Holaaa!!! Luego de una pequeña ausencia ( despues de las vacaciones habia que ponerse al día en el trabajo, he vuelto. Este relato es un poquito diferente a los de siempre, mas romantico. Supongo que Febrero, el mes de los enamorados me pegó jajajajaj Espero lo disfruten, ya estrañaba P! Besos a todossss
La Lluvia
El cielo se había caído encima mío, literalmente. Al ver las nubes negrísimas que se cerraban sobre mi decidí cruzar el parque para llegar más rápido a casa, terrible error, las tormentas de verano son de temer y esta no era la excepción. Una catarata de agua cerrada caía sobre mí, la tarde se hizo noche con la tormenta, no podía ver mucho más allá de mi nariz. Estaba total y completamente empapada, el agua corría bajo mis pies y desesperada buscaba un lugar donde refugiarme. Entonces divisé una luz, debía ser de la pequeña construcción, de la entrada al lugar donde los parqueros guardan sus herramientas. No era más que una entrada con un techo pero antes que estar bajo semejante ducha, serviría. Corrí hasta ahí, apenas distinguía la luz en la cortina de agua que me envolvía pero servía para guiarme. Ya casi llegaba, estaba estirando mis manos para tomar una de las paredes cuando mis pies tropezaron con algo y comencé a caer. Nunca toqué el piso. Unos fuertes brazos me tomaron de la cintura y yo me abracé a mi salvador para recuperar mi equilibrio.
Mi cara se hundió en su cuello mientras me aferraba a él para no caer. Un perfume masculino, mezcla de pino, de olor a pasto húmedo y agua fresca inundó mi nariz. Sin darme cuenta aspiré profundamente. Una sensación difícil de explicar me envolvió, me sentí protegida, contenida por su aroma, fue esa sensación que uno tiene al abrir la puerta de su casa luego de un largo viaje y sentir todos los aromas familiares. Esos aromas que son propios y te hacen sentir en tu hogar.
Al darme cuenta que me había quedado abrazada a él, rápidamente me compuse, me separé de su abrazo y me refugié en una de las esquinas de la construcción. Mis mejillas se tiñeron de rojo, mis manos trataban inconscientemente de arreglar mi cabello que era una maraña salvaje y empapada. Mi vestido se pegaba a mi cuerpo como una segunda piel. Cuando pude juntar valor miré a mi salvador. No estaba mucho mejor, totalmente mojado, vestido con una sencilla camisa blanca y unos jeans. Debía estar en sus 30 como yo, cabello corto, normal, nada del otro mundo. No era feo, en lo más mínimo, pero tampoco llamativamente guapo, excepto por sus ojos. En realidad no sus ojos, si no su mirada. El color era una mezcla entre verde y marrón claro, indefinida, pero su mirada me estaba perforando.
-Estas bien? Tremenda tormentita, no?-me dijo
Su voz resonó en mis oídos por sobre el sonido de la lluvia, dulce, tranquilizadora y a la vez deliciosamente masculina .
-Te..t..terrible-alcancé a tartamudear. –Si estoy bien, gracias.
-Estas sangrando, dejame ver tu brazo
No había notado el raspón en mi brazo, seguramente alguna rama en mi desesperada corrida al refugio me había lastimado.
-Estoy bien, no es nada-dije tratando de alejarme. Mi mente había comenzado a funcionar y él era un extraño, la situación me dio miedo, estaba sola en medio de una tormenta con un hombre desconocido y sin ningún lugar donde pedir ayuda.
Creo que se dio cuenta de mis pensamientos, malditos ojos que parecían leer mi mente.
-Tranquila, no soy un degenerado ni nada jajaja
Sacó de su bolsillo un pañuelo blanco y suavemente tomo mi brazo y comenzó a limpiar la herida. Estábamos muy juntos, cabeza con cabeza. Levanté mi mirada y como si estuviéramos de acuerdo él hizo lo mismo. Nos quedamos así unos segundos, perdidos ambos en los ojos del otro y entonces el acercó su boca y depositó el mas delicado de los besos en mis labios. Mi cuerpo se tensó al instante y el asustado se alejó unos centímetros de mi.
-Perdoname, no sé que me pasó es que… no se… perdón.. –mascullaba el rápidamente.
Yo me quedé dura por unos instantes, mi mente corría a mil por hora, mil razones y convenciones pasaban por mi cabeza. No sabes quién es, no lo conoces, salí de ahí, es peligroso. Gritaba mi cerebro racional. Pero mi cuerpo, mi corazón no escucharon. Mis brazos por propia cuenta envolvieron su cuello, mis labios buscaron ávidos beber de él. Sus manos automáticamente tomaron mi cintura para apretar más mi cuerpo al suyo. Y nos fundimos en un beso, un beso dulce al principio que se fue poniendo cada vez mas demandante. Su boca me abarcaba, su lengua me exploraba y pedía más. Obedecí su deseo y di rienda suelta al mío.
Sus manos comenzaron a recorrer mi espalda, deteniéndose en mi cintura, pidiendo permiso. Al demonio con la racionalidad, al demonio con lo correcto y lo incorrecto. Un gemido de necesidad y deseo escapó de mis labios y se perdió en su boca. Un gemido que le daba permiso, un gemido que le pedía por favor que siguiera. Y él entendió, sus manos bajaron por mi cola, acariciando, apretando… Mis piernas tuvieron que separarse, la humedad que había entre ellas no era de la lluvia. Podía sentir en mi vientre como él se endurecía, sus manos me abarcaban, su boca me estaba volviendo loca. Por un momento rompimos el beso para tomar aire y él, agitado, dijo en mi oído.
-Si vas a decir que no, que sea ahora, porque si no… no se si podré parar… te deseo demasiado…
Ya no me importaba nada, algo en mí me decía que esto era correcto, mas allá de lo físico, mas allá de mi deseo desatado, simplemente sentía que estaba bien. Jadeando susurré en su oído
-No pares…- y suavemente tomé el lóbulo de su oreja entre mis labios.
Mis palabras lo liberaron, ya no dudó mas, ya no esperó mas, sus caricias asaltaron mis pechos. Primero sobre la fina tela de mi vestido, abarcó mis senos con sus manos, sus besos bajaron ahora por mi cuello, húmedos, calientes y deliciosos. Muy despacio fue bajando mis breteles hasta dejarlos libres y comenzó a acariciar mis pezones con sus pulgares. Para esta altura solo el sonido interminable de la lluvia que seguía cayendo ocultaba el sonido de mis gemidos.
Comencé a desabrochar su cinturón, quería sentirlo, necesitaba tocarlo… el alejó su cadera de la mía unos centímetros, sin dejar de besarme y acariciarme, para darme mejor acceso. Donde pude liberarlo de sus pantalones, mis manos comenzaron a acariciar una deliciosa erección.
No pude contenerme y me arrodille frente a él, pase mi lengua por toda la extensión de su pene, juguetee un segundo, dando pequeñas lamiditas a la punta, hasta que no resistí y empecé a meterla en mi boca, poco a poco. Fue el turno de él de gemir. Puso su mano en mi cabeza y muy despacio fue empujándome hasta que tuve toda su verga dentro de mi boca. Fui moviendo mi cabeza, cada vez más rápido, cada vez más profundo, mis labios se cerraban en su pija y su mano en mi cabeza se crispaba del placer que le estaba proporcionando. Sentía como le gustaba y eso me ponía cada vez más caliente a mi también. Hasta que me obligó a retirar mi boca de él e incorporarme. Donde tuvo su boca cerca de la mía me besó salvajemente, profundamente, sus manos acariciaron mis muslos subiendo mi vestido, llegaron a mi cola y rápidamente fue bajando mi tanga, yo lo ayude pateándola en cuanto llego a mis tobillos. Me levantó y envolví su cadera con mis piernas. Él se detuvo unos instantes, dudando, y me miró fijamente a los ojos, su mirada pedía mi permiso.
-Por favor…-susurré. Fue todo lo que él necesitaba.
Yo estaba tan húmeda y él se deslizó dentro mío, llenándome por completo. Las sensaciones que me recorrían eran exquisitas. Y cuando comenzó a moverse, estuve en el cielo. Lo besé desesperada, sus manos me sostenían por la cola, su pija entraba y salía de mí en un ritmo enloquecedoramente delicioso. Cada vez que golpeaba ese dulce punto en mi interior creía morir de placer, yo ya no gemía, gritaba. Moví mi cadera para acompañarlo, nuestros movimientos tenían una sincronía increíble, perfecta, como si nuestros cuerpos hubieran estado diseñados para unirse en esta danza salvaje que nos tenía al borde de la locura. Cada vez más fuerte, cada vez más profundo, cada vez más hermoso. Sentía las vibraciones que bajaban por mi columna, mi vulva latía, se empapaba y se cerraba sobre él. Sentía fuego en mi vientre, deseo, locura, necesidad, quería explotar y a la vez quería demorar el momento, seguir sintiendo todo lo que sentía. Pero cuando te dirigís a un precipicio, sin frenos, no se puede evitar caer. Y no pude evitarlo, exploté en un grito, mis líquidos se chorrearon sobre él, mis piernas aprisionaron su cadera al tensarse todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo ante la fuerza de mi orgasmo. Sentía todos los nervios de mi cuerpo vibrar de placer.
Mi vulva latiendo sobre su pija lo arrastró conmigo y él también se vació en mí con un gemido ahogado. Su cabeza se apoyó en mi hombro, baje mis piernas al piso para aliviarlo de mi peso y nos quedamos así abrazados, sin hablar, las palabras estaban de mas. La lluvia iba cediendo poco a poco, en sintonía con nuestras respiraciones agitadas que se iban calmando.
Un rayo de sol del atardecer nos iluminó entre las nubes por unos segundos. Dándole un brillo especial a nuestros cuerpos mojados de la lluvia y el sudor.
Entonces reaccioné… mi cerebro volvió a funcionar y me di cuenta en la situación en que me encontraba. Semidesnuda, con alguien que no conocía, es mas ni siquiera sabía su nombre. Me separé tratando que no se diera cuenta de mis nervios.
Junte mi cartera y mi bombacha que estaba en el piso, acomodé mi vestido y rápidamente dije
-Tengo que irme ya
Y corrí, detrás mío pude escucharlo decir que esperara, pero no me di vuelta, tenía miedo, miedo de lo que sentía, miedo de lo que había pasado. No paré hasta estar segura en mi casa.
Por varios días traté de borrar de mi mente esa tarde, pero era inútil, durante el día no podía para de pensar en el. Durante la noche no podía parar de revivir en sueños nuestro encuentro y me despertaba sudada y excitada, con todo mi cuerpo reclamándolo .
Hasta que sin quererlo mis pasos me llevaron de nuevo al parque, al lugar donde todo había pasado. Me quedé mirando por unos momentos la rustica entrada, hasta que algo atado a una rama del árbol que estaba junto a ella llamo mi atención. Era un pañuelo blanco, manchado con un poco de sangre, mi sangre. Era el pañuelo con el que él limpió mi herida. Lo desaté y lo acerqué a mi nariz, aún tenía su aroma, bebí de ese perfume buscando extraer hasta la última gota de su olor. Finalmente lo abrí para doblarlo y guardarlo cuando note que tenía algo escrito. En una esquina había tan solo un número, un número de celular. Dudé unos instantes y lentamente saqué mi teléfono de la cartera…
Luli
Dedicado a todos los enamorados del mundo y especialmente a mi hombrezote hermoso que amo con locura, porque el sexo es fantastico, pero el sexo como demostración de amor es una experiencia que va mucho mas alla. Nos vemos prontito!!!!
La Lluvia
El cielo se había caído encima mío, literalmente. Al ver las nubes negrísimas que se cerraban sobre mi decidí cruzar el parque para llegar más rápido a casa, terrible error, las tormentas de verano son de temer y esta no era la excepción. Una catarata de agua cerrada caía sobre mí, la tarde se hizo noche con la tormenta, no podía ver mucho más allá de mi nariz. Estaba total y completamente empapada, el agua corría bajo mis pies y desesperada buscaba un lugar donde refugiarme. Entonces divisé una luz, debía ser de la pequeña construcción, de la entrada al lugar donde los parqueros guardan sus herramientas. No era más que una entrada con un techo pero antes que estar bajo semejante ducha, serviría. Corrí hasta ahí, apenas distinguía la luz en la cortina de agua que me envolvía pero servía para guiarme. Ya casi llegaba, estaba estirando mis manos para tomar una de las paredes cuando mis pies tropezaron con algo y comencé a caer. Nunca toqué el piso. Unos fuertes brazos me tomaron de la cintura y yo me abracé a mi salvador para recuperar mi equilibrio.
Mi cara se hundió en su cuello mientras me aferraba a él para no caer. Un perfume masculino, mezcla de pino, de olor a pasto húmedo y agua fresca inundó mi nariz. Sin darme cuenta aspiré profundamente. Una sensación difícil de explicar me envolvió, me sentí protegida, contenida por su aroma, fue esa sensación que uno tiene al abrir la puerta de su casa luego de un largo viaje y sentir todos los aromas familiares. Esos aromas que son propios y te hacen sentir en tu hogar.
Al darme cuenta que me había quedado abrazada a él, rápidamente me compuse, me separé de su abrazo y me refugié en una de las esquinas de la construcción. Mis mejillas se tiñeron de rojo, mis manos trataban inconscientemente de arreglar mi cabello que era una maraña salvaje y empapada. Mi vestido se pegaba a mi cuerpo como una segunda piel. Cuando pude juntar valor miré a mi salvador. No estaba mucho mejor, totalmente mojado, vestido con una sencilla camisa blanca y unos jeans. Debía estar en sus 30 como yo, cabello corto, normal, nada del otro mundo. No era feo, en lo más mínimo, pero tampoco llamativamente guapo, excepto por sus ojos. En realidad no sus ojos, si no su mirada. El color era una mezcla entre verde y marrón claro, indefinida, pero su mirada me estaba perforando.
-Estas bien? Tremenda tormentita, no?-me dijo
Su voz resonó en mis oídos por sobre el sonido de la lluvia, dulce, tranquilizadora y a la vez deliciosamente masculina .
-Te..t..terrible-alcancé a tartamudear. –Si estoy bien, gracias.
-Estas sangrando, dejame ver tu brazo
No había notado el raspón en mi brazo, seguramente alguna rama en mi desesperada corrida al refugio me había lastimado.
-Estoy bien, no es nada-dije tratando de alejarme. Mi mente había comenzado a funcionar y él era un extraño, la situación me dio miedo, estaba sola en medio de una tormenta con un hombre desconocido y sin ningún lugar donde pedir ayuda.
Creo que se dio cuenta de mis pensamientos, malditos ojos que parecían leer mi mente.
-Tranquila, no soy un degenerado ni nada jajaja
Sacó de su bolsillo un pañuelo blanco y suavemente tomo mi brazo y comenzó a limpiar la herida. Estábamos muy juntos, cabeza con cabeza. Levanté mi mirada y como si estuviéramos de acuerdo él hizo lo mismo. Nos quedamos así unos segundos, perdidos ambos en los ojos del otro y entonces el acercó su boca y depositó el mas delicado de los besos en mis labios. Mi cuerpo se tensó al instante y el asustado se alejó unos centímetros de mi.
-Perdoname, no sé que me pasó es que… no se… perdón.. –mascullaba el rápidamente.
Yo me quedé dura por unos instantes, mi mente corría a mil por hora, mil razones y convenciones pasaban por mi cabeza. No sabes quién es, no lo conoces, salí de ahí, es peligroso. Gritaba mi cerebro racional. Pero mi cuerpo, mi corazón no escucharon. Mis brazos por propia cuenta envolvieron su cuello, mis labios buscaron ávidos beber de él. Sus manos automáticamente tomaron mi cintura para apretar más mi cuerpo al suyo. Y nos fundimos en un beso, un beso dulce al principio que se fue poniendo cada vez mas demandante. Su boca me abarcaba, su lengua me exploraba y pedía más. Obedecí su deseo y di rienda suelta al mío.
Sus manos comenzaron a recorrer mi espalda, deteniéndose en mi cintura, pidiendo permiso. Al demonio con la racionalidad, al demonio con lo correcto y lo incorrecto. Un gemido de necesidad y deseo escapó de mis labios y se perdió en su boca. Un gemido que le daba permiso, un gemido que le pedía por favor que siguiera. Y él entendió, sus manos bajaron por mi cola, acariciando, apretando… Mis piernas tuvieron que separarse, la humedad que había entre ellas no era de la lluvia. Podía sentir en mi vientre como él se endurecía, sus manos me abarcaban, su boca me estaba volviendo loca. Por un momento rompimos el beso para tomar aire y él, agitado, dijo en mi oído.
-Si vas a decir que no, que sea ahora, porque si no… no se si podré parar… te deseo demasiado…
Ya no me importaba nada, algo en mí me decía que esto era correcto, mas allá de lo físico, mas allá de mi deseo desatado, simplemente sentía que estaba bien. Jadeando susurré en su oído
-No pares…- y suavemente tomé el lóbulo de su oreja entre mis labios.
Mis palabras lo liberaron, ya no dudó mas, ya no esperó mas, sus caricias asaltaron mis pechos. Primero sobre la fina tela de mi vestido, abarcó mis senos con sus manos, sus besos bajaron ahora por mi cuello, húmedos, calientes y deliciosos. Muy despacio fue bajando mis breteles hasta dejarlos libres y comenzó a acariciar mis pezones con sus pulgares. Para esta altura solo el sonido interminable de la lluvia que seguía cayendo ocultaba el sonido de mis gemidos.
Comencé a desabrochar su cinturón, quería sentirlo, necesitaba tocarlo… el alejó su cadera de la mía unos centímetros, sin dejar de besarme y acariciarme, para darme mejor acceso. Donde pude liberarlo de sus pantalones, mis manos comenzaron a acariciar una deliciosa erección.
No pude contenerme y me arrodille frente a él, pase mi lengua por toda la extensión de su pene, juguetee un segundo, dando pequeñas lamiditas a la punta, hasta que no resistí y empecé a meterla en mi boca, poco a poco. Fue el turno de él de gemir. Puso su mano en mi cabeza y muy despacio fue empujándome hasta que tuve toda su verga dentro de mi boca. Fui moviendo mi cabeza, cada vez más rápido, cada vez más profundo, mis labios se cerraban en su pija y su mano en mi cabeza se crispaba del placer que le estaba proporcionando. Sentía como le gustaba y eso me ponía cada vez más caliente a mi también. Hasta que me obligó a retirar mi boca de él e incorporarme. Donde tuvo su boca cerca de la mía me besó salvajemente, profundamente, sus manos acariciaron mis muslos subiendo mi vestido, llegaron a mi cola y rápidamente fue bajando mi tanga, yo lo ayude pateándola en cuanto llego a mis tobillos. Me levantó y envolví su cadera con mis piernas. Él se detuvo unos instantes, dudando, y me miró fijamente a los ojos, su mirada pedía mi permiso.
-Por favor…-susurré. Fue todo lo que él necesitaba.
Yo estaba tan húmeda y él se deslizó dentro mío, llenándome por completo. Las sensaciones que me recorrían eran exquisitas. Y cuando comenzó a moverse, estuve en el cielo. Lo besé desesperada, sus manos me sostenían por la cola, su pija entraba y salía de mí en un ritmo enloquecedoramente delicioso. Cada vez que golpeaba ese dulce punto en mi interior creía morir de placer, yo ya no gemía, gritaba. Moví mi cadera para acompañarlo, nuestros movimientos tenían una sincronía increíble, perfecta, como si nuestros cuerpos hubieran estado diseñados para unirse en esta danza salvaje que nos tenía al borde de la locura. Cada vez más fuerte, cada vez más profundo, cada vez más hermoso. Sentía las vibraciones que bajaban por mi columna, mi vulva latía, se empapaba y se cerraba sobre él. Sentía fuego en mi vientre, deseo, locura, necesidad, quería explotar y a la vez quería demorar el momento, seguir sintiendo todo lo que sentía. Pero cuando te dirigís a un precipicio, sin frenos, no se puede evitar caer. Y no pude evitarlo, exploté en un grito, mis líquidos se chorrearon sobre él, mis piernas aprisionaron su cadera al tensarse todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo ante la fuerza de mi orgasmo. Sentía todos los nervios de mi cuerpo vibrar de placer.
Mi vulva latiendo sobre su pija lo arrastró conmigo y él también se vació en mí con un gemido ahogado. Su cabeza se apoyó en mi hombro, baje mis piernas al piso para aliviarlo de mi peso y nos quedamos así abrazados, sin hablar, las palabras estaban de mas. La lluvia iba cediendo poco a poco, en sintonía con nuestras respiraciones agitadas que se iban calmando.
Un rayo de sol del atardecer nos iluminó entre las nubes por unos segundos. Dándole un brillo especial a nuestros cuerpos mojados de la lluvia y el sudor.
Entonces reaccioné… mi cerebro volvió a funcionar y me di cuenta en la situación en que me encontraba. Semidesnuda, con alguien que no conocía, es mas ni siquiera sabía su nombre. Me separé tratando que no se diera cuenta de mis nervios.
Junte mi cartera y mi bombacha que estaba en el piso, acomodé mi vestido y rápidamente dije
-Tengo que irme ya
Y corrí, detrás mío pude escucharlo decir que esperara, pero no me di vuelta, tenía miedo, miedo de lo que sentía, miedo de lo que había pasado. No paré hasta estar segura en mi casa.
Por varios días traté de borrar de mi mente esa tarde, pero era inútil, durante el día no podía para de pensar en el. Durante la noche no podía parar de revivir en sueños nuestro encuentro y me despertaba sudada y excitada, con todo mi cuerpo reclamándolo .
Hasta que sin quererlo mis pasos me llevaron de nuevo al parque, al lugar donde todo había pasado. Me quedé mirando por unos momentos la rustica entrada, hasta que algo atado a una rama del árbol que estaba junto a ella llamo mi atención. Era un pañuelo blanco, manchado con un poco de sangre, mi sangre. Era el pañuelo con el que él limpió mi herida. Lo desaté y lo acerqué a mi nariz, aún tenía su aroma, bebí de ese perfume buscando extraer hasta la última gota de su olor. Finalmente lo abrí para doblarlo y guardarlo cuando note que tenía algo escrito. En una esquina había tan solo un número, un número de celular. Dudé unos instantes y lentamente saqué mi teléfono de la cartera…
Luli
Dedicado a todos los enamorados del mundo y especialmente a mi hombrezote hermoso que amo con locura, porque el sexo es fantastico, pero el sexo como demostración de amor es una experiencia que va mucho mas alla. Nos vemos prontito!!!!
10 comentarios - La Lluvia
ahhhhh luly me encanto...que buen relato carajo 🤤 🤤 🤤 🤤
sos una reina diosa deliciosa me mataste de amor.
hoy estoy sin puntos asi que a favoritos para volver mañana con los 10 que mereces
gracias por la dedicacion,yo tambien amo a mi hombre ajajajaja
que buen relatoooooooo
estoy enamoradisima de esta historia y me dejaste con ganas de mas
reina me mataste si podes leete el ultimo que hice dale
un beso y gracias por este relato tan hermoso 🤤 🤤 🤤
lo lei de nuevo jajaja buenisimo espero mas relatos un besote 😉
+10
Eso me mató! Muy buen post. Caliente pero en ningún momento vulgar. Felicitaciones, besos