Los padres de Eugenia habían salido a cenar al centro.
Ellas dos comieron una naranja y se tiraron en la cama grande a ver tele.
Después de dibujos animados, novelas de MTV, algún programa berreta del verano, a las once y media de la noche dieron con una película erótica en el canal 29.
El hombre le estaba comiendo el cuello a besos a una mujer rubia de gran cabellera; ella tiraba la cabeza hacia atrás y disfrutaba.
Las chicas se la quedaron viendo.
El tono de la luz de la escena era anaranjado. Un interior, pero parecía luz del sol del atardecer.
Las chicas estaban con pantalones cortitos y sueltos.
Gabriela estaba tirada de panza, apoyando su cara en sus manos y sus brazos en los codos.
Eugenia se llevó la mano allá abajo para tocarse un poco.
En la película no se veía nada explícito, pero ellas dos se lo imaginaban bastante bien.
Eugenia se puso en cuatro patas de una manera natural, no forzada.
Se llevó la mano para atrás, corrió un poco la bombacha por entre el pantaloncito suelto y se tocaba, haciéndose suaves caricias.
Gabriela seguía como antes.
Ay, necesito que me cojan!, -soltó Eugenia.
Gabriela volvió en sí, y aunque estaba concentrada en la película, la escuchó.
Sus largas piernas descalzas se bajaron de la cama y fueron a la cocina.
Al lado del horno, sobre la piedra, había una caramelera, y la tapa de cristal tenía una manija alargada, sólida, que, es verdad, parecía una pequeña verga transparente.
La llevó a la habitación con cuidado.
Se acomodó detrás de Eugenia.
Le corrió un poco más la bombacha (qué húmeda que estaba Eugenia!).
Y la insertó.
Eugenia se sacudió un poco con movimientos controlados, y acabó.
Es verdad, necesitaba que la cogieran.
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Ellas dos comieron una naranja y se tiraron en la cama grande a ver tele.
Después de dibujos animados, novelas de MTV, algún programa berreta del verano, a las once y media de la noche dieron con una película erótica en el canal 29.
El hombre le estaba comiendo el cuello a besos a una mujer rubia de gran cabellera; ella tiraba la cabeza hacia atrás y disfrutaba.
Las chicas se la quedaron viendo.
El tono de la luz de la escena era anaranjado. Un interior, pero parecía luz del sol del atardecer.
Las chicas estaban con pantalones cortitos y sueltos.
Gabriela estaba tirada de panza, apoyando su cara en sus manos y sus brazos en los codos.
Eugenia se llevó la mano allá abajo para tocarse un poco.
En la película no se veía nada explícito, pero ellas dos se lo imaginaban bastante bien.
Eugenia se puso en cuatro patas de una manera natural, no forzada.
Se llevó la mano para atrás, corrió un poco la bombacha por entre el pantaloncito suelto y se tocaba, haciéndose suaves caricias.
Gabriela seguía como antes.
Ay, necesito que me cojan!, -soltó Eugenia.
Gabriela volvió en sí, y aunque estaba concentrada en la película, la escuchó.
Sus largas piernas descalzas se bajaron de la cama y fueron a la cocina.
Al lado del horno, sobre la piedra, había una caramelera, y la tapa de cristal tenía una manija alargada, sólida, que, es verdad, parecía una pequeña verga transparente.
La llevó a la habitación con cuidado.
Se acomodó detrás de Eugenia.
Le corrió un poco más la bombacha (qué húmeda que estaba Eugenia!).
Y la insertó.
Eugenia se sacudió un poco con movimientos controlados, y acabó.
Es verdad, necesitaba que la cogieran.
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2 comentarios - Es verdad
pero segui asi que vas a mejorar!!