Fui una puta con poder

Hola a todos! La verdad es que llevo un buen tiempo sin postear y esta abstinencia se me está haciendo difícil… es que me engolosiné con los comentarios y lo mp que recibía y ahora los extraño. Eso sí, mi abstinencia no fue total. Menos mal, sino ya se hubieran enterado. Crónica TV hubiera titulado algo así:
Ninfómana amenaza con prender fuego el obelisco al grito de “necesito sexo”.
Quédense tranquilos, no pasó. Más allá de lo ocupadísima que estuve por laburo, pude hacerme mi tiempo para hacer el amor lo suficiente y para tocarme, como de costumbre, más de lo aconsejado por los médicos.
El fin de semana pasado, mientras volvíamos en el auto de la casa de unos amigos, enganché a mi marido en el preciso instante en que le miraba el culo a una prostituta que suele estar en la plaza que está junto a Plaza Francia. Quien haya pasado alguna vez por ahí de noche y la haya visto no puede negar que tiene un lomazo! Me muero de envidia, pero es así… Soy bastante celosa y no soporto que mi marido mire a otra, aunque sé que lo hace y lo entiendo. Obvio que no se la iba a dejar pasar.
- Linda, ¿no? – le dije.
Eso lo descolocó. No se suponía que yo lo tomara así. Me dijo un tímido “seee, qué sé yo”. Después de tolerar mi insistencia confesó que la había mirado. No podía culparlo, pero lo que sí podía hacer era jugar un poquito con él (que como ya saben es algo que disfruto bastante). Le pregunté qué fantasías podía tener con una puta que conmigo no, su puta personal, la más guarra y la más cara de todas.
Me dijo que los hombres que van de putas es para concretar las fantasías que en sus casas no pueden ni siquiera proponer. Le pregunté si quería que yo fuese su puta por esa noche, y al terminar mi pregunta hice el universalmente conocido gesto de pasar la lengua por mis labios y mirar como su bragueta se hinchaba más y más. Él, por supuesto aceptó. Entonces le dije lo que yo en verdad pensaba:
- Cuando te chupo la pija y cuando me coges por atrás tenés todo el poder vos. ¿Qué te parece si después me dejas probar a mí esa sensación de poder?
La curiosidad lo llevó a decir que sí.
Cuando llegamos a casa, no le di tiempo de sacarse los pantalones. Le abrí la bragueta y su pija salió disparada de allí, dura y brillante; saladita y transpirada hasta el fondo de mi boca. El estaba sentado al borde de la cama y yo arrodillada frente a él. Le pedí que me tomara del pelo. El me agarró más fuerte de lo que yo esperaba y me hacía ir y venir contra su pelvis mientras me decía: chupa, puta, chupa.
Muchas veces chupé una pija, pero era la primera vez que sentía que me estaban cogiendo por la boca. Cuando me tiraba para atrás para respirar mejor, él tiraba de mi pelo y entonces yo sólo podía volver a enfrentar mi nariz contra su pelvis. Le miré las manos: tenía algunos pelos que me había arrancado enroscados en sus dedos. Miré su cara: era la calentura de alguien que por fin cumple su fantasía más secreta. Pero como no se suponía que lo mirara, se apartó y me dijo vení. Yo no tenía idea de lo que iba a hacer conmigo. Me puso sobre su falda y me bajó el jean. La primer palmada en mi cola fue algo tímida. Aproveché la posición y empecé a frotar mi vagina contra sus piernas. Era algo nuevo para los dos y estaba bastante bueno. Le desafié:
- Dale, ¿me vas a dar una palmada o no?
Entonces él se sacó toda la timidez porque su mano abierta quedó impresa sobre mi colita varias veces, rojo furia sobre mi culo blanco y caliente.
El de pie y yo arrodillada, como si le pidiera perdón o como si le rezara, poco después me acabó en la boca. Eyaculó como si gritara un gol, como si en realidad me lo estuviera gritando a mí. Se tumbó sobre su espalda, parecía decir: “dale subite y cogeme”. Pero no era lo que yo tenía planeado. Era mi turno de tener poder…
Abrí mis piernas y me subí, no sobre su pija sino sobre su cara. El sacó su ingenua lengüita que pretendía jugar en mi clítoris, acariciar y robarme el flujo. Empecé a moverme de atrás para adelante sobre su cara. Me estaba haciendo, nada más y nada menos, que una paja con su boca, frotándome contra sus labios, balanceándome en su mentón.
El me dijo que le encantaba el sabor y el olor de mi flujo, que ese era el verdadero olor de mujer. Fue lo último que pudo decir esa noche. Me senté sobre su cara, con mi nalgas sobre sus pómulos, mi ano directo sobre su nariz y su boca, mis dedos sobre mi vagina empapada y acabé pensando en que por fin mi marido conocería todo lo que su puta personal piensa del poder.