Me cogí a la mucama

Ella venía a hacer sus quehaceres todos los sábados. Yo casi siempre dormía hasta tarde, porque era fin de semana y no iba al colegio. Era una mujer de unos 45 años, morena, pelo corto con un culo que me volvía loco. Mi madre no la trataba bien creo que porque presentía la calentura que le tenía. Yo estaba en esas épocas en las que me pajeaba tres o cuatro veces al día. Cuando no tenía una polución nocturna. Era un vergel de leche y nunca la había puesto. Ella sabía de esto porque lavaba las sábanas. De hecho me miraba con cierto interés. Una de esas mañanas abrí los ojos y lo primero que vi es su rostro. Me estaba mirando el pene que se me habia puesto erecto. A la semana siguiente falleció un pariente por lo que mi madre se tuvo que ir de viaje y quedamos solos en casa. Recuerdo que esa mañana me levanté y ella estaba en la lavandería. Apenas me escucho tomo el palo de piso y empezó a limpiar la cocina , donde yo estaba preparándome un café, agachándose bien abajo y con las rodillas rectas. Tenía un pantalón blanco muy ajustado que dejaba ver ese culo que me entregaba como en bandeja. Yo estaba colorado, trataba de hablar con normalidad pero tartamudeaba. Ella se daba cuenta y se reía. Al punto que literalmente me arrinconó con su hermoso traste contra la mesada. Ahí no pude mas que empezarla a acariciar, temblando de miedo, de emoción , de alegría. Cuando quise acordar ella estaba arrodillada abriendome la bragueta y sacándome la pija afuera.
_Pendejo que ganas tenía de sacarte el jugo, dame lo que tenes ahí!!!Yo te voy a enseñar algo mas divertido que hacerse la paja. Es un desperdicio.
¡¡¡Como me la chupo!!!! yo por supuesto acabé en menos de dos minutos...
Luego ellla se sacó la blusa y me mostro sus senos. No hizo falta ninguna indicación se los empecé a chupár con infiníto frenesí mientras le manoseaba las nalgas por atras. Entonces la experimentada mujer me empezó a estirar el pito que enseguida se puso erecto y así se dió vueltas y se posó sobre el marco de una ventana que daba a un patio interno. Y me dijo:
_Nene bajame los pantalones que tengo un regalito par vos.
Su culo en esa pocisión parecía un corazón mientras se los sacaba atropelló mis sentidos un exquisito baho que nunca había olido. Un orto generoso y una concha bien peluda me esperaban. Me agarro el falo y se lo puso en la zorra. Y se empezó a mover. Alli supe lo que era cabalgar, allí supe lo que era volar, allí supe que coger era mejor que hacerse la paja. Pero nunca deje ni una cosa ni la otra.