María Paula, Gabriela, Daniela, Alfonsina, y todas las otras chicas estaban en la vereda del local tomando algo y charlando; no a los gritos, pero sí bien animadamente. La mesa era como un muestrario tridimensional del menú, porque había cafés, tés, submarinos, gaseosas y sanguchitos.
Hacía de las cinco que estaban ahí. Primer semana de vacaciones y no podían estar separadas ni un minuto.
Poco a poco, mientras caía la tarde, todas se fueron marchando.
Al final quedaron María Paula, Gabriela y Daniela. Vino el mozo, acomodó la mesa, limpió, y al rato Daniela pagó y también se fue.
-Me gusta montarlo. -dijo Gabriela.
A María Paula le agarró tos cuando la escuchó, casi se atraganta con el sánguche.
-Sí?
-Sí. Está buenísimo -se sinceró Gabriela.
María Paula se quedó callada. Ella era virgen. Por convencimiento, no porque no haya tenido invitaciones y oportunidades.
Estuvieron en silencio un rato. Los autos paseaban despacito y la gente caminaba tranquila.
-Me gustaría verlo -dijo María Paula.
Daniel fue a lo de Gabriela a las nueve y cuarto de la noche del Sábado, cuando sus padres no estaban.
María Paula estaba escondida atrás de unas macetas al lado de la ventana que da a la cochera.
Gabriela y Daniel se sentaron en el sillón marrón del estar.
Charlaban y se besaban. Sobre todo se besaban. Mucho. Cada vez más. Esas bocas se comían entre sí. La luz permanecía prendida, como habían acordado las dos, para que María Paula pudiera espiar del otro lado de la persiana.
Gabriela le desabrochó el pantalón a Daniel.
Ahí estaba. La verga. Tal como se veía en los videos de internet. Qué linda, y grande. Gabriela le empezó a pasar la lengua y a chupar. No me había dicho que se la chupaba -reclamó en voz baja para sí Pauli.
Pero sí, se la re-chupaba.
Gabriela se desnudó. Linda cola, si me gustaran las mujeres -pensó Paula.
Gabriela lo montó despacio. Claro, por eso lo llaman así, parece que anda a caballo, observaba Paula.
Primero en cámara lenta. Después con ritmo. Después más rápido. Más rápido. Más rápido. Después movimientos cortos y secos, como empacados, haciendo fuerza para clavarse y no separarse nunca más. Después lento de nuevo. Suspiros. Más lento. Más lento. Se quedaron quietos.
Gabriela se la sacó con cuidado, se bajó de él, fue y apagó la luz.
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Hacía de las cinco que estaban ahí. Primer semana de vacaciones y no podían estar separadas ni un minuto.
Poco a poco, mientras caía la tarde, todas se fueron marchando.
Al final quedaron María Paula, Gabriela y Daniela. Vino el mozo, acomodó la mesa, limpió, y al rato Daniela pagó y también se fue.
-Me gusta montarlo. -dijo Gabriela.
A María Paula le agarró tos cuando la escuchó, casi se atraganta con el sánguche.
-Sí?
-Sí. Está buenísimo -se sinceró Gabriela.
María Paula se quedó callada. Ella era virgen. Por convencimiento, no porque no haya tenido invitaciones y oportunidades.
Estuvieron en silencio un rato. Los autos paseaban despacito y la gente caminaba tranquila.
-Me gustaría verlo -dijo María Paula.
Daniel fue a lo de Gabriela a las nueve y cuarto de la noche del Sábado, cuando sus padres no estaban.
María Paula estaba escondida atrás de unas macetas al lado de la ventana que da a la cochera.
Gabriela y Daniel se sentaron en el sillón marrón del estar.
Charlaban y se besaban. Sobre todo se besaban. Mucho. Cada vez más. Esas bocas se comían entre sí. La luz permanecía prendida, como habían acordado las dos, para que María Paula pudiera espiar del otro lado de la persiana.
Gabriela le desabrochó el pantalón a Daniel.
Ahí estaba. La verga. Tal como se veía en los videos de internet. Qué linda, y grande. Gabriela le empezó a pasar la lengua y a chupar. No me había dicho que se la chupaba -reclamó en voz baja para sí Pauli.
Pero sí, se la re-chupaba.
Gabriela se desnudó. Linda cola, si me gustaran las mujeres -pensó Paula.
Gabriela lo montó despacio. Claro, por eso lo llaman así, parece que anda a caballo, observaba Paula.
Primero en cámara lenta. Después con ritmo. Después más rápido. Más rápido. Más rápido. Después movimientos cortos y secos, como empacados, haciendo fuerza para clavarse y no separarse nunca más. Después lento de nuevo. Suspiros. Más lento. Más lento. Se quedaron quietos.
Gabriela se la sacó con cuidado, se bajó de él, fue y apagó la luz.
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