido digamos que era de la rama conservadora, y esos eran justamente los peores. Así que su agencia la reclamaba para ejercer de azafata del congreso y así captar clientes para las dos noches que duraría, justo el viernes y el sábado. De modo que en un par de días podía sacarse unos miles y seguir con su modo de vida relajado.
Sin tiempo que perder se fue al salón de belleza y se dio un repaso general. Allí pidió a su amiga Marta que le hiciera la cera en sus partes íntimas y le diese un masaje, aunque se guardó de que Marta no se propasase, pues no podía llegar al congreso harta de sexo y no gustar a los hombres. Era curioso porque cuando estaba en cierta medida cachonda tenía más éxito que si ya había pasado un buen o mal rato, según se mire, con un cliente anterior, era como si su cuerpo saciado fuese menos apetecible a los hombres, que cuando estaba excitada y sedienta de sexo.
Cuando salió del salón se fue directamente al sitio donde estaban citadas todas las azafatas, previamente seleccionadas por la "organización" a través de los books solicitados a las principales agencias de modelos de la cuidad y como no, ella había sido seleccionada. Llegó junto al montón de chicas que hacían cola, las había de todos los tipos, rubias y morenas, pelirrojas y de color, mulatas y blancas como la leche. Pasaron a un salón y les fueron entregando sus uniformes según sus tallas, acabaron pareciendo un pequeño pelotón de bellezas, listas para entrar en combate con los políticos hambrientos de sus carnes prietas y sensuales.
Lucía se vistió y adecentó el uniforme un poco carca que la organización le había proporcionado, una talla menos y algún botón desabrochado en su escote sirvieron para darle un aspecto más "explosivo". Aprovechó después para pasar por el catering y merendar algo antes de que comenzasen a llegar los asistentes.
Los peces gordos llegaron todos uniformados, con trajes caros y corbatas de seda natural, con aires de sobriedad y también de superioridad. A ella la pusieron junto a la entrada, dando panfletos con el programa de los dos días de discursos y sesiones que se presentaban. Así tendría ocasión de contactar con sus futuros clientes e ir echando el anzuelo para ver quién picaba.
Un tipo alto y apuesto se acercó a ella, fue como un flechazo mutuo y la química de sus cuerpos habló por ellos antes de que pronunciasen palabra alguna.
- Hola, ¡qué tal! -saludó Lucía ofreciéndole el programa de discursos.
- Pues nada, a ver quien va ha hablar hoy -dijo él recogiendo el panfleto y echándole un vistazo desinteresadamente-. ¡Buff, esto es un rollo, hoy no hay nada que me interese por aquí! -exclamó segundos después cerrando el papel en sus manos.
- Vaya, pues no se tendrá que buscar otras formas de divertirse, ¿no? -flirteó Lucía echando su anzuelo.
- Estoy seguro de que tú eres la indicada para sugerirme algo, ¿verdad?
- Tal vez, eso depende de las ganas de diversión que tenga y la clase de diversión que busque -continuó argumentando Lucía mientras veía como el tipo, que era bastante más alto que ella le echaba un vistazo a su escote.
Lucía se había puesto un sujetador que realzaba su busto y lo juntaba, permitiéndole aprovechar sus pequeños encantos en su favor, pues a todos los hombres les gustan los pechos generosos o bien puestos si éstos no llegan a dicha generosidad, como era su caso.
- Bueno, pues tengo muuuchas ganas de diversión y lo cierto es que si tú me llevas voy donde me digas como un perrito fiel -sonrió picaronamente.
- Pues la verdad es que es un palo, porque tengo que estar aquí hasta la noche, cuando terminen de hablar sus compañeros "aburridos", podríamos vernos en la fiesta de después, ¿no?
- Tan tarde, se me va ha hacer muy larga la espera... "Lucía" -protestó el hombre leyendo su nombre en la placa que llevaba prendida en el pecho.
- Es que si me voy luego no cobraré y mi jefa que está por allí y es una vieja horrorosa me echará una bronca descomunal -se lamentó Lucía poniendo una voz melosa y aterciopelada.
- Eso no sería bueno, sin duda, aunque estoy seguro de que con lo que me cobrarías a mi suplirías con creces la paga que te de la organización, ¿verdad?
- Bueno, eso depende de lo generoso que sea usted conmigo... 'Victor' -lo llamó Lucía por su nombre, pues él también llevaba una placa identificativa.
Lo bueno de los congresos es que todos llevaban esa placa con sus nombres y cargos o procedencias así que una sola mirada bastaba para presentarse sin formalismos.
- No puedes parar para tomar un café o un pequeño descanso, así podríamos conversar más tranquilamente, ¿no crees? -le propuso el joven.
- ¡Qué buena idea! -le guiñó un ojo Lucía.
Se dirigió hacia su supervisora y le susurró algo al oído, esta de reojo miró al joven apuesto que había estado hablando con ella y le dio su consentimiento para ausentarse. De modo que juntos se marcharon hacia la cafetería del edificio de congresos. Allí siguieron conversando mientras Lucía se cruzaba de piernas en frente de aquel joven político a quien sin duda nadie conocía por allí y éste pudo observar su deliciosa joya libre de ataduras de braguitas o tangas.
Lo puso tan caliente que éste le insistió en no esperar a la noche para verla así que ella se las arregló para llevarlo al lavabo de señoras de la segunda planta, que estaba menos concurrido y allí se encerraron en el de minusválidos que era más espacioso y daba juego a posturas variadas.
Una vez dentro el hombre le pidió que le enseñase el coño y las tetas y sentado en la taza del váter la estuvo observando, luego le pidió que se acercara y sus grandes manos palparon su pequeño cuerpo. Lucía únicamente se desabrochó la blusa y el sujetador y se subió la minifalda elástica que marcaba sus caderas, dejando libres sus pechos y su chochito. El hombre se los chupó con deleite al tiempo que le metió un dedo en el coño, que aún no estaba lo suficientemente lubricado así que no entró demasiado. Ella se lo chupó sensualmente y éste de nuevo lo intentó, llegando hasta su cálido interior con mayor facilidad.
Luego ella fue quien le quitó los pantalones y sin despojarlo de la camisa o la corbata, le limpió su verga en el lavabo con un poco de agua y jabón, secándola a continuación con papel secamanos. Arrodillada ante él, cuan largo era comenzó a chupársela con pasión lo que volvió loco al tipo que la hizo detenerse apenas había empezado. En ese momento supo que cuan grande era estaba a su merced, pues con tan sólo una ligera presión de sus labios y una succión precipitada de su dulce boquita de piñón, aquel tipo se vendría abajo y disfrutaría los placeres prohibidos, corriéndose en su boca, bueno más bien en el condón, pero para el caso era algo muy parecido.
Así que decidieron que él se sentase en la taza y ella lo cabalgara un rato, pero aún así apenas se había acoplado con su polla dentro de su chochito y dado unas cuantas culadas, el hombre volvió a pedir un "tiempo muerto" para reponerse.
- Es que hace mucho tiempo que no follo -le confesó.
- Tu mujer no te tiene contento, ¿eh? -se insinuó ella sonriente y desnuda como una gatita en celo.
- Pues no, ahora le ha dado por no follar y me tiene harto, por eso quería echar hoy un buen polvo.
- ¿Y lo estás consiguiendo? -preguntó Lucía segura de su respuesta.
- Pues sí, estás buenísima y me cuesta mucho aguantarme la corrida con ese coño delicioso que tienes. Ahora quiero follarte por detrás -le propuso el hombre poniéndose en pié.
- Tú mandas cariño -admitió Lucía, agarrándose a la barra de acero que había junto a la taza y elevando una de sus piernas colocándola sobre la tapa para ofrecerle su coño un poco más a la altura de aquel hombretón.
El tipo acercó su polla y se la introdujo por el coño hasta dentro. Agarrándola de su cintura de avispa comenzó a follarla con suavidad al principio y luego fue apretándole la cintura más y más y golpeándola con más fuerza, hasta hacerle un poco de daño incluso. Lucía estaba sorprendida de aquella reacción, se veía que ya se había calmado un poco y ahora arremetía con ganas contra su chochito, forzando la máquina y apretujándolo entre su culito respingón.
- ¡Buff, me corr...! -protestó sacándola de inmediato de su coño y agarrándose la polla como si en ello le fuese la vida.
Lucía se giró y lo contempló ciertamente divertida. En el fondo le gustaba ver cómo su coño dominaba a los hombres, muy pocos eran capaces de controlarse con sus pollas metidas dentro, con su suavidad y firmeza al mismo tiempo las estrujaba hasta que caían rendidas y vacías en su interior.
- ¡Casi! Aún no me he corrido, ahora quiero que me folles como antes, y esta vez con todas tus fuerzas, quiero que me proporciones una corrida para recordar, ¿de acuerdo?
- Vale, ya verás como me recuerdas cuando te estés follando a tu mujercita. Te correrás dentro de ella pero estarás pensando en mi, ya lo verás...
- Eso no será un problema... je je con lo buena que estás te dedicaré el próximo polvo o paja que me haga -le confesó sonriente.
Lucía colocó su coño en posición y agarrada a la barra se clavó su polla hasta el fondo. Luego suvió sus piernas y las apoyó en la cisterna de detrás, cruzándolas en la espalda del hombre, por debajo de sus brazos. Éste la agarró para evitar que se cayese para atrás, y así, empujándose con sus piernas comenzó a alejarse de él, haciendo que su polla saliera y luego las relajaba y se iba contra él, que la sujetaba por la espalda, clavándosela hasta los ovarios.
La postura resultó original y muy placentera, el tipo comenzó a resoplar y resoplar, mientras aquel cuerpo fibroso le machacaba la polla con ganas. Lucía comenzó a excitarse también, pues la polla le apretaba muy adentro, no sabía exactamente donde pero le estaba gustando a rabiar.
De modo que tras unos segundos eternos el joven alto y apuesto explotó en el cuerpo pequeño y ceñido de Lucía, inundando el condón con su esperma, acumulado durante largas semanas de inactividad sexual.
Lucía no llegó a correrse, pero disfrutó de la follada, como otras veces ya hiciera, se mantuvo excitada y prefirió no correrse, aparte de que tampoco le dio tiempo, pues aquel hombre no aguantó lo que ella hubiese necesitado para alcanzar el clímax.
Así que se asearon y arreglaron, saliendo del lavabo como nuevos. El hombre se despidió de ella y hasta le dio las gracias por el rato de placer que le había hecho disfrutar.
Finalmente Lucía, volvió a su puesto y lo ocupó de nuevo, volviendo a poner su blanca sonrisa como cebo para el próximo pez que se acercase a ella. Nada el hacía presagiar lo que vería a continuación...
Pasó por el hall de entrada y se encaminó hacia donde ella estaba. Lucía se quedó petrificada, quiso que la tierra se la tragara allí mismo pero esto no iba a ocurrir, así que en un último instante reaccionó y avisó a su compañera que se sentía mal e iba al servicio.
Salió por piernas de allí, unas piernas que apenas la pudieron conducir hacia los lavabos, pues le temblaba todo el cuerpo. Un miedo irracional se fue apoderando poco a poco de cada músculo, de cada parte de su cuerpo hasta convertirse en pánico. Se encerró entre las cuatro paredes que antes la vieron gozar y hacer gozar a un cliente, pero esta vez lloró amargamente. Le costaba respirar y sintió ganas de vomitar, aunque por más que lo intentó, no consiguió nada. Le temblaban las piernas y un sudor frío comenzó a recorrerle la frente. Tras sentarse se tapó la cara y se echó sobre sus rodillas: "cómo era posible, cómo podía estar precisamente él allí, aquella noche", se dijo mientras sus lágrimas llenaban las palmas de sus manos que le cubrían la cara. El hijo de puta que le dio la paliza iba a resultar que era un político, por eso la policía no la volvió a llamar tras la denuncia, seguramente averiguaron que se trataba de un político, tal vez influyente quien sabe y se negaron a creer a una pobre putita joven como ella.
Allí pasó largo rato, hasta que una voz femenina se acercó a la puerta y le preguntó si se encontraba bien. Lucía despertó de su ataque de pánico y trató de serenarse, con voz de ultratumba respondió a la chica que se interesaba que no se encontraba muy bien y le pidió que avisara a la supervisora porque se tenía que marchar.
La chica obedeció y cuando Lucía se serenó un poco salió del váter y se lavo la cara, con todo el maquillaje corrido por las lágrimas tenía un aspecto terrible, parecía una modelo "gótica". Ciertamente había tenido mejores días. Se quitó el maquillaje con agua y jabón y se marchó del palacio de congresos rauda y veloz, en dirección a su casa. Huyó de allí despavorida, ¿qué otra cosa podía hacer?
Esa noche no durmió, las pesadillas la acosaban y le fue imposible conciliar el sueño. De madrugada se levantó, encendió su iMac y se puso a navegar por internet, buscaba información, una idea rondaba en su cabeza y quería hacer algunas averiguaciones...
A la mañana siguiente salió de casa muy temprano y se fue al salón de belleza de nuevo, el congreso comenzaba a medio día, los señores políticos no querían estropearse la juerga del día anterior y quedaron para almorzar y seguir por la tarde así que Lucía tenía tiempo para arreglarse.
Se tiñó el pelo de negro y se hizo un recogido muy elegante en la nuca, con multitud de horquillas y alfileres. La peluquera se lo desaconsejó, pues ella la veía monísima con su aspecto actual, pero Lucía insistió. Se puso maquillaje oscuro, con sombras de ojos igualmente oscuras que le daban un aspecto algo siniestro y salvaje. Cuando se miró al espejo ni ella misma se reconoció, justo lo que quería.
Se fue al congreso, pero antes pasó por la farmacia. Necesitaba unas píldoras especiales, unas que le ayudarían a mantener la calma y la serenidad en todo momento, para algo le valieron sus estudios de medicina, se trataba de beta-bloqueantes. Antes de llegar se tomó una y guardó otras para más tarde.
En el congreso se sorprendió por la calma que le aportó la química que acababa de ingerir, el pulso ya no le temblaba, y decidió pasar a la prueba de fuego y buscar a su agresor. No tardó en localizarlo, pavoneándose en un grupo de gordos enchaquetados. Se paseó delante de todos contoneando su culo con su vestido ajustado y se aseguró de captar las miradas, agachándose a recoger unos folletos, que deliberadamente dejó caer primero. Se volvió y lo vio observándola, ya había picado el primer anzuelo. Sorprendentemente ni un pestañeo por su parte, lo tenía todo bajo control, al menos por el momento.
Ya por la noche se cambió y volvió a salir, esta vez con un vestido de noche muy escotado por su espalda, llegando hasta su cintura, ajustado en sus caderas. Se encaminó hacia el restaurante donde tendría lugar la cena de despedida. Durante el día consiguió una invitación para la cena de gala, al igual que otras de las azafatas, todas profesionales del ramo como ella. Allí las sentaron por parejas y ella se aseguró de caer en la mesa donde estaba su antiguo maltratador.
Durante la cena comió, bebió y rió las tonterías que soltaban aquellos tipos por sus bocas, fanfarrones que se calentaban al calor de buenos vinos y viandas. Ella se insinuó durante todo el rato hacia él, y éste no tardó en caer en sus redes, a pesar de que en su mesa había competencia.
Luego llegó la fiesta y la barra libre, en los sótanos del establecimiento, convenientemente pertrechados para ejercer de discoteca, con un ambiente oscuro muy apropiado para escarceos y búsquedas de intimidad. Ella siguió pegada a su objetivo, hasta que este la invitó a una copa. Ahí desplegó todas sus artes femeninas hasta volverlo loco, arrimándosele y restregando su cuerpo de gata en celo durante el baile, sobándole el culo y dejándoselo sobar ella. Copa tras copa el tipo se fue emborrachando y embriagando con el perfume de Lucía, quien con cada acercamiento sentía un asco que a duras penas podía contener, únicamente sus pastillitas mágicas podían hacerla soportar el hedor nauseabundo de aquél tío borracho que le metía mano por todas partes, incluido su coño, a quien con todo descaro en aquella penumbra no dudaba en palpar y pellizcarle los labios.
Tuvo mucho cuidado de probar el alcohol, pues como bien sabía, sus pastillas "mágicas" estaban totalmente contraindicadas con las bebidas alcohólicas así que se pedía refrescos en lugar de copas y simulaba a medida que bebía que estaba borracha.
Cuando el tío ya estuvo a tono, le dijo que por qué no la llevaba a las afueras de la ciudad y la follaba viva. Ésta frase acompañada de un tocamiento de huevos y magreo de su polla, pusieron al tipo a mil, y éste no tardó en engancharla del brazo y sacarla de allí.
Al salir del ruido de la sala, ella le preguntó si tenía coche, él le dijo que si, que había alquilado uno de lujo. Así que ella le dijo que le apetecía follar dentro de él, que lo llevaría a un buen sitio para hacerlo, a lo que él aceptó sin rechistar.
Lucía lo dirigió hacia las orillas del río, a las afueras de la ciudad, por un camino de tierra paralelo a su curso, donde parejas de enamorados buscaban la intimidad. El tío casi no llega de lo pedo que estaba, a punto estuvo de chocar con otros coches durante el trayecto hasta allí, pero por suerte todo fue bien. Él, mientras conducía, encima no paraba de meterle mano e intentó que se la chupase mientras llegaban a lo que ella se resistió con todas sus fuerzas.
- Ya queda muy poco -le decía-. Ya casi estamos -repetía.
Al final del camino pararon, aparcó frente al agua en aquella oscura noche. Nada más parar el capullo decidió salir a mear y eso hizo, ésto le dio tiempo a ella para serenarse y pensar en cómo actuar. Cuando regresó, Lucía lo sorprendió echándosele literalmente encima, morreándolo con más asco que pasión pero el tío estaba tan borracho que tampoco apreciaría la diferencia, le desabrochó la camisa y luego el pantalón, extrajo su polla y trató de ponerla dura, pues con la borrachera no pasaba de morcillona. El tío le pidió que se la chupara, ella se resistió pero finalmente lo hizo, eso si se la enfundó convenientemente en un condón disimuladamente sin que él lo advirtiese, chupándosela con fuerza a continuación.
Esta fue la parte más difícil, mientras se la comía tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no vomitar allí mismo. Por su cabeza pasó la idea de arrancársela de un mordisco y salir huyendo, pero decidió que esa no era una buena idea y siguió chupándosela, tuvo que recurrir a la rabia que llevaba dentro para poder seguir.
Debido a su borrachera tuvo que insistir hasta que consiguió una buena erección. Al final volvió a subírsele encima y se la metió en su coño. Era curioso pues a pesar del asco que le provocaba aquél tío, su sexo estaba sorprendentemente lubricado, por lo que no necesitó lubricárselo con saliva ni nada parecido.
La polla entró sin dificultad y con más brusquedad que cariño lo folló botándole encima violentamente, cascándole los huevos mientras el tío soltaba toda clase de alaridos y le propinaba fuertes palmadas en sus cachetes. A Lucía le dolían pero ésto sólo hacía aumentar su rabia y follarlo con más ganas. Conocedora de los hombres supo parar a tiempo y entonces se detuvo.
- ¿Quieres correrte ya cabrón? -le susurró al oído.
- O sí, ¡que zorra eres, qué bien me has follado! ¿A que te gusta mi polla, eh puta? -preguntó groseramente aquel tío a quien tanto odiaba.
- ¡Oh si, la tienes pequeña y casi no te empalmas justo como me gustan! -le espetó.
- Si ya, eso dicen todas las que la prueban y luego repiten, ¿por qué será? -replicó con insolencia el que la tenía espatarrada encima.
- ¡No se, les gustará el "sado" o algo así! -exclamó Lucía sin venirse abajo.
Lucía seguía moviéndose poco a poco, manteniendo al cabrón en vilo, con su polla en el interior de su coño, con movimientos suaves y rítmicos. Sintiendo como la rabia y la ira crecían en su interior, recordando como las patadas y puñetazos la derribaron en aquel portal. Deseó arañarle la cara y sacarle los ojos, pero tenía otros planes para aquel hijo de puta.
Se abrazó fuertemente a él, pegando su cabeza a su a su pecho, haciendo que éste le comiese las tetas. Ella se aferró , entonces se abrazó a su cuello y extrajo un largo y fino alfiler de los muchos que componían su moño. Palpó su nuca, localizando un espacio intervertebral y apuntó el largo alfiler colocándolo entre sus dedos. Éste entró con firmeza atravesando las vertebras y llegando justo al cerebelo. Al igual que la puntilla de los toros seccionaba la médula en la base del cráneo matándolos, Lucía lo atravesó de igual modo provocándole una tetraplegia.
El tipo se quedó paralizado y acto seguido sus brazos cayeron inertes junto a sus muslos. Lucía, que se había detenido en sus movimientos, sintió un miedo atroz a pesar de las pastillas que se había tomado, era como si de repente se hubiesen pasado sus efectos lo provocó que su coño se contrajese más en torno a su polla. ¿Habría funcionado su maniobra?
Esperó unos segundos y poco a poco se separó del tío. Al ver sus ojos, con una mirada vacía y su boca abierta supo que el éxito había sido total. Paralizado de cuello para abajo, no estaba segura de si el tío seguía vivo aún o no.
- Ya no volverás a pegar a nadie más hijo de puta, ¿me recuerdas? Soy Lucía -le dijo con osadía-, la puta a la que casi matas en el portal
Lucía lo miró con odio y furia...
- ¡Cabrón, hijo de puta! -le escupió en la cara y lo abofeteó con todas sus fuerzas una y otra vez, pero el tío no pestañeó, estaba ya muerto.
Mientras lo abofeteaba, su cuerpo se agitaba encima de su polla y por extraño que parezca, estos movimientos mientras su coño estaba contraído por el miedo, provocaron un orgasmo en Lucía quien sólo pudo aferrarse al salpicadero para no caerse hacia atrás mientras las contracciones de su pelvis le provocaban estertores de placer. Esto la desconcertó, no podía creerlo pero así había ocurrido.
Cansada por el esfuerzo y la tensión sufridos, se sacó la polla de su sexo, abrió la puerta y se calló a la hierba, rodó por ella y quedó tendida boca arriba, mirando al cielo eclipsado por las luces de la ciudad. Lo había hecho, había sido capaz de hacerlo. El hombre que casi la mata, ahora estaba muerto a su espalda. Aún tenía que terminar el trabajo, así que retomó fuerzas y se levantó.
Quitó el condón al tío y lo lanzó al agua, guardó su polla en sus calzoncillos subiéndole la cremallera. Arrancó el coche, se subió a la puerta y se sentó parcialmente sobre el tío, pisó el embrague y metió primera. Suavemente fue soltando el embrague hasta que la tracción hizo que el coche comenzase a andar muy despacio. El potente motor diesel, no requirió que lo acelerara, simplemente tuvo que soltar el embrague suavemente y éste se puso en marcha.
A unos cinco metros estaba la orilla del río, con el embrague ya suelto completamente sólo tuvo que bajarse y empujar la puerta para que ésta se cerrase justo antes de comenzar a bajar la suave pendiente formada por bloques de hormigón que se habían colocado para afianzar la orilla. Fue entrando en el agua suave pero inexorablemente, al entrar en contacto la admisión de aire con el agua, el motor se caló pero con el impulso y debido a la cierta flotación del coche avanzó unos metros dentro del agua hasta que ésta empezó a entrar por las ventanillas abiertas.
El morro se hundió primero y de cabeza desapareció en las oscuras aguas que lo tragaron rápidamente en un estrepitoso burbujeo. Al final no quedó nada, sólo las burbujas siguieron saliendo unos segundos más hasta que el silencio se apoderó del lugar. Lucía, única testigo y ejecutora contempló la escena impasible desde la orilla.
Mientras desandaba el camino recorrido con el coche, en la oscuridad, sintió un alivió interior. En aquellos momentos no tuvo ningún remordimiento, tal vez fuese la química, tal vez mañana lo tendría. Ya estaba hecho y ahora tendría que vivir con esto sobre su conciencia el resto de su vida. Sólo el tiempo diría si era capaz de sobrellevar aquella carga.
Evitó ser vista por otros coches, que también deambulaban buscando intimidad por el lugar, hasta que salió a una calle de la ciudad, buscó una calle principal y llamó a un taxi, este la condujo cerca de su casa. El alba se abría paso sin demora cuando agua de la ducha acarició su piel. Se aseó concienzudamente, de un modo que rozó la obsesión, prestando especial atención a su coño, como siempre hacia, al final salio y con el mismo albornoz cayó rendida en la cama.
Cuando despertó ya era por la tarde del día siguiente, ni siquiera había comido, pero estaba tan cansada que ni se despertó para comer. Se levantó a duras penas, pues era como si las fuerzas la hubiesen abandonado y rapiñó la nevera en busca de azúcares que deglutir. Comió lo que pudo y volvió a la cama.
Por la mañana, muy temprano, un nuevo día se asomaba a la ciudad, mucho antes de que los rayos del sol alcanzaran los edificios más altos de ésta, Lucía ya había hecho una pequeña maleta y llamando a un taxi se dirigió al aeropuerto.
Sentada, cuando el avión despegó y empezó a deslizarse por el aire, Lucía miró por la ventanilla contemplando un nuevo amanecer, con el sol ya casi salido, con sus rayos iluminándolo todo a su paso, en un espectáculo sin igual. Tenía que salir de allí, necesitaba salir de allí imperiosamente, necesitaba tiempo, tiempo para pensar, tiempo para calmarse, darle tiempo al tiempo para olvidar, si es que eso era posible... un nuevo día de su vida comenzaba, y sin duda una nueva etapa también.
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