FOTOS COMPROMETIDAS
Frida se estaba empezando a acostumbrar a las broncas de su jefe cada mañana y aun no sabía muy bien por qué descargaba siempre con ella aquella ira. Suponía que tenía que ser así, más que una manía persecutoria, una especie de válvula de escape que ese hombre necesitaba descargar con alguien. Sin embargo ya no se asustaba como al principio cuando la amenazaba con el finiquito cada dos por tres.
Se sentó a su mesa, tras la riña, intentando quedarse relajada, arrancando su ordenador, dispuesta a leer los correos que se le acumulaban en la bandeja de entrada. Todo dentro de lo habitual, hasta que llegó a uno que decía “para mi putita” y cuyo remitente era un tal “Pitbull”. El primer pensamiento era considerarlo como un correo basura. Aun así la curiosidad le movió a abrirlo:
- “Hola putita, eres mía ¿sabes?, en el fondo sabía que eras una guarra de tomo y lomo, una cachonda incorregible, pero ahora voy a hacerte la más zorra de todas las zorras”
Frida sonrió, pensando en las ocurrencias que tenían algunos para mandar spam y bromas por Internet. Decidió borrar ese mensaje. Pero, curiosamente a los pocos segundos, el sonido inconfundible de un nuevo correo le hizo levantar la vista sobre el monitor. El asunto nuevamente “para mi putita” y el remitente otra vez, “Pitbull”. En esa ocasión, Frida no sonrió al leerlo:
- “Si crees que me vas a borrar, así como así, lo llevas claro pedazo de puta. Estoy controlándote ¿me entiendes?”
Frida se puso en pie, intentando ver entre sus compañeros de oficina, alguno que se estuviera mondando de risa o que le diera alguna idea del origen del supuesto bromista. Nadie parecía estar fuera de su concentrado trabajo y le resultaba difícil averiguarlo con una sola mirada. Decidió contestarle solo con una frase:
- “¿quién coño eres?”
De nuevo un mensaje casi instantáneo:
- “De momento bonita, tú no vas a hacer las preguntas ¿comprendes? Te vas a limitar a obedecer y punto. No creas que vas a adivinar así de fácil quién soy, porque no lo vas a saber nunca. Bueno, solo cuando yo lo considere oportuno”.
La primera reacción de la chica era intentar buscar una explicación a todo eso, pero no la encontraba. Si se trataba de una broma, estaba empezando a mosquearle y si alguien quería hacerle la pascua, lo estaba consiguiendo, al menos se estaba asustando más de la cuenta. Podría dirigirse al jefe y contarle la clase de mensajes que le estaban llegando, pero sabía que la reacción de este podría ser peor que sus broncas matutinas. No era un tipo al que le gustaran las tonterías ni perder el tiempo. En eso estaba cuando un nuevo mensaje del mismo remitente, “Pitbull” apareció en pantalla:
- “Mira nena, ni se te ocurra ir a nadie con este cuento, primero porque no ibas a salir bien parada y segundo porque estas a mis órdenes. Recuerda una cosa: Tengo poderosas razones para machacarte viva. Échale un vistazo a las fotos que te adjunto y comprenderás a lo que me refiero”
Se sentía totalmente incrédula de lo que leía, a pesar de todo abrió con miedo los archivos adjuntos, pensando que al final pudiera ser una burla de uno de sus compañeros más “simpáticos”, pero a medida que se fueron abriendo los archivos adjuntos, su cara fue cambiando de color hasta quedar completamente blanca. En todas las fotos, aparecía ella, con bastante claridad, arrodillada y haciéndole una mamada al jefe de contabilidad en los servicios de caballeros. La escena era completita: Cuando ella le bajaba la cremallera, cuando le sacaba la verga del pantalón y cuando su boca abarcaba todo el instrumento de ese hombre. No había duda que era ella. Su cara se mostraba claramente en la imagen. Por un momento pensó que todo aquello era una pesadilla y que despertaría en cualquier momento, pero no era así, todo era real… demasiado real. Maldito el día que conoció a aquel compañero de contabilidad, que ahora estaba despedido. Se liaron de la manera más tonta, siendo su relación de lo más efímera, pero no para aquella cámara que debió de estar escondida en el cubículo, en el momento más inoportuno y que ahora, meses después, ofrecía unas fotos tan comprometedoras. Frida trataba de pensar, de verle una razón a todo aquello, cuando llegó un nuevo mensaje de su acosador anónimo:
- “Verás putita, que no estoy faroleando. Sales guapa en esas fotos ¿eh? Y además… mmmmhh, tienes una boquita que la mama como los dioses. No sabía yo que fueras tan cerda, eso me pone muy bruto”
El primer deseo era salir corriendo de allí, pero ¿A dónde? Aquel hombre la tenía acorralada. Quería salir de dudas por si todo formara parte de una pesada broma o simplemente porque alguien le estuviera chantajeando de la forma más ruin. Mandó un breve mensaje al desconocido:
- “¿Qué quieres, cabrón?”
La contestación no se hizo esperar:
- “Schssssss, putita, no me vayas a hacer enfadar, porque puedo joderte viva ¿me comprendes bien? Imagina por un momento qué diría tu jefe si viera esas fotos, o tu novio, o tu padre… Tiene gracia, ¿no? ¿Puedes imaginar la cara de cualquiera de ellos si se las envío?”
Una lágrima recorrió la mejilla de esa mujer que se sentía hundida, hostigada, sin ningún tipo de solución a simple vista, más que esperar las intenciones de ese hombre desconocido. Le respondió sollozando:
- “¿Cuánto quieres?”
Esperó un tiempo que no debió ser mucho, pero que se le hizo eterno. Esta vez Pitbull no contestó por e-mail, sino a través de su teléfono móvil. Frida se asustó. La voz al otro lado era un susurro, seguramente para no ser reconocido por ella:
- Jajajaja… ¿Dinero zorrita? Sí, no estaría mal, ¿Quién sabe? Me harías ganar mucha pasta a costa de esas fotitos. Pero yo quiero algo más de ti.
- ¿Que quieres?, por favor, no me hagas esto…
- Verás, es muy sencillo. Tienes dos opciones: La primera es que hagas lo que yo te diga y verás que al final te acaba gustando o segunda, no hacerme caso, lo cual no te recomiendo… ya sabes por qué.
- Pero ¿qué quieres que haga?
- Quiero que salgas del trabajo. ¡Ahora!
- Pero no puedo.
- No entiendes, puta. Te digo que te vayas ahora mismo y salgas a la calle.
- Pero ¿Qué le digo a mi jefe?
- Me la suda. Dile lo que quieras.
La llamada se cortó. Frida estaba hecha un manojo de nervios. Por un lado no alcanzaba a creerse lo que le estaba sucediendo y por otro, se sentía profundamente intrigada por las intenciones de aquel sujeto que la estaba extorsionando. Obedeció las órdenes excusándose ante su jefe diciéndole que no se encontraba nada bien y en cierto modo era verdad, pues la angustia le atenazaba, sus manos sudaban y terribles escalofríos recorrían por todo su cuerpo pensando en las consecuencias que podría traerle todo aquello. Una vez en la calle recibió una nueva llamada de la anónima voz.
- Creo preciosa que nos vamos a entender. Me gusta que mi zorra obedezca sin rechistar. Buen comienzo. Tendrás tu recompensa y te dejaré que disfrutes un poquito de esta situación.
- Por favor, no me tortures más, dime que quieres, te lo suplico.
- Me gusta que supliques, me pone cachondo. Eso es que estás de acuerdo en que eres mi puta. ¿No es cierto?
Ella, estremecida, tardó unos segundos en contestar. Sabía que aquel tío se pondría más agresivo si le llevaba la contraria. Contestó tímidamente.
- Sí.
- Sí, ¿Qué?
- Soy tu puta.
Al salir esa frase de su boca sintió una sensación extraña, como si no lo hubiera pronunciado ella y lo más raro es que al hacerlo sintió un efecto menos malo de lo previsto.
- Ves que bien, mi niña, ya te dije que lo íbamos a pasar bien. Ahora te diriges a la tienda de ropa que hay dos calles más abajo. Preguntas por unas prendas que te han arreglado a tu nombre. Te las probarás, pero en realidad no hará falta pues me conozco tus medidas y sé que te sentará de miedo.
Frida caminaba calle abajo pensando si aquel tipo pudiera estar observándola desde alguna ventana e incluso se volvió un par de veces hacia atrás creyéndose perseguida. Llegó a la tienda abarrotada de gente y se dirigió al mostrador.
- Venía a recoger una ropa a nombre de Frida Vázquez.
Las dos dependientas se miraron y sonrieron. Con una seña le dijeron que les siguiera. Ellas hablaban entre sí y reían por el camino volviéndose de vez en cuando a observarla. Llegaron a un ascensor y por él subieron en silencio. Ni las dos chicas hablaban ni ella se atrevía a preguntar. Entraron en un despacho sin ventanas, con dos sillas, una gran mesa vacía y un armario. Una de las dependientas cerró la puerta con llave y en ese momento sonó nuevamente el móvil de Frida:
- Bueno, putita, ¿Estás asustada?
- Sí.
- Bien, eso es buena señal, el miedo es estimulante. Me gusta que sea así. Verás que bien lo vamos a pasar todos. Coloca tu móvil en el aparato que hay colgado en la pared, es un “manos libres” y así podremos trabajar todos mejor.
No entendía exactamente esa frase cuando decía todos y menos lo de trabajar. Las dos dependientas seguían observándola sin pronunciar palabra. De nuevo sonó la voz susurrante al otro lado del hilo, pero esta vez se oía claramente por toda la habitación a través de dos altavoces colgados del techo.
- Se me oye ahora mejor ¿no?
- Sí.
- Mira zorra, te presento a dos de mis mejores alumnas, ellas empezaron como tú y ahora son aplicadísimas, además de hermosas y obedientes putitas. Tienen prohibido hablar, así que no esperes que ellas te digan nada, si quieres algo te diriges exclusivamente a mí. ¿Has entendido?
- Sí.
- Creo que vas a ser muy buena. Mira, la rubia se llama Diana y la pelirroja Karen. Chicas saludad a nuestra invitada.
En ese momento Diana, la rubia alta se acercó hasta la aterrorizada Frida y sobándole una teta le plantó un beso prolongado en los labios, mordiéndolos, absorbiéndolos. Sin apenas tiempo para que la pobre muchacha tuviera tiempo de reaccionar, Karen se le acercó para morrearle de igual modo, salvo que esta vez abriendo con su propia boca la de Frida e introducirle la lengua explorando sus encías, sus dientes y su propia lengua. Se desembarazó como pudo de ellas pegándose a la pared y gritando espantada.
- ¿Qué coño hacéis?
La voz al otro lado del teléfono parecía divertirse de lo lindo con todo aquello.
- Jajaja. ¿Te ha gustado zorra?
- ¿Qué mierda es esta? Dime que queréis.
- A ti, puta, ¿Qué otra cosa?
- No estoy dispuesta…
- Verás, ¿Qué parte es la que no has entendido? Te dije que tenías dos opciones, que pasaras de mí, algo poco recomendable o que me hagas caso y obedezcas como una buena chica.
Frida se sentía rara, apenas acababa de besarse con esas dos desconocidas en una situación de lo más singular y se negaba a sí misma que eso pudiera darle cierto gusto. Verse sometida, encerrada y humillada en cierto modo, le estaba causando placer y eso quería sacárselo de la cabeza. Asustada de todo y de sí misma, intentó preguntar a su interlocutor cuales eran sus intenciones.
- Pero ¿Qué vais a hacer conmigo?
- No haremos nada que tú no quieras. Ahí tienes la puerta con las llaves por dentro, cuando quieras te largas. Pero eso sí, recuerda que te tengo bien agarrada por los huevos o en este caso por las tetas. Jajajaa….
- ¿Quieres decir que me puedo ir cuando quiera?
- Pero pedazo de puta, ¿Nos vas a aburrir con mil preguntas o qué?
- Esta bien, yo obedezco pero luego me dejarás en paz. ¿no? ¿O seguirás acosándome con las putas fotos?
- Estás portándote muy mal guarrilla, me estás tocando los cojones, así que tendré que darte un castigo extra, pero bueno, para que te quedes más tranquila decirte que luego me rogarás que la cosa no se quede en lo de hoy. Créeme. Tienes la libertad de irte cuando desees.
- ¿Qué tengo que hacer?
- Bien, me gusta que estás más dispuesta. Si eres una niña buena, tendrás un regalo, y sino un castigo. Aunque a veces confundo las dos cosas...jajaja… Para empezar, chicas, póngase a trabajar.
A pesar de estar tremendamente asustada, Frida se quedó inmóvil, mientras Karen y Diana comenzaban a desvestirla tal y como les había ordenado la autoritaria voz. Primero su pantalón que ambas bajaban por sus muslos, luego su chaqueta, a continuación su blusa y por último su ropa interior. Nunca antes había sentido nada parecido pero le gustó ofrecer su cuerpo desnudo a la vista de ellas. La voz se hizo oír de nuevo:
- Mmmm, sí que estás buena, zorra.
Frida se tapó instintivamente su pecho desnudo y miró a todos lados pensando que alguna cámara le pudiera estar enfocando, ya que se encontraba a solas con las dos chicas. Pitbull habló nuevamente:
- Sí, no busques nena, estoy viéndote, recuerda que estas controlada continuamente. Ahora las chicas te van a preparar. ¿Estas dispuesta?
Instintivamente Frida se limitó a contestar con un movimiento de cabeza, pues sus acciones se hacían mecánicas y prácticamente involuntarias. Los altavoces volvían a ofrecer la misteriosa voz:
- Ahora vas a ser una putita buena. Karen y Diana, son unas profesionales y te van a convertir en una esclava divina. Para empezar vamos a dejar ese coño bien limpio de pelos, completamente rasurado. El vello lo afea y no lo soporto.
Frida continuaba enmudecida y sorprendentemente se dejaba hacer, comportándose como una autómata, pensando que aquello tendría que acabar más rápido que tarde pero siempre con la intriga de saber que sería lo siguiente que podría sucederle. Se dejó llevar hasta la mesa donde la tumbaron, con su cuerpo desnudo mirando al techo y desde su posición pudo descubrir la cámara que antes no vio, vigilante desde el centro de la habitación. Intentó esbozar una sonrisa, pero no muy segura de que fuera más por pedir piedad que por intentar agradar a su acosador o porque en cierto modo aquello le estaba provocando una sensación más agradable de lo esperado. Pensaba que el hombre podría estar divirtiéndose tras la cámara mientras aquellas desconocidas le estaban rasurando el coño. Ella prefería no mirar, continuando con sus ojos cerrados hasta ver que ese anónimo descerebrado saciara su sed sádica de una manera o de otra. Entendía que ese era el precio que tenía que pagar por aquellas fotos. Y si ese tipo se la quisiera follar, no iba a rechistar, pues un polvo antes que un escándalo que pudiera dar un giro desagradable a su vida. Por su cabeza pasó la imagen de su jefe, su padre y su novio con la posibilidad de ser descubierta a causa de aquellas malditas imágenes. Total, ¿Qué es un polvo? Si ese tipo quería su cuerpo ella se lo iba a entregar sin objeción. La voz habló:
- Ya puedes mirar zorra, verás que buen trabajo te han hecho.
Su pubis estaba totalmente depilado y ciertamente no había notado casi nada, el miedo y la incertidumbre podrían haber hecho de perfecto anestésico. Cuantas veces se había negado a afeitárselo para su novio y ahora estaba allí con esas desconocidas que le habían hecho un rasurado rápido y perfecto, sin un solo pelo. Mientras la voz reía y disfrutaba de su nuevo aspecto.
- Ponte en pie y gírate. Quiero ver ese hermoso cuerpo.
Frida obedeció nuevamente y giró notando como en su sexo las palpitaciones indicaban el gusto que estaba viviendo.
- Niñas, hacedle un buen lavado.
Cuando aquel desconocido pronunció aquella frase, Frida creía que era un lavado a base de agua y jabón, pero de nuevo las chicas la llevaron hasta la mesa, tumbándola y entregándose a una curiosa ceremonia, comenzaron a lamerle con sus respectivas lenguas. Iniciaron la tarea por sus pies y en silencio prosiguieron por sus muslos, hasta alcanzar su húmedo coño. Como dos fieras se lanzaron a él, devorándolo. Eran como dos lobas combatiendo por un trozo de carne, salvo que esa carne eran sus labios vaginales, su sexo palpitante, su clítoris… Chuparon, lamieron y mordieron con ahínco esas hembras hambrientas y que indescriptiblemente le proporcionaban un placer inusitado. Frida no solo se dejó hacer sino que relajó todos los músculos que hasta entonces tenía paralizados para sentir como las manos, las bocas y especialmente sus lenguas le daban el mayor gozo de su vida. Esas hábiles mujeres exploraban cada centímetro de su piel, incidiendo con especial ahínco sobre su coño empapado hasta que tuvo que agarrarse a la mesa para producir un ruido seco que salía de su garganta, mezcla de alarido y de gemido contenido debido a un orgasmo intenso que estaba recibiendo mientras su cuerpo continuaba convulsionándose sin cesar. De nuevo la voz en los altavoces rompió el silencio.
- Bravo chicas, habéis hecho un buen lavado. La putita ha quedado saciada, para esta primera sesión. Pero ahora le toca trabajar, quiero ver lo dispuesta que es. ¡Vestidla!
Inmediatamente le ayudaron a incorporarse para posteriormente comenzar a vestirla desde los pies. Unas medias de rejilla, una falda negra muy ceñida de cuero negro sin nada debajo y un corsé sin tirantes muy ajustado a su cintura. Para terminar un maquillaje exageradamente llamativo. Su imagen en el espejo mostraba a lo que su interlocutor deseaba, una puta de lo más sugestiva. Nuevamente la transmisión de aquel hombre:
- Ahora nena, tu prueba final. Si la pasas, podremos dejarte marchar y olvidarnos de todo, pero tienes que sacar un sobresaliente, de ti depende. Aunque si consigues pasarla habrás renacido la puta que llevas dentro y no querrás dejarlo ahí. Las chicas te entregarán una copa y me la traes llena de leche, pero ya sabes a que leche me refiero.
- Pero yo…
- ¿Quién ha dicho que hables? Deja que termine, zorra. Quiero esa copa llena de semen, ¿comprendes? Y luego obediente te vienes de nuevo aquí a demostrarme que has sido una niña buena y te la bebes. Tienes veinte minutos. Es tu prueba de fuego. No me defraudes.
- Pero yo no puedo hacer eso. Además es imposible, en tan poco tiempo.
- Búscate la vida. La quiero llena en veinte minutos y ya estás perdiendo tiempo. Ah, una cosa, no puedes utilizar tu coño, ¿entiendes? Eso es sagrado… de momento.
Frida estaba hecha un lío, totalmente desorientada, pensó por un momento en abandonarlo todo, olvidarse de lo que pudiera sucederle, salir corriendo y atenerse a las consecuencias, pero en cambio algo dentro de ella le empujaba a continuar y terminar lo que había empezado. Al comenzar a andar percibió que una cosa se movía dentro de su vagina. Se quedó paralizada.
- Ah, se me olvidaba decirte: Las chicas te metieron unas bolas. Así me aseguro que no haces trampas con tu chochito. De paso te dará amenizarán el paseo…
Era cierto, a cada paso, aquellas bolas chinas que tenían un movimiento vibratorio extraño, le proporcionaban un gusto gigantesco y casi a la carrera se dirigió con su copa a la calle. A pesar de todo, parecía estar representando a la perfección su nuevo papel. Mientras avanzaba los coches pitaban, sin duda, su indumentaria indicaba lo que iba buscando: guerra y se sentía satisfecha con sus propios progresos. Se había convertido en puta y curiosamente eso, le divertía. No sé le ocurrió otro sitio que buscar que un pequeño local comercial en plena reforma. Entró sin llamar.
Los cuatro trabajadores que estaban metidos en faena, pintando una de las paredes de aquel comercio en construcción se detuvieron en seco al encontrarse en la puerta con una hermosa joven que vestía una falda cortísima, unos zapatos de plataforma y una expresión de lo más incitante y perversa.
Frida se sentía transformada, como una mujer nueva y sacó fuerzas de no se sabe donde para conseguir su propósito, llenar la maldita copa. En pocos segundos estaba desnuda ante aquellos cuatro atónitos hombres, que la observaban incrédulos, mientras esas dulces manos les masturbaban alternativamente y una dulce boca se hacía dueña de sus respectivas pollas a la desesperada con auténtica pericia. El sonido de su boca chupando y los gemidos de todos, era lo único que se escuchaba en aquella estancia. Su objetivo estaba claro y ellos no parecían estar en condiciones de preguntar y aun cuando lo hicieran no recibirían respuesta sino tan solo una hermosa mujer de carnosos labios que les abarcaba sus vergas enhiestas y les succionaba con desesperación hasta hacerles correr en el interior de una copa, como si todo eso formara parte de un rito, una apuesta o un sorprendente juego. La primera polla no tardó en dejar una buena dosis en el interior del recipiente, después otra y luego otra, hasta que la última la más grande de todas, seguía resistiéndosele, así que la chica mamó con más fuerza, acariciando los huevos de aquel hombre corpulento. La excitación de la chica iba en aumento y las bolas en el interior de su coño ayudaban considerablemente, además de la situación tan morbosa y extraña que estaba viviendo. Cerró los ojos ante un nuevo orgasmo y en ese preciso instante la descomunal polla soltó hasta cinco chorros de semen que diligentemente ella orientó hacia el interior de la copa, aunque alguno cayó sobre sus pechos desnudos. Lo recogió con sus dedos como si fuera un dulce néctar desperdiciado y lo introdujo en la pieza de cristal.
Sin ninguna otra explicación Frida se vistió y salió corriendo, ante los boquiabiertos operarios en dirección a la tienda subiendo a toda prisa hasta la habitación donde minutos antes había sido objeto de aquella extraña ceremonia. Llegó exhausta y cansada, pero con su copa casi llena. Se sentía victoriosa. La voz de su amo no se hizo esperar:
- Putita, putita, eres buena, lo sabía desde el principio. Pero…Veo que no has llenado la copa
- Lo siento mucho, no tenía tiempo suficiente.
Las palabras de Frida sonaban totalmente sinceras y sumisas y esa disposición llevó a Pitbull a ser más condescendiente.
- Está bien. ¡Bébetelo zorra!
Ella lo hizo sin rechistar y sin poner ningún tipo de traba a algo que nunca antes había hecho. Su novio le había pedido tantas veces que se tragara su semen y siempre se había negado rotundamente. Ahora lo hacía con auténtico deleite y pasando su lengua por el borde del cristal recogiendo hasta la última gota y relamiéndose.
- Muy bien, ¡Esa es mi puta! Sabía que no me ibas a defraudar. Has aprobado.
- ¿En serio? ¿Ya está?
- Sí, ya sé que te has quedado con las ganas, pero no se puede abusar, que luego te me envicias. Ahora ya puedes irte, has sido una nena buena. Has pasado la prueba, me siento muy orgulloso de ti. Como premio, te regalo esas bolas que ahora están moviéndose en tu coño. Así me recordarás.
- Y ¿Ya puedo irme?
- Si, veo que ya me estás echando de menos. Bueno, puede que nos volvamos a ver. Tendrás noticias mías ¿Ves como todo fue más divertido de lo que esperabas?
Karen y Diana le ayudaron a cambiarse de nuevo de ropa y regresó de nuevo a su trabajo intentando pensar en todas las cosas que le habían sucedido aquella insólita mañana. Llegó a pensar si todo era fruto de su imaginación y que lo que comenzó como una pesadilla, se había convertido, casi sin darse cuenta, en una especie de sueño. Aquel hombre desconocido tenía razón, había despertado algo en su interior que estaba latente y que le había proporcionado un inmenso placer. Nunca antes le había sucedido pero desde ese momento había descubierto una nueva puerta del placer.
Una vez en su trabajo, se acercó a su mesa, sintiéndose victoriosa por haber cumplido esa misión, pero sin poder evitar abrir su correo a la espera de una nueva orden de su amo. Ella sabía que se había convertido en una esclava, pero no le importaba en absoluto, al contrario, esa sensación le embelesaba. La voz de su jefe desde el despacho gritando su nombre le despertó de su letargo y de esa paz interior que ahora sentía. Dispuesta a escuchar una nueva bronca entró en el despacho hasta que algo chocante le hizo quedarse paralizada. Cuando al entrar, su jefe la observaba detenidamente, con cara de perversión todo su cuerpo, comprendió que algo raro sucedía. La inaudita mirada ese hombre le hizo reflexionar y sospechar que todo hubiera sido obra suya. Solo pudo hacerle una pregunta para salir de dudas.
- ¿Pitbull?
Su jefe sonrió. Y continuó con el papeleo, como si nada hubiera ocurrido, sin embargo la joven Frida no pudo más que sonreír, sabiendo que eso era solo el principio de algo que ella misma no quería rechazar, de algo a lo que había quedado profundamente seducida, casi sin quererlo.
Frida se estaba empezando a acostumbrar a las broncas de su jefe cada mañana y aun no sabía muy bien por qué descargaba siempre con ella aquella ira. Suponía que tenía que ser así, más que una manía persecutoria, una especie de válvula de escape que ese hombre necesitaba descargar con alguien. Sin embargo ya no se asustaba como al principio cuando la amenazaba con el finiquito cada dos por tres.
Se sentó a su mesa, tras la riña, intentando quedarse relajada, arrancando su ordenador, dispuesta a leer los correos que se le acumulaban en la bandeja de entrada. Todo dentro de lo habitual, hasta que llegó a uno que decía “para mi putita” y cuyo remitente era un tal “Pitbull”. El primer pensamiento era considerarlo como un correo basura. Aun así la curiosidad le movió a abrirlo:
- “Hola putita, eres mía ¿sabes?, en el fondo sabía que eras una guarra de tomo y lomo, una cachonda incorregible, pero ahora voy a hacerte la más zorra de todas las zorras”
Frida sonrió, pensando en las ocurrencias que tenían algunos para mandar spam y bromas por Internet. Decidió borrar ese mensaje. Pero, curiosamente a los pocos segundos, el sonido inconfundible de un nuevo correo le hizo levantar la vista sobre el monitor. El asunto nuevamente “para mi putita” y el remitente otra vez, “Pitbull”. En esa ocasión, Frida no sonrió al leerlo:
- “Si crees que me vas a borrar, así como así, lo llevas claro pedazo de puta. Estoy controlándote ¿me entiendes?”
Frida se puso en pie, intentando ver entre sus compañeros de oficina, alguno que se estuviera mondando de risa o que le diera alguna idea del origen del supuesto bromista. Nadie parecía estar fuera de su concentrado trabajo y le resultaba difícil averiguarlo con una sola mirada. Decidió contestarle solo con una frase:
- “¿quién coño eres?”
De nuevo un mensaje casi instantáneo:
- “De momento bonita, tú no vas a hacer las preguntas ¿comprendes? Te vas a limitar a obedecer y punto. No creas que vas a adivinar así de fácil quién soy, porque no lo vas a saber nunca. Bueno, solo cuando yo lo considere oportuno”.
La primera reacción de la chica era intentar buscar una explicación a todo eso, pero no la encontraba. Si se trataba de una broma, estaba empezando a mosquearle y si alguien quería hacerle la pascua, lo estaba consiguiendo, al menos se estaba asustando más de la cuenta. Podría dirigirse al jefe y contarle la clase de mensajes que le estaban llegando, pero sabía que la reacción de este podría ser peor que sus broncas matutinas. No era un tipo al que le gustaran las tonterías ni perder el tiempo. En eso estaba cuando un nuevo mensaje del mismo remitente, “Pitbull” apareció en pantalla:
- “Mira nena, ni se te ocurra ir a nadie con este cuento, primero porque no ibas a salir bien parada y segundo porque estas a mis órdenes. Recuerda una cosa: Tengo poderosas razones para machacarte viva. Échale un vistazo a las fotos que te adjunto y comprenderás a lo que me refiero”
Se sentía totalmente incrédula de lo que leía, a pesar de todo abrió con miedo los archivos adjuntos, pensando que al final pudiera ser una burla de uno de sus compañeros más “simpáticos”, pero a medida que se fueron abriendo los archivos adjuntos, su cara fue cambiando de color hasta quedar completamente blanca. En todas las fotos, aparecía ella, con bastante claridad, arrodillada y haciéndole una mamada al jefe de contabilidad en los servicios de caballeros. La escena era completita: Cuando ella le bajaba la cremallera, cuando le sacaba la verga del pantalón y cuando su boca abarcaba todo el instrumento de ese hombre. No había duda que era ella. Su cara se mostraba claramente en la imagen. Por un momento pensó que todo aquello era una pesadilla y que despertaría en cualquier momento, pero no era así, todo era real… demasiado real. Maldito el día que conoció a aquel compañero de contabilidad, que ahora estaba despedido. Se liaron de la manera más tonta, siendo su relación de lo más efímera, pero no para aquella cámara que debió de estar escondida en el cubículo, en el momento más inoportuno y que ahora, meses después, ofrecía unas fotos tan comprometedoras. Frida trataba de pensar, de verle una razón a todo aquello, cuando llegó un nuevo mensaje de su acosador anónimo:
- “Verás putita, que no estoy faroleando. Sales guapa en esas fotos ¿eh? Y además… mmmmhh, tienes una boquita que la mama como los dioses. No sabía yo que fueras tan cerda, eso me pone muy bruto”
El primer deseo era salir corriendo de allí, pero ¿A dónde? Aquel hombre la tenía acorralada. Quería salir de dudas por si todo formara parte de una pesada broma o simplemente porque alguien le estuviera chantajeando de la forma más ruin. Mandó un breve mensaje al desconocido:
- “¿Qué quieres, cabrón?”
La contestación no se hizo esperar:
- “Schssssss, putita, no me vayas a hacer enfadar, porque puedo joderte viva ¿me comprendes bien? Imagina por un momento qué diría tu jefe si viera esas fotos, o tu novio, o tu padre… Tiene gracia, ¿no? ¿Puedes imaginar la cara de cualquiera de ellos si se las envío?”
Una lágrima recorrió la mejilla de esa mujer que se sentía hundida, hostigada, sin ningún tipo de solución a simple vista, más que esperar las intenciones de ese hombre desconocido. Le respondió sollozando:
- “¿Cuánto quieres?”
Esperó un tiempo que no debió ser mucho, pero que se le hizo eterno. Esta vez Pitbull no contestó por e-mail, sino a través de su teléfono móvil. Frida se asustó. La voz al otro lado era un susurro, seguramente para no ser reconocido por ella:
- Jajajaja… ¿Dinero zorrita? Sí, no estaría mal, ¿Quién sabe? Me harías ganar mucha pasta a costa de esas fotitos. Pero yo quiero algo más de ti.
- ¿Que quieres?, por favor, no me hagas esto…
- Verás, es muy sencillo. Tienes dos opciones: La primera es que hagas lo que yo te diga y verás que al final te acaba gustando o segunda, no hacerme caso, lo cual no te recomiendo… ya sabes por qué.
- Pero ¿qué quieres que haga?
- Quiero que salgas del trabajo. ¡Ahora!
- Pero no puedo.
- No entiendes, puta. Te digo que te vayas ahora mismo y salgas a la calle.
- Pero ¿Qué le digo a mi jefe?
- Me la suda. Dile lo que quieras.
La llamada se cortó. Frida estaba hecha un manojo de nervios. Por un lado no alcanzaba a creerse lo que le estaba sucediendo y por otro, se sentía profundamente intrigada por las intenciones de aquel sujeto que la estaba extorsionando. Obedeció las órdenes excusándose ante su jefe diciéndole que no se encontraba nada bien y en cierto modo era verdad, pues la angustia le atenazaba, sus manos sudaban y terribles escalofríos recorrían por todo su cuerpo pensando en las consecuencias que podría traerle todo aquello. Una vez en la calle recibió una nueva llamada de la anónima voz.
- Creo preciosa que nos vamos a entender. Me gusta que mi zorra obedezca sin rechistar. Buen comienzo. Tendrás tu recompensa y te dejaré que disfrutes un poquito de esta situación.
- Por favor, no me tortures más, dime que quieres, te lo suplico.
- Me gusta que supliques, me pone cachondo. Eso es que estás de acuerdo en que eres mi puta. ¿No es cierto?
Ella, estremecida, tardó unos segundos en contestar. Sabía que aquel tío se pondría más agresivo si le llevaba la contraria. Contestó tímidamente.
- Sí.
- Sí, ¿Qué?
- Soy tu puta.
Al salir esa frase de su boca sintió una sensación extraña, como si no lo hubiera pronunciado ella y lo más raro es que al hacerlo sintió un efecto menos malo de lo previsto.
- Ves que bien, mi niña, ya te dije que lo íbamos a pasar bien. Ahora te diriges a la tienda de ropa que hay dos calles más abajo. Preguntas por unas prendas que te han arreglado a tu nombre. Te las probarás, pero en realidad no hará falta pues me conozco tus medidas y sé que te sentará de miedo.
Frida caminaba calle abajo pensando si aquel tipo pudiera estar observándola desde alguna ventana e incluso se volvió un par de veces hacia atrás creyéndose perseguida. Llegó a la tienda abarrotada de gente y se dirigió al mostrador.
- Venía a recoger una ropa a nombre de Frida Vázquez.
Las dos dependientas se miraron y sonrieron. Con una seña le dijeron que les siguiera. Ellas hablaban entre sí y reían por el camino volviéndose de vez en cuando a observarla. Llegaron a un ascensor y por él subieron en silencio. Ni las dos chicas hablaban ni ella se atrevía a preguntar. Entraron en un despacho sin ventanas, con dos sillas, una gran mesa vacía y un armario. Una de las dependientas cerró la puerta con llave y en ese momento sonó nuevamente el móvil de Frida:
- Bueno, putita, ¿Estás asustada?
- Sí.
- Bien, eso es buena señal, el miedo es estimulante. Me gusta que sea así. Verás que bien lo vamos a pasar todos. Coloca tu móvil en el aparato que hay colgado en la pared, es un “manos libres” y así podremos trabajar todos mejor.
No entendía exactamente esa frase cuando decía todos y menos lo de trabajar. Las dos dependientas seguían observándola sin pronunciar palabra. De nuevo sonó la voz susurrante al otro lado del hilo, pero esta vez se oía claramente por toda la habitación a través de dos altavoces colgados del techo.
- Se me oye ahora mejor ¿no?
- Sí.
- Mira zorra, te presento a dos de mis mejores alumnas, ellas empezaron como tú y ahora son aplicadísimas, además de hermosas y obedientes putitas. Tienen prohibido hablar, así que no esperes que ellas te digan nada, si quieres algo te diriges exclusivamente a mí. ¿Has entendido?
- Sí.
- Creo que vas a ser muy buena. Mira, la rubia se llama Diana y la pelirroja Karen. Chicas saludad a nuestra invitada.
En ese momento Diana, la rubia alta se acercó hasta la aterrorizada Frida y sobándole una teta le plantó un beso prolongado en los labios, mordiéndolos, absorbiéndolos. Sin apenas tiempo para que la pobre muchacha tuviera tiempo de reaccionar, Karen se le acercó para morrearle de igual modo, salvo que esta vez abriendo con su propia boca la de Frida e introducirle la lengua explorando sus encías, sus dientes y su propia lengua. Se desembarazó como pudo de ellas pegándose a la pared y gritando espantada.
- ¿Qué coño hacéis?
La voz al otro lado del teléfono parecía divertirse de lo lindo con todo aquello.
- Jajaja. ¿Te ha gustado zorra?
- ¿Qué mierda es esta? Dime que queréis.
- A ti, puta, ¿Qué otra cosa?
- No estoy dispuesta…
- Verás, ¿Qué parte es la que no has entendido? Te dije que tenías dos opciones, que pasaras de mí, algo poco recomendable o que me hagas caso y obedezcas como una buena chica.
Frida se sentía rara, apenas acababa de besarse con esas dos desconocidas en una situación de lo más singular y se negaba a sí misma que eso pudiera darle cierto gusto. Verse sometida, encerrada y humillada en cierto modo, le estaba causando placer y eso quería sacárselo de la cabeza. Asustada de todo y de sí misma, intentó preguntar a su interlocutor cuales eran sus intenciones.
- Pero ¿Qué vais a hacer conmigo?
- No haremos nada que tú no quieras. Ahí tienes la puerta con las llaves por dentro, cuando quieras te largas. Pero eso sí, recuerda que te tengo bien agarrada por los huevos o en este caso por las tetas. Jajajaa….
- ¿Quieres decir que me puedo ir cuando quiera?
- Pero pedazo de puta, ¿Nos vas a aburrir con mil preguntas o qué?
- Esta bien, yo obedezco pero luego me dejarás en paz. ¿no? ¿O seguirás acosándome con las putas fotos?
- Estás portándote muy mal guarrilla, me estás tocando los cojones, así que tendré que darte un castigo extra, pero bueno, para que te quedes más tranquila decirte que luego me rogarás que la cosa no se quede en lo de hoy. Créeme. Tienes la libertad de irte cuando desees.
- ¿Qué tengo que hacer?
- Bien, me gusta que estás más dispuesta. Si eres una niña buena, tendrás un regalo, y sino un castigo. Aunque a veces confundo las dos cosas...jajaja… Para empezar, chicas, póngase a trabajar.
A pesar de estar tremendamente asustada, Frida se quedó inmóvil, mientras Karen y Diana comenzaban a desvestirla tal y como les había ordenado la autoritaria voz. Primero su pantalón que ambas bajaban por sus muslos, luego su chaqueta, a continuación su blusa y por último su ropa interior. Nunca antes había sentido nada parecido pero le gustó ofrecer su cuerpo desnudo a la vista de ellas. La voz se hizo oír de nuevo:
- Mmmm, sí que estás buena, zorra.
Frida se tapó instintivamente su pecho desnudo y miró a todos lados pensando que alguna cámara le pudiera estar enfocando, ya que se encontraba a solas con las dos chicas. Pitbull habló nuevamente:
- Sí, no busques nena, estoy viéndote, recuerda que estas controlada continuamente. Ahora las chicas te van a preparar. ¿Estas dispuesta?
Instintivamente Frida se limitó a contestar con un movimiento de cabeza, pues sus acciones se hacían mecánicas y prácticamente involuntarias. Los altavoces volvían a ofrecer la misteriosa voz:
- Ahora vas a ser una putita buena. Karen y Diana, son unas profesionales y te van a convertir en una esclava divina. Para empezar vamos a dejar ese coño bien limpio de pelos, completamente rasurado. El vello lo afea y no lo soporto.
Frida continuaba enmudecida y sorprendentemente se dejaba hacer, comportándose como una autómata, pensando que aquello tendría que acabar más rápido que tarde pero siempre con la intriga de saber que sería lo siguiente que podría sucederle. Se dejó llevar hasta la mesa donde la tumbaron, con su cuerpo desnudo mirando al techo y desde su posición pudo descubrir la cámara que antes no vio, vigilante desde el centro de la habitación. Intentó esbozar una sonrisa, pero no muy segura de que fuera más por pedir piedad que por intentar agradar a su acosador o porque en cierto modo aquello le estaba provocando una sensación más agradable de lo esperado. Pensaba que el hombre podría estar divirtiéndose tras la cámara mientras aquellas desconocidas le estaban rasurando el coño. Ella prefería no mirar, continuando con sus ojos cerrados hasta ver que ese anónimo descerebrado saciara su sed sádica de una manera o de otra. Entendía que ese era el precio que tenía que pagar por aquellas fotos. Y si ese tipo se la quisiera follar, no iba a rechistar, pues un polvo antes que un escándalo que pudiera dar un giro desagradable a su vida. Por su cabeza pasó la imagen de su jefe, su padre y su novio con la posibilidad de ser descubierta a causa de aquellas malditas imágenes. Total, ¿Qué es un polvo? Si ese tipo quería su cuerpo ella se lo iba a entregar sin objeción. La voz habló:
- Ya puedes mirar zorra, verás que buen trabajo te han hecho.
Su pubis estaba totalmente depilado y ciertamente no había notado casi nada, el miedo y la incertidumbre podrían haber hecho de perfecto anestésico. Cuantas veces se había negado a afeitárselo para su novio y ahora estaba allí con esas desconocidas que le habían hecho un rasurado rápido y perfecto, sin un solo pelo. Mientras la voz reía y disfrutaba de su nuevo aspecto.
- Ponte en pie y gírate. Quiero ver ese hermoso cuerpo.
Frida obedeció nuevamente y giró notando como en su sexo las palpitaciones indicaban el gusto que estaba viviendo.
- Niñas, hacedle un buen lavado.
Cuando aquel desconocido pronunció aquella frase, Frida creía que era un lavado a base de agua y jabón, pero de nuevo las chicas la llevaron hasta la mesa, tumbándola y entregándose a una curiosa ceremonia, comenzaron a lamerle con sus respectivas lenguas. Iniciaron la tarea por sus pies y en silencio prosiguieron por sus muslos, hasta alcanzar su húmedo coño. Como dos fieras se lanzaron a él, devorándolo. Eran como dos lobas combatiendo por un trozo de carne, salvo que esa carne eran sus labios vaginales, su sexo palpitante, su clítoris… Chuparon, lamieron y mordieron con ahínco esas hembras hambrientas y que indescriptiblemente le proporcionaban un placer inusitado. Frida no solo se dejó hacer sino que relajó todos los músculos que hasta entonces tenía paralizados para sentir como las manos, las bocas y especialmente sus lenguas le daban el mayor gozo de su vida. Esas hábiles mujeres exploraban cada centímetro de su piel, incidiendo con especial ahínco sobre su coño empapado hasta que tuvo que agarrarse a la mesa para producir un ruido seco que salía de su garganta, mezcla de alarido y de gemido contenido debido a un orgasmo intenso que estaba recibiendo mientras su cuerpo continuaba convulsionándose sin cesar. De nuevo la voz en los altavoces rompió el silencio.
- Bravo chicas, habéis hecho un buen lavado. La putita ha quedado saciada, para esta primera sesión. Pero ahora le toca trabajar, quiero ver lo dispuesta que es. ¡Vestidla!
Inmediatamente le ayudaron a incorporarse para posteriormente comenzar a vestirla desde los pies. Unas medias de rejilla, una falda negra muy ceñida de cuero negro sin nada debajo y un corsé sin tirantes muy ajustado a su cintura. Para terminar un maquillaje exageradamente llamativo. Su imagen en el espejo mostraba a lo que su interlocutor deseaba, una puta de lo más sugestiva. Nuevamente la transmisión de aquel hombre:
- Ahora nena, tu prueba final. Si la pasas, podremos dejarte marchar y olvidarnos de todo, pero tienes que sacar un sobresaliente, de ti depende. Aunque si consigues pasarla habrás renacido la puta que llevas dentro y no querrás dejarlo ahí. Las chicas te entregarán una copa y me la traes llena de leche, pero ya sabes a que leche me refiero.
- Pero yo…
- ¿Quién ha dicho que hables? Deja que termine, zorra. Quiero esa copa llena de semen, ¿comprendes? Y luego obediente te vienes de nuevo aquí a demostrarme que has sido una niña buena y te la bebes. Tienes veinte minutos. Es tu prueba de fuego. No me defraudes.
- Pero yo no puedo hacer eso. Además es imposible, en tan poco tiempo.
- Búscate la vida. La quiero llena en veinte minutos y ya estás perdiendo tiempo. Ah, una cosa, no puedes utilizar tu coño, ¿entiendes? Eso es sagrado… de momento.
Frida estaba hecha un lío, totalmente desorientada, pensó por un momento en abandonarlo todo, olvidarse de lo que pudiera sucederle, salir corriendo y atenerse a las consecuencias, pero en cambio algo dentro de ella le empujaba a continuar y terminar lo que había empezado. Al comenzar a andar percibió que una cosa se movía dentro de su vagina. Se quedó paralizada.
- Ah, se me olvidaba decirte: Las chicas te metieron unas bolas. Así me aseguro que no haces trampas con tu chochito. De paso te dará amenizarán el paseo…
Era cierto, a cada paso, aquellas bolas chinas que tenían un movimiento vibratorio extraño, le proporcionaban un gusto gigantesco y casi a la carrera se dirigió con su copa a la calle. A pesar de todo, parecía estar representando a la perfección su nuevo papel. Mientras avanzaba los coches pitaban, sin duda, su indumentaria indicaba lo que iba buscando: guerra y se sentía satisfecha con sus propios progresos. Se había convertido en puta y curiosamente eso, le divertía. No sé le ocurrió otro sitio que buscar que un pequeño local comercial en plena reforma. Entró sin llamar.
Los cuatro trabajadores que estaban metidos en faena, pintando una de las paredes de aquel comercio en construcción se detuvieron en seco al encontrarse en la puerta con una hermosa joven que vestía una falda cortísima, unos zapatos de plataforma y una expresión de lo más incitante y perversa.
Frida se sentía transformada, como una mujer nueva y sacó fuerzas de no se sabe donde para conseguir su propósito, llenar la maldita copa. En pocos segundos estaba desnuda ante aquellos cuatro atónitos hombres, que la observaban incrédulos, mientras esas dulces manos les masturbaban alternativamente y una dulce boca se hacía dueña de sus respectivas pollas a la desesperada con auténtica pericia. El sonido de su boca chupando y los gemidos de todos, era lo único que se escuchaba en aquella estancia. Su objetivo estaba claro y ellos no parecían estar en condiciones de preguntar y aun cuando lo hicieran no recibirían respuesta sino tan solo una hermosa mujer de carnosos labios que les abarcaba sus vergas enhiestas y les succionaba con desesperación hasta hacerles correr en el interior de una copa, como si todo eso formara parte de un rito, una apuesta o un sorprendente juego. La primera polla no tardó en dejar una buena dosis en el interior del recipiente, después otra y luego otra, hasta que la última la más grande de todas, seguía resistiéndosele, así que la chica mamó con más fuerza, acariciando los huevos de aquel hombre corpulento. La excitación de la chica iba en aumento y las bolas en el interior de su coño ayudaban considerablemente, además de la situación tan morbosa y extraña que estaba viviendo. Cerró los ojos ante un nuevo orgasmo y en ese preciso instante la descomunal polla soltó hasta cinco chorros de semen que diligentemente ella orientó hacia el interior de la copa, aunque alguno cayó sobre sus pechos desnudos. Lo recogió con sus dedos como si fuera un dulce néctar desperdiciado y lo introdujo en la pieza de cristal.
Sin ninguna otra explicación Frida se vistió y salió corriendo, ante los boquiabiertos operarios en dirección a la tienda subiendo a toda prisa hasta la habitación donde minutos antes había sido objeto de aquella extraña ceremonia. Llegó exhausta y cansada, pero con su copa casi llena. Se sentía victoriosa. La voz de su amo no se hizo esperar:
- Putita, putita, eres buena, lo sabía desde el principio. Pero…Veo que no has llenado la copa
- Lo siento mucho, no tenía tiempo suficiente.
Las palabras de Frida sonaban totalmente sinceras y sumisas y esa disposición llevó a Pitbull a ser más condescendiente.
- Está bien. ¡Bébetelo zorra!
Ella lo hizo sin rechistar y sin poner ningún tipo de traba a algo que nunca antes había hecho. Su novio le había pedido tantas veces que se tragara su semen y siempre se había negado rotundamente. Ahora lo hacía con auténtico deleite y pasando su lengua por el borde del cristal recogiendo hasta la última gota y relamiéndose.
- Muy bien, ¡Esa es mi puta! Sabía que no me ibas a defraudar. Has aprobado.
- ¿En serio? ¿Ya está?
- Sí, ya sé que te has quedado con las ganas, pero no se puede abusar, que luego te me envicias. Ahora ya puedes irte, has sido una nena buena. Has pasado la prueba, me siento muy orgulloso de ti. Como premio, te regalo esas bolas que ahora están moviéndose en tu coño. Así me recordarás.
- Y ¿Ya puedo irme?
- Si, veo que ya me estás echando de menos. Bueno, puede que nos volvamos a ver. Tendrás noticias mías ¿Ves como todo fue más divertido de lo que esperabas?
Karen y Diana le ayudaron a cambiarse de nuevo de ropa y regresó de nuevo a su trabajo intentando pensar en todas las cosas que le habían sucedido aquella insólita mañana. Llegó a pensar si todo era fruto de su imaginación y que lo que comenzó como una pesadilla, se había convertido, casi sin darse cuenta, en una especie de sueño. Aquel hombre desconocido tenía razón, había despertado algo en su interior que estaba latente y que le había proporcionado un inmenso placer. Nunca antes le había sucedido pero desde ese momento había descubierto una nueva puerta del placer.
Una vez en su trabajo, se acercó a su mesa, sintiéndose victoriosa por haber cumplido esa misión, pero sin poder evitar abrir su correo a la espera de una nueva orden de su amo. Ella sabía que se había convertido en una esclava, pero no le importaba en absoluto, al contrario, esa sensación le embelesaba. La voz de su jefe desde el despacho gritando su nombre le despertó de su letargo y de esa paz interior que ahora sentía. Dispuesta a escuchar una nueva bronca entró en el despacho hasta que algo chocante le hizo quedarse paralizada. Cuando al entrar, su jefe la observaba detenidamente, con cara de perversión todo su cuerpo, comprendió que algo raro sucedía. La inaudita mirada ese hombre le hizo reflexionar y sospechar que todo hubiera sido obra suya. Solo pudo hacerle una pregunta para salir de dudas.
- ¿Pitbull?
Su jefe sonrió. Y continuó con el papeleo, como si nada hubiera ocurrido, sin embargo la joven Frida no pudo más que sonreír, sabiendo que eso era solo el principio de algo que ella misma no quería rechazar, de algo a lo que había quedado profundamente seducida, casi sin quererlo.
3 comentarios - Fotos comprometidas
🙌 excelente 🙌